Maicao y el latir histórico de lo común

¿Cómo no mirar con recelo a cualquier respuesta o intervención que provenga de las instituciones dependientes del estado nacional? ¿Cómo no sentir el apremio de escudriñar entre los vestigios atávicos que depositan el sentido de lo comunal, hasta dar con las viejas trochas que marcan el horizonte de la emancipación? Luego de una historia blanqueada que arrastra siglos de traición, abandono y despojo, bajo el imperio de una ley que auspicia la refundación eterna del colonialismo, ni las más violentas detonaciones del extractivismo imperialista, ni siquiera la resonancia de la pandemia más omnipresente, logrará silenciar el latir histórico de un pueblo que resiste, aun partiendo de la desconfianza, en el tejido del verdadero valor de lo comunitario. Es el pueblo guajiro de Maicao



Maicao y el latir histórico de lo común

Jone Bilbao

https://ecuadortoday.media/2020/05/16/maicao-y-el-latir-historico-de-lo-comun/

¿Cómo no mirar con recelo a cualquier respuesta o intervención que provenga de las instituciones dependientes del estado nacional? ¿Cómo no sentir el apremio de escudriñar entre los vestigios atávicos que depositan el sentido de lo comunal, hasta dar con las viejas trochas que marcan el horizonte de la emancipación? Luego de una historia blanqueada que arrastra siglos de traición, abandono y despojo, bajo el imperio de una ley que auspicia la refundación eterna del colonialismo, ni las más violentas detonaciones del extractivismo imperialista, ni siquiera la resonancia de la pandemia más omnipresente, logrará silenciar el latir histórico de un pueblo que resiste, aun partiendo de la desconfianza, en el tejido del verdadero valor de lo comunitario. Es el pueblo guajiro de Maicao, el que persiste, hoy y siempre, en el afán de cambiar la dependencia que le venía por descontado por la interdependencia vecinal; el pueblo que izó la bandera de la digna indignación, que convierte el resentimiento en potencia de supervivencia a partir de la complementariedad; la que busca el equilibrio de la vida en medio de una tierra que, aún hoy, no alcanza a absorber los torrentes de sangre y fluidos de odio rojiazul que, impregnados de fanatismo, ceguera y sadismo baldío, se vertieron sobre su faz en nombre del amor por la patria.

 

 


Entre cantidad de contrasentidos y vacilaciones, de preocupaciones e iras amansadas por el pavor y la incertidumbre, y el palpitante presagio de que, en cualquier momento, puedan entrar en escena los dispositivos estatales de fuerza y control social, transitan lxs pobladorxs de Maicao, municipio ubicado al este de La Guajira, en Colombia, por entre los callejones abarrotados de colmenitas de waireñas, carretillas rebosantes de víveres y mototaxis que siguen faenando en plena hora punta. Vacilando entre las balanzas donde se disputan el dominio el hambre y la sed, la vida llegó a alcanzar semejantes cotas de resiliencia que ni el virus más mortífero e implacable es hoy ya capaz de trastocar el paisaje de cotidianeidad que reina en el Maicao del comercio y el rebusque, donde la gente ha hallado en la venta ambulante y, en ocasiones, también en el contrabando, un gran aliado para la supervivencia.

 

Duván, líder social guajiro, copartícipe de la Junta de Acción Comunal del barrio Luis Carlos Galán, se mira en el espejo panorámico de su Maicao natal, que pareciera haberse quedado suspendido en el tiempo; y le devuelve el reflejo de alguien que, a pesar de su palmaria juventud, no duda en que su agencia y razón de ser han de atravesar la esfera de lo estrictamente particular, de todo aquello que llama a unx a labrarse lo suyo sin descarrilarse de sus propósitos individuales, para rascar hasta lo más hondo de la potencia que mora en la remota posibilidad de que su pueblo alcance, un buen día, la buena costumbre del bienestar compartido y la paz social.

