La anti-economía del extractivismo

Las economías llamadas extractivistas o, si se quiere, primario exportadoras, usando el lenguaje de los economistas, no son, en realidad, propiamente economías o sistemas económicos, sino todo lo contrario, se comportan como anti-economías.



La anti-economía del extractivismo

Raúl Prada Alcoreza

 

Si entendemos la economía como sistema de producción, distribución y consumo; sistema que es capaz de establecer sus operaciones de clausuras, al mismo tiempo que sus operaciones de comienzos, que es capaz de constituir sus operaciones de clausura, definiéndose como sistema en relación al entorno o los entornosOperaciones de clausura que establecen relaciones del sistema con el entorno, también relaciones internas dentro de la composición del mismo sistema. Relaciones que hacen al sistema, que conforma sus estructuras, sus subsistemas, logrando no solo su cohesión interna, sino también su evolución, por así decirlo, usando el lenguaje de la teoría de sistemas. Por lo tanto, se trata de un sistema capaz de equilibrio y crecimiento, capaz de reducir la complejidad, creando más complejidad interna, es decir, organización. Si nos ponemos de acuerdo, que se puede definir así la economía, desde la perspectiva sistémica, entonces vemos que las economías llamadas extractivistas o, si se quiere, primario exportadoras, usando el lenguaje de los economistas, no son, en realidad, propiamente economías o sistemas económicos, sino todo lo contrario, se comportan como anti-economías.

 

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Estas llamadas economías extractivistas, que basan su economía en la explotación extractivista, que funcionan en la inmensa periferia del sistema-mundo capitalista, no son, propiamente economías, sino anti-economías, pues destruyen, desde el inicio, las posibilidades de sus operaciones de clausura; no forman un sistema respecto de su entorno. Quedan abiertas, entregadas a la invasión descomedida del entorno. Aunque se dan relaciones con el entorno, no se trata de las relaciones de un sistema con el entorno, sino de un a-sistema, abierto, ahuecado, vulnerable, destruido, desde un principio, con un entorno invasivo. Por lo tanto, tampoco se logra organizar, conformar sus estructuras de cohesión; al contrario, al mantenerse abierto, mantiene su dispersión fragmentaria, como en permanente diseminación. Entonces, no se produce, sino que se explota, no se crea sino que se extrae; no puede distribuir, pues no produce; entonces importa productos, bienes, mercancías para abastecerse. Llega al consumo, pero no por propia iniciativa, por la producción propia y la organización propia de su distribución, sino por la organización ajena del mercado internacional. Estamos ante la configuración de una rotura permanente, de un quiebre constante, de una desorganización persistente. Entonces, en sentido pleno, no hay condiciones de posibilidad de reproducción, tampoco de crecimiento, menos de evolución; lo que los economistas llaman desarrollo, reduciendo la evolución sistémica a una linealidad cuantitativa, que por acumulación da saltos cualitativos.

 

Entonces estamos ante la presencia de anti-economías distribuidas en la inmensa geografía de las periferias, que, sin embargo, son funcionales a la economía-mundo. Para ilustrar lo que queremos decir sería bueno pintar un cuadro extremo, de película, como quien dice. El cuadro podría ser el siguiente:

 

 

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Se instalan campamentos en tierras ignotas para los que arriban a explotar estas tierras. Como todo campamento, se instala con toda la provisionalidad del caso; proyectando que dura lo que tiene que durar, hasta que se agoten los yacimientos, o hasta que cambie la estructura del mercado de materias primas. Al irse los campamentos, cuando se agotan los yacimientos o cuando no tienen un valor apreciable en el mercado, dejan cementerios mineros, cementerios extractivistas. La huella ahuecada, inscrita en el territorio, como herida, como recuerdo de otros tiempos, que, extrañamente, los nativos, los del lugar, recuerdan como de la época de bonanza. A pesar de la provisionalidad, en los campamentos, alrededor de los campamentos, se generan actividades comerciales; se dan lugar asentamientos. La población crece. Se instala el Estado, sus administraciones, también escuelas. La provisionalidad deja de aparecer provisional, adquiriendo otro cariz, el de una urbe con pretensiones de permanencia, de crecimiento, de evolución. Entonces, el campamento mismo es afectado; quizás, de los primeros afectados, de tomar consciencia de los cambios, sean los trabajadores del campamento. Para los pobladores, que no son familiares de los trabajadores, ese campamento, que es el referente, la razón de la flamante urbe, en desarrollo, también el lugar adquiere sentido; tiene que ver con el sentido de sus vidas.

