El Salvador: las maras y el mal cálculo de Bukele

En El Salvador, las principales maras mezcladas en cárceles podrían ser un tiro por la culata para el gobierno de Bukele, que intenta frenar la violencia, pero también ampliar su poder en desmedro del Estado de derecho



El Salvador: las maras y el mal cálculo de Bukele

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En El Salvador, las principales maras mezcladas en cárceles podrían ser un tiro por la culata para el gobierno de Bukele, que intenta frenar la violencia, pero también ampliar su poder en desmedro del Estado de derecho.

En algunos países de Europa y América Latina, organizaciones criminales aprovechan la nueva dinámica que plantea la pandemia del coronavirus para hacer su aparición en el rol de salvadores, vigilantes o torturadores, según el caso.

Desde El Salvador llegan relatos de miembros de las maras golpeando con bates de béisbol a sus compatriotas por no cumplir con el confinamiento. Pero también se ven imágenes de cientos de pandilleros en cuarentena carcelaria en condiciones que ya han sido criticadas por varias organizaciones de derechos humanos.

El presidente salvadoreño, Nayib Bukele, juntó en siete penitenciarías a miembros de las pandillas Mara Salvatrucha (MS13), Barrio 18, Mao Mao y La Máquina, entre otras. Una medida controvertida, tanto desde el punto de vista sanitario, por el hacinamiento que aumenta el peligro de contagio con el coronavirus, como por ser otra muestra de la gestión cada vez más autoritaria de Bukele, que habilitó a las fuerzas de seguridad a usar incluso la “fuerza letal” para aplacar el aumento de asesinatos.

Y es que, luego de que los homicidios cometidos por las pandillas se mantuvieran en baja a principios de este año, el país registró, desde el 24 hasta el 30 de abril, un incremento de los asesinatos, con 13 homicidios por día, en lo que fue el mes más violento de 2020 en el país.

Sobre los motivos de ese repunte de homicidios se tejen varias hipótesis y surgen rumores de una supuesta fusión de pandillas. Según el experto en Criminología Carlos Carcach, “existe la posibilidad de que se produzca, no una fusión permanente entre las maras, pero sí acuerdos entre los grupos para responder de forma coordinada a las medidas del gobierno”, dijo en entrevista con DW, desde El Salvador. Si esos rumores fueran ciertos, juntar a las pandillas en la cárcel, en lugar de frenar su accionar, podría fortalecerlas, lo que agravaría la situación institucional y social en ese país, de por sí frágil, y podría resultar en un tiro por la culata hacia el objetivo del gobierno de terminar con la violencia cueste lo que cueste.

Para Jeannete Aguilar, investigadora en temas de Violencia y Seguridad, si bien la coordinación estratégica y de liderazgo de las tres principales pandillas es un proceso que ha ido teniendo lugar en la última década, esta decisión de Bukele, explicó a DW, podría ahora “favorecer los procesos de cohesión de los militantes de base de las tres principales pandillas”.

La situación penal de los pandilleros en El Salvador ha sido criticada duramente por organizaciones de derechos humanos, ya que “no solo corren riesgo de contraer el nuevo coronavirus, sino también tuberculosis, un problema recurrente en el sistema penitenciario de El Salvador”, subraya Carcach, además de otras enfermedades producidas por el encierro sin ver la luz del sol durante 24 horas. Los grupos podrían reaccionar con más violencia ante estas medidas, y “tal vez estén esperando que la posición del gobierno ante la población se debilite para poder hacerlo”, piensa el investigador.

Antecedentes de acuerdos entre maras

Ya en 2012 hubo una tregua entre pandillas, impulsada por el gobierno de Mauricio Funes y el FMLN. Esa tregua, explica Carcach, hizo que se distribuyeran los territorios de acceso a corredores de narcotráfico en El Salvador. “Es posible que, incluso los carteles de la droga estén detrás de algún tipo de presión para tratar de desestabilizar lo que se consiguió con esa tregua”, sostiene. Según él, con el aumento de la desigualdad económica y la marginalidad, es probable “que todo redunde en un fortalecimiento del control territorial por parte de las pandillas”.

Además, la inicial disminución de homicidios en El Salvador en lo que va de 2020 no significa que las pandillas pierdan poder. Y esta vez, en el marco del plan Control Territorial del gobierno, no habrá otra tregua. El ministro de Seguridad, Rogelio Rivas, negó el viernes en rueda de prensa que hubiera negociaciones en curso con las pandillas.

“Lo que vemos es una instrumentalización de la pandemia para socavar el Estado de derecho, la legalidad en el país y reprimir eventualmente cualquier institución o persona vista como adversario por parte del gobierno”, advierte, por su parte, Jeannette Aguilar sobre las medidas del presidente Bukele. Al mezclar a las tres principales pandillas en los distintos penitenciarios, se va a favorecer este proceso de consolidación en redes criminales, estima Aguilar, que en algún momento “también pueden llegar a articular acciones a otro nivel”.

Con ella coincide Sabine Kurtenbach, investigadora del Instituto de Estudios Latinoamericanos GIGA, de Hamburgo. “Si fuese cierto que las maras están cooperando estratégicamente, y se convirtiesen en actores políticos, eso podría dar lugar a un conflicto armado real de otro tipo”, señaló a DW. Para la politóloga del GIGA, lo más importante no es si las maras se unen o no, sino que “Bukele está implementando una estrategia para aumentar sus poderes como presidente, y para eso usa la amenaza de las maras. Claro que si las maras se uniesen ahora, entonces los cálculos le habrían salido mal”, concluye.