Nicole Kramm: autocuidado y organización en Chile
Por Alana Rodriguez y Nicole Martin para Revista Colibrí
LaTinta
Nicole Kramm es fotógrafa documental, realizadora audiovisual, activista vegana y vocera en Derechos Humanos de la Campaña #8M de Chile. El 31 de diciembre de 2019, mientras filmaba un documental, recibió un balín que le quitó la visión del ojo izquierdo. A partir de ese momento, pasó al otro lado de su cámara, que se ocupaba de acompañar y retratar la lucha de las víctimas de trauma ocular de la represión.
A algunos meses del estallido social chileno de octubre, se contabilizan más de 3.800 heridos en protestas, 1.200 denuncias por violencia sexual y tortura por parte de las fuerzas de seguridad y más de 11.000 detenidos. Para elles, la consigna es reclamar su libertad o prisión domiciliaria, ya que el contagio de COVID-19 empezó a propagarse en las cárceles del país. Además, según la Coordinadora de Víctimas de Trauma Ocular, de la que Nicole es parte, hay 460 personas con traumas oculares por impactos de balines y bombas lacrimógenas en medio de la represión.
“En las noches de los primeros toques de queda yo me di cuenta de ésta que es una generación completamente distinta. Porque mis padres tienen un miedo muy grande a la dictadura de Pinochet, entonces ellos no salían y me pedían a mí que no saliera y yo era como ‘no, yo voy a salir a la calle’. Y cuando salía eran todos jóvenes y a nadie le daba miedo. O sea para nuestros padres el pensar en un militar en la calle era símbolo de tortura de asesinato, nosotros como nos criamos como la tercera generación después de la dictadura, era como ‘no, vamos, vamos a la calle, veamos qué pasa’“.
—¿Cómo se está viviendo el aislamiento en Chile? ¿Cómo fue la transición del contexto de estado de sitio y toque de queda al aislamiento por la pandemia?
—Hoy en día comienza la cuarentena obligatoria acá en mi sector -en Santiago de Chile-, ya hay muchas personas contagiadas, hubo un brote de coronavirus así que desde hoy a las diez de la noche ya no puedo salir, por lo menos por catorce días.
Antes la cuarentena era voluntaria, nunca habían decretado el aislamiento total aquí en Santiago. Porque era por comuna y se iba poniendo cuarentena cuando había un infectado. Nosotres creemos que son muchas más de lo que nos da la cifra oficial. Es un número entre comillas que tira el gobierno pero seguro son muchas y muchos más.
—Vos estuviste trabajando en un reportaje en Santiago, sobre el coronavirus…
—Estoy haciendo una serie fotográfica del coronavirus que consta de calle, de hospitales, de metro, de pacientes con coronavirus y personal médico que los atiende. Estoy en la realización, produciéndola y ya tengo bastante material pero ahora voy a ver como voy a hacer con la cuarentena.
Por ahora sólo estoy haciendo foto por el tema de coronavirus. Quería hacer un cortometraje pero el hospital no me autorizó.
—Me imagino que la consigna también debe ser pedir por la liberación de los presos…
—Por lo menos ahora debe haber 2.500, 3.000 presos y presas que son del estallido social y que no han liberado aún. Está la Coordinadora por la libertad de los presxs políticxs 18 de octubre que es la encargada de mover las redes, de difundir el estado de los presos de recolectar ayuda, comida. La mayoría son chicos jóvenes que iban a las marchas.
Muchos son montaje también. Si tú ibas a una marcha y te agarraban los pacos en la esquina, seguramente te agarraban por porte de molotov o algo así. Es una técnica que lo han hecho desde el 73… Entonces muchos presos y presas están con total vulnerabilidad con el tema del coronavirus por eso se esta pidiendo de que ellos puedan ser recluidos en las casas, con prisión completa pero en la casa. Eso es lo que se está pidiendo, por lo menos ahora que está complejo el tema del coronavirus.
—En cierta forma, fue mejor que se decretara la cuarentena obligatoria.
