14 razones para no votar en marzo
La Haine x CNT Catalunya - [28.02.04 - 14:39]
La abstención activa o pasiva, voluntaria o no, sigue siendo la opción seguida por la mayor parte de la población censada.
1. Del rechazo a ser considerados meramente como votos. Que en calidad de momias o comparsas de una función completamente ajena nos conviden cada cuatro años a depositar dentro de unas urnas unos papelitos con nombres de gente, con la que no tenemos el menor vínculo y sí muchas razones para desconfiar, es lo que constituye a grandes rasgos la esencia de estas representativas y parlamentarias democracias. Que después de las contiendas electorales el ciudadano-voto viva, respire, sufra, trabaje, se instruya o esté bien alimentado, son pormenores que a los electos representantes les trae absolutamente sin cuidado.
Llamar participación a estos actos puntuales de encuentro con las urnas es más que un eufemismo un insulto al intelecto y a la capacidad de acción de los ciudadanos.
2. De la imposición numérica y de las formas de manipulación de masas. La administración por los gobiernos de los miedos –a la crisis económica, al atentado terrorista, a la llegada de inmigrantes- y de las esperanzas –apología nauseabunda del lujo y de la acumulación obsesiva de bienes materiales, junto con la falsa solidaridad de las ayudas y de las grandes celebraciones internacionales como espectáculos de la hipócrita conciencia -, todo eso contribuye muy bien a que una mayoría cuantitativamente decisiva adopte ciegamente las consignas que convienen al poder.
Suyo es el número, suya la fuerza cedida y delegada que acaba imponiendo sus criterios a todos, partidarios o no de los gobiernos de turno. De las acciones que estos gobiernos dirigirán contra individuos y pueblos, a los abstencionistas siempre nos quedará la dignidad de no tener el menor atributo de complicidad con ellas.
3. Del desprecio cuantitativo de la abstención y de la inexistencia política del voto negativo. La abstención activa o pasiva, voluntaria o no, sigue siendo la opción seguida por la mayor parte de la población censada. Cuando se trata de una abstención consciente y querida como la nuestra es la expresión más clara de la incompatibilidad con un sistema que llamándose democrático no duda en recurrir a mecanismos despóticos con objeto de mantener y agravar el desorden actual del estado de las cosas.
Por otra parte, las partitocracias y los accesos pendulares al poder de los partidos más mayoritarios han generado un gran escepticismo y desencanto entre la gente. Hay incluso algunos que defienden un abstencionismo matizado, más moderado, que no está incluido, por supuesto, en los sistemas electorales actualmente reglados. Nos referimos a la emisión de votos negativos. Se trataría no ya de votar favorablemente a nadie –¿a quién?, dicen, dado el total escepticismo hacia los políticos y sus soluciones- sino de votar restando votos, de votar contra aquellos que insistentemente hayan mostrado señales evidentes de insensibilidad social, arrogancia imperialista, cretinismo centralista, intransigencia tiránica…
4. De la inutilidad de participar en las elecciones votando a favor de aquellos partidos que dicen defender programas socialmente progresistas y/o alternativos. La experiencia nos demuestra que el injusto e insolidario sistema de propiedad vigente, legitimado y protegido por los poderes públicos, no recibe ninguna transformación social relevante cuando los partidos de izquierda, que dicen representar a los trabajadores, llegan al poder. Por el contrario, la similitud de las concepciones y políticas aplicadas por esos grupos con el resto de los partidos más reaccionarios confirman el hecho de la utilidad de la vía parlamentaria como instrumento eficaz para anular o domesticar cualquier aspiración a modificarlo.
5. De la aniquilación de la conciencia de clase. La democracia sostenida en el sufragio universal supone, bajo la fórmula de una persona/ un voto, la consagración del principio de igualdad política. Sin embargo como de tal principio no se sigue en absoluto su correlación efectiva en términos de igualdad económica resulta bastante evidente el carácter ficticio del mismo. De ahí su decisivo papel para enmascarar la realidad de la existencia de clases socialmente antagónicas y para neutralizar toda protesta y formas de lucha de resistencia social al dejarlas relegadas al único terreno de los enfrentamientos electorales en el que todos supuestamente disponen de las mismas armas. Si esto fuera cierto hace tiempo que los trabajadores ya habrían conseguido su liberación por la vía parlamentaria. En cambio, conviene no olvidar que también de esas equitativas urnas han salido fascistas como Hitler y dictadores populistas de calaña diversa.
6. De la política como verdadera escuela de intrigantes y mentirosos. Maestros indiscutibles en el arte de la ambigüedad y la sutileza, del doble sentido y la rectificación a destiempo, los políticos son verdaderamente un muestrario dinámico de la mentira y de la ocultación como variables sustanciales de una forma inmoral de concebir el mundo.
