En Movimiento
La improbable renovación de las izquierdas institucionales
Raúl Zibechi
La oleada de manifestaciones de los últimos domingos en Brasil, exigiendo la salida del presidente Jair Bolsonaro, marcan una nueva etapa para los sectores populares organizados, que están saliendo de un extenso período de defensiva. La configuración social y política de estas movilizaciones muetra cambios profundos en la realidad del país.
Según todos los análisis y descripciones disponibles, las recientes manifestaciones contra el presidente son más numerosas que las de sus defensores, algo realmente inédito ya que Bolsonaro consigue movilizar grupos relativamente pequeños pero muy activos y agresivos. En algunas ciudades como Sao Paulo, el domingo 14 los bolsonaristas apenas consiguieron un centenar de personas en su convocatoria.
La segunda cuestión es que la mayoría de los movilizados en el campo popular contra el racismo y el fascismo, son jóvenes negros y, como señala un interesante análisis del sociólogo Rudá Ricci, en ciudades como Belo Horizonte asistieron además trabajadores de la limpieza urbana, de pequeños comercios como farmacias y panaderías, y habitantes de la periferia.
“Son jóvenes, salieron a la calle porque salen todos los días. Y continuarán saliendo. Enfrentan a la Policía Militar desde hace tiempo, en sus barrios, en las favelas, en los partidos de fútbol. Conocen esta violencia institucional desde niños”, destaca el sociólogo (https://bit.ly/2C9VI60). Debería agregarse que están saliendo muchas mujeres jóvenes, a la par de los varones.
La tercera cuestión es que las consignas son más radicales, muchas se esbozan por primera vez en las calles, visibilizando la cultura negra y popular de las periferias. La crítica radical al racismo va de la mano de la denuncia al autoritarismo del gobierno Bolsonaro. Atacan lo que consideran como “racismo estructural”, que arranca en la esclavitud y se perpetúa desde hace cinco siglos, y no se resuelve con “cuotas de color” para el ingreso a las universidades.
Enarbolan un antirracismo que es a la vez anticapitalista y, cuando aparecen las mujeres negras, anti-patriarcal. A mi modo de ver, este es un punto central de lo que viene sucediendo en Brasil, que representa un quiebre con el pasado inmediato, cuando el sector activo de la población negra se identificaba con el proyecto de Lula y del Partido de los Trabajadores (PT).
La cuarta cuestión es la decisiva. El sociólogo Ricci, que no es ni radical ni autonomista sino que fue activo militante del PT e investigador en el movimiento sindical, señala: “¿Qué pasa con la izquierda tradicional? ¿Cómo viene actuando?”. Se responde: “Con cobardía extrema. Se trata de una izquierda desconectada del mundo real, enfocada en los valores de la época del lulismo”.
En efecto, en las manifestaciones participaron de forma destacada las hinchadas organizadas de los equipos de fútbol agrupadas en la asociación ANATORG (https://anatorg.com.br) y el grupo Somos Democracia, además del Frente Povo Sem Medo, el MTST (Movimiento de Trabajadores sin Hogar) y el CMP (Central de Movimientos Populares), todos identificables como izquierda radical.
Están irrumpiendo también nuevas organizaciones de abajo, como el Frente de Movilización de la Maré, el mayor complejo de favelas de Rio de Janeiro con 120 mil habitantes en 16 barrios, creado por comunicadores populares jóvenes al comienzo de la pandemia (https://bit.ly/3d5xFC2).
La izquierda institucional desertó de las calles por pequeños cálculos electorales, a la que la población negra organizada denomina “izquierda blanca de clase media”, llegando en algunas ciudades como Belém a llamar a no acompañar las manifestaciones. Una izquierda que se limita a hacer “un juego estético” de peticiones online por whatsap, con poca o ninguna práctica incisiva en el mundo real.
Las dos conclusiones más importantes del breve análisis de Ricci, quien participó en las decisivas jornadas de Junio 2013, abordan tanto el repliegue de esa izquierda como la renovación en marcha. Los cinco partidos de izquierda (PT, PCdoB, PSB, PSOL y PDT), cuentan con una quinta parte de los concejales y alcaldes de Brasil, lo que define como “un ejército político”. De ahí procede su temor y su cobardía, como atestigua la historia mundialde la izquierda, cuando se la traga el juego institucional.
Por eso, la renovación de las izquierda vendrá de abajo y, aunque no hay nada seguro, serán personas y colectivas“más curtidas por la vida, menos clase media, menos blancas y menos masculinas”.