Estados Unidos y la insurgencia. ¿Cómo habría que hacer?

Un levantamiento militante a escala nacional ocurrió efectivamente. El ala progresista de la contrainsurgencia busca negar y desarticular este acontecimiento.
Materializar el espectro omnipresente de una segunda guerra civil, más balcanizada, fragmentando los fragmentos de un imperio en ruinas.



 

¿Cómo habría que hacer?

 

La siguiente es una transcripción de una charla de Idris Robinson en Seattle, en los Estados Unidos, el 20 de julio 2020. Fue editada un poco por el autor por cuestiones de legibilidad y fue publicada en el sitio web de Ill Will. En inglés lleva el título «How It Might Should Be Done», pero la construcción «might should», usada en el sur de los Estados Unidos, dificulta encontrar una traducción sencilla en castellano: frente a «¿Cómo se debería-podría hacer?» hemos optado por «¿Cómo habría que hacer?», ya que deja abierto un sentido de posibilidad o suposición (en este sentido, otra opción válida sería: «¿Cómo tal vez habría que hacer?») y presenta una asociación directa con la construcción de las preguntas «¿Qué hacer» y «¿Cómo hacer?» aquí discutidas. Una grabación en video producida por Red May se encuentra aquí. Esta traducción incluye diferentes modificaciones y correcciones a la que hicieron Los Demoledores y @MaxPreparat.

 

Quiero comenzar con un saludo a lo que pasó aquí anoche, y a la clase obrera de la ciudad de Seattle, a los rebeldes de la ciudad de Seattle: me gustó mucho lo que vi, por eso estoy aquí, lo saben, para compartir en esa vibra. También me gustaría mandar mi solidaridad a los camaradas en Grecia. Fueron ellos quienes me permitieron experimentar la insurrección por primera vez en 2008. Las lecciones que aprendí y las experiencias que tuve allá han sido tan valiosas en esta época, aunque nos encontramos en un contexto social muy diferente. Además, un camarada fue asesinado recientemente por la policía allá. Al camarada caído, Vasilis Maggos, quiero decir: que descanses en el poder.
Mi título exige un poco de explicación. Se refiere a Chernyshevski,1 y a la novela que escribió mientras estaba en una prisión zarista. Lenin tomó el título de su folleto de 1902, ¿Qué hacer?,2 que da respuestas a lo que él llama «las cuestiones candentes de nuestro movimiento»: ¿qué significa constituir un partido vanguardista? ¿Cómo se difunde la conciencia de este partido vanguardista a la clase obrera? ¿Cómo nos movemos más allá de las huelgas a la lucha revolucionaria total?, etc. Más tarde, en 2001, un texto titulado «¿Cómo hacer?» apareció en la revista del colectivo francés, Tiqqun.3 En lugar de indicar cuáles deberían ser nuestras metas u objetivos, Tiqqun buscó cambiar nuestro enfoque hacia los medios y las técnicas de la lucha. En lugar de pensar en fines, pensaron en los medios que debemos emplear.
Mi objetivo aquí es mucho menos ambicioso. En cuanto a la construcción gramatical might should [en el título traducido como «habría que»] del dialecto sureño de los Estados Unidos, traté de «ennegrecer» el título un poquito. Pero también es serio, porque éstas son de hecho tesis y propuestas tentativas: estoy perfectamente bien si todo lo que propongo hoy sea completamente incorrecto siempre y cuando fomente una discusión más profunda sobre la estrategia. Lo que realmente quiero hacer es abrir esta discusión, y entonces la quiero dejar para que la gente pueda interactuar con la discusión como quieran, y para llevarla más lejos. Al mismo tiempo, quiero que el diálogo sea honesto. Hay una postura predominante de cinismo, nihilismo y moralismo democrático que frena la insurrección. Y creo que ahora es el momento: estamos experimentando una revuelta a una escala que muchos de nosotros nunca hemos vivido. Incluso si comparamos los acontecimientos actuales con Grecia, esta revuelta ha ido aún más profunda. Hay muchos más mártires en esta lucha que nunca en el levantamiento griego. Ha llegado el momento de pensar y reflexionar estratégicamente.
Por supuesto, es raro encontrarme diciendo todo esto en los Estados Unidos, el lugar más contrarrevolucionario del planeta entero. Pero hay que reubicarnos y tomar estas provocaciones seriamente. Lo que está en juego se ha elevado al siguiente nivel, es extremadamente alto ahora. Es hora de que pensemos seriamente sobre las apuestas.

 

1. Un levantamiento militante a escala nacional ocurrió efectivamente. El ala progresista de la contrainsurgencia busca negar y desarticular este acontecimiento.

