Guerra híbrida contra los movimientos sociales

Quienes formularon la tesis de la “guerra híbrida”, se proponían abordar las nuevas formas de la guerra entre Estados en el siglo XXI. En 2006, el general James Mattis, luego jefe del Pentágono con Trump, publicó el artículo “La guerra del futuro: la llegada del conflicto híbrido”, concepto que pronto se popularizó.
Se trataba de describir la combinación de la guerra irregular y la asimétrica en el conflicto actual, en el cual los Estados intervienen “de manera directa o delegando su actuación a agentes domésticos o proxies, guerrillas, terroristas, redes criminales o contratistas militares privados”, según el análisis publicado en la revista del ejército español.



Guerra híbrida contra los movimientos sociales
 
Raúl Zibechi
La Jornada
 
Quienes formularon la tesis de la guerra híbrida, se proponían abordar las nuevas formas de la guerra entre Estados en el siglo XXI. En 2006, el general James Mattis, luego jefe del Pentágono con Trump, publicó el artículo La guerra del futuro: la llegada del conflicto híbrido, concepto que pronto se popularizó.

Se trataba de describir la combinación de la guerra irregular y la asimétrica en el conflicto actual, en el cual los Estados intervienen “de manera directa o delegando su actuación a agentes domésticos o proxies, guerrillas, terroristas, redes criminales o contratistas militares privados”, según el análisis publicado en la revista del ejército español (https://bit.ly/31KGflp).

El concepto se utilizó para explicar el conflicto entre Ucrania y Rusia a comienzos de 2014. Los analistas occidentales acusaron a Moscú de utilizar la guerra híbrida para conseguir las independencias de las fronterizas repúblicas de Donetsk y Lugansk. Ambas provincias se separaron de Ucrania luego que la revuelta Euromaidan, que buscada la integración en la Unión Europea, llevó a la caída del presidente electo y al desacople con Rusia.

Una parte de la población de ambos óblast o provincias, mayoritariamente rusoparlante, se levantó en armas con apoyo de Rusia, formó milicias, tomó edificios gubernamentales, convocó referendos y proclamó la independencia. El concepto de guerra híbrida se enmarcó en un conflicto geopolítico y social, que en lo formal se presentó como la población contra el gobierno, pero en realidad representaba los intereses de Rusia.

En Ucrania se enfrentaron las ambiciones geopolíticas de Washington y de Moscú, en cuya defensa utilizaron no sólo a militares y paramilitares, sino a las poblaciones que quieren formar parte de la Unión Europea y las que desean seguir articuladas con Rusia.

El monárquico y español Instituto Elcano, enfila la guerra híbrida contra los movimientos de protesta organizados por intereses extranjeros, afirmación interesada que deja amplio margen a la manipulación mediática (https://bit.ly/2SvrmPG). Las llamadas amenazas híbridas, pueden ser violentas o no violentas, lo que permite incluir casi cualquier conflicto social como amenaza para el Estado.

De algún modo, se está repitiendo la historia de la guerra fría: cualquier lucha social puede ser acusada de favorecer a cualquier potencia con ambiciones globales o regionales.

En América Latina, este concepto se está enfocando en contra de los movimientos antisistémicos, en particular por parte de los militares brasileños. Los centros de pensamiento militar incluyen las luchas populares en el contexto de una guerra híbrida, como sucede con las acciones del Movimiento Sin Tierra y con las ocupaciones de escuelas secundarias, en particular las sucedidas en 2016.

Un reciente artículo en la página Defesanet del general en la reserva Carlos Alberto Pinto Silva, ex comandante del Comando Militar del Oeste, del Comando Militar del Sur y del Comando de Operaciones Especiales, titulado Insurgencia Moderna, pone en la lupa tanto a la izquierda electoral como a los movimientos juveniles radicales (https://bit.ly/31mv0zC).

El general no oculta su satisfacción por la caída de Dilma Rousseff y el triunfo de Jair Bolsonaro, porque ambos hechos muestran que la vía pacífica para la conquista del poder se desmoronó. Ahora el socialismo marxista se empeñará, señala el general Pinto, en el “modo hard” para la toma del poder medianteprotestas, manifestaciones sindicales y uso de los movimientos sociales.

