El Hirak no abandona las calles de Argelia tras un año de movilizaciones contra el gobierno
El viernes millones de personas salieron de nuevo a las calles para exigir la dimisión del aparato gubernamental. Cantaban que no estaban ahí para festejar, sino para tumbar elnuevo ejecutivo. Respondían así a los intentos de capitalización del hirak, cuyo aniversario ha sido declarado festivo nacional por el gobierno
Hirak significa movimiento en árabe. Y ha sido la única palabra capaz de aglutinar a todo un movimiento de la población argelina sin precedentes en Argelia. Según cuenta a El Salto la periodista argelina Malika Abdelaziz, el hirak “encarna la nueva cultura política dominante del país, donde no hay portavoces ni representantes. No se dialoga con el poder”.
El pasado 21 de febrero millones de personas salieron un viernes más a las calles para exigir la dimisión de todo el aparato de gobierno. Uno de los lemas más escuchados era que no se había acudido a festejar, sino a tumbar el ejecutivo. Este cántico nace como respuesta al intento del gobierno de capitalizar el hirak, con el anuncio de que el 22 de febrero sería declarado fiesta nacional.
“Ha habido algunas cargas con gases lacrimógenos y cañones de agua cuando se ha intentado acceder al edificio del gobierno por parte de unos 3.000 manifestantes. Lo destacable es que a pesar de ello, el hirak ha remarcado su linea pacifista. Además, como viene pasando durante todo el año. Hay muchos infiltrados que intentan crear disturbios, pero se les frena con los gritos de silmiya, silmiya, que quiere decir, pacíficamente”, relata la periodista que atiende a El Salto desde las manifestaciones en Argel.
El rechazo total y absoluto de la violencia es uno de los ejes en los que se mueve el hirak. Se trata de un movimiento heterogéneo que ha ocupado las calles y plazas principales de Argel y otras ciudades importantes argelinas cada viernes, sin descanso, durante un año. A pesar de que el movimiento surgió para oponerse al quinto mandato del expresidente Abdelaziz Bouteflika, el cántico que más se corea actualmente en las manifestaciones es “que se vayan todos”, reclamando que, tras la dimisión de Bouteflika y gran parte de su equipo de gobierno el 2 de abril de 2019, sus sucesores también se marchen de los órganos de poder.
Estas protestas se han mantenido durante 53 viernes consecutivos todo el año. A pesar de que se cortaron servicios de transporte y carreteras, la gente seguía llegando a las ciudades andando
El 22 de febrero de 2019 surgieron protestas simultáneas a lo largo de todo el país exigiendo la dimisión del presidente y su equipo. A pesar de las prohibiciones y restricciones a las manifestaciones, millones de personas marcharon por las calles. Según las cifras policiales, se llegaron a manifestar diez millones de personas en todo el país y hasta cuatro millones en la capital. Estas protestas se han mantenido durante 53 viernes consecutivos todo el año. A pesar de que se cortaron servicios de transporte y carreteras, la gente seguía llegando a las ciudades andando. “Incluso algunos llegaban a la bahía de Argel en patera desde otras zonas de Argelia”, puntaliza Leïla Tazir, doctoranda en sociología y especialista en movimientos sociales.
El lema más coreado era “contra el quinto mandato”. Esta frase había aparecido escrita días antes en un trozo de cartón subido a redes por Hadj Ghermoul, un hombre de 37 años en paro y con dos hijos que se hizo viral rápidamente. Dos días después fue detenido y permaneció seis meses en prisión. El otro lema, el “que se vayan todos”, surge en una retransmisión de Skynews Arabia, cuando una persona interrumpe a la presentadora gritando esa exigencia.
Uno de los escenarios donde se elevaban los cánticos de descontento político previos al hirak eran los campos de fútbol. “En los estadios se oían cantos que no tenían nada que ver con el fútbol, denunciaban los abusos del poder o las injusticias sociales. De hecho uno de los cánticos que se hizo muy famoso en el país hacía alusión a la serie española La casa de papel, hablando de asaltar el edificio de gobierno en lugar del Banco Central”, explica Tazir.
