El título de este artículo, Mea culpa, corresponde a una de las estrategias de Ortega para dividir a la oposición. Él sabe que la unidad opositora lo derrotaría en unas elecciones libres. Pero no se trata solamente de su derrota electoral, que damos por descontada si la verdadera oposición se une, sino que ganemos mayoría calificada para desmontar a la dictadura. No olvidemos que Ortega construyó su dictadura con represión y reformas a la Constitución, cuya modificación requiere esa mayoría.
Quienes piden mea culpa al sandinismo antiorteguista, consciente o inconscientemente se prestan al juego de Ortega. Este desea la polarización entre sandinismo y antisandinismo, en vez de dictadura y democracia, que más importa a la comunidad internacional. Quienes piden eso al sandinismo antiorteguista, en el fondo están animando a otros sectores para que realicen reclamos, y la oposición se divida más, por la complacencia que existía con la dictadura, incluso entre gremios empresariales, hasta que masacró al pueblo indefenso.
El sandinismo anti-Ortega apoyó las principales leyes de la transición democrática en 1990, mientras Ortega “gobernaba desde abajo”, y respaldó la política de reconciliación de Violeta Chamorro, lo que dio origen a la primera división del FSLN, a mediados de esa década. Ese sandinismo anti-Ortega se opuso al Pacto de Alemán, y abogó por los liberales, pese a no tener absolutamente ninguna candidatura en las elecciones municipales de 2008, porque le había quitado la personería jurídica. También apoyó a Fabio Gadea Mantilla para presidente en 2011, en las cuales fui precisamente su candidato a vicepresidente, y pude conocer que en las bases liberales se valoraba positivamente el esfuerzo sandinista anti-Ortega.
En ese recordatorio, muchos jóvenes en las protestas de 2018 eran sandinistas o de familias sandinistas, y la mitad o más de los centenares de prisioneros liberados a mediados de 2019, también lo eran. Además, en la Constitución reformada por la dictadura en 2014, como producto del fraude en 2011, Ortega podría ganar con cualquier porcentaje de votos en 2021, y a más división de la verdadera oposición, más posibilidades que Ortega gane. Incluso, pedir mea culpa al sandinismo antiorteguista, ayuda a Ortega a consolidarse como única opción sandinista, en un claro desprecio a miles de empleados públicos y miembros del Ejército y Policía, que resienten el uso represivo y votarían contra Ortega.
Finalmente, es importante recordar la trágica historia de Nicaragua, llena de dictaduras y guerras, y si nos enfrentamos por esa historia nada envidiable, también nos dividiremos hacia el futuro, y Ortega seguirá gobernando.
¿Eso quieren, quienes a título de mea culpa, quieren que nos enzarcemos en discusiones inútiles, y dejemos pasar la oportunidad de recuperar la incipiente democracia?