Del urbanismo a la autogestión: Una historia possible delmovimiento de okupación en España
RAMÓN ADELL ARGILÉS
JAVIER ALCALDE VILLACAMPA
JAUME ASENS LLODRÀ
ROBERT GONZÁLEZ GARCÍA
VIRGINIA GUTIÉRREZ BARBARRUSA
TOMÁS HERREROS SALA
MARTA LLOBET ESTANY
MARINA MARINAS SÁNCHEZ
MIGUEL MARTÍNEZ LÓPEZ
HANS PRUIJT
GUSTAVO ROIG DOMÍNGUEZ
TOMÁS RODRÍGUEZ-VILLASANTE
IGOR SÁDABA RODRÍGUEZ
Ramón Adell Argilés (coord.)
Miguel Martínez López (coord.)
EL MOVIMIENTO OKUPA: PRÁCTICAS Y CONTEXTOS SOCIALES
ÍNDICE
PRÓLOGO: PAN-TOPÍAS PARA OKUPAS 11
Tomás Rodríguez-Villasante
INTRODUCCIÓN 21
Ramón Adell Argilés y Miguel Martínez López
- OKUPAR EN EUROPA 35
Hans Pruijt
¿Qué es okupar? 35
La okupación debida a la pobreza 37
Okupación como estrategia alternativa de alojamiento 41
Okupación empresarial: centros sociales, espacios liberados, lugares para
la creatividad 48
La okupación conservacionista 51
La okupación política 52
El repertorio de defensa 55
Buscando un hueco para la okupación: oportunidades 57
Encontrar un hueco para la okupación: estrategias 58
- DEL URBANISMO A LA AUTOGESTIÓN: UNA HISTORIA POSIBLE
DEL MOVIMIENTO DE OKUPACIÓN EN ESPAÑA 61
Miguel Martínez López
Áreas metropolitanas en expansión y espacios sociales
ingobernables 63
Reescribir las crono(eu)topías de las okupaciones 69
De la autogestión doméstica a la subversión urbana 75
Un urbanismo que enmarca al movimiento, una práctica de autogestión
que desborda al urbanismo 86
- MANI-FIESTA-ACCIÓN: LA CONTESTACIÓN OKUPA EN LA CALLE
(MADRID, 1985-2002) 89
Ramón Adell Argilés
La presión sociopolítica en la calle: indicadores 89
El espacio horizontal de la protesta: área alternativa, okupas
y otros 91
Ritualización de la protesta: repertorios de acción y creatividad
social 94
Movimiento okupa: volumen de la movilización y análisis
diacrónico (Madrid, 1985-2002) 101
Visibilidad del movimiento y discursos propios 105
La contestación okupa en la calle 108
- OKUPACIÓN Y MOVIMIENTO VECINAL 115
Virginia Gutiérrez Barbarrusa
Prácticas y legitimidad de la okupación en el movimiento
ciudadano 115
Crisis y recomposición en el movimiento vecinal 119
Encuentros y desencuentros entre el movimiento vecinal y el movimiento
de okupación: algunos ejemplos del municipio de Madrid 124
- MOVIMIENTO DE LAS OKUPACIONES Y MOVIMIENTOS SOCIALES:
ELEMENTOS DE ANÁLISIS PARA EL CASO DE CATALUÑA 129
Tomás Herreros Sala
Propuesta de análisis 130
Los movimientos sociales en el contexto postransicional 133
La aparición y el desarrollo del movimiento de las okupaciones 137
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Influencia posterior en la dinamización de los movimientos sociales
(1999-2003) 140
La aportación del movimiento de las okupaciones al conjunto
de los movimientos sociales 148
- LA OKUPACIÓN Y LAS POLÍTICAS PÚBLICAS: NEGOCIACIÓN, LEGALIZACIÓN Y GESTIÓN LOCAL DEL CONFLICTO URBANO 151
Robert González García
Modelos de impacto de los movimientos sociales en las políticas
públicas 152
El movimiento de okupación y las políticas de vivienda, juventud
y de seguridad y orden público 154
Las negociaciones políticas por la “legalización” de los Centros Sociales
Okupados 165
Un impacto real pero limitado, ¿una negociación imposible? 174
7.CONTRACULTURA, CREATIVIDAD Y REDES SOCIALES EN EL MOVIMIENTO
OKUPA 179
Marta Llobet Estany
La okupación, una kontrakultura en construcción 181
La creatividad social: un nuevo paradigma de transformación
y de re-significación 185
Ejes explicativos para re-significar la creatividad de la okupación 190
- DERRIBANDO LOS MUROS DEL GÉNERO: MUJER Y OKUPACIÓN 205
Marina Marinas Sánchez
Mujer y control social 205
La excepcionalidad de la “mujer okupa” 207
El precio de la huida 208
Las nuevas formas de personalidad femenina 209
Mujeres en la ciudad: una multitud invisible 212
Mujeres urbanistas 216
Jaque al patriarcado 218
La Eskalera Karakola 220
Redes, rizomas y bucles: una okupación feminista
del ciber-espacio 223
Mujeres en Red 224
- LA BATALLA DE LOS MEDIOS: LA DEFINICIÓN DE LA PROBLEMÁTICA OKUPA EN LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN DE MASAS 227
Javier Alcalde Villacampa
La imagen pública de los Movimientos Sociales en los medios de
comunicación 227
El análisis de noticias de prensa 230
El movimiento de okupación en el Estado español 232
La evolución de la cobertura informativa del movimiento de okupación 233
La configuración mediática de la identidad pública del MOK 237
Recapitulación 260
- EL MOVIMIENTO DE OKUPACIÓN ANTE LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS:
OKUPAS EN LAS REDES 267
Igor Sádaba Rodríguez y Gustavo Roig Domínguez
La comunicación como parte de la acción colectiva 267
Historias de okupas y de redes: ubicando la okupación y la telemática en
su contexto histórico 269
Acercamiento empírico: un breve vistazo al mundo telemático de
la okupación 271
De “okupas” a “hackers”: reconversión y puentes entre movimientos.
De los centros sociales a los Hackmeetings y Hacklabs 276
El CSO El Laboratorio, un caso de referencia obligada 279
Casa Encantada: un nuevo modelo de interés 282
Virtudes y vicios de la comunicación telemática en los movimientos
sociales 283
- LA REPRESIÓN AL “MOVIMIENTO DE LAS OKUPACIONES”: DEL APARATO POLICIAL A LOS MASS MEDIA
Jaume Asens LLodrà
La represión legal al movimiento okupa 294
El aparato policial frente a la protesta okupa 303
El aparato policial y los mass media 310
PRÓLOGO
PAN-TOPÍAS PARA OKUPAS
TOMÁS R. VILLASANTE
DE CADA CUAL SEGÚN SUS CAPACIDADES,
A CADA CUAL SEGÚN SUS NECESIDADES.
En primer lugar quiero felicitar a los autores, y me siento feliz porque haya quie-
nes se ocupen de escribir un libro sobre los movimientos de okupaciones. No sé si
supondrá mucho esta obra para las personas que están más o menos involucradas
en estos movimientos, pero sin duda nos va a servir a nosotros, los autores, para
que la reflexión sea en voz alta y con testigos, y así aprender unos de otro/as. Y tam-
bién para animar un debate dentro de los movimientos antiglobalización y los otros
movimientos que se mueven en torno a los Foros Sociales, en ese campo amplio
que quiere construir “otros mundos posibles”.
Es un riesgo escribir un libro tan inestable, como necesariamente es este.
Poner en letras, como meter en cajas, a un proceso de procesos que, por definición,
no quiere dejarse atrapar. Si hasta ahora hay tan poco escrito, en comparación con
otros temas de semejante importancia, en parte es porque los sujetos y las expe-
riencias de las okupaciones no han querido escribir o dejarse retratar en análisis
clasificatorios. Y con bastantes razones, como creo que se argumentan en esta obra.
Gran parte del enfrentamiento con los poderes consiste en poderlos sorprender,
en no ser previsibles. De la misma forma que el poder también se reserva su cuota
de interpretar la ley. Decía Jesús Ibáñez: “atribuye la norma y se reserva el azar”, y
bastante de esto sabíamos en la dictadura.
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Libro inestable también porque quiere dar cuenta de unas historias que se
siguen reescribiendo, de unos procesos que siguen abriendo caminos. Aunque
pase de quince años del inicio entre nosotros de las primeras experiencias de oku-
pación, esto no ha hecho más que comenzar. Los problemas urbanos, económicos,
culturales, etc., que se pueden ver por debajo de estas expresiones van a seguir ali-
mentando todo este mundo alternativo, sean como sean las leyes. Bien duras son
las leyes militares y el movimiento antimilitarista no aflojó por eso.
Libro, por tanto, para el debate y para la acción. Pues todo libro debe inten-
tar justificar su existencia: ¿para qué y para quién? Desde mi punto de vista puede
ser usado por las personas periféricas del movimiento, para que pensemos más
seriamente todo lo que hay de profundidad en esas experiencias poco conocidas,
y valoradas sólo cuando hay una amenaza de desalojo. Pues hay aspectos muy
importantes para aprender que a veces se nos pasan por alto, y que los autores de
estos capítulos nos recuerdan. Y también puede ser debatido y criticado desde den-
tro del movimiento mismo, siempre será bueno una conciencia rebelde no sólo
contra el poder establecido, sino contra el de los que escribimos libros.
¿Para qué? Opino que todos los movimientos sociales necesitan, y necesita-
mos, de más crítica y autocrítica, de ser capaces de aprender de las propias expe-
riencias más rápido que los que las estudian o las intentan reprimir. Por eso me
parece que lo más interesante de lo que aquí se dice debería encaminarse para que
los movimientos fueran construyendo sus propios métodos, sus propias estrategias
y justificaciones teóricas. Llenarse de argumentos rebeldes, no para repetirlos,
sino para tener una variada caja de herramientas, suficiente para poder seguir sor-
prendiendo a los poderes e ir ganando algunas bazas de esta larga lucha de creati-
vidades.
Personalmente he aprendido mucho de estos movimientos. Por ejemplo,
diferenciar entre “ocupas” y “okupas”. Acompañar un movimiento de “ocupantes”
de viviendas públicas mal adjudicadas o vacías en la “transición del franquismo”
(unas 50 familias de origen chabolista, en la calle General Fanjul, Madrid), y la
gran creatividad que se desplegó en aquellas fechas. Y a los pocos años los debates
de krakers holandeses y squatters en la Facultad de Sociología de la Complutense, de
donde en parte nacieron algunos grupos okupas, de características muy diferentes
(estudiantes, etc.) a las familias necesitadas de aquellos barrios tanto de Madrid
como de otras ciudades peninsulares.
El fenómeno okupa es más de tipo centroeuropeo. Las ocupaciones de tierras,
por ejemplo en Latinoamérica, sea para autoconstrucción de viviendas o para pro-
ducción agraria, tienen otras características básicas muy distanciadas que no vale
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TOMÁS R. VILLASANTE
¿Dónde están… M1 (filmar) 16/6/14 10:27 Página 12
la pena ni recordar aquí. Incluso el movimiento de ocupantes e inquilinos de
Buenos Aires es también básicamente de familias necesitadas, aunque sea en el
centro urbano y con más referencias europeas que otras metrópolis latinas. Existe
una pluralidad enorme de formas de ocupación para residir, para producir o para
tomar iniciativas sociales de lo más variada. De todas cabe aprender, pero en este
caso se trata de resaltar qué podemos aprender todos de las experiencias de los
okupas de nuestras ciudades más grandes.
LO REVERSIVO
Este es un tema interesante para pensar más despacio, pues detrás de las aparen-
tes incongruencias de muchos movimientos existen unas lógicas profundas que
desbordan los análisis más simplistas. A las nuevas generaciones de la democracia
se les ha contado que si no estamos en el mejor de los mundos posibles es porque
nos falta poco. Tantas propagandas comerciales y gubernamentales, junto a las
fotos de los países más empobrecidos, quieren generar un mundo “virtual-real”
donde todo es posible. Y nos lo repiten tanto directamente como subliminalmen-
- Así que no es de extrañar que la gente haya dicho: “quiero mi parte”. Siendo
coherente con este Estado del Bienestar que me dicen, y con la Constitución que
me da derecho a vivienda, centros sociales y culturales, etc., pues me lo tomo.
No creo que se piense que por el método generalizado de ocupar viviendas se
va a resolver el problema de la especulación inmobiliaria. No creo que se trate
sobre todo de necesidades de vivienda, como las que podrían tener familias de
recursos muy precarios de nuestras periferias o de las de países empobrecidos. Se
trata de “otras necesidades” de personas que quieren vivir autónomamente, cons-
truyendo sus propias reglas del juego y que no entienden que pueda haber edificios
sin uso social. La coherencia no está en lo pobres que puedan ser los ocupantes. La
coherencia está en mostrar con los hechos contundentes de una okupación, las
incoherencias de los sistemas dominantes tanto de tipo especulativo, como políti-
co-jurídico, como cultural-patriarcal.
Se asalta la propiedad, pero al tiempo se suele recurrir a abogados para inten-
tar dar más carga lógica a la acción y así retrasar todo lo posible el casi seguro des-
alojo por las fuerzas del orden. No es la reforma y no es la revolución, ni tampoco
algo que esté en medio de las dos posiciones ambiguamente. No hay medias tintas
por la fuerza de la acción, pero se utilizan conjuntamente elementos reformistas y sub-
versivos en unas estrategias que desbordan planteamientos ideológicos estrechos.
No hay una revolución generalizada, ni se espera que se levante el pueblo, pero
tampoco se fía todo a que los trámites legales, las negociaciones, etc., puedan dar
de sí algún pacto. Conectar con los vecinos/as, cargarse de legitimidad arreglando
los edificios, hacer vida cultural y social en los barrios, abriendo posibilidades a
nuevos grupos de jóvenes, inmigrantes, etc.
Lo reversivo, lo rebelde, de esta manera se coloca en una conjunción estraté-
gica muy creativa, que cada vez ha de estudiar respuestas diferentes muy “situacio-
nistas”. No en balde con la iniciativa centroeuropea del movimiento Situacionista
nacieron muchas de las formas que hoy estamos experimentando en nuestras
ciudades. Estos análisis no se pueden hacer desde fuera del movimiento de cada
proceso concreto. Son los grupos, asambleas, redes de cada caso, los que siguen
sorprendiéndonos como sorprenden al poder cuando son efectivos. Parten de la
“negatividad”, de la contestación a situaciones escandalosas, pero para cons-
truir —una y otra vez— soluciones concretas, no programas generales.
El “desborde” sería el término más popular para este concepto de “reversión”
que venimos utilizando, algo así como ser más coherentes en la práctica que los pro-
pios poderes: que dicen o proclaman y no hacen con la consecuencia debida. Derecho
a la vivienda o a la cultura de barrio o contra la marginación de la juventud, pero cuan-
do queremos los interesados llevar a la práctica esto, no nos dejan o nos persiguen. Se
vive y se muestra que hay soluciones posibles y creativas, independientemente de cuál
sea el horizonte final ideológico (religioso, anarquista, marxista, feminista, etc.).
No es esto patrimonio sólo del movimiento okupa, pues en otros muchos
colectivos y movimientos lo hemos aprendido, pero aquí se puede apreciar con
bastante claridad. Y ser consciente de ello en los movimientos nos puede permitir
evitar discusiones sin mucho futuro y estancamientos estériles. Los movimientos
deberían dejar muchos de los conceptos heredados de los partidos y movimien-
tos más tradicionales e ir haciendo su propio cajón de herramientas para el siglo
XXI. Encontrar los propios estilos de actuación no quiere decir volver a construir
ortodoxias y rigideces, sino llevar a la vida cotidiana formas más participativas de
improvisar en cada proceso.
DESDE DENTRO
Hasta mitad de los años ochenta se hacían análisis de los movimientos sociales
mirando un tanto desde fuera para ver cuántas personas eran y de qué clases socia-
les, qué se proponían y cómo se organizaban. En los libros debatíamos con
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TOMÁS R. VILLASANTE
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Touraine, Castells, etc., pero todo esto sirvió para poco a los propios movimientos,
que se veían mejor o peor retratados por los académicos de turno. Ya entonces
decidimos acompañar desde dentro a los movimientos de ocupantes y de ocupas,
tanto en sus acciones como en sus debates internos o externos. Es otra la mirada,
el para quién y el para qué.
Vistos desde fuera, los movimientos tienen unos perfiles aparentemente sim-
ples que se pueden medir y contar, y que pueden servir para describir a grandes
rasgos de qué va aquello de lo que estamos escribiendo o hablando. Eso está bien si
queremos acercarnos a algo y dar cuatro características básicas, como cuando deci-
mos que estoy escribiendo sobre una mesa de un metro y medio por un metro. Pero
si quiero decir algo más preciso debo decir que la mesa es de madera, que tiene
cajones o un ordenador, cómo es la habitación y el ambiente, qué documentos
tengo cerca, qué esquema estoy desarrollando, por qué escribo estas páginas, cómo
he vivido y vivo, las experiencias que conozco.
Es decir, me parece más importante (o científico, desde mi punto de vista),
entrar a los análisis desde dentro, desde la complejidad y las paradojas internas de
los propios movimientos. No para simplificarlos y reducirlos, sino para tocar algu-
nos puntos clave que puedan hacer saltar nuevas dinámicas y nuevas creatividades
complejas, que nos sigan desbordando a todos. No para dar una clase o una charla
o poner un esquema en una pizarra (aunque también pudiera ser), sino para dina-
mizar energías escondidas que los propios movimientos tienen y de las que no son
del todo conscientes. Deberíamos ser como espejos, deformados quizás, pero úti-
les para los propios movimientos.
Por ejemplo, ya desde los ochenta empezamos a plantear hacer mapeos y
socio-gramas desde los movimientos, cómo se van tejiendo las redes en los espa-
cios que se ocupan. Cómo hacer estrategias, no sólo con relación a las clases socia-
les o a programas ideológicos, sino a las confianzas y miedos acumulados entre los
grupos y los sectores sociales en activo. Pasamos de las metodologías de la produc-
ción del espacio (conflictos de clases) a las de las reproducciones de los espacios
(identidades y vidas cotidianas), y hasta las de las transformaciones espaciales:
estrategias donde las investigaciones desde acciones participativas nos siguen
pareciendo a muchos muy importantes.
En esto lo primero es situarse dentro de los espacios-relaciones donde actua-
mos, es decir, saber dentro de qué redes y “conjuntos de acción” estamos. Con
quién podemos contar y para qué, quiénes son de los nuestros más afines; con
quiénes tenemos diferencias pero se puede hablar y hacer determinadas cosas jun-
tos; quiénes están al margen y no se mezclan en todo esto, como ajenos; y quiénes
están haciendo oposición, antagónicos o elementos frente a los cuales posicionar-
- No podemos hacer una estrategia al margen de cómo se posicionan los diferen-
tes sectores implicados.
Estas matrices de relaciones se pueden hacer más sencillas (sobre una servi-
lleta en un bar) o más complejas (tridimensionales y analizando participadamente
las posiciones de entrevistas y grupos de discusión). Lo importante, nos parece a
quienes trabajamos así, es recuperar un dispositivo o instrumento que nos recuer-
de que “lo cotidiano es político”: que las relaciones más diarias y de convivencia
muestran posiciones de poder-dominación o de poder-potencia, conjuntos de
acción populistas, técnicos, gestionistas, ciudadanistas, etc.
No sólo importa la mirada hacia las redes y alianzas externas desde los colec-
tivos, sino también las autocríticas dentro de los colectivos y movimientos. Como
internamente somos también reflejo de las redes que se mueven en la sociedad, no
sólo por pertenecer a tal clase social o a tal ideología, sino también por las costum-
bres más horizontales o más verticales de relacionarse, por los hábitos y por las
redes culturales en que cada cual se mueve, la sociedad patriarcal, no sólo en la
familia, sino en los ritos deportivos, en las diversiones y en la forma de trabajar,
nos marca a todos.
Quizás en el movimiento okupa es donde esta mirada desde dentro nos ense-
ña más. Pues esa dimensión de vivir de otra forma, tanto en las casas como en cen-
tros sociales, le da un carácter a todo el movimiento de mucha transformación
interior. Se fuerza en lo cotidiano a discutirlo casi todo, a aprender a convivir
poniendo en cuestión las educaciones recibidas en cada caso. Y, por lo mismo, a
dispositivos de creatividad muy lúcidos, tanto para las personas involucradas como
para los propios movimientos.
Estos estilos rebeldes y creativos podrían ser agotadores si se llevaran al lími-
te de discutirlo todo. Por eso hay que dotarse de tiempos y de métodos para que la
crítica por la crítica no acabe por paralizar los procesos. Aprender de las propias
vivencias y de las experiencias de otros movimientos es muy creativo también. La
“exploración creativa y dialéctica” o la “reflexividad de segundo grado” invitan a
practicar y a pensar de forma colectiva sobre cómo avanzar socialmente y sentirnos
bien haciéndolo.
Entre los textos de este libro lo que más me interesa es aprender, del movi-
miento okupa, cómo se vive la creatividad de sus procesos. Qué nos puede enseñar
a otros movimientos y a la ciudadanía en general sobre cómo encarar la vida coti-
diana en este mundo de consumo europeo tan artificial. Sin duda la denuncia de la
especulación y la falta de sistemas auto-organizados de cultura y de vida es lo que
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TOMÁS R. VILLASANTE
¿Dónde están… M1 (filmar) 16/6/14 10:27 Página 16
más se proclama del movimiento. Pero esto también lo hacen otros movimientos
vecinales, contra-culturales o alternativos, con los que se puede confluir local-
mente.
Pero lo específico me parece que es la forma de innovar frente a lo patriarcal
de la cultura cotidiana heredada. Está el reto de atreverse a enfrentar a los poderes
jurídicos y económicos, culturales y patriarcales, a la vez. Mostrar aunque sea por
un tiempo corto que otras formas de vida son posibles, con bajo consumo y reha-
bilitando el patrimonio, poniendo en uso inmuebles que esperan la especulación y
cumpliendo mejor el derecho constitucional a la vivienda y abriendo otras formas
de convivencia entre distintos sexos y edades que no son la familia tradicional.
No todas las ocupaciones o los okupas tienen en este sentido el mismo interés
para quienes pasan por ello. Primero porque no todas las personas pasan con los
mismos grados de implicación y no todas sacan consecuencias creativas para sus
propias vidas. También porque hay distintas estrategias de cara a las redes de
movimientos: algunos se encierran en sí mismos y otros contagian a las otras expe-
riencias y a otros colectivos o sectores que ven en todo esto la posibilidad de otros
mundos posibles. Esta parte de auto-reflexividad desde dentro es de la que quisie-
ra aprender más.
PAN-TOPÍAS
¿Se trata de unas utopías? ¿Se trata de un acercamiento científico al caso?
¿Debemos ponernos a “sistematizar” el conocimiento que se está produciendo
para generalizarlo? ¿Se trata de “traducir” de un lenguaje a otros, de unos movi-
mientos a otros, pero que cada proceso siga su curso? ¿Se trata de un proceso de
“inducción” a partir de los casos estudiados o bien de establecer una “deducción”
de las causas últimas que provocan todo esto? ¿O tal vez podamos establecer pro-
cesos de “abducción” mezclando criterios científicos con intuiciones vitales?
Un poco de todo esto parece necesario para que nuestras reflexiones y
nuestras acciones no se queden encerradas en sí mismas, mirándose el ombli-
- Los procesos de sistematización son muy necesarios para ir construyendo,
desde las propias experiencias de cada movimiento y de estos en red, conoci-
mientos propios, tal como lo plantea, por ejemplo, Óscar Jara. En los colectivos
que pertenecen a la red Alforja esto ya lo vienen haciendo y tienen sus propios
métodos ya escritos y publicados a partir de sus vivencias en los diversos países
centroamericanos.
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PRÓLOGO
¿Dónde están… M1 (filmar) 16/6/14 10:27 Página 17
También se trata de hacer con este libro esto y, en ese sentido, es una de sus
mejores utilidades. Pero hay a veces una crítica de que, entre realidades tan dispa-
res, más que una sistematización que puede conducir a posiciones demasiado uni-
ficadas y de copia, cabe mejor hacer una “traducción”, según Boaventura Santos. Es
decir, traducir de unas situaciones a otras cómo se pudo hacer en cada caso y dejar
abierto el proceso para que puedan ser variadas las respuestas para cada situación.
No está claro que tengamos que ir todos en la misma dirección.
Creo que podríamos adoptar el término “trans-ducción”, cercano al de
Boaventura Santos, para acercarnos a los “estilos creativos”, que supongo que es lo
más rescatable de las sistematizaciones de lo que nos enseñan los movimientos. No
tanto copiar a dónde ir en cada caso o qué objetivos o qué técnicas concretas, sino
con qué estilo usamos unas u otras. Creo que es bueno conocer cuantas más expe-
riencias y técnicas se pueda, pues así la caja de herramientas de comunicación y
acción la tendremos más llena y cuando necesitemos de algo podemos recordar
alguna sugerencia de otro lugar.
Pero lo más importante es mezclar la sistematización con la creatividad, lo que
se puede llamar “abducción” o lo que Varela llama “enacción” (hacer emerger
desde un fondo experimental una decisión), o lo que entiendo por la “praxis” de
Marx (acción-reflexión-acción). Es decir, un “estilo” de enfocar los problemas
que no se queda en el mero voluntarismo ni en el mero cientifismo, sino que trata
de juntar tanto posiciones éticas como metodológicas, dando razón unas de otras.
El recoger o inventar estos conceptos o planteamientos no es para pasar un
rato teórico más o menos disfrutando con la creatividad intelectual. También es
para perder el miedo a construir nuevos enfoques que, por cierto, ya están en los
movimientos, y atrevernos a nombrarlos como creamos más conveniente. Así
“trans-ducción” me suena a conducirnos colectivamente a través de las experien-
cias que van dejando huella en los movimientos, aprendiendo de las espirales y
redes más creativas
Entonces esto ya tiene que ver menos con las utopías y más con los disfrutes
de la acción y del conocimiento en los que queremos embarcarnos. Fernández Buey
distingue entre una utopía: cuando intentamos detallar cómo será un mundo posi-
ble futuro, que nos pone un final en función del cual hay que dar los pasos ahora, y
que también a Gramsci le parecía mala o demasiado cerrada; y otra utopía, la de que
todo lo podemos deducir de una ciencia superior, lo cual nos lleva a un determi-
nismo de las leyes de la historia, que tampoco parece muy acertada dada la com-
plejidad de las sociedades en que vivimos. No se puede calcular lo incalculable.
Toma de Gramsci y de Kropotkin una tercera forma de utopía “por la vía negativa”,
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TOMÁS R. VILLASANTE
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es decir, sabemos al menos “lo que no queremos”, o como mucho “principios o
máximas jurídico-morales” o “precisar vagamente las tendencias esenciales y des-
pejar el camino para su mejor y más rápido desenvolvimiento”. Es por la negación
de lo que hay desde donde tenemos que analizar y actuar en cada caso. F. Buey
insiste en esta tercera forma de utopía tomando razones de los clásicos de los
movimientos socialistas radicales.
Una cuarta posición podría ser la “pan-tópica”. Partir de la negatividad fren-
te a la vida que nos hacen llevar, caso por caso concreto, partir de la crítica a los sis-
temas de poderes-dominación, pero también “despejar el camino para su mejor y
más rápido desenvolvimiento”. Es decir, traer los valores utópicos a lo cotidiano,
al hacer del propio proceso. Si lo utópico es lo que no está aún, lo pan-tópico es lo
que está por muchos sitios, lo que estamos construyendo en diversidad de situa-
ciones.
¿Cómo estamos construyendo poderes-potencia y redes creativas? ¿Cuáles
son los estilos que desde dentro impulsan estas nuevas formas de vivir y de hacer
movimientos? Bajando a lo concreto y a lo cotidiano las ideas y las contradicciones,
resolviendo en lo micro las herencias patriarcales para encarar en las redes la con-
testación a los sistemas de poderes-dominación. Desde la negación al sistema,
pero desde la reversión a lo que vienen proclamando del mejor de los mundos
posibles. El desborde tiene que ser en cada situación, permanentemente, como
creo que lo intentan los okupas.
Estas otras miradas y músicas deberían servir sobre todo para seguir apren-
diendo en los movimientos y de los movimientos. Puesto que no podemos estar en
todos los sitios al mismo tiempo tenemos que reinventar algunos sistemas de
“trans-ducción” entre las “pan-topías” realmente existentes. Y que estas formas
de comunicación en redes no sean sólo por escrito o conceptuales, sino llenarlas en
lo posible de formas de disfrutar colectivamente, como creo que el movimiento
okupa nos plantea.
INTRODUCCIÓN
RAMÓN ADELL ARGILÉS Y MIGUEL MARTÍNEZ LÓPEZ
La intención del presente libro es, como ya se apunta desde su título, buscar las cla-
ves que nos permitan acceder al conocimiento y análisis objetivo de un movimien-
to social poco conocido y, en principio, poco abierto a ser objeto de estudio. Si bien
la actividad más relevante de este movimiento, que se ha extendido ampliamente
en las dos últimas décadas por las ciudades españolas, ha sido la okupación de
viviendas vacías y, por extensión, de espacios urbanos en desuso, esta no ha sido la
única. A su afán por denunciar el uso antisocial de tantas edificaciones vacías, se
suma el deseo de construir Centros Sociales Autogestionados, así como una clara
voluntad de ofrecer modos de vida alternativos a los propiciados por la imperante
sociedad de consumo.
Por ello, este libro persigue un doble objetivo. Por una parte, trata de aproxi-
marse al movimiento de okupación como realidad en sí, para estudiarlo y com-
prenderlo más allá de los tópicos que circulan sobre él y que ofrecen una imagen
desvirtuada y reduccionista del mismo. Por otra, pretende señalar las claves teóri-
cas que permitan explicar adecuadamente los procesos sociales de contestación al
sistema que ha protagonizado.
Así pues, nos proponemos encontrar, mediante diversas aproximaciones
metodológicas, las nociones y perspectivas teóricas que resulten más adecuadas
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¿Dónde están… M1 (filmar) 16/6/14 10:27 Página 21
para explicar la joven trayectoria de este movimiento y con ellas poder evaluar la
importancia de su intervención política. Para ello hemos debido comenzar por
resolver cuestiones de especial trascendencia teórica, como son las que plantean la
consideración de las prácticas de okupación como movimiento social, sus seme-
janzas y diferencias respecto a otros movimientos, o el peso de su dimensión cul-
tural y política. Asimismo hemos debido cuestionar la centralidad del tema de la
vivienda y dilucidar la posible existencia de una ideología más o menos elaborada
en relación con los contextos históricos, políticos y económicos vinculados a las
okupaciones.
ESPACIOS Y CONTINUIDADES DEL MOVIMIENTO
La okupación de edificios urbanos abandonados es un fenómeno antiguo, pero su
constitución como movimiento social es algo más reciente (desde la década de los
años sesenta en Europa), más allá de algunos eventos históricos puntuales de
okupaciones masivas (por ejemplo, en Inglaterra después de la Segunda Guerra
Mundial).
Cabe pensar en una cierta continuidad entre el movimiento vecinal y el de
okupación como dos tipos distintos y correlativos de movimientos urbanos de carác-
ter progresista. El primero, inicialmente dedicado a campañas vecinales de protesta
ante la falta de equipamientos o de zonas verdes, etc., termina institucionalizándose
como un burocratizado movimiento ciudadano de consumidores. El segundo, más
global en sus perspectivas ideológicas, conecta con la juventud y sus acciones colecti-
vas aportando una mayor crítica ecologista al desarrollismo urbano de las grandes
ciudades y cuestionando los indicadores clásicos de “calidad de vida”.
La okupación de viviendas, como fenómeno urbano paralelo al proceso acele-
rado de urbanización y crecimiento de las ciudades (y más recientemente a la esca-
sez de suelo y a la llamada burbuja inmobiliaria), supone una vuelta de tuerca a las
tradicionales ocupaciones colectivizadoras de fábricas y fincas del repertorio de
acción de los movimientos obrero y campesino. Cuestionan directamente el “modo
de vida” (y, por inclusión, el sistema productivo que lo sustenta) ante el propio
centro de poder: la ciudad.
Respecto a la dimensión cultural (o mejor, las diversas dimensiones “contra-
culturales”), la búsqueda de espacios donde construir alternativas de vida e, inclu-
so, utopías tendría elementos comunes a los movimientos contraculturales de otras
décadas y a las comunas rurales de los sesenta, si bien en la estética y discursos se
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adoptan modelos más radicales, ya que los espacios urbanos “libres” son aún más
escasos que los rústicos y la proximidad física del poder les obliga a adoptar actitu-
des de resistencia activa frente a los continuos desalojos. Por añadidura, las
dimensiones del movimiento de okupación son especialmente importantes en
comparación con otros movimientos reivindicativos.
Lo “alternativo” del fenómeno de la okupación viene unido, en gran medida,
a los rasgos de los “nuevos” movimientos sociales, con grandes dosis de “izquier-
da libertaria” y, por tanto, de reivindicación de un espacio político extraparlamen-
tario. No obstante, resulta muy difícil realizar un trazado preciso de su ideología, ya
que en ella convergen tendencias de muy variada índole y procedencia. Se sitúan
así, junto a otros, en la originaria “antiglobalización” (en gran medida previa al
movimiento antiglobalización actual, como se pudo comprobar en las protestas
contra los fastos de 1992) y una oposición a las micro y macro dominaciones de la
sociedad capitalista como son, entre otras denuncias, la individualización-privati-
zación, el control social, el militarismo, la manipulación informativa, el producti-
vismo, el desarrollo desigual, etc. De hecho, estas filosofías neo-anarquistas y
situacionistas que lo permean enfatizaron especialmente la política de la vida coti-
diana (en la gestión doméstica, en la práctica asamblearia y antiautoritaria, en el
arte y la estética corporal, etc.), promovieron la desacralización de la política (la
“fiesta”, etc.) y facilitaron espacios de contrainformación y de comunicación entre
los movimientos sociales (cumpliéndose así la idea básica de centro sociocultural
donde reunirse gentes distintas, organizar charlas, debates, conferencias, etc.)
para iniciarse, poco después, en tendencias más acordes con la “sociedad de la
información” (como la defensa y proyección del software libre).