Los estrategas militares consideran las manifestaciones sindicales y los movimientos sociales como amenazas híbridas, así como las autonomías indígenas porque intentarían desagregar los Estados. Desconsideran las demandas de los movimientos y niegan la existencia de pueblos, porque su objetivo consistiría en desestabilizar a los gobernantes, desacreditar a las autoridades y crear caos en la sociedad, provocando una crisis política (https://bit.ly/31mv0zC).

Aunque el concepto de guerra híbrida parece poco convincente, es funcional a las estrategias del 1 por ciento más rico del mundo, que los militares se empeñan en defender. Por eso consideran que llegó el momento de poner freno al menor desafío a su dominación, sea de carácter electoral, armado o de movimientos.

Las diversas formas de la contrainsurgencia, desde la guerra de baja intensidad hasta la guerra híbrida, pasando por la guerra asimétrica, han conseguido neutralizar desde las guerrillas hasta la opción electoral, mostrando que las leyes y constituciones son apenas hojas de parra para cubrir la dominación sistémica.

Por tanto, nos toca repensar nuestras estrategias, como señalaba Immanuel Wallerstein. Seguir empeñados en ocupar el palacio es tanto como administrar lo que existe: un modelo neoliberal extractivo que bloquea cualquier cambio programado desde arriba. Peor aún: no tenemos una estrategia global lista para ser ensayada.

——————————— 

Revista Ejército nº 927 € junio 2018

https://www.ugr.es/~gesi/Guerras-hibridas.pdf

 

GUERRAS HÍBRIDAS. Cuando el contexto lo es todoEl artículo pretende ahondar en los antecedentes, contexto y debates sobre la guerra híbrida, uno de los conceptos barajados hoy en día para definir los conflictos del siglo XXI y que está recibiendo una gran atención a pesar de las controversias que genera entre los expertos.

