Pueblos en lucha. la vida fluye: el pensamiento danza.

Occidente, el sistema mundo capitalista, mientras incendia la Amazonía; mientras lanza desde las instancias presidenciales su vómito fascista, sexista, fundamentalista, xenofóbico, aporofóbico y demás; mientras esteriliza la vida matándola haciendo de los alimentos un arma para la guerra (ver documento Santa Fe I, CIA, EE. UU.); mientras esteriliza la vida envenenando con agrotóxicos las frutas, las papas, las semillas, el pan, las aguas, el aire, el pensamiento, la tierra, las emociones, mientras tanto, con un solo y único movimiento, este sistema mundo proclama la tolerancia, el multiculturalismo, la inclusión, la paz, la libertad de pensamiento, la solidaridad, la diversidad biológica, la democracia, los derechos humanos, los derechos de la mujer, las campañas contra la violencia, los derechos de los animales…



Pueblos en lucha: la vida fluye: el pensamiento danza.

Humberto Cárdenas Motta

https://pueblosencamino.org

Primera parte de un (pre/con)texto de , para ir recorriendo en compañía. Entre la primera parte y las demás que van a ir llegando…entre líneas de esta y trenzándose a las que vienen, conversamos, reflexionamos y, ojalá, nos movemos en la «primera línea» que nos permita defendernos y seguir consolidando el camino hacia la emergencia del nosotrxs, frente a ese Otro. Si uno no acepta ni quiere migajas, entonces, ¿qué quiere?, ¿qué queremos? ¿Dónde Estamos? Lectura de Contexto. Pueblos en Camino

La libertad no está lejos
camina con nuestro andar;
sólo están lejos las cosas
que no sabemos mirar.”
Atahualpa Yupanqui

  1. El Otro: la amenaza que el sistema mundo capitalista conjura otorgándole derechos

Occidente, el sistema mundo capitalista, mientras incendia la Amazonía; mientras lanza desde las instancias presidenciales su vómito fascista, sexista, fundamentalista, xenofóbico, aporofóbico y demás;  mientras esteriliza la vida matándola haciendo de los alimentos un arma para la guerra (ver documento Santa Fe I, CIA, EE. UU.); mientras esteriliza la vida envenenando con agrotóxicos las frutas, las papas, las semillas, el pan, las aguas, el aire, el pensamiento, la tierra, las emociones, mientras tanto, con un solo y único movimiento, este sistema mundo proclama la tolerancia, el multiculturalismo, la inclusión, la paz, la libertad de pensamiento, la solidaridad, la diversidad biológica, la democracia, los derechos humanos, los derechos de la mujer, las campañas contra la violencia, los derechos de los animales… El pensamiento único despliega día a día en movimientos tácticos la violencia del sistema con todos sus matices. Y esta violencia del sistema destruye la historia, la memoria y las palabras con las cuales podemos nombrar el mundo y las experiencias que constituyen nuestras comunes vivencias. Para ello debe subvertir las palabras. Destruir el lenguaje. Por ello puede incendiar la Amazonía y declararse demócrata; desplazar poblaciones y destruir los ecosistemas para construir represas y ser sponsor (patrocinador) platino de la cumbre COP25; por eso puede matar al estudiante Dylan Cruz y, días después, dar la orden para que el escuadrón asesino del ESMAD “acompañe” a las marchas, pero que las marchas sean “pacíficas” (?). Todos los movimientos tácticos y estratégicos de la violencia del sistema mundo capitalista a través de todas sus instituciones es lo que delimita lo real de eso que denominan derechos. Los derechos en el sistema mundo capitalista son a nuestro cuerpo y a la vida lo que el Estado es a la violencia; los derechos son la violencia del sistema mundo capitalista sobre nuestros cuerpos y sobre la vida. En esta perspectiva, los derechos son la violencia que niega la vida para acumular riqueza. Por esta razón los derechos (y los acuerdos y resoluciones, etc.) nunca los pueden ni los irán a cumplir. Esto hace recordar a la novela de Orwell, 1984: “El partido instaba a negar la evidencia de tus ojos y tus oídos. Era su orden última y más esencial.” Marchar “acompañados” por el ESMAD: negar la evidencia de tus ojos y tus oídos en nombre de “la paz” con todo el dispositivo de guerra operando, dispositivo de guerra que es a su vez un dispositivo de paz. Es por esto que el sistema puede afirmar: “LA GUERRA ES LA PAZ”; “LA LIBERTAD ES LA ESCLAVITUD”; “LA IGNORANCIA ES LA FUERZA” (Orwell). En términos del sistema mundo capitalista la paz es tanto la aceptación del orden como la misma guerra porque no son sucesos diferentes. Frente a la guerra, el sistema mundo capitalista reconoce que la paz es un derecho… Solo es el tránsito hacia nuevas formas de barbarie. Los dispositivos están ahí, operando, acechando, sometiendo, sembrando la confusión. LAS MARCHAS SON EL FLUIR DE LA VIDA; LAS MARCHAS SON LA DANZA DEL PENSAMIENTO; CUERPOS LIBERADOS QUE RECLAMAN SUS TERRITORIOS PARA VIVIR SIN MIEDO. Con las marchas y el paro se copa el poder del sistema que controla las calles y las plazas; se copa el poder que controla las voces, las emociones, los pensamientos; y el sistema maniobra para recuperar ese poder de control sobre los cuerpos, encausándolos (no cierren las vías; caminen por un ladito); maniobra para recuperar ese poder de control sobre las voces (ahora que empezamos a danzar quieren ponernos el bozal del derecho hablándonos de paz en los territorios de la guerra); maniobra para recuperar ese poder de control sobre el pensamiento, limitando su alcance, como dice Orwell (pongamos una mesita para firmar un acuerdo, pero no se negocian partes del ES… tado… ES…MAD… Firmemos mientras nos siguen matando. Chico Méndez, Nicolás Neira, Santiago Maldonado, Berta Cáceres, Matías Catrileo… y millones alrededor de este planeta destrozado por el sistema mundo capitalista. Y millones más… Sin embargo, no podemos pensar, o nos negamos a hacerlo, que mientras estemos dentro del sistema mundo capitalista la paz seguirá siendo siempre el escenario de todas las guerras; que la libertad seguirá siendo siempre el dispositivo para todas las prisiones; que el derecho a la salud seguirá siendo siempre la fosa común de todos los cuerpos; que el derecho a la educación seguirá siendo siempre el escenario del control del pensamiento, etcétera. Haciendo una analogía, el novelista cubano Alejo Carpentier nos recuerda que los ideales de la revolución francesa nos llegaron junto con la guillotina. Aún más; la guillotina llegó plantada sobre la proa del barco y a través de su marco es que se podía mirar las tierras de Nuestra América. Dicho de otra manera: los ideales de libertad, igualdad y fraternidad enmarcaron su mirada con el marco donde estaba montada la cuchilla de la guillotina. Cortar cabezas es la forma más radical de mutilar el pensamiento. Nos hablan de paz pero nos siguen mirando a través de la guillotina. Porque la guillotina o el ESMAD o el Comando JUNGLA o la Israel de Latinoamérica o la OEA o los Cascos Azules nos seguirán mirando a través de la guerra es la paz, a través de la mira de sus fusiles, a través de sus códigos, a través de su comida envenenada. Este es el pensamiento único; es el pensamiento de la ceguera. Y el sistema, ciego, encauza a los pueblos del mundo por los laberintos de la ceguera: la paz se contrapone a la guerra, nos dice el sistema… el desarrollo se contrapone al atraso, dice el sistema; la razón a la locura; la salud a la enfermedad; la democracia se contrapone a la dictadura, dice el sistema. Para que esto funcione, el sistema produce y organiza legiones de mercenarios especialistas en envenenar las consciencias y en matar los cuerpos. No pueden permitir una experiencia libertaria de los cuerpos porque estallarían los poemas que llevamos ocultos en nuestro sistema nervioso y en nuestros huesos. El sistema mundo capitalista, mientras descarga todo su odio contra la experiencia libertaria en Rojava, contra esta experiencia de la revolución de las mujeres, puede dibujar una sonrisa de satisfacción por alguna “conquista” democrática al otro lado del mundo (nuevamente: la guerra es la paz). Se rompe la solidaridad: esa es la violencia. La aparente dualidad del pensamiento de Occidente, del sistema mundo capitalista, es el pensamiento único.