—En algunas comunas ha empezado desde mucho antes. Muchas comunas ya tenía uno o dos infectados y se sabía que esto iba a avanzar muy rápido, hay una negligencia total en ese sentido porque obviamente la mano obrera está en los barrios bajos, las comunas periféricas y no dieron la cuarentena. Esa gente toda trabaja en el sector alto y en el barrio alto y ellos son los que concentraban el 80% de los contagiados y contagiadas. Dijeron que no, que iba a ser una cuarentena parcial, que iban a dar cuarentena por zona y eso como consecuencia trajo el contagio masivo de gente.
Por ejemplo, acá había un contagiado hace un mes y todo el mundo trabaja en el barrio alto. Así que rabiamos lo que se venía… Ahora ya hay 150 casos y recién ahora dan la cuarentena obligatoria. Porque ya hay muertos, mucha gente infectada y ya hay un problema. Sólo por eso. Pero obviamente el país no quiere paralizada la economía, osea va a privilegiar el seguir trabajando antes que la vida.
—Aparte esto fue justamente después del estallido social. El estado de sitio y el toque de queda, ¿como fue para ustedes ese salto del estado de sitio y el toque de queda ahora que también tienen que estar en aislamiento por la pandemia?
—Fue súper fuerte porque, por ejemplo, a una le han contado algunas cosas de cómo era la dictadura en el 73, pero lo tenía como algo muy lejano, como algo que no iba a pasar, entonces que de pronto hubiera un estallido social y salieran militares a la calle y agredieran a la gente… asesinaron a personas, la gente del Estado violaron a mujeres, hombres. Fue súper fuerte revivir esto, como preguntarse, ¿esto está pasando realmente?
En las noches de los primeros toques de queda, yo me di cuenta de que era una generación completamente distinta. Porque mis padres tienen un miedo muy grande de la dictadura de Pinochet, entonces ellos no salían y me pedían a mí que no saliera y yo era como “no, yo voy a salir a la calle”. Y cuando salía eran todos jóvenes y a nadie le daba miedo. Osea para nuestros padres el pensar en un militar en la calle era símbolo de tortura de asesinato, nosotros como nos criamos como la tercera generación después de la dictadura, era como “no, vamos, vamos a la calle, veamos qué pasa”.
Yo fui a muchas barricadas donde la gente se organizaba y bueno si venían los militares todos corrían, era una cosa muy fuerte, la gente muy empoderada, no tenían miedo, fue un fenómeno muy destacado y muy diferente a los años 70. Igual cuando se bajó todo esto, nosotres siempre pensamos que podría volver, a mí no me extrañó, no me extrañaba que hagan sacar a los militares a la calle. Porque siempre, en su discurso, fue una opción.
Traer a los militares a la calle era algo que podía pasar, nosotres ya pensábamos que iba a pasar. Con el tema del coronavirus fue perfecto. Todos sabían lo que venía, se venía el estallido social 2.0, la gente ya esperaba que el 8M, en el día de la mujer, 2.000.000 de personas iban a salir. Y esperábamos que salgan con algo del coronavirus antes.
El 2 de marzo justamente dijeron que había coronavirus, que iba a empezar la cuarentena y ya. Pero mucha gente no creía en este virus, pensaban que era algo que inventaron los poderosos para desarticular movimientos, entonces muchos no creían en lo peligroso que podría ser. Se creía que era un simple resfriado y que entonces sigamos en las calles. Luego nos dimos cuenta de que era más grave por ver prensa de Europa, de Italia, Francia, España.
Y ahí recién la gente se dio cuenta que era un problema. Es como ya, paremos, porque tenemos que estar sanas y sanos para volver a la calle. Eso fue en la tercera semana o la cuarta de marzo en la que nos dimos cuenta de la gravedad real. Pero durante marzo hubieron manifestaciones, la gente salía a la calle sin mascarillas.
—Fue increíble ver a la gente movilizándose en la calle el año pasado en Chile. En Argentina veíamos las noticias y nos parecía una cosa impresionante. Con mucha fuerza ¿no? El tener a la policía en la calle y una represión muy sistemática hizo también que haya un montón de herides, hubieron más de 3.600 y más de 460 heridos oculares confirmades y vos hiciste un trabajo puntualmente de eso, también te hirieron en el ojo.
