La pandemia, la crisis climática y los animales: liberación total para evitar la extinción

Los organismos que viven en el planeta trabajan en equipo para posibilitar la vida de los demás, pero la especie humana se ha acostumbrado a considerar todo lo que la rodea como recursos a su disposición. Esta falta de visión es una de las claves del retroceso de la biodiversidad, y es el caldo de cultivo para pandemias como la del covid-19.



La pandemia, la crisis climática y los animales: liberación total para evitar la extinción

María R. Carreras

El Salto

8 nov 2020 05:19 

Los organismos que viven en el planeta trabajan en equipo para posibilitar la vida de los demás, pero la especie humana se ha acostumbrado a considerar todo lo que la rodea como recursos a su disposición. Esta falta de visión es una de las claves del retroceso de la biodiversidad, y es el caldo de cultivo para pandemias como la del covid-19.

 

Cuando la crisis del coronavirus inició su camino europeo a principios de 2020, numerosas publicaciones que relacionaban los mercados húmedos con el contagio del covid-19 salpicaron, durante un tiempo, el panorama mediático internacional.

Todos los coronavirus conocidos son zoonóticos, de origen animal. El consenso científico sobre la procedencia de la pandemia está cada vez más claro: el virus se originó en murciélagos, que lo transmitieron a un animal intermedio que luego infectó a humanos.

A partir del conocimiento científico acumulado, resuena una advertencia: si no cambiamos nuestra relación con el resto de los animales con los que compartimos el planeta es probable que brotes como el covid-19 se conviertan en algo más recurrente, más extendido y más grave.

Sin embargo, al tiempo que la investigación para encontrar tratamientos y vacunas avanza, el origen de esta pesadilla mundial ha quedado prácticamente en el olvido.

Acudir al origen 

Marta Tafalla, profesora de Filosofía en la Universitat Autònoma de Barcelona y autora de Ecoanimal. Una estética plurisensorial, ecologista y animalista (Plaza y Valdés, 2019), explica a El Salto que la humanidad se encuentra en lo que ella califica como un proceso de autoengaño: “Nosotros no queremos ver las causas de la pandemia. Si los humanos fuéramos sensatos, una vez que el virus ha saltado de un mercado húmedo, lo razonable sería prohibir todos los mercados con animales vivos del planeta”.

En palabras de Tafalla, en torno al origen de la pandemia “deberíamos haber generado un debate colectivo muy serio sobre cómo nos alimentamos, cómo nos relacionamos con otras especies y qué modificamos para que no vuelva a pasar”. Sin embargo, señala, “en estos momentos intentamos gestionar la pandemia como podemos, pero no queremos hablar sobre por qué ha pasado esto, y eso es un problema”.

“Sentimos que somos el animal más listo de todos. Y reconocer que nosotros mismos nos provocamos enfermedades, es algo muy fuerte. Es lo mismo que nos pasa con el cambio climático”, asegura la filósofa Marta Tafalla

 

Esta experta explica que la falta de voluntad de hablar sobre el origen de la pandemia se debe a dos motivos: “Primero, por una cuestión de miedo: no queremos hablar de cosas que nos aterran. Y, por otra parte, no queremos reconocer nuestros errores. Esta pandemia la hemos provocado los humanos, pero no nos gusta pensarlo. Sentimos que somos el animal más listo de todos. Y reconocer que nosotros mismos nos provocamos enfermedades es algo muy fuerte. Es lo mismo que nos pasa con el cambio climático”.

La humanidad no sabe compartir

Todos los organismos que viven en el planeta trabajan para sí mismos, pero también facilitan que las otras especies puedan vivir. Las plantas ayudan a los animales y al revés; la vida del planeta se basa en gran parte en estas relaciones de trabajo en equipo.

El problema, según Tafalla, “es que hay una especie que no se presta a estas reglas de trabajo en equipo: la humana”. Para la profesora, “nuestra civilización quiere todos los recursos del planeta solo para ella; tiende a tratar a todos los seres vivos como herramientas, no como compañeros de viaje; en ocasiones con crueldad extrema”.