En el proceso de producción, el sistema mundo no solo produce el producto; también produce, en un solo movimiento, el modo y la necesidad del consumo en el consumidor. El enfermo, para recuperar su salud, no necesita cambiar su monstruosa visión de mundo que lo enferma y que lo mata: necesita medicinas, y “si es Bayer, es bueno”. Y como es transnacional, controlando las semillas, produciendo agrotóxicos, “es bueno”. Y es democrático… y… ¿no hace parte del sistema de guerra contra la vida? Solo son genocidas. Pero hay que negar la evidencia de los ojos y de los oídos. Mercancía… solo somos mercancía (Grupo de rock español, Sin dios). Y los derechos también son mercancía; y la paz también es mercancía… Y la guerra también es mercancía… y, ¿Coca Cola? ¿La chispa de la vida?… ¿Calma la sed? ¿Reemplaza la necesidad del consumo de agua? Y el Estado en Colombia, en Chile, en Argentina, en Bolivia, en… ¿no son máquinas que domestican y matan? Se fue Evo y la policía y el ejército, después de 14 años de experiencia socialista (porque mejoran algunos indicadores), ¿no han disparado, al día siguiente, sobre la población desarmada? ¿No han producido varias masacres? ¿No se sabía, antes del último espectáculo criminal del proceso de paz en Colombia, que cada nueva negociación tan solo es la antesala de nuevas formas de barbarie? En la producción de cada mercancía el sistema produce a su propio consumidor; al consumir la mercancía no satisfacemos una necesidad: reproducimos al sistema; se reproduce en nosotros a través del consumo el deseo de los productos del poder, productos que son las múltiples formas de la violencia. Mientras tanto, el sistema mundo capitalista lanza desde las instancias presidenciales e institucionales su vómito fascista, sexista, fundamentalista, xenofóbico, aporofóbico y demás. Migas, migas, como lo expresó el soldado Brandon Cely Páez antes de ser “suicidado” por el sistema; migas, migajas que nos cuestan la vida y son migas que sirven para deslindar terreno con quienes, como las mujeres de Rojava, saben que dentro del sistema mundo capitalista las falsas esperanzas y las falsas alternativas son las versiones actuales de las cámaras de gas: puro fascismo. El soldado Brandon Cely Páez no quiso migas; no quiso migajas; yo tampoco.