 

Lo obvio no siempre es tan obvio.
Todos los vimos. Todos vimos lo que paso después del asesinato policial de George Floyd. Lo que ocurrió fue una rebelión extremadamente violenta y destructiva. Fue un fenómeno como el que no se ha visto en los Estados Unidos en cuarenta o cincuenta años. Muy poco de nosotros hemos visto algo de esta magnitud: un recinto policial fue incendiado inmediatamente en Minneapolis, después de lo cual ciudades enteras se incendiaron: Nueva York, Atlanta, Oakland, Seattle. Rápidamente la gente hizo comparaciones con los motines posteriores al asesinato de Martin Luther King. Sin embargo, creo que hemos ido más allá en este caso, creo que 2020 ha ido más duro que 1968, y todavía no hemos terminado.
A pesar de todo esto, los reformistas tuvieron la audacia de afirmar que todo esto nunca ocurrió. Están tratando de hacer que desaparezca la quema de coches de policía, que se extinga la memoria de las comisarías en llamas, como si no hubiera pasado. Una y otra vez, escucho el mismo guión: alguien aparece en las noticias, un activista político da una charla y los escuchamos decir algo parecido a «las protestas eran pacíficas y no violentas, se mantuvieron dentro de los límites de la ley y el orden». No: disparar contra policías en San Luis (Misuri) no está dentro de los límites de la ley y el orden. Están haciendo todo lo que pueden para que el acontecimiento desaparezca. Uno tiene que preguntarse en qué planeta se encuentran para que aparezca una estación de policía incendiada dentro de los límites de la civilidad.
Este engaño es algo que tenemos que considerar. En última instancia, es más que una ilusión. Realmente une a todos los liberales progresistas, quienes charlan sobre todo lo que ha estado pasando durante el verano pasado. Desde los demócratas de Joe Biden hasta prácticamente todos los medios de comunicación no afiliados a Fox News, pasando por la gente de Black Lives MatterTM, la agenda impulsada por estos grupos es la afirmación de que la insurrección no ocurrió. Incluso leí apenas un estudio de una de esas empresas consultoras que buscaba demostrar por medios cuantitativos que las protestas tenían un carácter muy civilizado.4
El hecho es que, independientemente de los datos o los gráficos que elaboren, nada borrará el hecho de que los coches de policía fueron incendiados en docenas de ciudades estadounidenses. Entonces, ¿por qué los liberales sienten la necesidad de pasar por aros tan increíbles para borrar esta insurrección o este levantamiento? ¿Por qué las alas más violentas de la ley y el orden —por ejemplo, el fiscal general William Barr— son hoy las únicas voces audibles dispuestas a reconocer que ocurrió el levantamiento? Tenemos que pensar en esto.
Lo que está en juego es más que un lapso momentáneo de cordura: es una estrategia de negación, una estrategia de reforma contrainsurgente por excelencia.
Inconscientemente, los liberales reconocen que ocurrió una insurrección. No pueden ignorar los cristales rotos que se produjeron ayer en las calles de Seattle. Pero lo que quieren es restar importancia al significado de estos acontecimientos, los cuales significan tanto para nosotros y que siempre estamos tratando de impulsar. Quieren tranquilizarlos y reafirmarlos, pero en una dirección diferente. En última instancia, lo que quieren es bloquear las posibilidades que la revuelta ha abierto, para disuadirnos de ir más lejos con esta insurrección. Como todos los reformistas liberales democráticos, lo que están tratando de hacer es explotar el arrebato para hacer que las cosas cambien, pero sólo un poquito, es decir, nada.
También hay un componente moral en esto, un profundo problema ético. Esta ala de la contrainsurgencia es sólo una forma más que han encontrado los alineados con el sistema para gestionar y explotar la muerte de los negros. Debe recordarse (y volveré sobre esto más adelante) que hay montones de jóvenes negros que perdieron la vida en la insurrección, y que activistas, periodistas «woke», políticos progresistas de todas las tendencias e incluso los llamados activistas de BLM, se están beneficiando de su muerte. Ésta es una narrativa constante en la sociedad estadounidense, y no se detendrá ahora a menos que hagamos algo al respecto.
Al negar el acontecimiento, buscan oscurecer la verdad revolucionaria que se introdujo por las calles. Quieren extinguir el presente que nosotros trajimos. Quieren minar nuestra energía mientras proponen ajustes superficiales y paliativos para preservar el sistema. La historia de los Estados Unidos es la historia de los intentos de reformar las relaciones raciales. Si no lo han hecho ahora mismo, nunca lo harán.
Cualquier cosa que hagan, cualquier cambio superficial que hagan, siempre quedará un impulso insaciable de brutalizar y matar a la gente negra. Cualquiera que se beneficie de este cambio es cómplice de ese asesinato. Si bloqueas la trayectoria revolucionaria de la rebelión, tienes las manos manchadas de sangre. Cualquiera que siga siendo cómplice del sistema es el enemigo, tout court.
Por el contrario, la derecha ha adoptado el enfoque opuesto al acontecimiento. Además de nosotros los revolucionarios, hoy son las únicas voces que reconocen que una rebelión ha ocurrido. Hay una honestidad iluminadora en lo que dice William Barr. Hay que pensarlo de esta manera: antes de que pueda aplastar con fuerza y eventualmente reprimir una insurrección, primero tiene que reconocer que una insurrección, de hecho, sí ocurrió. En este sentido, hay honestidad en las palabras de Trump. Trump y su multitud entera de Fox News, todos los que piden ley y orden, no tienen más remedio que reconocer la existencia del levantamiento, precisamente porque quieren aplastarlo. Hoy mismo, Trump declaró en las noticias que pretende mandar soldados de asalto federales no sólo a Portland, sino también a Nueva York, Filadelfia y Chicago.5 Para justificar tal decisión, tiene que reconocer que una insurrección sucedió de hecho. Éstos son los dos lados en que nuestros adversarios se dividen, la cara de Jano del Estado al que hoy nos enfrentamos.
Es más, la rebelión muestra a los liberales lo que significa desfinanciar a la policía a medias, en vez de abolirla y destruirla por completo. Si alguien piensa que es suficiente emprender una serie de pequeñas medidas y arreglos rápidos, o que pueden reformar y preservar la policía como fuerza mientras simplemente la reducen, bueno, el resultado es lo que está pasando en Portland en este mismo momento. Que sea un ejemplo para los liberales. Por otra parte, quienes reconocen que realmente se produjo un cambio y ahora buscan pisotearlo suelen estar más alineados con las trayectorias y las políticas fascistas, porque suelen ser las mismas personas que sienten la necesidad de soñar y defender una especie de idea inmutable, eterna y trascendental de la ley, el orden y la supremacía blanca. Cualquier cosa que se desvíe del ideal, este lado fascista del orden buscará aniquilarlo. Por esta razón, se ve obligado a rechazar esas mismas reformas que los liberales intentan promulgar. Por ejemplo, ésta es la razón por la que Trump está tan molesto sobre el cambio de nombres en las bases militares. El problema en sí no importa en realidad, pero el tipo de poder que Trump representa no puede soportar tales cambios y, en cambio, busca aplastar y aplanar el acontecimiento en sí.
Sólo hay una forma de lidiar con esta ala fascista del Estado: ellos operan con violencia y nosotros regresamos con una violencia que es más potente. Sin embargo, en lo que respecta al otro lado, más reformista, que intenta negar el acontecimiento para incorporarlo a sus propios objetivos, tenemos que ser un poco más astutos en cómo los manejamos. Tenemos que ser engañosos, como el zorro de Maquiavelo. La honestidad no es su modo de operar. Siempre han tratado de negar lo que está ante nuestros ojos. El engaño y la subversión es como vamos a tener que enfrentarlos: tenemos que engañarlos dos veces.
Cuando se trata de estos dos lados del Estado, no quiero afirmar que ninguno de los dos sea más infame que el otro, sino simplemente que éstos son los dos lados con los que tenemos que lidiar y, en última instancia, derrotar.