Guillem Colom Piella

Doctor en Seguridad Internacional

El concepto de guerra híbrida se convirtió (junto con las noticias falsas, los trolls, los bots o la des-información) en uno de los hype informativos del pasado año, a pesar de las importantes controversias que genera entre los expertos. Mientras muchos consideran que no existen razones suficientes para acuñar nuevas denominaciones que sola-mente añaden confusión al análisis estratégico, otros sostienen que el conflicto híbrido es el producto natural de la adaptación de la guerra irregular (a grandes rasgos, contraria a los usos y costumbres de la guerra) y asimétrica (encaminada a explotar las vulnerabilidades de las fuerzas regulares) al mundo actual. Otros subrayan que este concepto no está consolidado ni tampoco existe nin-guna definición plenamente acepta-da por la comunidad de defensa más allá del mínimo común denominador de la combinación de medios, proce-dimientos y tácticas convencionales y asimétricas. Finalmente, muchos expertos alertan de que esta idea co-rre el riesgo de perder su valor expli-cativo al haberse popularizado para definir cualquier actividad realizada por un Estado o actor no estatal sin cruzar claramente la frontera entre paz y guerra, poniendo ejemplos tan dispares como las intervenciones ru-sas en Crimea o Ucrania, sus accio-nes de desestabilización en su área de influencia directa o las operacio-nes informativas en muchos puntos del planeta. Teniendo estos elemen-tos en cuenta, expondré, según mi opinión, brevemente los orígenes, concepción y debates actuales sobre el concepto de guerra híbrida.Definido originalmente en un trabajo académico de la Marina estadouni-dense de 2002 para advertir de las tácticas empleadas por la insur-gencia chechena contra el ejército ruso durante la Primera Guerra de Chechenia (1994-96)1, el término guerra híbrida fue empleado por primera vez en un documento oficial tres años después para explicar la combinación de dos o más ame-nazas de tipo tradicional, irregular, catastrófico o disruptivo2. Sin embargo, no fue hasta la publicación del artículo «La guerra del futuro: la llegada del conflicto híbrido», escrito por el actual titular del Pentágono, James N. Mattis, junto con el tenien-te coronel Frank G. Hoffman, cuando se le dotó de contenido teórico3, la guerra de 2006 entre Israel y Hizbulá cuando pareció tener lugar su prime-ra gran manifestación práctica4, y la presentación del ensayo El conflicto en el siglo “”#: el advenimiento de la guerra híbrida cuando se popu-larizó esta idea entre la comunidad de defensa5. Sin embargo, no sería hasta varios años después cuando, a raíz de las ampliamente comentadas reflexiones del jefe de Estado Mayor de la defensa rusa, Valeri Gerasi-mov6, las intervenciones de Moscú en Crimea y Ucrania o sus operacio-nes de información en varios países occidentales, cuando la guerra hí-brida traspasó la frontera del debate estratégico para convertirse en un vocablo de uso común en medios no especializados. Sin embargo, al asimilar la guerra híbrida con las acciones de propaganda y agitación que realiza Moscú, este concepto corre el riesgo de perder su valor explicativo y convertirse en una idea vacía de contenido o un sinónimo para definir las acciones rusas en la «zona gris».A pesar de haberse popularizado (y quizás consolidado a raíz de la gran cantidad de fuentes que emplean este concepto) para definir una tipología de conflicto que combina el empleo de medios regulares e irre-gulares o explicar las aparentemente novedosas tácticas rusas, la guerra híbrida no es el único concepto barajado actualmente para explicar la transformación de los conflictos. Al contrario, junto con la populari-zación del concepto de «zona gris» para referirse a cualquier actividad militar o no militar ejercida con más o menos ambigüedad en la amplia franja que existe entre la paz y la guerra abierta pero sin constituir un casus belli7, la amenaza híbrida es la más reciente y sugestiva de una larga serie de expresiones (entre las que destacan los conflictos de cuarta y quinta generación, de tres bloques, posmodernos, compuestos, entre la población, complejo-irregulares o sin restricciones) concebidas desde el fin de la Guerra Fría para definir las nuevas guerras del siglo **+.Estos conflictos, calificados como característicos del mundo globali-zado y entre los que se citan los Bal-canes, Chechenia, Afganistán, Irak, Líbano, Sri Lanka, Crimea o Ucrania como casos más significativos, son presentados como novedosos por numerosas razones: por los actores involucrados (Estados interviniendo de manera directa o delegando su actuación a agentes domésticos o proxies, guerrillas, terroristas, redes criminales o contratistas militares privados), los medios utilizados (armas sencillas empleadas de manera novedosa, sistemas sofis-ticados trasferidos por los Estados, armas pesadas o tecnologías de uso dual disponibles en el mercado), las tácticas empleadas (acciones con-vencionales limitadas, actos terroris-tas, insurgencia, ciberoperaciones, maskirovka, ocultación y engaño o propaganda multicanal), los multipli-cadores usados (sistemas de posicio-namiento, inteligencia de señales (SIGINT), de fuentes abiertas (OSINT) y de redes sociales (SOCMINT), RPA drones, comunicaciones avanzadas o ciberataques) o las fuentes de financiación manejadas (actividades legales y delictivas con estrecha cola-boración con el crimen organizado).Estas características hacen que las nuevas guerras del siglo **+ sean aparentemente muy distintas de los conflictos más representativos (pero en absoluto los únicos) de la Era Moderna o Contemporánea, donde existía una declaración formal de guerra que impedía