Favelas: solidaridad y autogobierno en medio a la epidemia

La solidaridad ha despertado entre los habitantes potenciales liderazgos y nuevo ánimo para la lucha y la auto-organización, en especial entre mujeres, lo que demuestra, nuevamente, que el único camino de las izquierdas para retomar bases políticas es aquél que lleva hacia los más pobres. Y este es, en fin, nuestro objetivo, un objetivo cargado de sentido político: estimular y fortalecer el espíritu de comunidad para la conquista de dignidad y autonomía.



FAVELAS: SOLIDARIDAD Y AUTOGOBIERNO EN MEDIO A LA EPIDEMIA

Simone Rego

Militante de izquierda, vive en zona muy pobre de Sao Paulo donde enseña en escuela púbica

Revista digital de la red Descoloniadad del Poder y Autogobierno Social

La pandemia de covid 19 evidenció la des-igualdad social extrema en Brasil. Llevó a las pantallas el resultado desastroso de la precarización del sistema de salud pública, en especial, en los últimos años, y del des-mantelamiento de las políticas de habita-ción y saneamiento, desde siempre frágiles. También expuso una nueva y atroz violen-cia contra los pueblos indígenas, varios de ellos ahora amenazados de extinción por la enfermedad y por la acción en sí de los in-vasores que la llevan selva adentro junto a sus armas y motosierras.Hoy, día 17 de junio, Brasil llora 46,665 muertos por covid (1,269 fallecidos ocu-rridos en las últimas 24 horas) y contabiliza 955,377 casos de infección. Los números reales, sin embargo, pueden ser algunas veces mayores que los oficiales, pues el país prácticamente no aplica tests.La situación no conmovió a la mayor par-te de las clases dominantes, en general saludables y bien alimentadas. Protegidas en casas confortables y clientes de buenos planes de salud, esa parcela sigue firme en la defensa de la no-política del presidente de la República, Jair Bolsonaro, para la pan-demia y de la falsa dicotomía entre econo-mía y salud pública. Entre los más humildes, a quien ni siquiera el derecho al aislamiento físico fue asegu-rado, la epidemia desencadenó estrategias de auto sobrevivencias desarrolladas en el seno de las comunidades más organizadas o, en el caso de las más vulnerables, a partir de iglesias, entidades sociales, sindicatos, movimientos sociales.El virus desembarcó en los aeropuertos in-ternacionales y rápidamente pasó del piso de arriba de la pirámide social hacia la base, dónde, proporcionalmente, viene haciendo el mayor número de víctimas: allí están los que más portan co-morbidades, los que se alimentan peor, se informan mal, viven mal y tienen mal acceso a servicios dignos de salud. Las viviendas precarias, en las que el ais-lamiento físico e higiene básica, únicos medios comprobados de minimización del contagio, son frecuentemente imposibles, explotaron en los últimos diez años, mien-tras las inversiones públicas sociales se despeñaron. Entre 2010 y 2019, el número de habitaciones en favelas, aglomerados de viviendas improvisadas desprovistas de los servicios más elementales, creció de 3,2 millones en 6,3 mil núcleos, hacia 5,1 millo-nes en 13,2 mil núcleos, según el Instituto Brasileño de Geografía y Estadísticas (IBGE). Se puede inferir de ahí que viven en favelas aproximadamente 25 millones de brasile-ños, alrededor del 12% de la población del país, de 210 millones de habitantes.A la vez, las inversiones públicas sociales sufrieron una contención dramática desde 2017, cuando el gobierno de Michel Temer, que asumió tras el golpe jurídico-parla-

