El trabajo libre contra la economía política
Raúl Zibechi
Raúl Zibechi es periodista. Escribe para el semanario uruguayo Brecha, el diario La Jornadade México y la revista italiana Carta. Ha publicadoDispersar el Poder. Los movimientoscomo Poderes Antiestatales(2006),Genealogía de la Revuelta(2003),Sobre las LuchasArgentinas de la Última Década(2003, Premio Prensa Latina),La Mirada Horizontal.Movimientos Sociales y Emancipación(1999),Los Arroyos Cuando Bajan. Los Desafíosdel Zapatismo(1995). Estos trabajos han sido editados en Italia, Ecuador y España.Colabora con la agrupación Hijos de Uruguay y con medios de comunicación alternativosde diferentes países.
Los emprendimientos productivos de los movimientos sociales argentinos,entre otros, ponen en cuestión la relación trabajo–capital. Al hacerlo, salir más allá de esa relación, ponen en cuestión también las categoríasacuñadas por la economía política, que nació y se desarrolló como formade teorizar la relación trabajo–capital. En muchos de estos emprendi-mientos el trabajo alienado o enajenado no es ya la forma dominante, yen algunos otros la producción de mercancías para el mercado, la pro-ducción de valor de cambio, está subordinada a la producción de valorde uso. En ocasiones se llega a producir y distribuir por fuera del mer-cado. Pero esto presenta enormes dificultades y se logra mucho más enlas áreas rurales que en la ciudad, porque la gran ciudad es el corazónde la dominación del capital. La potencia de los emprendimientos, yasean fábricas o empresas recuperadas, tiende a disolverse cuando llegaal mercado.Digamos que en algunos emprendimientos el trabajo útil o concreto esla forma dominante del trabajo colectivo. Esto supone, por un lado, queen esos espacios el trabajo se des–aliena de diversas formas: ya sea por larotación en cada tarea o porque quienes producen dominan el conjuntodel proceso de trabajo. De modo que, la división del trabajo es supera-da a través de la rotación o bien de la apropiación conciente de todo elproceso por el colectivo. En este caso podríamos hablar de “productoreslibres” más que de trabajadores que son apéndices de las máquinas yestán alienados en el proceso de producción de unas mercancías que no
174El trabajo por venir. Autogestión y emancipación socialcontrolan. Por otro lado, en ocasiones se llega a producir por fuera delmercado, y por lo tanto se producen no-mercancías, aunque este segun-do proceso presenta muchas más dificultades para poder sostenerse en eltiempo. £Qué dificultades y constricciones enfrentan? £Cómo hacer sos-tenibles estos procesos que parten de la autonomía pero deben tambiénir más allá?Quisiera ingresar en este debate a partir de una experiencia concre-ta que sucede aquí en Buenos Aires, en el barrio de Barracas, dondeun colectivo de jóvenes viene produciendo su vida desde hace unos tresaños. Es una experiencia un poco particular, pero no muy distinta dela que realizan muchos colectivos en diversos lugares de la capital o delconurbano. Se trata de un grupo de jóvenes que ocuparon el local deun banco, del que luego fueron desalojados. Hoy tienen dos espacios enlos que funcionan una editorial, un cine para el barrio, una bibliotecapopular con 200 socios y una panadería en la que trabajan 12 personas(repartidas entre varones y mujeres). Durante un par de años producíanformando grupos de dos personas que, a su turno, elaboraban el pan yotros productos cocinados en un horno eléctrico, que luego eran vendi-dos en el barrio; con el tiempo desarrollaron una “clientela” fija en unaescuela de Bellas Artes. En determinado momento decidieron pasar de loque denominan “gestión individual” a formar una cooperativa. Habíanevaluado que la gestión individual era “injusta” porque el grupo quetrabajaba los lunes vendía mucho menos que el que lo hacía los viernes.Ahora formaron dos “equipos”: los que se dedican a la cocina y los quevenden. Reparten el dinero de forma igualitaria entre todos y reciben algoasí como el doble que lo hubieran percibido con un subsidio de desempleo.Aunque hay preferencias en cuanto al trabajo a realizar, también rotanen las tareas. Una de las discusiones principales es £cómo evaluar lasdiferentes actividades? Me interesa destacar que los 12 miembros delequipo (la mayoría no han tenido “empleos” formales) se conocen haceaños, han luchado juntos y una parte de ellos vive en la misma viviendaocupada. Pero, £cómo evaluar el tiempo de cocina y el tiempo de venta?£Cuál es la equivalencia? La respuesta es que no hay equivalencia.Este aspecto me parece muy importante, porque indica que no existeel trabajo como categoría abstracta y, como veremos, tampoco existe lacategoría de mercancía. Veamos tres aspectos de esta experiencia:1. Aunque existeuna mínima división de trabajo(ciertamente setrata de trabajos simples con bajos niveles de “especialización”),