el surgimiento de «zonas grises» y donde los ejérci-tos regulares pertenecientes a un Estado-nación combatían de manera convencional y simétrica en frentes claramente definidos, respetando los usos y costumbres de la guerra aceptados por los contendientes y utilizando medios tecnológicamente avanzados para la época. Por lo tanto, no es extraño imaginar que cualquier adversario, cuando se enfrente a un ejército occidental, intentará aprove-char las oportunidades que le brinda el mundo globalizado para explotar las limitaciones del estilo occiden-talizado de combatir, fundamentado este en la supremacía tecnológi-co-militar y en el cumplimiento de las leyes y costumbres de la guerra para lograr victorias rápidas, deci-sivas, contundentes y sin apenas bajas propias ni daños colaterales. En consecuencia, tal y como ha sucedi-do desde la Antigüedad clásica, ante la imposibilidad de medirse con un ejército avanzado el enemigo utiliza tácticas asimétricas, se confunde entre la población, actúa ajeno a los usos y costumbres de la guerra e in-tenta que sus actividades tengan los mayores efectos estratégicos posi-bles mediante una eficaz explotación informativa de sus actos.Por lo tanto, ante un escenario marcado por la supremacía militar de los ejércitos regulares avanza-dos, cualquier oponente (desde los paramilitares albano-kosovares contra Serbia y esta contra la Alianza Atlántica, las guerrillas chechenas contra Rusia, las milicias de Hamás y Hizbulá contra Israel, la insurgencia talibán, la resistencia iraquí o Dáesh contra sus enemigos hasta potencias como China o Rusia, conocedoras de su inferioridad militar convencio-nal respecto a Estados Unidos o la Alianza Atlántica8) se ve obligado a adaptarse y plantear respuestas que mitiguen esta superioridad y explo-ten las debilidades políticas, socia-les, jurídicas, morales, económicas, demográficas o militares de estos adversarios aparentemente imbati-bles en el terreno convencional.Mientras cualquier oponente estatal o no estatal parece hacer gala de un realismo extremo y sabe aprove-char sus fortalezas y minimizar sus debilidades, las sociedades occi-dentales han abrazado los valores postmodernos y postmaterialistas9. Estos impiden ver el mundo como algo complejo y peligroso, donde el poder, el interés y la ambición pueden provocar choques violentos y donde las controversias internacionales pueden resolverse pacíficamente con arreglo al derecho internacional10. Es por esta razón que nuestras socie-dades (especialmente las europeas occidentales) son cada vez más rea-cias a concebir el empleo de la fuerza o la amenaza de recurrir a ella como herramienta de política exterior para defender los intereses o la soberanía nacional11. En este contexto, nuestro poder militar se convierte en irrele-vante y nuestra capacidad disuasoria en inverosímil si carecemos de la vo-luntad de utilizar la fuerza o advertir de forma creíble que cualquier alte-ración del status quo podrá motivar una respuesta clara y contundente. Junto con la desafección política y la explotación del juego democrá-tico, esta falta de credibilidad de la disuasión está motivando la escala-da en el número e intensidad de las actividades estatales en esta «zona gris» que separa la paz de la guerra o la proliferación de las operaciones de información en el ciberespacio sin que Occidente pueda plantear ningu-na réplica efectiva.«Nuestro poder militar se convierte en irrelevante y nuestra capacidad disuasoria en inverosímil si carecemos de la voluntad de utilizar la fuerza o advertir de forma creíble que cualquier alteración del status quo podrá motivar una respuesta clara y contundente»En el marco de las operaciones milita-res la situación tampoco es mejor. La volubilidad de la opinión pública do-méstica y la presión de la comunidad internacional, el pánico a las bajas propias y el temor a los daños colate-rales, el sometimiento a unos usos y costumbres de la guerra restrictivos y quizá anacrónicos, la ansiedad por los costes políticos y los efectos electo-rales de las operaciones, la exigencia de restringir su alcance, impacto y duración, la renuencia a usar fuer-zas terrestres en operaciones o la necesidad de emplear la fuerza de manera limitada y restrictiva son otros elementos que pueden ser explotados por los actores estatales y no estata-les que se enfrentan contra un ejército occidental, lo que hace de la unión de todos estos factores la base para la construcción del concepto de guerra híbrida.Considerado como un tipo de guerra, el estilo de lucha característico de la Era de la Información que, fundamen-tado en las posibilidades que brinda la globalización y el libre acceso a las tecnologías avanzadas, se distingue por la combinación, en todos los ám-bitos y fases de la operación, de ac-ciones convencionales e irregulares, mezcladas estas últimas con actos terroristas, propaganda y conexiones con el crimen organizado, la guerra híbrida se caracteriza por la integra-ción en tiempo y espacio de procedi-mientos convencionales con tácticas propias de la guerra irregular (desde propaganda, agitación, subversión, guerra de guerrillas e insurgencia hasta actividades de guerra informati-va, guerra legal12 o ciberoperaciones), mezcladas estas últimas con actos terroristas y conexiones con el crimen organizado para la financiación, ob-tención de apoyos y asistencia.En consecuencia, tal y como hemos podido observar recientemente en Oriente Medio o Ucrania, la tipología, el estatuto legal o la organización del combatiente podrían tratarse de factores secundarios a la hora de ca-racterizar la amenaza híbrida, puesto que aquello realmente representativo es su habilidad para emplear simul-tánea y