Aprendiendo de las mujeres que luchan

Tener derechos consagrados en las leyes, pero no tener poder para hacerlos cumplir, es una forma de estar a la deriva, indefensos ante el despojo de vidas y bienes comunes.
Creo que esta es una de las enseñanzas que nos trasmitieron las mujeres zapatistas en el II Encuentro Internacional de Mujeres que Luchan. Por lo menos eso es lo que pudimos leer en el discurso inaugural de la comandanta Amada.



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Aprendiendo de las mujeres que luchan

Tener derechos consagrados en las leyes, pero no tener poder para hacerlos cumplir, es una forma de estar a la deriva, indefensos ante el despojo de vidas y bienes comunes.

Creo que esta es una de las enseñanzas que nos trasmitieron las mujeres zapatistas en el II Encuentro Internacional de Mujeres que Luchan. Por lo menos eso es lo que pudimos leer en el discurso inaugural de la comandanta Amada.

“Dicen que hay más equidad de género porque en los malos gobiernos hay igual de hombres y de mujeres, mandones y mandonas.

Pero nos siguen asesinando”.

Amada siguió repitiendo los supuestos “avances” en la realidad de las mujeres y, a renglón seguido, recordó que “nos siguen asesinando”:

“Dicen que ahora hay más leyes que protegen a las mujeres. Pero nos siguen asesinando.

Dicen que la mujer ya está en más espacios. Pero nos siguen asesinando”.

Quienes tenemos aún la pretensión de cambiar el mundo, debemos dar un primer paso, que siempre se repite, como un mantra interminable: aprender. Aprender de los pueblos, aprender de las organizaciones y de sus luchas, aprender de las personas que toda su vida la dedicaron a los pueblos. No queda otra.

El discurso de Amada se puede extrapolar a todos los derechos que los trabajadores y los pueblos han recibido (muchos dicen “conquistado”), en las últimas décadas. En efecto, contamos con una lista muy larga de derechos: desde los que obtuvieron los asalariados en cuanto a horarios y condiciones laborales, hasta los derechos de los pueblos consagrados incluso por importantes organismos internacionales.

Las Naciones Unidas han declarado “decenios” de los pueblos originarios y de las mujeres, entre muchos otros, y emitido resoluciones interesantes. Los gobiernos han redactado y aprobado leyes que garantizan la vida, la vivienda, el trabajo, la salud y la educación para sociedades enteras. Sin embargo, la vida es cada vez más precaria, menos vida, atada a los caprichos de estados y mandamases que militarizan nuestros territorios para mejor despojarlos.

Las compas zapatistas nos dicen, además, que en sus territorios, “este año no hubo ninguna asesinada ni desaparecida”. Aunque dicen que sí hubo violencia, y que están viendo cómo castigan a los varones violentos.

No hubo feminicidios porque las mujeres están organizadas y porque el movimiento zapatista construyó autonomía en tres niveles, desde las comunidades hasta las juntas de buen gobierno, pasando por el nivel intermedio, los municipios autónomos.

Este es el primer aprendizaje: si no nos organizamos, si no construimos nuestro mundo, nuestra salud y nuestra educación, nuestra alimentación y nuestros poderes, nos seguirán matando. Van a continuar despojando nuestros bienes comunes, mercantilizando la vida y arrinconándonos en los peores lugares para sobre-vivir, vigilados muy de cerca por los guardianes del sistema.

Nada ganamos con luchar por una ley, por un derecho, por un reconocimiento de los de arriba, si no hacemos nuestra organización. Los llamados derechos son una forma de distraernos, de dejarnos engañar para que no construyamos nuestro mundo porque, nos dicen, en este sistema tendrás el reconocimiento que mereces. Pero quienes lo dicen, son los que pretenden ocupar el Estado para gestionar nuestros derechos. Para eso, necesitan que no hagamos nada, más que votarlos.

El segundo aprendizaje es que no se puede luchar, digamos, por partes. Ahora luchamos contra la violencia machista. Más tarde contra el patriarcado. Luego por la salud y la educación para las mujeres y las niñas y niños. Es evidente que el sistema es uno sólo, como uno sólo es el poder que nos oprime y asesina. Da lo mismo que digamos paramilitares o militares, narco o policía, o gobierno o capital. Es un solo poder que se llama capitalismo. No podemos luchar contra el patriarcado sin luchar contra el capitalismo.

Es cierto que organizarnos para construir nuestro mundo es trabajoso. Implica dedicar la vida, todas las horas de todos los días, al trabajo para poner de pie ese mundo otro. Es el precio de la autonomía y de la dignidad. Y por lo que estamos viendo, también es el precio de mantener la vida.