Coronavirus: la militarización de las crisis

Hay que remontarse a los periodos del nazismo y del estalinismo, casi un siglo atrás, para encontrar ejemplos de control de población tan extenso e intenso como los que suceden en estos días en China con la excusa del coronavirus. Un gigantesco panóptico militar y sanitario, que confina a la población a vivir encerrada y bajo permanente vigilancia.



 
Coronavirus: la militarización de las crisis
 
Raúl Zibechi
La Jornada
 
Hay que remontarse a los periodos del nazismo y del estalinismo, casi un siglo atrás, para encontrar ejemplos de control de población tan extenso e intenso como los que suceden en estos días en China con la excusa del coronavirus. Un gigantesco panóptico militar y sanitario, que confina a la población a vivir encerrada y bajo permanente vigilancia.

Las imágenes que nos llegan sobre la vida cotidiana en amplias zonas de China, no sólo en la ciudad de Wuhan y la provincia de Hubei, donde viven 60 millones, dan la impresión de un enorme campo de concentración a cielo abierto por la imposición de cuarentena a todos sus habitantes.

Ciudades desiertas donde sólo transita el personal de seguridad y de salud (https://bit.ly/2P2rlls). Se toma la temperatura a todas las personas a la entrada a los supermercados, centros comerciales y conjuntos residenciales. Si hay miembros de la familia en cuarentena, un sólo miembro tiene derecho a salir cada dos días para comprar víveres (https://bit.ly/2wCDnM7).

En algunas ciudades quienes no usen máscaras pueden terminar en la cárcel. Se alienta la utilización de guantes desechables y lápices para presionar los botones del ascensor. Las ciudades de China parecen lugares fantasmas, al punto que en Wuhan casi no encuentras personas en las calles (https://bbc.in/37KPKT3).

Es necesario insistir en que el miedo está circulando a mayor velocidad que el coronavirus y que en contra de lo que se hace creer, el principal asesino en la historia de la humanidad fue y es la desnutrición, como destaca una imprescindible entrevista en el portal Comune-info (https://bit.ly/2SNMnqq).

Lo habitual en la historia ha sido poner en cuarentena a personas infectadas, pero nunca se ha aislado de este modo a millones de personas sanas. El médico y académico del Instituto de Salud Global de la University College London, Vageesh Jain, se pregunta: ¿Se justifica una respuesta tan drástica? ¿Qué pasa con los derechos de las personas sanas? (https://bit.ly/2wCDnM7).

Según la OMS, cada infectado de coronavirus puede contagiar a dos más, mientras el enfermo de sarampión contagia de 12 a 18 personas. Por eso Jain asegura que más de 99.9 por ciento de los habitantes de la provincia de Hubei no están contagiados y que la gran mayoría de la población atrapada en la región no se encuentra mal y es poco probable que se infecte.

El boletín 142 del Laboratorio Europeo de Anticipación Política (LEAP) reflexiona: China desencadenó un plan de acción de emergencia de magnitud sin precedentes después de sólo 40 muertes en una población de 1.2 mil millones de personas, sabiendo que la gripe mata a 3 mil personas en Francia cada año. En 2019 la gripe mató a 40 mil personas en Estados Unidos (https://bit.ly/3bYb9eX). El sarampión mata 100 mil personas cada año y la influenza (gripe) medio millón en el mundo.

El LEAP sostiene que estamos ante un nuevo modelo social de gestión de crisis, que cuenta con el visto bueno de Occidente. Italia siguió ese camino al aislar 10 pueblos con 50 mil habitantes, cuando había sólo 16 personas con coronavirus (https://bit.ly/32fmyCE).

China ejerce un sofisticado control de la población, desde la video-vigilancia con 400 millones de cámaras en las calles hasta el sistema de puntos de crédito social que regula el comportamiento de los ciudadanos. Ahora el control se multiplica, incluyendo la vigilancia territorial con brigadas de vecinos voluntarios en cada barrio.

Quisiera entrar en varias consideraciones, no desde el punto de vista sanitario sino del que deja el manejo de esta epidemia a los movimientos antisistémicos.