El 75% de la superficie terrestre ha sido modificada por el ser humano, en gran parte debido a nuestro sistema alimentario, que según la ONG es una de las principales razones del retroceso de la biodiversidad, alerta el informe anual Planeta Vivo de WWF

En opinión de Tafalla son dos los principales problemas actuales de nuestro planeta: “El primero es de orden ético; es injusto tratar al resto de especies así”. El otro es “nuestra propia supervivencia: hemos llevado esta situación tan al extremo que vamos directos al colapso”.

Los humanos estamos aniquilando la diversidad de la biosfera. La edición 2020 del informe Planeta Vivo, elaborado por WWF, señala que desde 1970 hasta ahora las poblaciones de vertebrados han disminuido un 68%. El 75% de la superficie terrestre ha sido modificada por el ser humano, en gran parte debido a nuestro sistema alimentario, que, según esta ONG, es una de las principales razones del retroceso de la biodiversidad.

La destrucción del hábitat salvaje para la agricultura, la tala, la minería y otros usos humanos del suelo y los ecosistemas han dado lugar a lo que se considera la sexta extinción masiva de especies en los 4.000 millones de años de la historia de la Tierra.

Tafalla relaciona la pandemia con la falta de biodiversidad: “Los ecosistemas no funcionan sin plantas y animales salvajes, y los estamos destruyendo. De ahí una relación clara con la pandemia actual. El coronavirus se origina en un contexto de destrucción brutal del ecosistema. Con esta destrucción vienen unos desórdenes, una descompensación. Los patógenos saltan de unas especies a otras en lugares como los mercados húmedos, donde se concentra a animales de diferentes especies en un caldo de cultivo perfecto para la infección”.

En la misma línea, en el libro Grandes granjas, grandes gripes (Capitán Swing, 2020), Rob Wallace explora la relación entre las enfermedades infecciosas, una agricultura controlada por corporaciones internacionales y la economía. En el volumen, Wallace recuerda que los nuevos patógenos no pueden atajarse simplemente con vacunas, sino que es necesario revisar los regímenes de uso de la tierra y acumulación de valor.

 

Propuestas radicales 

Tafalla destaca dos de las propuestas que considera cruciales para parar nuestro camino hacia el colapso. La primera, decrecer. La segunda, dejar y ayudar a la naturaleza a que recupere su estado salvaje, una medida también conocida como rewilding o renaturalización.

La profesora tiene claro que “si no decrecemos voluntariamente, de forma organizada, la biosfera nos obligará a decrecer, y lo hará de maneras muy dolorosas”. Por ello, añade, “lo sensato es que los países enriquecidos decrezcan tanto en población como en consumo”. Y en ese decrecimiento, las dietas vegetales son clave.

“Si no decrecemos voluntariamente, de forma organizada, la biosfera nos obligará a decrecer, y lo hará de maneras muy dolorosas”, sostiene Tafalla

Los movimientos decrecentistas recomiendan medidas como utilizar menos energía, viajar menos en avión o utilizar menos el coche, pero no piensan con la suficiente seriedad en modificar la dieta, según Tafalla. Estudios científicos especifican que las dietas vegetales necesitan menos agua, menos tierra y menos energía. La experta explica que, si dejásemos de tener ganadería, “todo el territorio que no necesitaríamos se lo podríamos devolver a la fauna salvaje, y en esto consiste el rewilding”.

Autores como el conocido ecologista y divulgador británico George Monbiot recomiendan el rewilding sumado a una dieta libre de productos de origen animal como dos caras de la misma moneda para salvar el planeta, basándose en estudios que muestran que la ganadería es una de las principales culpables de la pérdida de la biodiversidad. Según Monbiot, “podríamos reducir todo nuestro consumo de todo lo demás casi a cero y aún así iríamos al colapso, a no ser que cambiemos nuestras dietas”.

Monbiot resume esta información en una frase: “Si queremos consumir menos soja, entonces tenemos que comer soja, dado que el 93% de la soja que consumimos, que lleva a la destrucción de bosques, sabanas y marismas, la consumimos en forma de carne, lácteos, huevos y peces, y la mayor parte de la misma se pierde en la conversión”. Si comiésemos soja directamente, en lugar de alimentar con esta a los animales, sería necesaria una cantidad muchísimo menor para conseguir la misma cantidad de proteína para los humanos. 