¿Cómo fue para vos ese trabajo? Pasaste de estar entrevistando personas que habían sufrido las agresiones de carabineros a ser víctima también y empezar a trabajar con familias, ¿fue sanador en alguna forma?
—Fueron más, más, más que esos números…
Fue súper impactante por decirlo de alguna forma porque de estar de la mano de la entrevistadora, pasé a ser la entrevistada. Yo soy activista más que fotógrafa y organizadora. Conocía a esta Coordinadora de víctimas de trauma ocular porque había ido a entrevistar a la vocera, que es madre de un chico menor de edad que fue cegado en uno de sus ojos, entonces participé en una de sus manifestaciones que fue en la moneda y uno de mis amigos también recibió gas lacrimógeno en uno de sus ojos.
Yo estuve en la unidad de trauma ocular del Hospital Salvador que es el lugar donde se atienden las 460 personas agredidas por carabineros y ya conocía la dinámica del lugar. Pero nunca me imaginé que me iba a pasar a mí, yo lo veía todo el tiempo como una empatía muy grande, para mí era un tema importante.
Estuve el día de que pasó lo de Gustavo Gatica que quedó ciego. Fuimos a la clínica donde lo estaban atendiendo, luego cuando lo operaron, el día que anunciaron que había quedado ciego estábamos afuera de la clínica. Y los pacos estaban reprimiendo, fue algo súper fuerte. De hecho organizamos unas acciones colectiva con fotógrafas y realizadoras audiovisuales que se llama comunicadores a la calle en donde marchamos con nuestras cámaras y con los ojos vendados de sangre como sangre falsa.
Esa acción la organicé ante la rabia de ver que dejaron ciego a Gustavo Gatica. Y de ver que esta técnica de apuntar a la cara era sistemática entonces era una impotencia ver a los chicos y a las chicas heridas una tras otra.
Recuerdo que estaba en una marcha y era ver a demasiados heridos y decir “estamos perdiendo”, era una batalla y estábamos perdiendo, entonces era una desesperanza y una impotencia muy grande, se hicieron varias performances, siempre estuve trabajando y haciendo cosas y luego el 31 de diciembre estuve tres días en el funeral de un chico que murió en las manifestaciones.
Fue súper fuerte, porque estar en el velorio, fueron los de la primera línea con su escudo, estuvo la prensa y de pronto cayeron los pacos. Estábamos en el cementerio saliendo y llegan ellos a reprimir. Un velorio, o sea. Era como ya basta, no pueden respetar ni siquiera este espacio que está la familia despidiendo a un ser querido.
El plan era juntarnos en año nuevo en la Plaza Dignidad, entonces nos juntamos en Santa Lucía que eran como 15 minutos caminando, nos juntamos con las cámaras y micrófonos e igual sentíamos mucha alegría, esto va a ser totalmente diferente a todo lo que hemos visto, era algo muy simbólico el reunirse ahí porque es un punto neurálgico de la manifestación y la lucha por la dignidad.
Nosotros sabíamos que estaban haciendo almuerzos colectivos, estábamos todos y todas concentradas solidarizándonos, cocinando, era muy bonito lo que estaba pasando, lo estábamos viendo por las redes y luego de comer nos íbamos para allá y a esa hora no había manifestaciones no había nada, solamente iba gente caminando al lugar a la plaza dignidad.
Pero nunca llegamos, pasamos por un monumento de carabineros y ahí de verdad que fue cero reacción porque vi que estaban tirando con ondas, con estas resorteras y alguien dijo que estaban disparando. Juro que estaba en estado de alerta y me llegó, pá, directo a la cara, porque disparan directo a la cara, no era la primera vez, se habían reportado más de cien casos de personas que habían sido directamente disparadas del cuerpo a la cara. Fue súper fuerte pasar de ser la persona que le da voz a estas víctimas y entonces, de repente, te conviertes en una.
—Me imagino. Y la verdad que es súper valiente el rol que vos ocupaste en ese entonces porque sabemos que la policía, los carabineros tiene una saña con los trabajadores de la comunicación porque justamente lo que quieren es que no se difundan las cosas que suceden. Entonces, es y siempre fue una profesión riesgosa, ¿cómo fue que vos dijiste quiero pararme desde acá y quiero tomar este rol?