 

2. Aunque encabezada por una vanguardia negra, esta rebelión mayoritariamente multiétnica logró superar espontáneamente las divisiones raciales codificadas. La contención de la revuelta tiene como objetivo restablecer estas rígidas líneas de separación y vigilar sus límites.

 

Para empezar, hay que decir que los antiguos esclavos africanos y sus antepasados han sido la vanguardia de todo en este país. No hay cultura en los Estados Unidos, en esta tierra baldía estadounidense, sin nosotros. No hay música clásica; hay jazz, y eso lo inventamos nosotros. Y además de eso, los Estados Unidos no tienen nada que ofrecer al mundo y nunca lo han hecho.
Sin embargo, utilicé el término vanguardia en un sentido más específico. No hubo líderes. No éramos líderes de la revuelta. Éramos la vanguardia que lo encabezó, lo pusimos en marcha, lo iniciamos. Lo que siguió fue una revuelta descabelladamente multiétnica, y los reformistas harán todo lo que está a su alcance para que esta verdad sea borrada. Si estabas en la calle, sabrás que viste gente de todo tipo. Cuerpos diferentes, figuras diferentes, géneros diferentes, todos se manifestaron juntos en las calles.
Se habla mucho sobre cómo acabar con el racismo, especialmente dentro de los círculos corporativos y académicos. Vimos cómo acabar con el racismo en las calles las primeras semanas después del asesinato de George Floyd.
Sólo después de que el levantamiento comenzó a ralentizarse y agotarse, los sepultureros y los vampiros de la revolución comenzaron a reinstalar las divisiones raciales e imponer un orden nuevo en la insurrección. La versión más sutil de esto proviene de los propios activistas. Nuestros peores enemigos siempre están más cerca de nosotros. Todos ustedes han estado en estas marchas, estas marchas ridículas, donde hay «gente blanca al frente, gente negra al centro»: ésta es simplemente otra forma de reimponer estas líneas de una forma más sofisticada. Lo que deberíamos apuntar es lo que vimos en los primeros días, cuando estos mismos límites comenzaron a disolverse.
El ejemplo más devastador de cómo las divisiones y las fronteras raciales se vuelven a imponer proviene del ejemplo de la pareja de Rayshard Brooks, Natalie White. Su situación ofrece el ejemplo más evidente de esta policía racial que hemos visto. White fue acusada por los llamados activistas «woke» de Twitter por su participación en las protestas de Atlanta por su pareja muerta. Eventualmente, la implicaron en la quema de un Wendy’s donde Rayshard fue asesinado. Depende de nosotros nunca reforzar este tipo de construcciones burguesas de culpa o inocencia. Ya sea que participó en la destrucción o no, no la juzgo de ninguna manera. Eso no depende de nosotros, nos solidarizamos sin importar nada. Pero me hago responsable, culpo a los bienhechores aspirantes, estos activistas «woke» de Twitter que implicaron a Natalie en lo ocurrido. Pongo la culpa únicamente en estos activistas, y Rayshard Brooks los culpa desde la tumba.
El orden define cuidadosamente colecciones de personas: éstas son las prerrogativas de los carceleros y la policía. Debemos recordar el ejemplo de John Brown, quien a menudo fue criticado por sus supuestos aliados y amigos por relacionarse con personas negras de una forma que consideraban inaceptable. Si se ve la forma en que John Brown se relacionaba con las personas negras en su época, se podría pensar que era criticado por relacionarse con las personas negras como seres humanos. Cada vez que cruzamos estas divisiones raciales y nos encontramos como seres humanos, es cuando seremos criticados, especialmente por las partes más avanzadas de la contrainsurgencia. John Brown fue fuertemente criticado por su defensa de las tácticas militantes, y Frederick Douglass fue uno de sus críticos más acérrimos de su defensa de la insurrección. Douglass cambió su posición más tarde, pero la historia probaría que Brown tenía razón: la única forma de abolir la esclavitud es mediante una insurrección violenta. La historia ahora lo ha redimido hasta cierto punto. Pero lo que quiero que pensemos es esto: si John Brown estuviera vivo hoy, ¿cómo sería? ¿Cómo se comportaría? John Brown estaría en la cárcel junto con Natalie White por cruzar esos límites.