6869mentario que derribó a la presidenta Dilma Rousseff, del Partido de los Trabajadores, el 2016, logró aprobar en el Congreso Na-cional la Enmienda Constitucional 95, que congeló el presupuesto federal de los si-guientes 20 años. La Ministerio de salud perdió 20 mil millones de reales sólo en 2019, viendoc omo su presupuesto caía a 122,6 mil millones, correspondientes a 13,5% de la receta corriente líquida del año (la participación fue de 15,8% en el 2017).Estaba armado el escenario de la tragedia, pero él ganó nuevos condimentos. Despro-tegida socialmente, la inmensa mayoría de la población, habitantes de favelas y perife-rias urbanas, aun fue instada por el propio presidente a no recogerse en cuarentena. Con el objetivo de presionar los trabajado-res a seguir girando la rueda de la economía en beneficio de los patrones, él minimizó la enfermedad, boicoteó sistemáticamente todos los esfuerzos de promoción del ais-lamiento físico y dificultó la aprobación de un auxilio de emergencia que facilitaría a los trabajadores informales permanecer en casa. Propuso corte de sueldo durante la cuarentena, asistió impasible a los despi-dos en masa.Tamaño empeño despertó sospechas de eu-genesia: el presidente estaría aprovechando la ocasión para reducir el número de brasi-leños ancianos, enfermos o miserables. Una asesora del ministro de economía, Paulo Guedes, en declaración que llegó a la prensa, dijo sobre la vulnerabilidad al covid y muer-tes de ancianos que “reducirá nuestro déficit en el sistema de jubilaciones”. Por ello, entre los habitantes de favelas y otros tipos de viviendas precarias, defender-se del nuevo coronavirus se tornó práctica-mente imposible. Muchas veces, familias de cinco, diez integrantes, ocupan “casas” de 40 ó 50 metros cuadrados, pegadas o sobre-puestas unas a las otras. La temible aglome-ración en esos lugares hace parte del paisaje. Los núcleos de favelas menores o más re-cientes ni siquiera tienen agua y, cuando existe, su abastecimiento es intermitente. En la mayor parte de las favelas no hay aún sistema de alcantarillas. Si ya faltaba agua, alimento, gas de cocina, ropas, acceso a in-ternet, ahora también faltan máscaras, pro-ductos de higiene y limpieza en la cantidad necesaria, alcohol en gel. No por casualidad, Manaus, capital del Amazonas, fue la ciudad más afectadas por covid en Brasil: 54,4% de las viviendas de la ciudad, de más de dos millones de habitantes, están en favelas, la mayor proporción entre todas las capitales del país.Incluso existen unidades de salud en las proximidades de las favelas, pero nunca a más de dos kilómetros, según el IBGE (y fue-ron creados hospitales de campaña en va-rias capitales). Pero las unidades no tuvieron mantenimiento en los últimos años y ahora faltan entre ellas desde equipos de protec-ción individual para profesionales de salud, muriendo miles por covid, hasta respiradores para los pacientes. Mientras el gobierno federal juega contra la población y los gobiernos de los estados y municipios gerencian mal la crisis sanitaria, las comunidades inventan medios de so-brevivir, sin dejar de reivindicar y protestar contra la ausencia del Estado que, cuando mucho, se ha limitado a ofrecer loncheras o canastas básicas.Paraisópolis, en Sao Paulo, una de las ma-yores favelas de Brasil, con más de 100 mil habitantes, creó un Estado dentro de la co-munidad, como definen sus líderes comu-nitarias/os, y se sobresale en el combate a la covid por su propia cuenta. Paraisópolis eligió “presidentes de calle” voluntarios, que se responsabilizaron para acompañar deter-minado número de domicilios. Las tareas: concientizar y monitorear los habitantes para que permanezcan en casa, distribuir donacio-nes y evitar que las entregas generen aglo-meraciones, llamar a socorros si es necesario y combatir los fake news.Con recursos propios al inicio, luego obte-nidos mediante recaudaciones s voluntarias, la asociación de la comunidad contrató tres ambulancias de una empresa privada, ade-más de dos médicos, tres enfermeros y dos socorristas. Dos escuelas públicas fueron transformadas en área de aislamiento de habitantes con síntomas de covid, con 500 lechos.En otro frente, Paraisópolis creó programas para mantener trabajadores ocupados, en alianzas con empresas privadas: Adopte una diarista (donación de 300 reales, kit de hi-giene y una canasta básica por mes) y Cos-tura misiones, Brasil, de apoyo a ventas de los productos de costureras que también pasaron a confeccionar mascarillas para la distribución gratuita en el barrio. Según los líderes comunitarios de la favela, el mode-lo está siendo replicado, en algún nivel, en 361 comunidades en Brasil. Son muchos los ejemplos de movilizaciones populares para enfrentamiento de la epi-demia, pues la población sabe en dónde las políticas públicas no llegarán. El Comple-jo de la Maré, en Rio de Janeiro, encara la epidemia básicamente con comunicación, recolección y distribución de donaciones. Agrupamiento de 16 favelas y cerca de 140 mil habitantes, la Maré contabiliza el mayor número de muertos por covid entre las 404 ocupaciones cariocas (total de 70, hoy).Las y los líderes del Complejo crearon el Frente de Movilización de la Maré, abraza-da por 15 entidades sociales y 100 volun-tarios que producen y distribuyen podcasts para WhatsApp y mensajes en altavoces comunitarios, además de afiches con orien-taciones sobre prevención y cuidados.Toda movilización observada en las mayores favelas, sin embargo, es poco para contener el avance de la enfermedad y las muertes. Sigue faltando Estado. En Rocinha, otra gran favela carioca, con más de 100 mil habitan-tes, con 61 muertos por covid hasta hoy, los enfermos están muriéndose dentro de casa.En los núcleos menores de favelas, consti-tuidos más recientemente, la situación es aún más dramática, sin visibilidad en los medios ni liderazgos consolidados, esas comunidades están en general abando-nadas al propio azar. Solo recientemente, ya en medio a la pandemia, descubrí, en el distrito de la Ciudad Tiradentes, zona Este de Sao Paulo, algunos de esos núcleos, pese a que vivo y trabajo en la región hace algunos años.Para intentar amenizar la tragedia entre ellos, organicé, con el apoyo de profesores, jóvenes ligados a los colectivos de cultu-ra del barrio y un gran grupo de amigos regimentados por las redes digitales, una red de solidaridad para recaudar y distri-buir alimentos y productos de higiene en cuatro ocupaciones: Jardín Maravilla, Villa Yolanda II, Jardín Villa Verde y Souza Ra-mos, con cerca de cinco mil casas y más de siete mil habitantes. Uno de los aliados, el movimiento de los Trabajadores Sin Tierra (MST) donó algunas centenas de toneladas de alimentos a comunidades por todo el país durante la epidemia, demostrando la potencia de la agricultura familiar y una ca-pacidad emocionante de solidaridad.Para priorizar la atención, mapeamos las familias, detectando las que no están reci-biendo auxilio de emergencia del gobierno federal, ancianos y madres solteras. Las in-formaciones vienen siendo utilizadas inclu-so para encaminamiento de casos de extre-ma vulnerabilidad a los servicios públicos. Además de ofrecer canastas, aplicamos un cuestionario para identificar personas que ya tuvieron contacto con infectados o al-gún síntoma de covid. Cuando la respuesta es positiva, encaminamos a la unidad de salud más próxima. El esfuerzo viene siendo enorme, pero, cla-ro, insuficiente para atender carencias tan profundas. Mientras la covid se esparce de forma silenciosa en Ciudad Tiradentes (no

