“Con esta guerra, Azerbaiyán desvía la atención de sus problemas internos”
La guerra desatada entre Armenia, Nagorno Karabaj y Azerbaiyán conmueve a un mundo en crisis. El futuro de los combates que se dan desde el fin de semana es incierto.
En plena pandemia mundial por el coronavirus, se desató una nueva guerra -que parece lejana para América Latina- luego de varias incursiones bélicas que apenas tuvieron repercusión en los grandes medios de nuestra región. Azerbaiyán, por un lado, y Armenia y Nagorno Karabaj, por el otro, desde el fin de semana pasado, suman un nuevo conflicto bélico a un planeta conmocionado y que atraviesa una profunda crisis económica y sanitaria.
Los enfrentamientos históricos entre Azerbaiyán y Armenia, muchos de ellos detonados por el territorio autónomo de Karabaj (Artsaj, en armenio), se potenciaron en apenas unos meses y lanzaron a las fuerzas militares a las fronteras de esos territorios, con duras consecuencias internas, pero también con repercusiones que retumban en todo el Cáucaso y Medio Oriente. En apenas unos días, decenas de soldados y civiles murieron por los combates, y todavía nadie puede asegurar el final de esta conflagración.
En La tinta, hablamos con Diego Karamanukian, secretario general de la Casa Armenia Hnchakian, de Uruguay, y director del programa radial Arax, que realiza un amplio repaso de las razones históricas que desembocaron en la actual confrontación armada y analiza el rol que en esta guerra juegan Turquía, Rusia, Estados Unidos y la Unión Europea.
—¿Cuáles son las principales razones que desataron la guerra entre Armenia y Azerbaiyán?
—El conflicto no es nuevo, tiene larga data. La pertenencia de Karabaj a Armenia, geográfica e histórica, es milenaria. El conflicto estuvo congelado muchos años por distintas razones, especialmente durante la existencia de la Unión Soviética (URSS). En julio, el ejército de Azerbaiyán atacó a Armenia en la frontera noreste y fue rechazado. La resonancia de ese fracaso, con la pérdida de un general de alto rango, afectó mucho la imagen del autócrata presidente Ilham Aliev, quien recibió críticas y destituyó a su canciller.
Esta nueva guerra fue preparada y anunciada. Armenia no fue sorprendida. Azerbaiyán tiene problemas internos que solucionar y, con esta guerra, se desvía la atención de la situación interna del país: gran impacto del coronavirus; complicaciones socioeconómicas de la población al no poder emigrar para trabajar en Rusia; incidencia de la baja del precio del petróleo; corrupción generalizada; graves problemas en los suministros de agua potable en el oeste del país.
Al mismo tiempo, el odio hacia los armenios que se viene sembrando hace tiempo siempre genera un ambiente propicio para estos desbordes. Azerbaiyán, desde que firmó la tregua en 1994, nunca se preparó para la paz, sino para una nueva guerra.
—¿La diplomacia internacional fracasó para resolver el conflicto en torno a Nagorno Karabaj?
—En parte, sí. No es un conflicto nuevo ni sencillo. Surge en 1918, se agrava a principios de la década de 1920 con la decisión de Stalin de crear la Región Autónoma de Nagorno Karabaj bajo la administración del Azerbaiyán Soviético, es sucedida por la limpieza étnica de la población armenia por parte de los turcos azeríes y toma un cariz institucional cuando, en 1988, el congreso de los diputados de la región autónoma resuelve pedir el traspaso de jurisdicción de Azerbaiyán a Armenia, con la anuencia de Moscú. Entonces, comienza una cruenta guerra que se extiende hasta 1994, cuando se firma la tregua tripartita entre Nagorno Karabaj, Armenia y Azerbaiyán. Desde el inicio de la tregua de 1994, siempre hubo tensiones y señales de reactivación de las acciones bélicas en distintos momentos.
Para los armenios de Karabaj, es una lucha por la existencia, por la vida y por el futuro en paz, no es un tema de un territorio. Para Azerbaiyán, es solo esto último. La solución es compleja, ya que se contraponen muchos principios del derecho internacional. A su vez, hay muchas potencias en la región que ven -al mantenerse latente el conflicto- una forma de marcar protagonismo y preponderancia.
Actores de primer nivel como Rusia e Irán están muy cerca de la zona. Estados Unidos, si bien está lejos geográficamente, mira atentamente todo lo que sucede al igual que Europa. En estos 25 años, la conducción de las negociaciones ha estado a cargo del Grupo de Minsk, de la Organización de Seguridad y Cooperación en Europa, con mandato de las Naciones Unidas. Dicho grupo es co-presidido por tres potencias: Rusia, Estados Unidos y Francia, en representación de la Unión Europea. Dicho organismo ha definido como principios fundamentales para la solución la renuncia al uso de la fuerza o a la amenaza del uso de la fuerza, la integridad territorial y la autodeterminación, que se ejercerá por referéndum antes de la definición del status definitivo.