 

3. Al evitar el núcleo libidinal mórbido de la supremacía blanca, la política de identidad, la interseccionalidad y los discursos del privilegio social componen el sector más sofisticado del dispositivo policial.

 

Todos hemos entrado en contacto con ella en algún momento, especialmente si llevamos algún tiempo involucrados en política. Todos sabemos que la política de identidad, esta charla sobre el «privilegio blanco» y lo que la gente llama «interseccionalidad», todo lo que hace es reforzar las divisiones raciales que estamos tratando de superar. Si en algún momento tuvo algún uso u objetivo, la insurrección lo ha reemplazada en este momento. Permítanme trabajar con estas ideas una por una.
Privilegio: creo que todos sabemos, o todos podemos admitir, o deberíamos admitir, que privilegio se ha convertido en un concepto puramente psicológico. Hay una larga historia sobre la noción de privilegio blanco. Se remonta a W. E. B. Du Bois, a Theodore Allen, a Noel Ignatiev, a Harry Haywood. Para cada uno de estos autores, lo que estaba en cuestión era un constructo teórico cuyo objetivo era incitar a los obreros blancos a hacer huelga junto a los obreros negros. De alguna manera, en los giros y vueltas de la política estadounidense, la noción se volvió psicológica, una forma de hacer que los blancos se sientan bien con su culpa. Si se mira, por ejemplo, el texto definitivo sobre el privilegio blanco de Peggy McIntosh, habla sobre el privilegio de poder masticar con la boca cerrada. Me importa un carajo masticar con la boca cerrada.6
En cuanto a la interseccionalidad: di una charla para Red May, así que no voy a profundizar demasiado en esto aquí, pero como John Clegg y yo tratamos de mostrar, las presuposiciones que sostiene la interseccionalidad se están volviendo empíricamente falsas.7 Lo que los datos empiezan a mostrar es que, por ejemplo, hay más mujeres negras guardias de prisión que las que van a prisión. Esto no desacredita la lucha y la situación difícil de las mujeres negras, pero como construcción, la interseccionalidad está mostrando sus límites. De hecho, hay más mujeres blancas encarceladas hoy que mujeres negras, por extraño que parezca. En cuanto a los hombres negros, todos sabemos que simplemente se sientan y permanecen en la cárcel.
Cualquier cosa que la interseccionalidad alguna vez quisiera hacer ya no es factible ni viable como guía para nosotros. En mi charla con Red May, sugiero que volvamos a las raíces del feminismo negro. Necesitamos categorías que entiendan la lucha feminista negra más allá de la opresión que el sistema les inflige. Cité el libro de Toni Cade Bambara titulado The Black Woman (1970). En su prefacio excelente, se niega a definir qué es una «mujer negra». No dice que una mujer negra sea la intersección de dos opresiones; no dice que las mujeres negras estén en los márgenes de dos sistemas diferentes de jerarquía. Más bien, lo que ella argumenta es que las mujeres negras son una posibilidad abierta para ser comprendidos más a través de su actividad revolucionaria. En lugar de la interseccionalidad como discurso de opresión sistémica, lo que tenemos que hacer es traer de vuelta la idea del feminismo negro como discurso de lucha.
Finalmente, al abrir esta definición de lo que son las mujeres negras y quiénes son, lo que Toni Cade Bambara decía: las mujeres negras no pueden ser atadas por ninguna identidad estática que se les imponga. Por supuesto que son algo más. Y si observamos la historia de los negros en este país, siempre somos algo más de lo que se nos ha echado encima.
Políticas de identidad, interseccionalidad y discurso de privilegios sociales: todos son modalidades de la policía.
Es más, y sobre todo, es que cada uno de estos discursos ignora la morbosa y aterradora política libidinal que sustenta la raza en este país. Se necesitó alguien tan valiente como James Baldwin para decir esto, y todos todavía tienen miedo de repetirlo. Si lees su fenomenal cuento corto, «Al encuentro del hombre»,8 puedes ver la dinámica del racismo en este país de manera grave. Para resumir brevemente la historia: comienza en el dormitorio de una pareja heterosexual blanca. El hombre blanco está luchando contra la impotencia. ¿Cómo supera su impotencia? Recuerda una época en la que, cuando era niño, lo llevaron a un linchamiento. En ese linchamiento, el cadáver no sólo fue mutilado, también fue mutilado sexualmente y le dieron los genitales. Una vez que recuerda que le entregaron los genitales, puede tener una erección.
Esto es algo profundo. A nadie le gusta hablar de eso. Pero éste es el núcleo del racismo que debemos alcanzar. Es más, creo que nadie quiere tocar esta parte del problema de la raza porque todos estamos implicados en él. Es obvio que los liberales blancos se divierten con videos de asesinatos de negros. Es aún más obvio que hay liberales negros que están más que felices de vender estos videos de muerte de personas negras para sus propios objetivos profesionales. Mientras no tengamos en cuenta estos impulsos libidinales dentro del racismo, no podremos explicar cómo y por qué Ahmaud Arbery fue asesinado. No tuvo nada que ver con la policía. Tenía que ver con lo que impulsa a la sociedad estadounidense como tal.