7071hay estadísticas sobre la evolución de la enfermedad en el distrito), la tragedia so-cial preexistente se agudiza con la desor-ganización económica que desencadenó.Cuando pensamos que un padrón de aten-ción fue mínimamente establecido, somos atropellados por acontecimientos trágicos o inusitados. Semanas atrás, una de las cua-tro favelas, con 150 chozas hechas de ma-dera, en suelo de tierra, sin agua corriente ni alcantarilla, sufrió un incendio que dejó 200 familias desabrigadas y sin asistencia alguna de la alcaldía. Conseguimos dona-ciones de maderas y comenzábamos a le-vantar las casas, pero una lluvia fuerte hizo transbordar el arroyo inmundo a lo largo del cual ellos se distribuyen, inundando lo que había sobrado del incendio.Ya en el núcleo Villa Verde, encontramos cerca de 150 familias bolivianas, de trabajadores del área de confecciones, actualmente desem-pleados. La mayoría de esos migrantes están en situación irregular en el país, sin documen-tos y por eso no lograban acceso al auxilio de emergencia. Además de ofrecer canastas bási-cas y de higiene, accionamos el consulado de Bolivia y estamos asesorando los inmigrantes en la obtención de documentos.A la vez, es necesario lidiar con la violencia, incluso y principalmente la policiaca, que desde el comienzo de este año ya impuso la muerte de tres jóvenes, sin que los crí-menes fueran aclarados.Aun así, en su precariedad, las redes de so-lidaridad vienen haciendo enorme diferen-cia en aquellas comunidades, y no solo por el auxilio material, importante, aun cuando insuficiente, que viene promoviendo. La so-lidaridad ha despertado entre los habitantes potenciales liderazgos y nuevo ánimo para la lucha y la auto-organización, en especial en-tre mujeres, lo que demuestra, nuevamente, que el único camino de las izquierdas para retomar bases políticas es aquél que lleva hacia los más pobres. Y este es, en fin, nues-tro objetivo, un objetivo cargado de sentido político: estimular y fortalecer el espíritu de comunidad para la conquista de dignidad y autonomía.