Si no nos escuchamos, iremos directo a la extinción

“La primera y última medicina es encontrarnos en el amar, en el dejarnos aparecer, en un convivir Democrático que nos permite conversar y reflexionar escogiendo entre todos los seres humanos o sea entre todas las personas, los haceres que conservan la armonía y el bien-estar entre nosotros y con la biosfera”.
Para nosotros Maturana tiene razón, pero aún no consigue integrar en su filosofía de la matríztica que el ser humano no es individual sino gregario y comunitario, como el hormiguero y el enjambre de abejas. Su discurso parece destinarse a entes individuales o multitudes de individualidades para una reflexión individual aunque compartida democráticamente. Esperamos que luego comprenda que la primera tarea es recuperar las formas de vida comunitaria del sujeto Nosotros y su integración plena con la madre tierra, la mejor medicina, a diferencia de la “vacuna” que deben encontar los científicos. Ahí se consiguen ver las diferencias de este connotado intelectual con Gastón Soublette, que descubrió el ser común en las comunidades originarias, especialmente mapuche.



Humberto Maturana: “Si no nos escuchamos, iremos directo a la extinción”

Enfrentados a una crisis sanitaria, humana y ecológica, el biólogo advierte que si no nos encontramos en el mutuo respeto y la colaboración, no vamos a generar ningún cambio orientado hacia el bien-estar de la humanidad. “Sin pandemia o con ella, iremos derecho a nuestra extinción”, advierte.


Hoy la vida se puede definir como antes y después del Covid-19. La primera, la conocemos, es el mundo sin pandemia. Un mundo sin el temor al contagio de un virus incomprensible. Un mundo sin cuarentena y sin urgentes expectativas del anuncio de una vacuna. Una vida de cierta calma, si se mira bajo la óptica actual.

¿Y el futuro? Aún no hay claridad. Pero en muchos aspectos no será el mismo, explica desde el entendimiento de la biología-cultural, Humberto Maturana, destacado biólogo y Premio Natural de Ciencias Naturales 1994, que junto con su colega Ximena Dávila en el año 2000, fundaron Matríztica.

Eso fue hace más de 20 años. Y desde hace más de 20 años, recalca Maturana que han estado reflexionando sobre lo vivo, y lo humano.

Lo vivo y lo humano que hoy enfrenta una prueba. Una crisis sanitaria-humana y ecológica, en la cual el camino de recuperar la convivencia democrática es el que “nos parece fundamental para salir de ella”, explica Dávila.

Todos y en todo el mundo se enfrentan a una amenaza externa compartida. Covid-19 podría tener la singularidad de que socialmente sea imprescindible reagruparnos, ayudarse y cooperar. El Sars-CoV-2 -virus que produce el Covid-19-, ha sido un llamado de consciencia. Un recordatorio de que los seres humanos solo somos en relación a otros seres humanos, “y este es un momento histórico y una gran oportunidad para hacernos auto-concientes”, comenta Dávila.

Somos una unidad biológico-cultural como humanidad, subraya Maturana, y solo podremos salir de la crisis que vivimos “dejando de competir para colaborar corrigiendo nuestros errores en el mutuo respeto, operando en un proyecto común”.

Ciencia y vulnerabilidad

La pandemia de coronavirus está dejando en evidencia debilidades de la sociedad de mercado y el hiperindividualismo. Y la ciencia, en ese sentido, es mirada con otros ojos. “En la medida que se entiende que la ciencia es un aspecto de la comprensión de lo que ocurre en nuestro vivir cotidiano”, dice Maturana.

Pero, no es que la ciencia se haya vuelto más relevante. Ambos, coinciden en que los ojos de las personas y de los países están puestos en la investigación científica, porque es la que puede encontrar un camino que acabe con esta pandemia a través de una vacuna que nos proteja del virus.

Ambos resaltan que lo que se está haciendo para evitar la propagación del virus, y en primer término contener su avance, es lo adecuado. Si no se tiene remedio o anticuerpos, la forma de detener el curso de una epidemia es detener los contagios, “para lo cual sí necesitamos saber cómo se propaga y es eso lo que se está haciendo en estos momentos”, indica Maturana.


