Entre Gates-Soros y Trump-Bannon
Fernando Dorado
https://aranandoelcieloyarandolatierra.blogspot.com/
Popayán, 16 de mayo de 2020
Es indudable que existe una oligarquía global que intenta controlar totalmente a la humanidad y a la economía, pero no lo han logrado como piensan algunos amigos paranoicos y conspiranoicos.
Esa oligarquía global está representada en lo económico por los grandes multimillonarios capitalistas que tienen inversiones en todo el mundo y tratan de superar los imperialismos del siglo XX para establecer una especie de “neoliberalismo social”, un “poder garantista”, que se muestra “democrático”, “ambientalista”, “responsable”, “sostenible”, etc., pero que es su respuesta a la enorme crisis en que se encuentra el capitalismo (reconocida incluso por ellos mismos).
Soros, Gates, Jack Ma y muchos otros multimillonarios son las cabezas visibles de esa oligarquía global, y tienen fuerte influencia en todos los gobiernos del mundo entero, incluyendo EE.UU., Rusia, China, Europa, etc.
Frente a esa oligarquía global los pueblos y los trabajadores no hemos podido construir un verdadero bloque de resistencia y de rebeldía creativa, porque hemos centrado nuestra estrategia en los intereses “nacionales” de cada país y hemos basado todos nuestros esfuerzos en la gestión del Estado, creyendo que porque accedemos a algunos niveles de Gobierno (subsistema dentro del Estado) ya hemos logrado “el poder”. La vida ha demostrado ese error conceptual en América Latina.
Es por ello que otros sectores de las clases capitalistas de cada país se han convertido en los principales rivales de la oligarquía global, que representan a capitalistas golpeados por la globalización neoliberal que se aferran a valores “nacionalistas de gran potencia”, quienes aprovechan la inconformidad de amplios sectores de los trabajadores (sobre todo del mundo desarrollado o de las industrias de la era “fordista”) para impulsar proyectos políticos proto-nacionalistas, con tintes y prácticas neo-fascistas, que añoran el poder imperialista de sus propios países (EE.UU., Reino Unido, Europa) y, también, tienen expresiones políticas fuertes en China, Rusia, India, Irán, Brasil, etc., donde estimulan sus propios “nacionalismos”. Además, aprovechan la ignorancia creciente y se apoyan en todo tipo de iglesias y fanatismos desbordados.
Hoy las teorías conspirativas están siendo utilizadas con bastante eficacia por esos movimientos proto-nacionalistas para liderar el rechazo a la oligarquía globalista, mientras que los movimientos sociales y políticos de los trabajadores y los pueblos quedan alineados en las filas de Soros y Gates, y se hacen ilusiones en la fuerza de los gobiernos de los antiguos países socialistas (Rusia, China, Vietnam, etc.), cuando al interior de esos países existe una fuerte lucha fraccional en el seno de los grandes capitalistas (entre globalistas y nacionalistas).
No podemos negar la existencia de acciones conspirativas por parte, tanto de los Gates, Soros, Obamas, Clintons, Macrons, etc., pero tampoco podemos ocultar los complots de los Bannon, Trump, Modi, Johnson, Bolsonaro, Uribe, etc., y, además, estamos obligados a diferenciar cada una de esas conspiraciones para ubicar con claridad los objetivos, intereses y alcances de esas acciones.
Elaborar teorías conspirativas cogiendo de aquí y de allá, sin identificar los intereses de los diversos sectores dominantes, y sin precisar nuestros propios intereses como trabajadores y pueblos, solo sirve para crear confusión, y en este instante, le llevan agua al molino de los proto-nacionalistas fascistas, pero también, le sirven a los capitalistas globalistas para presentarse como adalides y defensores de la democracia y la justicia social y ambiental.
A pesar de todo, la lucha empieza a centrarse en el diseño de un “post-capitalismo”, y en esa tarea los intereses de los trabajadores y de los pueblos deben estar representados con total nitidez, apoyándose en las circunstancias concretas que afectan la supervivencia de toda la humanidad (cambio climático, deterioro de la vida a todos los niveles, crisis económica, etc.) para impulsar una verdadera política de transformación estructural y civilizatoria.