¡Cambiemos! Las luchas de abajo no están consiguiendo detener los cambios que nos meten los de arriba.
Las batallas de abajo sólo obtuvieron el blindaje y reforzamiento de los estados. Estamos en el momento de cambio de la estrategia popular.
Jaime Yovanovic (ProfesorJ)
La resistencia del pueblo afro en Estados Unidos mostró una gran capacidad de acción y extensión a casi 200 ciudades de las más importantes del país tras el asesinato de un negro por estrangulamiento y ahogamiento mediante la rodilla de un policía que apretaba y apretaba, o sea que el deseo de matar pasó de ser una película o acto de obediencia debida a ser ahora un método normal de “combatir el enemigo”. Los Rambos están siendo modelados psicológicamente para defender a muerte el aparato del estado, que los dota de sofisticados sistemas que transforman a las tropas de la seguridad interna de diferentes tipos de drones, sistemas de cámaras de vigilancia y reconocimiento de rostros, armas de disuasión y neutralización, sistemas de soldados tipo robocop, cascos reforzados, granadas de diversos tipos de gases, aviones y helicópteros preparados para atacar multitudes, vehículos represivos y de comunicaciones. A ello se suman los medios que se encargan de promover imágenes que atraigan a la gente a la disciplina social y asocien a la delincuencia con los barrios y tipología de los pobres como las favelas en Brasil, las villas miseria en Argentina, las comunidades indígenas, los maras en Centroamérica y los barrios negros o latinos de Estados Unidos.
Las luchas sociales de Hong Kong han quedado inútiles ante la nueva legislación china que coartará libertades y acrecentará la militarización, Estados Unidos reclama que esta nueva legislación acaba con la autonomía de Hong Kong mientras los propios yanquis envían tropas a Colombia amenazando entrar a Venezuela para derrotar a la dictadura de Maduro pro Rusia, china, Turquía e Irán, e instalando una dictadura de derecha que le sea afín a los propios gringos.
La pugna de países a nivel mundial sigue mientras por pueblos están paralizados por la pandemia y las cuarentenas. Se están agarrando duro aquí en nuestro continente, en Europa, África, Oriente Medio y Asia para tomar nuevas posiciones frente a los dos grandes cambios que se están iniciando tras el embate contra la naturaleza que sigue con mayor vigor como demuestran los incendios en Bolivia, por poner sólo un ejemplo.
El primer gran cambio es el cambio en lo económico donde el neoliberalismo como fase superior del capitalismo venía tecnificando y computarizando los procesos productivos y administrativos que dieron como resultado lo que se llamó el proletariado precario o precariado. Las fábricas disminuían sus tamaños para alcanzar la robotización y el trabajo cibernético desde casa. Tomemos como ejemplo simple el uso de drones para trabajar en edificios de altura, limpiarlos y repararlos, o de los trabajadores portuarios que antes eran miles y miles por puerto y hoy son centenares. La tecnificación va a llegar a tal punto que el trabajo de los mineros muy pronto será sustituido por vehículos dirigidos a distancia orientados por sus propias cámaras y otras cámaras que se van instalando según el avance, tal como hoy los servicios de tránsito han prescindido de personal para dirigir los semáforos y observar las cámaras instaladas en postes. Las cajas automáticas y las vecinales están sustituyendo las filas bancarias y algunos gobiernos ya están utilizando las monedas virtuales.
La mano de obra que ha quedado cesante o las nuevas fuerzas laborales y familias completas, han tenido que instalar negocios en casa, proliferan los “trabajos” individuales, las masivas obras de construcción, vendedores callejeros. Cada vez aparecen nuevas competencias de nuevos competidores que alargan las filas de vendedores en las calles mientras por otro lado crecen las ofertas estatales de contratación de profesionales salidos de las universidades. Los profesionales van a parar a las áreas de control de población, deseosos de recibirse, contratarse y ganar su salario que les a permitir contra su casa o departamento, su auto y su esposa, o, e. Esa es la capa de privilegiados donde fluye y circula alegremente la izquierda moderna, la que dirige el gobierno en España o Venezuela, la que milita en el frente amplio y el partido comunista chileno que ha sabido reclutar y organizar jóvenes graduados como la diputada Camila Vallejos. Estos súper izquierdistas finalmente acaban como respetables miembros de la socialdemocracia y a más de uno hasta le han entregado título de nobleza.
