El juego de poder de Turquía en el Mediterráneo Oriental pone en peligro la estabilidad de la región
Max Weber definía el poder como “toda posibilidad de hacer triunfar en el seno de una relación social, su propia voluntad, aún contra las resistencias”. El régimen liderado por Recep Tayyip Erdogan ha hecho suya esta premisa y ha intentado expandir su influencia en el Mediterráneo Oriental, aumentando la tensión entre los distintos países de la región, principalmente Grecia, quien ha anunciado que se está preparando ante la posibilidad de que Ankara cumpla con sus amenazas de iniciar las exploraciones de hidrocarburos en las islas griegas de Creta o Kastellorizo.
El diario griego Ekathimerini ha informado este martes de que Atenas está sopesando sus opciones diplomáticas, al mismo tiempo que trata de mantener los canales de comunicación con Ankara, a pesar de la postura contraria del Ejecutivo de Erdogan, quien podría iniciar estas exploraciones durante los meses de verano. Este anuncio se ha producido después de que Turquía divulgara lo que supuestamente eran negociaciones secretas entre altos cargos griegos, turcos y alemanes a principios de este mes. El ministro de Asuntos Exteriores de Alemania, Heiko Maas, ha viajado a Grecia para analizar las relaciones entre Atenas y Ankara e intentar llegar a un entendimiento entre las posiciones expresadas por los líderes de la Unión Europea (UE) sobre este asunto y el propio Ejecutivo turco.
Así, según este periódico, durante esta cumbre, el primer ministro griego, Kyriakos Mitsotakis, ha instado a sus homólogos europeos a “establecer sanciones duras contra Turquía”, en respuesta a las actuaciones perpetradas por Ankara en el Mediterráneo Oriental durante los últimos meses. No obstante, Grecia también teme que el mandatario turco intervenga durante las próximas semanas en el Mediterráneo Oriental, con el objetivo de evitar que Atenas y El Cairo lleguen a un acuerdo sobre delimitación de una zona económica exclusiva entre ambos países.
Históricamente, esta región ha sido un foco de tensiones. Por un lado, es la puerta hacia el Mar Rojo a través de Egipto y, por otra la entrada hacia Europa. Aunque los lazos entre los países europeos y otros países del sur y del este del Mediterráneo se remontan a hace varios siglos, el descubrimiento de grandes depósitos de gas por parte de Israel, Egipto y Líbano en 2009 ha abierto una nueva herida en la zona. El comienzo de la tensa relación entre ambos países se remonta a 2018. Tras descubrir depósitos de gas en Chipre, la petrolera italiana Eni envió una embarcación a la región que fue bloqueada por Turquía. Erdogan aseguró que “no iba a permitir que ninguna empresa extranjera amenazase los intereses de Turquía”, provocando que embarcación acabase retirándose. Desde entonces, las tensiones entre Grecia, que apoya a Chipre, y Turquía, han sido una constante.
Durante las últimas semanas, la prensa progubernamental de Turquía ha denunciado el viaje el helicóptero del Alto Representante de la Unión Europea para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell, por las aguas del Mediterráneo como una “fea provocación”. No obstante, algunos países de la UE también acusan a Ankara de comportarse de una manera provocativa al intentar explotar los recursos de gas de esta zona, que están sujetos a reclamos de al menos ocho países, entre ellos Libia, Egipto o Israel, de acuerdo con el periódico Financial Times.
Egipto, Israel o Chipre han visto en estas explotaciones una manera de perseguir sus ambiciones, y poder dejar de depender de otros recursos como el carbón. Sin embargo, lo que comenzó siendo una disputa entre Turquía y Chipre ha acabado convirtiéndose en un conflicto a nivel regional, al mismo tiempo que aumenta la tensión en Libia, un país devastado por la guerra que enfrenta al mariscal Jalifa Haftar quien lidera el Ejército Nacional Libio y a Fayez Sarraj, del Gobierno de Acuerdo Nacional, reconocido internacionalmente por la ONU. Durante los últimos meses, Ankara ha intensificado su presencia militar en la nación norteafricana, sobre todo después de firmar un acuerdo con el GNA por el cual Erdogan tendría el poder de realizar perforaciones de petróleo y gas en la costa libia.
Dorothée Schmid, experta en Turquía en el Instituto Francés de Relaciones Internacionales, ha asegurado al periódico Financial Times que esta situación se ha convertido en un “gran problema estratégico”. “Ankara es vista por algunos socios europeos como un jugador muy agresivo que está librando una guerra en varias partes de la región y se está portando de una manera muy agresiva contra el bloque humanitaria”, explicó.
Los ministros de Asuntos Exteriores de Grecia, Chipre, Egipto, Francia y Emiratos Árabes Unidos denunciaron el pasado mes de mayo a través de una declaración oficial las “continuas actividades ilegales” por parte de Turquía en la Zona Económica Exclusiva (ZEE) de Chipre y sus aguas territoriales. Los ministros destacaron la importancia estratégica de intensificar sus consultas políticas con el fin de mejorar la seguridad y estabilidad en el Mediterráneo Oriental y criticaron las actividades ilegales turcas en la ZEE de Chipre, alegando que este tipo de actos “representan una clara violación del derecho internacional reflejado en la Convención de las Naciones Unidas sobre el derecho del mar”.
Las raíces del conflicto diplomático entre Chipre y Ankara son principalmente políticas y es que, durante más de medio siglo, esta isla ha estado dividida entre la población grecochipriota y los turcochipriotas. Ankara siempre se ha posicionado como la protectora de estos últimos y, de hecho, es el único país, que reconoce este enclave como un estado independiente. Tras el descubrimiento de estos yacimientos, Turquía ha intentado en reiteradas ocasiones interrumpir las actividades de las compañías petroleras que perforaban bajo licencias emitidas por Chipre. Varios analistas consultados por el Financial Times consideran que Ankara actúa de esta manera por su inminente necesidad de diversificar sus suministros de energía. “Su gran dependencia de la energía importada contribuye a un persistente déficit de la cuenta corriente y limita el margen político de Ankara para maniobrar con proveedores clave como Rusia o Irán”, han aseverado.
Los desacuerdos sobre quién puede o no explotar el gas en el Mare Nostrum han puesto sobre la cuerda floja las relaciones diplomáticas entre varios de estos países y han dificultado la resolución del conflicto libio. El futuro de esta región depende, en gran parte, de los movimientos de Turquía y de las decisiones de la cooperación trilateral entre Grecia, Israel y Chipre. Sin embargo, durante los últimos meses Tel Aviv ha sido criticado por intentar reconstruir sus relaciones diplomáticas con Ankara al mismo tiempo que estrechaba sus lazos con sus socios en el Mediterráneo, es decir, Grecia y Chipre. En este escenario de incertidumbre es posible que las tensiones sigan aumentando y que el mapa geopolítico cambie por completo dentro de apenas unos meses.
FUENTE: Ana Rodríguez / Atalayar