Los intereses en juego de la escalada azerí en Nogorno-Karabaj

Evidentemente el analista ruso está por el bloque estratégico de Rusia-Irán-Turquía y por ello es divulgado por la izquierda tradicional en su lucha contra el cuco del imperialismo nortemericano ante el cual el imperialismo ruso y las dictaduras de Turquía e Irán no serían negativos, lo que cae entonces en los juegos geopolíticos interestatales de las potencias, todas ellas enemigos de los pueblos, pues dice: “El objetivo del proyecto euroasiático en la Transcaucásica debería ser la construcción de un espacio de seguridad continental común, que incluya a Ereván, Bakú, Ankara, Moscú y Teherán.



 

Escalada en Nagorno-Karabaj: un punto de vista eurasiático

 

Fuentes: Geopolítica

El 27 de septiembre comenzó una nueva escalada en el conflicto de Nagorno-Karabaj.

Según el Ministerio de Defensa de Azerbaiyán, en respuesta a los bombardeos de artillería y morteros de las aldeas azerbaiyanas, el ejército de este país lanzó una «operación de contraofensiva […] a lo largo de todo el frente». Se informa sobre el avance de las tropas azerbaiyanas hacia las profundidades de los territorios controlados por formaciones armenias y la toma de varios asentamientos.

Se ha introducido la ley marcial en Armenia y se ha declarado la movilización general. La parte armenia acusa al ejército azerbayano de bombardear zonas pobladas. A su vez, Bakú dice que las autoridades de Armenia y la desconocida RNK (República de Nagorno-Karabaj) están poniendo en peligro a la población civil.

El presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, hizo un llamamiento a la población del país y expresó su disposición a terminar definitivamente con el problema de Nagorno-Karabaj.

El actual agravamiento del conflicto militar en Nagorno-Karabaj es el más grave desde la «guerra de los cuatro días» en abril de 2016, cuando Azerbaiyán logró recuperar hasta 20 kilómetros cuadrados de territorio a lo largo de la línea de contacto con las tropas armenias.

Las raíces del conflicto

El conflicto en Nagorno-Karabaj se ha prolongado desde finales de los años ochenta. Tradicionalmente, durante al menos los últimos cien años, las relaciones entre las comunidades armenia y azerbaiyana en el Transcáucaso se han visto agravadas durante períodos de debilitamiento de las fuerzas geopolíticas externas que tenía el control de la región. El conflicto estaba allí tanto durante la masacre armenio-tártara de 1905-1906 como durante la Guerra Civil Rusa.

La Perestroika llevó a la reanudación de las tendencias centrífugas y al florecimiento de los nacionalismos azerbaiyano (turco) y armenio.

La mera idea de construir Estados-nación en una región donde históricamente ambos pueblos vivieron como parte de imperios no podía sino llevar a una guerra acompañada de limpiezas étnicas.

Específicamente en Nagorno-Karabaj la comunidad armenia proclamó la creación de su propio Estado con la perspectiva de unirse a Armenia. Como resultado, estalló una guerra que terminó con la firma de un alto el fuego en 1994.

Ahora el único formato diplomático para resolver el conflicto es el Grupo de Minsk de la OSCE, que está copresidido por Rusia, Estados Unidos y Francia.

Durante los últimos diez años los expertos han debatido la llamada «Fórmula de Kazán» y desde 2016 el denominado «Plan de Lavrov», que son las propuestas de Rusia para comenzar a reducir la escalada del conflicto.

La «fórmula de Kazán» se refería al intercambio por parte de Armenia de las siete regiones ocupadas de Azerbaiyán alrededor de Nagorno-Karabaj por el fin del bloqueo económico de Bakú. Estas siete regiones conforman el llamado Cinturón de Seguridad de Nagorno-Karabaj, donde prácticamente no hay población. La segunda iniciativa afectaba ya a cinco de las siete regiones, dejando atrás a la no reconocida NKR como un corredor terrestre para la comunicación con Armenia.

Sin embargo, la parte armenia, después de llegar al poder en Ereván como resultado de la «revolución de colores» del político pro-occidental Nikol Pashinián, rechazó este compromiso.

