La cuestión antiidentitaria

Bastante controversial el tema puesto por Holloway en su intento de actualizar la dialéctica que en el fondo está siendo superada por la teoría de la complejidad. Sostiene que decir “soy indio” no es suficiente si no va acompañado de “contra algo, como el racismo”, “soy mujer” sería contra el patriarcado para una mejor identificación. Esta forma puede ser discutida en un sentido más profundo por ejemplo “soy indio” desde antes de venir el racismo, que no me define, o “soy mujer” de antes del surgimiento del patriarcado. Veamos:



La cuestión antiidentitaria

 

John Holloway *

Comunizar

La cuestión de la identidad es un tema muy importante que está surgiendo todo el tiempo en el último par de meses en las discusiones, en la presentación de la revista Bajo el Volcán de la semana pasada, en la presentación del libro de Gilberto López y Rivas este lunes, y más. Es un tema tal vez controvertido, porque la afirmación de la identidad surge todo el tiempo en los movimientos de oposición, en los movimientos anticapitalistas. Surge en el movimiento feminista: «soy mujer», en los movimientos indígenas: «soy indígena», en el movimiento negro: «soy negro», en el movimiento de la izquierda latinoamericana tradicional: «somos latinoamericanos antiimperialistas».
Para mí, la crítica a la identidad, en cierto sentido, está ya presente en las primeras palabras de Cambiar el mundo sin tomar el poder: en el principio está el grito, «nosotros gritamos». Y también en Agrietar el capitalismo: «queremos romper». El punto de partida es negativo. Estamos en este seminario porque de una u otra forma todos compartimos esta negatividad. Estamos «en contra de» la sociedad actual. Si decimos «somos indígenas» o «somos negros» o «somos mujeres», estamos cambiando la gramática. Estamos positivizando. Eso me parece un problema porque la positivización pierde de vista al enemigo. Si empezamos diciendo «estamos en contra de», «gritamos en contra de», estamos diciendo también que nuestra existencia es una existencia negativa. Gritamos contra el capital, estamos contra el capital, eso implica que el capital ya se está reproduciendo dentro de nosotros, que no existe ninguna pureza. Pero también estamos diciendo que nuestra existencia desde el momento mismo del nacimiento es parte un conjunto de relaciones sociales antagónicas. Y no podemos entender lo que somos o lo que hacemos con abstracción de este conjunto de relaciones antagónicas. Si decimos «soy…» (lo que sea), estamos haciendo abstracción de esta totalidad de relaciones antagónicas.

 

La tensión entre la interpretación identitaria y la interpretación antiidentitaria de los movimientos

La pregunta de Mariana, al principio, me pareció excelente, «anunciarse desde sí mismo». Yo diría que sí, pero si nos anunciamos desde nosotros mismos, es cuestión de reconocernos no como individuos, y no como colectividades cerradas, sino como polos de una relación antagónica. Toda la estructura, la cultura actual, nos impone, o sugiere o promueve, una gramática positiva. Entonces tendemos a pensar «somos indígenas» o «somos mujeres». Está bien, si uno dice, al mismo tiempo, que la razón por la cual decimos «somos mujeres» es porque estamos en contra de nuestra afirmación. En realidad no es una afirmación sencilla, es una afirmación «en contra de», somos mujeres «en contra de» una sociedad patriarcal, somos indígenas «en contra de» una sociedad racista. Si perdemos este «en contra de», el movimiento o la afirmación inicial se presta muy fácilmente a la reintegración social. Eso lo hemos visto una y otra vez, por ejemplo, con los movimientos nacionalistas, algo que ha sido el tema de discusión el lunes con Gilberto López y Rivas. Si digo «soy mexicano» o «soy irlandés», es ya ponerme en el camino de la integración en la sociedad actual, es ya empezar a perder mi existencia «en contra de», de suprimir mi negatividad.
Si pensamos en cualquier movimiento revolucionario, en cualquier movimiento de protesta, estos dos elementos están allí todo el tiempo, en los movimientos indígenas siempre hay una tensión, entre decir, por ejemplo, «somos mapuches», reclamamos la gloria del pasado mapuche, por un lado, y por otro lado estamos afirmando nuestra mapucheidad, en contra de una sociedad que la niega. Si vemos la experiencia de los zapatistas, algo muy excepcional de ellos es que no han caído en esta afirmación identitaria. Son un movimiento de composición casi totalmente indígena, pero se han presentado, primero, como un movimiento antineoliberal, y luego como un movimiento anticapitalista, y han mantenido esta apertura.
En cambio, el nacionalismo y los movimientos de liberación nacional, en general fueron un desastre. Lograron crear Estados, pero casi siempre Estados bastante represivos y no emancipadores en ningún sentido. Pienso en el caso irlandés, por ejemplo. Otro ejemplo, que se citó en la presentación de Bajo el Volcán, la semana pasada, es el caso de los kurdos. Pero dentro del movimiento kurdo hay tensión entre una interpretación identitaria y una interpretación antiidentitaria del movimiento. Esta tensión entre interpretación identitaria y la interpretación antiidentitaria me parece que está en todos los movimientos. Por ejemplo, lo que está sucediendo con los centros sociales, okupas, en España y Portugal.
Tampoco es cuestión de identidades múltiples. No se trata de decir «soy irlandés» y también «soy mexicano», y «soy hombre» y «soy profesor». Se trata de la gramática, de una gramática negativa, de que somos antiidentitarios, nuestro pensamiento está en contra de la identidad.

