Pospandemia #1 – La revista de Naturaleza de Derechos

Por una justicia ambiental, para que la misma en los tiempos de pospandemia, se transforme en una afrenta al capitaloceno que reconoce un mismo gen extractivista en todas sus manifestaciones. Algo propio de su paradigma de saqueo, muerte, contaminación, enfermedad, desigualdad, destrucción y despojos. Y como si no fuera suficiente, también de pandemias.



Pospandemia #1 – La revista de Naturaleza de Derechos

Naturaleza de Derechos

 

«Es precisamente lo irrenunciable al mundo jurídico biodiverso e insurgente – que debe evolucionar y comprender además de los derechos humanos, los de la naturaleza, de la biodiversidad, de la Pachamama – lo que impera soberanamente en esas mentes jipis y trostkas, impregnadas de memoria. También con la mirada firme por una justicia ambiental, para que la misma en los tiempos de pospandemia, se transforme en una afrenta al capitaloceno que reconoce un mismo gen extractivista en todas sus manifestaciones. Algo propio de su paradigma de saqueo, muerte, contaminación, enfermedad, desigualdad, destrucción y despojos. Y como si no fuera suficiente, también de pandemias».

Tiempos de Pospandemia

Las administraciones nacionales pasan y el extractivismo continúa ininterrumpidamente.

Sabemos que existen dos mundos jurídicos, el de las transnacionales y grandes corporaciones, por un lado, y el de los derechos humanos, por otro. El primero, se rige exclusivamente por normas supranacionales, en el cual los países confieren potestades y asumen compromisos ante organismos internacionales que dictan resoluciones otorgando privilegios a las corporaciones. Normas que son obligatorias para los países, y por lo tanto, para quienes lo habitan. El ejemplo más claro es la OMC, Organización Mundial del Comercio, cuyas directivas son tan o más determinantes que cualquier norma interna. El segundo, se rige por las leyes y Constituciones de cada país que reconocen los derechos civiles, políticos, económicos, sociales, culturales, indígenas y ambientales de las personas; a lo que se suman los Tratados Internacionales de Derechos Humanos, conformando un bloque de reconocimiento y protección.

Ambos mundos viven en tensión permanente, las grandes corporaciones – vía los países centrales – logran imponer privilegios obtenidos de esos organismos reguladores del comercio internacional como la OMC, con consecuencias que se traducen en un avasallamiento y violación a los derechos humanos reconocidos en las Constituciones y Tratados Internacionales de DD.HH. de quienes habitamos los países periféricos. Esa prevalencia, no viene sola, el poder político de turno, cualquiera sea el color partidario, es el aliado coyuntural siempre. La historia se repite una y otra vez. Por eso, frente a esa realidad, luce legítima la elección de un posicionamiento interdependiente positivo y con una mirada crítica del Estado. Que se sostiene con una perspectiva de acción permanente, denuncia y visibilización, y la praxis de una democracia comunitaria por una construcción social distinta, con la tarea irrenunciable de perforar el discurso legitimante de un modelo neocolonial, ecocida. Haciendo los señalamientos necesarios, insistiendo, reclamando, exhortando e instando a un cambio del modelo de producción antropocéntrico, extractivista y de acumulación del capitaloceno que en su haber consta gran parte de la responsabilidad por ésta era pandémica. Sin embargo, algunas voces del oficialismo y sus adyacencias; a ese posicionamiento, lo suelen estigmatizar de jipismo y trostkismo , como si ello fuera algo disvalioso. En realidad, esa connotación despectiva asignada, habla de una peligrosa práctica de un pensamiento típicamente reaccionario.

Ante el monocultivo antropocéntrico del relato impuesto; hay una democracia celular, artesanal, comunitaria, periférica, fraternal, ecocéntrica y diversa de ideas, que moviliza y vive en cada grupo insurgente políticamente. Y que por más minúsculo, jipi o trostko que sea, construye legítimamente con sus tiempos, sus convicciones y persistencias, y sus circunstancias, que atraviesan sus realidades, sus historias, metas materiales e inmateriales y sus articulaciones, círculos locales, sociales, ancestralidades y lo más importante: sus necesidades. Todo bajo la luz del bien común. No por mero hobby ni antojo. Sino en defensa de bienes comunes, de proyectos de vida, territorios ancestrales o simplemente territorios, derechos.