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Pueblos en lucha: la vida fluye: el pensamiento danza, 2. Lamento no tener otras palabras…

Segunda parte de un (pre/con)texto de Humberto Cárdenas Motta, para ir recorriendo en compañía. «Brandon Cely Páez no quiso migajas: yo tampoco» gritaba Humberto Cárdenas al señalar «El Otro» en el texto al que da continuidad este «lamento no tener otras palabras«. ¿Qué palabras tener ante, frente, bajo la guerra? Las que nos imponen y con las que nos «educan e intoxican»: Hemorragia de verborrea en la que se ahogan lo mismo la verdad que la sangre, el dolor y la destrucción bajo el manto cada vez más brillante, al alcance de la mano, luminoso de la «comunicación» en «redes sociales», el consumo, la compra-venta, el tenernos entre-tenidos. Guerra total, muerte de las palabras o palabras para señalar la muerte…la guerra. Lamento de las palabras y palabras para el lamento que no se arrodilla. Lamentar no tener otras palabras es justamente reclamar otros caminos desde este lodazal encubierto, enmascarado. Tener otras palabras sería contribuir al desangre, a la verborrea, a la mentira, a la propaganda…a separar lo que está unido…a la guerra. Lamento en palabras de Humberto, tejidas a lugares y rostros que Jesús Abad Colorado recoge: gente y lugares. Cosecha de guerra para que no podamos voltear la cara ni cambiar de rumbo…Lamento que nos para frente a frente, reclama y nos exige: «Reunidos en asamblea con las semillas, con el agua, con los árboles, con la Madre Tierra para engendrar un pensamiento que libera… Son de Nadie los caminos y los sueños¿Dónde Estamos? En tiempo real. Pueblos en Camino

Lamento no tener
otras palabras

Lamento no tener otras palabras, tal vez otros silencios, pero cruzan feroces tempestades por los huesos donde aterradas se ocultan las miradas. Caminan por la Nada los recuerdos. Son de Nadie los caminos y los sueños. La arcilla se multiplica en el aliento. Ya florece la sangre de los muertos que caminan con nosotros empujando estos silencios. Tropiezo con la lluvia que anuda en las entrañas puñados de dolor y de lamentos. Por todo esto lo repito: La guerra es el factor fundamental en el proceso para la acumulación de capital. Lo diré de otro modo: la producción capitalista es el ejercicio racional, sistemático y permanente de la guerra. Y diré algo más: bajo el sistema económico del capital la guerra nunca declarará una tregua. Por eso mata. Por esto morimos con el árbol bajo las llamas en la Amazonía; por esto morimos con cada puñado de tierra que arrancan de nuestros corazones para sembrar transgénicos y monocultivos; por esto morimos con cada pueblo perseguido, con cada niño o niña asesinada, con cada río degollado por las hidroeléctricas, por cada montaña desgarrada por el extractivismo. La paz de la producción capitalista en el mundo es el modo en que el sistema de producción capitalista produce la guerra.

No existe acumulación de capital sin guerra. No existe concentración de la riqueza sin guerra. Desde su origen, la acumulación de capital es un proceso que no concluye: es la guerra para la expropiación de los campesinos y culturas hijos e hijas de la tierra para disponer de los territorios y de todos los seres de la naturaleza: el agua, las montañas, los caminos, los árboles, la lluvia, los sentimientos, las consciencias, todo es convertido en mercancía. Para convertir en mercancía todo cuanto existe, entonces, todo vínculo, toda relación debe romperse y morir bajo el capitalismo.

El capitalismo pretende mostrar como separado lo que nunca ha estado separado en el fluir de la vida; el capitalismo pretende mostrar como distante lo que nunca ha estado distante en el fluir de la vida. Por el contrario, pretende mostrar que la paz dentro del sistema capitalista está separada y es antagónica de la guerra; que su democracia está separada y es antagónica de la barbarie, que sus instituciones jurídicas y políticas están separadas y son antagónicas de la violencia que el mismo capital produce; que la miseria está separada y es antagónica de las políticas de desarrollo y de la acumulación de capital. De esta manera, el sistema económico del capital, con un solo gesto, realiza dos acciones: mostrar como separado lo que no está separado en el fluir de la vida para convertir todo en mercancía; de otra parte, mostrar como separado lo que no está separado en el ejercicio de la violencia del capitalismo.  Ambas acciones son la misma violencia que se impone como verdad en el ejercicio del poder del capital: la verdad del capital es el saber de la violencia para la destrucción del fluir de la vida. Al separar, al disgregar, al romper todo vínculo, la tierra ya no será nuestra madre, los pueblos dejarán de criar a las semillas y las semillas dejarán de criar a los pueblos; los pueblos ya no serán hermanos y hermanas y la huerta desaparecerá como ese espacio sagrado donde todos los seres y todos los elementos engendran las palabras para que podamos conversar junto al fuego. La naturaleza que nos habita y que nos transita en diálogo con el universo traza cada día los senderos para la acción política. Si la naturaleza no nos habita y no transita por nuestro cuerpo no podremos reconocernos. La naturaleza nos enseña el poder convocante de la palabra y de los silencios. El sistema de guerra del mundo capitalista dice de la paz, la democracia, el desarrollo, la justicia… ¿Y qué tenemos? Solo basta mirar a nuestro alrededor. Si la naturaleza no nos habita y no transita por nuestro cuerpo los pueblos terminaremos hablando el lenguaje de la guerra y no nos reconoceremos. Hablaremos del desarrollo que es impulsado por la guerra del capital; hablaremos de la paz que es el orden económico del capital que impulsa la guerra para acumular riqueza, para expropiar a los pueblos, para contaminar el mundo con sus teorías que son los agrotóxicos del pensamiento.

En su origen, el capitalismo es la guerra. Como sistema económico, no puede sobrevivir más que como sistema militar. El capitalismo no incurre en el “uso excesivo de la fuerza”: simplemente mata. No negociaremos nuestros muertos: ¿Quién los “representa”? No negociaremos nuestra tierra: ¿quién escucha cómo transcurre su antigua conversación con las estrellas? Reunidos en asamblea con las semillas, con el agua, con los árboles, con la Madre Tierra para engendrar un pensamiento que libera… Son de Nadie los caminos y los sueños. Las palabras han de nutrirse de la tierra para guiarnos por los caminos como la luz de las estrellas. Lamento no tener otras palabras, tal vez otros silencios.

