La lucha: la raíz de la historia
Respuesta a la respuesta de John Holloway
Sergio Rodríguez Lascano
Revista Rebeldía / La Fogata
El compañero John Holloway ha mandado a nuestra revista una respuesta al artículo que escribí, titulado “¿Puede ser verde la teoría? Sí, siempre y cuando la vida no sea gris”.
Lo primero que quiero señalar es lo siguiente: para mí, el debate con John significa, antes que nada, la posibilidad de intercambiar puntos de vista con alguien con el que tengo una serie de referencias, obsesiones, incertidumbres y puntos comunes. Desde luego, no está por demás decirlo, prefiero ese debate que los que se podrían hacer con aquellos que pontifican a partir de que lo saben todo (insisto el que lo sabe todo, normalmente no sabe nada).
Por otro lado, cuando yo critico a los intelectuales que quieren adherir al EZLN a los escritos de Holloway, no lo hago para desvalorizar a este último, sino para que los primeros asuman con responsabilidad sus debates. Por lo tanto, la aclaración no era para él.
Los compañeros del EZLN hablan, se explican y se comunican por ellos mismos y ni John, ni yo, ni nadie los representa, a menos que ellos lo señalen explícitamente.
Si se quiere debatir con la posición zapatista sobre “el poder, el Estado, los movimientos indígenas, la organización radical, la posibilidad de crear un mundo distinto y mucho más” (como dice John en su respuesta a mi artículo), entonces es indispensable criticar la práctica y la teoría del EZLN.
Desde luego, nadie le puede negar el derecho a John de “hacer una aportación” sobre todos esos temas.
Más aún, su libro y sus artículos han representado elementos de reflexión interesantes en el proceso de reorganización del pensamiento emancipatorio y libertario. Pasemos ahora a la sustancia del debate conmigo.
1. El mismo derecho que tiene John a hacer su aportación lo tengo yo. Mi suposición es que “la quinta esencia del pensamiento zapatista no es la no toma del poder, o el no a la formación de un partido político (ambos conceptos claves de su teoría son producto de su experiencia específica), sino el hecho de que su teoría es producto de su práctica”. ¿En qué me baso para hacer esa interpretación? En los mismos textos que los compañeros han elaborado.
En el artículo, escrito por el Subcomandante Insurgente Marcos, titulado “El mundo: siete pensamientos en mayo del 2003”, se dice: “Nuestra reflexión teórica como zapatistas no suele ser sobre nosotros mismos, sino sobre la realidad en la que nos movemos. Y es, además, de carácter aproximativo y limitado en el tiempo, en el espacio, en los conceptos. Por eso rechazamos la pretensión de universalidad y eternidad en lo que decimos y hacemos (…) Las respuestas a las preguntas sobre el zapatismo no están en nuestras reflexiones y análisis teóricos, sino en nuestra práctica (…) La reflexión teórica sobre la teoría se llama ‘Metateoría’. La ‘Metateoría’ de los zapatistas es nuestra práctica”. Efectivamente, John dice que si esa es la conclusión a la que han llegado los compañeros se debe respetar, pero no necesariamente compartir. Aquí no hay ninguna duda y creo que los zapatistas estarían de acuerdo en que no necesariamente se compartan sus tesis, más aún, como ellos dicen, hacen eso a partir de reconocer, “el carácter aproximativo y limitado en el tiempo, en el espacio, en los conceptos y en la estructura de esos conceptos”.
Mi opinión personal es que esa decisión contiene una gran sabiduría. Desde luego que el capitalismo es una formación social mundial y que busca homogenizar los mecanismos de explotación y opresión. La tentación entonces para elaborar una teoría global que permita ubicar una respuesta unívoca es muy grande. Antes, se basaba en la idea de construir una vanguardia política revolucionaria, que buscaba la destrucción del aparato del Estado burgués para reconstruir sobre sus ruinas un nuevo Estado proletario, y desde ahí reorganizar a la sociedad.
Ahora, la nueva teoría general puede ser que lo que se requiere es cambiar al mundo sin tomar el poder, por medio de una revolución (con minúsculas) que signifique un salto adelante en la construcción de un mundo mejor.