 

4. La insurrección no puede encerrarse en una categoría sociológica bien circunscrita. Al exceder necesariamente toda clasificación, es un remanente excluido que se desprende de todo lo que une a la tierra baldía estadounidense. En consecuencia, esta formación combatiente sólo puede definirse en términos de su movimiento y su desarrollo, como la que emergió durante las primeras semanas del levantamiento y que se disolverá al completarse por completo el proyecto revolucionario.

 

Como dije anteriormente, todos los tipos de personas imaginables participaron en la insurrección. Cualquier persona que haya participado lo puede confirmar. No hay ninguna categoría que pueda resumir todos los que estuvieron allí. Lo mejor que podemos decir es que lo que vimos fueron los excluidos inclusivamente, o la parte de los Estados Unidos que no tiene parte, y que no quiere tener nada que ver con este lugar. Sólo se puede concebir tal formación por su movimiento, fuera y contra el estado de cosas presente, que sólo se puede rastrear a través de su trayectoria: contra el Estado y el capital, contra la sociedad estadounidense. Lo que depende ahora de nosotros es fortalecer y profundizar esta organización espontánea, para que juntos logremos algo aún más terrible, aún más potente, que lo que vimos anoche. Algo para dividir la sociedad estadounidense por la mitad.

 

5. El así llamado liderazgo negro, entonces, no puede existir ni existe. Es una quimera que se encuentra exclusivamente en la imaginación de los blancos liberales.

 

Se escucha en todas partes. Lo escuché de todas las ciudades, de todos los amigos que me mandaron mensajes de texto. Si llamo a un amigo y le digo: «Oye, ¿qué pasó en Nueva Orleans?», o: «¿Qué pasó en Chicago?». Si hubo motines, si la gente se ponía en acción, nadie mencionaba un liderazgo negro. Si las cosas se detenían, si las cosas se atrofiaban, todo lo que escuchamos era sobre un liderazgo negro.
La cuestión es que nunca en mi vida he visto a un líder negro. ¿Por qué? Porque no existen. Si hay lideres negros, están muertos como Martin y Malcolm. Si vales algo, te matarán. Si hay lideres negros, están en la cárcel con Mumia y con Sundiata. Si hay lideres negros, están huyendo con Assata.
Sólo hay una categoría de personas que hablan de líderes negros, y los conocemos como liberales blancos. El liderazgo negro no es nada más que un invento y una alucinación que existe solamente en la imaginación de los liberales blancos. Lo extraño de esto es que, de algún modo, los liberales blancos tienen más contacto con los lideres negros del que yo he conocido en toda mi vida. Es como si un canal se extendiera desde los lideres negros directamente a la cabeza de los lideres blancos.
Se han propuesto razones de por qué la formación clásica del liderazgo negro ya no existe. Un argumento, que puede derivarse de muchos de los nuevos estudios sociológicos (hubo un gran informe sobre esto también en el New York Times) afirma que, para desarrollar un liderazgo hegemónico firme del tipo que vimos en el pasado, normalmente se requiere una clase media considerable. Pero si se consideran los datos de los últimos cuarenta años, la clase media negra ha estado bajo una amenaza constante. Con suerte continuará así, honestamente. Pero es muy difícil definir qué es exactamente la clase media negra. Si se dice que existe este grupo bien definido, y si se puede circunscribir este grupo bien definido, por lo general existen dentro de la comunidad blanca. Sólo para hablar un poco más personalmente de mi experiencia en Nueva York, me cuesta pensar en conocer alguna vez a una persona negra de clase media mientras crecía, o incluso escuchar su retórica y sus tonterías. Pero ya no es realmente una cosa.
¿Por qué el blanco liberal necesita alucinar e inventar un liderazgo negro para sí mismo? En última instancia, es porque los blancos adoran la propiedad. La propiedad goza de un prestigio especial en la vida estadounidense, tiene un tipo especial de santidad. Siempre recibimos estas llamadas al liderazgo negro de los liberales blancos cada vez que las ventanas empiezan a romperse. Hay una razón muy importante por la que la propiedad tiene este tipo particular de santidad en los Estados Unidos, como muchos historiadores están empezando a confirmar y argumentar.9 Durante la mayor parte de su historia, la propiedad más importante en los Estados Unidos fue la propiedad humana, encadenada con grilletes. Necesitamos convertir este argumento en un arma y decir que siempre que la propiedad está protegida, está protegida para fines de supremacía blanca. Si la propiedad es verdaderamente la búsqueda de la felicidad, en esa trifecta de la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad, la existencia de esa felicidad y propiedad se basa en la negación de la vida negra y la negación de la libertad negra. Entonces, la protección de la propiedad es algo que debemos atacar explícitamente.

 

6. La crisis actual se deriva de una contradicción que proviene de las dos caras de Jano de la gobernanza estadounidense posterior a la guerra fría: una inconsistencia entre las demandas del Estado imperial soberano y la seguridad biopolítica globalizada. Como resultado, el centro metropolitano ha empezado a experimentar una forma de caos y la inestabilidad que clásicamente ha confeccionado en la periferia colonial.

