Reporte de una Insurrección: Evade Chile

330 páginas de apasionante relato, análisis y manifiestos que se distribuyen gratuitamente para debatir con otras experiencias y sintetizar lo hecho y lo por hacer desde el protagonismo social, sin partidos políticos, y que puede ser utilizado libremente en tanto es de interés de los pueblos para el cambio civilizatorio.



Compañerxs,

Una época llega a su fin. Romper juntos las cadenas de la competencia y el miedo del viejo mundo fue una fiesta donde no hizo falta ni líderes, ni representantes, ni vanguardias, ni partidos para que cada cual encontrara su lugar y supiera lo que quería dar. Nuestras capacidades de acción e intervención en la realidad eran tan amplias como nuestra imaginación. Y se multiplicaban a medida que nos dejábamos empapar más y más en las aguas de la revuelta. Esa experiencia aún alienta en nuestros corazones. Como se dice en estas tierras: “lo comido y lo bailado no lo quita nadie”. La estrella de la vida es nuestra.

La insurrección no se hace cargo de salvar las instituciones e institucionalizaciones de los de arriba, es una fuerza subterránea que asciende rompiendo con los obstáculos al goce inmediato y con los estrechos caminos mentales y terrenales de la destrucción planetaria comandada por la diada del Dios Dinero y el Dios Trabajo: estos son solo símbolos de nuestro despojo y de lo que nos separa de la vida. Símbolos del olvido de que somos nosotrxs quienes construimos el mundo y lo volveremos a construir a nuestro antojo si la Madre Tierra nos lo permite. Esta lucha por salvar lo que queda de vida dentro de nosotrxs no está separada de la lucha por salvar la vida que queda sobre el astro que habitamos.

¿Podrá la resaca que acompaña la borrachera democrática hacernos olvidar el sabor vital de la revuelta? Por supuesto que no. ¿Podrá quizás inaugurar un nuevo periodo de estupefacción y amnesia que postergue una vez más nuestro esfuerzo? Es posible, tampoco tenemos miedo de aceptarlo porque conocemos esa vieja rutina. Es urgente que el potencial humano despierte antes de que su sentido de derrota lo supere completamente, pero nuestro aliento no se apura: cuando la humanidad realmente despierte la celebración no tendrá fin.

Nuestra insurrección abrió otros mundos posibles y nos mostró que lo que éramos capaces de hacer es mucho más que una raya en un papel.

Nada está perdido. Sabemos bien que a veces para encontrarse hay que perderse.

¡Despierta!

En las montañas, en las costas, en los bosques, en los desiertos y hasta en las urbes derruidas, la vida nos espera.

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Querido amigo,

Aquí en Chile el Estado ha hecho una entrada triunfal como administrador de la crisis. Después de la modernización neoliberal que, en nombre de la libertad del mercado, redujo sus funciones a la mínima expresión (solo conservando las represivas), son los propios capitalistas los que ahora recla-men su intervención. Los funcionarios actúan de acuerdo a su condicionamiento: tienen que echar a andar la máquina económica antes de que acabe oxidándose y transformándose en un pedazo de chatarra. Las maniobras del Estado operan como dispositivo de dis-ciplinamiento. Su llamado a la nueva normalidad avanza al paso de la militarización, el confinamiento, la tecno-vigilancia, la digitalización de la supervivencia capitalista (en el ámbito del trabajo y la vida privada, privada) y grandes dosis de endeuda-miento (del Estado-nación y el sujeto económico). Estas son algunas de las medidas que se han vuelto indispensables para el sostenimiento de la relación capital-trabajo.Sin embargo, esta agudización de la tendencia represiva es también la contracara de la retirada del capital en crisis: en lo concreto, las relaciones monetarizadas (la rutina del trabajo y el consumo) se han visto detenidas a nivel global. Este shock de la socialización capitalista está permitiendo la refinación del discernimiento colectivo. El pueblo nuevamente encuentra razones, hoy “de salud pública”, para poner finalmente su vida por encima de cualquier migaja política o económica com-pensatoria. La mejora de las camas del presidio hace mucho dejó de interesarnos.Así, las manifestaciones de autonomía en este territorio conti-núan. Por ejemplo, ante la total ineficiencia del gobierno para contener la propagación de los contagios, algunos territorios han erigido sus propios “cordones sanitarios” para evitar la en-trada de posibles turistas infectados, pero también de policías. Además, las actividades de “primera línea” han pasado de la lucha contra las fuerzas del orden en las calles a la batalla en el transporte público: actualmente, puedes encontrarte en el metro o en el autobús personas que se dedican, por iniciativa propia, a la desinfección de la infraestructura de transporte a la que lxs trabajadores más precarios tienen que someterse cotidianamente. Junto a esto, se multiplica la organización territorial de emergencia de la alimentación mediante la auto-gestión de centros de acopio de alimentos e insumos básicos y “ollas comunes”. A medida que se afloja la camisa de fuerza, se han abierto brechas que horadan la eterna repetición destructiva de la normalidad. Por supuesto que esta retirada causa dolor en una sociedad que es dependiente de estos mecanismos de socialización (se constituye a través de ellos), pero la posibilidad que tenemos aquí y ahora es la que nos mostró la insurrección: no los necesitamos para organizar, a nivel local y global, todos los aspectos de nuestras vidas. De otro modo, la educación, la salud, el trabajo, el afecto, etc. seguirán siendo instrumentos de nuestra dominación y empobrecimiento, así como de la destrucción planetaria. Necesitamos otra forma de percibirnos a nosotrxs mismxs. Sabemos que nuestro mundo no está dentro del marco de referencia del patriarcado productor de mercancías y que la vida esta más allá de toda teoría.

La comuna sigue viva, pero está tomando nuevos contornos.

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