No niego que los que formulen esa idea tienen todo el derecho para hacerlo, tampoco voy a responder a la pregunta que me hace John, cuando señala: “Si Sergio está en desacuerdo con este argumento, si quiere mantener que la lucha por el poder estatal puede ser en otros países una parte importante de la lucha por crear un mundo de dignidad, está bien, pero que exponga su argumento”. Desgraciadamente John, yo no tengo la capacidad de decir eso, porque no lo sé, pero tampoco sé lo contrario, lo que sí sé, es que en México la no lucha por el poder es fundamental. Creo que esa conclusión tiene raíces históricas profundas y tiene experiencias concretas más recientes también muy importantes.
Hace algunos años yo hubiera podido responderte de otra manera, hoy prefiero decir no lo sé. Creo, eso sí, que lo que estamos viviendo es el inicio de una reflexión política de largo aliento. Y que eso tiene que ver con muchas crisis que se abrieron y que además yo creo que es fundamental felicitarnos de que se hayan abierto: a) La crisis de lo que se denominó (incorrectamente desde mi punto de vista) “socialismo real”.
b) La crisis del Estado-nacional espacio fundamental donde se movía el pensamiento de izquierda.
c) La crisis de una serie de conceptos que le asignaron a una clase social, de una manera casi milagrosa, una serie de tareas, responsabilidades y objetivos profundamente metafísicos.
d) La reorganización del mundo del trabajo que permite que haya 265 millones de trabajadores migrantes, que hoy por hoy, son el alma de la economía capitalista. En el centro del proceso productivo no se encuentra una clase obrera con una tradición de organización sindical de más de dos siglos, sino una nueva clase obrera con una tradición de organización comunitaria muy fuerte.
e) Todo esto ha puesto en crisis la vieja teoría del partido, como una estructura centralizada, lo mismo que la idea de que en el partido se esbozaba el modelo de la nueva sociedad.
f) La vieja triada: vanguardia-vanguardia social-masas como una escalera donde bajaba la conciencia y subía la acción se ha demostrado como una visión fetichizada de la conciencia y de la acción.
Esto y muchas cosas más son un diagnóstico de lo que está pasando, pero yo no tengo la capacidad para decir lo que John concluye implícitamente, cuando señala: “Si Sergio está en desacuerdo con este argumento, si quiere mantener que la lucha por el poder estatal puede ser en otros países una parte importante de la lucha para crear un mundo de dignidad, está bien, pero que exponga su argumento”. Frente a eso yo respondo: si John piensa que ese es un debate cerrado está en su derecho, pero yo prefiero el argumento que dio el comandante Tacho, el 1 de enero del 2003, cuando dijo: “Seguramente habrá partidos políticos que sí se comprometen con los que representan y que no se corrompen. Pero sabremos decirles que en el México nuestro no hay uno bueno y lo han demostrado con sus hechos”.
En ese sentido a mí me parece interesante, por ejemplo, lo que Refundación Comunista está planteando y los cuestionamientos que ha venido elaborando a la visión clásica de la teoría del partido y del poder. Algunos podrán decir que lo que ahí se está expresando es una contradicción y puede ser que así sea. Pero no conozco a una organización que no esté atravesada por una serie de contradicciones o paradojas.
Creo que los señalamientos de John son sumamente interesantes y representan un gran insumo a los debates de nuestro tiempo, él ya sacó las conclusiones, ahora hay que esperar y ver, si eso se confirma en el movimiento real de la sociedad, en especial en el terreno de los sectores subalternos.
Los zapatistas abrieron un debate que estaba subsumido, pero tengo la impresión de que eso no significa que ese debate ya concluyó. Lo que hace John con sus libros y sus artículos es darnos elementos para que ese debate continúe y yo espero que efectivamente eso suceda.
2. El segundo punto tiene una dimensión, creo yo, más sencilla. No comparto la distinción que hace John entre revolución (con minúsculas) y rebeldía. Bajo está visión la rebeldía es un escalón más bajo que la revolución.
Y esto tiene que ver con el hecho de que para John la definición de rebeldía es unívoca: “la rebeldía es la lucha por la dignidad y existirá mientras se niegue la dignidad”. Se trata de una visión en negativo. Yo soy de aquellos que piensan, creo igual que John, que en el inicio la negatividad es fundamental.
