Ningún varón nace soldado
La construcción del varón soldado y la construcción de la mujer como la no-guerra comienza desde la lactancia. Ambos roles, soldado y no-guerra, son necesarios para que el sistema que hace posible la guerra funcione.
La guerra es cosa de hombres
Desde tiempos ancestrales la guerra como actividad masculina es tan parte del sentido común como la que establece que sean las mujeres las encargadas del trabajo doméstico: “23 millones de soldados sirven en ejércitos estables y uniformados; de ellos, 97% son varones; en sólo seis de los casi 200 estados del mundo, las mujeres forman más del 5% de las fuerzas armadas. Y la mayoría de esas mujeres ocupan roles tradicionales femeninos tales como los de oficinista y enfermera. Las fuerzas designadas de combate en los ejércitos estatales incluyen varios millones de soldados, de los cuales 99.9% son varones. Es decir, las fuerzas de combate en la actualidad excluyen a las mujeres de manera casi total.” (Moreno, 2002, p. 81)
Una división del trabajo tan obvia y evidente pero… ¿por qué?
La visión de que el varón es violento como una extensión de una sexualidad masculina violenta o que el varón no puede dar a luz y por eso mata deben ser descartadas: “existe evidencia histórica documentada de la participación de mujeres en la guerra en el rol de combatientes” (Moreno, 2002, p. 81). Como afirma el feminismo liberal, las mujeres han podido desempeñarse eficientemente como soldados, y las pocas veces en la historia que lo han hecho demuestran que su efectividad militar es posible.
Las mujeres en el frente
El Ejército Rojo
El ejemplo más importante de la participación femenina en combate es la Unión Soviética durante la segunda guerra mundial. En 1941, la situación era desesperante. Invadida por la Alemania nazi, con millones de bajas y parte de su territorio en ruinas, los soviéticos movilizaron todos los recursos disponibles y cientos de miles de mujeres participaron en el ejército soviético.
Según las cifras oficiales* alrededor de 800.000 mujeres de entre 17 a 20 años participaron en el Ejército Rojo y otras 200.000 eran partisanas. Sobre 12 millones de soldados, el 8% eran mujeres. De esas 800.000, 500.000 sirvieron en el frente. Pero la mayoría de las mujeres no sirvió en combate directo, sino que se concentró en labores de apoyo médico en el frente, baterías antiaéreas y guerrillas. Incluso si las estimaciones oficiales no exageraran ni mezclaran datos con narrativa heroica, las mujeres combatientes fueron menos del 1%.
(* Es muy difícil separar datos de propaganda en el régimen estalinista)
No obstante, cientos de miles de mujeres participaron en el esfuerzo de la guerra, probablemente la cifra más alta en la historia moderna. La evidencia indica que en el frente ruso, las mujeres pelearon tan bien como los hombres.
Pero, tan pronto como las circunstancias lo permitieron, las unidades femeninas fueron desbandadas y el Ejército Rojo volvió a ser exclusivamente masculino.
El caso soviético deja ver que la presencia de mujeres incrementa la capacidad militar de un estado, pero también cuán extrema debe ser la amenaza a una sociedad antes de que mande mujeres a combatir, porque incluso en extremos similares de desesperación, la mayoría de las sociedades prefiere no movilizarlas.*
(* ver “La mujer en la maquinaria racial Nazi” en este mismo documento)
La mujer en la guerrilla
En la guerrilla la integración de mujeres no es rara y han participado en combate con buenos resultados. Pero cuando sus fuerzas llegan al poder y se convierten en ejércitos regulares, las mujeres son excluidas. Evidentemente esta exclusión no está basada en su falta de habilidad como soldadas.
- En Italia, durante la segunda guerra mundial hubo 35.000 partisanas de las cuales 650 murieron en combate.
- En Yugoslavia, durante la resistencia masiva a la ocupación nazi, en el Ejército de Liberación Nacional la mayoría de las mujeres trabajaron en roles de apoyo tradicionalmente femeninos. Sin embargo, 100.000 de sus soldados (un poco más del 10%) fueron mujeres.
- En Nicaragua, entre los sandinistas había cerca de un tercio de mujeres en el frente militar. Después de la victoria fueron desmovilizadas y una minoría de las mujeres ubicadas en batallones femeninos. (Moreno, 2002, p. 85)
“Cuando las mujeres han tenido que combatir, por lo general se han desempeñado tan bien como la mayoría de los varones; en los papeles de apoyo, tienen pocos problemas para adaptarse a las organizaciones militares; también pueden pelear y pueden matar. Sin embargo, cuando mujeres excepcionales han querido ir a la guerra, han tenido que superar la testaruda resistencia de los hombres o adoptar un disfraz masculino.
