Chile: diálogo con Raoul Vaneigem
Diálogo con Raoul Vaneigem a propósito del aniversario de la Revuelta de Octubre y del plebiscito
Realizado entre el 15 de Octubre y el 22 de Octubre de 2020
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Estimado Raoul,
Para mí, como joven de 26 años que ha leído con mucha atención tus libros desde hace ocho años, es una gran emoción tomar contacto contigo.
En nuestro país, la revuelta de Octubre dio paso a la quema de toda paz consensual del neoliberalismo como laboratorio a nivel mundial, partiendo por la constitución hecha durante la dictadura de Pinochet en la década de 1980 por los discípulos de Milton Friedman, los denominados Chicago Boys, que privatizó la educación (una de las más caras del mundo), la seguridad social, las jubilaciones miserables, generando una individualización extrema mediante la competitividad de la vida cotidiana en todos sus aspectos.
La pulsión de revuelta ha permitido abrir asambleas obreras en diferentes comunas y regiones a lo largo de Chile para que trabajadores de todo tipo, tanto los más pobres como las clases medias, en ciertas instancias horizontales busquen cómo rehacer el modelo social de proyecto-país. No fue hasta el 15 de Noviembre del 2019 que los parlamentarios y algunos políticos salvaron la vida del gobierno mediante un ‘Acuerdo por la paz’, instalando elecciones para rehacer la constitución, cosa que ha permitido que la democracia burguesa pueda salvar su vida de una insurrección que venía en un muy buen camino hasta Febrero de este año, en la que bancos, supermercados, farmacias, edificios del gobierno o grandes shoppings, no pudieron resistir a la rabia proletaria en el país más largo del mundo. Desde el desierto de Atacama (el más seco del mundo) hasta Punta Arenas (una de las últimas ciudades del mundo, cerca de la Antártica) la huelga salvaje y la autogestión generalizada se había instalado en todos lados.
Después de esto, hemos perdido la capacidad de movilizarnos y de tomar de nuevo la revuelta y la autoorganización territorial de las comunas, producto del confinamiento y un gobierno que ha manipulado las cifras de casos de Covid-19, tal como lo hicieron Bolsonaro o Trump. Y hasta estos días, tres días antes del aniversario de la revuelta espontaneísta del año pasado, no ha habido más que pequeñas movilizaciones por el hambre.
Nos encontramos en proceso, este 25 de Octubre, mediante la vía institucional, de cambiar la constitución neoliberal de los Pinochet-Friedman Boys, pero ello cuesta caro con respecto a la autogestión y la revuelta popular, que ha perdido su intensidad y su capacidad de supervivencia durante la pandemia.
¿Cuál es tu análisis en esta situación? ¿Qué es lo que piensas de este proceso, desde la perspectiva de tu texto ‘Lettre au Chili’ del año pasado, y de tu libro ‘La insurrección de la vida cotidiana’?
Muchas gracias de antemano.
Y muy cordialmente, me encuentro contento de poder hablar contigo en este momento histórico.
Emilio Guzmán Lagreze
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Buen día Emilio,
Estoy muy feliz de abrir un diálogo contigo. No te diría nada nuevo mencionando que rara vez en la historia en una época se había tenido tanta necesidad de inteligencia. Y no hablo de un discurso intelectual (por más interesante que éste pueda ser en este momento), sino de una consciencia eminentemente sensible hacia lo vivo y a la amenaza que pesa sobre ello.
Estamos en la curva ascendente de una ofensiva llevada por una economía que tiene la forma terriblemente angustiante de una parte de la muerte. Por supuesto, Clausewitz nos ha enseñado que en el punto culminante de la ofensiva ocurre el colapso. Pero no es una razón para instalarse a la espera, como presas de la usura que conlleva la vana alternancia de las esperanzas y desilusiones.