La primera, es que siendo China el futuro hegemón global, las prácticas del Estado hacia la población revelan el tipo de sociedad que las élites desean construir y proponen al mundo. Las formas de control que ejerce China son sumamente útiles a las clases dominantes de todo el planeta para mantener a raya a los debajo, en periodos como de hondas convulsiones económicas, sociales y políticas, de crisis terminal del capitalismo.

La segunda, es que las élites están usando la epidemia como laboratorio de ingeniería social, con la finalidad de estrechar el cerco sobre la población con una doble malla, a escala macro y micro, combinando un control minucioso a escala local con otro general y extenso como la censura en Internet y la video-vigilancia.

Considero que estamos ante un ensayo que se aplicará en situaciones críticas, como desastres naturales, tsunamis y terremotos; pero sobre todo ante las grandes convulsiones sociales capaces de provocar crisis políticas devastadoras para los de arriba. En suma, ellos se preparan frente a eventuales desafíos a su dominación.

La tercera, es que los pueblos aún no sabemos cómo vamos a enfrentar estos potentes mecanismos de control de grandes poblaciones, que se combinan con la militarización de las sociedades ante revueltas y levantamientos, como está sucediendo en Ecuador (https://bit.ly/2v56pmE).

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Así es vivir en China en tiempos del coronavirus, según dos artistas latinos

David Rodríguez, colombiano, y Ronald Paredes, venezolano, son dos artistas que residen en China. Hablamos con ellos sobre qué tanto les ha cambiado su ritmo de vida por causa del brote del coronavirus, recién nombrado Covid-19.

 

Vivir lejos de su país de origen y en una cultura completamente distinta no es fácil para todos. Para David Rodríguez y Ronald Paredes, residir en China ha sido gratificante, han tenido oportunidades laborales, lograron construir una familia y una red de amigos. Pero desde que empezó el brote infeccioso del coronavirus ambos quisieran estar en otro lugar.

Actualmente, el Gobierno de China trabaja para controlar el brote respiratorio infeccioso que tiene en alerta al mundo entero y que ha dejado más de 1.000 personas muertas y más de 40.000 contagiados a nivel global.

David y Ronald cuentan que se han tomado medidas bastante estrictas en China, desde la medición de la temperatura de las personas a la entrada de los supermercados, hasta ir a prisión si no se utiliza una máscara facial en la calle.

El brote de Wuhan, ciudad donde inició el coronavirus bautizado recientemente por la OMS como Covid-19, tiene a médicos y enfermeras trabajando jornadas extensas en los hospitales chinos. Ambos artistas viven a pocas horas de esta ciudad y aseguran que el miedo al contagio es latente en la población, sin embargo, coinciden en que le temen más a una crisis indefinida.

“Las restricciones a nivel mundial han hecho que el pánico crezca”

David Rodríguez, de 35 años, es originario de Bogotá, Colombia. Después de terminar sus estudios secundarios vivió casi 15 años en Francia, donde estudió artes plásticas.

Su trabajo con la brocha lo llevó a Shanghái y en mayo de 2016 decidió instalarse en la potencia asiática. David viajó lejos para conocer a la que hoy es su esposa, Ho Shin-Yi, proveniente de Taiwán y con quien dieron a luz a la pequeña Mila.

Para David, el proceso de adaptación en Shanghái no ha sido fácil, tampoco el idioma. Desde que empezó el brote del coronavirus, sus fuentes de información son medios de comunicación en inglés o español, además, Shin-Yi le traduce lo que dicen los medios oficiales, encargados de dictar la actualidad.

La familia colombo-china empezó a sentir la presión de la situación cuando vieron en la televisión que la ciudad de Wuhan había sido completamente cerrada. El ambiente en Shanghái se puso extraño, pero, según David, lo más sorprendente fue ver cómo las calles de Shanghái se empezaron a desocupar.

Las vacaciones del Año Nuevo chino fueron extendidas unos días, así que Shin-Yi no tuvo que ir a trabajar. Para ella su preocupación más grande es volver a la oficina y estar en contacto con colegas que viajaron a otros lugares.

“Yo trabajo en la casa, así que no ha sido un problema estar encerrado con mi esposa e hija. Pero es triste no poder ir con Mila a un parque y jugar con ella”, asegura David.