El sistema de la guerra excluye a las mujeres de los roles en que tendrían que matar, excepto en las emergencias más duras, como cuando tienen que defender a sus hijos y hogares. Esto no necesariamente las protege, pues se han enfrentado a grandes peligros en el campo de batalla; lo que no comparten con los hombres que las rodean es la tarea de matar agresivamente.” (Moreno, 2002, p. 87 — subraya propio)
Patriarcado y genocidio
La mujer en la maquinaria racial Nazi
Al igua que la URSS, la Alemania Nazi tambien se vio desesperada en la segunda Guerra mundial. “Los factores clave que permitieron que las mujeres soviéticas combatieran fueron la desesperación, la total militarización de la sociedad y una ideología que promovía la participación de las mujeres en roles que no eran tradicionalmente femeninos. La Alemania nazi estaba igualmente militarizada y llegó a estar desesperada, pero una ideología radicalmente diferente prohibió armar a las mujeres.”* (Moreno, 2002, p. 84)
(* Mientras Hitler se oponía a la militarización de la mujer, otros líderes, como Goebels, eran partidarios del esfuerzo total de guerra)
Alemania se enfrentó con una escasez crónica de hombres para la guerra tan aguda que tuvo que enviar varones de 15 años al frente. Pero la ideología nazi promovía una rígida división de género. La Alemania nazi utilizó el trabajo de las mujeres para permitir que los varones se dedicaran a la guerra, pero ellas siempre estuvieron lejos del combate. Ni siquiera a las mujeres con uniforme, con rango y bajo disciplina militar, fueron entrenadas en el uso de armamento ni se les permitió estar armadas y disparar bajo ninguna circunstancia.
El partido nazi era profundamente machista y desde 1921 una resolución interna excluía a las mujeres de la estructura dirigente y el movimiento de igualdad de derechos era calificado como una “reivindicación marxista”. Desde la llegada al poder del nazismo se trató de eliminar todos los puestos femeninos en el estado pues la tarea de la mujer alemana era criar hijos alemanes para un proyecto de expansión racial. Elevar la tasa de natalidad era política de estado: Las madres que tenían más de cuatro hijos (sanos y arios) recibían la Cruz de Honor en una ceremonia pública.*
(* En un discurso en 1936 ante la Asociación de Mujeres del Partido Nazi, Hitler proclamó que una madre de cinco, seis o siete niños sanos y bien educados hacía más por el régimen que una abogada)
Aún así, en los años 1920–30 hubo en Alemania una explosión de nuevos empleos femeninos: secretarias, telefonistas, enfermeras, maestras, que generó una nueva mujer joven que buscaba un lugar en nuevas y modernas profesiones que la alejaran de la vida campesina. Para muchas jóvenes el partido, el estado, los territorios nuevos ganados en europa del este significaban ascenso social.
¿Cuál fue la división de trabajo en la maquinaria racial nazi y que rol tocó al género femenino?
- El rol de educadora correspondía a docentes y enfermeras*. Muchas fueron asignadas a las zonas ocupadas para germanizar población anexada, es decir, educar niños que aprobaban el estándar ario y cuyos padres habían sido ejecutados por los SS.
(* Educaban en la “higiene racial”) - Secretarias y telefonistas también viajaron a las zonas ocupadas, siendo parte del aparato burocrático de exterminio.
- El aumento de presas requirió un aumento de guardianas, que se reclutaban entre miembros de la Asociación de Mujeres del Partido Nazi. También hubo que desplegar equipos médicos femeninos en los campos de concentración. Al menos 35.000 mujeres recibieron formación para ser guardianas de campos de concentración y fueron tan sanguinarias e impiadosas como los varones.
Genocidas femeninas. La excepción que confirma la regla
- Las esposas de los SS destinados a la Europa del este ocupada viajaban a vivir con sus maridos, o se formaban matrimonios con secretarias y telefonistas que se conocían en la zonas ocupadas. Ellas estaban fuera del sistema de terror de los campos, prisiones y de batalla y no se esperaba que las mujeres tuvieran que ser violentas o matar.