El trabajo libre contra la economía política175igualmente practican la rotación, como se practica en tantos otrosemprendimientos productivos autónomos. La principal división eneste caso es entre cocinar y vender. Como todos perciben el mismoingreso, –esto es frecuente en estos emprendimientos– estamos antela pista de que la división del trabajo no genera jerarquías.2. En segundo lugar, quiero hablar sobre el tema de laalienación.Larotación entre los diferentes trabajos y la evaluación colectiva de todoel proceso, permite deconstruir también lo que Lukács (1978) deno-minaba “cosificación” o fetichización. Las relaciones sociales que seestablecen no son relaciones entre cosas (fetiche) sino entre personas.3. Aunque venden lo que fabrican,no producen mercancías.Dehe-cho no salen a vender al “mercado”, ya que han consolidado una redde compradores fijos (digamos algo así como el 80% de los que lescompran son siempre los mismos). Con ellos han establecido relacio-nes de confianza, al punto que el centro de estudios donde “venden”se está implicando en la defensa del espacio ocupado y empiezan aparticipar en algunas actividades sociales que el colectivo realiza conel barrio. Eso nos da una segunda pista: la “dualidad” de la mercan-cía, portadora de valor de uso y valor de cambio, ha sido –o mejorestá siendo– deconstruida a favor del valor de uso, o sea depro-ductos que son no-mercancías. No puede, en rigor, hablarse detrabajo abstracto sino de trabajo útil o concreto. Por eso no puedehaber equivalente entre el trabajo de cocinar y el de vender, porqueno existe un trabajo igual, abstracto, mensurable de modo exacto porel tiempo de trabajo socialmente necesario. Por más que haya dinerocomo forma de intercambio, esto no me parece determinante.Véase que tampoco hay una jerarquía entre la producción y la circu-lación, entre el trabajo productivo e el improductivo, etc. En este punto,la venta tiene incluso algunas ventajas sobre la producción. Ella es laque permite tejer relaciones sociales con el barrio que son, en los hechos,las que aseguran la supervivencia del emprendimiento.Me interesa destacar que en estos emprendimientosla economía po-lítica no funciona, y que es necesario inventar algo nuevo, teorizar apartir de relaciones sociales entre personas.Ahora bien, £Como le llamamos a este trabajo no alienado, que produ-ce no–mercancías y en el que resulta tan “productiva” la producción co-mo la comercialización? De paso, £qué es producir? En este caso, es pro-ducirrelaciones sociales no–capitalistas, o sea no–capitalismo.
176El trabajo por venir. Autogestión y emancipación socialA mi modo de ver, esta experiencia muy concreta, muy pequeña, muymicro (pero nada excepcional), pone de manifiesto varias cuestiones quequisiera desarrollar:1. No alcanza con tener la propiedad de los medios de producción (elhorno y la mezcladora de harina en este caso). Ciertamente, la pro-piedad de los medios de producción es un paso indispensable para loscolectivos sociales, digamos un primer paso, pero es posible tener lapropiedad y seguir produciendo para el mercado, seguir produciendomercancías que, como señaló Marx, es “algo bifacético” (1974: 51), y“este punto es el eje en torno al cual gira la comprensión de la eco-nomía política” (1974: 51), es decir, de todo el modo de producciónbasado en la explotación, en el trabajo abstracto.2. Es necesario que la organización del trabajo, la división del trabajoque es una de las claves de la alienación –“la subdivisión del trabajoes el asesinato de un pueblo”, Marx citado por Gorz, (1998: 9)– seasuperada a través de alguno de los varios procesos posibles. La rota-ción puede ser uno de ellos, como sucede en muchos emprendimientos.En fábricas más grandes y complejas se recurre a otros mecanismospara conseguir que el colectivo de productores recupere la unidad yel control conciente del proceso productivo (pienso en Zanón que lohace a través de las asambleas y las reuniones de sección).Esta des–alienación en el proceso de trabajo es un paso necesa-rio, indispensable, pero aún insuficiente. Porque todavía podemosseguir produciendo mercancías que serán vendidas en lugares remo-tos y compradas a precios de mercado (o sea un valor fijado por eltrabajo socialmente necesario mensurable como trabajo abstracto).Estos dos pasos (propiedad de los medios de producción y des-alie-nación del proceso de producción) han sido dados por unas cuan-tas fábricas recuperadas y por muchos emprendimientos productivos(más lo primero que lo segundo). Pero quiero insistir en que estos pa-sos, muy valiosos por cierto, son aún insuficientes. Representan pasosdentro de los muros de las fábricas, pasos necesarios e imprescindi-bles, pero insuficientes. El siguiente paso es producir no–mercancías.Con ello entramos en el terreno del intercambio.3. Marx señalaba que “los trabajos privados no alcanzan realidad comopartes del trabajo social en su conjunto, sino por medio de las rela-ciones que el intercambio establece entre los productos del trabajo y,
