Equivocados están aquellos que piensan que nos exponemos porque no tenemos nada que hacer en nuestros territorios, al contrario, allá quedaron muchas labores por realizarse, pero no podíamos continuar con ellas mientras en nuestros caminos aparecen a diario comuneras y comuneros asesinados. Nos enfrentamos a la pandemia porque la situación rebasa los límites de este país, porque ya hemos vivido esto antes y no estamos dispuestos a soportarlo una vez más. En este trayecto hemos caminado bajo el sol, con temperaturas altas y otras más bajas, hoy 21 de octubre es el turno de la lluvia, ante ello, no nos preocupa el clima que tengamos que soportar, nos preocupa la muerte imperante en distintos sectores de Colombia, esa que al parecer no quiere irse pronto. Lo peor no es soportar la lluvia en una ciudad fría, si no que al parecer a los entes gubernamentales (hoy manejados por un solo partido político), no se les ve mucho interés por atender un llamado que recorrió más de 500 kilómetros de viaje y transportó a más de 10.000 personas. Las ironías de la vida: es más fácil que se mueva 1 presidente con su gabinete presidencial en avión que 10.000 personas en carros, chivas y motos hasta la capital del país, pero ese simple gesto nos habla de un desequilibrio muy grande, aquel que no ha cambiado desde hace muchos años.

 

En distintos sectores de Colombia hoy tenemos abandonadas nuestras chagras, tules, trau o huertas y nuestro modesto,  pero entrañable hogar. Preferimos incomodarnos por unos días durmiendo en el piso porque en casa nos están esperándonos nuestros, hijos, abuelos, padres, madres y demás familiares, quienes aguardan atentos nuestra llegada con buenas nuevas, esperan que les respondamos que en Bogotá sí nos atendieron y nos dijeron que nos van a proteger de quienes a diario empuñan sus armas contra la vidas de nuestros comuneros. No, no es el caso esta vez, sin embargo si les podremos contar que fueron muchas las personas que nos respaldaron y con las que caminamos lado a lado para que todo un país se enterara que no es normal lo que vivimos y que estamos cansados de que no hayan respuestas efectivas a las múltiples formas de violencia que experimentamos. Podremos contar a nuestro regreso, que no somos los únicos quienes exigimos dignidad, ese sentir es generalizado y va a seguir creciendo, mientras no se escuchen las peticiones de los sectores que a diario hacen que se mueva este país: los indígenas, campesinos, negros, estudiantes y trabajadores, unos contenidos en otros, quienes padecemos las inclemencias de esta dinámica política casi que en igualdad de condiciones.

Así que NO, no es que no tengamos nada que hacer, ni que nos guste estar por fuera de casa en medio de una pandemia, si no que la crisis que vivimos no nos da tregua y tampoco estamos dispuestos a esperar que un solo partido de gobierno determine el rumbo de nuestro país, de nuestros territorios y de nuestras vidas.

La fuerza de uno de nuestros principios hoy es evidente, “LA UNIDAD” es protagonista ante la crisis que esperamos frenar. Juntos y en pie ante cualquier adversidad, nos mantendremos porque merecemos vivir en paz, porque hoy somos más los que queremos el cambio.

Por: Programa de Comunicaciones CRIC