—Una no piensa que le puede pasar algo, siempre lo ves desde muy lejano. Claro yo desde muy chica, estaba metida en todo el tema político. Siempre fui activista porque soy antiespecista, soy vegana, entonces siempre hicimos manifestaciones antiespecistas o liberación por los presos políticos mapuches.
Siempre estaba en esa onda pero no hacía fotos, no era comunicadora. Y en base a esa necesidad de denunciar, comunicar y registrar, empecé a hacer fotografía, fue a la fuerza porque vi la denuncia y quería que ese letrero este en redes sociales, le sacaba una foto y la subía. Bajo esa premisa nació la profesión. De la necesidad de expresarme, de tirar el rollo político.
Y obviamente en el 2014, yo decidí dedicarme a esto, me compré una cámara. No era una gran cámara, pero me decidí a estudiar fotoperiodismo y cine documental a la misma vez. Me di cuenta de que era lo que me gustaba y fue como tengo que hacerlo, osea, nunca voy a ser feliz si no lo hago. Era una convicción muy grande y desde ahí comencé y nunca paré.
Toda la vida viví en San Ramón que es una comuna periférica, una comuna pequeña de escasos recursos, nunca tuve lujos ni nada, mi familia es obrera entonces siempre vi la carencia en la casa, osea una sabe cómo es la vida, que es difícil, que es dura, tuve que trabajar desde muy chica porque mis papás no podían pagarme las cosas.
Me parecía muy injusto porque la desigualdad en Chile es muy grande, y vas tomando una postura política, te vas interiorizando, y así partió, en base a la desigualdad.
—Vos decías que te fuiste metiendo a lo audiovisual utilizando el teléfono y que muchas personas también fueron documentando con sus teléfonos, ¿considerás que esto fue un punto a favor?
—Ese fue el punto a favor de la globalización, por el tema de la tecnología. Porque a diferencia de la dictadura, la gente no tenía redes sociales, celulares, no tenían computadores y si tú desaparecías, nadie se enteraba. Si te torturaban, nadie sabía. Era muy complejo. Ahora los carabineros se vieron completamente sobrepasados porque toda acción que hacían la gente los estaba grabando. si no violaron más, si no mataron más, fue por todas las cámaras que tenían encima.
Todo el tiempo te vas dando cuenta del rol que tiene la comunicación. Era importantísimo, gente dejó de ver televisión, se informaban solamente por Instagram y Facebook, redes sociales. Era súper grande. Obviamente hay temas que son para largo, el tema de las fake news, noticias que se difundieron que no eran, pero uno tiene ciertos criterios. Obviamente no te vas a sumar a eso, pero los carabineros actúan con total impunidad y son súper sádicos así que imagínate si no tuvieran a la prensa y a las cámaras todo el tiempo encima. Hubiera sido una masacre social.
—¿En el momento se generaron debates sobre la comunicación, sobre cómo comunicar lo que estaba pasando? ¿se crearon vínculos cooperativos para trabajar en cuanto a la comunicación?
—Fue súper complejo también porque, si bien todos estaban documentando, la prensa hegemónica y oficial tenía un discurso súper fascista. Como sabemos, como trabajan a favor de la gente que tiene poder en este país, entonces solamente se mostraban saqueos, solamente se mostraban disturbios pero no se mostraron que se quemaron, no se mostraron a la personas que murieron, no mostraron cuando disparaban.
Hubo un cerco comunicacional increíble. Fue asqueroso, la primera semana yo me acuerdo que con una amiga colega fue como “loco, acaba de morir una persona quemada anoche y los medios están hablando de que saquearon el supermercado”. Era increíble el tipo de articulación mafiosa que tenían los medios.
Pero claro, es cosa de ver quiénes son los dueños de esos medios. Entonces todos y todas tomamos la determinación de subir este material y hacerlo inmediatamente viral, entonces era “Voy a una manifestación, hay heridos, hay heridas, voy a casa y subo”, esa era la dinámica, no era como que “Voy a ver si alguien me quiere comprar esto” ¡Para nada! A nadie le importaba eso, era totalmente una decisión política, era difundir para que se sepa lo que está pasando en Chile y era complejo porque el rol de la prensa de la contrainformación fue súper poderoso y subió un montón, toda la prensa se empezó a informar por la prensa independiente y también por los que andábamos solos y solas.
