¿Todavía hay debates?
John Holloway
Comunizar
Versión escrita de la intervención de John Holloway en la Presentación del dossier «Reinventar los sentidos del pensamiento crítico ante la crisis civilizatoria», publicado en la revista digital Bajo el Volcán, 12 de octubre de 2020.
Presentación de Bajo el Volcán (1)
1. Gracias por la invitación, felicidades.
2. Empiezo con una pregunta irónica que plantea el SupGaleano en las primeras líneas de la “Quinta Parte: la mirada y la distancia a la puerta”: “¿todavía hay debates?” La respuesta es que hacen mucha falta, que necesitamos más debates entre las diferentes posiciones. En nuestro caso, entre las tres corrientes del posgrado. Por eso, acepté con mucho gusto la invitación, para estimular debates entre diferentes perspectivas que se respetan.
En esta intervención quiero plantear cinco preocupaciones relacionadas con los debates actuales representados en este número actual de la revista.
1. El nacionalismo. Existe una larga tradición de nacionalismo en la izquierda estadocéntrica en América Latina. Un nacionalismo que no deja de ser nacionalista por ser continental (como el europeísmo es una forma de nacionalismo). El argumento va: el nacionalismo en el norte es un nacionalismo de la derecha; en el sur, el nacionalismo es un nacionalismo anti imperialista y por lo tanto progresista. Sospecho que la misma idea se está reproduciendo en la izquierda autónoma, anti-progresista, ahora expresada no tanto en términos del anti imperialismo sino del anti colonialismo. Se hace una distinción entre los movimientos y las ideas en términos de su procedencia geográfica y no a partir de su carácter o fuerza social.
Un ejemplo que recurre en varios artículos y que está explicado muy claramente en él de Boris Marañon y Dania López es la idea del eurocentrismo. Ellos definen las características del pensamiento eurocéntrico como caracterizado por tres puntos centrales:
(1) La simplificación o propuesta cartesiana de dividir lo complejo en partes simples para estudiarlas de manera aislada; (2) La estabilidad de los sistemas sociales y naturales, a partir de leyes simples que es posible conocer, lo que permite prever lo que va a ocurrir y, por lo tanto, controlar y/o moldear tanto el mundo natural como el mundo social; (3) La objetividad, principio según el cual se puede conocer la realidad tal como es.
Nacionalismo es nacionalismo, sea del norte o del sur, un pensamiento asesino y reaccionario.
Estoy de acuerdo con la crítica de estos puntos, que son elementos del pensamiento burgués o capitalista y que han sido criticado por muchos pensadores en el mundo. Lo que me preocupa es que se identifica el pensamiento burgués con un lugar, haciendo caso omiso de todas las críticas y las luchas que surgieron y surgen del mismo lugar. Hay una territorialización del pensamiento, que me preocupa. Por varias razones.
– Es demasiado cómoda. Los otros son los malos. Igual que en las teorías anti imperialistas. Los malos son los gringos o los europeos, nosotros no. El pensamiento crítico no tiene derecho de ser cómodo.
– Reproduce las ideas de la teoría de la dependencia, una visión del mundo en términos de territorios y no en términos de dinámicas sociales.
– La idea de un nacionalismo anti imperialista o anti colonial me parece sumamente reaccionaria, se ha usado y se sigue usando para justificar todo tipo de barbarie. Crecí en un país donde la idea del anti-imperialismo nacionalista llevó en años recientes a la matanza sin sentido de miles de personas. Nacionalismo es nacionalismo, sea del norte o del sur, un pensamiento asesino y reaccionario.
– Es una idea ciega. La humanidad está al borde de la extinción y la única solución posible es una solución mundial, como insisten los zapatistas en sus últimos comunicados. En este pensamiento hay como una retirada: el mundo es una catástrofe, pero aquí en América Latina tenemos el remedio en el pensamiento indígena. América Latina primero, America first: el mismo razonamiento racista.
– Justo en el momento en qué el auge del nacionalismo en el mundo entero nos está llevando a una situación que recuerda los años 30 del siglo pasado, hay que decir en todo lo que hacemos y escribimos: No al nacionalismo.
El pensamiento crítico no tiene derecho de ser cómodo.
2. Relacionado con el nacionalismo está el argumento en el artículo de Raúl Zibechi criticando la pretensión de universalidad del pensamiento crítico. El problema con esta crítica es que vivimos en un mundo universalizante que tenemos que entender como totalidad. Claro que queremos crear un mundo de muchos mundos, pero todavía no existe ese mundo deseado y no lo vamos a crear fingiendo que no existe un sistema mundial de dominación.
Zibechi da un ejemplo para ilustrar su argumento: “Conceptos como Buen Vivir/Buena Vida (Sumak Kawsay/ Suma Qmaña), están comenzando a ocupar el lugar que tenían otros, como modo de producción, por ejemplo, ya que va ganando terreno la idea de que no deben extenderse conceptos creados para dar cuenta de una realidad concreta, a otros mundos completamente diferentes.”
El argumento me parece sumamente cuestionable. Por un lado, es de esperar que la idea del “Buen vivir” tenga una pretensión de universalidad y que no se limite a los indígenas andinos. Por otro lado, la idea de “modo de producción” surge de la idea de que la organización de la actividad productiva y reproductiva moldea la organización social en su conjunto y por lo tanto es la clave para transformar la sociedad. Uno puede estar o no estar de acuerdo, pero no entiendo dónde estarían “estos mundos completamente diferentes” que menciona Zibechi. ¿Acaso no existe producción mercantil en Uruguay? ¿Acaso no se está dando una penetración cada vez mayor del dinero en las comunidades indígenas de América Latina? ¿Acaso hay participantes en este evento que no usen dinero para asegurar su reproducción cotidiana? ¿Cómo entendemos eso si no tenemos conceptos con pretensión de universalidad para entender una forma de organización social cada día más universalizante o totalizante? ¿O existimos ya en una sociedad poscapitalista, o tal vez una multitud de sociedades poscapitalistas, como algunos mantienen?