El NO a lo existente como respuesta a la explotación, la opresión, la enajenación, etc. Ese No tiene diversos grados y diversas expresiones y manifestaciones. Pero lo valioso, lo que no entienden los profesores rojos, es que los grandes cambios en la historia de la humanidad, desde Espartaco para acá (si no es que más atrás) ha tenido como común denominador la lucha por la dignidad. Por eso se estallaron las luchas campesinas de Thomas Münzer en 1524. Por eso los “sans coullots” se rebelaron por medio de la Revolución francesa. Igualmente esa fue la razón de la Comuna de París.
Fueron esos los motivos que llevaron a los zapatistas originales a participar y desarrollar los aspectos más profundos de la Revolución mexicana. Igualmente, ahí se encuentra la explicación de la Revolución rusa, o cubana, o china, o vietnamita. Y ahí se ubica la reciente movilización social de los indígenas bolivianos.
Luego, ya vienen los contenidos de las revoluciones, su direccionalidad, sus traiciones o desviaciones.
Pero como yo no formo parte de los que analizan las revoluciones, rebeliones o revueltas por su conclusión, sino por lo que expresaron en ese mo-mento especial, para su definición como tales la forma en que concluyen no me parece fundamental.
Para Walter Benjamín esas clases revolucionarias eran concientes de que su acción estaba haciendo saltar el continuum de la historia y agregaba: “El día con el que comienza un calendario cumple el oficio de acelerador histórico del tiempo”(por cierto que para mí esa es la mejor definición del 1 de enero de 1994, en ese sentido, estamos a punto de entrar al año 11 de un nuevo calendario, el calendario de la rebeldía).
Por lo tanto me parece un poco ociosa hacer esa diferencia entre rebeldía y revolución con minúsculas o incluso Revolución con mayúsculas, vista no desde el campo de los rebeldes, los revolucionarios o los Revolucionarios, donde indudablemente sí hay diferencias, sino desde el punto de vista de la gente. En ese sentido diríamos parafraseando a un viejo revolucionario, León Trotsky: “La sociedad no va a la revolución (él también la escribe con minúsculas) con un plan preconcebido de sociedad nueva, sino con un sentimiento claro de la imposibilidad de seguir soportando la sociedad vieja” (desde luego, después de eso agrega una serie de cosas sobre la teoría del partido en las que ahora no estoy de acuerdo).
La aportación del zapatismo, pienso yo, es que al mismo tiempo que dice NO y se opone a la sociedad vieja, demuestra que la “rebeldía es creación”. A la par que levantaron una serie de iniciativas para ayudar a que la sociedad estableciera una especie de cerco al poder existente, iniciaron un proceso, no carente de contradicciones, como ellos mismos lo han explicado, para construir una nueva forma de gobierno, donde la diferencia entre los gobernantes y los gobernados desaparece. En términos de Marx (lo cual no quiere decir que de ahí lo hayan tomado, sino otra vez de su práctica) sustituyen el Estado político por el Estado comunitario. Yo no sé si eso es revolución con minúsculas o rebeldía, lo que si sé es que eso no importa mucho. Por eso me atreví a decir en el artículo de marras: “Frente al proceso de globalización neoliberal capitalista, se desarrolló la otra globalización: la de la rebeldía, la resistencia, de la Revolución o la de la revolución, el nombre es lo de menos. Esa rebeldía es plural (…) nadie puede partir de una experiencia que no sea la suya propia (estamos hablando de partir) en tanto no tenemos datos históricos que nos permitan señalar que el debate está zanjado. El zapatismo arriesga una teoría sobre el poder, pero tiene la precaución y la modestia de señalar que su teoría no está acabada, que hasta ahora lo que puede ver es una tendencia”.
Posiblemente John piense que no estoy respondiendo a su pregunta y tiene razón no respondo, argumento porqué no puedo responder y le agradezco el debate porque me ayuda a confirmar porqué no debo responder. El debate en sí mismo es enriquecedor.