Factor el Pashinián

En 2018, el político liberal Nikol Pashinián llegó al poder en Armenia. Anteriormente, fue miembro del parlamento del bloque Yelk que abogaba por la retirada de Armenia de las estructuras de integración económica euroasiática.

Con respecto a Nagorno-Karabaj, el nuevo Primer Ministro de Armenia adoptó una posición doble. Por un lado, provocó a Azerbaiyán, propugnando negociaciones directas entre Stepanakert y Bakú, a las que las autoridades azerbaiyanas no pudieron acceder. Por otro lado, entró en un conflicto político con el liderazgo de la RNK, relacionado con el líder armenio Serj Sargsyan, derrocado como resultado de las protestas en Ereván en 2018.

Pashinián también entró en conflicto con la diáspora armenia en Rusia, iniciando el procesamiento penal de sus oponentes políticos. Uno de ellos fue el expresidente de Armenia y primer presidente de la no reconocida RNK, Robert Kocharian, quien, cuando era líder del país, estableció buenos lazos personales con Vladimir Putin. Al mismo tiempo, representantes de fundaciones liberales occidentales y ONG llegaron a las estructuras de gobierno de Armenia bajo Pashinián.

Es posible que este factor también haya jugado un papel en la decisión de Azerbaiyán de resolver el problema de Nagorno-Karabaj por la fuerza: Pashinián rechazó un compromiso, mientras complicaba las relaciones con Rusia. En Bakú, bien podrían haber considerado que Moscú no defendería a Pashinián, sobre quien se habrían acumulado muchos interrogantes.

El factor turco

Durante mucho tiempo el conflicto de Nagorno-Karabaj siguió siendo una bomba de relojería que podía hacer estallar la región. La razón por la que el conflicto en Nagorno-Karabaj es tan importante es que las grandes potencias regionales, principalmente Rusia (del lado de Armenia como aliado en la OTSC) y Turquía (como aliado tradicional de Azerbaiyán) pueden verse involucradas.

Turquía, representada por el presidente Recep Tayyip Erdogan y numerosos funcionarios, ya ha declarado su pleno apoyo a Azerbaiyán por todos los medios posibles. Después de los enfrentamientos en la frontera entre Armenia y Azerbaiyán en julio de 2020, Ankara y Bakú realizaron una serie de ejercicios conjuntos, incluso cerca de la frontera con Armenia.

Los medios de comunicación extranjeros y rusos informaron sobre el posible traslado de militantes pro turcos de Siria a Azerbaiyán («División del Sultán Murad»). Además de otros desde Siria propiamente dicha, la compañía militar privada turca SADAT está utilizando este contingente en la campaña libia. El embajador de Armenia en Rusia, Vardan Toganyan, también acusó a Ankara de transferir 4.000 militantes a Azerbaiyán.

Si los informes sobre los militantes sirios son al menos parcialmente correctos, la activación de Ankara en la dirección de Karabaj puede estar detrás no solo del deseo de ayudar a los «hermanos» azerbaiyanos, sino también de presionar a Rusia cerca de sus fronteras para forzar concesiones tanto con respecto a Siria como a Libia.

Sin embargo, la participación a gran escala de Turquía en el conflicto va en contra de los intereses geopolíticos objetivos de Ankara.

La perspectiva de un choque con Rusia derriba todo el complejo sistema de negociaciones y equilibrios de poder que Moscú y Ankara han estado construyendo en los últimos años. A pesar de las contradicciones tácticas y el apoyo de varias partes en conflictos específicos en Siria y Libia, este sistema permitió aislar efectivamente a otros actores, principalmente a los países occidentales, liderados por Estados Unidos. Según los propios think tanks occidentales, Turquía y Rusia se han convertido en las principales fuerzas en Siria y Libia.

Los proyectos económicos y energéticos, principalmente el Turkish Stream, también son mutuamente beneficiosos para Rusia y Turquía. Por el contrario, es importante que Washington socave este proyecto, así como el Nord Stream.