 

La no-identidad como antiidentidad

Cada dos años, en la maestría, Edith y yo damos un curso sobre El Capital de Marx. Mi lectura de El Capital, en cierto sentido, comparte con muchas lecturas recientes, un movimiento que se desplaza de la centralidad de la explotación hacia el análisis del valor, la importancia del valor. Si empiezas con la relación de explotación, como se hace tradicionalmente, me parece que eso lleva a una lectura identitaria, una lectura del capitalismo en términos de una lucha de clases identitaria, donde la clase obrera está definida. Si empezamos desde el principio (como Marx) y enfatizamos la cuestión del valor, eso nos lleva a un análisis, o una visión del capitalismo como un sistema lógico. Para mi, un sistema lógico que es, al mismo tiempo, identitario. Eso me lleva a enfatizar la cuestión de la antiidentidad. Si pensamos desde allí la lucha contra el capital, es la lucha desde lo que no cabe dentro de esta lógica, es una lucha desde el desbordamiento, desde las categorías que no caben dentro de la disciplina identitaria. Por ejemplo la «riqueza», que sí existe en la forma de la mercancía pero al mismo tiempo desborda esa forma, existe en contra y más allá. Lo mismo con el trabajo concreto o el hacer, respecto al trabajo abstracto; o del valor de uso respecto al valor.
La cuestión de la antiidentidad no puede ser no-identidad. Adorno habla de no-identidad. Pero para mí no-identidad sugiere una relación dual entre identidad y no-identidad, y no es así, hay una relación antagónica entre identidad y lo que desborda la identidad. Por tanto la no-identidad se tiene que entender como antiidentidad. Como revuelta, como rebeldía contra la identidad.
Esto tiene que ver con algo que no hemos discutido todavía, pero que espero que discutamos la próxima vez: la pregunta ¿dónde está la lucha de clases? Y la cuestión de clase como clasificación, como identificación.

 

El contexto actual y la cuestión de la identidad

En las discusiones de las últimas semanas está surgiendo esta cuestión de la identidad, que sigue siendo para mi una cuestión muy fuerte, y tiene que ver con la situación actual. Tiene que ver con ciertas tendencias que hemos visto en las presentaciones de estas últimas semanas. Si pensamos en la situación actual, con el auge de la derecha, o en la situación actual y su relación el surgimiento del fascismo en los años 30, pero entendiendo el fascismo como «nacional socialismo» (en el caso alemán), o como identificación del resentimiento, lo que me preocupa es que los movimientos de resistencia, en este momento, se van identificando.
Y también reaparece el concepto de antiimperialismo, que se traduce en muchos movimientos actuales como descolonización, o decolonialidad. Y que se traduce también en el caso de los movimientos feministas, donde hay elementos identificantes muy fuertes que para mi son preocupantes, y me cuesta mucho trabajo expresar esa preocupación. Pero es precisamente eso, pensando en la historicidad de la discusión, la preocupación cuando hablamos de identidad en este momento, no es exactamente lo mismo que hace diez o quince años cuando escribí Agrietar el capitalismo. Ahora mis preocupaciones son, más bien, en términos del auge del nacionalismo. La idea de la izquierda de que el nacionalismo latinoamericano no es como el nacionalismo europeo o norteamericano. Pero sí existe una continuidad, y la idea de una identificación desde abajo, en términos de indigenismo por ejemplo, tiene implicaciones potencialmente serias, y muy difíciles de expresar en este momento, porque va en contra de lo que los movimientos mismos están diciendo. Por ejemplo los mapuches dicen «somos mapuches». Aunque me parece que los zapatistas nunca lo han hecho. O es mi interpretación. Si uno lee la serie actual de los comunicados zapatistas, su argumento es fuertemente antiidentitario. Hay que pensar la cuestión de la identidad y el significado de esta discusión. No es el mismo contexto en que fue escrito Agrietar, es otro contexto, es el contexto del auge de la derecha, y del peligro del proceso de identificación de los movimientos de resistencia.
Si uno piensa en «la Madre Tierra» o la defensa de formas de vivir y relacionarse con la naturaleza, creo que esto en el mundo actual es, necesariamente, una relación «en contra de» la invasión de una lógica capitalista. Podemos hablar de espacios no totalmente capitalistas, pero estos espacios no son necesariamente comunidades indígenas, ni territoriales. En cierto sentido, todos vivimos en espacios no totalmente subordinados al capital. Todos vivimos en una temporalidad y una espacialidad que existe en tensión con la lógica del capital.
Dos temas muy importantes de esta discusión son la cuestión del territorio y la cuestión de la construcción de alternativas. Porque la idea de la construcción de alternativas se basa en la idea de una externalidad, o una externalidad potencial, que a mi me parece que no es realista.

 

* Transcripción parcial de la intervención de John Holloway en el encuentro del 22 de octubre de 2020, correspondiente al Seminario Subjetividad y Teoría Crítica, Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades Alfonso Vélez Pliego, Posgrado de Sociología, BUAP, México.