PRESUPUESTOS TEÓRICOS PARA UNA APROXIMACIÓN AL MOVIMIENTO
OKUPA
En primer lugar, partíamos de la constatación de que el movimiento okupa ha sido
frecuentemente desconocido, incomprendido y reprimido. En efecto, apenas se ha
intentado explicar la originalidad de sus planteamientos y la motivación de sus
acciones. En segundo lugar, nuestro principal interés en este tema era reunir tra-
bajos que tuvieran una suficiente base empírica y que se apoyaran en conocimien-
tos directos y sobre el terreno (en la medida de lo posible) de la okupación. No
queríamos un libro basado en fuentes secundarias o un producto sensacionalista,
ni tampoco un panfleto más del movimiento.
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INTRODUCCIÓN
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Estimamos que una perspectiva más dialéctica se interesaría por analizar
aquellos procesos sociales en los que el movimiento (en cualquiera de sus face-
tas: movilización, contrainformación, etc.) ha sido protagonista. Por citar dos,
señalaremos el conflicto con las autoridades locales y la denuncia pública de la
reestructuración económica y urbanística de algunas zonas degradadas de las
ciudades. Además, creemos que el análisis de los movimientos sociales no puede
descuidar una perspectiva histórica y multidimensional que comporta una salu-
dable crítica de los prejuicios y de las apariencias más habituales, a menudo pro-
ducto de las imágenes mediáticas que tan poderosamente informan nuestra
cotidianidad.
De las anteriores premisas se puede colegir, sin dificultad, que nos exigimos
en estas exposiciones el conocimiento y la veracidad de los datos ofrecidos, así
como el necesario rigor académico en su análisis. Ello permite la explicación de las
prácticas, de los contextos sociales y de los proyectos políticos que se desarrollan
en torno al movimiento de okupación.
En este libro nos adentramos en el estudio de ese movimiento desde diversos
enfoques sociológicos y politológicos. Enunciaremos, de un modo sintético y pun-
tual, las fuentes teóricas y metodológicas que hemos adoptado para entender al
movimiento de okupación y para incitar al estudio específico de sus dimensiones
más relevantes.
Los colectivos okupas pueden considerarse un movimiento social en tanto en
cuanto son “colectividades que actúan con cierta continuidad para promover o
resistir un cambio en la sociedad o en el grupo del que forman parte” (Turner y
Killian). Son, asimismo, y siguiendo la definición de Anthony Giddens, “un inten-
to colectivo de promover un interés común, o de asegurar un objetivo compartido,
mediante la acción colectiva en el exterior de la esfera de las instituciones estable-
cidas”. Forman “un contendiente que busca un bien colectivo para un grupo de
personas por medio de diferentes tácticas, algunas de las cuales pueden incluir
métodos no convencionales, incluso ilegales, de presión hacia el objetivo”
(Oberschall). A tenor de las anteriores definiciones, podemos afirmar que estamos
ante un movimiento social, basado más en la movilización para la acción que en la
movilización para el consenso (Klandermans, Gamson).
Ello no ha impedido que en España (aunque también se puede ver este dis-
curso entre activistas okupas de otros países europeos) se haya acentuado una
autodefinición interna posmoderna en el sentido de que sus protagonistas no quie-
ren considerarse a sí mismos como un movimiento social (por rechazo a las con-
notaciones afines que tiene esa expresión para el caso de otros movimientos más
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“formalizados” como el pacifismo o las ONG en general), ni como un fenómeno
reducido a una sola acción subversiva (la okupación) o a un solo tema (la vivienda).
Ello dificulta la ubicación identitaria o explicativa del concepto de “movimiento
social”.
Las teorías de los Nuevos Movimientos Sociales (NMS) han aportado ya
dimensiones analíticas importantes para entender movimientos como el de oku-
pación (politización de lo privado, posclasismo y cambio de valores, medios no
institucionales de acción, etc.). Pero con frecuencia han dejado la idea de que esta-
mos ante un incierto y disperso mosaico de movimientos monotemáticos y poscul-
turales, en gran medida incapaces de ofrecer alternativas políticas convincentes y
consistentes al sistema de partidos. Sin embargo, pensamos que estas luchas por
necesidades materiales básicas y frente al aumento de opresiones sociales (preca-
riedad laboral, especulación inmobiliaria, control social, etc.) no pueden explicar-
se automáticamente por macro determinaciones económicas o por simples
identidades creadas en los movimientos sociales. Serían precisos, por lo tanto,
enfoques que pusieran en relación los contextos significativos y las prácticas efec-
tivamente desarrolladas. Lo cual, en el caso del movimiento de okupación, se tra-
duciría en encontrar las relaciones entre las constricciones sociales que
favorecieron o neutralizaron al movimiento, y las cualidades de la creatividad polí-
tica y cultural que las distintas experiencias locales e intervenciones urbanas han
manifestado. Como se verá, los medios de comunicación de masas (y también los
de comunicación horizontal en los movimientos alternativos) serán una llave
imprescindible para acceder a esas relaciones.
Las teorías concentradas en las “Estructuras de Oportunidad Política” (EOP)
ayudan a concretar los mecanismos que tienen relevancia para entender los
“impactos” de los movimientos en las políticas públicas. Pero es conveniente
advertir que pueden dejar fuera otros “contextos” que no tienen efectos tan visi-
bles en la política institucional y, especialmente, los conflictos internos de poder y
culturales inherentes al desarrollo del mismo movimiento. Para los novísimos
movimientos, habría que indagar también, por lo tanto, en una Estructura de
Oportunidad Cultural.
Las teorías constructivistas, por su parte, insistirían en objetivar las intersub-
jetividades y los marcos de sentido en los que tienen lugar las acciones del movi-
miento. Pero aún hay un cierto “abismo” entre esos análisis “desde fuera” del
sentido “interno” de las acciones y los análisis desde dentro del movimiento y la
comprensión de las redes sociales y prácticas concretas que dan origen a los aparente-
mente autónomos discursos, valores e imágenes predominantes en el movimiento.
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INTRODUCCIÓN
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Por eso consideramos que una cierta reflexividad crítica desde los debates y mensa-
jes emitidos en las prácticas de la vida activista y cotidiana pone mejor de relieve
toda esa dimensión cognitiva del movimiento.
Las teorías de movimientos urbanos a menudo han oscilado entre las de
“movilización de recursos” y las constructivistas. Si bien es cierto que este movi-
miento, como todos, precisa recursos y organización, también es importante resal-
tar que desde él se generan recursos para otros movimientos. De hecho, una gran
parte del movimiento ve la okupación como un instrumento de apoyo o un “medio”
entre otros para intervenir socialmente en “diversos” (y dispersos) ámbitos.
Prefieren, por lo tanto, verse como parte de múltiples movimientos sociales, y no
reducidos a un único tema. Esa oscilación representa también un problema teóri-
co cuando reconocemos que la “identidad local” o de barrio es algo bastante con-
trovertible en el movimiento de okupación (aunque no está ausente en todos los
casos). La clave nacionalista añade también, en ocasiones, elementos peculiares y
diferenciadores en el escenario y en los discursos de los okupas de las nacionalida-
des históricas.
En el movimiento ocupa resulta bastante evidente la presencia de una estruc-
tura de redes segmentada, reticular, policéfala, difusa o, incluso, latente. Cada oku-
pación vive su propia vida con autonomía respecto al resto del movimiento, incluso
si mantiene una serie de lazos a través de la circulación de informaciones y perso-
nas; estos lazos se hacen explícitos solamente con ocasión de movilizaciones colec-
tivas “en donde la red latente emerge, para, seguidamente sumergirse de nuevo en
el tejido de lo cotidiano” (Melucci). El carácter de la uniones es por tanto coyuntu-
ral. Observamos que, por lo general, las organizaciones del movimiento son débiles,
muy informales o poco persistentes (y, además, no parece existir una organización
líder o destacada sobre el resto; si acaso, algunos Centros Sociales o algunas ciuda-
des han ejercido ocasionalmente un cierto liderazgo informal).
Los presupuestos enunciados en la presente introducción no son necesaria-
mente compartidos por todas las personas que colaboramos en este libro, pero se
han establecido como punto de partida para evitar una fácil caída en el empirismo
abstracto o, sencillamente, para eludir la sensación constante de estar ante un
rompecabezas irresoluble.
La riqueza y diversidad de los análisis aquí reunidos darán sobrada cuenta, a
nuestro entender, de lo inacabada que se encuentra la tarea, pero también de los
notables avances con los que confiamos haber contribuido a ella. Veamos, ahora,
con obligada brevedad, un esbozo de algunas de las respuestas que se documenta-
rán y argumentarán con más detalle en los siguientes capítulos.
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CONTRIBUCIONES DE ANÁLISIS: LAS PRÁCTICAS Y LOS CONTEXTOS
SOCIALES DE LA OKUPACIÓN
En el capítulo “Okupar en Europa”, de Hans Pruijt, se esclarecen algunos de los
puntos señalados anteriormente. En particular, el análisis panorámico de las expe-
riencias europeas de okupación conduce a este autor a la búsqueda de unas pautas
comunes en sus diferentes formas de manifestación. Por ello, nos propone una
tipología de cinco modalidades de okupación (las que denomina “debida a la
pobreza”, “estrategia alternativa de alojamiento”, “okupación empresarial”, “oku-
pación conservacionista” y “okupación política”). Numerosos ejemplos empíricos
observados por Pruijt proceden de Holanda, aunque se puede apreciar una cons-
tante voluntad comparativa con los casos de Inglaterra, Alemania e Italia sobre los
que existe documentación y algunos, aunque escasos, estudios sociológicos. En
estos análisis, finalmente, encontramos que los contextos legales de cada país han
generado distintas estructuras de oportunidad para el movimiento de okupación.
Se trata, por lo tanto, de experiencias diversas que han servido como precedentes y
modelos a la okupación en las ciudades españolas, manifestando una clara conco-
mitancia en el limitado volumen de las movilizaciones y, simultáneamente, en la
constancia de su ciclo “largo” de protestas.
En “Del urbanismo a la autogestión: una historia posible del movimiento de oku-
pación en España”, Miguel Martínez reconstruye la trayectoria de este movimiento
social desde una perspectiva dialéctica entre algunos de sus contextos “macro” y algu-
nas de sus prácticas “micro”. En particular, se argumenta que las okupaciones han
puesto de manifiesto, con su localización y con sus discursos, los procesos de rees-
tructuración económica y urbana de numerosas áreas metropolitanas (centros histó-
ricos, zonas industriales, espacios públicos en vías de su privatización, etc.). En buena
medida, este ámbito de la política había quedado relegado a un segundo plano por el
resto de los movimientos sociales. Con las okupaciones, además, se han puesto en
práctica diversas formas comunales de vida en las viviendas y en los centros sociales
autogestionados. El autor examina, con abundantes observaciones participantes y con
la información producida por el propio movimiento, las formas específicas que revis-
te esa autogestión (en la preparación de las okupaciones, en su organización asam-
blearia, en la participación social en las actividades contraculturales y políticas y en
la creación de una amplia red social) y la interpreta como una respuesta social a la
ingobernabilidad urbana en los espacios urbanos sometidos a reestructuración.
Ramón Adell firma el capítulo titulado “Mani-fiesta-acción: la contestación
okupa en la calle (Madrid, 1985-2002)”. Su contribución se inscribe en una línea
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INTRODUCCIÓN
¿Dónde están… M1 (filmar) 16/6/14 10:27 Página 27
de análisis de la movilización promovida por los movimientos sociales a través de
sus “manifestaciones” públicas. Por una parte, se propone una clasificación de las
manifestaciones okupas entre los repertorios de acción colectiva del área ideológi-
ca de grupos alternativos de extrema izquierda y libertarios. Por otra parte, se rea-
liza un estudio de caso de más de un centenar de manifestaciones celebradas en
Madrid que reúnen a activistas y simpatizantes del movimiento de okupación,
destacando sus innovaciones y peculiaridades expresivas, a la vez que el contexto
político represivo y movilizador generado por otros movimientos sociales. En
contraste con las imágenes mediáticas más frecuentes sobre el movimiento okupa,
el autor pone de relieve, entre otros aspectos, la existencia de cierta ritualización
del conflicto y la escasa ocurrencia de incidentes y altercados violentos en sus
manifestaciones. Aunque no moviliza masas, el movimiento okupa ha persistido e
innovado en su presencia en las calles. Este análisis, además, muestra hasta qué
punto se pueden medir y registrar estas formas concretas de expresividad política.
Algunos de los contenidos del movimiento okupa parecen recuperados del
baúl de los recuerdos. Los movimientos contraculturales y el movimiento ciudada-
no y vecinal de hace tres décadas habrían dejado huellas y testigos que los okupas
han tomado, a veces inconscientemente. Virginia Gutiérrez, con “Okupación y
movimiento vecinal”, intenta revelar algunos de los vínculos pasados y presentes
entre ambos movimientos urbanos. Durante la Transición política española las
asociaciones vecinales practicaron tácticamente ocupaciones de viviendas y de
locales para actividades sociales. Algunas de aquellas apropiaciones han perdura-
do hasta la actualidad. También se había usado la ocupación de instituciones esta-
tales como forma de reivindicación. En todo caso, el movimiento vecinal no se
especializó en la okupación y, en cierta medida, ya se había ahogado en su éxito
cuando aparecen movimientos juveniles alternativos a principios de la década de
los ochenta. La autora de este capítulo apunta algunos de los casos de conexión
explícita entre ambos movimientos, pero argumenta que tanto la “cultura genera-
cional” (los estilos de vida asociados a los grupos de edad) como la “cultura políti-
ca” (en cuanto al tipo de relaciones con el Estado) han balizado las principales
distancias que los separan.
La tesis que mantiene Tomás Herreros en “Movimiento de las okupaciones y
movimientos sociales: elementos de análisis para el caso de Cataluña” es sugeren-
te y arriesgada a la vez: la okupación habría sido un claro “movimiento madruga-
dor” dentro de un ciclo de movilizaciones sociales que podríamos denominar
“antiglobalizador” y que se inicia en la década de los noventa. Se describen ahí
numerosas movilizaciones y movimientos relacionados directa o indirectamente
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con la okupación mostrando lo permeable que son algunas familias políticas y la
utilidad de analizar su historia reciente en toda su pluralidad. Del mismo modo,
parece plausible la interpretación del autor sobre la influencia del movimiento de
okupación sobre otros grupos de afinidad en sus propias redes sociales: la creación
de centros sociales autogestionados “no ocupados” y la expansión de iniciativas de
contrainformación darían buena cuenta de ello. Las contracumbres y manifesta-
ciones antiglobalizadoras también parecen reflejar el asamblearismo y el anar-
quismo difuso presentes en las okupaciones, si bien debemos considerar que no
todo lo que reluce como “autogestión” conlleva una práctica sólida y continuada de
fondo. En definitiva, este tipo de estudios abre una senda que nos puede llevar
lejos: algunos movimientos sociales son contextos relevantes para otros.
El siguiente análisis, “La okupación y las políticas públicas: negociación, lega-
lización y gestión local del conflicto urbano”, obra de Robert González, nos sitúa en
un contexto de intervención institucional que no goza de buena prensa dentro de
los movimientos alternativos. Y eso ya es un buen acicate para estimular la autocrí-
tica. Algunos movimientos sociales se conforman con intervenir en el rumbo de las
políticas públicas o con la modificación de una ley específica. Los más radicales
desean inventar su propia política, autogobernar sus vidas. Por eso comprueba el
autor de este capítulo que tantas energías acumuladas por el movimiento de oku-
pación han causado pocos impactos en las políticas estatales de vivienda y de
juventud. No obstante, el mensaje de denuncia de la especulación inmobiliaria sí
ha tenido una difusa resonancia social, a menudo en beneficio del propio movi-
miento. Como se subraya en este capítulo, el movimiento de okupación ha man-
tenido casi siempre interacciones muy conflictivas con las autoridades. La
legislación y las actuaciones especialmente represivas que han sufridos sus activis-
tas dan prueba de un impacto no querido del movimiento en algunas políticas
públicas. Por otro lado, se analizan algunas experiencias concretas de negociación
con las autoridades para “legalizar” las edificaciones okupadas (con cesiones,
expropiaciones o evitando las denuncias) y las causas, casi siempre, de su fracaso.
Marta Llobet, en “Contracultura, creatividad y redes sociales en el movimien-
to okupa”, nos abre a una modalidad de análisis sociológico poco corriente entre
los especialistas en movimientos sociales. Por un lado, amplía las perspectivas de
clase que situaban a la mayoría de los movimientos urbanos como apéndices de las
luchas obreras preocupadas por la simple reproducción de la fuerza de trabajo. Los
movimientos alternativos rechazan el trabajo asalariado y los modelos consumistas
que se les ofrecen para satisfacer sus necesidades de salud, ocio o educación. Por
ello, en los ámbitos en los que se desarrollan, más que buscar la reproducción de
29
INTRODUCCIÓN
¿Dónde están… M1 (filmar) 16/6/14 10:27 Página 29
su fuerza de trabajo en mejores condiciones, recrean sus vidas cotidianas asu-
miendo todas las incertidumbres que les deparará esa opción. La autora, con buen
olfato etnográfico, examina algunos de esos esfuerzos, aspiraciones, formas de
convivencia y actividades contraculturales propias de las okupaciones. Por otro
lado, se discute el carácter “político” que tiene esa dedicación intensa al cultivo del
buen vivir (con poco) y a hacer de la desobediencia civil una de las bellas artes,
como incitaban hace décadas los situacionistas. En capítulos anteriores ya se
habían mencionado los aspectos “festivos” y “juveniles” que parecen caracterizar
a este movimiento. Más allá de esas apariencias, ahora se argumentará que la
apuesta por integrarse en este movimiento social constituye una opción política,
decididamente utópica y antisistémica, y una experimentación con modelos de
vida que tienen, como es lógico, algunas limitaciones materiales con frecuencia
asociadas a determinadas etapas vitales. Para orientar teóricamente su lectura,
podríamos decir que estamos más cerca del análisis generativo de prácticas socia-
les de Bourdieu, que del análisis de discursos constructivista derivado de Melucci.
El capítulo firmado por Marina Marinas, “Derribando los muros del género:
mujer y okupación”, da un paso más en el análisis de la vida cotidiana. Aunque el
movimiento de okupación se ha destacado en relación con otros nuevos movi-
mientos sociales por su mayor autogestión de la vida cotidiana (tal como se analizaba
en los textos de Miguel Martínez y de Marta Llobet), eso no significa que las des-
igualdades sociales no penetren también en el interior de cada casa. A veces, las
mujeres okupas las han sacado a la luz desde sus propias okupaciones. Otras veces,
se constituyen redes sociales más amplias dentro del feminismo que tienen a las
mujeres okupas como uno de sus nodos más activos desde posiciones ideológicas
autónomas, libertarias y “de la diferencia”. La autora de este capítulo desentraña
las contradicciones que viven las mujeres okupas en sus tentativas de liberación y
de politización de todo lo personal. Desde el movimiento de las okupaciones se han
organizado algunos grupos específicos de mujeres para avanzar en su autoconcien-
cia feminista a la vez que para revelar los enclaves de machismo con los que han
convivido también en el mundo okupa. Las experiencias de okupaciones exclusivas
de mujeres condensan esos discursos y vivencias paradójicas, por lo que serán
objeto de atención predilecta en este capítulo. Unas reflexiones trabadas a menu-
do desde el llamado feminismo de la igualdad, pero con ánimo comprensivo y que,
con seguridad, no dejan indiferentes.
En capítulos anteriores (los de Ramón Adell y Robert González) se introdujo
lateralmente el papel de los medios de comunicación de masas. Los tres últimos
estudios que incluimos en el libro abren la caja de Pandora de esta cuestión
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ampliamente debatida, pero aportando ahora unos enfoques muy originales que,
seguramente, dejarán huella más allá de su aplicación al análisis del movimiento
okupa. El texto de Javier Alcalde, “El papel como escenario de la lucha: cobertura
mediática del movimiento de okupación”, presenta los resultados de una exhaus-
tiva lectura de las noticias sobre okupación aparecidas en la prensa escrita de
carácter comercial y, por lo tanto, hegemónico. Se trata de reconstruir las claves
que los mass media han utilizado para inventarse una imagen del movimiento de
okupación que luego rebota y recibe el mismo movimiento como una parte más
de su identidad pública. En particular, se recogen pruebas que demuestran el ace-
lerado proceso de criminalización que ha sufrido este movimiento. Para ello no son
suficientes los análisis de contenido de prensa que cuantifican las frecuencias de
apariciones o impactos, sino que es necesario interpretar los contenidos y sentidos
de los mensajes dentro de sus contextos significativos más amplios. Algunos son
relativos a la legislación o a la trayectoria del propio movimiento, como su conocida
actitud de no relacionarse amistosamente con los mass media. Otros tienen que ver
con los procesos de producción de noticias, que tienen en los periodistas un punto
crucial sobre el que pivota, de forma muy sensible, todo el tratamiento mediático
de esta cuestión.
Igor Sádaba y Gustavo Roig dan un salto cualitativo con su estudio “El movi-
miento de okupación ante las nuevas tecnologías: okupas en las redes”. Aun vién-
dose obligados a lidiar con aclaraciones sobre la historia del activismo político en
Internet (el llamado hacktivismo), no dejan de ofrecer unas ilustrativas aproxima-
ciones empíricas a los casos en que el movimiento de okupación ha usado más acti-
vamente las nuevas tecnologías de la comunicación. Aquí volvemos a transitar por
las fronteras entre los medios de comunicación de masas y la contrainformación
(es decir, el uso reversivo de los primeros). Las acciones de desobediencia civil
legítima siempre se asoman un paso más allá de las fronteras impuestas. El movi-
miento okupa ha ido evolucionando a la vez que se extendía el uso de Internet, por
lo que es comprensible que su emparejamiento haya sido también lento y por con-
veniencia. Pero el atractivo de la okupación trasciende límites. Algunos movi-
mientos sociales de contrainformación, como el de radios libres, consideran su
actividad como una “okupación de las ondas” debido a las restricciones legales que
se han impuesto al uso del espacio radioeléctrico. No es de extrañar, por lo tanto,
que quienes okupan casas vacías prolonguen sus formas de expresión hacia la oku-
pación de otros medios de comunicación como Internet. Aunque ha sido muy des-
igual la habilidad y el compromiso de las distintas okupaciones con el manejo
subversivo de Internet, en el capítulo se detallan algunas de las iniciativas más
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INTRODUCCIÓN
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prominentes: listas de correo, páginas web de los centros sociales, encuentros de
hacktivismo, organización de hacklabs, difusión del software libre, etc. El análisis de
contenido (presencia, visibilidad, evolución temporal, etc.) vuelve a resultar insu-
ficiente para entender todo un proceso de creación de nuevas redes sociales que,
como en todos los nuevos movimientos sociales, desbordan al propio movimiento
y lo retroalimentan con recursos y con comunicación haciéndolo más resistente a
la represión estatal.
Por último, el estudio que presenta Jaume Asens, “La represión al ‘movimien-
to de las okupaciones’: del aparato policial a los mass media”, disecciona cada una
de las operaciones de control social que han aplicado sobre el movimiento de oku-
pación tanto los cuerpos policiales como los mass media, por separado o de la
mano. Podríamos decir que dejamos las sendas abiertas por Castells (el significa-
do urbano y el “zapatismo electrónico”) y regresamos a las de Tarrow (las estruc-
turas de oportunidad política). De hecho, el autor de este capítulo considera que
los cambios legislativos del nuevo Código Penal de 1995, con los que aumentan
notablemente las condenas posibles para los activistas de la okupación, suponen
un punto de inflexión que inaugura tres nuevos ciclos de evolución en este movi-
miento: uno represivo, otro de protesta y otro mediático. Crece la represión y a su
vez crece el conflicto. Todo este incremento de la intensidad no ha roto, curiosa-
mente, el movimiento. El análisis muestra que la represión ha sido desproporcio-
nada, aunque ha tenido desiguales efectos en cada contexto y en cada momento. Las
oportunidades de acción del movimiento, en todo caso, han sido bruscamente
limitadas por la pinza mediático-policial. Algunos jueces y sectores políticos, sin
embargo, rompieron lanzas en contra de esa criminalización. El autor, finalmente,
va distinguiendo los efectos de la represión en las prácticas de los distintos actores
implicados o enfrentados al movimiento, a la vez que muestra cómo interaccionan
con el movimiento y con los mass media los distintos cuerpos policiales.
Los coordinadores de este libro creemos que aún queda mucho por investigar
desde las ciencias sociales sobre el movimiento de okupación y, sobre todo, frente
a estereotipos e ignorancias, desde la observación cercana o directa del fenómeno.
Algunas de las líneas de trabajo que aquí hemos abierto se encuentran en estado
embrionario, pero nos parecen que son suficientemente valiosas y reveladoras
como para suscitar nuevos estudios, no sólo sobre el movimiento okupa, sino de
otros “novísimos movimientos sociales” en construcción permanente.
A nuestro entender, las fronteras, a menudo arbitrarias, entre disciplinas
académicas deben dejar su sitio a análisis críticos e interdisciplinares, fundamen-
tados empíricamente y con una mínima atención histórica y dialéctica del cambio
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social. Los procesos sociales no admiten una pobre codificación de antemano
(progresistas o reaccionarios, de masas o de grupúsculos, innovadores o rutina-
rios, etc.), que abundan en etiquetajes y simplismos. Hemos descubierto nuestras
cartas y sólo nos queda animar, pues, a proseguir en esta línea de trabajo, obser-
vando las realidades más ricas y constructivas que tenemos más cerca y a nuestro
alrededor, en lugar de ir a buscar las llaves “en el fondo del mar”, como decía la
conocida canción popular.
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INTRODUCCIÓN
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CAPÍTULO 1
OKUPAR EN EUROPA1
HANS PRUIJT
¿QUÉ ES OKUPAR?
Okupar es vivir en (o usar de otro modo) inmuebles sin el consentimiento de su
propietario. Los okupas toman edificios con la intención de usarlos durante un
tiempo relativamente largo (más de 1 año).
Los okupas holandeses empezaron a usar el término krakers para designar a
aquellas personas que pretendían convertir las okupaciones en sus hogares. En
Berlín, se inventó el término instandbesetzen, una fusión de instandsetzen (por
ejemplo, renovar) y besetzen (por ejemplo, ocupar). Existen otros usos del tér-
mino “okupa”, con significados distintos. Así, en algunos reportajes en la pren-
sa se ha utilizado dicho término para referirse a quienes usan los inmuebles
solamente como lugares crash (para destrozar o para “usar y tirar”) pero que no
intentan establecerse en ellos. En Holanda se usa a veces para designar a las
personas que habitan en un apartamento con el consentimiento de su propieta-
rio, pero contra las reglas municipales de asignación de vivienda a rentas bajas
(Priemus, 1983). En el Reino Unido, quienes alquilan propiedades durante un
breve periodo de tiempo han sido denominados “okupas con licencia” (Platt,
1980).
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¿Dónde están… M1 (filmar) 16/6/14 10:27 Página 35
Más allá de los aspectos formales sobre su definición, las interpretaciones de
la okupación varían. He aquí algunos ejemplos:
- Arquetipo de un Nuevo Movimiento Social (Van Noort, 1988).
- “Forma de moldear la vida y el ambiente en el que se vive, de modo que se
rompe con las normas y leyes impuestas” (Wietsma, Vonk et al., 1982).
- Ejemplo de contracultura de la clase media (Clarke, Hall et al., 1976: 58).
- Manifestación de la cultura DiY (Do it Yourself, Hazlo tú mismo) (Mckay,
1998).
- “Faceta importante de la lucha mundial para la redistribución de los recur-
sos económicos, de acuerdo a un patrón más igualitario y eficiente” (Corr,
1999: 3).
- Movimiento pro-vivienda (housing) (Wates, 1980).
- Movimiento social urbano, en el que la juventud trata de afirmar la visión
romántica de “lo pequeño es bonito” contra la práctica funcionalista domi-
nante de planificación de las ciudades (Mamadouh, 1992).
- Movimiento posmoderno, postideológico e influido por los medios de
comunicación (Adilkno, 1994).
- Lucha utópica (Kallenberg, 2001).
- Movimiento de auto-ayuda (Katz y Mayer, 1985).
- “Oportunidad para llevar a cabo una forma de vida extrema” (Anon,
1998: 20).
- Predecesores (y posteriormente un ala) de los “Autónomos Internacionales”
(Katsiaficas, 1997).
- Reacción a una crisis de la juventud, que hasta entonces solamente había
experimentado prosperidad (Mak, 2000).
- “Último refugio antes del violento ataque de la disciplina postmoderna”
(Mak, 2000: 1).
El hecho de que las interpretaciones diverjan tanto es debido, al menos en
parte, a que los observadores tienden a ver la okupación como una manifestación
de algún tipo de tendencia en la sociedad, proyectando sus propias esperanzas o
temores en ella. Por otro lado, también refleja la variedad existente en el interior
del movimiento.
A menudo se suele distinguir entre okupar con el objetivo de encontrar una
vivienda y okupar para satisfacer una necesidad de expresión contra-cultural y/o
política (Lowe, 1986).
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HANS PRUIJT
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Sin embargo, los investigadores que han intentado determinar por qué hay
personas que deciden okupar han hallado que las necesidades de vivienda insatis-
fecha son un motivo importante para todos los okupas (Kinghan, 1977; Van der
Pennen, Bertram et al., 1983). Teniendo esto en cuenta, podemos distinguir cinco
configuraciones básicas del hecho okupa. Las configuraciones son combinaciones
de características que juntas encajan bien y son así efectivas (cf. Mintzberg, 1983).
En el caso de la okupación, las configuraciones difieren en las características de las
personas implicadas, el tipo de inmuebles, el marco cognitivo (representan distin-
tos paradigmas), sus demandas y los patrones de organización y movilización que
desarrollan. Cada configuración conlleva también problemas específicos. Las cinco
configuraciones son:
1) La okupación debida a la pobreza.
2) La okupación como estrategia alternativa de vivienda.
3) La okupación empresarial.
4) La okupación conservacionista.
5) La okupación política.
Si hubiese elegido usar una definición más amplia del hecho okupa, habría
tenido que distinguir una configuración más: la okupación turista o crash. Desde
principios de los años setenta, algunos turistas deciden pasan el verano en
Amsterdam en edificios que okupan para este propósito. Se trata de personas que
no desarrollan ninguna responsabilidad respecto al edificio ni tampoco respecto al
vecindario. Eso suele incomodar a los okupas locales, quienes consideran que esta
situación socava la viabilidad de las okupaciones en general. Dos ejemplos sirven
para ilustrar las tensas relaciones entre ambos grupos de okupas. A principios de
los 1970, los okupas en Nieuwmarktbuurt protestaron colgando pósteres advir-
tiendo de que el vecindario no era un sitio de acampada. Por otro lado, en 2002,
algunos okupas turistas del sur de Europa se enemistaron con los residentes en el
distrito “Pijp” de Amsterdam por este motivo.
LA OKUPACIÓN DEBIDA A LA POBREZA2
La configuración más antigua puede ser definida como “okupación debida a la pobre-
za”. Esta configuración implica la participación de personas sin recursos económicos
que realizan okupaciones debido a una situación extrema de privación de vivienda.
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OKUPAR EN EUROPA
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Extrema privación de vivienda significa mucho más que tener una necesidad
de vivienda; implica que muy posiblemente se trata de gente que no tiene otra
opción que vivir en refugios para indigentes. Además, el criterio que se suele uti-
lizar a la hora de favorecer a aquellos que “merecen una vivienda” es el tipo de
familia. En este sentido, en Inglaterra, en los sesenta y setenta solamente las per-
sonas casadas y con hijos podían ser elegibles para ser incluidos en la definición
oficial de indigente; en Holanda en los sesenta, por el contrario, bastaba con ser una
pareja casada (sin necesidad de tener hijos) para ser clasificada como necesitada
(Duivenvoorden, 2000). Otro aspecto importante hace referencia a que este tipo
de okupas no pueden tener otros problemas serios (como abuso o tráfico de dro-
gas, denuncias por robos, violencia sexual o doméstica) más allá del hecho de care-
cer de vivienda. En caso contrario, los activistas se convierten en algo así como
trabajadores sociales no pagados, que deben afrontar, además, riesgos crecientes
de represión (cf. Grundmann et al., 1981: 49).
Un ejemplo prototipo de la okupación basada en la pobreza es el “movimiento de
familias okupas” en el Reino Unido a finales de los años sesenta (Bailey, 1973).
Después de los setenta, la okupación basada en la pobreza tiende a declinar.
Una excepción importante es la okupación basada en necesidades específicas de
vivienda para inmigrantes en situaciones complicadas. Esto ocurría ya en los
setenta. Un ejemplo: en 1974, 100 apartamentos en Bijlmermeer (Amsterdam)
fueron okupados por inmigrantes recién llegados del Surinam (Van Diepen y
Bruijn-Muller, 1977). También en Frankfurt, a principios de 1970, hubo activistas
que okuparon edificios para proporcionar viviendas a inmigrantes (Grundmann et
al., 1981: 48). A finales de los noventa, la okupación para inmigrantes todavía
seguía existiendo: en 1998, en Bolonia, el Comité sin Fronteras y la Rifondazione
Comunista organizaron okupaciones para inmigrantes norteafricanos (Fekete,
1998).