Si Ankara se ve arrastrada a un conflicto abierto con Moscú por Nagorno-Karabaj, Turquía estará en una posición similar a la que estaba después de la destrucción del Su-24 ruso en noviembre de 2015. Perderá un socio importante, pero tampoco ganará el favor de Occidente (especialmente dada la actividad del lobby armenio en Estados Unidos y los países europeos).

La trampa atlantista

Rusia mantiene relaciones aliadas con Armenia, y en Armenia, en Gyumri, ahora se encuentra la única base militar rusa en Transcaucásica. Sin embargo, Azerbaiyán es un importante socio geopolítico y económico de nuestro país. Moscú es el menos interesado en un conflicto a gran escala en la región.

Además, no importa qué posición adopte en caso de que el conflicto se convierta en una guerra a gran escala, Rusia se encuentra en la posición de ser un perdedor.

Si Moscú apoya a Ereván en el conflicto, perderá Azerbaiyán, el proyecto del corredor Norte-Sur, que supuestamente conectará Rusia con Irán e India, colapsará. Y las bases de la OTAN pueden aparecer en el Caspio.

La negativa a apoyar a Ereván amenaza con la retirada de Armenia de las estructuras de integración euroasiática. En este caso, los militares rusos tendrán que salir de Armenia, los estadounidenses ocuparán su lugar. La vecindad de Armenia con Irán es un factor de motivación adicional.

No se contabilizan las posibles protestas de Turquía, pues ya hay experiencia de los estadounidenses en Siria, donde apoyan a los grupos que Ankara considera terroristas.

Finalmente, no se puede excluir la posibilidad de la aparición de «pacificadores» estadounidenses o europeos en la zona de conflicto.

De las fuerzas extrarregionales, es el polo atlantista el que se beneficia de una guerra a gran escala en la región. Juega con Rusia y Turquía en interés de los Estados Unidos. Los estadounidenses están interesados ​​en el hecho de que las dos fuerzas que desafían el orden mundial unipolar no luchen con él, sino entre sí. Desviar la atención de los rusos y los turcos hacia Nagorno-Karabaj permitirá a los estadounidenses aumentar drásticamente su influencia en Siria, Libia, el Mediterráneo oriental en general y otras regiones donde la influencia de Moscú y Ankara se ha vuelto notable.

Es indicativo que la intensificación del conflicto en Nagorno-Karabaj coincidió con otras protestas de los atlantistas en la “gran guerra de los continentes”: los disturbios en Bielorrusia y la presión sobre Alemania para que abandonara el “Nord Stream-2” (“el envenenamiento de Navalny”).

Al polo geopolítico euroasiático le interesa hacer todo lo posible para que el escenario de la venganza atlantista no se haga realidad y el conflicto termine lo antes posible.

Al mismo tiempo, debe fijarse el objetivo de eliminar todas las redes de influencia atlantista en la región, tanto en Armenia y Azerbaiyán, como en Rusia y Turquía. Hay que poner fin a la intervención de fuerzas extrarregionales en el conflicto.

El Grupo de Minsk de la OSCE ha demostrado su total incompetencia. Sirve como una herramienta para legitimar la intervención estadounidense y europea en los asuntos de la región. La elección de los copresidentes del grupo sobre el principio de representación de las diásporas armenias más grandes del mundo también es dudosa. Esto provoca desconfianza en Azerbaiyán.

Además de Armenia y Azerbaiyán, el conflicto afecta directamente a potencias como Rusia, Irán y Turquía. En Siria, estas tres potencias pudieron implementar de manera más eficiente el mecanismo de negociación, el formato de Astana, que redujo significativamente a la influencia destructiva de Occidente y los países del Golfo. Es hora de que hablen sobre el formato de Astana para Nagorno-Karabaj.

El objetivo del proyecto euroasiático en la Transcaucásica debería ser la construcción de un espacio de seguridad continental común, que incluya a Ereván, Bakú, Ankara, Moscú y Teherán.

Traducción del ruso de Juan Gabriel Caro Rivera

Fuente: https://www.geopolitica.ru/article/eskalaciya-v-nagornom-karabahe-evraziyskiy-vzglyad