Me sorprendió, no pensé que iba a pasar tan así. La gente no tenía confianza en el Estado. Fue muy loco. Y sí, nos empezamos a coordinar entre nosotres, empezamos a crear WhatsApp de apoyo para avisar y que sepamos donde está cada una, porque era la única forma de resguardarnos y cuidarnos. Se crearon muchos WhatsApp de fotógrafas, audiovisuales, de periodistas, para saber dónde estábamos o para avisarnos los movimientos y la información que circulaba.
Mandábamos la ubicación actual por una hora para que los demás puedan ver que llegabas. También empezaron con el tema de los secuestros, estas detenciones ilegales que hacían desde autos sin patente que eran de civiles, de carabineros y de militares, entonces daba miedo de que, claro, estuviste bien, te salvaste de la manifestación, pero no sabías si te agarraba un auto cuando te ibas a tu casa o te iban siguiendo autos. Eso pasó y eso jamás salió en medios oficiales.
Todos sabíamos que trabajaba este tipo de prensa, así que nosotres al final, nos articulábamos y nos movíamos con estas herramientas. Fue completamente espontáneo, hicimos redes de apoyo entre mujeres porque sabíamos que estábamos más propensas y vulnerables a ser atacadas, entonces también creamos este grupo de fotógrafas a la calle, cooperativas de fotógrafas que yo ya participaba ahí y que hacíamos listas de quienes habían llegado y quienes faltaban. Eso se hacía todos los días.
—El rol del feminismo también fue muy importante en este momento, la intervención de “El violador eres tú” a partir de que hubo más de 1.200 denuncias de torturas y esa consigna que repercutió en todo el mundo, ¿cómo se sintió que haya nacido ahí y que haya llegado a distintos países?
—Fue sorprendente el tipo de masividad que tuvo. Pero era muy entendible, a todas nos había pasado alguna vez, todas hemos sufrido violencia psicológica y física de parte de algún hombre. Entonces es un tema transversal y que le llega a todas las mujeres del mundo. Era un tema pegajoso y que estaba basado en un himno policial, una canción de carabineros de Chile, que la modificaron con contenido político sobre el abuso sexual.
Entonces, claro, todo fue como un vacío que estaba y de repente llegó esta canción y todo el mundo la tomó y la hizo suya, porque a todas nos llegaba. También fue raro porque, por ejemplo, las autoridades no podían hacer nada porque era un baile. Era para ellos un baile y no podían llevar a las 10 que hacían ese baile, pero después se convirtieron en 100, después mil, después 100.000 y después el mundo entero. Me acuerdo que varias veces se hizo esta performance frente a las comisarías y estaban así como wow, con una cara de impotencia porque no podían hacer nada.
—Acá se hizo también y fue muy fuerte la verdad. Vos sos vocera del comité de DD.HH. del 8M, ¿cómo es esa experiencia?
—Sí, estamos trabajando de hecho ya mañana hay una gran convocatoria por el 1 de mayo, el día de las trabajadoras, así que contenta, fue una experiencia muy contenedora. Fue en un momento de mi vida muy difícil en donde de pronto llegan estas chicas en masa a decir “estamos con vos, no estás sola, te vamos a apoyar, queremos que trabajes con nosotras”. Queremos activismo y que luchemos por un mundo nuevo por el que todas nos movemos en realidad, todas nos movemos por el cambio, por tener esta dignidad, porque no nos sigan atropellando, que no se sigan riendo de nosotras en nuestras caras.
Ya no queremos violencia patriarcal, ya no queremos mas humillaciones, ya no queremos más desigualdad ya no nos callamos más, como dice la frase. Ya fuimos sumisas muchas décadas, esta generación llegó para cambiarlo todo. Hay que resetearlo todo. Entonces la Coordinadora fue un apoyo incondicional, fue súper bonito. También esto de hablar en masividad, hablar al público, dar conferencia o estar en un punto de prensa es algo totalmente nuevo porque para una realizadora que está detrás de la cámara es muy difícil expresarse, poder articular delante de un lente, es muy difícil, a mí me costo un montón.
