La presencia del Presidente de la República, en el contexto de la pandemia, en el banderazo de los cuatro primeros tramos del llamado Tren Maya nos deja evidencias que confirman que, en efecto y en tiempo real, llueve truene o relampaguee el proyecto va. Sin embargo, con expresarse una línea de continuidad podemos encontrar que se trató de otra ritualidad. No la que desde el día de toma de posesión observamos en el Zócalo de la Ciudad de México, que se reprodujo en las diversas visitas a regiones indígenas como el caso de la península. Esta nueva ritualidad fue dirigida a las empresas responsables de cada uno de los cuatro tramos. En estricto sentido el mensaje presidencial a las empresas pudo ser motivo de una reunión de trabajo en la Ciudad de México.
Pedirles que cumplan, que no habrá prórrogas ni modificaciones presupuestales es propio del contrato que están firmando y la promesa de que se colocará una placa donde se señale que la empresa respectiva realizó la obra no parece ser un estímulo que los inversionistas estén buscando. La nueva ritualidad tuvo otros factores de contraste, si bien ligados a la pandemia, no parecen estar relacionados sólo con la sana distancia. Resulta que no existió ninguna intervención de un indígena maya de los que el año pasado supuestamente aprobaron el proyecto en la consulta simulada, tampoco de los invitados del gabinete hubo presencia de quienes le colocaron al gobierno el entramado, perdón, la simulación, para afirmar que el pueblo maya les dio su consentimiento. Los pueblos y sus comunidades no son esenciales, como lo son las actividades de construcción que se inician, no fueron siquiera referidos en sus discursos. Que en Quintana Roo asistieran los secretarios de Comunicaciones y Transportes y el de Turismo resultaba obligado. Que el titular de Defensa acudiera a las cuatro ceremonias de banderazo parece una señal y que en Palenque se le sumaran sus pares de Marina y el de Seguridad Pública ya perfila una lógica de seguridad nacional; y un mensaje nada subliminal para las comunidades que se oponen al megaproyecto y continúan organizándose y buscando amparo de la justicia federal.
No parece suficiente la afirmación, sin pruebas, de que no se afectará el ambiente y de que se crearán 80 mil empleos en estos cuatro tramos. Por cierto, no se habló de protocolos sanitarios para la ejecución de las obras, tampoco del respeto a los derechos laborales de quienes por necesidad acepten trabajar en esos tramos. Digo trabajar, pues todo indica que se trata de empleos temporales sin contrato ni derechos.
El discurso presidencial puso énfasis en el tren, pero el director de Fonatur reconoció que “no es sólo un tren, sino un proyecto integral. Los ‘polos de desarrollo’ o ‘comunidades sustentables’ son un modelo de planeación territorial distinta a Cancún. La mayor generación de plusvalía está en las estaciones. Se privilegiará a las estaciones cercanas a los aeropuertos y puertos marítimos. Estos proyectos serán financiados por capitales privados”. ¿Así o más claro?
Como sabemos, las comunidades mayas no se oponen sólo a unas vías y a un tren moderno. Justamente difundieron la semana pasada, de nueva cuenta con apoyo de numerosas organizaciones, y de activistas y académicos, los argumentos que han llevado a espacios judiciales y con los cuales han logrado hasta ahora tres suspensiones, una en Calakmul, otra en Palenque y una más en Campeche, así como la emisión de medidas cautelares por parte de la CNDH. La Asamblea de Defensores del Territorio Maya Múuch Xíinbal ha solicitado a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) medidas cautelares para proteger el acuífero subterráneo de la Península de Yucatán. Justamente el discurso maya difundido desde el confinamiento, es el polo opuesto al que se repite de manera oficial.
Romel González, del Consejo Regional e Indígena de Xpujil, declaró que Parece más una colonización moderna, siempre se utiliza el tema del desarrollo económico y el olvido. El tren no es las vías, es un proyecto en el que los enemigos antiguos del gobierno ahora resultan ser aliados, se vienen a avalar irregularidades ambientales y jurídicas
( La Jornada, 5/6/20). Y en otro comunicado: Los mayas no somos solamente campesinos o yucatecos, o pobres que necesitan empleos. Somos en primer lugar un pueblo originario, que tenemos derecho a tomar las decisiones en nuestro territorio, que queremos decidir nuestro propio futuro. Ha habido ya demasiado abuso contra nuestros pueblos y una gran devastación contra la Madre Tierra
. (Chuun T’aan, Maya de Yucatán, 1/6/20). El pronunciamiento encabezado por el colectivo Indignación concluyó que la actual administración dilapida una oportunidad histórica de hacer las cosas de manera distinta y generar condiciones adecuadas para llevar a cabo un diálogo intercultural
. Los pueblos ya anunciaron el texto de su placa para el Tren Maya.