Armenia y Nagorno Karabaj siempre han adherido al proceso de negociaciones y nunca se han desviado de las conversaciones. Azerbaiyán siempre ha desoído las recomendaciones de la comunidad internacional y ha emprendido una campaña belicista y armamentista preparatoria para el escenario de estos días.
Las diferencias políticas entre Armenia y Azerbaiyán son abismales. Mientras Azerbaiyán es gobernada por una familia que se ha eternizado en el poder hace varias décadas, en cuyo marco la vicepresidenta de la república es la esposa del actual presidente, Armenia tiene autoridades legítimas, elegidas mediante elecciones democráticas que no fueron cuestionadas. Esto también ponía en desigualdad de condiciones a Azerbaiyán frente a su vecina Armenia y esta guerra en condiciones de pandemia genera un caos de tal magnitud que impone incertidumbre en toda la región en relación al futuro.
—¿Qué rol juega Turquía en esta nueva guerra?
—Directo y presencial como nunca antes, con armamento y expresando su apoyo directo en todo sentido a Azerbaiyán. Hay soldados turcos en Azerbaiyán y su inteligencia está ayudando al ejército de Bakú. La denuncia de Armenia del derribamiento de un avión armenio por bombardeos de un caza turco dentro de territorio soberano de Armenia es de los episodios más llamativos de esta confrontación. Turquía y Azerbaiyán mantienen un bloqueo inhumano contra Armenia desde hace más de 25 años, situación que ahoga la economía y el comercio de Armenia, que no tiene salida al mar. Si bien en estos años no podía ser considerado un país neutral, Turquía no tenía una postura de involucramiento directo y explícito como en la actualidad. Esto se debe a la estrategia panturquista del presidente Recep Tayyip Erdogan, que desarrolla una política expansionista, cuya clave es iniciar focos de tensión en todo lugar que pueda, después de ocupar territorios de Siria, Irak, Libia, hasta disputarle el mar Egeo a Grecia, ocupar la mitad de Chipre y desembarcar en el Cáucaso. El gobierno de Turquía no es confiable y no respeta los derechos humanos. Persigue a las minorías en su país y tiene a la minoría kurda en acecho permanente.
Las aspiraciones totalitarias de Erdogan, la persecución de los opositores y de los periodistas, su desprecio por el respeto y las normas internacionales, lo transforman en uno de los líderes políticos más peligrosos de estos tiempos.
—En el conflicto actual, ¿qué responsabilidades tienen las potencias internacionales como Estados Unidos y Rusia?
—Ambas potencias son, junto con Francia, responsables de las negociaciones para la solución del conflicto. El ataque generalizado de Azerbaiyán y la violación flagrante de la tregua demuestran una total falta de respeto por los esfuerzos de la comunidad internacional para evitar la guerra. Estados Unidos y Rusia, que tienen grandes diferencias a nivel mundial, coinciden en las propuestas de solución para el problema. Rusia es la potencia de la región y hoy las miradas y la mayor expectativa están dirigidas a su presidente, Vladimir Putin, quien, para muchos especialistas, tiene la llave para desactivar esta guerra. Sin embargo, en el marco de una actividad comercial lícita, Rusia últimamente ha incrementado el suministro de armas a ambos bandos, generando reacciones negativas, sobre todo, desde Armenia, que se ha quejado por ver alimentar el arsenal de Azerbaiyán. Resulta incomprensible que Rusia, que tiene bases militares en Armenia y es aliado y amigo histórico, le venda gran cantidad de armas a Azerbaiyán.
—¿Esta nueva guerra está conectada con la historia del genocidio armenio?
La participación de Turquía en forma abierta y el apoyo total anunciado a Azerbaiyán hablan a las claras de la pretensión de Ankara de aprovechar la ocasión para aplicar un nuevo genocidio. El genocidio sigue siendo un asunto sensible para el pueblo armenio, ya que no fue reconocido por el Estado heredero de los perpetradores. El fantasma de un nuevo genocidio siempre está latente entre los armenios. Sin embargo, a diferencia de lo ocurrido en el Imperio Otomano, en 1915, hoy la existencia de un Estado armenio con un ejército nacional propio es una garantía que no se poseía durante la ejecución de aquel crimen de lesa humanidad.
*Por Leandro Albani para La tinta / Foto de portada: Sipan Gyulumyan – Armenian Defense Ministry Press Service