Espacios, organizaciones, comunidades, asambleas, movimientos que hacen a la masa crítica contra los avasallamientos del extractivismo. La gesta de Gastre parando un basurero nuclear. Las asambleas de la Patagonia contra la megaminería con la lucha emblemática en Esquel. La movilización por el agua en Mendoza y la ley popular 7722. El pueblo de Malvinas echando a Monsanto. Las acciones y resistencias de las Comunidades Indígenas de Paynemil en Neuquén, la Universidad del Monte en Salta, la Pu Lof en Cushamen, en la Cuenca de Guayatayoc y Salinas Grandes, El Colorado en Formosa, Loncopue en Neuquén, Mellao Morales en Campana Mahuida, Winkul Mapu en Mascardi, Lpa A Na Moqoit en Raíz Chaqueña, Indio Colalao en Tucumán, La Primavera en Formosa, entre otras tantas. Tierra Fértil en Palma Sola.

El campesinado en el centro y norte del país. El encuentro del Foro Agrario en Ferro. La resistencia a Taym y Comercor. La Codebona en defensa del monte nativo en Córdoba. El freno a la megaminería en Andalgalá, Famatina, Jachal, Tilcara, Juella y La Alumbrera. Barrio Ituzaingó y la primera condena penal a los fumigadores. La lucha judicial a las fumigaciones en Formosa, Salta, Santa Fé, Córdoba, Chaco, Entre Ríos, San Luis y en Buenos Aires. Las asambleas de Misiones por el maíz nativo y criollo. La Rapu. Las ordenanzas de Bolívar y Marcos Paz en defensa de las escuelas rurales. Gualeguaychú con la prohibición del Glifosato. La Renama. El Catanazo. en González Catán. La pueblada de El Bolsón contra Lewis. La preservación de la Reserva Quilmes y Avellaneda. El reclamo por el derecho humano al agua potable en 9 de Julio, Caleta Oliva, Chivilcoy, Casares y San Miguel del Monte. El freno al vial costero, el Raggio y la reserva de Irigoyen en Vicente López. La Marcha Plurinacional de los barbijos. La multisectorial semillas. Las asambleas de Intercuencas. Las UAC y los encuentros de Pueblos Fumigados. Los Bachi y Calisas. La recuperación de Punta Querandí. No al Incinerador en Marcos Paz. Las Colonias Agroecológicas y el reclamo por el derecho de acceso a la tierra. El Observatorio de la ciudad ante el extractivismo urbano. La Mesa de No a las Represas en Misiones, entre muchas otras tantas.

Son las historias que ante los anuncios y proyecciones de las grandes corporaciones como de las autoridades nacionales mismas, se necesitan tener presentes para una pospandemia que demanda una construcción ecocéntrica, empática, pluricultural y con memoria colectiva. Memoria para no volver a una normalidad ya sabida ni olvidar – muy principalmente – que algunas de esas luchas enunciadas han costado vidas. Javier Chocobar (2009), Roberto López en Formosa (2010), Sandra Juárez en San Nicolás (2010), Cristian Ferreira en San Antonio (2011), Celestina Jara y Lila Coyipé en Formosa (2012), Miguel Galván en Simbol (2012), Juan Daniel Díaz Asijak, Guillermo Díaz y Delina Díaz en Formosa (2013), Ana Pérez en Salta (2014), Javier Camachi en Formosa (2014), Norma Artaza en Formosa (2014), Esteban Rolando Medina en Formosa (2015), Santiago Maldonado en Pu Lof en Cushamen (2017) y Rafael Nahuel en la Lof Lafken Winkul Mapu (2018) forman parte de un largo listado que duele y que no distingue colores partidarios de los gobiernos victimarios que se las llevaron, o dieron el guiño a sus responsables.

Y no hay derecho a olvidar y menos a proscribir o volver a imponer, tal como si estuviéramos resignados al régimen del mundo jurídico monolítico y extractivista de las corporaciones que todo lo avasalla, suprime, viola (y mata), y que tan bien le sienta a todos los poderes políticos de turno mancomunados en un mismo plan. Es precisamente lo irrenunciable al mundo jurídico biodiverso e insurgente – que debe evolucionar y comprender además de los derechos humanos, los de la naturaleza, de la biodiversidad, de la Pachamama – lo que impera soberanamente en esas mentes jipis y trostkas, impregnadas de memoria. También con la mirada firme por una justicia ambiental, para que la misma en los tiempos de pospandemia, se transforme en una afrenta al capitaloceno que reconoce un mismo gen extractivista en todas sus manifestaciones. Algo propio de su paradigma de saqueo, muerte, contaminación, enfermedad, desigualdad, destrucción y despojos. Y como si no fuera suficiente, también de pandemias.

– Para descargar la revista completa (PDF), haga clic en el siguiente enlace:Pospandemia – Agosto 2020(36,41 MB)

Publicado originalmente en Naturaleza de Derechos