Pero el mundo era mucho más vulnerable de lo que se creía. Bastó un ínfimo virus. Uno que avanzó con tan letalidad hizo que los relatos que alguna vez leímos de la peste negra siglos atrás, nos parecieran cotidianos. La crisis que vivimos nos hace replantearnos desde el dolor que ha golpeado a nuestra puerta, dice Dávila, “nos hace conscientes sobre nuestra relación consigo mismo/a y con el mundo”.

Desde que se iniciaron las medidas para restringir el avance del virus y evitar un colapso del sistema sanitario, se habló del aislamiento social. Pero el aislamiento de la cuarentena, el uso de mascarillas o de mantener una cierta distancia en los encuentros, dice Maturana, no son medidas de aislamiento social, sino todo lo contrario, “son actos sociales que se eligen en estos momentos porque son las únicas medidas que podemos adoptar para detener el contagio cuando no tenemos una vacuna o un medicamento para hacerlo”.

El sentido de cooperación y colaboración social hoy es precisamente mantenernos en aislamiento y solo salir si es necesario. Paradójicamente, la cooperación y colaboración social no pasan por estar en grupos. Hoy se vive la colaboración social “respetando las medidas de aislamiento que sabemos que son los únicos medios de que disponemos para detener los contagios”, indica Maturana.

Por eso, el impacto social de esta pandemia dependerá en gran medida de si estamos dispuestos o no a colaborar. Si no estamos dispuestos a colaborar ahora en la detención de los contagios, el efecto será desastroso. “Como hemos escuchado desde el mundo de la medicina, todos y todas en algún momento nos veremos infectados por el virus del Covid-19, si no practicamos los procedimientos de aislamiento necesarios para evitarlos totalmente o para hacerla más lenta de modo que tengamos tiempo para producir una vacuna que nos proteja. El aislamiento social al que nos invitan es físico no del alma, es un acto de autocuidado y de amar “, añade Dávila.

Y si bien es un aspecto biológico, un virus, el que tiene al mundo confinado, no es un llamado de la naturaleza a la humanidad a reaccionar, sino el entendimiento, dice Dávila, de que al mundo natural en su operar espontáneo no le importa lo que nosotros los seres humanos hacemos.

Lo mismo ocurre con el cambio climático, la escasez de agua y la amenaza de los virus. “Al mundo natural no le importa nada lo que a nosotros nos puede pasar sin agua o con el virus, tampoco le importa nada si este se encontró o no con un huésped oportuno para su reproducción. Es a nosotros, los seres humanos, que reflexionamos, conversamos, tomamos decisiones a quienes nos debe importar que mundo generamos en nuestro convivir”, agrega.


Maturana es enfático en indicar que, si no nos escuchamos y no nos encontramos en el mutuo respeto, la honestidad y la colaboración, que es la convivencia democrática, “no vamos a generar ningún cambio orientado hacia el bien-estar de la humanidad sin pandemia viral o con ella, iremos derecho a nuestra extinción”.

Si no estamos dispuestos a reconocer que tenemos los conocimientos necesarios para actuar de manera adecuada frente a esas distorsiones ecológicas generadas por el modo de vivir humano, nos llevará a un desastre social. “Si no escogemos actuar de acuerdo con los conocimientos que tenemos, quiere decir que somos tontos o malévolos”, indica Maturana.

Nosotros los seres humanos somos los únicos seres vivos que podemos actuar de manera consciente para evitar el desastre sobre la biosfera que esas distorsiones ecológicas traerán al futuro de nuestro convivir social biológico-cultural. La primera y última medicina es encontrarnos en el amar, en el dejarnos aparecer, en un convivir Democrático que nos permite conversar y reflexionar escogiendo entre todos los seres humanos o sea entre todas las personas, los haceres que conservan la armonía y el bien-estar entre nosotros y con la biosfera”, indica Maturana.