Sin embargo, el horror no podía separarse de la vida cotidiana. Hubo casos donde el oficial superior de una zona prohibía a las mujeres acompañar a sus parejas al campo de concentración u operativos, como preservándolas de una ingrata tarea de varones. Es que las esposas y novias se comprometieron con sus parejas en la tarea de la limpieza racial, a veces sirviendo café a sus hombres en medio de las matanzas, a veces con la participación lisa y llana apretando el gatillo.
Fueron una excepción que confirmaban la regla: No se los exigía nadie. Pertenecer al aparato de exterminio era vivír en casas burguesas o pequeñas mansiones expropiadas, comprar artículos de lujo a precios de remate a judíos desesperados, poseer servidumbre y poder politico (y militar) real sobre el territorio ocupado. Lo hicieron como parte de un proyecto de pareja, de ascenso social, dentro del régimen
La otra excepción que también confirma la lógica patriarcal es que estas asesinas en su gran mayoría no fueron condenadas. A diferencia de sus maridos, en las mesas de interrogatorio sovieticas o americanas estas mujeres simplemente lloraban jurando nunca haber hecho ni haberse enterado de nada.
La verdadera división del trabajo en el genocidio nazi:
¿Cuando el régimen nazi daba a las mujeres la orden de matar y como?
- “La principal asesina en masa nazi no fue la guardiana del campo de concentración sino la enfermera. De todas las profesionales, la más letal era ella. Las operaciones de exterminio planificado no empezaron ni en las cámaras de gas de Auschwitz-Birkenau ni en los escenarios de las matanzas en Ucrania, sino en los hospitales del Reich. Los primeros métodos fueron el barbitúrico, la aguja hipodérmica y la inanición. Las primeras víctimas fueron los niños. Durante la guerra, las enfermeras aplicaron sobredosis de barbitúricos, inyecciones letales de morfina y les negaron bebida y comida a niños con malformaciones y a adolescentes impedidos.” (Lower, 2013, p. 129)
Estas profesionales llegaron a matar a más de doscientas mil personas en Alemania, Austria, los territorios de Polonia y Checoslovaquia. Cerca de cuatrocientas instituciones sanitarias se convirtieron en centros de examen y selección racial, crueles experimentos, esterilizaciones en masa y muertes por inanición o envenenamiento. (Lower, 2013, p. 130)
Aquí también está implícita la división de trabajo patriarcal de a quien le corresponde los trabajos de cuidado, y por supuesto, quien se encarga de los niños. Mientras el varón mata apretando un gatillo, una silenciosa inyección, clandestina, para una muerte que será registrada como “causas naturales”, un asesinato sin la épica y sin la gloria masculina es la tarea femenina en la Alemania nazi.
Varones y mujeres en el genocidio armenio
El patriarcado también es el ordenador de la violencia en el genocidio armenio.
A mediados de 1915 el estado turco expulsa de sus viviendas a la totalidad de la población armenia, desde ancianos a niños lactantes. Serán deportados en campos de concentración donde las mujeres, ancianos y niños fueron separados de los varones adultos. Luego los varones fueron asesinados con armas blancas, fusilados o desbarrancados atados desde montes a ríos. A las mujeres, niños y ancianos se les sometió a marchas forzadas por el desierto sin alimento ni agua. Mujeres jóvenes y niñas fueron sometidas a violaciones sexuales permanentes y reiteradas, algunos niños fueron vendidos.
¿Por qué el estado turco simplemente no asesinó a todos? Puestos a masacrar, ¿qué necesidad había de, primero dejar indefensa a la población matando a los varones, y luego someter a los “débiles” a una larga agonía de hambre y sed en el desierto?
En la antiguedad la guerra comprendía un modo de genocidio sobre el vencido, muy común en las guerras del Medio Oriente y Grecia. Se feminizaba, literalmente, a la población conquistada con la ejecución de los prisioneros varones, la violación de las mujeres y la esclavización de mujeres y niños. ¿Acaso el estado turco intentó esta tradicional práctica, pero luego no pudo sostener social, política o incluso logísticamente la esclavización de mujeres y niños? Lo cierto es que a los no ejecutados se los condenó a la muerte en el desierto.
Otros genocidios
Esta misma feminización genocida se repite en 1995. Después de conquistar el pueblo de Srebrenica en Bosnia, las fuerzas serbias juntaron a todos los hombres y muchachos (7.000 varones), los ejecutaron y los enterraron en fosas masivas. A las mujeres y niños las subieron en autobuses y las deportaron a un territorio controlado por los serbios.