7. Del servilismo de los políticos a los grupos de poder. Anteponiendo siempre sus ambiciones personales y mezquinas vanidades a los intereses de la colectividad que dicen representar, los políticos saben muy bien que su función consiste esencialmente en poner freno a las masas y en legitimar los excesos que los poderosos ejercen contra ellas.
8. De la tiranía y de la corrupción como los rasgos más habituales adoptados por los gobiernos representativos.
(Consultar archivos, hemerotecas y fondos documentales relativos a la memoria histórica. Para casos más recientes basta un vistazo a la prensa del día).
9. De la ausencia de responsabilidades de los políticos. Obtenida la legitimidad de sus acciones del simple cuenteo de los votos favorables según curiosas leyes de álgebras estrañamente proporcionales, y distribuyendo los restos con criterios de obsceno tratamiento matemático, los gobiernos así formados disponen desde ese momento de absoluta libertad para hacer lo que se les antoje. Y aunque sus actos alcancen la gravedad de apoyar la invasión militar de otro país con objeto de expoliarle el petróleo y participar en los sucios negocios de la reconstrucción, los políticos no responderán jamás de las muertes, destrucciones y miserias causadas entre civiles por los efectos directos o indirectos de sus criminales decisiones.
10. De los controles parlamentarios como simple ejercicio retórico. Los discursos desplegados durante los controles parlamentarios por partidos y grupos de la oposición suelen oscilar entre la demagogia vana y el patetismo más inocuo.
11. De las retribuciones, pensiones y prebendas asignadas a los representantes políticos en comparación con las de los vulgares ciudadanos. Bastan unos cómodos años de diputado en las cortes generales para tener derecho a una pensión de jubilación brutalmente agraviante en comparación con los niveles netamente infames del salario mínimo interprofesional, de subsidios o pensiones.
Si intimáramos, además, con algún gerente del ramo hostelero nos percataríamos fácilmente que consejeros, asesores, secretarios, alcaldes, senadores y diputados, tienen tendencias protocolarias a comer, cenar y viajar sin reparar en gastos.
¿Para qué andar con miramientos poco representativos si todo lo paga el erario público?
12. De la confianza en el parentesco y la amistad a la hora de distribuir cargos.
Que en ese instante consortes, hijos y hermanísimos, a pesar de la negatividad estéril de sus currículums, devengan repentinamente tan magníficos gestores es un misterio que, como el de la Trinidad, no acabamos de comprender.
13. De los compromisos con los partidos afines. Tras las elecciones, los pactos, coaliciones y demás componendas similares, acordadas con otros partidos para ayudarlos a formar los nuevos gobiernos, conducen aún más a adulterar y deformar las propuestas clientelistas de unos programas que con escasos contenidos ideológicos buscan sólo votos para llegar al poder. Llegaríamos por tanto a erróneas interpretaciones si confundiéramos los resultados de las elecciones generales con los de específicas consultas populares. Las elecciones generales son lo que son. Su objeto es que en el Madrid de la Cibeles borbónica los diputados y senadores ocupen sus puestos.
Nada que ver, pues, con referéndums ni plebiscitos. Sobre todo si tenemos en cuenta que, a la luz de ciertas penosas reformas penales, a algunos les hará falta un cierto ánimo de desobediencia civil para tan solo poder consultar al pueblo lo que opina acerca de otras posibles formas de gobierno o de organizaciones territoriales.
14. De la abstención como la táctica más conforme con los principios anarquistas.
Como lo que aspiramos los anarquistas no es al poder sino a habituar al pueblo a que se acostumbre a no delegar en otros la conquista y la defensa de sus derechos, no hay razón alguna para que ayudemos a aquellos que aspiran a hacerse con el poder. Estamos convencidos que lo usarían pronto contra las clases trabajadoras y contra los colectivos menos favorecidos. La cautela nos aconseja pues que ante este sistema de partidos fortalecedores de la actual estructura de las cosas, la abstención sea la opción más adecuada con la libertad y justicia de nuestros principios. Y en coherencia con estos principios no queremos someter a nadie ni imponerles nuestros criterios. Cada uno ha de llegar a ellos por sí mismo. Y aunque alguna vez podamos sentir simpatías por algún personaje que aparezca, como extraña anomalía, en el mundo de la política con sorprendentes cualidades de sinceridad y honestidad, la experiencia nos indica también que fuera de la asociación y de la acción directa como mecanismos de lucha verdaderamente transformadores, el juego sucio de la política representativa siempre hará servir la perfidia de sus colegas y las trampas de la delegación para que el fin de partida no suponga nada nuevo.
Petra Llamp
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