El sistema rentista del petróleo en manos de militares
Argelia es uno de los quince primeros productores de hidrocarburos del mundo. Y gran parte de su economía gira en torno a las rentas producidas por el petróleo, que exporta principalmente a China y Europa, lo que supone en torno a un 60% del PIB. Según la OIT Argelia tiene en torno a un 25% de la población joven en paro. La población menor de 35 años supone un 70% del total del país. Muchos jóvenes y pocas oportunidades de trabajo: La Liga Argelina por los Derechos Humanos contabilizó más de 40.000 tentativas de huir del país solo en 2018.
Según Tazir “el petróleo y sus ventas están en manos de una gerontocracia que lleva en el poder desde la independencia de Argelia en 1962. Las ventas del petróleo subvencionan numerosos productos básicos como el agua, el pan o el arroz. También la gasolina, parte de la sanidad o la educación. Pero ellos lo controlan y son quienes se benefician de ello, mientras mantienen un salario mínimo de 100 euros al mes”. Argelia tiene el segundo ejército más grande el continente africano.
En 1962, tras el fin de la guerra de la independencia de Argelia, el ejército ocupó los puestos de poder y, desde entonces, de una forma u otra, se ha mantenido. El propio presidente de los cuatro mandatos fue designado como ministro de Juventud y Deporte por el gobierno militar de 1962. A los pocos años se volvió ministro de Asuntos Extranjeros. Tras un periodo de exilio durante los años 80 y 90 por acusaciones de malversación de fondos públicos, Bouteflika ganó las elecciones presidenciales en 1999 con una promesa de paz tras una cruenta guerra civil entre grupos islamistas y gobierno conocida como “la década negra”. En los primeros años de su mandato se produjo una reducción drástica de la violencia y desmontó la estructura militar del gobierno existente para crear una nueva.
Sin embargo, con esta nueva estructura Bouteflika “otorga el poder a nuevos clanes, militares afines corruptos y gente de mucho dinero que operaba de forma mafiosa en Argelia, creando una verdadera estructura de mafia muy organizada, frente al caos que reinaba con el gobierno anterior”, señala Abdelaziz. Vuelve a ganar en 2004, en 2008 cambia la constitución para poder ser reelegido.
En 2013 sigue en el poder tras un accidente cardiovascular que lo deja en un estado prácticamente vegetativo. Al final de su cuarto mandato, en silla de ruedas y sin poder hablar prácticamente, se declara candidato a las próximas elecciones. El esperpento llega a tal punto que su equipo político daba los discursos de campaña bajo una gigantesca foto del presidente en su juventud.
Debido al surgimiento del hirak y su proclama contra el quinto mandato, el 2 de abril de 2019 dimite y es sustituido por parte de su equipo, con Abdelkader Bensalah como presidente interino, Noureddine Bedoui como primer ministro y el general Ahmed Gaid Salah. Salen a la luz numerosos casos de corrupción. El nuevo equipo de gobierno mete en la cárcel a Bouteflika y parte de su equipo prometiendo una renovación del sistema. Encierran a exministros e importantes empresarios.
Uno de los casos más sonados de corrupción salió a la luz en verano de 2018. El hijo del actual presidente, Abdelmadjid Tebboune, está siendo investigado por tráfico de más de 700 kilos de cocaína. Un caso que ha arrastrado a fiscales, jueces y mandos policiales.
Pero esto parece que no le vale al hirak. “Estos juicios han sido muy estalinistas. Para el hirak no son más que cambios de las marionetas que controlan el sistema, rechaza todas las elecciones que siguen a la dimisión porque solo se presentan candidatos que, de una forma u otra, han formado parte de antiguos gobiernos” explica la periodista.
Claves de lucha
El hirak es sencillo y complejo al mismo tiempo. La agenda marcada es salir a manifestarse los viernes para exigir la dimisión de aparato del poder al completo. Sin embargo, Abdelaziz declara que en todos los años que ha trabajado de periodista en África y Europa nunca ha visto nada igual. “No solo se sale a protestar, en las calles la gente está contenta y, sobre todo, se habla mucho. Hay grupos de teatro callejeros, conciertos improvisados. Hay puestos de comida ambulante por doquier”, señala la periodista, que califica el ambiente de familiar. Un atmósfera que tras la década que duro el la guerra civil supone cambio sustancial: “Es una alegría ver a tanta gente contenta en la calle y eso es una clave del movimiento. No son solo los jóvenes, hay muchas personas mayores, gente del campo, niños. Lo que vale son los viernes, solo puedes saber lo que es el hirak paseando los viernes por las calles”.
