Comunidad y pandemia

La pandemia global ha evidenciado con crudeza la comunidad realmente existente en la que habitamos, sin embargo, también abre la oportunidad de cambiar las relaciones comunitarias.



Comunidad y pandemia

Leonel Rivero

Desinformémonos

12 mayo 2020 

 

El sociólogo polaco Zygmunt Bauman, una de las mentes más brillantes de los últimos tiempos, afirma que las palabras tienen significado, pero algunos vocablos producen además “sensación”.

En su libro “Comunidad. En busca de seguridad en un mundo hostil”, Bauman sostiene que la palabra <comunidad> “produce una buena sensación, sea cual sea el significado de “comunidad”, está bien <tener una comunidad>, <estar en comunidad>. Si alguien se descarría, muchas veces explicaremos su reprobable conducta afirmando que <anda con malas compañías>. Si alguien se siente fatal, sufre mucho y no se le permite de ninguna manera llevar una vida digna, acusaríamos sin dudarlo a la sociedad: a la forma en que está organizada, a la forma en que funciona. La compañía o la sociedad pueden ser malas; no la comunidad. Tenemos el sentimiento de que la comunidad es siempre algo bueno.”

Bauman asevera que “la sensación que transmite <comunidad> es buena por los significados que transmite la palabra <comunidad> todos ellos prometen placeres, y con harta frecuencia los tipos de placeres que a uno le gustaría experimentar pero que parece echar de menos”.

Apunta Bauman, “la <comunidad> es un lugar cálido, un lugar acogedor y confortable. Es como un tejado bajo el que cobijarse cuando llueve mucho, como una fogata ante la que calentar nuestras manos en un día helado. Ahí afuera, en la calle, acechan todo tipo de peligros: tenemos que estar alerta cuando salimos, vigilar con quién hablamos y quién nos habla, estar en guardia en todo momento. Aquí dentro, en comunidad, podemos relajarnos; nos sentimos seguros, no hay peligros emboscados en rincones oscuros”.

En la comunidad no tienen cabida la intolerancia y la desconfianza: las personas se entienden bien, pueden confiar en lo que escuchan, están seguras la mayor parte del tiempo y excepcionalmente padecen sobresaltos, y sobre todo, nunca son extrañas las unas para las otras, pueden discutir, pero en términos amables, en pos de un objetivo, que siempre será el bien común. En la comunidad las puertas del hogar siempre estarán abiertas para recibir a los demás.

La mala fe, el escarnio, la discriminación, el egoísmo y el mercantilismo, no tienen cabida en la comunidad: la buena voluntad mutua es un rasgo distintivo de la comunidad, si una persona tropieza y cae otros la ayudarán a volverse a levantar. Nadie se burlará de ella, ni ridiculizará su ignorancia, ni se alegrará de su infortunio, siempre existirá una mano tendida en un momento de tristeza. Cuando alguien se encuentre en apuros y tenga necesidades económicas, los demás no le pedirán garantías para avalarla y sacarla del atolladero, no le preguntarán cómo y cuándo podrá devolver la ayuda.

Bauman pregunta a sus lectores “¿Quién no desearía vivir entre personas amables y de buena voluntad en las que poder confiar y cuyas palabras y hechos puede contarse?. Para nosotros en particular que vivimos en tiempo despiadados, en tiempos de rivalidad y competencia sin tregua, cuando la gente que nos rodea parece ocultarnos todas sus cartas y pocas personas parecen tener prisa alguna por ayudarnos, cuando en contestación a nuestros gritos de auxilio escuchamos exhortaciones a ayudarnos nosotros mismos. Ante esto, lo que evoca “comunidad> es todo lo que echamos de menos.”

En conclusión, señala Bauman: “la <comunidad> representa el tipo de mundo al que, por desgracia, no podemos acceder, pero que deseamos con todas nuestras fuerzas habitar y del que esperamos volver a tomar posesión (…) es el paraíso perdido al que deseamos con todas nuestras fuerzas volver o un paraíso que todavía se tiene la esperanza de encontrar.

La comunidad utópica o ideal, tiene como antípodas a la “comunidad realmente existente”, ésta, apunta Bauman, “es una colectividad que pretende ser la comunidad encarnada, el sueño cumplido y que –en nombre de todas las bondades que se supone que ofrece la comunidad- exige lealtad incondicional y trata todo lo que no esté a la altura de tal lealtad como un acto de traición imperdonable”.