Otra manera de feminizar a los enemigos conquistados consistía en castrar a los varones prisioneros, práctica muy extendida en el mundo antiguo entre los ejércitos chinos, persas, y egipcios.*
(* La castración sobrevive en el inconsciente de los soldados en la actualidad, que muestran un extendido temor a la misma. Después de las guerras, las heridas sexuales se convierten en un tema común de la literatura — Moreno, 2002, p. 108)
La violación en la guerra
Con el ordenamiento patriarcal de la guerra y la concepción de los cuerpos femeninos como botín de guerra, la violación de mujeres parece ser un agregado “normal” de la guerra, hasta no hace mucho invisibilizado dentro de las calamidades cotidianas de un conflicto bélico.
La violación de guerra puede ocurrir sin otras atrocidades, y las atrocidades también pueden ocurrir sin que haya violaciones. La violación no se relaciona con el deseo sexual y no tiene nada que ver con la presencia de prostitutas u otras mujeres disponibles para la tropa. La violación suele estar porque es un crimen de dominación y la guerra precisamente se trata de la dominación.
La libido de los soldados sufre una fuerte baja durante el combate. Aun así la sexualidad de la tropa es un problema logístico mayúsculo para el alto mando de un ejército movilizado. Movilizar prostitutas, novias y esposas es costoso e inseguro, las prostitutas locales traen enfermedades y filtraciones de información a la inteligencia enemiga, habilitar violaciones trae indisciplina en la propia tropa y el lógico resentimiento de la población local. (Moreno, 2002, p. 107)
Los ejércitos violan a las mujeres para humillar a los varones del ejército contrario. Una mujer violada es una propiedad devaluada y es la marca de la derrota para varones que han fracasado en la tarea de protegerlas. Proviene de diferentes motivaciones específicas en diferentes guerras: Fue la venganza para los soldados rusos en Berlín en 1945 por las atrocidades cometidas por los alemanes, o la frustración de los soldados estadounidenses en Vietnam.
La violación como arma de guerra
Un nuevo estilo de hacer la guerra a menudo utiliza el asalto sexual como táctica para aterrorizar y humillar a la población civil. Esta afrenta ocurre en Bosnia, juega un papel en el genocidio en Ruanda y en la supresión de la resistencia en Haití. “Otros informes recientes provienen de Liberia, Sierra Leona, Burundi, Uganda, Argelia, Indonesia, Cachemira y Burma.” (Moreno, 2002)
Fue la limpieza étnica en Bosnia, matando hombres y violando a las mujeres. Y fue una limpieza étnica contra los pueblos originarios en “Perú y Guatemala durante las guerras civiles de los años ochenta y noventa por ejércitos involucrados en una política arrasadora en contra de la insurgencia. En ambos países, los indígenas sufrieron las peores atrocidades, incluyendo las violaciones extensamente documentada”. (Franco, 2008)
Aunque en perú la guerrilla cometió violaciones como castigo a cónyuges de presuntos informantes o reclutamiento forzoso de mujeres para acompañar a la tropa, fueron la policía y el ejército los que usaron la violación (con frecuencia seguida de la ejecución) de manera sistemática como forma de tortura. “De los estimados 69,000 muertos en Perú, 75% fueron personas indígenas, tanto de las tierras altas, como de la cuenca del Amazonas. En Guatemala, la mayoría de los 30,000 muertos eran mayas. A pesar de que no se puede saber con exactitud cuántas violaciones se cometieron en las guerras,” (las respectivas) “Comisiones de Verdad reconocieron que la mayor parte de las mujeres violadas eran indígenas: 88.7% en Guatemala y 75% en Perú eran hablantes del quechua. La Comisión de Guatemala documentó 1.465 casos, pero estimó que la cifra pudo haber estado cercana a 9.411, un estimado que no puede asegurarse por la renuencia de muchas mujeres a admitir que fueron violadas, mientras que muchas otras, como remarcó la comisión de la verdad peruana, ‘murieron como resultado de la tortura, de modo que es difícil recuperar sus historias directamente’”*
(* Para Perú, Informe: 276. Guatemala. Memoria del silencio, vol 3, sección xii: “Violencia sexual contra la mujer”, pp. 22–3. extraído de Franco, 2008, pp. 18)