Tengo el sentimiento de que estamos hasta este día limitados a una concepción militar de nuestro largo combate histórico por la emancipación del ser humano. Hemos desatendido demasiado el hecho de que el deseo de “devenir humano” esbozaba un proyecto incompatible con la violencia guerrera, inherente a todo poder jerarquizado, inherente a la existencia de jefes. Siempre hemos razonado en términos de victoria y derrota, y el balance al cual ha conducido tal presupuesto es necesariamente desolador.
La mutación de la civilización en la cual nos encontramos está colmada de noche y niebla (Nacht und Nebel). La confusión es grande, como son abrumadoras las convulsiones del viejo monstruo que muere y quiere llevarnos a la muerte. Pero aquello que se manifiesta en la sublevación mundial de la diversidad de pueblos es un fenómeno nuevo, y este nos ha dado la posibilidad de asistir a ella de manera similar.
El orden del mundo nos instaura con un cinismo absoluto la orden de morir. Es un mandato al cual obedecen millones de resignados cuyo ataúd climatizado y la televisión programan la cómoda agonía cotidiana.
Al mismo tiempo explota una reacción en un sentido inverso, un sobresalto visceral de vida. Una autodefensa sanitaria se instala contra una sociedad enferma que sufre menos de coronavirus que de una economía que mata explotando al hombre y a la naturaleza.
Las lecciones de la Comuna de Paris, de las colectividades libertarias españolas de 1936, así como del movimiento de las ocupaciones de 1968, muestran que por más duramente reprimidas que estas fueran, las insurrecciones del pueblo han sido interrumpidas, pero no aniquiladas.
Igual que la vida, la experiencia de la autoorganización no se concibe en términos de triunfos y fracasos. Lo importante es que ella se reitera a la luz de una consciencia radical. Qué es la radicalidad sino la raíz de nuestra existencia, ese combate permanente y primordial en donde tratamos sin parar de reequilibrarnos, de hacer más armónica nuestra relación con nosotros mismos y con los demás. Toda metafísica excluye lo que persiste como viviente en nosotros y afronta, con la obstinación del legendario David, no la muerte natural sino que los artificios burocrático-militares que la desnaturalizan y nos la imponen de manera prematura (ver los estudios biológicos estimando que antes de los cien años ninguna muerte es natural).
El golpe de fuerza de una dictadura universalmente proclamada ha logrado aislarnos los unos a los otros. La prisión está en todos lados. Juntas de asambleas previstas para noviembre en Francia han sido aplazadas mientras entre los grupos las relaciones se siguen y continúan madurando.
El absurdo gubernamental bajo la protección policial revela el colapso de la economía, la creciente pauperización, la crisis monetaria previsible. Depende de nosotros el recuperar todo desde la base. Como lo he dicho, en semi-broma, la resistencia tiene virtudes terapéuticas, luchar para vivir ayuda a vivir mejor.
Tú me pides mi perspectiva sobre la disputa de las constituciones. No me encuentro preparado y no tengo ninguna autoridad para dilucidar dicha disputa, de la forma que sea. Pienso sin embargo que estaremos de acuerdo por dos elementos generales. El primero es que evidentemente hay que enterrar la Constitución Friedman-Pinochet. La segunda es que es necesario denunciar la versión gubernamental de una nueva Constitución, como una máscara destinada a darle una interrupción al movimiento de radicalización social. Pero esto último no tiene motivo alguno para desaparecer, mientras se acreciente la pauperización.
Ignoro cual sea el ascendente de engaño gubernamental y su capacidad de obtener un voto de apoyo « popular», pero incluso : ¿en caso de una victoria populista, la situación no haría más que empeorar ? Que una Constitución llena de sangre pueda ser reemplazada por una Constitución llena de mentiras indica al menos una cosa (en caso que esta sea así) : una Constitución puede ser reemplazada por otra. El juego constitucional es peligroso para el poder. El pueblo podría notificar que las constituciones estatales no tienen nada que hacer con el pueblo, y que lo más importante es « constituirse » en asambleas de autorganización en las que las decisiones sean tomadas por estas y para estas.
Te saluda amistosamente,
Raoul Vaneigem
Fuente: Carcaj 2 de noviembre de 2020.