“No solo se sale a protestar, en las calles la gente está contenta y, sobre todo, se habla mucho. Hay grupos de teatro callejeros, conciertos improvisados. Un ambiente familiar”
Tazir reconoce que el feminismo, tal y como se concibe mayoritariamente en el Estado español, no está tan extendido en Argelia. Sin embargo, el hirak engloba tanto a los fundamentalistas islámicos como a grupos feministas. “Esa heterogeneidad es parte de su fuerza también, siempre que he acudido a cubrir manifestaciones a zonas del extrarradio, donde suele haber gran parte de población fundamentalista, me encuentro con gente que, en otra época normalmente me habrían rechazado por no llevar velo, pero ahora hablan conmigo”.
Ambas fuentes coinciden en que las manifestaciones están siendo un lugar en el que las mujeres están obteniendo visibilidad pública. “Salen a la calle, hablan, se las escucha, inician cantos y se les sigue”, señalan. Tazir cita a a Fatma Oussedik, una activista feminista argelina, que señala que el movimiento está siendo un canalizador de dinámicas feministas y de dar a conocer la propia palabra. De hecho, una de las proclamas que se escucha es la derogación del Código de la Familia, un conjunto de leyes emanadas de la sharia que atribuye a la mujer un estatuto desigual en términos jurídicos, por ejemplo teniendo derecho a la mitad del patrimonio que sus hermanos.
Otra de las claves es la recuperación de la memoria. La cultura amazigh o bereber, que ha sido perseguida duramente por los gobiernos anteriores —también el actual, que ha encarcelado durante meses a personas por llevar símbolos amazigh— está ocupando gran parte del espacio público. Para Tazir, esto ha sido debido sobre todo a que, durante mucho tiempo, la memoria histórica argelina ha sido capitalizada por el ejército. “Si miras Facebook hay un montón de odio, parece que está a punto de estallar una guerra entre árabes y bereberes, pero sales a la calle y es lo contrario, te los encuentras marchando juntos o hablando entre sí”, coincide la periodista.
La lógica del movimiento es de transición hacia un nuevo espacio político. Abdelaziz señala que el sentimiento mayoritario es el de rechazo total a cualquier representante institucional o del sistema. La hoja de ruta parece dirigida a construir un nuevo sistema y otorgarse una nueva constitución que emane de las innumerables asambleas que pueblan las ciudades. “El pueblo argelino ha aprendido de todas las ocasiones anteriores en las que ha sido engañado. Si formas parte del sistema, aunque fueses dios, no puedes cambiar nada”.
Nuestro mar
A pesar de que el movimiento de las personas paradas y la juventud descontenta son los grupos más visibles entre quienes acuden todos los viernes a las calles, tal y como coinciden Tazir y Abdelaziz, el movimiento es de una heterogéneidad difícil de definir. Algunas de las luchas que destacan también son las ecologistas.
El Sahara argelino contiene una de las reservas más importantes del mundo de agua fósil y gas esquisto. En la zona de Tamanraset la población llevaba una larga lucha contra las prácticas de fracking para la extracción de gas. Estas luchas, que han estado invisibilizadas, han recibido mucha atención por parte de la población a través del hirak. El movimiento es una forma de que varias luchas del país se reconozcan entre sí. También se trata de una cuestión de soberanía nacional. En las manifestaciones abundan mensajes de “Argelia no se vende” en referencia a las empresas extranjeras que se nutren de la explotación de los recursos naturales del país.
“No hay una conciencia ecológica muy extendida en Argelia, pero eso está empezando a cambiar”, señala la periodista. Señala la importancia de trasladar el relato de la lucha argelina a todos los países del Mediterráneo. “Los problemas medioambientales del Mediterráneo no se pueden afrontar de forma aislada. Todos los territorios que compartimos este mar deberíamos compartir un sentimiento común de pertenencia y vigilancia”.