 

 

Lxs líderes como Duván, más o menos jóvenes, más o menos melladxs por la herencia de las injusticias que llevan selladas en sus cadenas de transmisión las consignas de raza y clase, tomaron en su propia mano el compromiso de revertir las funestas consecuencias del histórico abandono institucional; se encargaron humanamente de desafiar la ideología del despojo que ha pretendido condenar a todo un pueblo, expresamente en la coyuntura actual pero también en ese pasado que ve tú a saber dónde quedó (quizás pronto lo nombremos como “era pre-covid-19”), al destino único que impone en silencio la obediencia del mandato de la necropolítica. Los líderes en Colombia, en La Guajira, en Maicao, por vocación o por obligación o, quizás, por la pasión y el compromiso por la recuperación y defensa de lo comunal que emerge cuando el menester de los pueblos se hace insufrible, cuando ya comienzan a asomar con excesivo arrojo las costillas de la injusticia social, no han tomado vacación ni se han refugiado bajo el amparo del teletrabajo como típica consigna de la pandemia. Porque la necesidad, el hambre y la escasez hídrica tampoco descansa. Porque el teletrabajo, sencillamente, no existe en Maicao.


 

A los líderes acá, en Colombia, nos están asesinando pero, a pesar de ello, seguimos trabajando por la comunidad porque nos nace, nos gusta…

Duván, líder social, copartícipe de la Junta de Acción Comunal del barrio Luis Carlos Galán | La Guajira Colombia


 


En Maicao, que acarrea en su historial el record de haber visto desfilar, entre titulares y encargados, a ocho gobernadores por la pasarela de su administración en los últimos cuatro años; donde la crisis institucional desembocó en la intervención estatal forzada del agua, la salud y la educación desde 2017; el pueblo lucha contra la pandemia del Covid-19 sin disponer de agua constantemente en la tubería. “La red de tuberías del municipio no es potable y el servicio nos llega semanal, aunque hay veces en los que tenemos que esperar incluso dos o 3 días más después de cumplida la semana”, apunta Duván. “Tengo que estar atrás de la empresa que se encarga del abastecimiento del agua, Agua de la Península (empresa española), para que el servicio semanal llegue de manera eficiente, con presión y fuerza suficiente, a toda la comunidad”.

 

La escasez de agua, y un 80% de sus habitantes sumergidxs en la informalidad, se estrellan como piedra maciza sobre la cúpula opaca que cubre el sinsentido más doloroso, más mortífero jamás soportado por una comunidad de seres humanos. La desvergüenza y el dolor arrollado sobre un pueblo forzado a lamentar su sed sobrepasa todo límite, vedado ya incluso por la usual infamia hoy naturalizada ante un mundo inerte: las autoridades estatales y locales pretenden imponer a lxs guajirxs y maicaerxs el estricto cumplimiento de consignas como #QuédateEnCasa y #LávateLasManos, siguiendo con ahínco las pautas de la OMS, cual Pedro Sánchez en España o Jacinda Ardern en Nueva Zelanda. El alcalde de Maicao, en línea con las políticas de control social y la criminalización de la precaria subsistencia que se volvió tan natural en estos días desfigurados por el Covid-19, expide unos decretos que disponen medidas restrictivas que arrebatan cualquier posibilidad de sostén a sectores y gremios como comerciantes y ambulantes: “quien salga el día que no le corresponda, lo montan al camión y se lo lleva la policía, y le hacen el comparendo y de cuanta cosa”, lamenta Duván; es el caso del mototaxismo, uno de los oficios más estigmatizados en el país, que al vedársele el parrillero hombre, en tanto que debe limitar su actividad a tan sólo un día por semana –en base al número de pico y cédula, y pico y placa de las motos-, se queda atrapado en un circuito de trabas donde la oferta y demanda ni haciendo malabares alcanzarían a encontrarse   


Entrevista parte 1

Entrevista parte 2


(Ver las entrevistas en el texto original https://ecuadortoday.media/2020/05/16/maicao-y-el-latir-historico-de-lo-comun )

“Ójala el agua fuese gratuita pero imagínate que ni siquiera en plena pandemia lo es”, expresa Duván, con amargura, “traté de conversar con la empresa gestora del agua para hacerles saber nuestra posición, que el servicio no debe cobrarse porque el gobierno transó una disposición mediante la cual en estos meses de pandemia el pago de los servicios básicos deben aplazarse; sin embargo, por ahora la empresa hace caso omiso de nuestros reclamos y proponen un plan 36 que consiste en cancelar las facturas de este mes para perdonar la deuda a quienes deben de 800.000 pesos para arriba”.