3. Sobre el punto 3, realmente John y yo tenemos un acuerdo fundamental. Yo también creo que la responsabilidad de lo que se está haciendo no le toca a Marx, Luxemburgo, Pannekoek, o el Che. Efectivamente, la idea de hacer del pasado del capitalismo tabla rasa no tan sólo es correcta sino indispensable (por eso no formamos parte de los que para oponerse al neoliberalismo suspiramos por el Welfare State). Mi duda (y es eso) es si en la idea que expresa John de que algunas corrientes usan, como coartada para no pensar, a Stalin o al estalinismo (con lo cual estoy de acuerdo) no se esconde, si se absolutiza, la visión de que el estalinismo, la socialdemocracia, etcétera, no tuvieron ninguna importancia en lo que sucedió en el desarrollo de la historia. ¿El relativismo no nos puede llevar a poner en el mismo saco a las víctimas con los victimarios? Por ejemplo, Rosa Luxemburgo fue asesinada por la social-democracia alemana, gentuza como Noske, Ebert, etcétera, fueron los responsables del asesinato de esa gran revolucio - naria. ¿Hacemos “tabla rasa”? Yo creo que no. Eso es todo, en lo demás tenemos un campo muy amplio de acuerdos.
4. Sobre el cuarto punto del texto de John creo que hay una confusión que sería bueno aclarar para no pelearnos con fantasmas.
John responde a un señalamiento que yo hice sobre la incertidumbre. En primer lugar, una vez más vuelvo a aclarar que estoy convencido de que una de las cosas que más daño le hicieron al marxismo es la idea cientificista, de alguna manera positivista, sobre el progreso y la cientificidad de la propuesta política. A eso Ernest Bloch lo bautizó como “el marxismo frío”. Sí, John, yo no estoy de acuerdo con una visión teleológica de la historia, del final feliz producto de nuestra claridad programática y de nuestra teoría. Al mismo tiempo estoy convencido que no hay nada mejor en el terreno de la lucha que trabajar con la idea de las posibilidades. No existe un camino único, ni una teoría terminada (creo que también es indispensable agregar esto). Las diversas posibilidades que se escogen marcan la dinámica de la lucha.
La idea de que no hay más ruta que la nuestra se ha demostrado no tan sólo incorrecta sino castradora, en el terreno de la reflexión.
La reflexión sobre nuestra única certeza se basa en una idea muy zapatista: “vamos a vencer, no porque sea nuestro destino o porque así esté escrito en nuestras respectivas biblias rebeldes o revolucionarias, sino porque estamos trabajando y luchando por eso”. Aquí se mezclan (paradójicamente diría yo) dos ideas: no tenemos ninguna certeza de nuestro triunfo en función de nuestra teoría o de nuestro programa, sino en función de algo diferente: nuestra decisión de luchar y de trabajar para eso. A ti te puede parecer que eso ya no convence a nadie (creo que, otra vez, haces un juicio terminal, yo no podría hablar por todos, podría hablar por mí).
Para mí eso es lo que le da terrenalidad a la esperanza, bajándola del cielo, del cielo de lo irrealizable. Desde luego que el capitalismo lleva a cabo un ataque frontal y destructivo contra la humanidad en su conjunto, pero es la lucha la única que puede revertir esa situación.
Eso es lo que le permite hablar al viejo Antonio de la historia de los sostenedores del cielo. De los vigilantes que nunca duermen y que ayudan a despertar a los otros. No tenemos una visión teleológica de la historia sino una visión de la historia basada en la lucha, en los actos de insubordinación, de resistencia y de rebeldía. La posibilidad real de que el capitalismo logre aniquilar a la humanidad puede realizarse a condición de que la lucha deje de existir.
Por último, quiero coincidir con las bellas palabras de John Holloway, en su último párrafo: “Nuestra lucha es una lucha sin certezas, parte de un mundo vertiginoso en el cual la única certeza es nuestro NO a la opresión y la estrella utópica de la dignidad que está contenida en el NO. Esto da miedo, pero también es emocionante.
Estamos obligados a madurar, a aceptar nuestra humanidad, el hecho de que nosotros solos somos responsables por el futuro del mundo”.
Eso, dicho con otras palabras y mejor, es lo que queríamos explicar.
El NO es la lucha contra lo que existe. La lucha es la base de la esperanza, representa nuestro horizonte ético, es la raíz de la historia (por eso somos radicales) y es lo que permite defender a nuestros muertos para que no sean pisoteados y escupidos por el capital y finalmente es lo que nos permite romper con nuestros muertos y no seguir cargando sobre nuestras espaldas sus errores y horrores. ?