ORGANIZACIÓN Y MOVILIZACIÓN
Un modelo organizativo que se identifica de forma clara en esta configuración es la
distinción entre activistas y okupas. Los activistas hacen accesibles edificios para
los okupas y los apoyan. Esta división de roles encaja bien con la lógica general de
la configuración, porque subraya la posición necesitada de los okupas: son tan
miserables que ni siquiera pueden ayudarse a sí mismos. Esto también implica una
protección contra las acusaciones de saltarse la cola: los activistas no toman la ini-
ciativa de organizar las okupaciones por motivos egoístas, sino para ayudar a otros.
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Por otro lado, una segunda posibilidad radica en la autoorganización por parte
de los mismos okupas. Un ejemplo fue la ola okupa de 1945-1946 en el Reino
Unido, en la que casi 45.000 okupas, ex militares con sus recién formadas familias,
decidieron okupar en campamentos que habían pertenecido al ejército. En este
caso, los okupas fueron acusados de saltarse la cola (Friend, 1980). También en
Italia, a finales de los setenta, algunos sin techo okuparon apartamentos de forma
espontánea (Welschen, 1996: 82-86).
TIPOS DE EDIFICIOS
La mayoría de edificios que se okupan son aquellos cuyos propietarios quedarían
avergonzados al ver a los okupas desalojados, porque tienen una obligación (moral)
para acoger a los necesitados, como el Estado o la Iglesia. Así, el objeto ideal a oku-
par es un conjunto regular de viviendas que se encuentren vacías por razones inex-
cusables o inexplicables. Cuanto mejor sea el estado en el que se halle el edificio,
más embarazosa resultará la situación para los propietarios.
MARCOS COGNITIVOS
En esta configuración, el proceso de enmarcamiento es directo. Se trata de fami-
lias sin hogar que han llegado a una situación angustiosa por razones fuera de su
control: por ejemplo, trabajadores pobres, cuyas necesidades de vivienda se con-
traponen a la insensibilidad de burócratas y políticos.
Los okupas reclaman respetabilidad. Cuando tienen lugar los desalojos, se
produce un efecto de choque por el comportamiento incivilizado o insensible de
las autoridades o sus funcionarios. Por ejemplo, el desalojo violento de familias
okupas de sus casas por parte de cuadrillas contratadas por el Ayuntamiento de
Londres significó un grave problema para el Ayuntamiento en su relación con la
opinión pública (Bailey, 1973).
DEMANDAS E IMPLICACIONES EN ASUNTOS POLÍTICOS
Las demandas de este tipo de configuración son modestas; no implican cambios
estructurales, sino que se centran en ayudar a los okupas obteniendo (temporal-
mente) arrendamientos o alojamientos alternativos. Este tipo de okupación no está
relacionada directamente con la política; en el mejor de los casos, uno podría decir
que constituye una protesta contra la ineficiencia e insensibilidad del gobierno.
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En ocasiones se ha realizado una demanda política más radical, que consiste en soli-
citar el requisamiento de la propiedad privada en desuso. Un ejemplo es la campaña lle-
vada a cabo por un grupo de Brighton llamado “Los vigilantes”. En 1945 okuparon algunas
casas que solamente eran usadas para alquilar durante los meses de verano. El resultado
fue una nueva ley que permitía el requisamiento, pero que solamente fue implemen-
tada en ciudades gobernadas por los laboristas. En Holanda una legislación similar
entró en vigor en 1947, sin contar con la presión de una campaña okupa tras ella.
Esta configuración tiene también limitaciones, como las aparecidas en el
Reino Unido en 1946, cuando 1.500 personas okuparon apartamentos propiedad
de unos inversores en Londres, con la ayuda y organización de los comunistas. En
contraste con la cobertura mediática generalmente positiva que recibían las oku-
paciones de los campamentos, en este caso los periodistas tendieron a ser hostiles.
Además, se produjeron desalojos y otras acciones represivas cuando los propieta-
rios sintieron que el derecho para hacer lo que quisiesen con sus propiedades esta-
ba en peligro (Friend, 1980: 116; Johnstone, 2000).
RESULTADOS
Este tipo de okupación es susceptible de cooptación: por ejemplo, con su transfor-
mación de forma que les sea útil a los funcionarios del Estado (Pruijt, 2003). Un
ejemplo de cooptación se halla en la historia de la okupación en el Reino Unido,
donde algunas organizaciones okupas fueron transformadas en oficinas gestoras
que alquilaban viviendas del sector público por periodos cortos. Esta situación dio
lugar a lo que se denominó como “okupación con licencia” (Bailey, 1973; Pettitt,
1980). Los pactos con las autoridades locales requerían de un compromiso por
parte de las organizaciones okupas que consistía en la renuncia a nuevas okupacio-
nes. Por este motivo, Lowe (1986: 148) ha señalado a estos okupas con licencia como
“un ejemplo clásico de cooptación de un movimiento social crítico”.
A diferencia de la situación en el Reino Unido, donde los organizadores tenían
que luchar para obtener acuerdos de vivienda por periodos cortos, en Holanda las
autoridades tendían a conceder estas viviendas sociales de forma casi automática.
PROBLEMAS ESPECÍFICOS DE LA OKUPACIÓN BASADA EN LA POBREZA
En esta configuración, las personas que no son reconocidas, o bien por las autori-
dades, o bien por la opinión pública, como poseedoras de una necesidad genuina
de vivienda, como las que no tienen hijos o las solteras, no se pueden beneficiar de
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las okupaciones (ASS, 1996: 31). Aquellos que tienen otros problemas, además del
hecho de carecer de vivienda, o la gente cuyo estilo de vida se desvía de forma
ostensiva de la tendencia dominante, tienen también dificultades en obtener el
requisito de respetabilidad.
Un problema mayor (hasta el punto de que existe una división de roles entre
activistas y okupas) es que la continuidad de las okupaciones depende de un
pequeño núcleo de activistas que pueden perder el interés; por el contrario, la
autoorganización, como veremos, es más robusta en este sentido.
OKUPACIÓN COMO ESTRATEGIA ALTERNATIVA DE ALOJAMIENTO3
Un segunda configuración, más reciente en el tiempo que la anterior, es la okupa-
ción como estrategia alternativa de alojamiento, que incluye un variado rango de
posibles okupas:
- Personas que no entran en la categoría de pobres que sufren extrema
privación de vivienda porque no están casados o no tienen hijos, o por-
que son jóvenes o poseen educación.
- Okupas que no eran antes indigentes, sino que vivían en una habitación
alquilada o en un dormitorio de estudiantes y querían mudarse a un
apartamento.
- Individuos que quieren vivir en grupo y no encuentran en el ordena-
miento legal vigente un tipo de vivienda que lo haga posible.
- Entusiastas radicales de la cultura DiY, que prefieren crear sus propias
viviendas en lugar de tener que trabajar largas jornadas en puestos de
trabajo convencionales para poder pagarse así un alquiler (Moan, 1980).
- Personas de clase media en su origen (pero con muchas posibilidades de
bajar de escala social) que han decidido dedicarse a actividades que
suponen escasos ingresos económicos como, por ejemplo, artistas o
músicos.
- También aquellos que no cubren los estándares de respetabilidad que
implica la okupación basada en la pobreza, por ejemplo, porque son vul-
nerables, o por su estilo de vida.
- Aparte de estas categorías “nuevas” de individuos okupas, esta configu-
ración no excluye a personas que han estado experimentando extrema
privación de vivienda.
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OKUPAR EN EUROPA
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El hecho de que esta configuración es distinta de la primera lo ilustra bien la
reflexión de Pettitt (1980: 122), quien estuvo implicada en el movimiento de fami-
lias okupas de Londres, antes de convertirse ella misma en okupa:
De algún modo aceptábamos el razonamiento según el cual, si uno no
estaba en una “familia”, entonces no necesitaba un hogar permanente de su
propiedad. Mi propio modo de pensar era algo así: “¿Yo? ¡Pero si tengo una
licenciatura! ¿Cómo puedo justificar que necesito okupar? No parece que lo
merezca lo bastante. El hecho de que gente como yo, sin acento de los barrios
bajos de Londres y sin hijos, quiera okupar, puede hacer que la okupación
parezca estúpida”.
MARCOS COGNITIVOS DE LA OKUPACIÓN COMO ESTRATEGIA ALTERNATIVA
DE ALOJAMIENTO
A diferencia de lo que ocurría con los marcos cognitivos de la okupación basada en
la pobreza, en el proceso de enmarcamiento de esta segunda configuración la
pobreza no es un aspecto relevante. Los okupas no se presentan a sí mismos como
almas desafortunadas que requieren de asistencia. Por el contrario, tienden a evi-
tar el efecto de pérdida de poder relativo al ser (auto-) etiquetados como necesita-
dos. En este sentido, no sólo no se estigmatizan como perdedores, sino que se
enorgullecen de haber autocreado una solución al problema de la vivienda.
En esta configuración, el deseo básico de los okupas no es conseguir ayuda,
sino “que no les molesten”, “que les dejen en paz”. Así, las demandas son princi-
palmente herramientas tácticas con el objetivo de conseguir algún grado de auto-
nomía o de emancipación respecto de las autoridades y las políticas oficiales de
vivienda.
Los okupas no reclaman un lugar entre los necesitados, lo que tiene implica-
ciones para la elección de los inmuebles. En este sentido, el tipo de edificio prefe-
rido es aquel que permite a la okupación ser vista como una parte adicional al stock
de vivienda disponible, sin pretensiones, por tanto, de querer formar parte del
mismo. Los inmuebles disponibles incluyen espacios comerciales que nunca
fueron pensados para ser usados como vivienda, casas de vecindad que fueron
oficialmente retiradas del mercado (por ejemplo, debido a que se planeaba su
demolición), viviendas que son (mucho) menos rentables, o alternativamente,
alojamientos de lujo vacíos4.
De este modo, okupar deviene una espada de doble filo: los okupas se ayudan
a sí mismos fuera del stock de vivienda existente y al mismo tiempo e indirectamente
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HANS PRUIJT
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ayudan a otras personas que buscan viviendas para rentas bajas, eliminándose por
tanto de las listas de espera de las viviendas asignadas por las autoridades.
Comparada con la configuración anterior, la okupación basada en una estrategia
alternativa de alojamiento implica una menor división entre activistas / organizado-
res, por un lado, y okupas por el otro. En este sentido, hay más autoorganización en
equipos autónomos y menor organización vertical o arriba abajo5. Lógicamente, el
concepto de autoorganización encaja bien en un movimiento que no define a los oku-
pas como personas necesitadas de vivienda a causa de una situación de pobreza.
Dado que en esta configuración las demandas concretas tienen un menor peso
y debido también al énfasis que se hace en la autoorganización, los marcos cogni-
tivos claros y detallados son menos necesarios que en el caso de la okupación basa-
da en la pobreza. Esto permite una considerable libertad a la hora de crear una
ideología (por ejemplo, un “anarquismo instantáneo”) alrededor de la okupación
como estrategia alternativa de alojamiento.
Por otro lado, en la okupación basada en la pobreza, no sólo la acción, sino
también la comunicación resulta vital. Ello se debe, entre otras cosas, a que los
activistas tienen que dar instrucciones claras a los okupas y controlarlos, así como
a la relevancia de hacer llegar demandas concretas a las autoridades. En la okupa-
ción como estrategia alternativa de alojamiento, en cambio, existe una menor
necesidad de acompañar las acciones de una comunicación clara, debido a que la
estructura es más horizontal (no hay dependencia respecto de las decisiones de los
líderes) y a que las demandas tienen menor peso.
RESULTADOS
El objetivo principal de la okupación es, mediante la acción directa, afrontar las
necesidades inmediatas de vivienda, por ejemplo, creando hogares (a menudo
temporales). De acuerdo a un estudio de 1981 (Van Der Raad, 1981), Amsterdam
alojaba entonces alrededor de 9.000 okupas. Por otro lado, Duivenvoorden (2000)
estimaba que en el conjunto de Holanda, entre 1965 y 1999, 50.000 personas
vivieron en okupaciones en un momento u otro.
Otra variable a analizar es la longevidad de las okupaciones. En este sentido,
existe una relación entre la duración con la calidad de las mismas, ya que cuanto
mayor es su esperanza de vida, mayores posibilidades e incentivos tiene la inver-
sión en reparaciones, construcción y mantenimiento. Para el Reino Unido, Wates
(1980) estimó una media de tres meses. Para Amsterdam, estimaciones del que
suscribe estas líneas revelaron una media de algunos años.
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OKUPAR EN EUROPA
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En ocasiones ocurre que las okupaciones devienen permanentes a través de la
legalización. Así, la Municipalidad de Amsterdam compró doscientos de los edifi-
cios que habían sido okupados (Duivenvoorden, 2000: 323), y, de este modo, los
legalizó. Posteriormente, algunos funcionarios se hicieron cargo de gran parte de
esos inmuebles para establecer asociaciones de vivienda, lo que concluyó en con-
tratos de arriendos a okupas de forma individualizada (Draaisma y Hoogstraten,
1983). De esto modo, los okupas no pudieron consolidar aquello que habían con-
seguido, mostrando la paradoja de que la legalización acaba con la línea alternativa
(Bussemaker, 1986). Dado que la legalización implicaba reparar y en ocasiones,
transformar el inmueble al nivel requerido por el código del edificio, esto tendía a
incrementar los costes, poniendo fin a la situación en que el dinero importa poco.
Las consecuencias inmediatas eran que personas con ingresos escasos tenían que
marcharse o bien devenían dependientes de algún acuerdo en virtud del cual podí-
an sustituir el pago del alquiler por horas de trabajo.
Sin embargo, en Holanda se decidió aprovechar casi todas (si no todas) las
oportunidades que se tuvo para la legalización. En Berlín, por el contrario, hubo
una considerable proporción de okupas que rechazaron negociar para conseguir su
legalización.
Finalmente, la okupación puede causar un problema de escasez de vivienda
para ganar relieve en la agenda política. Esto puede ocurrir hasta de forma no
intencionada, incluso cuando los periodistas dotan de sentido el hecho de okupar.
Esto sucedió en el caso de Vetterstraat, en Amsterdam, en 1965. Los okupas esta-
ban intentando auto-ayudarse, pero un analista en un periódico escribió:
A veces, un gran disturbio puede ser útil. Corremos el riesgo de olvidar que
en este país existe una vergonzosa escasez de vivienda. Y el peso de esta situa-
ción es asumido casi exclusivamente por distintos grupos de jóvenes. El proble-
ma de la vivienda es un grano enfermo en nuestra sociedad, pero nosotros
hicimos esta enfermedad casi invisible (Trouw, 7 enero 1965).
En Holanda, la okupación se ha situado en la agenda política, principal-
mente debido a la carencia de vivienda existente entre los jóvenes. En 1978, en
Amsterdam una persona de veinte años debía esperar más de siete años para poder
ser alojado en un apartamento de la asignación oficial6.
En ocasiones, los okupas explican sus acciones como una protesta contra la
escasez de vivienda disponible, especialmente cuando tratan de movilizar el apoyo
de la opinión pública. Un ejemplo es el “Groote Keijser” en Amsterdam, en 1980,
un caso en el que los okupas rechazaron abandonar la okupación creciente de
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“casas canales” okupadas. Explicaban su permanencia allí como una protesta con-
tra el hecho de que la ciudad contara con 50.000 personas que buscaban un hogar
(sobre una población total de 600.000).
IMBRICACIÓN CONTRACULTURAL Y POLÍTICA
Muchos okupas vivían en una okupación igual que podían haber vivido en otro
lugar, pagando un alquiler (como mínimo en Holanda). Para otros —una conside-
rable minoría— okupar significaba algo más.
Para ellos, la okupación se insertaba de varias formas en la contra-cultura y la
política.
1)Oportunidades para la expresión subcultural como un incentivo adicional
Como incentivo adicional, la okupación ofrece a los individuos oportunida-
des para hacer coherente su situación de vivienda con los estilos de vida que
eligen. Ejemplos: algunos punkies pueden elegir vivir exclusivamente con pun-
kies, o un grupo de feministas puede iniciar un edificio sólo por y para mujeres.
En este sentido, experimentar con la vida comunal resulta también relativa-
mente fácil. Los espacios comerciales okupados pueden ser transformados de
forma creativa. Por ejemplo, en Amsterdam, un artista construyó una pequeña
casa de madera dentro de un gran espacio en el edificio del antiguo periódico
NRC. En definitiva, a través de la okupación existen amplias posibilidades,
tanto para la creatividad interior como para la decoración exterior.
2) Aumento del poder relativo (empowerment).
Podemos considerar que se produce un aumento del poder relativo de los
individuos respecto de las autoridades y políticas oficiales como conse-
cuencia del establecimiento de las okupaciones. La okupación rompe con
lo oficial a través de una cierta actitud hacia (no) ser mantenidos por el
Estado, como mínimo en el área de la vivienda. Los okupas se distancian de
la forma de crear hogares regulada burocráticamente. Al okupar un inmue-
ble y hacerlo habitable, los okupas satisfacen sus necesidades de vivienda
por sí mismos. De este modo, rompen el poder ejercido sobre ellos por
medio de la planificación de las ciudades y las listas de espera y por las nor-
mas de derechos de propiedad privada que requieren de la existencia de
indigentes, mientras a su alrededor permanecen casas vacías.
Uno de los atractivos del hecho de okupar es que promete un resultado
tangible inmediato en la forma de una okupación. Esto es distinto de la
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participación política a través de los canales oficiales o convencionales. En
estos canales, la división del trabajo, la jerarquía y los compromisos difi-
cultan la participación de las personas, que a menudo invierten mucha
energía en proyectos que después no pueden continuar.
3) La escena okupa.
Algunos okupas (las estimaciones sugieren que son cerca de un 10 por
ciento) se implican más profundamente en las okupaciones. Forman una
red o escena okupa. Para ellos, el hecho de pasar el tiempo en la compañía
de otros okupas es beneficioso porque comparten experiencias y porque
ofrece la relajación de no tener que defender los fundamentos y los prin-
cipios de la okupación. Los ambientes no-okupas tienden a etiquetar a los
okupas como diferentes, lo que en sí mismo les ayuda a forjarse una iden-
tidad de grupo. Además, a través de los contactos entre okupas se difunden
rápidamente trucos en asuntos técnicos, estrategias para tratar con los pro-
pietarios, cómo arreglar cerraduras, ventanas, suelos rotos, cuestiones de
fontanería, calefacción, electricidad, etc.
4) La estructura del movimiento.
Podemos distinguir distintas formas de organización en el movimiento
okupa:
- Asistencia general (o mutua). Cuando se produce una nueva okupación,
se organiza la asistencia física, así como en lo relativo a consejos y ayuda
en problemas cotidianos por parte de otros okupas. Esto también impli-
ca ayudar de forma recíproca a los vecinos, por lo que los okupas que no
participan en estos acuerdos recíprocos deben afrontar críticas desde el
propio movimiento.
- Asociaciones: es muy importante el establecimiento de grupos de oku-
pas, especialmente en distritos en los que okupar implica apartamentos
separados o (pequeños) edificios de apartamentos. Los grupos de okupas
tienden a tener reuniones, algún tipo de financiación y hoja informativa.
En los grandes edificios, son habituales las asambleas de quienes allí
habitan, formando un bloque organizacional para la formación y exten-
sión del movimiento.
- Redes estructuradas sin división del trabajo. Un ejemplo son los árboles o
cadenas telefónicas para movilizar apoyos en caso de amenaza de desalojo.
- Organizaciones basadas en una decisión voluntaria de trabajar: la crea-
ción de (pequeñas) instituciones que proveen servicios a los (futuros)
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okupas. Ejemplos: servicios de información para potenciales okupas que
elaboran listas de propiedades vacías y les aconsejan, con el objetivo de
hacer las okupaciones más accesibles y con mayores probabilidades
de éxito; abogados que investigan a los especuladores de la propiedad
(Spok, Amsterdam); colectivos que escriben manuales para la okupa-
ción; medios de comunicación okupas, como hojas informativas, revistas
o estaciones de radio y televisión.
- Campañas organizadas para influir en los procesos de tomas de decisión,
movilización y acción serían los grandes objetivos de la okupación.
- Organizaciones urbanas, regionales o nacionales. Las amenazas, como la
legislación anti-okupación propuesta, estimulan a los okupas para con-
vocar reuniones y organizar protestas y comités, a distintos niveles terri-
toriales.
5) Coincidencias con otros movimientos en ciclos de protesta.
El movimiento de okupación es parte de una “familia de movimientos
sociales de la izquierda libertaria” (Della Porta y Rucht, 1995), que inclu-
ye, por ejemplo, al movimiento ecologista y al nuevo movimiento por la
paz. Los movimientos incluidos en esta familia tienen coincidencias orga-
nizacionales. Así, aplicando la noción de acción directa a problemas con-
cretos de la sociedad, algunos okupas extendieron sus actividades a otros
campos. Algunos ejemplos son: el bloqueo de la carretera que conduce a la
planta nuclear en Dodewaard (Els, Geert et al., 1981) y acciones de bloqueo
contra el transporte de residuos nucleares que debían ser depositados en el
mar (Els, Geert et al., 1982). También fueron okupas quienes bloquearon
las entradas al complejo de los laboratorios Shell en Amsterdam como
parte de las protestas anti-apartheid. Por otro lado, las tácticas de acción
directa, pioneras en el movimiento de okupación, fueron transferidas a las
protestas antimilitaristas. Así, algunos refugios de unidades militares y
una oficina militar fueron atacados por sorpresa, con el resultado de que
los documentos detallando los planes contingentes en caso de Estado de
Emergencia Nacional fueron robados, exhibidos e incluso publicados. Una
acción similar tuvo lugar en un inmueble usado como refugio por una uni-
dad de observación de la policía. En tercer lugar, un ataque sorpresa para
interrumpir una reunión de un partido de ultra-derecha en un hotel ter-
minó en un fuego devastador causado por una bomba de humo, dejando
mutilada a la compañera del líder del partido. Finalmente, los okupas tam-
bién han jugado un importante rol en protestas urbanas, por ejemplo
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contra la construcción del nuevo edificio consistorial de Amsterdam (oku-
pando el lugar con un “circo anti-ciudad”) o arruinando la campaña para
atraer los Juegos Olímpicos a la ciudad (hostigando a los miembros del
Comité Olímpico Internacional reunidos en Lausanne).
OKUPACIÓN EMPRESARIAL7: CENTROS SOCIALES, ESPACIOS LIBERADOS,
LUGARES PARA LA CREATIVIDAD
La okupación ofrece oportunidades para la creación de casi cualquier tipo de espa-
cio social, sin necesidad de poseer grandes recursos ni de arriesgarse a perderse en
interminables trámites burocráticos. Algunos ejemplos son: centros de vecindad,
bares de okupas (con beneficios destinados a acciones y proyectos solidarios),
tiendas de reparación de bicicletas, casas para mujeres, restaurantes, imprentas,
teatros y centros de proyecciones de películas, servicios de préstamo de herra-
mientas, escuelas alternativas, centros de día, espacios festivos, galerías de arte,
librerías y centros informativos, tiendas de alimentación, saunas, talleres (por
ejemplo, de reparación de bicicletas o coches, de restauración de barcos). La esca-
la varía desde locales pequeños a grandes centros comerciales, complejos milita-
res, almacenes o astilleros.
A menudo, los centros sociales, espacios liberados o breeding places se estable-
cen junto a las viviendas. De hecho, en Holanda los okupas consideraban la com-
binación de funciones en un único inmueble como bien en sí mismo
(Duivenvoorden, 2000: 252-253).
Aunque los proyectos de la okupación empresarial son prácticos y no depen-
den así de marcos ideológicos, existe un debate en curso que se centra en dos
asuntos.
El primer asunto es si la legalización implica la pérdida de la línea de oposi-
ción. En principio, parece que ello es sólo así en parte. Así, un estudio en profun-
didad sobre “espacios liberados” okupados en Amsterdam describía el impacto de
la legalización del siguiente modo: “Lo que solía ser un espacio liberado activo con
muchos enlaces con variadas estructuras sociales, se estabiliza para convertirse en
un edificio vivienda / espacio de naturaleza más tranquila y menos dinámica.
Decrecen los lazos con otros espacios liberados, así como las implicaciones políti-
cas explícitas” (Breek y Graad, 2001: 77).
Otros proyectos poseían originalmente una identidad de oposición y la perdie-
ron completa y abruptamente tras la legalización (Groote Keijser), o gradualmente
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(complejo de NRC, Tetterode), reteniendo a veces un rol en la cultura alternativa,
como Poortgebouwein Rotterdam, que permaneció como un lugar de reunión
punk-rock. En este sentido, debe señalarse que los acuerdos de legalización varían
en términos del nivel de control que los okupantes pueden retener (Breek y Graad,
2001: 50).
Aparte de la legalización, una explicación alternativa para la desaparición de la
línea política radica en el declive general de la protesta (en Holanda) tras la ola de
protestas de 1980. Después de esa fecha, se redujeron también los recursos para
los movimientos sociales en Holanda, ya que se hizo más fácil y más necesario
para los jóvenes encontrar puestos de empleo remunerados. Además, el Estado
presionó a los estudiantes para que completasen sus estudios con mayor rapidez.
No obstante, existieron proyectos que mantuvieron una línea de oposición
tras la legalización, como en Mehringhof (Berlín) y Vrankrijk (Amsterdam); de
hecho, este último fue comprado por los mismos okupas.
Adicionalmente, debe remarcarse que diversos proyectos legalizados, como el
Kulturzentrum Lagerhaus en Bremen o la Fabrik en Berlín, nunca tuvieron una
identidad de oposición, sino que desde el principio se concentraron en la cultura
(alternativa).
El segundo asunto hace referencia a si es posible escapar de la alternativa
entre, por un lado, tener una identidad contra-cultural y política, la cual atrae a
miembros de una “escena” altamente exclusiva —por ejemplo a anarquistas vesti-
dos de negro y veganos—, o por otro lado, atraer a un amplio número de personas a
expensas de convertirse en una tendencia culturalmente dominante pero apolítica.
Marco (2000), quien trabajó en la Eurodusnie colectiva en Leiden (Holanda),
criticaba a los okupas holandeses por ser exclusivos, lo que contrastaba con el gran
número de centros sociales en Italia, descritos como los lugares centrales de reu-
nión para “la parte de la población anticapitalista”, a la vez que conseguían atraer
también a una amplia variedad de personas.
No obstante, en términos demográficos, la atracción de los centros sociales
italianos parece restringirse en gran medida a la gente joven. Una encuesta a los
visitantes (con una muestra de 1.395 personas) demostró que sólo un 4,9 por cien-
to eran mayores de 35 años (Consorzio Aaster, 1996: 23). En 1998, 150 centros
sociales autogestionados en Italia ofrecían oportunidades para disfrutar y desarro-
llar una vida social en un ambiente no consumista (Maggio, 1998: 234).
Ruggiero (2000: 170) señaló que las principales funciones de los centros
sociales eran reducir el aislamiento y la distancia respecto a las oportunidades para
crear una identidad, como consecuencia del declive de los grandes lugares de
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OKUPAR EN EUROPA
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trabajo, sindicatos y partidos políticos. Los centros sociales también permiten a
personas desempleadas involucrarse en actividades productivas (conciertos, CD,
revistas, camisetas; existen fuertes lazos con la escena musical alternativa).
Algunos ven esto como un trabajo valioso, con un grado positivo de autocontrol;
para otros, representa la autoexplotación (Wright, 2000: 128). Además, en los cen-
tros sociales se provee de contactos y acceso a recursos y oportunidades para
adquirir capacidades que son relevantes en el mercado de trabajo (Ruggiero, 2000:
182-183).
Gestionar los centros implica caminar por una estrecha línea entre una “men-
talidad de gueto” y la “posible normalización como empresas sociales” (Wright,
2000: 132). Quizás de forma predecible, algunos han criticado a los centros socia-
les italianos por haberse transformado en empresas comerciales.
Algunos de ellos diseñaron un plan, la Carta de Milán, para dejar atrás el auto-
escogido aislamiento, los enfrentamientos con la policía y el discurso antiinstitu-
cional lleno de prejuicios. En vez de ello, trataron de desarrollar “una infiltración
más sutil en las instituciones locales, un diálogo que no es subordinado, sino que
alcanza una nueva calidad de prácticas antagonistas” (Maffeis, 2002: 134). Algunos
representantes de los centros sociales contrarrestaron (exitosamente) la amenazas
llevadas acabo a través de la influencia de Berlusconi, participando en el gobierno
de la Administración local (Klein, 2001).
Gran parte de los visitantes vienen a los centros por sus contactos sociales, por
conciertos y por el arte (Ruggiero, 2000). Sin embargo, los centros sociales son
también “ejes sociales y culturales” en una red que apoya la movilización en con-
tra, por ejemplo, de la globalización capitalista (Klein, 2001). Han creado, por
ejemplo, una innovación en el repertorio de protesta de los movimientos sociales,
los “Tutte Bianche”: un bloque de manifestantes vestidos con monos blancos que
simbolizan la invisibilidad como resultado de una reestructuración posfordista
(Azzellini, 2002). Sin embargo, no todos los centros participan de igual forma en
estas protestas políticas. Así, algunos están más orientados políticamente y otros
están más relacionados con la (contra) cultura. A lo largo de esta distinción existen
también tensiones en el interior de los centros. Respecto a las relaciones entre los
distintos centros, existen diferencias entre los centros autónomos y los centros
anarquistas (Wright, 2000).
En el Reino Unido, el colectivo Éxodo en Luton, que se inició con la organiza-
ción de raves y se expandió después por las okupaciones, ganó gran parte de su
fama por realizar sus actividades rompiendo las barreras étnicas existentes
(Malyon, 1998).
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LA OKUPACIÓN CONSERVACIONISTA
La cuarta configuración, la okupación conservacionista, implica okupar como una
táctica usada en la preservación del paisaje rural y urbano, por ejemplo, contra la
construcción de carreteras o bloques de oficinas. En ocasiones, si se consigue
impedir los cambios planeados en el uso del terreno, esto acaba con los edificios
vacíos. Y entonces los grupos comunitarios contra el desarrollo de las ciudades
pueden organizar okupaciones como una forma de aumentar la resistencia contra
un cambio en la función del terreno, asegurándose de que los lugares donde sus
habitantes originales y usuarios han sido ya desplazados son poblados de nuevo.
Los okupas suelen interesarse por los procesos de planificación que determinan el
destino de sus edificios. Para ellos, luchar contra los cambios propuestos significa
proteger sus okupaciones.
En Amsterdam, la okupación desempeñó un rol en gran parte de las principa-
les protestas en los 1970 que frustraron sustancialmente el programa de los plani-
ficadores para modernizar la ciudad antigua (por ejemplo, el centro más el anillo
del siglo XIX; los planificadores habían previsto básicamente la preservación de los
canales, las casas canal y otros monumentos de primer orden).
En los vecindarios que están bajo amenaza de cambio de función, existen opor-
tunidades para que se den coaliciones entre los okupas y los “legales”, que serían
los habitantes tradicionales que comparten el mismo interés en proteger sus pro-
piedades. Estas coaliciones se expanden a la hora de tratar temas relativos a la cali-
dad de vida en el vecindario y pueden llegar incluso a unir diversos vecindarios y
diversos grupos sociales. De hecho, al estudiar los planes urbanísticos en las ciuda-
des que cuentan con una elevada proporción de okupas, resulta difícil aislar las oku-
paciones de otras acciones llevadas a cabo por grupos de interés en la comunidad.
La ola de okupaciones en 1979-1981 en Berlín comenzó como una ola de oku-
paciones conservacionistas. En 1979 en Kreuzberg, el grupo de acción comunitaria
“SO 36” okupó una gasolinera vacía para evitar su demolición. Los activistas pro-
cedieron entonces a okupar casas que estaban destinadas a ser derruidas, porque
querían preservar el parque de vivienda útil y la estructura del vecindario.
Históricamente, los okupas también han jugado un rol importante como ini-
ciadores de los grupos de comunidad. Un ejemplo es el comité de vecindarios del
distrito Bethaniën en Amsterdam, el primer grupo vecinal creado para resistir al
desarrollo de la ciudad. Así, algunos manifestantes contra la destrucción del paisa-
je rural o urbano deliberadamente okuparon casas situadas a lo largo de una nueva
línea de metro que debía ser construida (Amsterdam, Nieuwmarkt, 1972-1975),
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OKUPAR EN EUROPA
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una autopista (UK, la campaña No M11 Link Road en los 1990) o vía de tren
(Betuwelijn, Holanda, 1998-99). Desde que los okupas se trasladaron a esta zona
en la que existía la oportunidad de contribuir a la causa medioambiental, fueron
criticados por ser NIMBY (Not In My BackYard (no en mi patio trasero) o ecologis-
tas preocupados únicamente por los problemas que les afectan a ellos en sus
zonas).
LA OKUPACIÓN POLÍTICA
Okupar puede ser un campo de acción prometedor para todos aquellos involucra-
dos en la política antisistema y para quienes, tácita o explícitamente, se identifican
con ideas revolucionarias o “autónomas”. Para ellos, el concepto de poder —por
ejemplo, contra-poder cara a cara con el Estado— tiene una gran relevancia. En su
modelo organizacional se distingue entre una vanguardia y los seguidores. Okupar
es interesante para ellos dado el elevado potencial de confrontación con el Estado.
Podría decirse que la okupación política como una configuración independien-
te nació en Amsterdam cuando un grupo okupa, Woongroep Staatsliedenbuurt,
actuaba con formas que no se entendían muy bien con el marco lógico de otras con-
figuraciones. Entre ellos, resultó especialmente relevante el hecho de organizar
okupaciones a gran escala de viviendas sociales para rentas bajas, las cuales eran
asignadas por la autoridad municipal de vivienda. Otros okupas en Amsterdam
consideraban que este tipo de viviendas no se podía okupar. Ello es congruente con
la visión dominante que antes describía como “okupación como estrategia de
vivienda alternativa”, en la que la okupación trataba de sumarse al stock de vivien-
da a rentas bajas, sin pretender compartirlo.