Humberto Cárdenas Motta
Abya Yala
Diciembre 2019-Enero 2020

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Pueblos en lucha: la vida fluye: el pensamiento danza, 3…sublevarnos ante esta «brutal y trágica identificación con el sistema de muerte»

Canta Humberto Cárdenas Motta. Canta porque siente y reconoce. Porque ama y al hacerlo, desde la tierra, constelanda en la danza de la vida pisoteada. La vida que está siendo podrida. Humberto señala porque es capaz de habitar y sentir la belleza y por eso se rebela, sabe, entiende, cómo este sistema-mundo la abusa, la explota, la niega, la mata…no ha podido siquiera rozarla. Nos recuerda en este tercer canto y grito de rebeldía a Aute que también cantaba la belleza con rabia y amargura y empezaba orando:

Enemigo de la guerra
Y su reverso, la medalla
No propuse otra batalla
Que librar al corazón
De ponerse cuerpo a tierra
Bajo el peso de una historia
Que iba a alzar hasta la gloria
El poder de la razón

Envueltos, penetrados, poseídos estamos por «la aceptación irracional e irreflexiva del consumo y la reproducción de la normalizada y cotidiana irracionalidad del orden criminal: la irracionalidad del sistema mundo capitalista es un orden criminal. En el contexto actual de esta normalizada y cotidiana irracionalidad del orden criminal «. Retorna a rodearnos este espejo que nos comparte Humberto con esta tercera entrega y en él nos vemos como estamos, sumidos dentro, bajo, desde este orden criminal, cuyo logro más aterrador y poderoso es hacerlos creer, sabernos parte del mismo y reproducirlo. Saber que no hay afuera. Paz y guerra, justicia y derechos consagrados en LA LEY, y… «LA LEY ES LA PROMESA DE SU INCUMPLIMIENTO.» Nos niegan. Bajo este orden criminal somos la negación de nosotrxs y de la vida. Somos las condiciones del horror y de la esclavitud y las más grandes aspiraciones y utopías son mercancías que profundizan la guerra permanente y total. O somos capaces de salir de esta manera en la que nos hacen entender el mundo para consumir, producir, destruir creyendo que vivimos, o retomamos la danza del universo por la que la vida fluye y desde allí nos re-conocemos y nos levantamos en resistencia y rebeldía. Hay que reconocer la belleza sin dueños y sin precio y que la ira nos haga sentir asco ante el espejo y no permitir más que nos sigan robando esta breve oportunidad de hacernos libres. Mientras tanto sigamos obedeciendo a «(l)as instituciones del sistema mundo capitalista (que) funcionan bajo la ética de los mataderos¿Dónde estamos? Lectura de Contexto. Pueblos en Camino

3. La normalizada y cotidiana irracionalidad del orden criminal

Nuestra lucha es por la vida, y el mal gobierno oferta muerte como futuro.
Nuestra lucha es por el respeto a nuestro derecho a gobernar y gobernarnos, y el mal gobierno impone a los más la ley de los menos.
Nuestra lucha es por la libertad para el pensamiento y el caminar, y el mal gobierno pone cárceles y tumbas.
Nuestra lucha es por la justicia, y el mal gobierno se llena de criminales y asesinos.
Nuestra lucha es por la historia, y el mal gobierno propone olvido.                         Ejército Zapatista de Liberación Nacional.