eficazmente procedimientos y tácticas convencionales, irregula-res y terroristas.A este rasgo distintivo se le suman otras características que podríamos calificar de secundarias, como son13:tEl empleo de armamento y mate-rial tecnológicamente avanzado procedente tanto de los arsenales militares de un país y operado por un ejército o un actor no estatal como obtenido en el mercado civil (RPA drones, armas de precisión, medios de inteligencia, comunica-ciones avanzadas o cibercapaci-dades).tLa eficaz explotación de la pro-paganda e información on linepara difundir su mensaje, generar narrativas que apoyen sus fines y erosionar las opiniones públicas de sus oponentes.tLa organización interna flexible, adaptable y articulada en red.tLa indefinición normativa y despre-cio a los usos y costumbres de la guerra tradicionalmente aceptados por la comunidad internacional.tLa eficaz combinación de los medios que están a su disposición para infligir el máximo daño físico y psicológico a su adversario.Estas características adicionales permiten sugerir que la guerra híbrida es un fenómeno que, facili-tado por el fin de la Guerra Fría, la globalización y la Era de la Informa-ción, constituye la reacción natural y lógica al estilo militar occidental. Sin embargo, ¿tan distinta es la guerra híbrida de los enfoques irregulares y asimétricos?; ¿ningún conflicto a lo largo de la historia ha tenido algún elemento híbrido?; ¿no podría ser la guerra híbrida la adaptación de la guerra irregular al mundo actual?Aunque estas y otras cuestiones per-manecen abiertas, no puede negarse que la guerra híbrida es un concep-to atractivo y con fuerza expresiva por dos grandes razones: muestra gráficamente la creciente compleji-dad de los conflictos actuales y pone de manifiesto la difuminación de las fronteras entre precrisis, crisis y gue-rra, entre fuerzas regulares e irregu-lares o entre tácticas convencionales y asimétricas. Sin embargo, desde un punto de vista académico, la gue-rra híbrida como teoría es imprecisa y como concepto corre el riesgo de perder su significado hasta conver-tirse en algo irrelevante, especial-mente hoy en día, cuando cualquier actividad que pueda relacionarse con Moscú (desde su intervención militar en Ucrania, el hackeo de los correos del Comité Nacional Demócrata estadounidense, los anuncios en Facebook durante sus comicios pre-sidenciales o la propaganda on linesobre Cataluña) es calificada como constitutiva de una guerra híbrida14.Mientras basándonos en los argu-mentos expuestos podríamos con-siderar que Moscú libró una guerra híbrida en Ucrania (aunque siempre teniendo en cuenta que las referen-cias rusas al concepto son interpre-taciones de los debates occidentales y las publicitadas reflexiones de los generales Makarov y Gerasimov no constituyen ninguna doctrina, sino que enlazan con la tradición ope-rativa soviética / rusa)15, el resto de sucesos no pueden calificarse como tales por una sencilla razón: no nos hallamos ante un conflicto que entra-ñe el empleo combinado de medios, procedimientos y tácticas militares regulares y asimétricas, que sería la definición mínima de guerra híbrida. Al contrario, estos hechos (incluyen-do las actividades informativo-técni-cas e informativo-psicológicas que se han producido en el ciberespacio ucraniano) deberían ser calificados como operaciones de información que, herederas de las tradicionales tácticas de desestabilización y agi-tación soviéticas, pueden realizarse en tiempo de paz, precrisis, crisis y guerra en los niveles estratégico, operacional o táctico16. Además, si tenemos en cuenta que muchos tratadistas militares rusos sugieren la difuminación de la frontera entre paz y guerra y el surgimiento de una «zona gris» del conflicto, parece más acertado empezar a utilizar los conceptos correctamente para evitar que estos pierdan su significado.En resumen, bien sea para definir el empleo simultáneo de medios convencionales e irregulares, para mostrar la complejidad de los conflictos actuales o para alertar sobre la peligrosidad de la guerra irregular y asimétrica del siglo **+, la guerra híbrida no solo constituye una respuesta lógica al paradigma estratégico reinante en Occidente y una forma efectiva de enfrentarse a un adversario militarmente más poderoso, sino que constituye una importante amenaza a la que deben enfrentarse los ejércitos actuales. Sin embargo, no debemos caer en el error de usar esta idea para cualquier suceso extraño ni realizar interpre-taciones interesadas, ni tampoco obviar la capacidad de muchos actores no estatales para presentar una oposición híbrida y empezar a reflexionar seriamente sobre la expansión de las zonas grises, releer a los clásicos del arte operacional, estudiar detenidamente las doctrinas de guerra informativa, no caer en el grave error de asimilar guerra híbrida con las acciones de Moscú y tener muy presente que muchos actores de nuestro flanco sur profundo pue-den plantear acciones híbridas.NOTAS1. Nemeth, W.: Future war and Chechnya: A case for hybrid warfare. Naval Postgraduate School, Monterrey; 2002.2. Department of Defense: Na-tional Defense Strategy of the United States of America. GPO, Washington DC; 2005.3. Mattis, J. y Hoffman, F.: «Future warfare: The rise of hybrid warfare». U.S. Naval Institute Proceedings. 132-11, pp. 30-32, 2005.4. Cordesman, A.: Lessons of the 2006 Israeli-Hezbollah war. CSIS, Washington DC; 2007.5. Hoffman, F.: Conflict in the 21st Century: The rise of hybrid wars. Arlington: Potomac Institute for Policy Studies; 2007.6. Gerasimov, V.: «ɐɟɧɧɨɫɬɶɧɚɭɤɢɜɩɪɟɞɜɢɞɟɧɢɢ» (El valor de la ciencia en anticipación), ɋɜɟɠɢɣɧɨɦɟɪ, 8-476, 2013 [en Imagen del sur del Líbano, zona de Hezbollá

