Los obstáculos para la unidad
Para ganar esas elecciones es necesaria la total unidad opositora actualmente dividida, en síntesis, en dos grandes bloques
Antes del 18 de abril del 2018 la oposición en Nicaragua estaba dormida, defraudada por algunas actuaciones de los partidos, desanimada por las divisiones entre los opositores e impotente ante los fraudes electorales. Un reducido grupo de muchachos del MRS se manifestaban saliendo a protestarle al gobierno, aunque eran pocos. Ellos se sumaron en León a algunas personas de la tercera edad que protestaron pacíficamente contra las reformas al INSS que afectaban a los jubilados. Turbas pro gobierno junto a la Policía reprimieron la protesta pacífica resultando varios lesionados.
Las imágenes de las turbas y la Policía dándoles brutales garrotazos a muchachos y ancianos, despertaron la justa ira popular en todas partes. Al día siguiente, a los del MRS se les sumaron otros jóvenes que no eran de ese movimiento y salieron a protestar en Managua. Turbas disfrazadas de “juventud sandinista”, y también la Policía, nuevamente actuaron con una represión desproporcionada y brutal.
La oposición dormida, despertó. Salieron a las calles de todo el país millares de jóvenes y adultos liberales, conservadores, socialcristianos, sandinistas-no-gobiernistas y personas sin partido. La ira popular produjo una fuerza gigantesca de hombres y mujeres de todas las ideologías, ricos y pobres, empresarios y empleados, obreros y campesinos. Se empezaron a contar presos, heridos y muertos. Entre más represión había, más ira se desataba. Así inició una nueva etapa en la lucha contra la dictadura gobernante.
Pero, lo que inició como una lucha del pueblo unido, en algún momento empezó a fraccionarse, porque los dirigentes del MRS, quizá creyéndose con el derecho de aprovecharla para asumir el liderazgo de todo el pueblo, lanzaron una consigna con esa intención: que ningún partido u organización debía figurar en las protestas, que todos acudirían “autoconvocados” y solo con “la bandera azul y blanco”. La consigna era y es excelente. Millones de nicaragüenses la hicimos nuestra. Pero la intención oculta y la práctica de quienes la lanzaron ha sido utilizarla para excluir a otros y tomar el control.
Un año y nueve meses después muchas cosas han pasado. Mucha sangre y lágrimas derramadas; muchas expectativas creadas que no se concretaron; intentos de diálogos fracasados; acciones internacionales, etc. Hoy existe un amplio consenso sobre la única salida viable al conflicto, que es ejercer presión nacional e internacional, para lograr pacíficamente la democracia y la libertad, mediante un diálogo sincero que conduzca a acuerdos que culminen con elecciones libres y honestas.
Para ganar esas elecciones es necesaria la total unidad opositora actualmente dividida, en síntesis, en dos grandes bloques. Por una parte el sandinismo opositor donde sobresale el MRS con sus aliados, más otros sandinistas que sin ser del MRS son también opositores. El otro bloque lo forman los opositores no sandinistas, la mayoría gente sin partido, más los empresarios, varias organizaciones diversas y algunos partidos.
El problema es que el sector sandinista es excluyente de quienes no acepten un liderazgo del MRS. Ellos dominan la Unidad Nacional Azul y Blanco (UNAB), por lo cual varios grupos, incluyendo la Alianza Cívica, se han separado de la misma. Aunque la presencia del MRS en la Alianza Cívica también es importante, pero balanceada por la participación del sector empresarial.
Los sandinistas opositores han querido encabezar la lucha con el fin de sustituir el gobierno sandinista del FSLN encabezado por Daniel Ortega y Rosario Murillo, por otro gobierno sandinista encabezado por el MRS y sus aliados. Para descalificar al bloque opositor no sandinista acusan a los empresarios de defender solo sus intereses económicos; y de los partidos dicen que integran una “clase política” formada solo por corruptos y colaboracionistas; de todo lo cual, supuestamente, solo ellos estarían limpios.
En síntesis, la oposición tiene un bloque sandinista y un bloque no sandinista. Ambos deberán formar una sola coalición, con diferentes ideologías y fines, pero con un solo fin inmediato: sustituir al gobierno por uno verdaderamente democrático, pluralista y en varios sentidos “transitorio”. Estar divididos en dos bloques así definidos puede no resultar malo. Integrar muchos grupos dispersos en dos bloques puede facilitar la unidad. Entenderse entre dos es más fácil que entre muchos.