“Si queremos consumir menos soja, entonces tenemos que comer soja, dado que el 93% de la soja que consumimos, la que lleva a la destrucción de bosques, sabanas y marismas, la consumimos en forma de carne, lácteos, huevos y peces, y la mayor parte de la misma se pierde en la conversión”, indica George Monbiot

El mismo autor mantiene que la carne de animales explotados en producciones extensivas es aún más dañina para el medio ambiente, dado que se requiere mucha más tierra para producir cada trozo de carne cuando se alimenta a los animales con pasto.

Antiespecismo como solución

Como explica Tafalla, la cuestión de cómo tratamos al resto de animales se puede observar desde varios ángulos. Este año se cumplen 50 años desde que apareció el término especismo, que hace referencia a la cuestión animal desde un punto de vista ético.

Richard D. Ryder, autor y psicólogo (Reino Unido, 1940), acuñó la palabra en 1970 para describir la exclusión que sufren los animales de las protecciones que sí están disponibles para los humanos debido a una discriminación basada en la especie.

 

Ryder cuenta a El Salto que “estaba en la bañera una mañana, pensando en las manifestaciones de París y Londres contra el racismo y contra el sexismo, y de repente, pensé: ‘qué pena, nadie se manifiesta por los animales’”. “En ese momento me di cuenta de que había una similitud entre las diferentes formas de discriminación basadas en diferencias físicas”.

Este psicólogo admite: “Es difícil comprender la idea si no estás acostumbrado a pensar en esos términos. Pero es una cuestión de discriminación motivada, en lugar de por una diferencia entre sexos, clases, o razas, por una diferencia entre especies. Un prejuicio basado en el sexo se llamaba sexismo. Uno por raza, racismo. Así que pensé que deberíamos tener también la palabra especismo”.

Ryder salió de su baño esa mañana, escribió un breve folleto, lo imprimió en la Universidad de Oxford y lo envió a una serie de direcciones. “No obtuve muchos resultados”, reconoce. Así que repitió el proceso, añadiéndole la imagen de un pequeño chimpancé en un laboratorio, y lo envió un puñado de direcciones de la universidad. “Comencé a recibir respuestas, y una de las personas que me contestó fue Peter Singer”.

Un año después, cuenta Ryder, “Singer revisó mi libro y le gustó mi idea de especismo, y empezó a utilizar la palabra él también, y algo más adelante publicó Animal Liberation, haciendo del especismo uno de los temas centrales”. A partir de ahí, “fueron una serie de filósofos de Oxford quienes guiaron el nuevo interés en torno a la liberación animal y el antiespecismo, comenzando el movimiento moderno por los derechos animales”.


 


Lo importante para este psicólogo era manifestar que “en términos morales, lo relevante no es la especie a la que alguien pertenece, sino si se es capaz de sentir dolor y sufrimiento. Esta es la base para una moral moderna. Y esto me llevó a desarrollar mi teoría moral, que llamé painism [térmimo que podría entenderse como ‘dolorismo’], basada en considerar moralmente a todo aquel que pueda experimentar estas sensaciones”.

Cincuenta años más tarde, nos encontramos con que el especismo es un movimiento que ha evolucionado. Para Tafalla, “la situación ha empeorado desde que Ryder pensó el término y desde que Singer lo popularizó. Las técnicas son cada vez peores para los animales; ahora existen granjas de cerdos de doce pisos. La población humana ha aumentado y la presión sobre los otros animales ha crecido”.

“Son un montón de problemas muy bestias a la vez”, continúa la autora, “y no hay voluntad desde la clase política de hacer nada. Estamos en una situación de gravedad extrema. Ya no es una cuestión solo de ética, sino de supervivencia nuestra y de las otras especies”.

Liberación total

Quizá debido a la urgencia que indica Tafalla, y también por influencia de otros movimientos sociales, una parte de la corriente por los derechos animales reivindica ahora que no se puede abordar un tipo de opresión y olvidarse del resto.