 

Ante semejante escenario, la institucionalidad no puede traducirse en otra cosa que en pura abstracción. La informalidad es reflejo, fruto y germen de la inviabilidad y disfunción, además de la aberración, propias de una ley ajena y de una administración pública que asimila la lógica y marco de pensamiento de gobierno de la modernidad burguesa. Los subsidios y programas sociales como “Jóvenes en Acción”, “Familias en Acción” o “Ingreso Solidario”, no cubren ni siquiera a una cuarta parte de la población a la que se supone las mismas se destinan, en tanto la alcaldía espera que las empresas privadas entreguen su limosna a la gente precarizada y nadie sabe lo que pasó con el esperado plan local de ayuda humanitaria. Nada que revele con mayor claridad la inviabilidad de un modelo político, económico y social que necesita matar de hambre y guerra a inmensos grupos de personas a las que la historia les ha atribuido la pobreza, así como la raza y la imposibilidad de guardar esperanza, cual rasgo determinado por la ineludible biología.


 


Por el otro lado de la realidad, Duván y líderes y moradorxs del barrio Luis Carlos Galán, se arriesgan a una posible sanción o, peor aún, a un azote de represión ejemplarizante, so pena de perder un bien común que es, como todo lo de compartir, sagrado para la comunidad: han organizado una minga para podar los árboles que empiezan a afectar la funcionalidad y seguridad de las líneas de alta tensión que alimentan de luz a la barriada, y que fueron abandonadas desde hace rato por la empresa contratada para el mantenimiento del suministro energético del municipio.

 

“A los líderes acá, en Colombia, nos están asesinando pero, a pesar de ello, seguimos trabajando por la comunidad porque nos nace, nos gusta… yo, en lo personal, por mi compromiso por el bienestar del barrio, he dejado muchas cosas de lado, como la posibilidad de un trabajo remunerado, y he recibido muchas críticas por ello”. La confesión de Duván se integra, como una página más, en la cruda historia, en el inmutable devenir de lxs indígenas, negrxs, mujeres, campesinxs, disidentes, que tuvieron la osadía de trastocar los fundamentos del orden impuesto por la república de la eterna colonialidad. No siempre se precisó de la fuerza para hacerlo. No siempre hizo falta o, al menos, mereció la pena responder con piedras o con tiros y bombas. Hubo muchxs como Duván, y lxs hay y habrá, quienes multiplicarán, a través del acuerpamiento de la herencia comunitaria que nunca lxs abandonó del todo, las viejas –hoy reconsideradas y renovadas- veredas que permitirán a los pueblos caminar la vida desde la vincularidad y reciprocidad, a contracorriente de la muerte impuesta por la mina –El Cerrejón- que deja al pueblo morir de sed y contaminación, y el estado que deja al pueblo matarse por la guerra.

 

*La Junta de Acción Comunal del barrio Luis Carlos Galán se encuentra, actualmente, organizando una “Donatón”. Se trata de una iniciativa que nace en el contexto de la pandemia con el fin de recabar víveres y recursos económicos para poder adquirir y repartir los alimentos que hoy están faltando en la gran mayoría de las casas de este barrio de Maicao. Todas y todos podemos, ni que sea por medio de una pequeña donación, contribuir. Todas y todos somos hoy invitadxs por el pueblo organizado de Maicao a acompañarlxs en ese tránsito que vislumbra un horizonte de dignidad en comunidad.

 
 


Para contribuir contacta con la Junta de Acción Comunal

Junta de Acción Comunal barrio Luis Carlos Galán. Personería Jurídica N° 00822 de 1990



Sobre Jone Bilbao Lopez de Armentia

Comunicadora social especializada en cooperación internacional y educación emancipadora. Mi experiencia vital dedicada a la gestión de la comunicación en organizaciones sin fines de lucro siempre estuvo atravesada por el afán por comprender las perspectivas silenciadas y por las ganas de contribuir a la diversificación y democratización del espacio de la información y la comunicación, mediante la amplificación de voces disidentes, silenciadas y minorizadas.