El trabajo libre contra la economía política177a través de los mismos, entre los productores” (1974: 89). Dicho deotro modo, “es sólo en su intercambio donde los productos del trabajoadquieren una objetividad de valor, socialmente uniforme, separadade su objetividad de uso, sensorialmente diversa” (1974: 89). En su-ma, los productores se relacionan entre sí en el mercado, pero nodirectamente sino como propietarios y vendedores de mercancías; seenfrentan a través de “cosas”.Por este motivo traje el ejemplo de la panadería social de Barracas.Allí no hay producción para un mercado, o bien no es a través delmercado que se relacionan los productores con los compradores. Sinembargo, esto no fue siempre así, y conseguir “deconstruir” los pro-ductos –de mercancías a no–mercancías– fue un largo proceso de másde tres años. En un principio, los productos de la panadería eran lle-vados al mercado “para ver qué pasaba”. Algunos se vendían y otrosno. La relación con los compradores era una relación mediada porel precio del pan (si era más barato y de mejor calidad, lo vendíanmás fácilmente). Los compradores no eran siempre los mismos sinolos que aparecían en el momento y tenían la posibilidad de comprar.En suma, era una relación típica de mercado, impersonal, fortuita.Con el tiempo, productores–vendedores y compradores se fueron co-nociendo y fueron estableciendo relaciones de confianza. O sea, larelación entre cosas (pan y compradores con dinero) fue pasando aser relación entre personas, o sea relaciones sociales no mediatizadaspor cosas. Ahora conocen a los que compran, y de hecho fabricancosas que antes no hacían.Muchos compradores han establecido relaciones directas con la pa-nadería, incluso visitan el Centro Social donde funciona la panadería.Ya no son vendedores y compradores de panes sino Pedro y Juanaque venden, Eloísa y Felipe que compran. De esa manera descifranese “jeroglífico social” que para Marx es “todo producto del traba-jo” (1974: 91). Descifrar ese jeroglífico a través de la práctica socialsupone que algo esencial del capitalismo ha dejado de funcionar. Eltiempo de trabajo socialmente necesario para la producción del panha dejado de ser la llave maestra, y el precio al que lo venden noestá ajustado a aquel, sencillamente porque no existe una “medida”semejante, o ha dejado de funcionar como tal. “En las relaciones deintercambio entre sus productos, fortuitas y siempre fluctuantes, eltiempo de trabajo socialmente necesario para la producción de los
178El trabajo por venir. Autogestión y emancipación socialmismos se impone de modo irresistible comoley naturalreguladora”dice Marx (1974: 92). Ambas cosas han dejado de funcionar, las rela-ciones de intercambio han dejado de ser fortuitas y fluctuantes porqueel mercado ya no es impersonal, como lo es todo mercado capitalista;y el tiempo socialmente necesario varía y depende de quienes esténhaciendo el trabajo, si son más varones o más mujeres, si están muycansados por otras tareas o si se les da por jugar o escuchar músicao discutir sobre zapatismo o sobre sexo, mientras trabajan. Y mu-chas hacen pan para regalar, porque así funcionan…Vendedores ycompradores no se relacionan en tanto “poseedores de mercancías”sino desde otro lugar, en el que la solidaridad entre náufragos (luegovolveré sobre esto) juega un papel primordial.4. Esto no se deriva mecánicamente de la propiedad del medio de pro-ducción ni siquiera de la des–alienación del proceso de trabajo, sinode algo mucho más profundo: no tienen vocación de acumulación, nose sienten poseedores de mercancías. La función social está por en-cima de la posesión de una mercancía; y la función social es la queles permite producir valores de uso concretos que los van a consumirPedro y Raquel.Para terminar, quisiera recordar que Marx enEl Capital, cuando abor-dó estos temas tan áridos puso como ejemplo el del más célebre náufragode la literatura, el Robinson Crusoe de Daniel Defoe. En la isla solita-ria, Robinson hace cosas, digamos que trabaja para sobrevivir, pero porsu condición de náufrago solitario “las cosas que configuran su riqueza,creada por él, son sencillas y transparentes” (1974: 94), de modo que nohay el menor fetichismo en su vida. Marx dice que en una asociaciónde hombres libres, de productores libres, “todas las determinaciones deltrabajo de Robinson se reiteran aquí, sólo que de manera social, en vezde individual” (1974: 96). En la comunidad de personas libres permane-ce la transparencia de las relaciones, como en la panadería de Barracas,sólo que de manera social y no individual.Pero encuentro una segunda similitud en el ejemplo de Marx: el pro-pio naufragio. Quienes llevan adelante estos emprendimientos en los cua-les se establecen relaciones no–capitalistas para producir no-mercancías,son náufragos; náufragos de este sistema que los margina. Diría más:sólo los náufragos, aquellos que tienen una débil relación con el capital,y por lo tanto con el trabajo, pueden emprender tareas de este tipo.
El trabajo libre contra la economía política179Pero a diferencia de Robinson, nuestros compañeros de los emprendi-mientos no son víctimas pasivas de un naufragio sino que lo provocaron,lo vienen provocando por lo menos desde los años 60, desde que luchascomo el Cordobazo pusieron en cuestión el trabajo alienado, a través delsabotaje, la resistencia sorda y subterránea, y en ocasiones la revuel-ta abierta y luminosa. Podemos decir, sin exagerar mucho, que fue lageneración de los años 60 y 70 la que empezó a hundir el barco de larelación capital–trabajo; y que sus hijos, los náufragos de hoy, son losque están empezando a construir un mundo nuevo, en base a relacionesno–capitalistas, sobre los restos del naufragio.