Venezuela: El prontuario ideológico del madurismo

En estos días de aprobación aparatosa de leyes forajidas es conveniente reflexionar las bases ideológicas del madurismo, eso nos acercará a una explicación de este desastre y podremos tener una idea de hacia dónde vamos:



El prontuario ideológico del madurismo

En estos días de aprobación aparatosa de leyes forajidas es conveniente reflexionar las bases ideológicas del madurismo, eso nos acercará a una explicación de este desastre y podremos tener una idea de hacia dónde vamos. Reflexionemos.

Sin pretensiones mayores, intentemos un esquema de las clases sociales en Venezuela, sólo para ubicar al madurismo. Lo primero que encontramos es una burguesía amamantada por la renta petrolera, acostumbrada al dólar fácil, a la protección del Estado, sólo aparece en política en las emergencias. Tienen laxa conexión con el sentimiento de Patria.

Al lado de esta burguesía sui generis ubicamos una clase media alta, arropada por la renta que sirve de reservorio profesional a la burguesía, es una clase pusilánime, refractaria a lo colectivo, cómoda, elemental en lo político que es para ella un negocio más, fácilmente manipulable. Le sigue una clase media baja, con poco sentido de lealtad y alto sentido oportunista; se agrupan en partido frágiles llevados por el viento de los acontecimientos. De todas estas capas medias surgen los operadores políticos de los grandes partidos al servicio de la burguesía. Al lado tenemos a los campesinos con su propia ideología fiel al conuco, a la tierra, firme en la palabra, pero con la visión corta y la imaginación anclada a su cotidianidad. Su política carece de estrategia profunda, es más bien dado a la táctica. Los obreros son pocos y embotados por dirigentes sindicales afines a los intereses del capitalismo, lo más lejos que llegan sus luchas es a lo reivindicativo, llevan en su seno la carga revolucionaria de una existencia de explotación, de despojo, el sentido del colectivo base de una nueva sociedad se desprende de su manera de producir, pero no lo hacen consciente.

Y por último, los marginales, que podríamos considerar campesinos urbanizados, con las características del campesino y las modificaciones necesarias para sobrevivir en la ciudad; por ejemplo, deben perder la ingenuidad, la honestidad, el valor de la palabra. Tienen agudo sentido de colectivo pequeño, de la lealtad al diminuto caudillo.

El madurismo absorbió, de todos estos estamentos sociales lo peor: de la burguesía la ambición, más amor a la renta que amor a la Patria, adicción al dinero fácil, repulsa al esfuerzo sostenido; de la clase media lo pusilánime, el egoísmo, la afinidad con el negocio político; de la clase media baja el sentido oportunista, el instinto cazador; de los campesinos, su visión corta; de los marginales, el desorden, la falta de planificación, la ceguedad del futuro; de los obreros sacaron poco, más se identifican con la costra sindicalera, esa fue su escuela: la zancadilla, la deslealtad, la mentira. Se puede afirmar que el madurismo es el extracto de la oscuridad de esta sociedad.

El Comandante Chávez, el Chavismo Originario, representa lo mejor de la sociedad, de cada una de los segmentos sociales captó lo mejor, y de ese crisol brotó una doctrina social que es soporte teórico para el avance hacia un sistema de organización social como el soñado por Cristo, por los próceres, por Bolívar. Es un exabrupto pensar que el madurismo y el Chavismo son iguales, al contrario, son antagónicos, dos proyectos que desde lo profundo de la historia están enfrentados a muerte.

De esta manera, el choque entre el madurismo y el Chavismo es continuidad del conflicto milenario entre el humanismo y las fuerzas antihumanas, entre el Socialismo traicionado y el capitalismo regenerado por la traición. Esto no es una simple querella entre corrientes políticas, es una cruenta batalla un nuevo Armagedón.

No es un pleito local, se trata de una batalla planetaria, no en vano los europeos, los gringos, los asiáticos, todos participan; no se trata de una mera disputa del petróleo, o el oro, no, se trata de aplastar la idea, la espiritualidad de que un mundo mejor fuera del capitalismo es imaginable y es posible. Que cada quien se ubique en esta batalla, que decida si va a pasar sus días en los límites de su pequeña vida, o si va a usar sus posibilidades para incidir en el futuro de la humanidad, de sus hijos y los hijos de sus hijos por los siglos…