Venezuela: La Nueva Izquierda de Maduro

El lamentable “nuevo realismo” del socialismo del siglo XXI que, en contramarcha, impulsa la Nueva Izquierda de Maduro, acabará con ese proyecto, al sofocar la atmósfera libre y creadora donde la vanguardia de la Nueva izquierda se está desarrollando, y lo hace en nombre de los supuestos verdaderos postulados, asumiendo como propias, la imagen más retrogradas del chavismo sin Chávez.



La Nueva Izquierda de Maduro

¡Washington resultará mejor padre de la patria que Bolívar!

“El presidente Maduro se convirtió en propagandista contra el proyecto del socialismo del siglo XXI, que embadurna con la construcción de una Nueva Izquierda y, ordena al PSUV, crear una vanguardia que enarbole el constructivismo y el razonamiento funcional para abordar la transformación de los conceptos ideológicos en elementos concretos diferentes a los del pensamiento chavista”.

La importancia histórica de un nuevo acuerdo o consenso, para no llamarlo un nuevo pacto de puntofijo, se hace cada día que pasa más evidente, al punto de que de no haberse firmado el “ensayo Venezuela-Washington” hubiese tenido éxito la invasión de Macuto. En todo caso, ese procedimiento inédito que, sin duda, arrojó resultados favorables para quienes lo firmaron, al menos en su andadura. Este fue el objetivo último del acuerdo de gobernabilidad:

  • La Nueva Izquierda de “maduro”, este vocablo no se refiere a un apellido en particular, sino al “tumor, furúnculo o grano que se encuentra a punto de abrirse” (i), donde especialistas de mucha televisión, dicen, sin sonrojarse, que debíamos olvidarnos de lo que llamaban moneda local, para asumir el dólar como moneda única. ¡Como si Venezuela fuera una simple y lejana localidad meridional del coloso norteño!

Lo que ha cambiado, con la muerte de Hugo Chávez y los signos de agotamiento de la democracia revolucionaria del socialismo del siglo XXI, el colocarse más allá de los límites que imponía el modo de vida general de la democracia representativa, era “rebeldía juvenil” o, cuando mucho “subversión”. Ahora, en la democracia protagónica y participativa, actuar en esa misma dirección es ser un “traidor a la patria” o un “instigador al odio social”, y esto puede llegar a ser muy grave cuando se asume que la razón está en el poder cívico-militar-policial.

  • La Nueva Derecha “distopía”, esta palabra se refiere “a una sociedad ficticia indeseable en sí misma” (ii), es la que facilita crear tribunales, pagar recompensas para juzgar “criminales” que siempre serán de ese mundo situado en la otra orilla del imperio y, nombrar un presidente interino de Venezuela para que contrate una fuerza de invasión, otorgándose asi mismo, inmunidad frente a la acción de esos tribunales.

En esta línea de pensamiento de la ideología neofascista, sin duda alguna, Washington resultará mejor padre de la patria que Bolívar. Pues, la Nueva Derecha “distopía”, establece una de las diferencias esenciales entre Donald Trump y el gobierno de la Nueva Izquierda de Maduro. Y no es un tremendismo.

En ese intento de totalización y haciendo uso del nuevo lenguaje del nuevo acuerdo o consenso, llaman a flexibilizar el empleo para facilitar sus inversiones lo que no pasa de ser una brutal liquidación de las conquistas laborales. Y también alertan sobre la necesidad de desideologizar la economía para que el mercado funcione, como si la creencia en los poderes divinos del mercado fuera un fenómeno fisicoquímico. Pero, si el lenguaje no funciona, sacan de circulación cuanto agrupamiento sindical de “Izquerda” o “derecha” le ocurra cuestionarlos.

En definitiva, reducido el mundo a la condición de simple mercado y borrada las identidades nacionales, resulta fácil convertir a los habitantes de Venezuela, en solo consumidores. Por eso la ideología neoliberal del nuevo pacto, acuerdo o consenso desplazó, en los análisis económicos, al de “ciudadano”, “poder popular”, “comuna o nada”, porque tiene una connotación peligrosa para los intereses mercantiles. Ese es el objetivo último que lideriza firmemente tanto Nicolás Maduro como Juan Guaidó.

