La nuda vida

Entrevista con Ivar Ekman en la Radio Pública de Suecia, que data del 19 de abril de 2020.



Giorgio Agamben / La nuda vida

 

Texto publicado en ¿En qué punto estamos? La epidemia como política. Se trata de una entrevistada con Ivar Ekman en la Radio Pública de Suecia, que data del 19 de abril de 2020.

 

¿Pueden considerarse las restricciones aplicadas a la vida social como el estado de excepción definitivo? ¿Debería esperarse que permanezcan así incluso más allá de la fase aguda de esta crisis?

 

La historia del siglo xx muestra claramente, en particular con respecto a la llegada al poder del nazismo en Alemania, que el estado de excepción es el mecanismo que permite la transformación de las democracias en Estados totalitarios. Desde hace años en mi país, pero no sólo en mi país, el estado de emergencia se ha convertido en la técnica normal de gobierno y a través de los decretos de emergencia el poder ejecutivo ha sustituido al poder legislativo, aboliendo de hecho el principio de la separación de los poderes que define la democracia. Pero nunca antes, ni siquiera durante el fascismo y las dos guerras mundiales, se había llegado a este punto de restricción de la libertad: no sólo se confina a la gente a sus casas y, privada de toda relación social, se la reduce a una condición de supervivencia biológica, sino que la barbarie ni siquiera perdona a los muertos: las personas que mueren durante este período no tienen derecho a un funeral y sus cuerpos son quemados. Sé que alguien se apresurará a responder que se trata de una condición limitada del tiempo, después de la cual todo volverá a ser como antes. Es verdaderamente singular que esto sólo pueda repetirse de mala fe, ya que las mismas autoridades que proclamaron la emergencia no cesan de recordarnos que, una vez que la emergencia haya sido superada, las mismas directrices deben seguir siendo observadas y que el «distanciamiento social», como se ha llamado con un eufemismo significativo, será el nuevo principio de organización de la sociedad.

 

¿Puede por favor explicar el concepto de «nuda vida» y cómo se relaciona con lo que está sucediendo hoy en día?

 

Usted me pregunta sobre la nuda vida. El hecho es que esto ha podido ocurrir porque hemos escindido la unidad de nuestra experiencia vital, que es siempre inseparablemente corpórea y espiritual a la vez, en una entidad puramente biológica por un lado (la nuda vida) y una vida afectiva y cultural por el otro. Ivan Illich mostró las responsabilidades de la medicina moderna en esta escisión, que se da por sentada y que es en cambio la mayor de las abstracciones. Sé bien que esta abstracción ha sido realizada por la ciencia moderna a través de los dispositivos de reanimación, que pueden mantener un cuerpo en un estado de pura vida vegetativa. Pero si esta condición se extiende más allá de los confines espaciales y temporales que le son propios, como se intenta hacer hoy en día, y se convierte en una especie de principio de comportamiento social, se cae en contradicciones de las que no hay salida. ¿Hace falta recordar que el único otro lugar donde los seres humanos se han mantenido en un estado de pura vida vegetativa es el lager nazi?

 

Usted pertenece a una categoría de la población en la que la tasa de mortalidad del virus no parece ser de un solo dígito, sino de entre el 10 y el 20 %. ¿Está asustado cuando se encuentra con otras personas? ¿Se supone que este miedo debe guiar el comportamiento de la gente, más allá de las reglas impuestas por las autoridades?

 

El riesgo de contagio, en cuyo nombre se limitan las libertades, nunca ha sido precisado, porque las cifras que se comunican se dejan intencionadamente en la vaguedad, sin analizarlas, como sería obligatorio si la ciencia estuviera realmente en cuestión, en relación con la mortalidad anual y las causas de muerte establecidas. Sin embargo, le responderé con una frase de Montaigne: «No sabemos dónde nos espera la muerte, esperémosla en todas partes. Meditar sobre la muerte es meditar sobre la libertad. Quien ha aprendido a morir, ha desaprendido la servidumbre. Saber morir nos libera de toda sujeción y de toda restricción».

 

La reacción de la política al virus —los diferentes estados de excepción— no es un monolito. Hay diferentes modelos de restricciones a la vida y el movimiento de las personas en diferentes partes del mundo, o incluso dentro de una misma nación. En Suecia, la mayoría de las limitaciones son voluntarias; nuestro primer ministro dijo que la gente debe guiarse por su sentido común (la palabra que usó es, precisamente, folkvett, que se traduce aproximadamente como «sentido del pueblo»). Y la gente se limita a sí misma, pero aun así muchos aquí —y hay muchos más en los Estados vecinos, donde las normas son aún más estrictas— han reaccionado con fuerza, calificando a los líderes suecos de irresponsables, como si la única manera de mantener a la gente quieta fuera a través de decretos y movilizando a la policía. Éste es sólo un ejemplo, pero ¿cree usted que hay una manera sensata de hacer frente a esta amenaza, más allá del blanco y negro de «muerte o dictadura»?

 

Sólo se pueden formular hipótesis sobre las formas que adoptará el gobierno de los hombres en los años venideros, pero lo que se puede deducir de la experimentación en curso dista mucho de ser tranquilizador. Italia, como hemos visto durante los años del terrorismo, es una especie de laboratorio político en el que se experimentan las nuevas tecnologías de gobierno. No me sorprende que ahora esté a la vanguardia del desarrollo de una tecnología de gobierno que, en nombre de la salud pública, hace que la gente acepte unas condiciones de vida que eliminan pura y simplemente cualquier posible actividad política. Italia está siempre a punto de recaer en el fascismo y muchos signos muestran que hoy en día es más que un riesgo: basta decir que el gobierno ha instituido una comisión que tiene el poder de decidir qué noticias son verdaderas y cuáles deben ser consideradas falsas. Por lo que a mí respecta, los grandes periódicos de Italia se niegan pura y simplemente a publicar mis opiniones.