 

Esta dinámica describe la situación en la que vivimos hoy, y que nos hemos experimentado intensamente durante los últimos meses.
Por un lado, tenemos la soberanía estatal, la idea clásica del Estado. Siguiendo a Schmitt, pero aún más siguiendo a Agamben, la base paradójica del Estado resulta ser importante por la forma en que funciona. Para definirse, el Estado tiene que emplear medidas extralegales y extrajurídicas con el propósito de fundarse a sí mismo. Cada vez que el Estado se funda, debe salirse de la ley que busca crear. Lo que ocurrió clásicamente, y tenemos muchos ejemplos históricos de esto en los Estados Unidos, es que cada vez que hay una crisis, el Estado impone algún tipo de estado de excepción para crear el orden que necesita para reafirmarse.
Como vimos, por ejemplo, en la Guerra Civil de los Estados Unidos, en las dos Amenazas Rojas, y más recientemente en la guerra contra el terrorismo, el poder ejecutivo se ha movilizado continuamente fuera de sus parámetros y sus confines legales.
Vemos esto hoy especialmente con Trump. Trump usa y abusa de sus poderes ejecutivos, pero es mejor decir que está usándolos de la manera en que fueron destinados a ser usados. Lo que fue originalmente la provincia del poder legislativo ahora ha sido asumido por el propio Trump.
Este componente de la afirmación de los Estados Unidos también se ha mostrado en sus guerras exteriores. Lo que debemos tener en cuenta, y a esto regresaré, es que —y por alguna razón esta realidad ha sido minimizada en los últimos veinte o treinta años— los Estados Unidos es la única potencia imperial en el mundo y actúa agresivamente alrededor del mundo. Después de la caída de la Unión Soviética y la Guerra Fría, hemos visto a los Estados Unidos convertirse en la policía, o los soldados de asalto, del mundo entero. Éste es un lado de la gobernanza.
Es importante contrastar esto con otra forma de la gobernanza, normalmente llamada disciplina biopolítica o seguridad biopolítica. Esta última se diferencia de la aplicación de la ley que realiza el Estado clásico. En su lugar, designa a la gestión de las vidas. Si el Estado mata, la biopolítica se preocupa por la protección de esas vidas, para sus propios fines, por supuesto.
El régimen más reciente de control biopolítico se conoce como «seguridad». Lo que la «seguridad» hace es que permite que ocurra un acontecimiento, para luego gestionar ese acontecimiento. Estos acontecimientos son variados. Pueden ser algo así como las pandemias, como la pandemia de COVID-19 que atravesamos hoy; pueden ser hambrunas, o desastres como Katrina; y también pueden ser las insurrecciones como la que, con suerte, estamos fomentando ahora mismo. Lo que hace el Estado en estos casos es hacer un cálculo estadístico e intentar encontrar términos aceptables dentro de los que pueda permitir que ocurran acontecimientos tales como las pandemias, mientras los mantiene dentro de límites claramente circunscritos.
Además de la paradoja del Estado que vemos durante el estado de la excepción, también existe una rara paradoja biopolítica de preparación que experimentamos ahora mismo. La paradoja usualmente es así: después de un desastre —digamos, una pandemia o una hambruna— hay un impulso dentro del dispositivo de seguridad para empezar a prepararse para el próximo desastre que se avecina. Después del SARS en la década de 2000, hubo un gran impulso de preparación para la próxima pandemia que vendría. Este exceso de preparación se pone en segundo plano cuando sale a la luz que la próxima enfermedad no va a aparecer cuando esperamos que aparezca. El afamado antropólogo médico Andrew Lakoff llamó la atención sobre esta paradoja, que hemos vuelto a ver recientemente. Ha habido una preparación para las pandemias, pero la preparación se dejó de lado, de modo que cuando llegó la pandemia de COVID-19 todavía no estábamos preparados para ella. Estamos tratando a la vez con dos tipos diferentes de paradoja aquí: una que debe aventurarse fuera de sí misma para encontrarse a sí misma, y la otra un ciclo de preparación que constantemente genera falta de preparación.
Está el lado legal y el lado estadístico del Estado, el Estado nación en su forma clásica y esta operación más global de seguridad. Me gustaría argumentar que estas dos directivas están chocando entre sí y formando algún tipo de crisis.
Los medios legales para un fin han estado en un constante estado de crisis: Trump no puede hacer nada bien. Cualquier cosa que haga parece ser contraproducente, y no siempre parece ser lo peor. Trump, y su propia mente engañada, se ha convertido en un agente de la anarquía.10 Ahora, por supuesto, él no cree que lo sea. Depende de nosotros, cuando este caos reine, utilizarlo para nuestros propios fines. Lo que estoy diciendo es que necesitamos habitar este caos que el Estado se está infligiendo a sí mismo.
A diferencia de los liberales y reformistas, no estamos aquí para reafirmar y restablecer la ley y el orden. No estamos aquí para transformar a los Estados Unidos en un gran espacio seguro. Estamos aquí para hacer que el caos y el desorden sean más terribles de lo que han sido nunca.
Debemos hacer lo que los revolucionarios siempre han hecho: debemos hacer que la contradicción sea intolerable.

