¡Ya basta! No puedo respirar

Las diversas iniciativas de barreras sanita-rias de autoprotección de pescadores, de indígenas, de habitantes de las periferias urbanas, señalan que es en los territorios que habremos de reapropiarnos de las condiciones metabólicas de reproducción de la vida. Y que en cada territorio reinven-temos el mundo como en este momento rompemos el aislamiento social, aunque respetando el virus que nos acecha.



¡YA BASTA! NO PUEDO RESPIRAR

Carlos Walter Porto-Gonçalvesⁱ

Revista digital de la red Descoloniadad del Poder y Autogobierno Social

Dos fenómenos que nos toca vivir en este momento, el de la pandemia del nuevo coronavirus y las repercusiones del asesi-nato racista de George Floyd, tomaron la magnitud que tomaron por razones muy profundas, que nos remiten a un tiempo de larga duración que nos habita. Tanto la pandemia como el racismo nos remiten a la constitución del sistema mundo capitalis-ta moderno colonial patriarcal, cuya fecha de nacimiento es 1492. Además, así como los pueblos indígenas nos recordaron en 1992, cuando todos los jefes de estado del mundo se reunían en Río de Janeiro en la CNUMAD. Allí, los pueblos indígenas nos alertaron que para entender el colapso ambiental que nos convocava a todos en Río de Janeiro, deberíamos de tomar en cuenta un tiempo de larga duración: 1492-1992. Y, así, nos invitaban a una reflexión que la imposición de un patrón de poder y de saber colonial juntaba explotación del trabajo, devastación ambiental (ecocidio) y epistemicidio, toda vez que la coloniza-ción, en sí misma, implica la negación del otro, la negación de la diferencia, ya que nadie coloniza a quien es igual: la coloniza-ción implica que el ser colonizado sea visto como inferior. Como nos enseñara Franz Fanon, se instaurava así, el mundo del ser y del no-ser. La idea de raza, como diría Aníbal Quijano, estructura el sistema mun-do capitalista moderno-colonial y patriar-cal. Subráyese, estructura como verbo y no como un sustantivo tan caro al estruturalis-mo, para honrar al gran maestro peruano.La pandemia del nuevo coronavirus expo-ne la soberbia del hombre por un virus al poner en jaque la arrogancia del antropo-centrismo que había expulsado a los dioses de la tierra hacia los cielos, al contrario de lo que dicen las matrizes de racionalidades otras que no son occidentales, en las que los dioses habitan nuestro mismo munda-no mundo. A la final, el mito moderno de dominación de la naturaleza, tal como lo formulara Francis Bacon, implicaba expul-sar los dioses de la tierra, hacer de la tierra una cosa, puesto que poblada por dioses se hacía imposible su dominación. A fin de cuentas, ¿cómo dominar los dioses? La na-turaleza así transformada en objeto, desa-cralizada, podría ser, finalmente, dominada. Así, se pasó de muchos antropomorfismos hacia Un antropocentrismo. Y no un antro-pocentrismo cualquiera. Dominar la natu-raleza no es para los hombres en general, sino para el hombre varón, masculino, por-que además, Bacon fue explícito al hablar de la masculinidad del conocimiento que habría de necesitarse para dominar la natu-raleza. Así, la mitad de la especie humana, las mujeres, estaban fuera del antropocen-trismo. De este modo, nacía una ciencia de la dominación, patriarcal. Este hombre que habría de dominar la naturaleza no era un hombre negro, o indígena, piel roja o ama-rillo asiático. Era un hombre blanco euro-peo y, así, el antropocentrismo es racista, así como la ciencia nace sin la contribución del conocimiento de otros colores, de otros mundos. Epistemicidio. Y este antropocentrismo no sólo es varón y blanco, sino también del hombre propieta-rio privado, toda vez que la propiedad pri-vada priva a quien no es propietario de las condiciones metabólicas de producción/reproducción de la vida. Este hombre va-rón, blanco y propietario es el burgués que transforma la riqueza en un equivalente ge-neral abstrato, el dinero, que pasa a mover el mundo. Así, la eficacia de la tecnocien-cia que Francis Bacon ya previera en ple-no siglo XVI, debía mediar la dominación 3839de la natureza para transformar riquezas cualitativas, esas que disfrutamos y que es el meollo del concepto de riqueza, en una cifra, un cifrado. De esta manera, la domi-nación de la naturaleza, este mito fundan-te de la modernidad colonial capitalista, se ve sometida a lo ilimitado. Robert Triffin, el economista liberal, habría de decir que la economía no tiene nada que decir sobre la riqueza, toda vez que su concepto funda-mental es su contrario: la escases. A la fi-nal, lo que abunda no se vende. La escases es la condición de la mercantilización ge-neralizada y no sólo por sus fundamentos epistémicos, sino por la propiedad privada, que al privar crea la escases por todos la-dos, y somete a los dominados, esto es, la naturaleza y todos aquellos que a ella son asimilados, y que serán dominados no sólo por razones históricas y políticas, sino por naturaleza: la mujer, el negro, el índio, el que trabaja con las manos frente a aquél que trabaja con la mente, el trabajo físico debe someterse, naturalmente, al trabajo intelectual, el cuerpo a la mente, lo sensible a lo racional.El colapso ambiental que hoy vivenciamos, y que la actual pandemia explicita, es la ex-presión no sólo el fracaso de nuestro co-nocimiento científico fundado en el antro-pocentrismo varón, blanco y burgués que mercantiliza todo, sino que el éxito de esa dominación que se vuelca contra el domi-nador que nunca fuera apartado de la na-tureza como el coronavirus alerta.Así, no estamos simplemente frente a una crisis de paradigma, aunque lo sea de cierta forma. Los paradigmas, sabemos, no caen de los cielos. Como nos enseñara Cornelius Castoriadis, los paradigmas son instituidos por grupos/clases sociales a través de pro-cesos instituyentes y si los paradigmas es-tán en crisis es porque están en crisis los grupos/clases sociales que los instituyeron. Es esto lo que nos está diciendo el virus y todos los grupos sociales que se sensibi-lizaron con el asesinato racista de George Floyd. Y todos y todas que fueron asimila-dos a la naturaleza y callados y calladas y que, ahora, gritan. Y el dolor, sabemos, es la primera condición para la cura. Por eso, gritan y no se dejan sofocar. Ese foe el grito de George Floyd y, por eso, caló hondo en todo el mundo. Murió recordando que ¡Ya basta! Que no nos dejemos sofocar rein-ventándonos, movilizándonos. Las diversas iniciativas de barreras sanita-rias de autoprotección de pescadores, de indígenas, de habitantes de las periferias urbanas, señalan que es en los territorios que habremos de reapropiarnos de las condiciones metabólicas de reproducción de la vida. Y que en cada territorio reinven-temos el mundo como en este momento rompemos el aislamiento social, aunque respetando el virus que nos acecha. Se tra-ta de una transición de larga duración, pero como dice el proverbio chino: “toda larga caminata comienza con el primer paso”