Los controles del Gobierno chino también han sorprendido al artista colombiano: “Toman la temperatura de las personas que entran a los centros comerciales y los conjuntos residenciales; si hay personas en cuarentena en la casa entonces solo un miembro de la familia tiene derecho a salir cada dos días para comprar víveres. En algunas ciudades están dando cárcel a los que no cumplan el periodo de cuarentena y, además de las máscaras faciales, las autoridades también piden usar guantes desechables y gafas. En los ascensores, por ejemplo, piden presionar los botones con un elemento exterior, como un lápiz”.

Por ahora, la familia prefiere quedarse en China, a pesar de que podrían viajar a Taiwán o incluso a Colombia si la situación se llegara a agravar.

Pero, más allá de tener un virus en el aire, lo que realmente le preocupa a David es que este periodo de angustia y encierro sea indefinido.

“Ir a un supermercado en China en este momento es como ir a uno en Venezuela”

Al norte y no muy lejos de Shanghái está la ciudad de Nantong. El artista venezolano Ronald Paredes vive allí desde 2006.

Una oportunidad de trabajo hizo que dejara su ciudad, Caracas. Al mirar atrás y presentir la crisis que se veía llegar a Venezuela, decidió instalarse en Asia.

Desde entonces Ronald trabaja como ‘freelance’ en proyectos artísticos, de diseño y también dictando clases.

Al igual que David Rodríguez, este artista venezolano no ha sentido tanto la presión del encierro en su casa en las últimas tres semanas, cuando empezó el brote del coronavirus. Pero, desde el inicio de la alerta se fueron a vivir a casa de sus suegros con su esposa Dai Juan, de nacion-alidad china, y su hijo Julián, de dos años.

“Todo fue muy repentino, tenía planeado organizar algunas exposiciones pero todo se derrumbó. El brote del coronavirus nos agarró desprevenidos a todos, no nos dio tiempo de tener lo necesario, nos tocó ir desesperados al supermercado a comprar lo que quedaba”, cuenta Ronald.

 

El artista venezolano dice que las medidas de seguridad se impusieron de manera rápida y extrema en toda la nación. Esos primeros días fueron como una película: “Todo se paralizó” y “lo que más me impactó fue ver las calles vacías, como ciudades fantasmas”, una escena surreal en el país más poblado del mundo.

No hay duda de que el coronavirus interrumpió de manera abrupta la vida de todos. Ronald y su familia siguen todas las indicaciones dadas por el Gobierno chino, sin embargo, asegura que la información es muy restringida y que son los medios oficialistas los únicos que están autorizados a dar boletines informativos.

“Los medios chinos sólo dan cifras de muertos y contagiados e información positiva, como las ayudas que dan a la gente, los hospitales que han instalado. Solo se enfocan en los resultados positivos”, cuenta Paredes.

Las autoridades no dan los nombres de las víctimas mortales, solo números. Pero uno de los pocos nombres relacionados con el coronavirus fue el de Li Wenliang. Este médico chino de 34 años fue la primera persona en alertar sobre el nuevo brote a finales de diciembre de 2019. En las redes sociales Weibo y Wechat empezaron a difundir sus palabras, lo que le trajo problemas con las autoridades, pues lo acusaron de difundir rumores.

“En China son muy rigurosos con eso. Hay una ley que prohíbe esparcir rumores, así que la gente prefiere no hablar si no saben, pues es considerado como un crimen”, ilustra Ronald.

A comienzos de enero, Li empezó a padecer los síntomas del virus y finalmente le diagnosticaron la enfermedad. Murió la primera semana de febrero.

Siendo extranjero, Ronald tiene más cuidado con lo que dice y hace en China. Junto a su esposa decidieron que sea ella la que haga las compras, pues las autoridades en Nantong instalaron barricadas donde voluntarios exigen a la gente hacer un registro: “Debes explicar las razones por las que sales de la casa, así sea para ir a buscar suministros. Te dan pocas horas para hacerlo y debes regresar rápido, además, solo puede salir una persona de la familia. ¡Es un poco apocalíptico!”, agrega.

Además de las barricadas, el artista venezolano asegura que, si no se respetan las instrucciones del Gobierno chino, se puede ir a la cárcel hasta siete años: “Eso pasa si por ejemplo no te pones la máscara o si no respetas el periodo de cuarentena. Incluso, si sabes que tienes el coronavirus y te pones a infectar a la gente, te pueden dar la pena de muerte”.