Un pequeño libro de 122 páginas, titulado Total liberation, de autoría anónima (Active Distribution, 2019), explica el concepto de liberación total, que elucida las interconexiones de las diferentes discriminaciones. Propugnan una ética de la liberación de todas las opresiones, basada en una crítica radical del capitalismo —también del ‘capitalismo verde’— como un sistema en el que “el más mínimo fallo al tratar de mantener un crecimiento sin fin es definido como crisis”.

A través de este concepto, que ha sido abordado también en la disciplina académica de Estudios Críticos Animales, se considera la posibilidad de que el especismo fuese la primera jerarquía en institucionalizarse en muchas comunidades precivilizadas hace milenios, específicamente a partir de la revolución agrícola, como detalla el profesor de sociología David Nibert en Animal Rights Human Rights (Rowman & Littlefield, 2002).

A partir de la idea de liberación total se analizan las diferentes opresiones como eventos interconectados; se explica que la historia del colonialismo siempre ha estado conectada a la subyugación de humanos, animales y la tierra por igual; se expresa el exterminio de los indios norteamericanos como un fenómeno basado en un interés de expansión del comercio internacional de piel, lana y cuero. O la denominada ‘Intervención estadounidense en México’ como una guerra motivada por los beneficios que supondría adquirir tierras para alimentar a los animales, el mismo objetivo que persiguieron los británicos en Irlanda, al igual que los conquistadores españoles en América del Sur, que fueron colonizando tierras a través de convertirlas en pasto para los animales que criaban como ganado.

La liberación total bebe de las teorías de las ecofeministas, que vienen explicando desde hace décadas cómo el patriarcado está enraizado profundamente en un desprecio por el mundo natural, que se manifiesta caracterizando lo femenino como irracional, y por pretender convertirlo por ello en ese “otro”, menos humano que lo masculino.

Del mismo modo, se percibe también una influencia desde la teoría de la interseccionalidad acuñada por Kimberlé Crenshaw. Y también comprende que la exclusión de diversos miembros de la humanidad, como mujeres, personas no blancas, personas con discapacidades, y otras, siempre ha estado ligada a su deshumanización, tal y como advierten autoras contemporáneas como Syl y Aph Ko.

Según el concepto de liberación total, ninguno de los ejes de dominación existentes deberían parecer secundarios comparado con los otros. No se puede entender ninguna instancia de la opresión separada de un todo, pues las diferentes jerarquías interactúan una con otra de forma profunda, facilitando la dominación de un grupo en virtud de la dominación de todos los demás. Y por eso, explica la autora anónima de Total liberation, “todas las luchas de liberación genuinas deben reconocer que, lejos de tener objetivos desconectados, cada uno de ellos depende del éxito del otro”.

Steve Best lo resume en su libro The Politics of Total Liberation (Palgrave, 2014): “Es imperativo que no hablemos más de liberación humana, liberación animal o liberación de la tierra, como si fuesen luchas diferentes, para hablar mejor de liberación total”. Y en el texto de Total liberation, concluyen: “El asunto no es subsumir la lucha en una sola organización o una sola identidad, sino aumentar la densidad de enlaces entre sus diferentes frentes, nutriendo las alianzas estratégicas y las redes de apoyo mutuo necesarias para dejar al enemigo común en ruinas”.

 
NOVIEMBRE ANTIESPECISTA
 

En 1994 Louise Wallis, presidenta de la organización británica Vegan Society, fijó en el 1 de noviembre como Día Mundial del Veganismo. En los últimos años se ha extendido la reivindicación a todo el mes de noviembre, y en rincones de todo el mundo se organizan manifestaciones, festivales y otros eventos.

La cita llega también a diferentes ciudades de España, con manifestaciones en Madrid y Bilbao.

Para las organizadoras de la manifestación de la capital, que convocan por sexto año consecutivo, su objetivo es “lanzar un mensaje claro y contundente contra el fin del especismo desde una perspectiva interseccional”. Abogan por una “lucha contra todo tipo de opresión y expulsión de los opresores de cualquier movimiento de liberación”, y consideran que “es incongruente luchar contra una opresión mientras ejercemos otras”. En su protesta incluirán un bloque no mixto “para plantar cara al machismo y a los agresores que campan dentro del movimiento”.