3. El esencialismo. Si no vemos la universalidad de las relaciones de dominación y lucha (y por lo tanto de los conceptos críticos), es casi inevitable que caigamos en un esencialismo que abstrae luchas particulares del contexto mundial antagónico. Las luchas indígenas y las luchas de mujeres han sido enormemente importantes en los últimos años, pero si las aislamos del contexto mundial, caemos muy fácilmente en una romantización esencialista.
Tal esencialismo me parece peligroso en dos sentidos. Primero porque puede llevar a una glorificación de estas luchas, una incapacidad de ver sus contradicciones que son parte inevitable de una sociedad antagónica. Esta esencialización se puede ver en muchas discusiones de la comunidad, que tratan la comunidad como algo externo al antagonismo social, como si estuviera fuera del alcance del dinero, por ejemplo. Segundo porque, sobre todo en el caso de la/os que idealizan las luchas indígenas, la/os puede llevar a descalificar otras formas de lucha en otras partes del mundo. El problema es que finalmente esto debilita estas luchas, porque si no se ven como parte (parte creativa, innovativa) de las luchas mundiales, está difícil ver cómo pueden resistir al largo plazo la embestida capitalista.
4. Las alternativas: Se habla mucho en los debates actuales de la construcción de alternativas. (Es una perspectiva que se repite mucho en el artículo de Marañon y López.) El problema que tengo con eso es que implica una reformulación en términos no antagónicos de luchas que surgen de un antagonismo. Pensar las luchas de los padres de Ayotzinapa, o el movimiento de los zapatistas, o todo los movimientos que surgieron en Argentina en 2001/2002, o la guerra del agua en Bolivia en 2000, como “alternativas” me parece hacer una violencia a movimientos que son movimientos de resistencia-y-rebeldía. La palabra “alternativa” se puede convertir en el lenguaje integracionista de la hidra del capital, un lenguaje que, contra sus propias intenciones, seduce y reintegra las luchas dentro de un mundo que se presenta como un mundo no antagónico pero que nos está atacando constantemente a todas y todos.
El rechazo a la teoría facilita en estas tendencias discutidas aquí la reproducción sin querer de elementos centrales del pensamiento burgués.
5. El rechazo a la teoría, el anti intelectualismo: Zibechi insiste varias veces en una distinción entre teoría que se toma de libros (el pensamiento crítico con pretensión de universalidad, se entiende) y las reflexiones directas sobre la experiencia de vida que son características de los movimientos indígenas. Me parece una distinción peligrosa. Los libros de teoría son siempre productos de experiencias. La Dialéctica Negativa de Adorno, el libro aparentemente más teórico que conozco, hubiera sido imposible si él no hubiera pasado por la experiencia intensamente dolorosa del fascismo en Alemania. Por otro lado, los comunicados zapatistas son de una sofisticación teórica extraordinaria, sin duda producto de mucha lectura, reflexión y discusión.
El rechazo a la teoría facilita en estas tendencias discutidas aquí la reproducción sin querer de elementos centrales del pensamiento burgués, como el anti intelectualismo, el nacionalismo, el esencialismo y el rechazo a la idea de que vivimos en una sociedad basada en el antagonismo social.
6. Contraste con los zapatistas.
Hay un contraste muy fuerte entre esta tendencia descolonizante que me preocupa y los dos comunicados zapatistas que acaban de salir, la Sexta Parte y la Quinta Parte. Estos dos textos son una crítica fulminante en contra de cualquier tipo de nacionalismo, por pro indigenista, anti imperialista o descolonizante que sea.
Termino con dos citas de la “Sexta Parte: Una montaña en alta mar” firmada por el Subcomandante Insurgente Moisés:
“Miramos y escuchamos a los poderosos replegándose y escondiéndose en los llamados Estados Nacionales y sus muros. Y, en ese imposible salto hacia atrás, reviven nacionalismos fascistas, chauvinismos ridículos y un palabrerío ensordecedor. En esto advertimos las guerras por llegar, las que se alimentan de historias falsas, huecas, mentirosas y que traducen nacionalidades y razas en supremacías que se impondrán por la vía de la muerte y la destrucción. En los distintos países se vive la disputa entre capataces y quienes aspiran a sucederles, escondiendo que el patrón, el amo, el mandón, es el mismo y no tiene más nacionalidad que la del dinero.” El patrón es el dinero y no tiene nacionalidad.
“Rebeldías y resistencias que nos muestran que, si los de arriba rompen los puentes y cierran las fronteras, queda navegar ríos y mares para encontrarnos. Que la cura, si es que la hay, es mundial, y tiene el color de la tierra, del trabajo que vive y muere en calles y barrios, en mares y cielos, en los montes y en sus entrañas. Que, como el maíz originario, muchos son sus colores, sus tonalidades y sonidos.” Que la cura, si es que la hay, es mundial. Si olvidamos eso, estamos perdidos.
Nota:
1. Mil gracias a Edith González, Panagiotis Doulos y Luis Menéndez por sus comentarios sobre una versión previa de esta nota. También muchas gracias a Mónica Soares por sus comentarios que no me llegaron a tiempo para ser incluidos.