La principal justificación de Woongroep Staatsliedenbuurt para okupar vivien-
das asignadas a rentas bajas era que el sistema municipal de las colas para la
vivienda era un modo de pacificar a las decenas de miles de personas que buscaban
un hogar (Duivenvoorden, 2000: 151). En línea con este argumento, la oficina
municipal de distribución de vivienda fue atacada en distintas ocasiones, con el
resultado de que algunos archivos fueron destruidos.
En Amsterdam, los okupas políticos se encargaron de la defensa de algunos
edificios, cuyos ocupantes habían perdido la esperanza de ser capaces de evitar el
desalojo, fortificándolos para futuros enfrentamientos con el Estado. Estaban
especialmente interesados en la movilización contra el Partido Socialdemócrata,
que era quien controlaba las políticas urbanas.
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¿Dónde están… M1 (filmar) 16/6/14 10:27 Página 52
También trabajaron de un modo perseverante para crear estructuras estables
en el movimiento okupa. Así, con el objetivo de configurar una organización cohe-
rente, prepararon un grupo de activistas disciplinados y comprometidos en el
enfrentamiento con el Estado.
Muchos okupas que no compartían el bagaje ideológico de los okupas políti-
cos los apoyaron, basándose en un sentimiento de solidaridad. El resultado fue que
los okupas aumentaron su poder relativo alcanzando oportunidades crecientes de
conseguir concesiones, como resultado de: a) una organización más fuerte, b) la
experiencia de ser tomados en serio por la administración local y los medios de
comunicación y c) a un sentimiento general que se extendió rápidamente según
el cual el rol de los antagonistas debía permanecer oculto. Sin embargo, surgió
una fisura en el interior del movimiento, ya que los okupas políticos no estaban
de acuerdo con esta situación: sentían que un gran número de los okupas actua-
ban sin tener una visión política clara (o sea, la okupación como estrategia alter-
nativa de vivienda) o estaban interesados sólo en sus propios y pequeños centros
sociales (o sea, okupas empresariales). A su vez, los okupas de estos dos grupos se
sentían cada vez más manipulados por los okupas políticos; también se quejaban
de un control excesivamente centralizado y de la organización casi paramilitar
que se enfrentaba a la policía; el resultado habría sido una desmotivación general
en estos dos grupos.
En ese momento surgió un conflicto interno, a partir de un pequeño levanta-
miento contra el liderazgo de los okupas políticos, y un intento por parte de los
líderes de los okupas políticos de reconstruir el movimiento que implicó etiquetar
algunos okupas como “traidores”. Esto se expandió en 1988, forzando a los okupas
políticos a dejar la escena de Amsterdam (Adilkno, 1994).
En Italia a finales de los sesenta y principios de los setenta, grupos políticos
como Lotta Continua se introdujeron en las okupaciones que habían empezado
espontáneamente (Rising Free, 1973; Welschen, 1996: 82-86). En una fase posterior,
los Autónomos se implicaron buscando la confrontación “incluso aunque contri-
buyese poco o nada a la preservación de casas okupadas” (Welschen, 1996: 86).
Los Autónomos estaban compuestos por distintos grupos que en parte lucha-
ban unos contra otros y en parte se complementaban mutuamente. En ocasiones
tendían a unirse con otros grupos, como en las manifestaciones masivas, donde
actuaban de forma violenta. La justificación era que no aceptaban restricciones a su
comportamiento violento, como requerían los organizadores de las manifestacio-
nes. También intentaron obtener la hegemonía sobre todo el contramovimiento
(Welschen, 1996).
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OKUPAR EN EUROPA
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Welschen (1996: 129-130) apuntó que la ideología autonomista estaba arrai-
gada en el pensamiento leninista, adaptado por Toni Negri y otros a una realidad en
la que la gente joven estaba menos inclinada a participar en los movimientos con-
trolados de arriba abajo; los líderes ideológicos pensaron que el concentrarse en
prácticas de acción concretas —en vez de estructurar una organización— les condu-
ciría a confrontaciones más severas incluso con el Estado y los gobernantes. Estos
enfrentamientos, a su vez, estimularían la centralización.
En Alemania a principios de los años setenta, grupos políticos desarrollados
en parte desde el movimiento estudiantil, como los K-Kruppen (leninistas cono-
cidos por sus disputas internas sobre la “línea correcta”) y especialmente Spontis,
representando una tendencia más antiautoritaria, emprendieron proyectos okupas
en distintas ciudades. Esta ola empezó después de que los activistas perdieran la
ilusión en la estrategia revolucionaria de intentar —trabajando junto a las empre-
sas— radicalizar a los trabajadores, y decidieran centrar su atención en la esfera de
la reproducción, por ejemplo, a vecindarios de la clase obrera. Mayor actividad
había en Hamburgo y Frankfurt, ciudades controladas por los socialdemócratas
(Betsetzerinnenkongress, 1995).
Durante un debate radiofónico, un activista de Frankfurt explicaba:
Se trataba de mostrar la especulación de edificios y terrenos; queríamos
mostrar que los socialdemócratas de Frankfurt eran excesivamente reformistas
y documentar que los denominados reformistas cooperaban tácticamente con
el capital financiero (Grundmann et al., 1981: 49).
Durante algún tiempo pensamos que podía ser posible ampliar los ciclos
de lucha por la vivienda —las okupaciones, desalojos y organización de masas—
más allá de, como mucho, las 5.000 o 6.000 personas que participaban habi-
tualmente, y que eso podía convertirse en un factor con la suficiente influencia
como para cambiar el panorama político, como mínimo en Frankfurt. Todavía
recuerdo qué excitados nos poníamos cuando leíamos titulares en el Frankfurter
Neuen Presse como “Doble Poder en Frankfurt”. E incluso en algunos momen-
tos llegamos a creérnoslo; que había una doble estructura de poder urbano: la
institucionalizada formalmente, y nosotros (Grundmann et al., 1981: 51).
Las campañas de okupación política en Frankfurt y otras ciudades acabaron en
desalojos. Casi no tuvieron ninguna influencia en las siguientes olas de okupación
alemanas que empezaron en 1979 y que siguieron el patrón de la okupación como
estrategia de vivienda alternativa (Koopmans, 1995: 170).
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Finalmente, tomando su inspiración de Italia, una parte del movimiento okupa
en Berlín empezó a definirse a sí mismo como Autónomos. Esta es la parte del movi-
miento que rechazó negociar sobre una posible legalización. Se enfurecían especial-
mente por la represión directa contra los okupas y criticaban a los otros okupas por
luchar sólo por preservar sus propios espacios liberados y no contra el sistema:
Conquistar “espacios liberados” y hacerlos seguros… eso es reformismo
clásico. Eso no desestabiliza ningún sistema, el sistema capitalista también
reacciona de forma muy flexible, los espacios liberados pueden ser integrados,
la resistencia canalizada en guetos, perdiendo el poder explosivo: patios para
jugar (Gerónimo, 1995, citado en Betsetzerinnenkongress, 1995: 16).
En Amsterdam, los llamados “Autónomos” promovieron el uso de la violencia
durante las manifestaciones en la coronación de la reina Beatriz el 30 de abril de
- Un militante del Frente Autónomo reclamó un (suave) ataque con bombas en
la oficina municipal de distribución de vivienda.
Los medios de comunicación estaban ansiosos por producir jugosas historias
sobre el surgimiento del terrorismo en Holanda, con el posible efecto de acelerar
su desarrollo. En ese momento, aparecieron unos editores de la revista Bluf!, basada
en el movimiento okupa, con un truco práctico para intentar evitar esta situación.
Contactaron con uno de los periodistas más ávidos de la prensa dominante, con la
oferta de acordar —a cambio de compensaciones económicas— una entrevista exclusi-
va con el Frente Militante Autónomo. El periodista fue vendado, llevados a un “lugar
secreto”, y se le dio la oportunidad de entrevistar a tres enmascarados, miembros del
Frente Militante Autónomo. Estos hombres eran los mismos editores de Bluf!, que se
habían preparado para la entrevista memorizando una extensa colección de clichés
revolucionarios. La revista HP publicó la exclusiva como su historia de portada, mos-
trando una fotografía del valiente periodista en compañía de los tres enmascarados,
que fue ofrecida como parte del trato en la entrevista. Bluf!, a su vez, publicó una
foto de los periodistas vendados, rodeados por los tres sonrientes editores de Bluf!
EL REPERTORIO DE DEFENSA
La okupación es una condición inherentemente inestable. Aunque el status de
“okupado” puede permanecer inalterado durante dos décadas (existen algunos
ejemplos de ello en Holanda), se sabe que tarde o temprano tendrá un final, como
resultado de desalojo, abandono o legalización.
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OKUPAR EN EUROPA
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Muchos okupas abandonan sus edificios cuando sus propietarios legítimos los
reclaman. En Holanda, esto sucede especialmente en propiedades que van a ser
derribadas para ser reemplazadas por nuevas viviendas para rentas bajas. Los oku-
pas tienden a marcharse de estos edificios voluntariamente y sin protestar cuando
llega la hora programada de la demolición y empieza el trabajo de construcción.
En Amsterdam, en 1981, algo más de la mitad de todos los okupas vivían en
vecindarios deteriorados que habían sido construidos a finales del siglo XIX y prin-
cipios del XX para la clase trabajadora (Van Der Raad, 1981: 37). Virtualmente todas
las okupaciones en estas áreas fueron finalmente reemplazadas por viviendas a
rentas bajas. Con muy pocas excepciones, los okupas se marcharon de estas zonas
voluntariamente (Pruijt, 2003).
Pero en conjunto, en Holanda, y fuera de esta sección específica de renovación
social urbana, los okupas intentaban retrasar los desalojos o conseguir la legalización.
Existe un extenso repertorio de acciones para defender las okupaciones, que
representan distintos enfoques y distintos niveles de confrontación. La Tabla 1
presenta una visión general.
TABLA 1
REPERTORIO DE DEFENSA
CONVENCIONAL (SUAVE) DE CONFRONTACIÓN
Dirigirse al propietario Pedir cesión en arriendo. Confrontación con los propietarios en los
edificios y/o en su vida privada.
Protesta contra el plan del
propietario con el edificio.
Asegurar el edificio Levantar barricadas en las Fortificación.
entradas y usar alborotadores.
Actuación legal Evitar la persecución criminal por
entrar de forma ilegal en una
propiedad privada.
Advertir al propietario de ganar un
posible juicio en una corte civil.
Obtener apoyos Fortalecer lazos con otros okupas,
árboles telefónicos, boletines de
prensa, reuniones.
Conseguir apoyos de organizaciones
importantes en política urbana.
Invitar a ciudadanos prominentes
a
adoptar
el edificio.
Dirigirse a la Administración local Peticiones y presión
(lobbying).
Interrumpir el desarrollo de las reuniones.
para usar sus poderes decisorios
con el objetivo de detener el desalojo Crear y ofrecer a la Administración Destruir edificios de propiedad pública.
planes alternativos.
Manifestación. Protesta violenta en la calle.
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CONVENCIONAL (SUAVE) DE CONFRONTACIÓN
Defensa desde dentro del edificio Resistencia pasiva. Resistencia activa (lanzando sustancias
durante el desalojo u objetos).
Defensa desde fuera del edificio Protesta festiva frente al edificio. Luchar con la policía con palos y piedras.
durante el desalojo Resistencia pasiva.
Reokupar tras el desalojo Cuando el edificio se deja sin Cuando el edificio es vigilado: asaltar
vigilancia: de modo similar el edificio, amenazando a los vigilantes con
a la okupación ordinaria. el uso de la violencia.
Represalias tras el desalojo Protesta convencional. Daños concretos a edificios pertenecientes
a quienes son considerados responsables.
Protesta violenta en la calle.
FUENTE: ELABORACIÓN PROPIA.
Dos grandes cuestiones todavía no han sido respondidas: qué determina las
oportunidades que tienen los okupas para usar este repertorio de acciones con el
objetivo de evitar los desalojos y cuál es el efecto de cada una de las estrategias de
defensa.
BUSCANDO UN HUECO PARA LA OKUPACIÓN: OPORTUNIDADES
El que los okupas tengan alguna oportunidad para actuar en el campo legal depen-
de de si la entrada ilegítima en un edificio es entendida en la ley como entrada con-
tra la voluntad del propietario ocontra la voluntad de los ocupantes. En Holanda
ocurre lo segundo, permitiendo una mínima protección legal para los okupas. En
1971, el Tribunal Supremo holandés decidió que el “derecho de la casa” (house
right), que protege a los hogares de ser allanados contra la voluntad de sus ocupan-
tes, se aplicaba también a los okupas. Desde ese momento, se convirtió en ilegal
para los dueños desalojar a los okupas y la okupación dejó de considerarse ilegal,
dado que el edificio ni estaba en uso ni se estaba trabajando en él. La historia de las
okupaciones en Holanda (Duivenvoorden, 2000) claramente muestra el efecto de
la protección legal. La decisión de la Corte Suprema de 1971 que dio protección a
los okupas significó un cambio completo. Hasta ese momento, la policía había des-
alojado a los okupas rápidamente y eso había hecho imposible establecer okupa-
ciones duraderas en el tiempo. Esto cambió completamente. Los okupas eran
ahora capaces incluso de reokupar y finalmente de asegurar algunos edificios de los
que habían sido previamente desalojados (Duivenvoorden, 2000: 69).
En Holanda, “actuar en el campo legal” implica más que aparecer en juicios.
Legalmente, existen dos caminos que conllevan un posible desalojo. El primero se
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basa en la ley criminal. Debido a que la ley criminal sólo protege a los edificios que
estén en uso, los okupas invitan a menudo a la policía a un edificio okupado recien-
temente para que vean que el edificio llevaba tiempo en desuso. Ello hace menos
probable que el propietario tenga éxito a la hora de llevar a juicio a los okupas. Sin
embargo, en muchos casos los okupas no han recibido la protección a la que tienen
derecho, sino que han sido desalojados ilegalmente. En 1994 un cambio en la ley
convirtió en ilegal la okupación de edificios que hubiesen permanecido vacíos
durante un tiempo menor que un año. Por ello, los okupas a menudo han tratado
de probar a la policía que el tiempo que llevaba vacío el inmueble es mayor que un
año. Además, los okupas pueden iniciar un procedimiento judicial por la vía civil
para evitar la persecución del Departamento de Justicia por entrar ilegalmente en
una propiedad privada.
El segundo camino a un posible desalojo está basado en la ley civil. Así, cuan-
do el desalojo sobre la base de haber entrado ilegalmente en una propiedad priva-
da es imposible, el único modo legal que tienen los propietarios para desalojar a los
okupas es llevarlos ante los tribunales por la vía civil. Durante años, los okupas
solían evitarlo con el truco de mantener sus apellidos en secreto hasta que un cam-
bio en la ley permitió demandar a ocupantes anónimos.
Todavía hoy, los okupas mantienen la posibilidad de pedir a los propietarios que
expliquen en los tribunales su urgente necesidad del desalojo del inmueble okupado.
En el Reino Unido, existe también una cierta protección legal para los okupas,
aunque como en Holanda, en gran parte ha sido erosionada (Watkinson, 1980). Por
el contrario, en Alemania e Italia no existe ningún tipo de protección legal para los
okupas. En estos países, las oportunidades para evitar los desalojos surgen princi-
palmente cuando los edificios son propiedad del Estado, y se restringen a intentar
influir en el proceso de toma de decisiones políticas. En Alemania, las oportunida-
des para una defensa legal aparecen una vez que los okupas han asegurado arrien-
dos —temporales—. Esto fue lo que ocurrió en Hafenstrasse en Hamburgo (Lehne,
1994; Mallet, 2000).
ENCONTRAR UN HUECO PARA LA OKUPACIÓN: ESTRATEGIAS
En Holanda, tanto dentro como fuera del movimiento de okupación, muchos sien-
ten que el uso de tácticas de confrontación ha sido instrumental para conseguir
concesiones en forma de legalizaciones. El salto a tácticas de mayor confronta-
ción que tuvo lugar entre 1978 y 1980 en parte ocurrió porque el grupo de okupas
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políticos lo había promovido. Además, hubo un incidente decisivo en 1978, cuan-
do una veintena de manifestantes no violentos fueron brutalmente golpeados por
la policía. Sin embargo, el salto a tácticas de confrontación produjo un retroceso.
Así, el apoyo de la opinión pública descendió. Esto no fue esencial para el declive
del movimiento, pero sí contribuyó a desmoralizar a sus miembros. Y muchos oku-
pas que estaban descontentos con la organización vertical pseudo-paramilitar se
alejaron del movimiento en busca de otros intereses.
En Alemania, los okupas no han sido capaces de encontrar un gran hueco
para la okupación. Solamente parece que pueden llevarse a cabo okupaciones en
Alemania en casos de políticas estatales caóticas, como ocurrió, por ejemplo, en la
crisis de la rehabilitación de la vivienda en Berlín en 1979-1980, y otra vez en
Berlin y Potsdam tras el colapso de los DDR en 1989. Tras cada ola de okupaciones,
las autoridades alemanas han tendido deliberadamente a acabar con el fenómeno
de la okupación, a través de una combinación de represión y legalización. En defi-
nitiva, la literatura no ofrece indicaciones de que en Alemania las tácticas de con-
frontación hayan sido cualquier otra cosa más que contraproducentes.
En Italia la negociación parece también más importante que la confrontación.
En este sentido, una estrategia clave para los activistas implicados en los centros
sociales italianos, en aquellos casos en los que el gobierno local es receptivo, es
demostrar el valor que esos proyectos tienen para las ciudades (Romano, 1998).
Finalmente, una innovadora estrategia italiana para mitigar el efecto del des-
alojo de un centro social es la okupación de otro edificio, pero usando el mismo
nombre. En Milán, el Centro Social Leoncavallo, que empezó en los años setenta,
ha sido desalojado y reabierto en otros edificios en distintas ocasiones.
OKUPACIÓN OKUPACIÓN COMO OKUPACIÓN OKUPACIÓN OKUPACIÓN POLÍTICA
BASADA EN ESTRATEGIA “EMPRESARIAL” CONSERVACIONISTA
LA POBREZA ALTERNATIVA DE
VIVIENDA
Finalidad de Provisión de Crear vivienda para Construir un “centro Preservar un barrio, Crear un contra-poder
los activistas vivienda para uso propio que se social” estable una zona urbana frente al Estado
gente necesitada añade al parquet de o un paisaje rural
viviendas asequibles
Clase social Okupas de clase Clase media (pero Clase media (pero Clase media (pero Clase media (pero
baja apoyados por no exclusivamente) no exclusivamente) no exclusivamente) no exclusivamente)
activistas de clase
media
Organización De arriba abajo, Horizontal Mezcla Mezcla De arriba abajo
división entre
activistas y
beneficiarios
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OKUPACIÓN OKUPACIÓN COMO OKUPACIÓN OKUPACIÓN OKUPACIÓN POLÍTICA
BASADA EN ESTRATEGIA “EMPRESARIAL” CONSERVACIONISTA
LA POBREZA ALTERNATIVA DE
VIVIENDA
Tipo de edificios
Stock
regular de Edificios que son Espacios no Edificios vacíos Sin restricciones
viviendas baratas muy malos o muy habitables debido a cambios
que quedan buenos para ser planificados en
inexcusablemente rentables como el uso del suelo
vacías vivienda barata
Marco cognitivo Mensaje claro: Centrado en Papel valioso del Contra el Describen a los
burócratas la acción, marco “centro social” en planeamiento socialdemócratas
insensibles ignoran cognitivo no muy la comunidad tecnocrático y la como traidores
las necesidades importante destrucción del
de la gente sin techo entorno
Demandas Modestas. Que les dejen Que les dejen Invertir el La confrontación es
Vivienda temporal en paz en paz planeamiento la esencia;
o alojamiento urbano las demandas son,
alternativo. (Mejor) en todo caso,
un puesto en las suplementarias
listas de espera
Imbricación A veces un vínculo Imbricada en la Imbricada en la Imbricada en la Vínculos con
cultural y política tenue con la contracultura, contracultura, contracultura, movimientos
política radical vínculos con otros vínculos con otros vínculos con otros y organizaciones
movimientos movimientos movimientos marxistas
Resultados Probable Represión y Represión y A veces obtienen Consiguen que la
cooptación legalización legalización concesiones okupación sea una
objetivo destacado de
la represión. Pueden
también —a corto
plazo— ayudar a que
los okupas obtengan
concesiones
Problemas No trabajan para Ninguno Mantener la Ninguno Conflictos con okupas
específicos gente cuyas identidad después de las otras
necesidades de de la legalización. configuraciones
vivienda no están Tensión e intercambio
ampliamente entre la identidad
reconocidas. alternativa y una
Organización amplia apertura
jerárquica; limita pública
expansión del
movimiento e
incrementa la
vulnerabilidad
NOTAS
- Traducido del inglés por Javier Alcalde Villacampa.
- En el original: “Deprivation based squatting”. (N del T.)
- En el original: “Squatting as an alternative housing strategy”. (N. del T.)
- Entre estos tipos de edificios, también se pueden encontrar lugares para vivir de forma comunal. En este
sentido, debe señalarse que, por razones técnicas, en algunos edificios la vida comunal es la única posi-
ble.
- En este punto, debe señalarse que “menor” no significa “ninguna”; el liderazgo informal existe.
- Había que tener 25 años para poder estar en la lista de espera. A partir de esa edad, uno tenía que esperar
todavía algún año más para llegar al principio de la lista.
- En el original: “Entrepreneurial squatting”. (N. del T.)
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HANS PRUIJT
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CAPÍTULO 2
DEL URBANISMO A LA AUTOGESTIÓN: UNA HISTORIA POSIBLE
DEL MOVIMIENTO DE OKUPACIÓN EN ESPAÑA
MIGUEL MARTÍNEZ LÓPEZ1
EL MONOPOLIO DEL PODER Y DEL CONOCIMIENTO QUE SE ESTABLE-
CIO´ INICIALMENTE EN LA CIUDADELA ESTA´ REAPARECIENDO, EN
FORMA MUY AMPLIADA, EN LAS ÚLTIMAS FASES DE LA CULTURA
METROPOLITANA. AL FINAL, TODO ASPECTO DE LA VIDA DEBE QUEDAR
BAJO CONTROL: TIEMPO CONTROLADO, MOVIMIENTO CONTROLADO,
ASOCIACIO´N CONTROLADA, PRODUCCIO´N CONTROLADA, PRECIOS CON-
TROLADOS, FANTASI´A CONTROLADA, IDEAS CONTROLADAS.
Mumford, 1961: 713
¿CO´MO DESCRIBIR EL RE´GIMEN DE PROPIEDAD SIN HABLAR DE VIO-
LENCIA?
Serres, 1994: 156
El movimiento social que ha surgido a partir de las okupaciones de viviendas y cen-
tros sociales en el Estado español desde principios de la década de 1980 reúne un
conjunto de cualidades y proyecciones sociales que han sido escasamente analiza-
das. Algunas de las contadas aproximaciones académicas disponibles (Navarrete et
al., 1999) han soslayado la pretensión de explicar estructural y dialécticamente —a
la vez— la génesis y singularidades de este movimiento social que ha marcado pro-
fundamente a toda una generación en sus experiencias iniciáticas de emancipación
familiar, socialización, creatividad contracultural y expresión política alternativa a
los cauces institucionales (véanse trazos de análisis interesantes en Herreros,
1999; Marinas, 1999; AA.VV., 2002; y, considerando el mismo fenómeno en otros
países europeos, en Koopmans, 1995; Gomma et al., 1996; Pruijt, 2002). El marco
de investigación sociológica del movimiento de okupación en el que nos situare-
mos en este capítulo, pues, consistirá en la apuesta por desentrañar las condicio-
nes contextuales que hicieron posible su desarrollo, así como en integrar
críticamente la producción de información, reflexión y conocimientos emanados
del propio movimiento (Martínez, 2002).
Más específicamente, creemos que, ante todo, es preciso comprender la resis-
tencia de las personas activistas en las okupaciones a considerarse parte de un
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¿Dónde están… M1 (filmar) 16/6/14 10:27 Página 61
“solo” movimiento social, a focalizar en la propia práctica de okupación sus pro-
yectos de vida y de intervención política e, incluso, a reconstruir su historia de una
forma más o menos sociológica. Esa comprensión, a nuestro juicio, sólo se puede
alcanzar desde la observación participante en el seno de los centros sociales, desde
la convivencia en las actividades y acciones comunicativas del movimiento y desde la
discusión con sus discursos, críticas y proyectos de contrainformación. Si estas
técnicas de investigación nos parecen imprescindibles, también nos parecen insu-
ficientes a la hora de entender todos los contextos sociales y mecanismos que han
favorecido al movimiento o interferido en su avance (sobre todo en los últimos
años de la década de 1990, con una notable represión y persecución policial). Y
más aún si las respuestas a las tres mentadas resistencias van exactamente en senti-
do contrario (Martínez, 2002): que existe una constancia de redes sociales y preo-
cupaciones que podemos llamar “movimiento de okupación” sin complejos, que el
acceso directo a un bien urbano escaso y su defensa legítima sí son “centrales” en la
configuración del movimiento y que la reconstrucción histórica de las experiencias
de okupación es una necesidad propia del movimiento, aunque sólo parcialmente
colmada, de momento, desde su interior (AA.VV., 1997; AA.VV., 1999; AA.VV.,
2001).
En las siguientes páginas vamos a intentar explicar la evolución histórica del
movimiento de okupación atendiendo especialmente a su dimensión urbanística.
Para diluir cualquier ambigüedad al respecto, conviene aclarar que este enfoque
supone, en primera instancia, aproximarse a los cambios urbanos más relevantes
acontecidos en la trama, funcionalidades y gestión pública de las medianas y gran-
des urbes españolas. De forma simultánea, cabe definir en qué medida se ha reac-
cionado críticamente a esos cambios desde las organizaciones del movimiento (si
bien, bastante informales y difusas, como se señalará profusamente) y mediante
qué prácticas concretas se han construido alternativas de vida urbana. En este sen-
tido, nos proponemos defender que el movimiento arranca inicialmente con la
reivindicación de viviendas okupadas, pero que son los centros sociales los que le
conferirán mayor trascendencia, apoyo público y conflicto con las autoridades y
políticas locales. Esa tesis, empero, puede tener dos defectos indeseados que
intentaremos remediar con los siguientes análisis del conjunto de okupaciones en
el Estado.
Por una parte, el crecimiento continuado de ambas prácticas ha ido tejiendo
unas sutiles diferencias y relaciones mutuas que, a la postre, se han difuminado de
la imagen pública del movimiento, ocultándose considerablemente las experiencias
de okupación de vivienda y los modos de autogestión comunes a ambas modalidades
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MIGUEL MARTÍNEZ LÓPEZ
¿Dónde están… M1 (filmar) 16/6/14 10:27 Página 62
de okupación. Por otra parte, dentro de la diversidad de situaciones organizativas,
jurídicas, arquitectónicas y urbanas correspondientes a cada okupación, no resul-
ta difícil percatarse de una pauta común de localización en zonas urbanas sensibles
a procesos de reestructuración económica y espacial (substitución de funciones
urbanas y de población, terciarización productiva, rehabilitación de centros históri-
cos, reconversión industrial, etc.). Esta conexión entre ámbitos privados y públicos,
entre la satisfacción colectiva de necesidades básicas y la denuncia pública de la nega-
ción del derecho a la ciudad, entre la autogestión de la vida cotidiana y la sinergia de
colectivos y proyectos sociales, entre la construcción de la democracia directa y la crí-
tica anticapitalista creativa… es lo que nos permitirá, a fin de cuentas, trazar con algu-
na precisión el recorrido, las condiciones de vida y las redes sociales de este extraño,
sociológicamente hablando, movimiento urbano. Es decir, escribir una historia más,
entre todas las posibles, de las okupaciones de casas y de centros sociales.
ÁREAS METROPOLITANAS EN EXPANSIÓN Y ESPACIOS SOCIALES
INGOBERNABLES
Expliquemos, primero, el porqué de este título, los conceptos a los que alude y su
relación con nuestro tema de interés.
Por una parte, pensamos en “áreas metropolitanas” que no son unidimensio-
nalmente espacios físicos (ciudades), territorios administrativos (municipios y
ciudadanías) o modos de vida urbanos (culturas y economías), sino todo ello a la
vez. Escenario y representación sin fin que sólo puede entenderse a través de su
evolución histórica y de las relaciones que establecen las elites del mundo con el
resto de habitantes. Su “expansión” la concebiremos aquí no tan sólo como
influencia, habitual y erróneamente restringida a los territorios más cercanos de
cada conurbación urbana, sino también como absorción de energía, población y
formas de vida, procedentes de los lugares más frágiles del planeta (excepto cuan-
do se trata de flujos turísticos). Influencia en tanto que imposición e imperio, pero
con sus necesarios resquicios y crisis de crecimiento. Absorción en tanto que
depredación continuada de recursos, atracción de variedad social e incremento de
lo que podríamos llamar complicaciones digestivas, es decir, de las contradicciones
internas entre grupos y entre clases sociales. Parece, pues, consustancial al mode-
lo social y económico del capitalismo dominante el hecho de que esas dos tenden-
cias sigan multiplicando su acción tanto en las ciudades como en los espacios
rurales abiertamente industrializados y urbanizados.
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DEL URBANISMO A LA AUTOGESTIÓN …
¿Dónde están… M1 (filmar) 16/6/14 10:27 Página 63
Por otra parte, concebimos los “espacios sociales” en tanto que confluencia de
procesos en los que la gente vive los lugares de residencia, trabajo, movilidad o
comunicación. El espacio físico es habitado en la medida en que es apropiado por
sus habitantes, con prácticas simbólicas (poniéndole nombre, concibiendo sus
posibilidades y usos, comunicándose a través de él o haciéndolo objeto de la comu-
nicación, etc.) o materiales (produciéndolo y haciéndolo producir, construyéndo-
lo, transformando su disposición y organización, recorriéndolo, etc.). Ser
apropiado tiene también otro sentido: que sea útil, adecuado, válido para satisfacer
necesidades, derechos y aspiraciones humanas básicas (aun asumiendo que, al
definir ese “valor de uso”, entramos en ineludibles conflictos culturales y de inte-
reses, además de hacerlo en una necesaria contextualización histórica y ecológica);
o que sea simple y desnudamente productivo, rentable y funcional para incremen-
tar la acumulación de beneficios de los grupos sociales más poderosos y mejor
situados en los mercados de bienes raíces o de cualquier otra índole (el capitalista
busca y define ese “valor de cambio” atravesando, también de forma conflictiva, un
pantano de obstáculos morales, legales o comunitarios que aparecen en su cami-
no). En consecuencia, hablaremos de “ingobernabilidad” de dichos espacios
sociales cuando se activen y visibilicen todas las conflictividades aludidas. Es decir,
cuando se destruya la sociabilidad del espacio o cuando su construcción y apropia-
ción ciudadanas sean insuficientes, violentas, parciales.
Vamos a partir de la centralidad de esas ideas para comprender la génesis y la
progresión de las prácticas de okupación en el Estado español. Más exactamente,
sostendremos lo siguiente: el movimiento de okupación ha reaccionado a un con-
texto de expansión metropolitana con prácticas de recreación social de los espacios
urbanos ingobernables.
Evidentemente, esta hipótesis es demasiado simple como para revelarnos
explicaciones profundas de este movimiento. Por un lado, los contextos no existen
ahí fuera e independientes de nuestras definiciones, ni tampoco son convenciones
culturales o estructuras económicas y políticas con las que mantenemos un único
tipo de relación. Por otro lado, todos los procesos sociales por los cuales recreamos
los espacios y nos apropiamos de ellos son urbanos, artificiales, colectivos y gober-
nables en algún sentido, aunque algunos destacarán en grado o cualidad tanto por
los efectos destructivos causados por el gobierno local de toda la ciudad como por el
tipo de acciones y relaciones de sus habitantes. No obstante, creemos, como coro-
lario, que antes de avanzar otras hipótesis acerca de las singularidades del movi-
miento de okupación, precisamos adoptar una perspectiva contextualizadora y
politizadora: situar al movimiento entre toda esa mencionada complejidad social,
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MIGUEL MARTÍNEZ LÓPEZ
¿Dónde están… M1 (filmar) 16/6/14 10:27 Página 64
espacial e histórica. Veámoslo a continuación, pues, aunque de un modo sintético
por necesidad.
¿Dónde encontraremos las okupaciones? ¿Coincidirán esos edificios abandona-
dos y rehabilitados por estos activistas urbanos con espacios puntuales atractivos para
la práctica de la especulación urbana y con barrios a la espera de su turno para com-
pletar la reestructuración metropolitana? En gran medida, ya podemos aventurar que
nuestra respuesta es afirmativa, aunque con matices y excepciones. Empero, cabe des-
cribir antes los rasgos principales de ese urbanismo efectivo que, en las últimas dos
décadas, ha ido desbordando las leyes, las necesidades sociales y el control ciudadano.
Numerosas investigaciones han demostrado la trascendencia de las novedosas
dinámicas de la expansión metropolitana más reciente, sin precedentes históricos
equiparables, que se sepa. Debemos obviar ahora la problemática de los inmensos
“barrios de lata” o “de cartón” que han ido rodeando a las ciudades de los países
más pobres del planeta (aunque también presentes en algunas urbes del mundo
opulento) y centrarnos en los procesos de privatización, militarización y motoriza-
ción que se han intensificado en las metrópolis de los países más ricos (Davis,
1992; Fernández Durán, 1993; Martínez Alier, 1994; Cueva, 1996). Son tres de los
ejes vertebradores de la reestructuración urbana, aunque se deberán tener en
cuenta otros sucesos concomitantes.