No tengo ninguna duda, que el nuevo, acuerdo o consenso a otorgarle algún carácter ideológico a Donald Trump es, tal vez, la expresión más contundente de su ideologización. La verdad sea, el termino ideología nunca se aplicó, en el lenguaje liberal occidental, con agrado. Tal vez porque el propio Marx lo usó para caracterizar la visión del mundo que poseía la clase dominante, por aquello de poder y razón.

A esa visión liberal del mundo, Marx le enfrentaba la ciencia, destinada irremediablemente, a suplantar esas concepciones. Sin embargo, y a pesar de Marx y de su oposición a su pensamiento, este término quedó grabado en el consciente de los hombres y mujeres como definición del conjunto, de coherencia relativa, de representaciones, valores y creencias.

Ideología es entonces, y para utilizar un adecuado lenguaje verbal o corporal, un sistema de representación, incluyendo sus mecanismos de simbolización. Y toda la militancia del partido de gobierno sabe a qué nos referimos cuando hablamos de un sistema de representación. El PSUV sólo produce imágenes, y a partir de esas imágenes se construye realidades. Y punto.

Ese acuerdo o consenso que tanto ha marcado el quehacer de Washington-China-Rusia y que se nos presenta como la evolución lógica de la civilización, es, definitivamente, la expresión más nítida de la ideología neoliberal que gobierna el mundo, incluyendo dentro de ella al socialismo que durante setenta décadas pretendió diferenciarse sin lograrlo.

Y, esa ideología, se ha constituido como una suma de valores y lenguajes que produjo y continúa produciendo conceptos y expresiones formales; de allí que Nicolás Maduro llame a “la construcción de una nueva izquierda, que levante las banderas históricas y revolucionarias que se generó en el continente en la última década”, compartidas a todo lo ancho del mundo durante una videoconferencia del Foro de Sao Paulo.

Ha sido el pensamiento neoliberal de Maduro, sustentado sobre una situación económica que favoreció el desarrollo de los procesos de negociación con la gran burguesía venezolana e internacional, el que ha prevalecido en el quehacer del acuerdo o consenso. Pero hubo diferentes formas de asumir este pensamiento.

El presidente Maduro se convirtió en propagandista contra el proyecto de Hugo Chávez, que embadurna con la construcción de una Nueva Izquierda y, ordena al PSUV, crear una vanguardia que enarbola el constructivismo y el razonamiento funcional para abordar la transformación de los conceptos ideológicos en elementos concretos diferentes a los que el pensamiento chavista.

El lamentable “nuevo realismo” del socialismo del siglo XXI que, en contramarcha, impulsa la Nueva Izquierda de Maduro, acabará con ese proyecto, al sofocar la atmósfera libre y creadora donde la vanguardia de la Nueva izquierda se está desarrollando, y lo hace en nombre de los supuestos verdaderos postulados, asumiendo como propias, la imagen más retrogradas del chavismo sin Chávez.

La vanguardia de la Nueva izquierda, sin dejar de ser chavista, se convertirá en una fugaz manera de rechazar el lenguaje dominante que ejercía la ideología de Hugo Chávez, pero la superficialidad intelectual de su mentor no le permitirá superar la tentación comercial y terminará defraudando su propia conceptualidad. Un fraude solo comparable con el propio gobierno de Maduro que pasó a la Nueva Derecha “distopía”.

Entiendo que se pudiera argumentar, en contraposición, que estas no son más que interpretaciones esquematizadas de la historia, para tratar de ideologizarla. Esto, además de inevitable, es bueno que ocurra, porque en definitiva, más allá de la complejidad con que tratemos los hechos, siempre quedará en evidencia que no hay visión única y global de la historia, sino interpretaciones, ideológicas claro está, de ella.

¡Que se abran cien flores y florezcan cien escuelas de pensamiento!