14-02-2020 |
Si uno lee cómo los medios de comunicación occidentales, especialmente los anglosajones, están narrando los efectos globales del coronavirus, es fácil llegar a la conclusión de que la reflexión que hizo Liang a finales del siglo XIX recobra una gran fuerza para interpretar lo que está sucediendo en la actualidad. Bajo mi entender, la prensa occidental ha militarizado (weaponised en inglés) los efectos sociales y percepciones generados por el coronavirus. En la práctica, esto quiere decir que tales efectos y percepciones se han convertido en un arma que puede ser utilizada para atacar a un contrincante político y económico, en este caso el gobierno chino. Desde esta perspectiva, el coronavirus ha pasado de ser un problema de salud global a ser un problema de seguridad global que tiene que ser “securitizado”. Según los expertos en Relaciones Internacionales Ole Waever y Barry Buzan, la securitización es “un proceso a través del cual ciertos actores, como la prensa o el Poder ejecutivo, presentan ante el público la existencia de supuestas amenazas (militares o no militares) como un pretexto para desplegar ciertas medidas de emergencia”. La militarización y securitización del coronavirus por parte de la prensa occidental no es casual. El ávido lector no debería olvidar el contexto global de guerra comercial entre Estados Unidos y China.
Si bien es cierto que no pretendo frivolizar los serios efectos de salud del coronavirus ni eximir al gobierno chino de los errores cometidos a la hora de lidiar con el coronavirus y otras aventuras en su periferia, considero que es importante analizar de forma crítica tal fenómeno. ¿Cómo es posible que un virus con una tasa de mortalidad del 2,2% -según fuentes de la ONU y la Organización Mundial de la Salud publicadas el 31 de enero de 2020- haya causado tanto revuelo mediático? La respuesta se encuentra en la geopolítica actual de competición capitalista. Esta está teniendo un papel fundamental a la hora de configurar los procesos sociales, políticos y económicos causados por el coronavirus. Por un lado, la “militarización” del coronavirus promovida por los medios de comunicación ha permitido el ataque mediático hacia China, cuyo objetivo principal es generar un cuadro de desorden que cuestiona la gestión de la crisis por parte del Partido Comunista chino. El deterioro de un régimen que de momento no se puede lograr a través de las protestas de Hong Kong, se podría conseguir a través de una campaña mediática de desinformación global sobre el coronavirus. En este sentido, el medio alemán Deutsche Welle publicó un artículo donde se relacionaba la naturaleza autoritaria del gobierno chino con la expansión del virus. Sin embargo, los medios de comunicación occidentales se han olvidado de poner en portada las 10.000 muertes por gripe en Estados Unidos –el gran baluarte de la democracia liberal- entre 2019 y 2020. ¿Alguien se imagina al gobierno de España enviando un gigante Airbus para rescatar a los españoles residentes en Nueva York para evacuarlos de la crisis causada por la gripe en Estados Unidos? Por otro lado, la securitización del coronavirus ha permitido la implementación de medidas de emergencia, que a pesar de estar enmarcadas dentro de una campaña de rescate de ciudadanos occidentales residentes en China, considero que se deben entender como medidas que afectan a la economía china. Dicho en otras palabras, las misiones de rescate han sido un pretexto para “vaciar” de recursos humanos y económicos a China.
Respecto a los efectos económicos del coronavirus, el 3 de febrero de 2020, la BBC publicó un artículo donde comentaba que el Shanghái Composite index, el índice bursátil de las acciones que se negocian en la bolsa de Shanghái, había “caído un 8%, la mayor caída diaria de los últimos cuatro años”. Según el medio británico, empresas de materiales y manufactura y del sector del consumo fueron las más golpeadas por tal desplome. En un infame artículo titulado “China es el hombre enfermo de Asia” publicado en el Wall Street Journal, el profesor de Relaciones Internacionales Walter Russel Mead mencionaba que el “resultado a largo plazo del coronavirus será el fortalecimiento de una tendencia global de las compañías para “desinificar” sus cadenas de suministro”. En esencia, lo que Trump no ha conseguido durante los últimos impases de la guerra comercial con China, quizás será logrado a través de la militarización de los efectos y percepciones creados por la campaña de desinformación sobre el coronavirus.
En este contexto, el rampante racismo que ha experimentado la comunidad china en occidente no es fruto de la casualidad. Sino más bien de una irresponsable campaña mediática de unos medios liberales que otra vez más están apoyando unos intereses políticos y económicos que no se diferencian demasiado de aquellos a los que Liang Qichao criticó a finales del siglo XIX. Así pues, no tengan miedo del coronavirus, tengan miedo de una geopolítica agresiva que cada día que pasa nos lleva hacia el abismo colectivo.
Ferran Pérez Mena es doctorando en Relaciones Internacionales por la Universidad de Sussex (UK)