Por una parte, los desplazamientos de empresas, la habilitación de grandes
extensiones territoriales para centros comerciales, actividades logísticas o parques
de ocio, y, sobre todo, la especialización de los centros urbanos en funciones de
gestión, comercialización y servicios en general han generado ciudades con zonas
cada vez más segregadas, homogéneas y, por tanto, privatizadas y con más notables
desigualdades sociales y ecológicas (aun entrando en polémica pública sólo extre-
mos como los campos de golf o las instalaciones para reconvertir los residuos). Por
otra parte, las “fortalezas” residenciales de clases medias y altas, la vigilancia y
control privados de cada vez mayor número de espacios públicos y privados, o la
vídeo-vigilancia de las calles y las limitaciones a la libertad de la expresión al amparo
de ordenanzas municipales reguladoras de una insulsa noción del “medio ambiente
urbano”, alargan sus tentáculos de dominación hasta los espacios urbanos o rurales
periféricos, en los que cada vez se construyen más cárceles y de mayores dimensiones.
Por último, la hegemonía del transporte motorizado, principalmente de carácter pri-
vado y por carretera —automóviles para trabajadores y turistas y camiones para mer-
cancías y combustible—, sobre otras alternativas colectivas y con menores impactos
ecológicos, ha detraído importantes inversiones públicas y ha contribuido a la mayor
separación entre lugar de residencia y de trabajo.
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DEL URBANISMO A LA AUTOGESTIÓN …
¿Dónde están… M1 (filmar) 16/6/14 10:27 Página 65
Las reconversiones industriales (ver Fig. 1) y las privatizaciones de empresas
públicas animaron también nuevas estrategias de planificación urbana para apro-
vechar áreas consideradas “obsoletas” o “degradadas” y transformarlas en sedes de
eventos turísticos y comerciales (exposiciones universales, juegos olímpicos,
museos internacionales, puertos deportivos, etc.) o en nuevos complejos resi-
denciales privilegiados (Knox,
1993; Martínez, 1999; Rodríguez
y Martínez, 2001). Los ayunta-
mientos han subordinado ple-
namente las políticas urbanas a
la promoción económica, a la
atracción de capitales y de con-
sumidores (por una “calidad de
vida” que se paga tarjeta en mano
a cada minuto) y a la búsqueda de
ventajas competitivas que sus-
tenten modelos de crecimiento
sin límites. Los mercados de tra-
bajo urbanos han sufrido, simul-
táneamente, fuertes agitaciones
que en pocos años nos han lleva-
do al incremento del desempleo y a su menor cobertura pública, a la mayor tercia-
rización (especialmente tecnológica, aunque también en servicios descualificados)
y a la precarización de los nuevos empleos, a la proliferación de economías sumer-
gidas aprovechando mano de obra inmigrante ilegalizada o sectores muy lucrativos
también al margen de la ley (como el tráfico de drogas o de armas) y, finalmente, a
una manifestación espacial de todo ello marcada por la mayor diferenciación social
(étnica, demográfica, económica, asociativa, etc.) y urbana de los distintos barrios.
Podríamos hablar, así, de “barrios retrasados” y “barrios adelantados” en esas
dinámicas de reestructuración urbana.
Distintos factores dieron lugar, en España, a sucesivos booms inmobiliarios a
finales de los años 1980 y 1990 que han mostrado las subidas de precios en la
vivienda más pronunciadas en todos los tiempos y a la cabeza de los países más
ricos del mundo (una media del 124 por ciento entre 1980 y 2001, pero superior al
400 por ciento en solares de algunos centros urbanos) y que han abocado a ese bien
urbano a la categoría de “lujo” (síntoma de lo cual es su exclusión de los cálculos del
Índice de Precios al Consumo): introducción de capitales extranjeros especulativos,
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MIGUEL MARTÍNEZ LÓPEZ
FIGURA 1. VIVIENDAS OKUPAS EN MARGEN DERECHA DE LA RÍA DEL NERVIÓN, EN BILBAO. EN ESTA
ZONA DE RECONVERSIÓN INDUSTRIAL SE INICIARON MUCHAS OKUPACIONES DESDE FINALES DE LA
DÉCADA DE LOS OCHENTA. EN LA ACTUALIDAD HAY MÁS DE 20 VIVIENDAS Y UNOS 5 CENTROS
SOCIALES
(GAZTETXES)
A AMBOS LADOS DE LA RÍA. FOTO: MIGUEL MARTÍNEZ.
¿Dónde están… M1 (filmar) 16/6/14 10:27 Página 66
crecimiento de la demanda de oficinas,
expansión del sector hipotecario en la
banca privada, integración en la Unión
Europea y en la OTAN (garantizando las
perspectivas de seguridad a largo plazo
que precisan las inversiones inmobilia-
rias), las bonificaciones fiscales a la
posesión de bienes inmuebles, la libera-
lización de los arrendamientos, la revalo-
rización de edificios rehabilitados, la
colocación de capitales patrimoniales en
viviendas de segunda mano de la ciudad
consolidada y el decreciente peso que han
tenido las políticas públicas de vivienda
protegida en el conjunto de la promoción
y construcción de viviendas (Roch, 1989; Fernández Durán, 1993; Paniagua, 1995;
Naredo, 1996; Rodríguez, 2002). Aunque es cierto que en la última década han ido
disminuyendo los tipos de interés en los préstamos destinados a la adquisición de
vivienda, no es menos cierto que la brutal subida de los precios ha pasado una
dolorosa factura patente en el incremento continuado del “esfuerzo” de las unida-
des de convivencia, que deben dedicar cada vez más salario para acceder a la
vivienda (de un coste medio de 4,14 veces la “renta familiar anual” en 1997 se ha
pasado a 5,72 veces en 2001).
Otros estudios han revelado que simplemente con los indicadores más acce-
sibles de la información censal (desempleo, formación escolar reglada y carencias
constructivas en la edificación habitada) se podrían identificar casi 400 barrios en
las ciudades españolas mayores de 50.000 habitantes y unos 1.000 vecindarios
urbanos (delimitados por “secciones censales”) en los que se concentrarían unos
4 millones de personas con las peores condiciones de vida (Sosa et al., 1995;
Hernández Aja et al., 1997; Hernández de Frutos, 1999; Martínez Veiga, 2000). Por
una parte, el origen y la forma de crecimiento urbano de esos barrios vulnerables o
marginados nos ayuda a entender la posición “retrasada” que ocupan en las diná-
micas de reestructuración económica y urbana. Se trata, principalmente, de algu-
nos centros históricos (ver Fig. 2), de “parcelaciones periféricas” plenas o mixtas
(zonas anteriormente rústicas en torno a carreteras urbanas de salida, integradas
formalmente en el crecimiento urbano con substituciones de edificios, a la vez que
permanece su vieja estructura parcelaria o viaria) y promociones públicas de
67
DEL URBANISMO A LA AUTOGESTIÓN …
FIGURA 2. RENOVACIÓN URBANA EN EL CENTRO HISTÓRICO DE BARCELONA
(BARRIO DE SANTA CATERINA), CON DENSAS EDIFICACIONES DE VIVIENDAS Y
CENTROS COMERCIALES, ELIMINACIÓN DEL MERCADO TRADICIONAL Y
“ESPONJAMIENTOS” (CON ALGUNOS REALOJAMIENTOS EN VIVIENDA SOCIAL EN
EL PROPIO BARRIO). EN SU ENTORNO SE ENCONTRABAN, EN 2002, UNOS 6
EDIFICIOS CON UNAS 32 VIVIENDAS OKUPADAS. ALGUNAS DE ELLAS TAMBIÉN
ORGANIZAN ACTIVIDADES PÚBLICAS COMO BAR, CONCIERTOS O TALLER DE
BICICLETAS, SIN LLEGAR A FUNCIONAR COMO “CENTROS SOCIALES”. FOTO:
MIGUEL MARTÍNEZ.
¿Dónde están… M1 (filmar) 16/6/14 10:27 Página 67
vivienda de los años 1940-1975 con alto desempleo. Las ciudades, por lo tanto, se
polarizan radicalmente entre estos espacios de exclusión y los barrios privilegia-
dos. La movilidad residencial está vetada, en consecuencia, para las personas de
mayor edad y con bajas pensiones, para aquellas que únicamente pueden acceder
al mercado de alquiler, para los colectivos que buscan la seguridad de las redes de
apoyo mutuo entre miembros de su propia etnia o procedencia, para los jóvenes sin
cualificación o con dificultades para subsistir a saltos entre los empleos inestables a los
que acceden (según el Informe de Desarrollo Humano del Programa de Naciones
Unidas para el Desarrollo, en 1998 casi el 50 por ciento de las mujeres jóvenes, entre
15 y 24 años, y el 36 por ciento de los hombres jóvenes estarían en paro en España:
Pardo, 2001) y para toda la población pobre en general (un 10 por ciento, aproxima-
damente, si confiamos en la estadística del informe del PNUD 2002).
En todo caso, los evidentes problemas metodológicos (e ideológicos) que
tiene la medición de la pobreza (entre otros criterios, la “línea de pobreza” se ha
situado convencionalmente en la mitad de la mediana del ingreso personal dispo-
nible, pero el mismo PNUD se atiene también a la baja esperanza de vida, el anal-
fabetismo, la desnutrición, la falta de acceso a la salud y al empleo, la carencia de
libertad y de participación política, etc.: Riechmann et al., 1998) obligan a enten-
der los espacios sociales en los que se acumula desde una perspectiva más amplia:
atendiendo a la desindustrialización de algunos barrios, a las políticas públicas
desarrolladas en ellos, a la calidad constructiva de los edificios, a las economías
sumergidas y las actividades delictivas que encuentran también sus oportunidades
espaciales y delimitan —en interacción con la policía— sus territorios, a la femini-
zación de las unidades familiares sin recursos y al realojamiento —o simple expul-
sión de hecho, con escasas indemnizaciones o con pérdida de derechos como
inquilinos— en la periferia urbana de poblaciones residentes en zonas céntricas
sometidas a renovación, rehabilitación, especulación o construcción de infraes-
tructuras de transporte.
Salvo excepciones, estos espacios sociales ingobernables (por su resistencia
activa o por padecer la omisión pasiva y reiterada en la agenda de los gobernantes)
van a ser objeto de acciones de okupación (ver Cuadro 1). Estas intervenciones,
junto a otras, van a sacar a la luz algunos de esos procesos de reestructuración.
Pero, más allá de la voluntad de denuncia que acompaña a toda okupación reivin-
dicada públicamente, sus proyectos, con todas las fragilidades que no será difícil
percibir, van a intentar constituir formas de vida que superen la alienación urba-
na: “alguien busca un lugar y un tiempo donde vivir mientras la ciudad se apresta a
su radiante porvenir” (López, 1993: 252).
68
MIGUEL MARTÍNEZ LÓPEZ
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CUADRO 1
CONTEXTO DE PROCESOS Y CONSECUENCIAS SOCIALES DE LA REESTRUCTURACIÓN URBANA
FUENTE: ELABORACIÓN PROPIA.
REESCRIBIR LAS CRONO(EU)TOPÍAS DE LAS OKUPACIONES
Los clásicos distinguían entre utopías y eutopías: las primeras insistían en la difí-
cil (u-) localización (-topos) de mundos ideales que superarían aquellos rasgos
patológicos de la actual realidad; mientras que las segundas incidirían más en las
condiciones sociales que proporcionan la felicidad (eu-). Una crono(eu)topía, por
su parte, apuntaría a darle un tiempo histórico, real aun cuando invisible o sólo
soñado, a la conjunción de los dos anteriores conceptos. Pero toda reescritura de la
historia es objeto de controversia, y más aún cuando en ese ejercicio están en juego
las utopías y eutopías de quienes la protagonizan.
En el caso de la okupación se han señalado distintas etapas que permiten
comprender con algún detalle la evolución de estas prácticas de intervención urba-
na (Wilhelmi, 1998; Asens, 1999; AA.VV., 2001; AA.VV., 2002; Martínez, 2002;
Herreros, 2002). Como se puede deducir de la fecha de esas referencias bibliográ-
ficas, ha habido cierta pereza ante tales preocupaciones. Las percepciones de estar
haciendo historia, tanto como las de constituir un movimiento social, siempre han
sido pesadas losas en la okupación, y eso ha impregnado también, hasta hace poco,
a las objetivaciones académicas. La inmediatez, el vivir aquí y ahora hasta que “no
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DEL URBANISMO A LA AUTOGESTIÓN …
PRIVATIZACIÓN
MILITARIZACIÓN
MOTORIZACIÓN
RECONVERSIÓN INDUSTRIAL
RENOVACIÓN URBANA
REHABILITACIÓN CENTROS
HISTÓRICOS
ESPECULACIÓN INMOBILIARIA
Consecuencias socieconómicas y urbanas
Procesos socieconómicos
y políticas públicas subyacentes Procesos socieconómicos
y políticas públicas emergentes
Segregación socio-espacial
Control socio-espacial
Individualización
Terciarización económica-urbana
Fragmentación laboral
Exclusión social de movilidad residencial
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nos desalojen”, las luchas desesperadas y con frecuencia resignadas ante el final
siempre prematuro de los espacios okupados han desarrollado, en contrapeso,
las habilidades estratégicas de la comunicación, la denuncia y la búsqueda
constante de nuevas oportunidades para seguir okupando. Al igual que en aque-
lla parábola atemporal que representaba la película La estrategia del caracol
(dirigida por Sergio Cabrera en 1994), cuando uno de los entrañables persona-
jes apostillaba sentencias como esta: “recuerden que la precisión y la sorpresa
son factores decisivos”. Precisamente porque antes el abogado de los inquilinos
amenazados de desahucio hacía lo posible por “ganar tiempo”, mientras que
aquellos le replicaban que se conformarían con “ganar la dignidad”: “por una
vez tenga fe en las personas y no en las leyes”, le dijo Jacinto, el viejo anarquis-
ta exiliado, al abogado.
No obstante, una vez aceptada la preeminencia de esta observación cabe
buscarle inteligibilidad al ciclo de luchas sociales descrito por las okupaciones de
viviendas y centros sociales reivindicados públicamente. Para todos los analistas
hay un punto de inflexión indiscutible en la evolución del movimiento: el año
1996, puesto que es cuando entra en vigor el nuevo Código Penal que incrementa
ostensiblemente el castigo a la okupación y, al mismo tiempo, porque es el año en
el que se inaugura la mayor visibilidad mediática del movimiento, con la okupación
del cine Princesa en Barcelona y las intensas protestas y coaliciones desatadas a
raíz de su desalojo.
Hasta esos sucesos se habían producido okupaciones en numerosas ciudades
españolas desde los primeros años de la década de 1980. Hablamos de okupa-
ciones dadas a conocer públicamente, algo siempre más tímido en los casos ini-
ciales, en los que el destino de la edificación rehabilitada era un uso exclusivo
de vivienda y, desde luego, algo imprescindible en cuanto se pretendía iniciar
un centro social. Esta progresión creciente en la creación de centros sociales
okupados, a veces de forma también exclusiva e independiente de los usos resi-
denciales, habría sido, a nuestro entender, uno de los factores que más abrie-
ron la práctica de la okupación a otros sectores juveniles y políticos. Pero los
orígenes del movimiento, como se ha argumentado ya suficientemente en
los textos referenciados, hay que buscarlos en experiencias similares europeas
y del movimiento vecinal del tardofranquismo. Imitaciones o recreaciones
simbólicas, muchas veces, más que aprendizajes o réplicas precisas de aquellas
estrategias.
La jurisdicción civil que persigue la okupación hasta 1996 de forma “suave” e
irregular y los “palos de ciego” que dan las autoridades municipales a sus okupaciones
70
MIGUEL MARTÍNEZ LÓPEZ
¿Dónde están… M1 (filmar) 16/6/14 10:27 Página 70
locales ante la manifiesta legitima-
ción pública de soluciones autóno-
mas al problema de la vivienda
contribuyeron también al creci-
miento de estas prácticas, aún con
deficiente visibilidad pública (es
decir, sin suponer amenazas o retos
dignos de tener en cuenta para las
autoridades) y con una notable con-
sideración de marginalidad urbana
(aun cuando esta connotación podía
variar mucho de un lugar a otro). No
nos detendremos más en desarrollar
estas condiciones históricas, aunque
conviene recordar que además de
la estructura está la propia acción de la
gente joven, y los ya no tan jóvenes,
que promueven algunas okupaciones
muy duraderas (hasta 10 años) y una
oposición política, aún muy minorita-
ria, al contexto de reestructuración
capitalista como el acontecido con los
grandes proyectos urbanos de 1992 (Juegos Olímpicos de Barcelona, Exposición
Universal de Sevilla y Capitalidad Cultural de Madrid).
Después de 1996 vamos a encontrar al movimiento de okupación también vol-
cado en nuevas olas de protesta anticapitalista, ahora más masivas y denominadas
“antiglobalizadoras” (con manifestaciones extraordinarias en Barcelona, Madrid y
Sevilla en los últimos tres años, además de la cada vez mayor vinculación con
redes sociales más amplias y con las “contra-cumbres” organizadas en otras
ciudades europeas). Sin embargo, eso no significa subsunción o disolución. El
movimiento de okupación ha seguido extendiendo su experiencia de autoorga-
nización social, de reokupaciones y de transmutación de muchos de sus proyec-
tos de intervención social, pero los costes han aumentado y han mudado el
contexto de legitimación y las capacidades de incidencia social (para consolidar
las okupaciones y para ganar simpatías, apoyos y coordinación entre quienes
apuestan por este tipo de desobediencia urbana). Los desalojos preventivos y
las numerosas ilegalidades o arbitrariedades legales (judiciales, policiales o
71
DEL URBANISMO A LA AUTOGESTIÓN …
FIGURA 3. CASAS VIEJAS 2 (SEVILLA).
FIGURA 4. LA ESKALERA KARAKOLA (MADRID).
¿Dónde están… M1 (filmar) 16/6/14 10:27 Página 71
políticas) que se han producido en estos últimos años (por citar un caso, el des-
alojo del CSO 190 en Granada) han ido acompañadas de las primeras fuertes
condenas a personas acusadas de okupar y de delitos asociados a la defensa de
tales okupaciones (daños materiales al mobiliario urbano, resistencia a la auto-
ridad, etc.) o ligados a acciones que han encontrado en los centros sociales su
mejor espacio de desarrollo (las manifestaciones antifascistas o la lucha contra
las prisiones, por ejemplo).
Las campañas de prensa, policiales y judiciales que criminalizan irrespon-
sablemente a todo el movimiento de okupación al ligarlo con grupos armados
(ETA —independentismo vasco—, Grapo —comunismo extraparlamentario— y
distintas células de anarquismo insurrecionalista) se han intensificado y conti-
núan hasta la actualidad, con casi una docena de personas detenidas que residían
o dinamizaban casas okupadas (por ejemplo, cuatro jóvenes de Valencia que
dinamizaban el Centro Social Malas Pulgas fueron acusados inicialmente de
organización terrorista y detenidos al día siguiente del desalojo —15 de octubre
de 2002—, permaneciendo tres de ellos en prisión preventiva hasta el 11 de
marzo de 2003, ya que la Audiencia Nacional desestimó los cargos de terroris-
mo, devolvió el sumario a la Audiencia Provincial de la que partió y los jóvenes
fueron puestos en libertad bajo fianza aguardando la celebración del juicio por
desórdenes públicos, daños y asociación ilícita: según informaciones publica-
das en http://nodo50.org/cartelera_libertaria).
Por lo tanto, han aparecido importantes barreras para la difusión pública
de los proyectos contraculturales ya habituales en las okupaciones (música
alternativa, actividades de formación social y política, autofinanciación de
colectivos y personas okupantes, etc.) y de los más novedosos (ecología urba-
na, cybercultura, redes de trueque, solidaridad con inmigrantes, etc.). El exi-
gente y poco reconocido trabajo de barrio, las dificultades laborales y
residenciales (no siempre quien participa activamente en un centro social está
viviendo en una casa okupada, aunque esta concurrencia suele multiplicar, en
cierta medida, su inestabilidad) y la oscilación constante entre ellas y las accio-
nes políticas de carácter más general (frente a la guerra, en los últimos meses, o
frente a políticas municipales de toda índole) han contribuido a devolver un nuevo
tipo de invisibilidad social al movimiento: se sabe que está ahí, pero no qué es, y
recibe una atención mediática puntual, como el fallido desalojo de Can Masdeu
después de una tenaz resistencia pasiva en abril de 2002, por ejemplo, o las jorna-
das del aniversario del Laboratorio 03 en febrero de 2003 (según informaciones
publicadas en http://acp.sindominio.net y escuchadas en RNE-3). En los últimos
72
MIGUEL MARTÍNEZ LÓPEZ
¿Dónde están… M1 (filmar) 16/6/14 10:27 Página 72
años también hemos asistido a numerosos momentos de crisis y descoordinación
dentro de sus redes de afinidad, motivados, en ocasiones, por la siempre
latente amenaza de división entre las okupaciones que buscan dotarse de una
mínima cobertura legal —solicitando “cesiones” incondicionales a los ayunta-
mientos— y quienes expresan no necesitarla ni desearla —la mayoría—.
Para culminar este sintético recorrido histórico, cabría definir específica-
mente las resistencias analíticas que, nuevamente, presentan las okupaciones. Más
que trazar una curva de ascenso y descenso manifiestos del número de okupacio-
nes (lo cual, con las estimaciones contables que hemos realizado, no se verificaría),
el punto de inflexión de 1996 sólo marcaría el inicio de una visibilidad mediática
asociada a la violencia y al extremismo político, ligada a una mayor represión efec-
tiva que responde eficazmente a aquella imagen, cuando no son las propias autori-
dades las que la enuncian y propagan. Pero la intensidad de esfuerzos y relaciones
sociales es constante a lo largo de las dos décadas de okupaciones reivindicadas: no
en vano, okupando se “milita” casi las 24 horas del día y, en ese preciso sentido, sí
que es, fundamentalmente, una “forma de vida”. La frecuente entrada y salida de
las okupaciones efectivas también se asocia a una condición juvenil de nomadismo
e inestabilidad que, sin embargo, no se corresponde con la persistencia en el tiem-
po y la reproducción ampliada de las okupaciones en tantas ciudades. En este sen-
tido, las okupaciones habrían animado y soportado físicamente (ofreciendo
espacios) las múltiples actividades políticas y personales del “movimiento alterna-
tivo” y de otros nuevos movimientos sociales afines. Pero siempre su protagonis-
mo quedaría en un segundo plano: utilitarias, sintomáticas, transitorias, más que
“fines en sí mismas”. Por último, la diversidad inherente al movimiento en cuan-
to a personas, tendencias ideológicas e historias particulares (“cada okupación es
un mundo”) se habría sobrepuesto a cualquier liderazgo organizativo o a los casi
siempre abortados intentos de desarrollar campañas conjuntas y centradas temá-
ticamente (más allá de las exclusivamente antirrepresivas), por lo que resulta más
informativo retener esa magra proliferación de cronologías, utopías y eutopías, y
discernir en ellas las cualidades que las hacen semejantes y alimentan su cuerpo,
en lugar de limitarse a constatar las cantidades que probarían su desarrollo en el
tiempo, tímido aunque sostenido.
En conclusión, podemos afirmar que se constituye un movimiento social con
progresivo crecimiento en el número de okupaciones, especialmente notable a
partir del incremento de su represión penal (desde 1996 en adelante). La práctica
de la okupación, tanto de viviendas como de centros sociales, es central en este
movimiento, aunque han sido los centros sociales los espacios que más atracción
73
DEL URBANISMO A LA AUTOGESTIÓN …
¿Dónde están… M1 (filmar) 16/6/14 10:27 Página 73
contracultural y conflicto político han gene-
rado, al mismo tiempo que, de forma a
menudo paradójica, se tendía a infravalorar
la prioridad reivindicativa de las necesida-
des de alojamiento, desde el propio seno del
movimiento. No obstante, hay un vínculo
estrecho entre ambas modalidades de oku-
pación (ver Fig. 5) y, desde finales de la
década de 1980, se ha ido tejiendo un red
densa de relaciones sociales de cooperación
y auto-organización, presente en todos los
momentos críticos de estas formas de des-
obediencia civil legítima (la entrada en el
edificio, el desarrollo de actividades socia-
les en el mismo, las acciones públicas de
protesta y la defensa ante los desalojos, fun-
damentalmente) (ver Cuadro 2). De forma
semejante a lo sucedido en otros países: “No
todos los participantes en el movimiento
precisan residir en casas okupadas. Existe una ética del hazlo-tú-mismo y una
ideología de la auto-determinación. Obviamente, los participantes no suelen
tener muchos recursos, pero algunos de ellos son ricos en capital social y cultu-
ral, como los artistas y los estudiantes” (Pruijt, 2002). Y, en coherencia con las
múltiples diferencias que han existido entre unas okupaciones y otras (incluso
en una misma ciudad), entre los distintos proyectos (o, incluso, la ausencia de
ellos) y entre los distintos grados de informalidad de las organizaciones y colec-
tivos que han protagonizado las okupaciones, se ha suscitado una clara autoima-
gen de movimiento difuso, plural, inasible y hasta fantasmático que no debemos
menospreciar:
Casa okupada, casa encantada. Esta consigna okupa incide en el placer
que una casa desahuciada, destinada a la especulación o al derribo, puede
sentir al verse okupada y devuelta a una vida nueva y libre […] Recordemos
que, por meras razones prácticas (espacio disponible, abandono legal, desidia
administrativa…), las fábricas vacías han sido okupadas con frecuencia. No
discutiré que esos lugares, dotados de muchas posibilidades, pueden ser tam-
bién incómodos y precarios, y que los colectivos que los okupan están empeña-
dos, al menos en principio, en la resolución de problemas acuciantes y en la
74
MIGUEL MARTÍNEZ LÓPEZ
FIGURA 5. PROTESTA ANTE EL DESALOJO DE LA CASA OKUPADA LA FUGA
EN EL BARRIO MADRILEÑO DE LAVAPIÉS. EL EDIFICIO ERA PROPIEDAD
DE LA EMPRESA MUNICIPAL DE LA VIVIENDA Y EL DESALOJO
SE PRODUJO POR SORPRESA SEMANAS DESPUÉS (NOVIEMBRE, 2002).
FOTO: MIGUEL MARTÍNEZ.
¿Dónde están… M1 (filmar) 16/6/14 10:27 Página 74
autodefensa contra la ley, lo que quizá deje poco tiempo y energía a la ensoña-
ción poética. Pero, una vez más, ¿sólo esto? ¿Permanecerán acaso insensibles a
las seducciones fabulosas del espacio imaginario que ahora habitan? […]
Parece que un cierto resplandor gótico contagió la casa de vecinos okupada de
la calle Lavapiés, 15 (Madrid) cuando, en el desalojo policial (8.10.1996) l@s
okupas que resistían se disfrazaron a la manera de fantasmas inasibles,
cubriéndose las caras con máscaras blancas, desapareciendo por los tejados
mientras que la policía registraba concienzudamente una casa abandonada
(Rojo, 1998: 27).
CUADRO 2
DIMENSIONES ESTRUCTURALES-DIALÉCTICAS DE EVOLUCIÓN DEL MOVIMIENTO DE OKUPACIÓN
FUENTE: ELABORACIÓN PROPIA.
DE LA AUTOGESTIÓN DOMÉSTICA A LA SUBVERSIÓN URBANA
Resulta significativo el hecho de que en varias ciudades españolas que tuvieron
experiencias de okupación, algunos de sus activistas o colaboradores eventuales
dieran el salto a constituir centros sociales autogestionados pero sin okupar, espe-
cialmente en los últimos cuatro años (Xaloc en Valencia, Espai Obert y Arrán en
Barcelona, La Màquia en Girona, Ateneu Candela en Terrassa, La Trama y La
Revuelta en Zaragoza, A Cova dos Ratos en Vigo, Mil Lúas en A Coruña, Likiniano
en Bilbao, etc.). Estos centros sociales tienen el alquiler o la propiedad privada
como régimen de tenencia más habitual y no han sido fruto de la legalización de
centros sociales ya okupados, por lo que también resulta sobresaliente el hecho
de que estas opciones de activismo casi no hayan suscitado críticas desde el mundo
75
DEL URBANISMO A LA AUTOGESTIÓN …
CONFLUENCIA DE MOVIMIENTOS
SOCIALES AFINES
PROTAGONISMO CRECIENTE DE
LOS C.S.O.A.
INCREMENTO DE
PENALIZACIÓN Y REPRESIÓN
ESCASA COORDINACIÓN,
DIVISIONES, DIVERSIDAD
Y ANTIGLOBALIZACIÓN
PERSISTENCIA DE C.S.
OKUPADOS Y NO OKUPADOS
(RED SOCIAL)
VISIBILIDAD PÚBLICA
PUNTUAL DE
CRÍTICAS/ALTERNATIVAS
URBANAS
Autopercepción de movimiento social difuso,
informal e invisible
Predominio de la concepción instrumental
de las okupaciones
Imagen pública asociada a la violencia
y radicalismo político
¿Dónde están… M1 (filmar) 16/6/14 10:27 Página 75
de la okupación, al contrario de lo que sí ha sucedido con los intentos de legaliza-
ción. Nuestra interpretación de esto último es que es lógicamente inevitable algún
tipo de “finalismo” (o centralidad) en la práctica de la okupación: es decir, situar
las desigualdades y dominaciones urbanas, entre las que se encuentra la inaccesi-
bilidad a viviendas y espacios públicos de socialización, como un objeto privilegia-
do y prioritario de denuncia y lucha social mediante la práctica de la okupación,
como forma de protesta ante esa situación. Si sólo se tratase de un medio para otro
tipo de luchas sociales (o formas de vida) no necesariamente tan ligadas a los bienes,
espacios y políticas urbanas, el resto del movimiento no sentiría como una “traición”
el que algunas okupaciones consiguiesen mayor estabilidad por medio de la nego-
ciación política (aunque deberíamos hacer notar que, de forma casi incongruente,
la defensa legal ha sido casi siempre considerada como un medio válido para todos
los casos). Es evidente, de forma paralela, que en esas bifurcaciones y conflictos
está en juego también una opción radical, firmada por gran parte del movimiento
okupa, por desarrollar una acción política sin ningún tipo de transacción con la
política institucional de partidos parlamentarios y autoridades gobernantes.
En la medida en que lo primero (la prolongación de la okupación en centros
sociales no okupados) probaría lo enunciado después (la okupación y la política
alternativa como objetos principales —o fines— del movimiento de okupación),
creemos que es posible entender los siguientes tres fenómenos característicos: a)
la centralidad de la autogestión doméstica, con distintos estilos de materializarla,
en la política alternativa predominante en todo tipo de okupaciones y manifiesta en
una amplia modificación de la vida cotidiana; b) la distinción siempre subyacente,
aunque no necesariamente contradictoria o problemática en todas las ocasiones,
entre la okupación de viviendas y la de centros sociales; c) la mayor probabilidad y
ocurrencia de okupaciones en zonas urbanas sometidas visiblemente a una rápida
mudanza de funciones e intereses económicos. Veámoslo más claramente con nue-
vas distinciones conceptuales y con algunos ejemplos que son fruto de las entre-
vistas y observaciones más recientes que hemos realizado.
Por una parte, la noción de autogestión será entendida aquí en tanto que res-
puesta a la ingobernabilidad urbana ya mencionada. Incluso desde antes de prac-
ticar la okupación —desde que se prepara la entrada y se investiga la situación de la
propiedad, el estado arquitectónico del edificio y su ubicación urbana— ya se inau-
gura un proceso de autoorganización social que interfiere en la alienación de la
vida cotidiana: poner en común deseos y necesidades, vivir situaciones comparti-
das en las que se genera confianza mutua, analizar y planificar colectivamente las
acciones a llevar a cabo, comunicarse, debatir y tomar decisiones consensuadas,
76
MIGUEL MARTÍNEZ LÓPEZ
¿Dónde están… M1 (filmar) 16/6/14 10:27 Página 76
comprometerse a asumir tareas especiales, conseguir recursos y materiales básicos
que financien el proyecto, solicitar la aportación solidaria de herramientas y de
conocimientos técnicos… Pero tal premeditación no siempre es garantía de éxito
desde que son posibles los “desalojos cautelares” con el nuevo Código Penal y, en
el extremo, se puede llegar a actuar espontáneamente sobre cualquier inmueble que
aparentemente se halle fuera de uso. Con frecuencia, en todo caso, son preferidas
las propiedades públicas y las edificaciones en decadencia durante largos periodos
de tiempo (más de 10 años, pongamos) porque se hacen más directos los mensajes
que buscan el reconocimiento legítimo de las motivaciones de la okupación: poner
de relieve la ausencia, inacción o complicidad del Estado con las operaciones de
especulación urbana; usar lo que a otros les sobra o que abandonan a la espera
de obtener mayores plusvalías a través de su transferencia mercantil o de su reha-
bilitación cuando sea más conveniente a sus intereses.
El momento esencial de los procesos de autogestión es, a saber, la asamblea.
La variabilidad reside aquí, principalmente, en tres dimensiones: la frecuencia de
su celebración, la cualificación de sus integrantes y los procedimientos empleados
en su desarrollo. Las okupaciones de vivienda tienden a reducir al mínimo la fre-
cuencia. No obstante, una baja frecuencia (una asamblea cada dos meses, por ejem-
plo) suele ser menos soportable a medida que crece el número de moradores, si bien
conocemos el caso en el que se “independizan” las asambleas de los distintos pisos de
un edificio okupado, sobre todo para cuestiones menores. Además, en casi todos los
casos se valoran como fundamentales (incluso por encima de la asamblea más insti-
tucional) los diálogos y las conversaciones frecuentes en las cocinas y salas de estar.
En la mayoría de centros sociales, por el contrario, rara vez se aceptan frecuencias
superiores a los quince días, siendo bastante habitual la celebración de una asamblea
general por semana y alguna reunión más de cada comisión.