 

Quizás algunos de los técnicos, de los ingenieros, adquieran cariño al lugar; entonces también dejan de mirarlo como campamento provisional; tiene otro sentido. Estas transformaciones llegan a un punto o momento de inflexión, cuando, por la sumatoria e integración de historias parecidas en el país, emerge como otra propuesta, propia, distinta, a esta anti-economía extractivista. Se pretende entonces generar una economía propiamente dicha; para esto tienen que hacerse cargo de sus yacimientos, volverse propietarios. Entonces se dan los primeros pasos de constitución de un sistema económico nacional.

 

 

A propósito, es importante recordar que para nosotros el plano de intensidad económico es uno de los planos de intensidad que atraviesan las poblaciones o que son atravesados y conformados por las poblaciones. El mismo plano de intensidad económico no se explica por sí mismo, requiere, para existir, para desplegarse, para desenvolverse, de la articulación e imbricación con otros planos de intensidad social. Por lo tanto, el que se considere tierras ignotas, es una perspectiva colonial, en este caso, de la economía-mundo. Lo mismo pasa cuando se observa este asentamiento de explotación como campamento provisional; no deja de ser una mirada colonial.  Mirada que observa solo un recorte de realidad, un recorte adecuado a los fines de la explotación, de la extracción; empero, recorte que no da cuenta de la complejidad de la realidad efectiva en cuestión. Para los nativos, para las poblaciones que se arriman al campamento, para los trabajadores, para sus familias, obviamente no es un campamento, sino el referente primordial de la organización de sus vidas. La mirada local es más profunda, más real, más adecuada, pues está más próxima a la complejidad de los tejidos de los planos y espesores de intensidad imbricados. El saber técnico de la empresa de explotación no llega a ser un saber del lugar, tan solo es un saber operativo de aplicación técnica del emprendimiento empresarial. Desconoce el lugar; no llega a tener una comunicación,  una hermenéutica con los saberes locales, con sus historias singulares. Este desconocimiento hace ajena al lugar  a este dispositivo empresarial.

 

Las contradicciones y hasta antagonismos no tardan en llegar, entre las poblaciones lugareñas y este dispositivo técnico de la economía-mundo.  Sorprende, al respecto, el discurso de algunos lugareños, entre políticos e “intelectuales”, que interpreten estas contradicciones tan solo como “ideológicas”, como si solo se enfrentarán concepciones económicas, concepciones políticas, concepciones “ideológicas”. Tampoco pueden mirar el entramado de relaciones que se entrelazan y dan lugar al acontecimiento histórico-social-político-cultural singular del lugar. Miran también desde la perspectiva que les ofrece la economía-mundo, sin ser, sin embargo, parte indispensable de ella. Sólo son los oficiosos legitimadores del poder de la economía-mundo, poder que impide constituir un sistema económico nacional, en el verdadero sentido de la palabra. Quizás también sea solo un debate “ideológico” para la llamada “izquierda” local, también para el discurso nacionalista revolucionario. Entonces, en este reconocimiento, se entienden “ideólogos” de “derecha” e “ideólogos” de “izquierda”; ambos creen que solo se trata de una lucha de clases en el espacio “ideológico”. Visto, por así decirlo, desde la perspectiva de la complejidad, las “ideologías” solamente son expresiones del entramado efectivo de las fuerzas sociales, que conforman composiciones, asociaciones, estructuras, instituciones, que hacen a la singularidad del acontecimiento local. Visto, entonces, desde la perspectiva de la complejidad, estamos ante el desborde vital de la alteratividad y creatividad social.

 

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Volviendo al tema de la anti-economía, resulta que el proyecto económico, propiamente dicho, nace con las nacionalizaciones. Lo otro, lo que dice el discurso conservador, lo que dice el discurso liberal y lo que dice el discurso neo-liberal, no es más que la repetición local de la versión y la perspectiva de la economía-mundo, que convierte a sus países en campamentos provisionales, en a-sistemas económicos. Estos “ideólogos” conservadores, liberales y neoliberales, creen que la realidad se reduce al campo jurídico y, quizás, al campo político, privilegiando, en el mejor de los casos, la interpretación de estos campos desde el campo económico. En otras palabras, creen que de lo que se trata es hacer caso a la ley, obedecer la ley, respetar la institucionalidad. Para ellos existe la estructura jurídica, lo demás es apenas el comportamiento que debe adecuarse a la ley. No hay otros planos de intensidad,  mucho menos hay espesores de intensidad, los cuerpos. Como toda “ideología” disputa la validez de su verdad. Puede verse que esta verdad jurídica es elemental, circunscrita a la norma. Se encuentran lejos de elaborar, por lo menos, una verdad más extensa y un poco más compleja. Esta es la ventaja de sus contrincantes, los marxistas, que, de todas maneras, a pesar de haber caído en la “ideología”, que era, mas bien, objeto de crítica, configuran su verdad de una manera más densa, al tomar en cuenta lo que llaman la lucha de clases.