“hubo incidentes más siniestros de violación durante las masacres de aldeas enteras de los habitantes hablantes del quechua, porque se sospechaba que apoyaban a sendero luminoso, o porque habían sido ocupadas por el recientemente. En estos lugares, primero se mataba a los hombres, y las viudas eran violadas y luego ejecutadas.” (Franco, 2008)
Violación a varones como acto de guerra
Las organizaciones de derechos humanos están denunciando en Libia la violación sistemática de varones. El objetivo es la destrucción psíquica de estos ya que en los países islamistas, como Libia, los hombres ocupan la mayor parte del espacio público y la violación sirve de herramienta de aniquilación. Esos hombres literalmente desaparecen de la sociedad. La única manera de acceder a esos testimonios es a través de los médicos. La violencia ha sido tal que estos hombres, que fueron violados en prisiones clandestinas durante cuatro o cinco años, no pueden caminar o desarrollan incontinencia. “Apenas consigues hacerles hablar, sin que jamás reconozcan formalmente lo sucedido, ni pronuncien la palabra violación, que ya empiezan a retractarse y en la mayoría de los casos se esfuman de un día para el otro” (Mascia, 2018)
Pero esta excepción también confirma la regla. Los varones no son violados por la tropa, son obligados a violarse entre ellos o a sí mismos mediante palos atados a la pared. (Allegra, 2017)
El sistema que permite hacer la guerra
El varón guerrero y la mujer no-guerra
El varón guerrero es una construcción patriarcal. “La vergüenza es la gasolina que pone en marcha el proceso de convertir a alguien en un hombre. Los varones que no pasan la prueba de la hombría son avergonzados públicamente, humillados, y se convierten en un ejemplo negativo para los demás. Las mujeres suelen ser participantes activas en la tarea de avergonzar a los hombres para obligarlos a que vayan a la guerra.”(Moreno, 2002, p. 105) La construcción del varón para la guerra comienza en la crianza diferenciada desde la más tierna infancia.
Incluso la construcción de la mujer como la no-guerra es una parte importante del “sistema de guerra”*, porque cuando se define quien no va a la guerra, por oposición queda claro quién si va a la guerra. El patriarcado asegura la participación de la mujer en el “sistema de guerra” al encarnar la no-guerra. Así le da al varón una razón para ir a la guerra (proteger la no-guerra) y un lugar de no-guerra donde volver: sea la madre, la esposa, la novia, la enfermera o la puta.
(* H. Moreno denomina “Sistema de Guerra” al sistema que hace posible que la guerra exista — Moreno, 2002)
La superioridad física no indica quien va a la guerra
Se cree vulgarmente que es la superioridad física masculina lo que lo hace soldado, pero si así fuera deberían ir los seres humanos más fuertes de ambos sexos, y los varones más débiles permanecerían tras las líneas.
El ser humano es una especia con un bajo dimorfismo sexual*, es decir, una especie con poca diferencia física entre el macho y la hembra. Las mujeres son de menor estatura que los varones en promedio, pero las mujeres altas son más altas que los hombres más bajos.
(* En ese aspecto somos semejantes a los gatos, a los perros y a los caballos, cuyas características sexuales distintivas no son muy notables. Otras especies donde el dimorfismo sexual es notabilísimo son, por ejemplo, la de los gorilas, donde todos los machos son de mucho mayor tamaño que todas las hembras.)
Tal vez estos caracteres sexuales tan poco contrastantes nos obliga como especie a maximizar las diferencias con artificios, sean la vestimenta o la cirugía.
Esta pequeña diferencia biológica también puede aumentarse con distinta alimentación y modos de vida: La gran mayoría de las culturas diferencia la alimentación, los juegos y deportes desde la niñez según el género.
La idea de que la guerra las gana el bando en que hay soldados más grandes y fuertes de hecho no alcanza apoyo empírico; La estrategia, la disciplina, el espíritu de lucha, la inteligencia y (especialmente) la calidad del armamento es lo que determina la victoria.