Como en la novela de George Orwell, 1984, donde tener una relación sexual una vez a la semana es “nuestro deber con el Partido”, pero no una danza de amor donde el universo danza porque la vida fluye, de esta misma forma, el símbolo de muerte que es el sistema mundo capitalista genera sobre todos los ámbitos de la vida sus réplicas de muerte: la vida se convierte en un deber con “el Partido”, con el Estado, con la racionalidad del sistema productivo capitalista, con cada mercancía que se produce y que se consume. Cada réplica del símbolo, cada moneda, cada medalla, cada título, cada cédula, cada certificado de propiedad, cada libreta militar, cada certificado de policía, de nacimiento, de estrato social, de color de piel, cada recibo del supermercado, cada número en el cementerio de las estadísticas, cada marca corporativa de mercancías como Nestlé, Monsanto, Coca Cola, Anglo Gold Ashanti, Bayer, Frito Lay, McDonald´s, Johnson & Johnson; cada insignia estatal o paramilitar; cada calibre de las instituciones genocidas; cada teoría transgénica, necrófila, sexista, racial, fascista; cada carnet del partido; cada insignia del equipo de fútbol; cada estrella o ídolo de la farándula; cada marca de ropa como Benetton, “el color de la vida” (y el poder de la muerte); cada jerarquía, cada ley, cada decreto, cada estado de sitio, cada estado de excepción, cada Estado capitalista democrático, fascista, socialdemócrata, verde, rojo, celeste, ceniza… en síntesis, cada réplica del símbolo de muerte del sistema mundo capitalista en el ámbito que sea siempre implica o tiene el carácter de ser una ley: la ley del sistema mundo capitalista bajo la disciplina militar-fascista de la producción: el pensamiento único del sistema mundo capitalista. Se accede al símbolo (a la ley que entraña y a la inconsciencia que implica), al ser consumidos por los dispositivos del saber-poder del sistema, del sistema de muerte que acumula riqueza destrozando en los altares de la producción el fluir de la vida: ponga la huella, la firma, las vísceras, la sangre, las hijas y los hijos, los pulmones, el sistema nervioso, las entrañas, los días y las noches, las sílabas, las letras, los colores, los silencios, los olvidos… En otras palabras, cada réplica del símbolo de muerte determina la circulación de la violencia estructural mediante una “comunión”, de una “militancia”, de una brutal y trágica identificación con el sistema de muerte; los símbolos de muerte se enquistan en los cuerpos; se hacen hábito; se subjetivizan; se internalizan; es la aceptación irracional e irreflexiva del consumo y la reproducción de la normalizada y cotidiana irracionalidad del orden criminal: la irracionalidad del sistema mundo capitalista es un orden criminal. En el contexto actual de esta normalizada y cotidiana irracionalidad del orden criminal no vivimos porque tengamos derecho al trabajo: la nómina, la paga, el salario, las pústulas del sistema que se pudren sobre nuestras vidas de esclavo matándonos en el día a día para acumular riqueza; en el contexto de esta normalizada y cotidiana irracionalidad del orden criminal, no vivimos porque tengamos derecho a la salud: en primer lugar, las transnacionales farmacéuticas van multiplicando los escabrosos laberintos de su poder, laberintos por donde circulan las pestes laboriosas de sus saberes; en segundo lugar, despliegan un alucinante catálogo de enfermedades alimentadas por condiciones sociales miserables y estilos de vida suicidas que atrapan la existencia total de los pueblos del mundo; en tercer lugar, levantan las arrogantes e impecables catedrales hospitalarias adonde acuden como mendigando las muchedumbres azotadas por la cólera del productivo mercado del sufrimiento; no vivimos porque tengamos derecho a la vida: el orden criminal disciplina a los pueblos del mundo empujando sus luchas por el pantano jurídico de los derechos mediante los civilizados dispositivos de la guerra como fundamento de su economía: el infinito destierro planificado de los pueblos del mundo bajo la política de los megaproyectos extractivistas, conservacionistas, del monopolio de la tierra, del cultivo de transgénicos, del mercado de bonos de carbono, de los megaproyectos en manos de las instituciones transnacionales y ONGs que administran y usufructúan los mercados humanitarios de la derrota, de la tragedia, de los bajos fondos de las democracias que condenan a las poblaciones expoliadas a vivir sobre la geografía de la infamia las jornadas del hambre, los insultos del desempleo, los martirios de la prostitución, los siglos de la mendicidad, las historias purulentas de la resignación bajo los estandartes colonialistas del terror y del desprecio. No vivimos porque tengamos derecho a la vida: la política del asesinato planificado y sistemático de mujeres, de hombres, de jóvenes que participan y lideran las luchas de sus pueblos; la contaminación sistemática, deliberada de todo lo existente; la destrucción cotidiana de especies animales y vegetales; la muerte de las culturas; el asesinato de las palabras; el envenenamiento de los sueños. No vivimos porque tengamos derecho a la vida: con las cámaras de gas resguardadas religiosamente por sus legiones de generales, sus batallones de sicarios, sus escuadrones de policías, soldados y mercenarios, sus industriales, terratenientes y banqueros; con las cámaras de gas resguardadas piadosamente por la piara de sus senadores, la bandada de los buitres del sistema financiero, los chacales de la política y los tanques de guerra del pensamiento, se levanta el poder material del sistema mundo capitalista; pero es en estas mismas cámaras de gas donde se escucha el silbido venenoso del poder inmaterializado, fantasmagórico, evanescente del mismo sistema mundo capitalista con sus teorías, leyes, códigos, promesas, acuerdos, constituciones, decretos, reglamentos, y toda esta avalancha sangrienta de los derechos. Las instituciones del sistema mundo capitalista funcionan bajo la ética de los mataderos. Cuántos acuerdos incumplidos; cuántas constituciones levantadas sobre una larga historia de crímenes; cuántos derechos dibujados sobre la vida de los pueblos con el cuchillo de los intereses económicos, políticos, académicos, religiosos… Los derechos son misiles que estallan en mitad del pensamiento para disciplinar a los pueblos. “No hay derechos dentro del sistema mundo capitalista: solo hay mercancías.” El poder del sistema mundo capitalista sabe cómo producir la necesidad en los pueblos sometidos del poder inmaterializado que los oprime. Detrás de la violencia de la ley, donde el orden establecido proclama su sacralidad al declararse inviolable, se esconde la historia de la barbarie que le ha dado origen; es allí donde la conciencia debe develar las máscaras de la violencia del capital; y es allí donde la consciencia de los pueblos rompe con la esquizofrenia capitalista que pareciera (es solo una apariencia) mostrar dos rostros: la ley o la guerra; la paz o la barbarie; la vida o la muerte; el orden o la anarquía… ¿Qué es la ley sino una réplica del símbolo fundante del sistema mundo capitalista que es la muerte? El fascismo entendió temprano que las armas son puntos de articulación en el proceso único de aplicación de la violencia de la ley como requerimiento del poder para disciplinar a las poblaciones que desacralizan y transgreden la esquizofrenia de sus espejismos. Los dedos y los ojos de la ley se mantienen insomnes mientras aprietan los gatillos de sus fusiles que apuntan al cuerpo de las poblaciones del mundo.