 

Sin embargo, la complejidad, sinónimo de realidad, devela que la problemática va más lejos que la interpretación de la lucha de clases. Para decirlo, en principio, de una manera resumida, se trata de la vida, de los ciclos de la vida, de la potencia de la vida, de las capacidades de convivir, coexistir, adecuarse, adaptarse, transformar territorialidades. No hay nada más importante que la vida, nada más valioso que la vida, nada más indispensable que la vida. Pretender que la economía, reducida al equilibrio macroeconómico, es más importante que la vida, es una muestra clara del desajuste estructural, respecto a la realidad, de estas formas de pensar.

 

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Es asombrosa la discusión sobre la crisis europea, particularmente la crisis griega. Economistas renombrados, incluso con aprecio a la situación griega, cuando hacen observaciones al comportamiento de la troika, plantean que de lo que se trataba era ser más pacientes, más propositivos, más comprensivos, dar más oportunidad a la economía griega a recomponerse. Para ellos, con buenas intenciones, se trata de otro tratamiento de las variables macroeconómicas. Si contrastamos estos discursos con los defensores de los argumentos de la troika, que se explican la situación griega, por corrupción, mala administración, endeudamiento excesivo, no haber cuidado el equilibrio macroeconómico, por ser malos pagadores de la deuda contraída, vemos que los primeros, los simpáticos, en todo caso, tienen una mejor consideración del problema; sin embargo, no dejan de ver el problema desde las rejillas de la misma abstracción, la macroeconomía, que no es un dispositivo teórico de explicación, sino un instrumento operador y orientador. Les cuesta a ambos ver la vida, la complejidad de la vida, los flujos y procesos vitales; les cuesta ver los cuerpos vivos.  Por lo tanto, están años luz de comprender el problema, en su complejidad y profundidad.

 

Frente a este extravío teórico e instrumental, es menester e indispensable,  salir de la alucinación de la racionalidad instrumental; volver a los cuerpos, a las percepciones del cuerpo, a la racionalidad integrada a la percepción. Volver a la experiencia y a la memoria social.

 

 

El extractivismo populista

 

 

¿Se puede salir del extractivismo, de la anti-economía? Esta es la pregunta. Sin embargo, ya la pregunta misma parte de la duda, considerando el extractivismo como una realidad ineludible, incluso, trágicamente, como una condena. Como dijimos en otros escritos, no hay dominación que se imponga sin colaboradores, que no sea aceptada. Si no se quiere la dominación, se lucha irrenunciablemente. De la misma manera, si no se quiere el extractivismo no se lo acepta, no se lo efectúa.  La contradicción de los nacionalistas heroicos del siglo pasado es que después de las nacionalizaciones continuaron la ruta del extractivismo heredado. Manteniendo entonces la continuidad de las relaciones de dependencia, solo que mejorando los términos de intercambio. La contradicción de los populismos del siglo XXI – que no tienen nada de heroico, son una repetición tardía de los actos de los nacionalistas heroicos, como repetición entonces se trata de una comedia – es que no solamente continúan la ruta de la dependencia extractivista, sino que incluso la justifican.  Se han escuchado argumentos como ¿de dónde vamos a sacar dinero para la salud y la educación si no es de la venta de los recursos naturales? Esta es la mejor manera de acabar con la posibilidad de transformar las condiciones de salud lamentables de la mayoría de la población, de acabar con la posibilidad de transformar las condiciones elementales y paupérrimas de la educación de la mayoría de la población. Al reforzar la cadena de la dependencia, alargando la ruta extractivista de la anti-economía se desarma la posibilidad de constituir un sistema-económico.

 

El extractivismo populista, a diferencia del nacionalismo heroico, asume la condena del extractivismo, lo justifica, lo legitima con nacionalizaciones a medias o comedias de nacionalizaciones, haciéndose “socio” de las empresas trasnacionales extractivistas, monopólicas, y destructoras del planeta.