Los privilegios masculinos
El uniforme militar está diseñado para ser lucido ante la mujer, pues son los varones los que obtienen prestigio por ir a la guerra. Las estadísticas del porcentaje de varones muertos en la guerra se disparan: el prestigio se paga caro. “algunos escritores han afirmado que los civiles, especialmente las mujeres y los niños, son las principales víctimas de la guerra. Sin embargo, según el Comité Internacional de la Cruz Roja, resulta difícil, sino imposible, sostener estas afirmaciones. Los datos con que cuenta este organismo sugieren que los varones son las principales víctimas de la guerra (y de otras formas de violencia). Aunque las mujeres no son inmunes a los horrores de la guerra, muchos más hombres han muerto en ella.” (Moreno, 2002, p. 103)
Cualquiera que sea la proporción de víctimas hombres o mujeres en diferentes guerras, hay una cosa clara: ni las mujeres ni los varones se benefician de la guerra a expensas del otro sexo. Las mujeres no salen ganando cuando los hombres tienen que protegerlas, ni los hombres salen ganando cuando se van a guerrear mientras las mujeres se quedan a sostener la guerra con su sexualidad y su trabajo. Todos pierden en la guerra, aunque pierden de diferente manera.
En la guerra, al varón le toca morir, a la mujer ser violada. El gran privilegio masculino es el prestigio de sufrir este mandato patriarcal*. Las heridas de guerra son medallas (literalmente el uniforme se marca con una insignia por cada herida en combate) y los caídos reciben monumentos a su sacrificio. Las mujeres violadas son mujeres mancilladas que ocultan su vergüenza. No hay monumento a las mujeres violadas en la guerra**. En una familia se cuenta del abuelo que peleó o murió en la guerra, pero una abuela que fue violada en la guerra no es parte del relato familiar.
(* El mismo esquema se repite con otros “privilegios patriarcales” para los varones. Los riesgos laborales, la violencia social y el porcentaje de muertes violentas son marcas de prestigio en el código de machos.)
(** En este sentido, la violación de varones en Libia es parte de la decadencia patriarcal. Esos varones tienen el derecho patriarcal al prestigio de sufrir la guerra en vez de esconder avergonzadamente sus vejaciones. Su martirio es parte del debilitamiento de las leyes del patriarcado, podríamos describirla como una acción antipatriarcal reaccionaria.)
Conclusiones
- La guerra, (como muchas otras cosas), se articula en clave patriarcal. Al varón le corresponde matar y morir, a la mujer sostener moralmente la guerra y ser violada.
- Cuando la mujer recibe la tarea de matar, esa tarea será rutinaria, sin épica, y estará ligada a su especialización patriarcal: La mujer mata en una forma patriarcalmente femenina.
- La construcción del varón guerrero empieza en la más tierna infancia.
- La construcción de la mujer como negación de la guerra es el complemento del varón guerrero, y ayuda a que el sistema de guerra funcione.
- La violacion de las mujeres tiene como objetivo humillar a los varones que debían protegerlas.
- El varón recibe prestigio social por la opresión patriarcal que le corresponde.
- La mujer recibe humillación por la opresión patriarcal que le corresponde.
- La decadencia del patriarcado implica casos de opresión humillante para varones y prestigio por opresión para mujeres.
Bibliografía
Allegra, C. (2017, November 12). La violación masculina, arma de guerra generalizada en una Libia sin ley. Eldiario.es. Extraído de https://www.eldiario.es/theguardian/violacion-masculina-guerra-generalizada-Libia_0_704130024.html
Franco, J. (2008, April). La violación: un arma de guerra. Debate Feminista, pp. 16–33. Extraído de http://www.debatefeminista.cieg.unam.mx/wp-content/uploads/2016/03/articulos/037_02.pdf
Lower, W. (2013). Las arpías de Hitler: la participación de las mujeres en los crímenes nazis. Barcelona: Crítica.
Mascia, C. (2018, July 20). En Libia, la violación se ha convertido en un arma de guerra más. El País. Extraído de https://elpais.com/internacional/2018/07/19/actualidad/1532008976_782748.html
Meler, I. (2015, September 24). Masculinidad como máquina de guerra. pagina12. Extraído de https://www.pagina12.com.ar/diario/psicologia/9-282324-2015-09-24.html
Moreno, H. (2002). Guerra y género. Debate Feminista, 13(25), 73–114. Extraído de http://www.debatefeminista.pueg.unam.mx/wp-content/uploads/2016/03/articulos/025_04.pdf
Pollitt, K. (2016, March). ¿Son las mujeres moralmente superiores a los hombres? (H. Moreno, Trans.) Debate Feminista, pp. 327–345. Extraído de http://www.debatefeminista.cieg.unam.mx/wp-content/uploads/2016/03/articulos/008_19.pdf
Fuente: https://medium.com/@migu.cim/ning%C3%BAn-var%C3%B3n-nace-soldado-c18145000b71