Para el sistema mundo capitalista somos cosas que habitan ese lugar impreciso entre la animalidad que nos delata y la humanidad que no tenemos: por eso nos matan, nos explotan, nos degradan, nos violentan, nos destruyen bajo la etiqueta de subdesarrollados, negros, mujeres, jóvenes, campesinos, mapuches, zapatistas, mujeres kurdas, desplazados, víctimas, mendigos… Y estas cosas que no siendo totalmente seres pero que tampoco son “su” humanidad necesitan la promesa de los derechos para que vivan la trágica ilusión de la igualdad, la trágica ilusión de la justicia, la barbarie del progreso; dicho de otra manera, seres que deben desear la normalidad del horror del sistema mundo capitalista con sus cuentos y narrativas de sociedad de derechos. Los derechos promulgados por el sistema capitalista son la mirada de la barbarie. No es la justicia lo que se produce cuando se promulga la ley: es el deseo del derecho, pero no más allá del deseo. La promesa del derecho lo que hace es alimentar el deseo en los pueblos expoliados del cumplimiento de la ley; pero la promesa del derecho no se puede cumplir porque pondría en peligro los procesos de expropiación de los pueblos y la acumulación de capital. LA LEY ES LA PROMESA DE SU INCUMPLIMIENTO. La ley se cumple bajo la forma del olvido. Todo acuerdo que se firma ante el incumplimiento de la ley es la reafirmación de que la promesa de la ley se cumple como olvido.

La realidad de la promesa de justicia del derecho es el vacío, vacío que se materializa como la fosa común, el gueto, la desaparición forzada, el monstruo proscrito, la masacre, el asesinato selectivo, el delincuente, el ser degradado: negro, pobre, campesino, indígena, mujer, desplazada, torturado, perseguido… La realidad de la promesa de justicia del derecho es el vacío; por esto es que requieren meter a los pueblos en el espectáculo de las instituciones, en la trampa de los reglamentos, en la cárcel de las resoluciones, en la camisa de fuerza de los uniformes, en el cerrojo de los discursos, de los dioses, de los héroes, de los ídolos… Toda promesa, dentro del sistema mundo capitalista, es la certeza del terror. Los campos vacíos por el terror; los nombres vacíos por el terror; las familias llenas de vacíos por el terror; las manos vacías por el terror; las palabras vacías por el terror; las calles vacías por el terror…  El poder sabe de la administración del terror. En ese vacío, en esa fosa común de la promesa de la ley todo se destruye y todo desaparece. Lo real vivido por las poblaciones expropiadas, explotadas, sometidas, se convierte en trámites que van de oficina en oficina, de titular de prensa en titular de prensa, mientras el terror continúa cumpliendo la promesa de la ley vaciando del fluir de la vida todos los territorios dando cumplimiento al olvido.

Los derechos consagrados en la ley imponen deberes. Y el primer deber es el de no existir, el de habitar en silencio los lugares del olvido: la fábrica, la cárcel, la escuela, la zona roja, el gueto, la cámara de gas, la violencia policial con sus gases, químicos, disparos, asesinatos, torturas, violaciones, atropellos; también el ser representado, la imposibilidad de decidir, de decir, de callar, de blasfemar, de transgredir el alfabeto del hambre, la gramática de la barbarie con la que escribe sus crónicas la acumulación de capital. En el sistema mundo capitalista solo lo que se destruye puede ser nombrado (A. Mbembe). La vida, sometida a un proceso planificado, racional, sistemático de fragmentación, de destrucción del fluir de la vida, de ruptura de todo tipo de relación para convertirlo todo en mercancía, en capital acumulado, en riqueza que se concentra mediante la expropiación y la violencia, la vida (sometida a este proceso planificado, racional, sistemático de fragmentación) es la muerte: la vida es transformada en muerte acumulada como riqueza mediante un proceso de destrucción (A. Mbembe): para el sistema mundo capitalista la vida es la muerte. La liberación de los pueblos pasa por la ruptura radical de toda relación con los procesos capitalistas de transformación por destrucción. Se rompe cuando fluimos en el “misterio fundamental de la vida” (A. Mbembe).

La ley como promesa no es el derecho al trabajo: es el deber de ser explotado. La ley como promesa no es el derecho a la vida: es el deber de entregar nuestras vidas al proceso de explotación y acumulación de capital. La ley como promesa no es el derecho a la salud: es el deber de estar sin resistencia en la cotidiana y normalizada racionalidad de la muerte. El derecho al trabajo es la esclavitud. El derecho a la educación es la ignorancia. El derecho a la salud es la enfermedad. El derecho a la vida es la muerte. 

La ley como promesa es el deber de reproducir la explotación luchando por la promesa que, más que un incumplimiento, es el mandato del sistema capitalista que nos arroja al olvido. La promesa de la ley se cumple a través del olvido. La promesa del derecho a la vida se cumple a través de la muerte. La promesa del derecho a la paz se cumple a través de la guerra. LA PROMESA ES EL OLVIDO, de la misma manera que “LA GUERRA ES LA PAZ”, “LA LIBERTAD ES LA ESCLAVITUD”, “LA IGNORANCIA ES LA FUERZA” (Orwell).  NO EXISTE PROMESA DE LA LEY SIN OLVIDO. LA PROMESA DE LA LEY SOLO SE CUMPLE POR EL OLVIDO. El sistema mundo capitalista no tiene memoria porque no tiene ni puede tener humanidad. Solo tiene intereses económicos. A esos intereses económicos responde; a ellos se debe. La promesa de la ley se cumple como promesa del orden que se perpetúa prometiendo y se cumple olvidando y olvida destruyendo la vida de las semillas, de los árboles, de los niños y las niñas, de las mujeres, de los jóvenes, de los ríos, de la madre tierra, de las montañas, de las palabras, de los frutos… De esta manera consume cuerpos, árboles, culturas, ríos, sol, minerales, peces, rocas… para producir mercancías… para reproducirse como sistema… y destruye los excedentes de cuerpos, de árboles, de culturas, de ríos, de sol, de minerales, de peces, de rocas… Para eso hay genocidios, desplazamientos, desapariciones, xenofobia, patriarcado, machismo, misoginia, cambio climático, teorías, instituciones, sistema educativo, sistemas de salud, letrados de la promesa, asesinos de las palabras, inquisidores de todo lo vivo, depredadores del universo, torturadores del silencio, terroristas de los habitantes del olvido. ¿Es esto lo que necesitamos? ¿Necesitamos de sus instituciones, de su sistema productivo, de sus leyes, de sus inquisidores, de su sistema educativo, de sus celebraciones, de sus acuerdos, de sus leyes, de su olvido?