 

7. Como hicieron los esclavos rebeldes con los brotes periódicos de fiebre amarilla en Haití, hay un saber partisano oculto por descubrir en torno a la nueva pandemia de coronavirus que también puede ser explotado y convertido en arma contra el poder establecido.

 

En el mejor libro del Partido Imaginario, titulado A nuestros amigos,11 los autores mencionan un folleto publicado por el Centros para el Control y Prevención de Enfermedades de los Estados Unidos (CDC) en 2012 sobre el tema de la preparación para desastres.12 Los tiqqunistas estadounidenses tienden a no mencionarlo. Para hacer que la preparación para desastres sea pertinente y moderna para los jóvenes, el CDC invoca el ejemplo de la preparación para un apocalipsis zombi. Su argumento básico era que, si la gente puede prepararse para un apocalipsis zombi, será capaz de prepararse para un desastre natural como una inundación, una tormenta, una pandemia o incluso una insurrección.
El Comité Invisible argumenta en su libro que este miedo a los zombis tiene una larga y racializada historia, ligada en términos nada inciertos al miedo hacia el proletariado negro. Y la otra cara de este miedo que no se quiere mencionado, que se niega a ser mencionado o es reprimido, reside en la paranoia de la clase media blanca sobre su propia inutilidad.
Si miramos atrás en la historia de los zombis, la figura del zombi apareció dentro del vudú utilizado durante la Revolución haitiana. Hubo una persona llamada Jean Zombi que terminó tomando el nombre porque participó en la masacre de los dueños de esclavos. Lo que creo que es particularmente instructivo para nuestros propósitos de hoy es que los insurrectos haitianos eran perfectamente conscientes de que podían utilizar la pandemia de la fiebre amarilla contra sus antiguos amos y contra el ejército, ya sea el ejército de Napoleón o el partido del orden en general. Los insurrectos esperaron hasta que se produjo el brote de fiebre amarilla. Sabían que el ejército de sus antiguos amos de esclavos sería devorado por la pandemia, y también sabían que habían creado una inmunidad a esa pandemia. Así que esperaron hasta que el ejército fue diezmado por la fiebre amarilla, y entonces lanzaron sus ataques de guerrilla.
Lo que estoy argumentando aquí es algo muy similar. Todos sabemos que los negros y los morenos fueron afectados desproporcionadamente por la pandemia de COVID. Éste es un problema médico. Pero es mucho más que un mero problema médico-científico, es un problema político. Debemos rechazar el tipo de política liberal sanitizada de seguridad que teme a la pandemia, que es en gran medida un discurso sanitario en torno a los cubrebocas, el distanciamiento, etc. Sé que ahora es un problema político. Pero, por otro lado, no estoy defendiendo las ideas de los teóricos de la conspiración de la derecha de que la pandemia no existe, o de que es sólo una gripe, etc. Lo que propongo aquí es que desarrollemos una especie de saber partisano —nuestro propio saber sobre la pandemia— para explotar la pandemia para nuestro propio bien, y para usar el conocimiento de la pandemia como un arma contra nuestros enemigos.

 

8. La insurrección implica una coordinación precisa desde dentro de la constelación de disturbios: la organización paradójica del desorden más allá de cualquier medida de control. Como corresponde, el problema de la insurrección tiene dimensiones sociales y técnicas a partes iguales.

 

Lo que estoy defendiendo es un ordenamiento paradójico del desorden, una «Konfusión Organizada» (Organized Konfusion, para quienes recuerdan el grupo de rap). Para ello, debemos leer sobre tácticas: debemos investigar qué fue exactamente destrozado; qué fue exactamente saqueado; y cómo y por qué las ocupaciones fueron efectivas o ineficaces. Debemos pensar estratégicamente en el caos que infligimos en las calles.
Es más, también necesitamos anticipar nuevas formas de tácticas, luchas y estrategias que surgirán, para intensificar estas luchas y tácticas. Podemos anticipar que las ocupaciones y las huelgas de renta se producirán en un futuro próximo debido a la amenaza inminente de desalojo que se está produciendo en todas nuestras ciudades fuertemente gentrificadas. Pero creo que necesitamos ir más allá de estas luchas defensivas y ser más creativos e iniciar tácticas que vayan a la ofensiva. De hecho, lo que estoy defendiendo aquí es emplear todo el arsenal de estrategias y tácticas proletarias, desde motines hasta huelgas y bloqueos.
Pero tenemos que ser creativos en nuestras tácticas y estrategias. Como hemos visto en los recientes hackeos de Twitter, éstos son igual de importantes. Lo que es importante es que seamos creativos en la forma de desplegar estas estrategias y tácticas.
¿Cuál es el equivalente moderno de la central telefónica de Barcelona que se peleó tan salvajemente durante los días de mayo de 1937? ¿Cuál es el equivalente moderno de la línea de ferrocarril de San Petersburgo por la que los trabajadores insurrectos lucharon tan duramente en la Rusia revolucionaria? Tenemos un problema único, ya que vivimos en un país enorme. Tenemos que encontrar formas creativas de romper esta distancia y utilizarla para nuestros propios fines, es decir, como medios puros.

 

9. Materializar el espectro omnipresente de una segunda guerra civil, más balcanizada, fragmentando los fragmentos de un imperio en ruinas.

