A propósito del día mundial de la alimentación

Verónica Villa Arias columnista en Desinformémonos, es responsable de investigación sobre agricultura y alimentación del Grupo ETC, integrante de la Red en Defensa del Maíz y colaboradora de Radio Huayacocotla. Es Etnóloga de la Escuela Nacional de Antropología e Historia.



 

A propósito del día mundial de la alimentación

Volver a ser Nosotras, Nosotros

Verónica Villa

Este jueves 16 de octubre es el Día Mundial de la Alimentación, establecido por la ONU en 1979. Cada año en octubre los gobiernos se reúnen a buscar salidas a los problemas de la alimentación, comenzando por reconocer cuántos millones más se suman a los números de quienes padecen hambre y malnutrición. “Ya habíamos avanzado en la reducción del hambre los últimos cuatro o cinco años”, —dijeron el martes en la mañana los funcionarios del Comité sobre Seguridad Alimentaria de Naciones Unidas—, “pero el Covid-19 nos arruinó todo el avance en sólo nueve meses”.

Las hambrunas derivadas de la pandemia no ocurrirán por falta de producción de comida, sino porque cada vez más gente depende de tener un salario para comprar su sustento, y no cesa la pérdida de empleos ante la parálisis de tantas actividades económicas, dijeron los del Comité.

En la década de los setenta Iván Illich se escandalizaba de las mediciones del hambre y la pobreza, siempre hechas en dólares. El hecho de que cada año más gente pobre es contabilizada según los dólares con los que subsiste por día es preocupante, porque cuenta la creciente cantidad de personas que pierden el modo de resolver sus necesidades con autonomía y dignidad, personas a quienes les queda el camino único de obtener dinero para comprar comida y todo lo demás. Illich explicó eso en una época en que la mayoría de la población no vivía en las ciudades, no había tratados de libre comercio ni oligopolios de la agricultura y la alimentación. La mayoría de la humanidad tenía relación con sus territorios, tenía cierto control sobre su subsistencia. Por eso le preocupaba más el hecho de que de un año al otro aumentaran los millones de personas que (como informa ahora el Banco Mundial) sobreviven con menos de 5.50 dólares por día. Para Iván Illich no eran los dos, tres o cinco dólares y medio lo más preocupante, sino las multitudes abonadas a las cuentas de la pobreza de dinero.

Este año, el Premio Nobel de la Paz se otorgó al Programa Mundial de Alimentos, una de las agencias de Naciones Unidas cuya misión es allegar comida a todos aquellos en zonas de conflicto y desastre. No hay reproche en ayudar, así como no debe detenerse la investigación sobre la pobreza, sus números y sus causas. Pero como bien tuiteó Raj Patel,1 “el Programa Mundial de Alimentos aparece como red de seguridad ahora, en 2020, sólo por el prolongado ataque a la agricultura campesina. Norman Bourlag, ‘padre de la Revolución Verde’, también ganó su premio Nobel en 1970 por atacar la agricultura campesina”.

Norman Bourlag, agrónomo de Iowa (primer lugar en producción de soya, etanol y cerdos de Estados Unidos) ganó el Premio Nobel de la Paz en 1970 por sus semillas híbridas, también conocidas como semillas mejoradas. Bourlag logró cruzar y seleccionar variedades de trigo, maíz y arroz supuestamente para resistir climas extremos y plagas, siempre con la asistencia de máquinas e insumos químicos. Mucha mecanización y mucho veneno. Esto es lo que se conoce como Revolución Verde. Con ello, Bourlag “salvó mil millones de vidas” y ganó el Nobel de la Paz. Su revolución verde evitó revoluciones rojas, como dijeron entonces sus patrocinadores.2

La Revolución Verde metió a los campesinos en el cajón de los inexpertos: ya fue posible destruir plagas sin averiguar qué desequilibrios las preceden, burlar los cambios del clima sin importar las alertas que suenan. Sustituir la comunidad por tractores y trilladoras. Volver los suelos adictos a los fertilizantes, romperlos con máquinas para que rindan, ahogarlos. Producir más y más rápido usurpando y destruyendo ciclos vitales de suelos, plantas y animales.

Las semillas híbridas de la Revolución Verde tienen una característica importantísima en la historia del empobrecimiento de los pueblos: se venden. Es sabido que el rendimiento de los híbridos deslumbra la primera generación, pero después decepciona. El ciclo de la vida que es sembrar, cosechar y guardar la semilla más hermosa y potente para volverla a sembrar, cosechar y guardar, se rompe… a menos que se vuelva a pagar por el vigor de las semillas mejoradas.

Después de 70 años, padece hambre y malnutrición el 8.9 % de la población mundial3, una proporción similar a la de 1979.4 El avance tecnológico ha logrado sumar más y más personas a la pobreza del dinero. Con el Covid-19, la ONU augura que a las cuentas actuales se sumarán 130 millones de personas más que sufren hambre. Superarán a los que “salvó” la Revolución Verde.

En este Día Mundial de la Alimentación, nuestra admiración y alianza es con los campesinos del mundo, que pese a la guerra prolongada contra su saber y amor por la vida, proveen 70 por ciento de la comida sin violentar la tierra, ni hacerla adicta, ni contaminar el agua, ni talar los bosques, ni envenenar abejas, ni torturar semillas, ni menospreciar esfuerzos, ni obtienen premios Nobel, ni les hacen falta.

1 Raj Patel es profesor universitario, integrante del Panel Internacional de Expertos en Sistemas Alimentarios (IPES-Food) y autor del libro Obesos y famélicos. El impacto de la globalización en el sistema alimentario mundial.

2 De la Wikipedia: “El término Revolución Verde fue utilizado por primera vez en 1968 por el exdirector de la agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional USAID, William Gaud. quien dijo: ‘estos y otros desarrollos en el campo de la agricultura contienen los ingredientes de una nueva revolución. No es una violenta revolución roja como la de los soviéticos …Yo la llamo la revolución verde.’”

3 Organización para la Agricultura y la Alimentación, FAO, 13 de julio de 2020, “Con el aumento del hambre y la persistencia de la malnutrición, el logro del hambre cero para ‎‎2030 es dudoso, advierte un informe de las Naciones Unidas” en https://www.who.int/es/news/item/13-07-2020-as-more-go-hungry-and-malnutrition-persists-achieving-zero-hunger-by-2030-in-doubt-un-report-warns

4 En 1979 la población mundial rondaba los 4,500 millones de habitantes, y los millones de personas con mala nutrición y hambre eran aproximadamente 420 millones de personas. (Ver ONU, Estado de la Agricultura y la Alimentación 1979, en http://www.fao.org/3/ap659s/ap659s.pdf