De acuerdo con Bauman, la comunidad realmente existente “le exige a la persona obediencia estricta a cambio de los servicios que ofrece o promete ofrecer. ¿Quieres seguridad? Dame tu libertad, o al menos un buen trozo de ella. ¿Quieres confianza? No confíes en nadie fuera de nuestra comunidad. ¿Quieres entendimiento mutuo? No hables a extraños ni utilices idiomas extranjeros ¿Quieres esta acogedora sensación hogareña? Pon alarmas en tu puerta y cámara de circuito cerrado de televisión en tu calle. ¿Quieres seguridad? No dejes entrar a extraños y abstente de actuar de forma extraña y tener extraños pensamientos. ¿Quieres calidez? No te acerques a la ventana y nunca abras una.”

Concluye Bauman que el privilegio de estar en <comunidad< (realmente existente) tiene un precio que se paga en la moneda de la libertad, denominada de formas diversas como “autonomía” “derecho a la autoafirmación” o “derecho a ser uno mismo”. Perder la “comunidad” significa perder la libertad; ganar comunidad, si es que se gana, pronto significaría perder la libertad.

La crisis de salud global en que se encuentra sumergida la humanidad, ha conseguido que afloren los mejores sentimientos de las personas, los medios de información han dado cuenta de infinidad de ejemplos que dignifican la naturaleza humana (es admirable el trabajo que desarrollan los profesionales de la salud atendiendo a los enfermos de COVID-19; en la misma dimensión, están las personas que con sus actividades fabriles, agrícolas y pesqueras han mantenido a flote la vida económica de las naciones).

Desgraciadamente también se han acentuado las acciones de intolerancia, individualismo, racismo, corrupción y otras peculiaridades. La necesidad de las personas por ganarse el sustento diario es juzgada como una falta de responsabilidad. Muchos gobernadores y presidentes municipales se han convertido en virreyes de facto, decretando medidas que restringen los derechos humanos de las personas, (retenes, detenciones arbitrarias, toque de queda), otros funcionarios a través de sus familiares o allegados han aprovechado la situación para lucrar con la venta de insumos médicos -León Bartlett, Samuel González (senador de Convergencia)-.

Un acto que por lo despreciable de su naturaleza merece mención aparte, fue la acción fallida del Fiscal General de Chiapas, Jorge Luis Llaven Abarca, -quien a partir de la necesidad que tienen las personas privadas de su libertad de proteger su salud y su vida ante el probable contagio que pueda generarse en el interior de los centros de reclusión estatales-, pretendió convencer a las personas que se encuentran sujetas a proceso por delitos no graves, que aceptaran el procedimiento abreviado -lo cual implicaba aceptar la responsabilidad por los delitos que se les imputan y por ende la imposición de una sentencia condenatoria con la respectiva pena privativa de libertad y el pago de reparación del daño- a cambio de obtener su libertad.

Mientras que en otras entidades de la república mexicana, las fiscalías tomaban la determinación de aceptar y/o promover el cambio de medida cautelar para que las personas privadas de su libertad pudieran enfrentar la pandemia fuera de las prisiones. El Fiscal General de Chiapas intentó lucrar con la necesidad de los reos proponiéndoles su libertad a cambio de una sentencia condenatoria, si bien, el procedimiento abreviado está contemplado por el Código Nacional de Procedimientos Penales, en el contexto en que fue realizada la propuesta, es factible cuestionar sus alcances legales ante un tribunal, ya que la proposición posee una fuerte carga de coacción moral, al tener como motivación el estado de necesidad de los reos.

La pandemia global ha evidenciado con crudeza la comunidad realmente existente en la que habitamos, sin embargo, también abre la oportunidad de cambiar las relaciones comunitarias.

COMPORTAMIENTO JUDICIAL

La sesión que celebró el pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación el día 20 de abril de 2020, es uno de los tantos hitos que se producirán a partir de la pandemia generada por el COVID-19.

Los avances tecnológicos hicieron posible que los ministros del máximo tribunal continuaran con el desahogo de varios asuntos de trascendencia nacional, también permitirán que en caso de ser necesario el Pleno o las Salas puedan atraer casos trascendentales que requieran la intervención del tribunal constitucional, más ahora, que muchos gobernantes han demostrado su talante autoritario.