44  3FWJTUB&KÏSDJUPOtKVOJPlínea] https://vpk-news.ru/arti-cles/146327. Baqués, J.: «Hacia una definición del concepto “Gray Zone”», Do-cumento de Investigación del IEEE. 02/17, pp. 1-30; 2017.8. Aunque están modernizando tanto sus medios convencionales como su arsenal nuclear y China actualmente está innovando en el terreno convencional (como po-dría ser en materia de inteligencia artificial) para superar a Estados Unidos en un horizonte cercano, ambos países son conscientes de su inferioridad militar. Es por ello que han adoptado en mayor o menor medida sus enfoques asimétricos (como la guerra sin restricciones y la disuasión estra-tégica integrada por parte china o la adaptación de las tradicionales tácticas de desestabilización y agitación soviéticas a la Era de la Información junto con la expan-sión de las acciones en la «zona gris») para anular la superioridad militar estadounidense o aliada.9. A grandes rasgos, mientras la posmodernidad presenta un cuestionamiento de la realidad, una nueva organización social fundamentada en la sociedad del consumo y una nueva concepción de la historia y de la identidad nar-cisista, hedonista e individualista; el auge del postmaterialismo se produce con la ascensión de nue-vos valores que, como la calidad de vida, el pacifismo o el ecologis-mo, tienen importantes efectos en el electorado de las democracias occidentales.10. Esta realidad nos sugiere la existencia de dos mundos de la política con intereses, conductas y dinámicas contradictorias. El estratificado y regulado sistema de estados westfaliano coexis-te con otro mundo anárquico y confuso en el que interactúan los actores excluidos del primero: te-rritorios sin Estado, movimientos insurgentes, bandas terroristas o grupos criminales. Un sistema donde el recurso a la guerra como medio para resolver las disputas internacionales se reduce entre el mundo desarrollado, se mantiene entre los países en desarrollo y las potencias emergentes y prolife-ra en las áreas donde el Estado es incapaz de proporcionar los servicios básicos a su población (Rosenau, J.: Turbulence in World Politics: A Theory of Change and Continuity. Princeton University Press, Princeton; 1990).11. Colom, G.: «La revolución militar posindustrial». Revista de Estudios Sociales. 50, pp. 113-126; 2014.12. La guerra legal (lawfare) define la interpretación interesada o la explotación de las lagunas exis-tentes en la jurisprudencia inter-nacional con el fin de erosionar la legitimidad de uno de los actores en conflicto.13. Murray, W. y Mansoor, P. (eds.): Hybrid Warfare: Fighting Complex Opponents from the Ancient World to the Present. Cambridge University Press, Nueva York; 2012.14. Hansen, F.: Russian Hybrid Warfare: a study of disinformation. DISS, Copenhagen; 2017.15. Vorobyov, I. y Kiselev, V.: «Ƚɢɛɪɢɞɧɵɟɨɩɟɪɚɰɢɢɤɚɤɧɨɜɵɣɜɢɞɜɨɟɧɧɨɝɨɩɪɨɬɢɜɨɛɨɪɫɬɜɚ» (Las operaciones híbridas como un nuevo tipo de enfrentamiento militar), ȼɨɟɧɧɚɹɦɵɫɥɶ. 5, pp. 41-49; 2015.16. Giles, K.: Russia’s ‘New’ Tools for Confronting the West Continuity and Innovation in Moscow’s Exercise of Power. The Royal Institute of International Affairs, Londres; 2016

———————————–