Si nos preguntamos quiénes están legitimados a intervenir en ellas, la cues-
tión no reviste mayor dificultad en las casas okupadas que tienen un uso exclusivo
como vivienda (sólo los residentes o, en su caso, las personas candidatas a residir,
si se ha aceptado previamente su presencia), pero sí en los centros sociales: en
ellos a veces sólo participan uno o varios representantes de los colectivos que usan
el espacio; a veces sólo miembros de las comisiones de trabajo (de prensa, de man-
tenimiento, jurídicas, de actividades, etc.); a veces sólo personas a título individual
con una constancia demostrada en su implicación con el centro; a veces sólo per-
sonas o representantes de organizaciones ajenas al centro social con eventual inte-
rés en colaborar; a veces distintas combinaciones de todos esos roles, incluyendo,
si ha lugar, las personas que viven en alguna dependencia del mismo centro social.
77
DEL URBANISMO A LA AUTOGESTIÓN …
¿Dónde están… M1 (filmar) 16/6/14 10:27 Página 77
Y con respecto a los procedimientos, no podríamos dejar de lado los conteni-
dos de esas asambleas: tal vez, la oscilación más manifiesta se puede percibir entre
aquellas asambleas rigurosamente formalizadas (preparación previa de un “orden
del día”, autocontrol del tiempo, moderación de los turnos de palabra, registro
escrito de actas, etc.) y las restantes, coincidiendo las primeras, en su forma típi-
ca, con el carácter más general o de
urgencia de los temas tratados (es
decir, con un cariz político: definir
el proyecto que se desea seguir en el
centro social, adoptar posiciones
públicas y estrategias de acción en
la calle, decidir cómo actuar ante el
desalojo, coordinación con otras
okupaciones, etc.) y las segundas,
con cuestiones menores o de inten-
dencia corriente (limpieza, arre-
glos, organización de espacios y
tiempos para los distintos usos del
local, encargos de propaganda, pro-
testas y propuestas varias, etc.). Por
supuesto, también existen las
viviendas okupadas al estilo “piso
compartido” o “apartamento indi-
vidual” en los que se vive de una
forma convencional y sin notorias
innovaciones en materia de auto-
gestión social.
Autogestión, como se ve, no es
sinónimo de homogeneidad. Es un
vector fundamental hacia dentro
del colectivo de okupantes, pero
también hacia fuera: exhibe un
contraste entre distintos centros de socialización existentes en el barrio (gestiona-
dos de forma más rígida, profesional, exclusivista o partidista por asociaciones
vecinales o por los ayuntamientos, por ejemplo), se convierte en un espacio exclusi-
vo del barrio o de la ciudad donde participar en la organización (y no sólo consumo)
de actividades contraculturales y políticas, o se propone como atractor de colectivos
78
MIGUEL MARTÍNEZ LÓPEZ
FIGURAS 6 Y 7. AMPLIAS ESTANCIAS DE REUNIÓN EN CAN PASQUAL (BARCELONA),
ARRIBA, Y EN CAN VIES (BARCELONA), ABAJO. FOTOS: MIGUEL MARTÍNEZ.
¿Dónde están… M1 (filmar) 16/6/14 10:27 Página 78
(grupos de música, colectivos de teatro, cooperativas de artesanía o de “hostelería”,
etc.) y de usuarios simpatizantes que coincidan en experimentar la autogestión (pre-
cios de las actividades o productos asequibles a todos los bolsillos, horizontalidad
organizativa, igualdad en las remuneraciones, etc.: ver Figs. 6 y 7, y Cuadro 3).
Estos hechos inherentes al movimiento de okupación pueden ser interpreta-
dos, sin riesgo a equivocarnos, como amalgama de diversas prácticas sociales de
apropiación espacial que, al mismo tiempo y debido a su radicalidad socializadora
y comunitarista, denuncian las alternativas disponibles de acceso a bienes urbanos
básicos, de comunicación social y de intervención política local. Es decir, sacan a
relucir y provocan abiertamente el conflicto social entre proyectos políticos para
los espacios urbanos ingobernables: con un origen sintomático en las edificacio-
nes abandonadas y en la autogestión doméstica (de lo privado y lo particular), pero
proyectando su crítica al conjunto metropolitano. Un claro exponente, a nuestro
juicio, de exploración creativa y dialéctica de potencialidades transformadoras, en tér-
minos de Harvey (1996), o de proliferación de diferencias con justicia social, en
términos de Young (1990).
CUADRO 3
PRINCIPALES COMPONENTES Y VARIACIONES DE LAS PRÁCTICAS DE AUTOGESTIÓN
FUENTE: ELABORACIÓN PROPIA.
79
DEL URBANISMO A LA AUTOGESTIÓN …
AUTOORGANIZACIÓN PREVIA A OKUPACIONES NO
ESPONTÁNEAS
COMPETENCIA
CON C.S. VECINALES Y MUNICIPALES
ORGANIZACIÓN ASAMBLEARIA
PARTICIPACIÓN EN ORGANIZACIÓN-DEBATE Y EN
CONSUMO-PRÁCTICA DE ACTIVIDADES
CONTRACULTURALES Y ACCIONES POLÍTICAS
PREFERENCIA POR PROPIEDADES PÚBLICAS E
INMUEBLES LARGAMENTE VACÍOS
Definición de proyecto, conocimiento
mutuo y red social de apoyo
Denuncia complicidad del Estado con
especulación urbana
FRECUENCIA: baja en viviendas y alta (sema-
nal) en CSOA.
PARTICIPANTES: moradores (en viviendas),
activistas individuales, representantes (comi-
siones, colectivos u organizaciones externas)
(y/o moradores: en CSOA)
MÉTODO/CONTENIDOS: formalizado y políti-
cos
vs.
poco formalizado y administrativos.
¿Dónde están… M1 (filmar) 16/6/14 10:27 Página 79
En segundo lugar, cabe discernir con mayor detalle la trascendencia social
de los distintos tipos de okupaciones de viviendas y de centros sociales. Aquí el
primer punto crítico sería el que alude a la “reivindicación” pública de la oku-
pación. Antes hemos mencionado que esa reivindicación es un criterio básico
para definir el carácter público y visible, por lo tanto político, del movimiento.
Pero siendo un criterio indiscutible para los centros sociales okupados, es
excesivamente estricto para las viviendas okupadas porque en diversas ciudades
(Bilbo, Madrid, Granada, etc.) hemos comprobado que entre las no reivindica-
das se encontraba incluido un amplio grupo de personas que colaboraban acti-
va u ocasionalmente con los centros sociales y con movimientos sociales afines
a ellos. La causa esgrimida para su no reivindicación se refería, la mayoría de las
veces, a la suposición de que podría alargarse más tiempo si se mantenía oculta
esa situación a ojos de la propiedad o del vecindario. No se trataba de disminuir
su compromiso con la okupación, sino de una táctica puntual que aseguraba la
necesidad básica de alojamiento cuando esta no se podía satisfacer en los cen-
tros sociales okupados en los que se participaba.
Reivindicar, en todo caso, tiene una cara disruptiva (cuando se ponen
banderas en las ventanas, se pintan las puertas y la fachada, se colocan carte-
les y escritos o símbolos políticos en los accesos y muros exteriores, se distri-
buyen hojas informativas en el barrio, etc.) y otra más camaleónica (se habla
explícitamente de la situación como okupa en las tiendas, bares o conversacio-
nes de calle, sin ocultar la mayor parte de preferencias y formas de vida, pero
buscando una mínima aceptación y complicidad en la comunidad, aunque
también se puede llegar incluso a no mostrar ningún signo indicativo del par-
ticular régimen de uso de la vivienda que le alberga). Y, a la inversa, los mora-
dores de muchas viviendas reivindicadas externamente como okupadas (por
ejemplo, el bloque adyacente al centro social Casas Viejas 2 de Sevilla: ver Fig.
3) pueden no participar ni coincidir con los grupos de activistas más organiza-
dos en el movimiento de los centros sociales: es el caso de artistas, trabajado-
res, estudiantes o mujeres con descendencia sin tiempo para mayores
activismos y compromisos en sus vidas; también el de algunos punks y pies
negros que rechazan cualquier tipo de organización, si bien suelen compartir la
simbología okupa o anarquista más estereotipada; además se podría añadir el
caso de personas dedicadas a la compra-venta de drogas ilegales que tuvieron
algún contacto con el movimiento y que se repliegan completamente en su
negocio particular, incluso escudándose a veces con un discurso político para
justificarlo.
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MIGUEL MARTÍNEZ LÓPEZ
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El otro eje relevante se situaría en la vinculación estrecha existente entre
viviendas y centros sociales, ambos okupados, cuando coexisten en un mismo edi-
ficio. La coexistencia puede haberse dado desde el nacimiento de la okupación o
haber sobrevenido ante una necesidad imperiosa de algún miembro de la asamblea
del centro social o ante un cambio general de criterios del conjunto de la asamblea.
No sería difícil concebir una etapa inicial (hasta mediados de la década de 1990) en
la que era harto frecuente encontrar viviendas en los centros sociales (Minuesa
en Madrid, por ejemplo) y otra inmediatamente posterior en la que se tendió a una
consciente exclusión de toda vivienda de los centros sociales (es lo que nos decla-
raron, por ejemplo, activistas del CSO 190 de Granada). Dos décadas, sin embargo,
dan para todo tipo de experimentaciones y, por lo tanto, para una nueva variedad
de opciones ante este dilema, sin que pueda establecerse una pauta general para lo
ocurrido en el último lustro a este respecto.
En Udondo (gaztetxe de Leioa), en La Kelo (gaztetxe de Santutxi) o en el
Laboratorio 03 (Madrid) se han admitido residentes eventuales sobrevenidos de
otros desalojos y que participaban activamente en dichos centros sociales. Pero
cuando el número de residentes es elevado (como aconteció, por ejemplo, en el
Laboratorio 2 de Cabestreros, o en La Hamsa, en Barcelona) suele hacerse necesa-
ria la independencia entre la asamblea de la “casa” y la del centro social, aunque se
reclame a representantes de la vivienda a la última asamblea cuando advienen cir-
cunstancias que afectan a todos (necesidades de mejoras en las infraestructuras del
edificio, amenazas de desalojo, agresiones externas, robos internos, etc.). No obs-
tante, la propia disposición del edificio puede indicar la mayor o menor depen-
dencia entre ambas modalidades de okupación: el aislamiento físico en distintos
pisos, la clausura con puertas y cerraduras sólo en posesión de los residentes, la
separación en distintas estancias o construcciones dentro del mismo solar, etc.,
contribuyen a evitar el principal problema de intromisión del conjunto de la vida
social en la vida particular de los residentes (teniendo que abrir las puertas del
centro social a cualquier hora y a cualquiera, soportando los ruidos del bar o la
música no deseada de conciertos, encontrándose con perros o personas descono-
cidas que pasan por sus habitaciones, etc.).
Expliquemos, en tercer lugar, la más incisiva intervención urbana que supo-
nen las okupaciones en los barrios y zonas urbanas en las que se ubican. Esta cues-
tión nos obliga a remitirnos a las planteadas inicialmente: ¿aprovechan las
okupaciones las oportunidades de áreas urbanas en estadios incipientes de proce-
sos de reestructuración?, ¿denuncian abiertamente esos procesos, los subvierten
o producen algún tipo de efecto no deseado que los acelera o perfecciona? La
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DEL URBANISMO A LA AUTOGESTIÓN …
¿Dónde están… M1 (filmar) 16/6/14 10:27 Página 81
investigación en este punto tropieza con numerosas dificultades, entre las que
sobresale la imposibilidad de analizar todas las zonas urbanas en las que hemos
registrado okupaciones reivindicadas (o creadoras de movimiento, en el sentido de las
puntualizaciones ya expuestas). Por eso recurrimos de nuevo a estimaciones cualita-
tivas: fábricas abandonadas aguardando un cambio de uso, edificios antiguos en cen-
tros urbanos históricos escasamente rehabilitados, edificaciones localizadas en
zonas afectadas por planeamientos de renovación urbana o por la construcción de
infraestructuras de transporte… han marcado una tendencia general reveladora de la
asociación propuesta entre okupación y reestructuración urbana.
Pero son abundantes las excepciones como para dejar de lado su contribución:
a veces son las simples rencillas o descoordinación entre los miembros de la fami-
lia que hereda el inmueble okupado, lo que facilita su continuidad, independien-
temente de su localización urbana; otras veces son las características del inmueble
las que animan a su okupación, como fábricas o naves idóneas para conciertos y
actividades contraculturales, pero que se hallan en complejos fabriles estables (ese
fue el caso de La Nevera en Madrid, por ejemplo), en barrios residenciales de
reciente construcción (La Guindalera en el barrio de Prosperidad, también en
Madrid) y sin posibilidad de tejer una red social con otras okupaciones próximas o
con colectivos del barrio, o a distancias considerables de la ciudad y sin transpor-
te público, lo que impide una constancia en la actividad y en la afluencia social
(como, según nos informaron, la nave okupada sólo para conciertos en las afueras
de Zaragoza).
Cada edificación okupada, no obstante, posee su particular expediente admi-
nistrativo, habitualmente lleno de vericuetos. Resulta singular, por ejemplo, el
caso de los antiguos colegios que quedaron obsoletos por su inadaptación física
a las exigencias de la nueva legislación educativa (es el caso del edificio okupa-
do por el centro social S’Eskola en Palma de Mallorca y, tal vez, el de la calle San
Agustín en Zaragoza y La Kelo en Santutxi), o que, simplemente, pasaron a inte-
grarse en planes de remodelación urbana que les instaban a desaparecer (como
el previsto acondicionamiento de la ribera del Ebro en Zaragoza, afectando a la
okupación conocida como Casa del Río). En otras ocasiones se trata de instala-
ciones públicas con una privilegiada localización central en la ciudad pero cuyas
funciones y personal han sido desplazados a otras más modernas: estos serían
los casos, por ejemplo, de los cuarteles militares donde se encuentra La Kasa de
la Muntanya en Barcelona; de los laboratorios del Instituto de Investigaciones
Agrarias abandonados en el barrio histórico de Lavapiés en Madrid y okupados
por el primer Laboratorio como centro social, etc.
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MIGUEL MARTÍNEZ LÓPEZ
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Los antiguos cuarteles de Barreiro en Vigo o la fábrica La Maret en Salt (pro-
vincia de Girona) serían paradigmáticos, por el contrario, de localizaciones perifé-
ricas con respecto a los núcleos poblacionales y con muy desiguales resultados en
cuanto a duración (unas semanas en el primer caso y unos cinco años en el segun-
do). El aumento progresivo de viviendas okupadas en zonas periurbanas de
Barcelona, por ejemplo en torno al parque de Col.Serola (Can Pasqual, La Santa,
Can Pi, etc.), ha propiciado también un nuevo modelo de asentamiento okupa que
mantiene constantes vínculos con las okupaciones más céntricas de la ciudad al
mismo tiempo que comienza a generar actividades de socialización y de interven-
ción local propias. Vetustas instalaciones ferroviarias, modestas y deterioradas
construcciones universitarias, propiedades eclesiásticas que acumulan mugre o
edificios de viviendas que no consiguieron su correspondiente licencia de prime-
ra ocupación por irregularidades
constructivas constituyen otras tan-
tas categorías de la abultada casuísti-
ca de okupaciones a lo largo de todo
el territorio estatal.
Afirmamos, en todo caso, que si
bien todas las okupaciones aprovechan
de una manera u otra las especiales
condiciones jurídicas, arquitectónicas
y urbanas de los inmuebles objeto de
reapropiación, la mayoría de los cen-
tros sociales okupados han tendido a
ubicarse en zonas especialmente
retrasadas en su incorporación a la
reestructuración urbana y económi-
ca de mayor calado. Los centros his-
tóricos de grandes ciudades como Madrid (tanto Lavapiés como Tetuán), Valencia
(el barrio del Carmen y, con sus peculiaridades, Ruzafa o Zaidía), Sevilla (la
Alameda de San Luis y el entorno del Pumarejo en La Macarena), Barcelona (tanto
el Raval o Ciutat Vella, en general, como, con sus peculiaridades, Sants o Gràcia) o
Málaga (donde radicaba la Casa de las Iniciativas) o, simplemente, los espacios cen-
trales de poblaciones más pequeñas (Palma de Mallorca, Vigo, Vitoria-Gastéiz,
Pamplona-Iruña, Santiago de Compostela, Gijón, Terrassa, Banyoles, Móstoles, etc.)
han conocido okupaciones incluso años antes de que comenzasen las operaciones más
ambiciosas de rehabilitación, en aquellos lugares donde se han producido (ver Fig. 8).
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DEL URBANISMO A LA AUTOGESTIÓN …
FIGURA 8. SALIDA DE MANIFESTACIÓN EN PROTESTA POR LA AMENAZA DE DESALOJO DEL
CENTRO SOCIAL Y VIVIENDA LA CASA ENCANTADA (SANTIAGO DE COMPOSTELA), CUYA
EDIFICACIÓN SE SITÚA DETRÁS DE LOS MANIFESTANTES. ESTABA EN EL CENTRO HISTÓRICO
(EN UNA ZONA EN LA QUE SE HAN EDIFICADO NUMEROSOS BLOQUES DE VIVIENDA EN
ALTURA) Y SUMIDA EN UN PLEITO QUE LA ENFRENTÓ A LA PROPIEDAD Y AL AYUNTAMIENTO.
RECIENTEMENTE HA SIDO DESALOJADA Y DERRUIDA. FOTO: MIGUEL MARTÍNEZ.
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La reconversión industrial de las coronas metropolitanas de Bilbao, Barcelona o
Valencia, por ejemplo, habrían dejado vacías numerosas edificaciones, tanto resi-
denciales como fabriles, que son okupadas de forma paulatina y con mutuas rela-
ciones entre sí, también susceptibles de entrar en conflicto abierto con los nuevos
proyectos de renovación urbana (en el Poblenou de Barcelona, por poner un caso,
desde los fastos de 1992 hasta los del 2004; o los violentos enfrentamientos acae-
cidos con la apertura de una avenida en El Cabanyal en Valencia o por la extinción
“por decreto” de las huertas de La Punta, en la misma ciudad, para edificar nuevas
áreas residenciales).
CUADRO 4
LOCALIZACIONES URBANAS DE LAS OKUPACIONES
TENDENCIA GENERAL DIVERSIDAD DE CASOS
Centros históricos y urbanos Barrios periféricos o recientes
Áreas de reconversión industrial y fábricas Naves industriales aisladas y/o periféricas
o instalaciones deslocalizadas
Zonas de renovación urbana con “grandes proyectos” Escuelas, cuarteles, recintos iglesia, instalaciones ferroviarias
terciarios o residenciales
Edificios de viviendas sin licencia
FUENTE: ELABORACIÓN PROPIA.
Por lo tanto, una vez descrita la pauta y la complejidad de estas intervenciones
urbanas (ver Cuadro 4), sólo resta pergeñar su sentido. En efecto, los dossieres de
prensa y la documentación que algunas de estas okupaciones han elaborado evi-
dencian una permanente voluntad de denuncia tanto de las intenciones especula-
tivas de cada propietario afectado como de las políticas urbanas municipales en la
zona donde arraiga la okupación. Campañas particulares sobre la inaccesibilidad a
la vivienda en la ciudad (como la llevada a cabo en Vitoria-Gasteiz y en Deusto,
escribiendo por doquier el número de viviendas vacías existentes) o sobre los
principales defectos y carencias urbanas del barrio (como la desarrollada por el
Laboratorio 03 y la Red Lavapiés con la llamada revista kaminada) han preocupado
ocasionalmente a estos activistas. Las irrupciones en plenos municipales o en
empresas inmobiliarias (o incluso, alguna vez, dejando la huella de lunas rotas
en estas últimas) también se integrarían dentro de las acciones por hacer emerger el
conflicto urbano. Pero aquí no podemos defender la “centralidad” de estas críticas en
el conjunto de acciones de protesta del movimiento de okupación. Es, más bien, una
centralidad por defecto: la lucha por defender el espacio okupado y por comunicar
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MIGUEL MARTÍNEZ LÓPEZ
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socialmente el uso creativo del mismo hace que la principal intervención urbana ocu-
rra alrededor del propio hecho de okupar y del modelo de vida urbana proyectado
desde los espacios okupados. La subversión urbana se desata desde la agregación de
colectivos, personas y proyectos en un indeterminado flujo de actividades de discu-
sión, protesta, solidaridad y diversión. Es, como ya se ha apuntado, un movimiento
atravesado por múltiples colectivos pertenecientes —muchos de ellos— a varios movi-
mientos sociales alternativos, donde caben muchos temas y preocupaciones, no sólo
las exclusivamente urbanísticas, aunque estas tienden a ser olvidadas, subordinadas o
tratadas de forma muy convencional por el resto de movimientos sociales, tanto por
los más novedosos y juveniles como por los tradicionalmente vecinales (ver Fig. 9).
Y, por último, no es posible percibir en el Estado español que se hayan produ-
cido efectos no deseados de las okupaciones, como recortes en las ya de por sí par-
cas políticas públicas de vivienda o la aceleración de procesos reestructuradores
(tanto para liberar lo antes posible los solares okupados y estimular la concesión de
licencias de nueva edificación como para liberar a las instituciones estatales de la
provisión de servicios sociales como la alfabetización de inmigrantes o la promo-
ción de la cultura popular), tal como
se ha sugerido para otros países
(Priemus, 1985; Lowe, 1986; Gomma
Guarneri et al., 1996; Pruijt, 2002).
Más bien al contrario: tanto en aque-
llos casos en los que tras sucesivos
desalojos se ha optado por alquilar o
comprar locales para establecer cen-
tros sociales “no okupados”, como
en aquellos en los que se ha promo-
vido algún tipo de negociación polí-
tica con las autoridades (o con la
propiedad privada, que de todo ha
habido), podemos asistir a una clara dilación en el tiempo de las soluciones a los
espacios okupados (negociar, a menudo, es sólo una táctica para demorar el des-
alojo) y a una continuidad de las luchas y protestas públicas que incluso se acentú-
an cuando más ataques recibe la okupación, con la consiguiente merma de
legitimidad para los agresores. Dejemos la puerta abierta, no obstante, a la indaga-
ción acerca de las motivaciones y acciones que estén detrás de la prevención y eli-
minación de experiencias de okupación por parte de las autoridades, por cuanto su
opacidad confunde la pura represión y el oportunismo.
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DEL URBANISMO A LA AUTOGESTIÓN …
FIGURA 9. DENUNCIA DEL INTERÉS DE UN HOTEL POR DESALOJAR LA BOLA (MADRID), EN
UNA ZONA HISTÓRICA YA MUY REHABILITADA.
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UN URBANISMO QUE ENMARCA AL MOVIMIENTO, UNA PRÁCTICA
DE AUTOGESTIÓN QUE DESBORDA AL URBANISMO
Proponíamos inicialmente examinar la importancia de las viviendas okupadas y de
la localización urbana de todo tipo de okupaciones (viviendas y centros sociales)
para entender tanto el sustento social de este movimiento como sus capacidades
de intervención urbana. El argumento, más explícitamente, consistía en que,
una vez determinado el contexto urbanístico que ha rodeado la evolución del
movimiento de okupación en las ciudades españolas, podríamos valorar el
carácter políticamente alternativo de las acciones directas y de desobediencia
legítima que se plantean desde las okupaciones. Para ello, por último, sugerimos
la necesidad de considerar las prácticas de autogestión comunes a todo tipo de
okupaciones, las redes de relación social que se establecían —primaria, aunque
no exclusivamente— entre activistas de casas okupadas y de centros sociales oku-
pados y la importancia de las críticas a las políticas urbanas locales vertidas
desde el movimiento okupa.
Por una parte, pues, se ha demostrado que el contexto urbanístico relevante
en relación con las okupaciones abarca fenómenos de reestructuración urbana en
las dos últimas décadas, con mayor privatización y segregación espacial, con
impactantes operaciones de renovación de infraestructuras y funciones económi-
cas de las ciudades, así como con profundas crisis laborales y de acceso al disfrute
de un alojamiento básico debido, entre otros factores, a las notables dinámicas de
especulación inmobiliaria que se han hecho sentir en los años finales de cada
década.
Por otra parte, hemos puesto de relieve que el movimiento de okupación va
medrando paulatinamente a partir tanto de su intervención en esas temáticas
urbanísticas (después de cierta desidia o de un tratamiento muy convencional por
parte del movimiento vecinal heredado) como de su atracción a diversos movi-
mientos sociales y colectivos juveniles. Es algo evidente en los discursos de legiti-
mación y crítica derivados del movimiento (por el derecho a la vivienda y a locales
sociales autogestionados, por la crítica a la especulación inmobiliaria y a planea-
mientos urbanos economicistas, etc.), pero también en la reacción penalizadora
que se cierne sobre este tipo de prácticas a partir de 1996, que, para pesar de sus
instigadores y administradores, no consiguen erradicar la inercia consistente que
ya había adquirido el movimiento.
Por último, hemos elaborado una categorización, con ánimo de exhaustivi-
dad, de la diversidad existente de formas de autogestión y de relaciones entre
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MIGUEL MARTÍNEZ LÓPEZ
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viviendas y centros sociales okupados, de forma tal que se pueden percibir los
nexos asamblearios de la mayor parte de experiencias y la flexibilidad de una red
social que comprende a colectivos sociales de ambas modalidades, entre otros
simpatizantes y colaboradores, con el ánimo de hacer proliferar las actividades
contraculturales y las acciones públicas de protesta que proponen como modelos
alternativos de vida urbana. La misma variedad de situaciones y localizaciones de
los inmuebles okupados no puede ocultar una tendencia a constituir comunidades
de autogestión social en zonas urbanas con cierto retraso en los procesos de rees-
tructuración apuntados antes en la definición del contexto urbanístico (especial-
mente barrios históricos, áreas de reconversión industrial y zonas de renovación
destinadas a grandes proyectos urbanísticos del sector terciario o residencial).
En definitiva, parece existir evidencia suficiente para afirmar que se trata de
un movimiento que entra de lleno en las problemáticas urbanísticas: tanto en las
escalas micro como en las macro, tanto en una vertiente constructiva como en otra
crítica, tanto por la apropiación y mantenimiento de los espacios okupados como
por la denuncia de la especulación y de la reestructuración urbanas. Es decir, un
movimiento que plantea alternativas de vida urbana desde la diferencia y diversi-
dad de movimientos sociales que se cruzan en las okupaciones. En ese sentido,
creemos que una buena caracterización de este tipo de movimientos sociales se
encuentra en un elocuente texto de Michel Foucault que los concebiría como luchas
anárquicas, transversales e inmediatas, que “critican las instancias de poder que les
son más próximas”, que “no creen que la solución a su problema pueda radicar en
un futuro”, que afirman el derecho a la diferencia individual a la vez que “se
enfrentan a todo lo que pueda aislar al individuo”, que “se oponen al gobierno por
la individualización” y, por lo tanto, a un orden urbano esencialmente policial y
mercantil (Foucault, 1982).
O, para concluir ya, y aunque no se trate este de un movimiento esencial-
mente articulado por la condición trabajadora de sus miembros, tal vez puedan
ser esclarecedoras las siguientes palabras de Raúl Godoy, trabajador de la fábri-
ca argentina okupada Zanon —en una intervención en la Universidad Popular
Madres de Plaza de Mayo, 2002—para comprender las raíces profundas de la
okupación:
A ningún patrón ni a ningún gobierno les conviene, ni les gusta, que los
trabajadores demuestren lo que son capaces de hacer. Porque en última instan-
cia, queda el rey desnudo, y se nota quiénes son los parásitos y quiénes son los
que mueven la economía de un país. La unidad entre los trabajadores tiene que
ser algo concreto, y ese es el proyecto que tenemos.
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DEL URBANISMO A LA AUTOGESTIÓN …
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NOTAS
- Mi agradecimiento a todas las personas de casas y centros sociales okupados que me han abierto sus puer-
tas y sus bibliotecas, además de haber compartido generosamente su tiempo y compañía, o, en algunos
casos, haber soportado estoicamente mis interrogatorios. Afortunadamente, he comprobado que las cues-
tiones, dudas y reflexiones que me he formulado también eran compartidas por muchos y muchas acti-
vistas que aprecian los esfuerzos por reconstruir con rigor la historia de este movimiento social. También
les debo un reconocimiento a las distribuidoras alternativas, librerías, sindicatos y centros sociales no
okupados que me han invitado a debatir sobre la okupación, ayudándome a la vez a contactar con activis-
tas de cada ciudad y a visitar los espacios okupados. En particular, este capítulo contiene muchas ideas e
informaciones de todos ellos: Patric, Lèlia, Tomás, Oscar, Joan, Enric, Teté, Sergio, Pablo, Joaquín, Marta,
Gonzalo, Fernán, Jordi, Jorge, Nacho, Nati, Ferrán, Pau, Jesamí, Carlos, Pasqui, Chema, Marina, Antonio,
María, Arrate, Sonia… No obstante, la argumentación principal, la redacción y los desatinos en que se
haya podido incurrir son exclusiva responsabilidad mía.
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MIGUEL MARTÍNEZ LÓPEZ
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CAPÍTULO 3
MANI-FIESTA-ACCIÓN: LA CONTESTACIÓN OKUPA EN LA CALLE
(MADRID, 1985-2002)
RAMÓN ADELL ARGILÉS
EL ORDEN ES EL PLACER DE LA RAZO´N, PERO EL DESORDEN ES EL
DELIRIO DE LA IMAGINACIO
´N.
Paul Claudel
LA PRESIÓN SOCIOPOLÍTICA EN LA CALLE: INDICADORES
La dimensión activa o movilizadora es consustancial a los llamados movimientos
sociales (MS). “El acto irreductible que subyace a todos los movimientos sociales y
revoluciones es la acción colectiva contenciosa. La acción colectiva adopta muchas
formas: puede ser breve o mantenida, institucionalizada o disruptiva, monótona o
dramática” (Tarrow, 1997: 19). Asimismo, Melucci sostiene que la acción colectiva
es el conjunto de conductas conflictivas dentro de un sistema social. Una acción
colectiva implica la lucha de dos actores, caracterizándose cada uno por una solida-
ridad específica y oponiéndose al otro por la apropiación y el destino de valores y
recursos sociales. En un segundo nivel, la acción colectiva incluiría también todas
las conductas que rompen las normas institucionalizadas en los roles sociales, que
desbordan las reglas del sistema político y/o que atacan la estructura de relaciones
de clase en una sociedad.
En el último cuarto del siglo XX los trabajos cuantitativos del tipo protest events
analysis centrados en el estudio del conflicto social a través del análisis concreto de
las expresiones de acción colectiva han sido numerosos y han abierto ya un campo
propio que se va denominando Sociología de la Protesta. En su mayoría se trata de
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agregados espaciales o temporales de eventos con el objetivo de aislar series
temporales1. En muchos de ellos se aportan también criterios de recuento de
multitudes.
Debido a que los orígenes y fines de estos estudios son diversos (policiales,
universitarios, partidistas, etc.) todavía no existe una categorización común de
variables analizables. Así, mientras unos autores se interesan más por la geografía
del conflicto, por sus convocantes, por el cambio de valores que producen, por su
comportamiento, otros se ciñen al estudio de una porción ideológica o sectorial de
sus protagonistas, por la violencia de sus expresiones o por unos MS y no otros, etc.
En nuestro caso consideramos que, para el análisis de los movimientos socia-
les en su dimensión activa o movilizadora, es necesario observar las expresiones
que les son propias. Elegimos la manifestación como una de las más inequívocas
(junto a la huelga) formas de visibilidad y presión. “La manifestación es una prác-
tica cultural codificada respecto a la historia, al espacio, a las manifestaciones
anteriores, y teje toda una red de significados polisémicos, debido a su compleji-
dad. Es una teatralización con relación a la historia (y de ahí con la política) en
donde el espacio público es el escenario. Constituye una vía de acceso a lo político
y, a veces, una forma de entronización, al tratarse de ciertas manifestaciones-rele-
vo, que marcan a toda una generación y su entrada en la política” (Tartakowsky,
1998: 94). Convenimos aquí con otros autores en que es “la forma modular clásica
de la acción colectiva” (Tarrow, 1997: 190).
Su interpretación obliga previamente a una inmersión sociológica en el fenó-
meno, con la observación directa (distante/participante), siendo así la informa-
ción secundaria (de la prensa, teórica, etc.) complementaria, pero no central. A
nuestro juicio, las aplicaciones de este trabajo permiten intentar algo sencillo
como “describir, explicar y comprender” (Elizalde) las demandas de los movi-
mientos sociales y los procesos sociopolíticos de acción colectiva que estos desen-
cadenan.
Para analizar la movilización, en los límites aquí expuestos (concentraciones
o manifestaciones en la calle), no sólo se necesita localizar un puñado de manifes-
taciones emblemáticas, periódicas, etc., necesitamos también una muestra sufi-
ciente de casos, de menor entidad, si se quiere, que nos describan las “ondas cortas
y largas” de su expresión. Al estudiar la movilización en serie2obtenemos infor-
mación sobre el aspecto más dinámico de los MS. Para hacer más accesible la expo-
sición reduciremos el análisis centrándonos en los siguientes aspectos: el
organizativo (conjuntos de acción y sus repertorios y estilos) y la dimensión de la
participación (volumen de la movilización, visibilidad y discursos).
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RAMÓN ADELL ARGILÉS
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Estas metodologías y técnicas de análisis se han expuesto en congresos y
publicaciones anteriores (Adell, 1989, 2003). Los datos empíricos que se ofrece-
rán en este capítulo se obtienen de una base de datos propia que cuenta con una
muestra total de 5.955 manifestaciones celebradas en Madrid-Capital en el perio-
do 1985-20023, convocadas por los distintos partidos, sindicatos y movimientos
sociales, con un amplio abanico de reivindicaciones y motivos4, en donde el
“movimiento okupa” (MO), en su estricta delimitación, tan sólo alcanza un 2,11 por
ciento del total.