No podemos confundir el hambre de vida, cuya máxima expresión son los pueblos que liberan sus cuerpos liberando las semillas, los ríos, a la Madre Tierra, a la lejana intimidad de las estrellas, liberando los frutos, los caminos, las palabras, las puertas de las casas, las flores, las palabras, los silencios, en una danza de amor donde el universo danza porque la vida fluye, con el hambre de consumo, que es el deber con el sistema mundo capitalista y su normalizada y cotidiana irracionalidad del orden criminal. La réplica del símbolo de muerte que es el capitalismo es el consumo. Para decirlo con savia, con tierra, con semillas, de manera profunda, radical, decimos NO, no necesitamos de sus instituciones, de su sistema productivo, de sus leyes, de sus inquisidores, de su sistema educativo, de sus celebraciones, de sus acuerdos, de sus leyes, de su olvido: NO necesitamos del sistema mundo capitalista.

Humberto Cárdenas Motta
Abya Yala
Diciembre 2019-Enero 2020

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Pueblos en lucha: la vida fluye: el pensamiento danza. 4. El poder asambleario de la madre tierra

Constelandando, Humberto Cárdenas retorna, frente al horror, al ámbito asambleario y frente a este, la normalidad, amenaza, manoseo, trámite, compra-venta, no tiene lugar en nuestro espacio-tiempo, el de la Pachamamita. Tiempo de asambleas, de tejidos en territorios, de retornar en el hacer a ser territorios, semillas, avalancha y liberarnos. Lo demás es lo mismo. Retorno, asamblea, avalancha, rebeldía: es la «ley de la vida«. Es el 4. El poder asambleario de la madre tierra, que completa con los tres anteriores esta unidad de quienes viven para irse arraigando y desde allí nombran en palabras el sentido de vivir al que debemos retornar en rebeldía y resistencia, en asamblea de la madre tierra. La mirada de Carlos Pineda Nuñez capaz de reconocer y retornar acompaña esta palabra con fotografías de sus recorridos.

Observa también desde el destierro y nombra en el exilio que nunca lo es de la tierra, el mayor José Ángel Quintero Weir, indígena Añu, siempre de pie ante la asfixia de muerte que penetra nuestros territorios todos, comprando aún el de nuestros imaginarios. Observa sintiendo y sabiendo y por ello con fuerza exclama: «…en honor a la verdad, la mayor parte de estos levantamientos (a excepción del encabezado por los mayas zapatistas de Chiapas y el EZLN, así como la indoblegable lucha territorial Mapuche, en Chile), se presentan como reacción a coyunturas de crisis propias del capitalismo dependiente de nuestros países; por lo que, su alcance o profundidad, no llega a generar la vuelta al espacio-tiempo del Nosotros y, por lo mismo, en algún momento de su desarrollo (y muy particularmente, su dirigencia), se tornan funcionales a la lógica del péndulo; de allí que, a lo sumo, terminan constituyéndose en factor electoral que sirve de impulso a la victoria o derrota de alguno de los factores de los extremos del péndulo, quienes, por esa vía, alcanzan el poder del gobierno del Estado y la continuidad de la colonialidad en la misma inercia de desplazamiento histórico-político en que se sustentan.
Así, revertir esta continua experiencia de frustración de nuestras luchas implica, necesariamente, la vuelta al espacio-tiempo del Nosotros, esto es, a nuestro lugar de ver, sentir y vivir el mundo como camino verdadero a nuestra libertad, pues, sólo de esa forma lograremos deslindarnos, definitivamente, de la lógica de dominación de la colonialidad del poder (de derecha e izquierda), de su tiempo pendular separado del espacio y negador de nuestras territorialidades.
«

Reducirnos «virtualmente» y desde «redes sociales» o maquinarias de hambre, dependencia, comodidad, entretenimiento o represión y terror (todas las anteriores) a comportamientos y poblaciones, para que aceptemos lo posible que siglos de historia han impuesto negando la memoria que habita el olvido al que nos encadenan. Lo posible es necesario y es inevitable nos aseguran y repetimos sobre cadáveres y saberes. Así, aún cuando nos sublevamos, aún cuando llamamos a «Liberar la Madre Tierra» y todas las luchas, hay mercaderes, vanidosos, comerciantes, poderosos que todo lo manosean haciéndolo propiedad y mercancía para acumular violando dentro del péndulo de la historia. Sí, VIOLANDO, y el dedo nos señala y nos grita de este modo «¡El violador eres tú!«. Pero también nos reconocemos exigiéndonos como lo hace José Ángel desde el lugar de quienes ni se venden, ni claudican, ni se dejan engañar que «… a lo largo de estos siglos de dominación hemos aprendido, que ellos siempre mienten, el mundo, nunca. He allí, pues, la raíz del sentipensar del Nosotros y de nuestra indeclinable r-existencia ante la secular pretensión de occidentalizar al Nosotros