En la actual crisis de la pandemia, que ha caído como anillo al dedo al capitalismo globalizado, esta tendencia se ha acentuado, el precariado que a veces trabajaba y a veces no, ahora no tiene nada, salvo una cajita miserable que cae del cielo (léase estado) que muchos aguantan a la espera de la efectivación de las promesas y vaticinios de los partidos políticos legales e ilegales que nos dicen que volveremos y venceremos, que es lo mismo que dicen los religiosos con otra canción “a pesar de los miles de muertos, dios está contigo” y llenan iglesias –cobrando el diezmo, por supuesto-
Eso de volveremos y venceremos además de ser una linda canción de amor, es un llamado a esperar y no hacer nada. Esperar es la consigna, todo será mejor, volveremos a ocupar las calles, como si los estados estuvieran quietos esperándonos.
Claro que no todo puede ser esperar, también hay que competirle al estado haciendo ollas comunes. Y corren las iglesias, ONGs, fundaciones y partidos a formar sus ollas comunes, igual como hicieron en dictadura, juntar gente para que después pueda gobernar la izquierda. Y todas esas ollas comunes metieron a la gente detrás de la Concertación, y el partido comunista corriendo detrás de ellos quebrando la unidad que había hecho con el partido socialista y el MIR, unidad de partidos que superaba enormemente a la vieja Unidad Popular y que se acabó con el nacimiento de la Nueva Mayoría donde el PC se asocia con el golpismo de la DC, y el MIR se divide en tendencias irreconciliables. Esos fueron los dos factores que acabaron con la gran unidad partidaria alcanzada y que ahora no puede volver y la tarea es la unidad del pueblo sin partidos y que los partidos buenos que hayan se sumen al pueblo y lo reconozcan como conducción.
El segundo cambio es el cambio en los estados, en los aparatos estatales para engañar, seducir, disciplinar y reprimir a la población:
Los estados están aprovechando la pandemia para mostrase como salvadores mediante su sistema de salud estatal que subordina a la salud privada, es decir en este terreno las burocracias de izquierda pueden competir con los empresarios del capital globalizado, además de compartir los beneficios extraídos estatalmente de la circulación monetaria-mercantil y de la destrucción de la madre tierra por parte de las empresas privadas y las públicas. Eso significa que las izquierdas que se definen anticapitalistas y aspiran a controlar el estado para acabar con el capitalismo a futuro, hoy día deben defender el capitalismo para obtener el dinero que necesita el estado.
Eso significa que para salvarnos, para salir del hoyo, debemos rendirnos al estado y aguantar sus porquerías hasta el fin del mundo cuando llegue el salvador como dicen los cristianos y como dice y hace Maduro el dictador de izquierda de Venezuela, país del que ya han escapado más cinco millones de gente del pueblo y seguirían escapando más si no hubiera sido por la pandemia.
La idea es ni pelearnos entre nosotros y diferencia a los que luchan por el estado y los que luchan por la liberación sin estado, como muchos pueblos ya están haciendo a nivel mundial.
Nos engañan diciendo que no luchan por el estado, sino por el gobierno y nos doran la píldora hablando de gobierno de trabajadores, y así nos hacen dudar en si es posible autogobernarnos localmente sin estado o tal vez mantenemos el estado sólo para cumplir unas pocas funciones y bien subordinado a la federación horizontal de barrios, poblaciones, comunidades autónomas y pueblos originarios.
Como sea, nuestro futuro y forma de organización no puede comenzar desde arriba hacia abajo, sino al verre, al revés. Algunos quieren diseñar en una nueva constitución un futuro estado, lo que es un grave error, pues primero debemos aprender a cambiar acá abajo y no seguir esperando el venceremos y la nueva forma de estructurar un estado desde arriba con 40 intelectuales que hablarán en nuestro nombre.
Para cambiar desde abajo empecemos por casa destituyendo la autoridad patriarcal del padre de familia y democratizando el núcleo del hogar con la mujer como eje y la distribución entre todos del ejercicio de las tareas domésticas. Los partidos no están ni ahí con esto, pues luchan por el estado que es una organización patriarcal, pero hoy es una necesidad para comenzar los cambios y no vayamos a parar en lo mismo. La situación hoy día es propicia para hacer esta revolución del hogar y del modo de vivir.
Luego podemos conversar con vecinos del barrio para aprender entre todos a administrar el barrio, llenar de huertas y agricultura urbana y prepararnos para hacer los municipiuos autónomos junto a otros barrios.
De este proceso hogar-barrio-municipio autónomo deben salir las ideas de una nueva constitución o pacto social, de esa manera evitamos que los astutos de los partidos del color que sea quieran convencernos que debemos salir a lucha contra algo sin tener claro que debemos luchar y defender a favor de la construcción de nuevas formas de vivir y el cambio civilizatorio que ya estamos haciendo, o sea, luchemos a favor de lo que estamos haciendo y no a favor de lo que queremos algún día. Luchemos en defensa de lo que hacemos y no en defensa de lo que queremos.
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