EL ESPACIO HORIZONTAL DE LA PROTESTA: ÁREA ALTERNATIVA, OKUPAS
Y OTROS
Como caso práctico, estudiaremos aquí la movilización en torno al “movimien-
to pro okupación” (MO, en adelante). Al tratarse de un “novísimo movimiento
social”, como señalan algunos autores (Pastor, Bergua), nos encontramos con
el primer problema que plantea una cuestión metodológica: cómo delimitar el
ámbito de estudio en cuanto a actores o convocantes se refiere, pues estos no se
integran en estructuras organizativas clásicas más estables, como son, por ejem-
plo, los partidos políticos y su praxis, en donde coordenadas como el voto, la
ideología, el líder, la organización o la militancia delimitan y compartimentan
claramente su análisis.
Alejados ya de la revolución proletaria contra la burguesía (conflicto bipo-
lar), en los setenta, tras el Mayo del 68 (y caído el muro de Berlín en 1989),
algunos autores como Touraine y, principalmente, Melucci constatan el pro-
gresivo declive del movimiento obrero o sindical y la existencia de una difusa
“Área Alternativa” emergente, en donde cabe hablar de la génesis de una com-
pleja y cambiante red asociativa. En paralelo al progresivo descreimiento
sobre la capacidad de emancipación social o cambio político de la izquierda,
crece una especialización sectorial (intereses) y temática (multiconflicto). En
esta euforia “neomovimentista” se habla entonces del movimiento ecologista
(ALTE), del pacifista y antimilitarista (ALTP), del movimiento feminista o de la
mujer (ALTF), del de solidaridad (ALTS), del contracultural (ALTC), del de
nueva conciencia o neo religioso (ALTN), del homosexual o gay (ALTH) y final-
mente del radical o autónomo (ALTR). Dentro de este último ámbito, y ocu-
pando un espacio clave, situaremos, en esta exposición, al “movimiento
okupa”.
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MANI-FIESTA-ACCIÓN: LA CONTESTACIÓN OKUPA EN LA CALLE (MADRID, 1985-2002)
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LOS NUEVOS MOVIMIENTOS SOCIALES DEFIENDEN ESPACIOS Y CONQUISTAN OTROS
NUEVOS
La necesidad de ocupar “espacios” es prácticamente común a todo el área alterna-
tiva, pero además el MO se apropia en su autodefinición de una forma de acción,
“la ocupación”, histórica ya del repertorio expresivo de los movimientos obrero,
estudiantil, campesino, contracultural y vecinal. Se autocalifica como el medio
(ocupación) para sus fines (vivienda) y en ello basa su existencia. El MO nace ori-
ginariamente como denuncia del alto precio de la vivienda (venta y alquiler) y su
infrautilización social5. De hecho, la ocupación de viviendas (no política, y por
tanto “invisible”) ya existía desde mucho atrás, y en los setenta era un fenómeno
común6. Por otra parte, la necesidad de espacios culturales alternativos y la forma
de conseguirlos no es algo exclusivo del MO. Tenemos un ejemplo de ello en la
Escuela de Educación Popular de la Prospe7. A partir de 1985, la okupación (con k)
extiende su ámbito temático y organizativo, volviéndose política y beligerante. Los
propios actores se preguntan: ¿ocupar para qué?, ¿dónde empieza y dónde acaba
literalmente el MO?
Podemos interpretar que el fin del MO es, al menos inicialmente, la reapro-
piación de espacios (viviendas abandonadas, la calle, la contracultura, etc.). Se
constata que el MO emerge en las zonas urbanísticamente más degradadas (del
casco antiguo o de la periferia urbana), en donde el abandono de viviendas y
del barrio es notable. En cuanto a la acción en el escenario urbano, los actores del
MO reivindican la pública ocupación de los espacios físicos urbanos (calles
y plazas). La “soberanía popular” se expresa “temporalmente”8y simbólica-
mente en el propio centro del poder (edificios y estatuas emblemáticas). El
escenario es entonces la calle (las vías de tránsito público), amplia superficie
“de todos”, espacio natural de la ciudadanía (asfalto, adoquines, aceras, par-
ques), limitado, a su vez, por barreras urbanas (muros de los edificios colin-
dantes, propiedades privadas y públicas, mobiliario urbano, vehículos, cámaras de
vídeo-vigilancia, etc.)9.
Además, con el impacto de sus acciones y demandas, los movimientos acapa-
ran un determinado espacio mediático que a su vez configura un espacio virtual. En
determinadas ocasiones, el impacto consigue que una parte de la opinión pública
simpatice con las demandas o valores y se perciba por medio de encuestas (simpa-
tía o impacto de movilizaciones estudiantiles, por las acciones de los colectivos por
el 0,7 por ciento, contra el terrorismo, contra el desastre del Prestige, contra la gue-
rra, etc.).
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RAMÓN ADELL ARGILÉS
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A principios de los años ochenta el MO adquiere el prematuro o al menos
polémico rango de movimiento, configurándose como subproducto identitario
propio dentro de un conjunto heterogéneo y espongiforme de grupos y colectivos
que confluyen con un “movimiento autónomo o radikal”. Nutriéndose principal-
mente de las bases sociales de la izquierda política, y de carácter contestatario,
antiautoritario, e incluso anti-sistémico, los okupas de viviendas y Centros
Sociales Autogestionados renuevan sus bases con apoyos de punkis, estudiantes,
anarquistas, insumisos, jóvenes ácratas, situacionistas, autoorganizaciones juve-
niles de barrios, pandillas juveniles contraculturales estético-musicales (ska,
redskin, forofos de equipos de fútbol y seguidores de grupos musicales Hardcore,
etc.). En el día a día, este conglomerado de individualidades y grupos, con amplia
porosidad de activismo entre movimientos, construye identidad y va dando senti-
do y contenido a la acción del propio movimiento. Por tanto, sus bases sociales son
variadas aunque predomina el componente juvenil de clase media baja y media alta
(esta última, en la fase de inicio del movimiento).
Los “contenidos” de esas okupaciones son, hoy por hoy, heterogéneos o aún
indefinidos, aunque a priori se muestra interés por crear una alternativa contra-
cultural propia (Centros Sociales Okupados y Autogestionados, CSOA) y
vivir/construir un cambio social y político radical (urgente o históricamente rápi-
do y acelerado). De sus “espacios liberados” disfrutan además, en la actualidad,
colectivos de los “indígenas, indigentes e indigestos frente al neoliberalismo glo-
bal” (Moreno, Ibarra, 2001). Su radicalidad contestataria les convierte en “grupos
reactivos anti-” (-capitalistas, -fascistas, -cárceles, -mili, -racistas, -autoritarios,
-patriarcales, -ETT, -globalización, -imperialismo, etc.), pero en sus metas tam-
bién aportan elementos pro-activos con la inclusión de renovados valores de auto-
nomía, autogestión, federalismo o internacionalismo. Se sienten los herederos
modernos de la clase explotada, al considerar a la clase obrera en general como una
clase ya domesticada por el capital. La precariedad y explotación de las ETT son un
ejemplo de denuncia. Acusan al movimiento sindical de burocracia pactista,
insensible a los nuevos problemas (juventud, ecología, inmigración, renta básica,
etc.). Se excluyen asimismo de la participación en el juego político parlamentario.
En cuanto a la organización, en su mayoría se trata de grupos autónomos (sin
dependencias de los partidos, de las subvenciones, de la organización institucio-
nal). Se desarrollan con la necesidad de constituirse al margen de las estructuras de
poder y tratan de poner en práctica con ello la alternativa y la autosuficiencia.
Frente a la “revolución de la moda”10 intentan resucitar la “moda por la revolu-
ción”. “El centro social aparece en principio como ‘un soviet de autoorganización’
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MANI-FIESTA-ACCIÓN: LA CONTESTACIÓN OKUPA EN LA CALLE (MADRID, 1985-2002)
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de proyectos territoriales, culturales, sociales y políticos” (U. Nomada, 2003: 156).
El funcionamiento de estos colectivos y coordinadoras se rige por principios asam-
blearios. En caso de que la delegación sea necesaria, las tareas son preferentemen-
te rotativas y temporales. La toma de decisiones se realiza por unanimidad. En sus
esquemas organizativos suelen vetar las tareas de responsabilidad de las personas
que pudieran estar afiliadas a partidos políticos. Ante estas características pode-
mos afirmar, por tanto, que en sentido clásico es el movimiento más “descontro-
lado” de todos, por sus estructuras, por la volatilidad de sus bases y la
provisionalidad de sus organizaciones y locales, pero que reutiliza y genera formas
autoorganizativas En el ámbito local sus redes de contacto giran en torno a un bar,
un centro social, una librería, etc. Se autofinancian con la celebración de con-
ciertos musicales periódicos (hardcore, punk, ska, etc.) y fiestas en bares y CSA.
Además, disponen de distribuidoras (de libros, revistas, casetes, vídeos, etc.),
radios libres, páginas web, agencias alternativas de contrainformación, etc. Aun
siendo discutibles sus estilos y su estética, suelen generar un importante dinamis-
mo contracultural. Con ello compiten en costes y resultados, y con bastante éxito,
con los modelos culturales públicos (oficiales) y privados (mercantiles).
RITUALIZACIÓN DE LA PROTESTA: REPERTORIOS DE ACCIÓN
Y CREATIVIDAD SOCIAL
Los movimientos sociales y, más concretamente, los colectivos que sienten su per-
tenencia a ellos van adoptando con el paso del tiempo un repertorio de la acción
(Tilly). Con ello nos referimos al conjunto de formas de acción y estilos que utili-
zan habitualmente para expresar sus demandas, y hacerse oír.
En los sistemas democráticos la Constitución y las leyes específicas regulan y
garantizan derechos como el de huelga, de reunión y manifestación, el acceso a una
vivienda y un trabajo digno, etc. “Los Estados constitucionales han llegado a acep-
tar las manifestaciones como una práctica normal e incluso ventajosa, como indi-
ca el hecho de que los manifestantes reciban a menudo protección, e incluso
orientación, por parte de la policía. De un desplazamiento incontrolado de des-
contentos de un lado a otro —a menudo para nada bueno—, la manifestación acabó
convirtiéndose en la principal expresión no electoral de la política civil moderna”
(Tarrow, 1997: 191).
En los últimos veinticinco años y en el conjunto de la protesta sociopolítica,
se producen cambios y “nuevos estilos” en el repertorio de la acción. Manifestaciones,
94
RAMÓN ADELL ARGILÉS
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concentraciones y mítines perviven como formas de expresión clásicas. Además
de la huelga, en todas sus formas, van quedando en desuso los “saltos”, choques,
encadenamientos, desfiles, paros, asambleas, cortejos de luto, tractoradas, etc.
A pesar de la Ley de Seguridad Ciudadana (1992), se mantienen aún vigentes las
pitadas, tumultos, marchas, festivales, caceroladas, apagones, presentaciones
de firmas, boicots, caravanas de vehículos, etc. Otras expresiones de acción más
usuales en los últimos años son: cadenas humanas, sentadas, encartelamientos,
peticiones al Defensor del Pueblo, acusaciones particulares, referendos, ocupa-
ciones, escenificación de parodias, “actos simbólicos”, acampadas y marchas
sobre vehículos.
Los NMS, por su propia diversidad y complejidad, son los que más han inno-
vado con nuevas formas de protesta ampliando el repertorio de la acción. Se trata
de la creatividad social11. La política clásica se vacía, y la no política se politiza.
Costa observa que en algunos sectores juveniles se ha ido imponiendo “un frente
fragmentado de resistencia y prácticas alternativas. Una disponibilidad al contac-
to y a la sensación compartida que utiliza todos los canales que se le ofrezcan, o que
es capaz de inventarse, adueñándose de ocasiones propicias como eventos depor-
tivos, conciertos musicales o incluso manifestaciones políticas, en donde la acción
y la bronca parecen importar mucho más que los aspectos de reivindicación ideo-
lógica” (Costa, Pérez, Tropea, 1996: 46). Es el “bebe y lucha” del dibujante Azagra
de principios de los noventa.
En numerosos grupos juveniles, y como identidad contestataria, todo es polí-
tico, todo es acción, y todo es diversión. Según el politólogo Michael Lipsky (1968)
la protesta es ya de por sí un recurso y por tanto el incentivo residiría en la acerta-
da elección de la forma concreta de expresión de la misma. “En los últimos años,
dentro de las sociedades urbanas avanzadas, se ha ido estableciendo una dialéctica
constante en el campo de la diversión y, en general, en el de la vida asociativa, entre
lo institucional y lo espontáneo, entre los marcos oficiales y los eventos improvisa-
dos” (Costa, Pérez, Tropea, 1996: 46). Por ello, fenómenos como el macro-bote-
llón pueden terminar en represión y graves violencias y, por tanto, en una
inesperada revuelta antirrepresiva.
En el tema que nos ocupa, el MO ejercita y aprovecha el derecho de manifes-
tación, regulado en numerosas ocasiones, pero conforme se radicalizan los acto-
res del conflicto, esta expresión deja de resultar eficaz y conlleva un desgaste del
MO ya que se cierne sobre ellos “la criminalización” por parte del Estado (y por
tanto tener que manifestarse en condiciones imposibles o inadmisibles para el
propio MO).
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TIPOS DE MOVILIZACIÓN DEL MOVIMIENTO OKUPA
Veamos seguidamente algunas prácticas y repertorios de la movilización antago-
nista del MO, en conjunción en muchos casos con otros colectivos de la red alter-
nativa.
Estudios previos de Martínez López, basados en el análisis de la información
aparecida en los medios “contrainformativos”, confirman la importancia que tie-
nen las reuniones en la calle (manifestaciones, concentraciones, saltos) dentro del
repertorio de la acción del MO, representando estas casi tres de cada cuatro “accio-
nes” que realizan (73 por ciento), en detrimento de sabotajes, ruedas de prensa,
envíos de fax, recogida de firmas, acciones simbólicas, ocupación de institucio-
nes, autoinculpaciones, etc., que alcanzan el 27 por ciento restante (Martínez,
2001: 23).
Para conocer los estilos de movilización del MO tomaremos como ejemplo las
marchas contra la exclusión social, los siete días de lucha social, la mani-fiesta-
acción y la deriva-acción.
Marchas contra el paro, la pobreza y la exclusión social
Se celebran, al menos, en 1993, 1995 y 1997. Junto a Baladre, la CGT, grupos veci-
nales, ecologistas, etc. En ellas participan colectivos de excluidos como son los
familiares de presos, madres contra la droga, parados activos y grupos libertarios.
Reclama las calles, Rompamos el silencio, Siete días de lucha social
(
Reclaim the streets
)
Este estilo proviene de Gran Bretaña12. En Madrid, se celebra por primera vez en
1998, y luego en 1999 y 2002. Durante una semana (de mayo o junio), combinan
diariamente una o dos acciones llamativas y sorpresa13, representativas de algún
conflicto o demanda. Se intenta ocupar, defender y disfrutar la calle14. Se ameniza
con grupos musicales interculturales (tam-tams, bongos, equipos de sonido) y
malabares, teatro, juegos, etc. A su paso por zonas juveniles, estas marchas produ-
cen un efecto de arrastre tipo “flautista de Hamelin”, mientras que en zonas
comerciales, los comerciantes echan rápidamente los cierres. Los transeúntes lo
perciben con una mezcla de intranquilidad y curiosidad, mientras que a la policía,
aun con fuertes desplieges sobre el terreno, le resulta difícil seguir y delimitar “el
problema”. A estas movilizaciones, además de okupas se incorporan personas
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RAMÓN ADELL ARGILÉS
¿Dónde están… M1 (filmar) 16/6/14 10:27 Página 96
y colectivos ecologistas, músicos de la calle, parados, familiares de presos, inmi-
grantes, feministas radicales, insumisos, contraculturales, pro-derechos civiles,
contra la droga, etc.
Mani-fiesta-acción
Con esta afortunada denominación, heredera también del Reclaim, se busca que la
convocatoria de manifestación incluya además un desarrollo lúdico-festivo (for-
mato no regulado por las normativas locales de espectáculos, etc.) y anime a con-
cluir con elementos de acción y lucha poco convencional (una ocupación, un
happening, una performance, unas pintadas, una acción, una carga). Tres ingredien-
tes obtenidos con la deconstrucción del término en la búsqueda de formas expre-
sivas nuevas, más atractivas e impactantes.
La primera “mani-fiesta-acción” se convocó el 23 de marzo de 1998, con el lema
“Toma la calle, okupa el espacio”. Convocada tras los sucesos de la manifestación del
20 de marzo de 1998 en Malasaña (con 57 detenciones) y por la puesta en libertad de
los últimos tres detenidos (en libertad una hora antes de la manifestación). Sin soli-
citud formal e ilegalizada expresamente un día antes (y anunciada su ilegalización
y supuesta desconvocatoria a través de los media). Asistieron 2.000 jóvenes que mar-
charon desde Atocha hasta la Puerta del Sol detrás de un camión con música reggae,
ska, hip-hop, malabares, etc. Su duración fue de tres horas. Fuerte dispositivo policial,
pero sin presencia (pero sí había un helicóptero y Policía Municipal). Piden la liber-
tad de tres presos (de los 57 detenidos). Resolución: 1 hora antes de la manifestación
salen de la prisión. Tras una hora de concentración inician la marcha. Pancartas: “Si
no los sueltan, los vamos a sacar”, “Libertad 3 detenidos en Malasaña”. Gritos: “La
policía tortura y asesina”, “Abajo los muros de las prisiones”, “Okupa la calle, okupa
el espacio”. Realizan pintadas en el recorrido a la vez que un Servicio de Orden (con
chubasqueros de colores) impide que se quemen cajeros bancarios.
La segunda, el “Día de Acción Global contra el capitalismo” (27-1-2001) y
convocada por el Movimiento de Resistencia a la Globalización (MRG) contra la
Cumbre de Davos, reúne a 3.000 personas de Cibeles a Callao, en una convocato-
ria legalizada minutos antes.
La tercera, el 4 de abril de 2001, “Contra el desalojo del Labo II”, 2.000 personas,
de Lavapiés a Tirso de Molina. En la movilización, 30 “invisibles” (monos blancos,
cascos, etc.) colocan pancartas en andamios de fachadas. Dadas las fechas, llevan
una Santa (Sta. Antagonia) a modo de paso de procesión (bailando a ritmo de tam
tam, con velas, velos, etc). Estéticamente se trata de un espectáculo pagano, mezcla
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kitsch y cañí. Pancartas: “No al desalojo”, “El Laboratorio se queda en Lavapiés”.
Expediente de multa a los organizadores por no solicitar permiso.
En los tres casos reseñados, las movilizaciones tuvieron mucha improvisación
(no-convencional), ambiente festivo en las marchas y las supuestas acciones no
llegaron a desarrollarse o en ellas no se produjeron incidentes. Asistieron además
cargos institucionales municipales y autonómicos de IU. El uso de ese término y
sus estilos han sido posteriormente utilizados por otros grupos (por difusión-imi-
tación), como por ejemplo, la CGT o los Verdes de Andalucía.
Deriva-acción
Ya más recientemente, y como variante en sintonía con las raves, el repertorio
transmuta en la llamada deriva-acción. Sus propios descubridores la definen, de
forma descriptiva, como sigue: “Una deriva-acción: una iniciativa mestiza que
junta formas de la mani-fiesta-acción, del Reclama las Calles, de las jornadas de
lucha social, del llamado arte público, de la acción directa comunicativa, de la deri-
va surrealista y de la revista caminada”. Consiste en “un recorrido de plaza en plaza
salpicado de intervenciones para potenciar un espacio público colectivo y activo
sobre las formas pasivas de manifestarse. Donde cada cual puede aprovechar el
tiempo y el espacio para expresar su deseo, su malestar, sus propuestas: no sólo con
sus compas, sino también con quien se encuentra en la calle”. Con esta expresión
se busca “denunciar la espectacularización de la cultura y el consumo de masas, la
opresión de género, el autoritarismo, el militarismo, la precariedad y la exclusión,
la privatización de lo público y la ausencia de derechos, la especulación y el gobier-
no del dinero… la capital del capital”. Los mismos autores de la invención mues-
tran sus cautelas sobre la alegalidad de la acción y dejan en manos de los asistentes
el resultado de la misma: “no sabemos cómo será. Sabemos cosas que habrá, pero
quizás no todas: la imaginación, la espontaneidad y la sorpresa forman parte de la
propuesta. Que, desde luego, no es ilegal: hay sorpresas que no queremos encon-
trarnos” (octavilla-tríptico, manifestación 8-2-2003)15.
En este contexto, desde hace una década, el MO, junto a otros nuevos y noví-
simos MS, ha dado un giro reversivo y rebelde (Rodríguez Villasante) a las formas
clásicas de protesta. La alegalidad y la sorpresa son sus claves. La auto-organiza-
ción (sin líder) y el neocomunitarismo (sociabilidades) “comparten las dos un
mismo objetivo: la abolición de la jerarquía y la democratización efectiva de las
relaciones entre los actores individuales y colectivos” (Bergua, 2003: 1). En defini-
tiva, ejercen la mítica soberanía popular en un enfrentamiento desigual con la
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maquinaria del orden y la estabilidad que propugnan las elites. “El poder popular
surge con rapidez, alcanza su clímax y no tarda en desvanecerse o dar paso a la
represión o la rutina” (Tarrow, 1997: 18).
En las recientes convocatorias, y gracias a la imitación, el aprendizaje y la
creatividad social, aparecen nuevas formas organizativas de convocatoria, apoyo
y difusión de las “acciones”. Convocatorias por Internet, teléfonos móviles (Praga,
2000), emisiones en directo en videoconferencia, etc. Igualmente, se redescubren
o aparecen nuevas formas de “resistencia”: sentadas, caretas, cascos, botiquín,
botellas de agua, Monos Blancos o disfraces de antidisturbios (corazas, cascos de
construcción, moto, colchonetas de gomaespuma, cartones) como defensa semiac-
tiva (Bolonia-2000, Praga-2000, Madrid-2000-2002), además de encadena-
mientos nudistas, cadenas humanas, actos de resistencia cultural, colgadura de
pancartas en fachadas, tam-tams, red de abogados, red sanitaria, medios de comu-
nicación alternativa, etc.
AMBIENTE DE LAS MOVILIZACIONES
Hemos mostrado que gran parte de la expresión del MO se realiza en un ambiente
de creatividad social, en donde predomina la fiesta y la improvisación. Ciertamente
no siempre es así.
La delimitación clásica de manifestación (política y de más de 21 personas) se
adapta a las acciones pacíficas de un grupo de personas que realiza un acto simbó-
lico de reivindicación social pero, a veces, entre la legalidad y la ausencia de ella
sólo ha existido una fina franja, ocupada por la intolerancia o la provocación. Por
ejemplo, una concentración, poco numerosa, sin autorización o comunicación
expresa, pero en la cual no se produzcan incidentes, y en donde los manifestantes
circulan por las aceras o fuera de ellas si no caben, posiblemente se beneficiará de
un marco de tolerancia por parte de las autoridades, en concordancia con un mar-
gen de libertades (consolidación democrática), pero, por el contrario, puede tam-
bién ser criminalizada y reprimida16.
La casuística del fenómeno muestra que, en muchos casos, más que la legali-
dad o no de la reunión, el problema reside en las “ilegalidades” que cometen, a
título individual, algunos activistas y policías, desprestigiando en muchos casos al
conjunto de los actores sociales y fuerzas de seguridad. Las delimitaciones que nos
sitúan entre las acciones y los actos vandálicos de un individuo, grupo, pandilla,
club de rol, tribu o una acción colectiva concertada, con una motivación sociopolí-
tica contestataria, son siempre difusas. Igualmente, “la sociedad de riesgo” implica
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que la cadena de mando y la responsabilidad de la represión goza de opacidades que
cuestionan el sistema de libertades y refuerzan un creciente odio, en sectores
pequeños pero numerosos, de la juventud hacia la policía y la autoridad (por ejem-
plo, en las movidas anti-botellón de 2001-02, o en la represión de la manifestación
contra la guerra del 20 de marzo de 2003 en Madrid).
Martínez añade que “las acciones habitualmente denominadas ‘violentas’
(sabotajes y disturbios) no constituyen un alto porcentaje dentro del repertorio total
del movimiento. Una gran parte de ellas, además, van asociadas a algunas manifesta-
ciones en las que hay un número alto de personas participantes (no sólo okupas) y
siguen a las cargas policiales sobre ellas, de forma inesperada y cuando se acercan a
instituciones públicas y lugares ‘simbólicos’ (plazas concurridas y otros CSOA, por
ejemplo)” (Martínez, 2001: 23). Según nuestro estudio, el ambiente en que transcu-
rren las manifestaciones es muy desigual. Según la muestra, el 68,2 por ciento de las
protestas se desarrolla de forma pacífica, en el 29,4 por ciento con algún incidente
leve o importante17, y en el 2,4 por ciento de los casos con graves violencias18. Por
tanto, aun siendo muchas de ellas atípicas, casi siete de cada diez manifestaciones
okupas no registra ningún incidente. Cuando se producen incidentes en una movili-
zación, las simpatías de la opinión pública por un movimiento o campaña suelen des-
cender rápidamente y la represión sobre el (los) colectivo(s) no se hace esperar.
Utilizando las mismas categorías (Pacíficas, con Incidentes, Violentas) para
los casos aparecidos en la prensa, y en función de cuáles tienen repercusión en los
medios, y cuáles no, podríamos interpretar el ambiente de la movilización okupa
según la fuente de información (ver Cuadro 1).
CUADRO 1
AMBIENTE DE LA MOVILIZACIÓN SEGÚN EL MEDIO INFORMATIVO
FUENTE SEGÚN SEGÚN
PAÍS,
SEGÚN SEGÚN SEGÚN SEGÚN
AMBIENTE ESTUDIO
MUNDO, ABC EL PAÍS EL MUNDO ABC
UPA
Pacífico 068,2 por ciento 44 por ciento 66,6 por ciento 61,5 por ciento 50 por ciento 70 por ciento
Incidentes 029,4 por ciento 44 por ciento 27,7 por ciento 32,7 por ciento 41,2 por ciento 26,6 por ciento
Violento 002,4 por ciento 12 por ciento 05,7 por ciento 05,8 por ciento 08,8 por ciento 03,3 por ciento
100 por ciento= n 126 25 54 52 34 60
FUENTE: ELABORACIÓN PROPIA.
Según el cuadro, el diario Abc, por ejemplo, considera que existen incidentes
leves o violencias graves en cerca de la mitad de las manifestaciones. Ello se debe
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MANI-FIESTA-ACCIÓN: LA CONTESTACIÓN OKUPA EN LA CALLE (MADRID, 1985-2002)
a que algunas manifestaciones pacíficas del MO no tienen ningún impacto o reseña en
el medio, con lo cual el aspecto violento queda sobredimensionado. Obviamente, la
extensión de la noticia y la adjetivación alarmista de la narración refuerzan aún más el
estereotipo de violentos. Por su parte, la Agencia de Contrainformación UPA (próxi-
ma al MO) considera que se producen incidentes o violencias sólo en 3 de cada 10
movilizaciones. En este caso su causa suele atribuirse a las FSE19.
MOVIMIENTO OKUPA: VOLUMEN DE LA MOVILIZACIÓN Y ANÁLISIS
DIACRÓNICO (MADRID, 1985-2002)
Hemos descrito cómo en el espacio temporal 1985-2002 el MO mantiene formas
expresivas constantes (la ocupación de viviendas o locales), a la vez que renueva su
repertorio (Mani-Fiesta-Acción).
Seguidamente nos centraremos en evaluar el peso y volumen concreto de las
movilizaciones okupas (convocatorias y asistencia) y sus relaciones con otros
movimientos, dentro del contexto general de la movilización. Esto es, el volumen
y densidad de la movilización con relación al movimiento radical, dentro del área
alternativa, y en relación con el conjunto de convocatorias y movilizados al año.
Partimos inicialmente del número total de manifestaciones que componen el
estudio de la movilización en Madrid, en el periodo 1985-2002, y que está com-
puesto por un total de 5.955 eventos de uno u otro signo, a los que asisten aproxi-
madamente la suma de 12.924.000 manifestantes (según cálculos propios).
El conjunto del Área Alternativa (que incluye a los comúnmente llamados
movimientos Ecologista, Feminista, Gay, Pacifista, de Solidaridad, Nueva
Consciencia, Contracultural, etc.) reuniría un volumen de 1.613 manifestaciones,
con 2.314.000 asistentes, lo que supone un 27 por ciento del total de las manifes-
taciones estudiadas, con un 18 por ciento del total de la muestra de asistentes. Aun
perdiendo peso cada año, y con cifras similares de manifestaciones, se sitúa el
movimiento Sindical (27,2 por ciento) y el Vecinal (26,6 por ciento), aunque
siguen superando al conjunto de los NMS, en cuanto a asistencia se refiere, con un
30,2 por ciento y un 7,7 por ciento, respectivamente. La tendencia sigue siendo la
de un creciente protagonismo de los NMS en detrimento de los VMS (viejos movi-
mientos sociales). Los sectores radicales de extrema izquierda, anarquistas y
colectivos “radikales”, en muchos casos difíciles de delimitar por sí mismos, con-
vocarían en su conjunto un 5,22 por ciento del total de reuniones, con un 0,85 por
ciento del total de movilizados.
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Dentro ya de la propia Área Alternativa, el movimiento radikal (okupas, autó-
nomos, junto a extrema-izquierda y/o anarquistas) alcanza un 20 por ciento del
total de manifestaciones, con un 4,8 por ciento de la muestra de asistentes. Si nos
referimos estrictamente a las movilizaciones convocadas cuasi exclusivamente por
el MO, nuestro estudio se reducirá a un total de 126 casos en igual escenario y
periodo, con una asistencia aproximada de 41.300 manifestantes.
Como vemos, el MO en concreto, y al menos en Madrid, tiene un espacio movi-
lizador reducido o “marginal” dentro del amplio espacio del Área Alternativa, tanto
en número de convocatorias como a asistentes se refiere. En estos datos, no se
reflejan, y conviene recordarlo, el apoyo organizativo (ideas, locales de debate)
y numérico (asistencia) que el MO presta como apoyo al conjunto de MS, siéndole
devuelto en apoyos y solidaridad, por ejemplo tras la entrada en vigor del nuevo
Código Penal (desde el 25 de junio de 1996).
Respecto a las cifras de asistentes, las diferencias entre organizadores, medios
de comunicación y cifras oficiales, clásicas en otros movimientos (sindical, paci-
fista, estudiantil), no son sustanciales, ya que en la mayoría de los casos estamos
ante reuniones de unas decenas, unos cientos o unos pocos miles de personas
(4.000, cifra máxima el 15 de marzo de 1997, contra el desalojo de La Guindalera)20,
poco manipulables. Aun con ello, las cifras aquí aportadas (un total de 41.300 asis-
tentes, con una media de 328 manifestantes por reunión) son siempre discutibles.
Sin tener aquí espacio para referirnos a casos concretos, y no facilitando cifras de
unos y otros en todas las ocasiones, sí podríamos estimar que, respecto a las cifras
del estudio, las fuentes oficiales las rebajarían un 40 por ciento, los medios de
comunicación añadirían o restarían, según los casos, en torno a un 20 por ciento
y los organizadores añadirían un 30 por ciento más de manifestantes a los datos
aquí ofrecidos.
Respecto a los conjuntos de acción, apoyan principalmente a otros MS en
campañas concretas como, por ejemplo, a ALTE (antiglobalización), a sectores
anarquistas y de extrema izquierda (anticárceles, libertad detenidos), a ALTP
(insumisos), a ALTC (botellón), al movimiento sindical (SO, CGT, CSM, Sind.
autónomos y conflictos como Síntel), a los de solidaridad internacional (Libertad
Mumia, papeles para todos), y en ocasiones a movimientos nacionalistas (contra la
represión e ilegalizaciones). Simpatizan con los colectivos y sindicatos anarquis-
tas. Conviven con apoyos y tensiones, necesitándose mutuamente, con la Izquierda
(IU), la Extrema Izquierda y en ocasiones con los Nacionalistas. Tienen polémicas
con el movimiento Sindical (los mayoritarios), y en ocasiones con el Vecinal
(vivienda), Estudiantil (formas organizativas) y el Pacifista (formas de acción).
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RAMÓN ADELL ARGILÉS
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Este movimiento radikal (y en él los okupas) se considera antisistémico
y, como la Extrema Izquierda, la Extrema Derecha y los Nacionalistas, no acu-
den a las convocatorias de tipo Unitarias o Institucionales. Los colectivos okupas
tienen fuertes encontronazos con otras organizaciones. Con la Extrema Derecha
(nazis, fascistas), los partidos de Derecha (PP), Corporativos (patronos) e Institu-
cionales, además “de ricos, yuppies y capitalistas, mayores casposos y famosos de
la telebasura”.
Respecto al impacto en los medios de comunicación, de las 126 movilizacio-
nes, al menos 88 aparecen reflejadas en prensa21, 15 en televisión, aunque sea de
forma breve, y 60 en la agencia contrainformativa UPA-Molotov (versión periódi-
co e Internet)22.
En el gráfico 1 vemos, año por año, y de forma combinada, el número abso-
luto de convocatorias (eje izquierdo) y asistentes (eje derecho) a las convocato-
rias okupas, que recogemos como muestra. La cúspide del ciclo estudiado se
produce en 1997, año con 19 manifestaciones y con un total de 10.150 asisten-
tes (según cifras propias). Las protestas por el desalojo de La Guindalera mar-
can uno de los momentos más álgidos del MO. También tenemos cúspides de
asistencia en el 2001 (desalojos de El Labo II y Amparo 24) con 7.000 manifes-
tantes (menos actos, pero más numerosos) y en menor medida en 1994 (des-
alojo de Minuesa y Pacisa II) y en 1987 (desalojo de Pacisa y Arregui y Aruej). De
entrada constatamos que la mayor movilización coincide con las ocupaciones y
desalojos más emblemáticos, y principalmente con los segundos. Sin pretender
ser exhaustivos y a modo orientativo, hemos añadido la cronología (siempre
incompleta) de las ocupaciones y desalojos más “sonados” de la ciudad. En el
2002, se acelera la disminución de convocatorias, observada en 1998, y sobre
todo desde el 2001, con la dominante “criminalización de los MS”.