 

Al menos desde que Trump fue elegido y asumió el cargo, el arquetipo de la guerra civil se ha cernido sobre este país. Hay razones históricas para esto. Dado que la Guerra Civil Estadounidense fue para algunos la experiencia más traumática que este país ha sufrido colectivamente, y para otros la más liberadora, se erige como una figura que se recuerda continuamente dentro del imaginario colectivo. Pero, creo que también hay razones estructurales. La operación fundamental del Estado funciona al evitar la omnipresente amenaza de una guerra civil. El Estado como tal puede ser considerado como aquello que bloquea e inhibe la guerra civil. Lo que es único en este país es nuestra singular tradición emancipadora, que a su vez está ligada a nuestra comprensión de la guerra civil.
Por lo demás, citaré aquí la excelente autobiografía de Kenneth Rexroth, en la que explica que los abolicionistas radicales que participaron en la Guerra Civil dieron origen a los niños que se convirtieron en la primera era del movimiento obrero socialista, anarquista y comunista estadounidense.13 Pero creo que el mejor ejemplo viene del libro clásico de Du Bois, Black Reconstruction.14 Fue la huelga general proletaria de los ex esclavos la que realmente puso el último clavo en el ataúd de la esclavitud. Es precisamente este linaje de una guerra civil emancipadora, liberadora, pero no obstante violenta, la que necesita ser actualizada para su segunda venida. Otro precedente importante es la tesis del «Cinturón negro» de Harry Haywood. Como miembro del comité central del Partido Comunista de los Estados Unidos de América, Haywood sostuvo que la revolución en los Estados Unidos implicaría un Estado negro independiente en el sur. Creo que esto ya no es factible, pero creo que a lo que él se aferraba, y trataba de hacer frente, era al problema de la revolución en un país que es simplemente masivo.
La revolución aquí presenta un problema de gran escala para nosotros. Esto es, creo, por lo que Haywood abogó por la ruptura de los Estados Unidos. No tenemos ningún precedente histórico de una revolución en un Estado tan grande, industrializado y moderno, así que tenemos un problema único con el que lidiar.
No sé exactamente cómo se ve esto. Lo que es cierto es que este país ya está empezando a romperse y fracturarse, y depende de nosotros romperlo y fracturarlo aún más, en tantos pedazos que no se puedan volver a unir nunca más.
La revolución, aquí más que en cualquier otro lugar, implicará la desordenada tarea de la división. Aquí también tenemos un problema único, ya que debemos evitar el nacionalismo bastante agresivo, feo y peligroso que se produjo en otros casos de guerra civil que hemos visto en los últimos cuarenta años. No abogo por otra serie de guerras yugoslavas, ni por lo que ha ocurrido en Siria. Sin embargo, debemos aprovechar la guerra civil como una potencia emancipadora y liberadora. El objetivo fundamental es separar a los Estados Unidos en una constelación de comunas federadas.

 

10. El cumplimiento del proyecto revolucionario es, en última instancia, una obligación ética ineludible que cada uno de nosotros tiene con los muertos y los explotados.

 

A riesgo de parecer ingenuo, creo sinceramente que los motines que todos hemos presenciado, y espero que participado, este verano han abierto la ventana a la insurrección e incluso a una revolución en toda regla. Es posible que esté calculando mal las potencialidades que han surgido. Aun así, es totalmente imposible que alguien haya participado en el actual levantamiento sin tener el núcleo fundamental de su ser cambiado inalterablemente. En cuanto a mí, y sé que para muchos de ustedes, sentimos la revolución profundamente dentro de nuestras almas, y cambia nuestra propia perspectiva, el enfoque de cómo vivimos nuestras vidas. Todo el cinismo dominante, todo el autointerés racional, todo el nihilismo, todo lo que es constitutivo del típico ciudadano estadounidense está siendo lentamente desgastado por la insurrección y el levantamiento.
Lo que esto nos muestra es que la revolución está verdaderamente más allá de nosotros, verdaderamente más allá de todos y cada uno de nosotros aquí. Supera todas las fronteras que ha levantado el individualismo estadounidense. Nos obliga a mirar finalmente más allá de nosotros mismos y reconocer que los Estados Unidos han causado estragos como potencia imperial en todo el mundo durante un siglo.
Y la lucha no es sólo por los vivos, sino también por los muertos. Le debemos la revolución a los millones de esclavos que nunca conocieron un segundo de libertad. Lo que la larga lista de mártires que han caído durante este levantamiento merece de nosotros no es otra cosa que el cumplimiento de la revolución.
Pasolini escribió un ensayo sobre un viaje a los Estados Unidos. Lo que realmente lo atrajo fue una de las frases que ya nadie dice pero que fue una gran parte del movimiento por los derechos civiles: «Tenemos que arrojar nuestro cuerpo en la lucha».15
Los muertos de la lucha gritan por venganza, y debemos vengar sus muertes. Como dijo Benjamin: «ni siquiera los muertos estarán seguros si el enemigo vence».16 Esta noche es la noche para empezar a ajustar cuentas de una vez por todas, para terminar su reinado victorioso sobre el mundo, y para permitir que los muertos descansen finalmente.

 



8 https://hayvidaenmarte.wordpress.com/2020/07/05/al-encuentro-del-hombre/.
10 Véase Marten Bjork, “Phase two – the reproduction of this life.” https://www.tillfallighet.org/tillfallighetsskrivande/phase-two-the-reproduction-of-this-life
11 https://tiqqunim.blogspot.com/2015/12/a-nuestros-amigos.html
15 Pasolini, Saggi sulla política e sulla società.