Nosotrxs con la tierra en asamblea hasta la libertad, o ellos retornando por todas las vías y sobre todo el dolor y la sangre a la norma-lidad. Es la «ley de la vida«, dice Humberto con razón, porque no distinguir entre nosotrxs y ellos ahora es la muerte; y la muerte no es nunca una opción: esa, es la «Ley de la Vida» y es la hora asamblearia de la insurrección del nosotrxs. La memoria que nunca es pasado, no ha pasado y nos reitera y levanta, sale en la palabra de Humberto ante las mismas luchas, en este instante de peligro e insurrección:

«La sangre derramada de nuestros pueblos hunde sus raíces en la tierra y busca el camino de las palabras para nombrar los frutos en la memoria de su nacimiento. Se lucha para nacer de nuevo. “Nuestro deber es ser intérpretes”, escribió el poeta Ernesto Cardenal; “vuestro deber –y el mío- es nacer de nuevo”, concluyó. Nuestro deber es nacer de nuevo; nuestro deber es el fluir de la vida, la liberación de la Madre Tierra, la liberación de nuestros cuerposAsí Sí. Resistencias y caminos. Pueblos en Camino.

4. El poder asambleario
de la madre tierra

Grande era su fuerza, grande era su danza.
Su fuerza eran las flores. Su danza eran las nubes.
Miguel Ángel Asturias
Hombres de Maíz

Escribo a hierba limpia y las palabras se nutren de la tierra… escribo a hierba limpia buscando en las raíces los caminos que van hacia los frutos que maduran en la huerta. De silencio son los árboles frondosos que se beben la luz de las estrellas, esta luz del universo que se oculta en lo hondo de nuestras huellas. Porque solo somos tierra; porque solo somos frutos de la tierra; porque solo somos semillas de la tierra; hormiguitas que acarrean los perfumes de las flores de la huerta. Caminamos, como el Gaspar Ilóm que fue hecho de maíz; caminamos “por todos los que anduvieron, todos los que andan y todos los que andarán”; y hablamos, como el Gaspar Ilóm que fue hecho de maíz, “por todos los que hablaron, todos los que hablan y todos los que hablarán. Esto decían los ancianos del pueblo” (M. A. Asturias).

Estas palabras, estos pasos, estos silencios, tan solo son semillas sostenidas por el sol danzando en las ceremonias del viento. El universo teje.  Anida el olvido en mitad de la casa para que no se mueran los recuerdos. Si nos sentamos alrededor de los fogones tejeremos la memoria con todos los hilos de los recuerdos. Los fogones son las mesas donde compartimos la memoria. Los frutos son la memoria del universo. La memoria es la tortilla de maíz con la que nos alimentamos los pueblos. En silencio volveremos. Volveremos a la casa donde anida el olvido para que no se mueran los recuerdos. Con los pasos de la lluvia volveremos. Resistiremos con la lluvia. Y las semillas volverán tejiendo surcos que dejen la ternura de sus frutos en la canasta de los sueños. Se escribe con la savia que sabe del dolor, del martirio, de la rabia de nuestros pueblos. Terribles las historias que traza el capital con las leyes alambradas de la expropiación, el asesinato, el femicidio, el genocidio, la destrucción, el destierro. Porque las leyes son las alambradas que cercan a los pueblos para su destrucción ninguneados con el olvido por la arrogancia criminal del capital.

Hay que “cortar el alambre pa´ que nadie se sienta acorralao” (José Larralde).Hay que cortar los alambres… todos los alambres… El poder asambleario de la madre tierra nos convoca: la vida fluye: el pensamiento danza. Las semillas danzan en las ceremonias del viento, como estrellas fugaces en el infinito tejido de la luz. Con los pasos de la lluvia volveremos.

Somos seres de maíz, de quinua, de papa, de sol, de montañas, de árboles, de agua, hijos e hijas de la Madre Tierra. Las semillas nos enseñan que nada tiene nombre si con el nombre no evocamos el Todo. Semilla es el nombre del universo en la palabra de los pueblos. Porque las semillas son las que nos crían; porque las semillas son las que nos crían y nos enseñan. Las semillas nos enseñan las historias del agua, y de cómo el agua va pariendo pueblos y frutos anudándolo todo con los hilos de la luz.

La luz agoniza en la memoria de los frutos; los frutos nos convocan, y los frutos expresan el poder asambleario de la luz. Y los fogones expresan el poder asambleario de la memoria de los frutos, de la memoria de la tierra, de la memoria del agua y de la luz. Alrededor de los fogones nuestros cuerpos evocan el universo. El universo teje. La vida fluye. El pensamiento danza.

El universo escucha los latidos en el pecho del niño que agoniza sobre el cadalso del destierro: desterrados sobre los mapas de la expropiación, del asesinato, del hambre, desterrados sobre los mapas trazados por los intereses del sistema mundo capitalista. La sangre derramada de nuestros pueblos hunde sus raíces en la tierra y busca el camino de las palabras para nombrar los frutos en la memoria de su nacimiento. Se lucha para nacer de nuevo. “Nuestro deber es ser intérpretes”, escribió el poeta Ernesto Cardenal; “vuestro deber –y el mío- es nacer de nuevo”, concluyó. Nuestro deber es nacer de nuevo; nuestro deber es el fluir de la vida, la liberación de la Madre Tierra, la liberación de nuestros cuerpos. Nuestras luchas anticipan las palabras de la primavera para que dance el pensamiento y se exprese el poder asambleario de la Madre Tierra. Somos el indio que baja de la montaña al valle de la civilización (Quintín Lame). Como los ríos que bajan embistiendo los escombros de este sistema agonizante bajaremos al valle de la civilización. Es ley de vida.

Humberto Cárdenas Motta
Abya Yala
Diciembre 2019, Enero 2020