Aparentemente, el MO, como tal, se vuelve cada vez más imperceptible en el
escenario de la movilización, si bien, y al igual que ocurre con otros movimien-
tos, sus bases vuelcan sus experiencias y esfuerzos en apoyo de otras macro-
campañas de la amplia Área Alternativa (Antiglobalización, Huelga 20-J,
Prestige, No a la guerra), al igual que lo hicieron anteriormente en el
Referéndum OTAN (1986), contra las reuniones del FMI o contra el V
Centenario, etc. Se observa también que no participan pero respetan los perio-
dos electorales, y prueba de ello es que en años de urnas suelen movilizarse menos
(aunque quizás esto se deba a que en época electoral el número de desalojos dis-
minuye).
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GRÁFICO 1
MANIFESTACIONES “OKUPAS” (MADRID, 1985-2002)
FUENTE: R. ADELL.
Más adelante, Martínez recalca la represión sufrida por el movimiento: “En
todo caso, sí parece haber sido una constante en la historia del movimiento el
hecho de haber ‘pagado’ con numerosas personas heridas y detenidas en los des-
alojos y manifestaciones, y no sólo a partir de la entrada en vigor del nuevo Código
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20
18
16
14
12
10
8
6
4
2
0
12000
10000
8000
6000
4000
2000
0
85 86 87 88 89 90 91 92 93 94 95 96 97 98 99 00 01 02
Año
n-Manifestaciones
n-Participantes
n-Manifestaciones
n-Participantes
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Penal, como argumenta y justifica con múltiples ejemplos la comisión del Colegio
de Abogados de Barcelona” (Comissió, 1998, en Martínez, 2001: 13). En nuestro
estudio de casos, hemos contabilizado, al menos, 46 manifestantes heridos (y tam-
bién 21 policías nacionales y 11 policías municipales) y 100 detenidos (sin contar
retenidos o detenidos en desalojos). Al menos tres periodistas acreditados tam-
bién resultaron heridos.
“En el año 1996 fueron amenazadas de desalojo y desalojadas 8 okupaciones,
en Madrid” (Martínez, 2001: 9). La primera oleada de okupaciones (1985-1990)
concluye con la fundación del proyecto de Lucha Autónoma (tratando de aglutinar
a toda la atomizada área autónoma, radical). La simbología de la bandera negra con
la calavera y las tibias (cuchillo y tenedor = cómete a los ricos) y el uso combinado
de la hoz y el martillo y la “A” anarquista.
VISIBILIDAD DEL MOVIMIENTO Y DISCURSOS PROPIOS
El gran rasgo diferenciador de una manifestación respecto a otra es el conjunto de
consignas políticas (mensajes) que componen o acompañan a la(s) reivindica-
ción(es). Estos mensajes muestran y refuerzan la identidad de los emisores y for-
man, en su conjunto, el marco de interpretación (framing), concepto clave del
llamado análisis de marcos (frame analysis) (véase Gamson, 1975; Hunt, Bendford
y Snow, 1994; Eder, 1998), desarrollado, con ejemplos prácticos, por diversos
autores (Laraña, 1999; Robles, 2002). Los gritos coreados y el texto de las pancar-
tas nos muestran inequívocamente “las ideas fuerza” de los colectivos (focus o rei-
vindicaciones u objeto del movimiento).
Así, los textos de las pancartas se identifican con sus portadores, o con el
grupo que lo firma, y, si preside la marcha, su texto se adopta generalmente por
consenso (lema o reivindicación central). Son mensajes breves, escritos a mano
(pintadas y pancartas), impresos (octavillas y panfletos) o verbales (gritos y ges-
tos). La consigna o el eslogan, según el caso, se lanzan a la opinión pública o al des-
tinatario de la protesta (oponente) y tienen además como función la de afirmar la
cohesión del propio grupo de militantes y asistentes. En sus discursos (letras
musicales, cómic, camisetas, chapas, textos, páginas web), se promueve la vida de
carácter comunitario con nuevas pautas de producción y consumo.
Veamos ahora las diferencias básicas entre la consigna y el eslogan. La prime-
ra se expresa en forma de orden o instrucción, mientras el segundo permite, o
incluso implica, valoraciones subjetivas de “verdadero” o “falso”. Resulta válida
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la definición de las consignas como “frases cortas que tienen la función de
ideas-fuerza en las cuales se sintetizan el significado y la orientación de la
acción” (Harnecker, 1980: 24). La consigna es, por tanto, un mensaje militante,
de acción23.
Por su parte, el eslogan es “una fórmula concisa e impactante, de fácil repeti-
ción, polémica y generalmente anónima, destinada a la acción de las masas, tanto
por su estilo, como por el elemento de autojustificación, pasional o racional, que
conlleva; como el poder de incitación del slogan excede siempre su sentido explí-
cito, el término es más o menos peyorativo” (Reboul, 1975: 42).
El eslogan no es exclusivo de la propaganda política. Al igual que los populares
refranes, proverbios, moralejas, máximas y demás comodines sociales de uso en la
interrelación cotidiana sirven a muchos como forma “racional” de interrelación
social, o el eslogan publicitario que recordamos en el subconsciente nos “ayuda a
decidir” qué compramos, sirve para “justificar de forma espontánea y duradera la
práctica de una sociedad” (Reboul, 1975: 97). Por tanto esos mensajes constituyen un
ideario básico y simplificado de la teoría y la acción de los movimientos sociales.
La consigna de acción es la más utilizada. Implica una reivindicación, seguida
de otras que intentan atraer a la masa potencial hacia una movilización concreta.
No basta que la consigna desprenda un diagnóstico correcto de la situación políti-
ca o económica. Es necesario que la acción que se indica sea comprendida por las
masas a las que apela, que tenga un significado actual que sea sentido por las mis-
mas. Por lo tanto, una misma consigna puede ser oportuna (conductiva) o justa en
un momento determinado y no serlo en otro. Un grito inoportuno, no asumible,
que no rima, individual se ahoga en sí mismo y no trasciende. Por regla general, las
consignas de tipo económico son más reformistas, siendo las de tipo político algo
más radicales, contestatarias o, incluso, revolucionarias.
El protagonismo de los gritos reside en que su emisión individual y luego
colectiva supone una vivencia consciente para sus autores (identificación). A dife-
rencia de los partidos políticos, su autoría es popular, colectiva, anónima y acaba
convirtiéndose en lema o divisa común, como por ejemplo, para el movimiento
antiglobalización, los lemas “Otro mundo es posible”, “Nosotros no poseemos la
verdad, pero ellos están equivocados” o “No en nuestro nombre”.
En el análisis del proceso del lenguaje de las manifestaciones, Zorrilla (1976:
110) no marca distinción entre consigna o eslogan, pero propone la distinción
entre discurso explícito y discurso implícito. El primero nos muestra las reivindi-
caciones de los emisores, así como los juicios de valor sobre los actores del con-
flicto. Entre los discursos implícitos del mensaje están la proclamación de la
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soberanía del pueblo, la cohesión y afirmación de grupo, la voluntad de cambio y la
imagen de los actores sobre la causa del conflicto. Para los discursos explícitos
(consignas verbales), existen cuatro métricas básicas en la estructura de las con-
signas, de las cuales derivarían las demás.
En el caso del MO tiene importancia también el ritmo. Al igual que en musi-
cología el ritmo tiene su origen en el gesto y la palabra, para Calvet existe un símil
con la danza y el grito. El gesto, es decir, la actividad binaria de caminar (no se
puede andar con todas las danzas), se combina con el grito (palabras con caracte-
rísticas métricas acentuadas) (Calvet, 1976: 42). Pasos lentos con reggae o con hip
hop, o al ritmo de bongos y tam-tam, por ejemplo.
Veamos seguidamente los contenidos de los mensajes, cortos, ingeniosos en
unos casos, duros en otros, del entorno de la movilización del MO, en los que se
busca, con el grito colectivo, el impacto de las demandas.
Aparte de los gritos comunes a todos los movimientos como “No nos mires,
únete”, “Televisión, manipulación” y otros similares, añaden, por ejemplo, “Vecino,
escucha, esta es tu lucha”. Transcribiremos a continuación una muestra de los
lemas propios del MO. Obviamente, no están todos y la clasificación que aquí se
propone trata de situarlos en un contexto. En las notas al pie se exponen sus pro-
pios mensajes.
Vivienda: Consideran que para acceder a la vivienda, acabar con la especula-
ción de viviendas y solares, la solución inevitable es la ocupación de las casas aban-
donadas. Denuncian como culpables, entre otros, a los subasteros y a la Iglesia.
Según los lemas, el proceso de ocupaciones es imparable, por la resistencia y la
persistencia del movimiento24.
Espacios culturales: La ocupación empieza, pero no termina, en la necesidad
de techo o viviendas. Se necesitan espacios comunes, Centros Sociales en donde
experimentar formas de vida distintas, con autonomía y alternativas contra-cultu-
rales, en donde confluya el mestizaje. Luego sigue el liberar espacios en el barrio y,
por qué no, ¿en toda la ciudad?25
Una vez localizado el master frame dominante del movimiento (vivienda y con-
tracultura), vemos que existe un master extension, que consiste en añadir otros
temas a los iniciales o propios (para extender así los apoyos y marcos) del movi-
miento. Entramos, pues, en un ámbito de intervención más extenso, junto, en
paralelo o en competencia a otras organizaciones y movimientos. Así, por ejemplo,
las injusticias sociales o la desigual distribución de la riqueza son denunciadas en
múltiples ocasiones al igual que las medidas que se toman (o se dejan de tomar)
para solucionar los problemas sociales26.
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Entre sus objetivos, se proponen la emancipación de los trabajadores
mediante la conquista de los medios de producción, distribución y consumo.
Condición previa para alcanzar el comunismo libertario (sociedad regida por el
apoyo mutuo, la solidaridad, el colectivismo y la democracia directa) es la destruc-
ción del capitalismo y del Estado. Los mensajes de ámbito laboral muestran su
insumisión al paro, a la precariedad laboral y al trabajo temporal y, en definitiva, a
la explotación27.
Esa porosidad temática y de militancias que tiene el MO con otros movi-
mientos (de solidaridad, obrero, etc.) no impide que se señalen los límites
y definan a sus adversarios. Como boundary marker (marcador de límites), utili-
zan los gritos, los símbolos, la quema de banderas, la estética, etc. La extrema
derecha y las Fuerzas de Seguridad del Estado son los mayores adversarios. El anti-
fascismo es uno de los “frentes” del movimiento. Acusan de fascistas a los que lo
son por su ideología, o a quienes acusan de “comportarse” como tal (periodistas,
Manzano, Aznar, etc.)28.
En el ámbito de la denuncia de la represión, el sistema penal-judicial y la poli-
cía son los que se llevan las críticas, ironías e insultos. Respecto al primero, los temas
son las detenciones, encarcelamientos y los malos tratos29. Respecto a la policía,
y al igual que otros sectores juveniles, sienten una profunda animadversión, y ello
se refleja en sus mensajes, que denuncian su violencia, su control social, sus com-
portamientos o su dependencia del poder30.
Algunas ocupaciones y desalojos tuvieron también sus gritos propios
haciendo referencia a situaciones específicas o coyunturales de la política gene-
ral31. En ocasiones, cuando en una protesta se topan con las entradas de los
grandes almacenes, animan a los consumidores a no comprar (Gratix, Yo Mango,
Consume hasta morir, etc.) o a procurarse bienes o utilizar servicios públicos
sin pagar32.
LA CONTESTACIÓN OKUPA EN LA CALLE
Si consideramos el conjunto de la movilización de protesta, las dimensiones del
movimiento okupa son reducidas en cuanto al volumen de convocatorias y al núme-
ro de asistentes. Sin embargo, con su presencia física y auto-organizativa, suponen
un importante apoyo del conjunto de los movimientos del Área Alternativa de los
años ochenta y del hoy movimiento antiglobalización. Convergen en los Centros
Sociales en los que se celebran reuniones de debate y convocatorias de apoyo a otras
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muchas campañas no reflejadas en el estudio específico que aquí se presenta. Con
su estética propia, participan también en convocatorias organizadas por colectivos,
asociaciones y/o sindicatos que luchan por un cambio radical de la sociedad (extre-
ma izquierda, anarquistas, nacionalistas, etc.). Al igual que los colectivos de extre-
ma derecha, son considerados, por lo general, como grupos “antisistémicos”
(outsiders) ya que sus metas y objetivos se contraponen frontalmente a los de la ide-
ología dominante (frame transformation) y al statu quo social que lo sustenta.
Respecto a la acción colectiva, tras la observación de las ondas cortas y largas
del MO se confirma la idea de que los mayores índices de movilización se produ-
cen en las protestas posteriores a los desalojos. Igualmente, y posiblemente unido
a lo anterior, se constata también que las decisiones políticas (cuando existen)
y judiciales (y esto resulta más sorprendente) no suelen producirse en años con
citas electorales (municipales, generales), o al menos en el periodo previo a las
consultas. Cabría pensar con ello que se intenta evitar, de una forma u otra, la cris-
pación social que producen las masivas detenciones o los incidentes, siempre con-
fusos, que se producen entre jóvenes y policías, o incluso evitar que temas como el
de la vivienda salten al debate real de la ciudadanía.
A través del análisis de los propios discursos del movimiento (textos y pancar-
tas) desde las teorías de agit-prop y desde el análisis de marcos, vemos que el tema
dominante del movimiento es el derecho a la vivienda, unido a la necesidad de
“espacio urbano” o “zona de autonomía local”. Aun siendo el espacio el tema cen-
tral del MO, en sus lemas y posicionamientos se refleja un ámbito de intervención
social más extenso, como es la contestación contracultural, antiautoritaria y anti-
capitalista.
En cuanto a las organizaciones y bases del movimiento, y por tratarse de colec-
tivos autónomos, el frame alignment o cuadro de interpretación, entendido como la
relación entre la interpretación del individuo y el resto de los miembros de la orga-
nización, es muy disperso. Las distintas okupaciones evolucionan en función de
sus propias experiencias y de la información que reciben acerca de las otras, pasa-
das o presentes (laboratorios) pero sin centralismo orgánico ni estructuras jerár-
quicas que las constriñan. Posiblemente aquí resida la riqueza participativa y, a su
vez, las limitaciones del propio movimiento. El MO “no controla” al MO. En otras
palabras, los colectivos no se hacen responsables de las acciones de sus miembros
(sin carnet y que lo son por afinidad, amistad, temporalidad, en la acción, etc.) y
estos no lo son ante ninguna organización. Aun existiendo cierta convergencia en
las formas de movilización (consensus mobilization de Klandermans), en los fines
y metas cognitive liberation (Mc. Adam) y en los discursos públicos y paquetes
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ideológicos (Gamson) comunes de sus miembros, cada individuo actúa por su
cuenta. El compromiso de algunos y la espontaneidad y voluntarismo de otros
regeneran al propio MO. Así, por ejemplo, “las manifestaciones de protesta consi-
guen agrupar, ante todo, a las personas vinculadas a las diversas okupaciones que
existen en una misma ciudad y son fácilmente la semilla de nuevos activistas para
las siguientes okupaciones” (Martínez, 2001: 7). La esencia de este movimiento,
que reniega de las organizaciones formales por su tendencia a centralizar y buro-
cratizar la acción, hace imprevisible su futuro, dado que esa falta de núcleo esta-
ble puede tanto afectar a su continuidad como permitir un constante rebrotar
atomizado.
Una vez que, con el paso del tiempo, los jóvenes van constatando el olvido por
parte del poder de sus responsabilidades económico-sociales constitucionales
(artículo 47, derecho a la vivienda, y artículo 35, derecho al trabajo), se va exten-
diendo entre ellos un cierto cinismo democrático y descreimiento sistémico. A la
par, se va reforzando el autismo del movimiento frente al esquema de ofertas (pan
y circo = TV, ETT, droga/botellón/deporte, OT) y rigideces del sistema (poca aper-
tura de la Estructura de Oportunidad Política).
Las peticiones y formas expresivas del MO (poco ritualizadas e institucionali-
zadas)33 son ciertamente “incómodas” para el sistema político, incluso el demo-
crático, e inasumibles sobre todo para el sistema económico triunfante. Por ello la
repercusión de su expresión asociativa y contra-cultural suele silenciarse. El refle-
jo de la movilización de los okupas en los medios de comunicación es muy limita-
- Aun siendo ciertamente protestas con un mayor riesgo de generar incidentes
que las de muchos otros movimientos sociales, los medios suelen resaltar la vio-
lencia como aspecto consustancial al movimiento relacionando y amplificando el
binomio okupas/violencia.
Debido a esto, al acoso policial, judicial y mediático, las organizaciones tien-
den a reducir sus bases y a radicalizarse, lo que precipita al movimiento en una
espiral de ataques y contraataques que produce casi inevitablemente la pérdida de
apoyos entre la opinión pública que incrementa las demandas de control e incluso
eliminación del movimiento. En estos contextos, al igual que en los de ilegalidad,
se pueden ocultar temporalmente los conflictos (en la calle, por ejemplo), pero
estos no desaparecen y dan lugar a los llamados “terrorismos de baja intensi-
dad”. Además, el MO, exista o no como tal, implica entre “sus miembros” un esti-
lo de activismo que va más allá de las modas o las organizaciones concretas. Existen
también expectativas de que el futuro MO “okupe” los espacios —más institucionaliza-
dos— abandonados por el histórico movimiento vecinal. Son espacios burocratizados
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y sin bases juveniles, “invadidos” a finales de los ochenta por las organizaciones de
pequeños o medianos comerciantes. Se produce así el dilema entre la representa-
tividad de organizaciones que promueven un barrio de ciudadanos consumistas (y
que se muestran alarmados por problemas como la inseguridad) o por un barrio de
vecinos participativos (que quieren mejoras en los precios o calidad de vida en sus
viviendas y servicios comunitarios). Esta disfuncionalidad entre MO y asociacio-
nes de vecinos se observa en el hecho de que no parece existir una correlación
entre el incremento del precio de los pisos y el aumento de la movilización, a pesar
de ser la necesidad de vivienda el origen del movimiento. La movilización obedece más
a coyunturas de acción-reacción a las okupaciones. Igualmente, la solidaridad con
campañas (locales e internacionales) no específicas del movimiento (antiglobali-
zación) llena gran parte de la agenda, de la actividad y, por tanto, de los esfuerzos
del movimiento, desactivando sus temas propios (sobre todo el de la vivienda).
NOTAS
- Parten de los clásicos de las teorías de la ruptura (breakdown theory) centrada en procesos de cambio
acelerado y desintegración social, (trabajos de Kornhauser, Smelser, Snow, etc.). Estos trabajos se
han desarrollado con interesantes resultados, principalmente en EE.UU. (Snyder & Tilly, 1972, 1978,
1986; Mc Phail, 1971); (Tarrow, 1989), y Europa: Francia (Tartakowsky, 1998; Favre, 1990; Fillieule,
1996, 1997), Suiza (Kriesi, 1981; Wisler, 1995), Holanda (Klandermans, 1984), Alemania (Ekiert &
Kubik, Rucht), Bélgica (Zorrilla, 1976), Italia (della Porta, 1998), Portugal (Palacios, 2001), España
(Adell, 1989).
- La movilización en serie nos muestra:
- el apoyo de organizaciones (partidos, colectivos sociales, etc.);
- el apoyo de personas (numérico, en relación al colectivo afectado, etc.);
- el grado de institucionalización o autonomía (apoyo líderes, económico);
- el repertorio de la acción colectiva (tipo de movilización);
- las reivindicaciones, lemas y consignas (verbales, escritos, expresivos, simbólicos);
- el ambiente de las convocatorias (festivo, pacífico, incidentes, violento);
- los escenarios urbanos de la expresión del conflicto;
- el grado de facilitación/represión de la Estructura de Oportunidad Política;
- el impacto de la movilización en los espacios informativos;
- las estrategias anteriores, paralelas y de imitación;
- los éxitos y fracasos (inmediatos/posteriores, internos/externos);
- la toma de decisiones de los actores tras la movilización.
Para el estudio de la movilización (en general), estos aspectos anteriores han de relacionarse con: la pos-
tura de la opinión pública ante el conflicto (encuestas), la cronología sociopolítica paralela (directa e
indirecta), las dinámicas movilizadoras de otros sectores o movimientos (protagonismo y trasvase de
organizaciones y simpatizantes) y, finalmente, la importancia de la experiencia participativa y su impac-
to en la memoria colectiva (histórica o presentista, según el caso).
- A las cuales asistirían, según nuestros cálculos, en torno a la suma de 12.924.400 personas.
- Un ejemplo reciente de los resultados de la aplicación del estudio de la movilización en el caso español en
la década de los noventa puede verse en Adell, 2000.
- Problema que hoy por hoy, lejos de solucionarse, sigue agravándose. Por ejemplo, los últimos datos del
INE confirman la existencia de 200.093 viviendas vacías en la Comunidad Autónoma de Madrid, lo que
supone el 8,9 por ciento del total, mientras que otras cifras duplican las oficiales. Entre 1998 y 2002 el
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precio de la vivienda ha subido un 63,3%, mientras que en el mismo periodo los salarios se han incre-
mentado un 9,1%. El endeudamiento familiar alcanza, así, niveles insoportables.
- Según la Federación Provincial de Vecinos de Madrid (hoy FRAVM) en marzo de 1978 existían en Madrid
al menos 250 viviendas ocupadas (San Blas, Carabanchel, Palomeras).
- Su proyecto cultural empieza en 1977 con la ocupación en Mantuano, 51. En 1981, pactan unos locales con
el Arzobispado en la calle General Zavala, 10. En 2001, tras múltiples movilizaciones, la Iglesia les retira
el local, y finalmente les cede otro en la calle Luis Cabrera, 19. En el estudio empírico no se incluyen sus
acciones, ya que pueden atribuirse “al movimiento cultural o contracultural”.
- La ritualización del conflicto delimita la temporalidad de las protestas a las breves horas en que se cele-
bra el acto. Recientemente, la proliferación de acampadas en la vía pública y de ocupaciones de edificios
sine die aparecen en el repertorio de la acción como expresiones no convencionales. Caso aparte es la ocu-
pación indefinida de viviendas vacías.
- Esta diferenciación entre espacio público y privado es cada vez más compleja ante la creciente “privatiza-
ción” de los espacios públicos. Por ejemplo, en Estados Unidos, McCarthy & Mc.Phail distinguen entre
“Foros públicos tradicionales” (calles, parques, espacios expresivos), “Foros públicos de acceso limitado”
(propiedades gubernamentales, aeropuertos, universidades, etc.), “Foros no públicos” que “incluyen las
propiedades gubernamentales no acogidas a la expresion de opiniones, por tradición o requerimiento,
como son las oficinas de correos y las prisiones” y lugares privados (excluidos del derecho de manifesta-
ción”) (Mc Carthy & Mc Phail, 1997: 20). La proliferación de centros comerciales y espacios privados con-
fronta ya los derechos y libertades de unos y otros. Ejemplo de ello son las dudosas intervenciones de
Guardias Jurados en la disolución de piquetes sindicales o grupos de vecinos, o amonestando a consumi-
dores, o a simples grupos de Hare Krishna, en las zonas —a cielo abierto- de influencia comercial, elimi-
nando mensajes partidistas y no publicitarios.
- G. Lipovetsky, autor de La Era del vacío (1990), se refiere a los valores imperantes en la posmodernidad,
como la moda y el individualismo, en los que se observa la erosión acelerada de los valores e identidades
sociales tradicionales, la extensión del ludismo consumista, el influjo de la publicidad en los estilos de
vida, la “espectacularización” de la política, el culto al cuerpo y la propia imagen, la generalización del
proceso de la moda, etc. En el contexto extremo más reciente, es “la sociedad del hiperconsumo sin fron-
teras” (Lipovetsky, 2003).
- Una de las múltiples definiciones de “creatividad” es la de Ilya Prigogine: “El individuo, afirmándose
frente a la sociedad, el individuo rebelándose contra todos los conformismos opresores: esta es la situa-
ción de confrontación dramática que evoca el concepto de creatividad” (Prigogine, 1983: 65).
- Como afirma Durán, “este movimiento surge a partir de las campañas de acción directa que impulsan gru-
pos ecologistas radicales (Earth First, Alarm UK…) contra la construcción de grandes infraestructuras de
transporte y contra la expansión irrefrenable de la movilidad motorizada, confluyendo posteriormente
con el movimiento de okupación urbana, y con grupos de defensa de los derechos civiles y ciudadanos”.
(Fdez. Durán, 2000: 13).
- Como por ejemplo: ocupación de un hotel en remodelación, de oficinas del Inem, de la Bolsa, de El Corte
Inglés, etc.
- En 1999, por ejemplo, la táctica consistió en, una vez concentrados, dividirse en tres grupos. Cada grupo
va con un “sumo sacerdote” o “profeta” y con un “pastor”. Al entrar en los sitios, los demás (borregos)
escuchan al pastor: “vosotros quedaos fuera”, “a la policía ni caso (no existen, son invisibles)”. Esta auto-
nomía asistida conlleva que “algunos cometerán pecados, (…) dejadles, saben lo que hacen…” (octavilla
del 18 junio 1999).
- Esta definición viene precedida por el diagnóstico, y la ocurrencia: “Estamos en el Madrid del siglo XXI:
Ansuátegui gobierna las calles, el derecho de manifestación y la libertad de expresión han sufrido severas
restricciones. Multas, prohibiciones y apaleamientos se han hecho lugares comunes. Los movimientos
sociales andan reprimidos y deprimidos, hasta el punto de que las manifestaciones convencionales,
cuando no reúnen multitudes apasionadas (pocas veces), son a menudo una expresión triste, aunque
digna, de nuestra buena voluntad resistente, indomable… que se comunica poco con el resto de la ciuda-
danía. Pero la ciudad no es sumisa, como nos quieren hacer ver. La ciudad busca siempre nuevas formas
de expresar su deseo de transformación… Alguien propone hacer una mani por el aniversario del Labo 03:
celebración y lucha. Otra responde imaginando un desfile: gritos, consignas, pancartas… incluso música
y baile. Otra responde hagamos otra cosa. Resaltemos en esta ocasión más el sentido comunicativo y creativo
de las manifestaciones públicas y menos el sentido de demostración de fuerzas, de apoyos… no vaya a ser que
las fuerzas y los apoyos sean los de siempre. Y no lo hagamos sólo por El Labo, hagámoslo por lo que el Labo
supone: un lugar de cruce y encuentro de propuestas sociales para acabar con el Madrid de la especulación,
el capital, la guerra y la miseria cotidiana” (octavilla-tríptico, manifestación del 8 de febrero de 2003).
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- Así por ejemplo, el delegado del Gobierno en Madrid, P. Núñez Morgades, refiriéndose a una mani okupa
“no comunicada”, interpreta que “no es ilegal sino irregular: Si el orden no se altera, no hay por qué res-
tituirlo” (marzo 1997). Otro estilo, posterior (F.J. Ansuátegui), entiende que cualquier manifestación “no
comunicada” y no autorizada posteriormente es ilegal, altera el orden por definición y por tanto es sus-
ceptible de ser disuelta. Reflejan distintas interpretaciones y talantes sobre la alteración del orden, con
las mismas leyes.
- Entre este tipo de incidentes destacan: cortes de tráfico, cruce de vehículos, lanzamiento de basuras,
rotura de cristales o mobiliario urbano, lanzamiento de huevos a fachadas, breves ocupaciones, “piketes
glotones” (comer y no pagar, en una huelga), detenciones y en muchos casos encontronazos entre las FSE
y los manifestantes (que deriva en forcejeos, agresiones, contusiones leves, denuncias, etc., entre unos y
otros).
- Los casos a que nos referimos son: destrozo masivo de mobiliario urbano, propiedad pública o privada,
violentos enfrentamientos de manifestantes y duras cargas policiales, múltiples heridos y/o detenciones
masivas.
- Para otros análisis de prensa del MO, ver el capítulo de Javier Alcalde.
- En esta movilización asistieron según las fuentes: Cadena Ser +5000; El País, El Mundo y Upa 5000; Abc
- También se celebraron otras 10 manifestaciones contra el desalojo de “La Guinda” y por la libertad
de los 155 detenidos dentro de la casa.
- De las 126, 24 aparecen reflejadas simultáneamente en tres periódicos (El País, Abc y El Mundo). Respecto
a cada uno de ellos, 53 aparecen en El País, 52 en El Mundo, 34 en Abc.
- De la labor periodística y contrainformativa de UPA-Molo, desde su fundación en 1988 y a pesar de la pre-
cariedad de medios, valga como ejemplo que en el periodo 1985-2002 informa al menos de más de 650
manifestaciones (un 10,7 por ciento del total de la muestra).
- Cabría añadir otro tipo de lema: la divisa que consiste en “una fórmula que simboliza el ideal de una causa
noble, de un movimiento, de un individuo” (Reboul, 1975: 39). Son más típicos de grupos de extrema
derecha, como por ejemplo, “Pan, trabajo, libertad”, “Dios, patria, rey”, “Una, grande, libre”, etc.
- Gritos: “Derecho a techo”, “Si no tenemos casa, tenemos que okupar”, “Casa abandonada, casa ocupada”,
“Casa ocupada, casa encantada”, “Menos solares, más viviendas”, “Leguina, capullo, queremos un piso
como el tuyo”, “Contra la especulación, okupación”, “Al bote, al bote, subastero el que no bote”, “La solu-
ción, es la ocupación”, “No hay mutación que pare la okupación”, “Okupa y resiste”, “Un desalojo, otra
okupación”, “O-ku-pa-ción”; y pancartas: “Madrid capital de la especulación”, “Subasteros, ladrones, no
nos toquéis los cojones”, “Arzobispo, con la Prospe no se juega”, “Casa sin gente, gente sin casa, ¿que
pasa?”, “Casa vacía=casa okupada”, “Queremos casa para la gente, no ruinas para las ratas”, “Si el
Ayuntamiento promete un feliz desalojo, nosotros les prometemos okupar la ciudad”.
- Gritos: “Okupa la calle, okupa el espacio”, “No podrán desalojar la cultura popular”; y pancartas: “10, 100,
1.000 Centros Sociales, Okupación”, “Centro social”, “CSO, 100 sueños de realidad”, “Por la necesidad
de vivir, el gusto de okupar”, “Recuperemos la autonomía para dirigir nuestras vidas”, “La calle es nues-
tra, no de ellos”, “Lavapiés diferente, multicultural, disidente e insumiso”, “Esta ciudad tiene signos de
vida, okupación”, “Queremos todo y tomaremos el resto”, “320 años de cárcel por liberar espacios a los
61 de Guindalera”, “Por la cultura popular y la autogestión”, “Vuestra cultura apesta”, “Espacios sociales,
cultura popular”, “En el Labo construimos lo que el Ayuntamiento nos niega”, “Reclama las calles y rein-
venta tu ciudad”.
- Gritos: “Vosotros comiendo, nosotros muriendo”, “Rico, despierta, estamos a tu puerta”, “Vuestra rique-
za es nuestra pobreza”, “Stop precariedad”, “Qué casualidad, aumenta la pobreza y el gasto policial”; y
pancartas: “Vuestra opulencia es nuestra exclusión”, “Contra la droga, soluciones sociales, no policiales”.
- Gritos: “Viva la lucha de la clase obrera”, “Contratos basura, futuro de mierda”, “Menos parados y más
trabajo”, “Si la ETT te explota, explota la ETT”, “Trabajo temporal, explotación total”, “Estas ETT las
vamos a quemar”, “Trabajo temporal, explotación legal”, “Trabajo temporal a la familia real”; y pancartas:
“Has encontrado otra mierda de empleo”, “Cerremos las ETT”.
- Gritos: “Vosotros, fascistas, sois los terroristas”, “No, no, no pasarán”, “Periodistas, fascistas y amari-
llos”, “Facha, facha, facha, el alcalde es un facha”, “Aznar, fascista, estás en la lista”.
- Gritos: “Abajo los muros de las prisiones”, “Libertad, insumisos presos”, “Ahí se tortura”, “Libertad
detenidos”, “Si no los sueltan los vamos a sacar”; y pancartas: “No más juicios farsa”, “Stop represión”,
“Presos a la calle“, “En este país se tortura. Tu silencio es complicidad”.
- Gritos: “Policía asesina”, “Asesinos a sueldo, abuso de poder”, “Contra el Estado y su violencia ahora y
siempre resistencia”, “Policía Nazional, (bis), el que no baile, Policía Nazional”, “Legal o ilegal, nos da
igual”, “Vídeo policial, control social”, “La policía tortura y asesina”, “Los violentos llevan placa y pisto-
la”, “Desalojo, terrorismo estatal”, “Un desalojo, un madero cojo”, “Que busquen a Roldán y nos dejen
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en paz”; y pancartas: “Alto a la represión, un desalojo otra okupación”; “No a la videovigilancia”, “Más
churros y menos porras”.
- Gritos: “Amparo 83 es de Lavapiés” , “Reinosa, Argumosa, así se hacen las cosas”, “Minuesa resiste, no
pasarán”, “Aquí están los hijos de Satán”, “No hay butrón que pare la okupación”, “No son butroneros,
son compañeros”, “El Laboratorio se queda en Lavapiés”, “Arde España si desalojan La Nevera”, “La
escuela se queda en Prosperidad”, “Guin-da-le-ra”; y pancartas: “10 años abandonada, 1 desalojo, 1
muerto” (en Valencia).
- Gritos: “Okupar El Corte Ingles”, “No consumas, únete”, “Aquí estamos, los invisibles”, “Si la regla es
cosa nuestra, las compresas también”, “Ito, ito, ito, transporte gratuito”.
- Nos referimos aquí a las que Tilly denomina Contentious gatherings, las cuales consisten en acciones como
manifestaciones no comunicadas, asambleas en la calle, ocupaciones, sabotajes, etc.
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RAMÓN ADELL ARGILÉS
¿Dónde están… M1 (filmar) 16/6/14 10:27 Página 114