Al Jazeera, que es donde colaboro, quieren hacer un documental de mi historia, entonces me dijeron: “¿Te grabarías todo lo que haces durante dos semanas?”, y a mí me da mucha vergüenza porque no estoy acostumbrada, hago cámara. Entonces les dije: “Voy a ver, si me sale, me sale, si no, no”.
Empecé a grabar cuando me aplicaba los medicamentos, cuando iba al hospital, cuando estaba con la coordinadora 8M. Fue todo un proceso pero bien, fue difícil porque verse siempre en cámara es complejo, difícil, pero dije ya, me pasó esto, quedo ciega del ojo izquierdo, si ahora tengo la fuerza voy a hablar, lo voy a hacer. También me contenía y me ayudaba para superar mis miedos o para visibilizar los crímenes de lesa humanidad que hubieron y fue algo muy importante. Lo es.
—Vi que en un posteo escribiste sobre la intención de carabineros y de la fuerza policial al herir a las personas para que no salgan a la calle, para que se queden con miedo, y que vos decidiste seguir trabajando, documentando, fotografiando…
—Fue un proceso doloroso, el primer mes fue horrible, yo lloraba y me cuestionaba por qué a mí, si yo trabajo con la vista, por qué me tiene que pasar a mí… y luego hubo un quiebre. Porque claro, yo ya había visto historias de dictaduras, había leído libros de mujeres que habían sido torturadas, entonces es claro que lo que buscan netamente es desarticularte políticamente, psicológicamente, anularte, quebrarte, que tú te quedes en tu casa el resto de tu vida.
Pero no, yo no lo voy a hacer, yo me voy a recuperar y voy a volver. Yo no voy a permitir que estos tipos lo logren. Ahora tendré dolor físico, pena, voy a tener que aprender de nuevo a hacer cámara, voy a tomar toda la ayuda que pueda, pero voy a volver. Fueron dos semanas triste y después “me tengo que recuperar, me tengo que recuperar, me tengo que recuperar”, así que fue tratando de tomar fuerzas de todos lados.
Yo siempre he estado en la calle, en la pola, nunca me vi sola porque la gente se enteró de cómo estaba y la gente me preguntaba cómo estaba, te vamos a ayudar, qué necesitas, amigos me fueron a ver, me llevaban medicamentos, me ayudaban a ir al hospital. Me sentí siempre apoyada, estaba super contenida, con mucho amor, con mucho cariño y no era por lástima, era por “Esta loca se tiene que recuperar porque tiene que volver”, era eso.
—¿Hay algo que le quieras decir a las personas que nos están escuchando, a las compañeras feministas?
—A todas y a todos que gracias por escucharnos, por darnos este espacio tan valioso también en estos tiempos de aislamiento social, que es difícil a veces también. Pasan muchas cosas con nuestras cabezas, estamos a full planteando, replanteando y reformulando todo. Esto es un respiro, una pausa para replantearse las cosas, pero ahora tenemos que plantear soluciones y tenemos que seguir la lucha. Esto es solamente una pausa, tomemos esto como un tiempo de reflexión para volver a trabajar con más fuerza y a seguir el activismo porque falta mucho por hacer.
Hemos visto el nivel de violencia que sufrimos antes de la cuarentena y con la cuarentena explotó, entonces una piensa que vamos avanzando. Pero mientras más se empodera la mujer, también al hombre más rabia le da y no quiere soltar, pero bueno, es un pensamiento ya arcaico que va a ir cambiando. La juventud tiene otra concepción ya de la vida, está cambiando, yo tengo mucha esperanza de que esto se vaya erradicando cada vez con más fuerza. Tenemos que seguir luchando por los femicidios, por las compañeras que están ahí, dando la cara, dando el cuerpo y resistiendo, porque no todas tenemos la voz de levantarnos y lanzarnos contra esta violencia, así que a apoyarnos entre todas y generar más redes y espacios de lucha.
Podés seguir a Nicole Kramm para ver sus trabajos en su Instagram.
*Por Alana Rodriguez y Nicole Martin para Revista Colibrí.