Trabajo inmaterial. Formas de vida y producción de subjetividad

En el plano ideológico, los diferentes tipos de “resistencias”, podemos fácilmente atribuirlas (sin por ello querer reducirlas) a la hegemonía de una visión teórica, heredada de un cierto marxismo ortodoxo y de una cierta tradición de “movimiento obrero organizado”, que ve la emergencia de la clase (y de sus organizaciones) como una consecuencia de la relación con el capital: identificando el destino de los trabajadores con la relación salarial, hipoteca la vitalidad de las luchas a la evolución de la curva de empleo (formal y preferiblemente de tipo industrial!) De manera paradojal y grotesca, un batallón de críticos fieros del capital acaba postulando que el horizonte de las luchas depende de la sumisión a la “maldición” del trabajo asalariado. Es desde este punto de origen general, que se oscurece cualquier posibilidad de pensar la constitución del trabajo (y por tanto su crítica) “fuera” de la relación con el capital (que se convertiría en la “maldición” del trabajo asalariado “disponible”) y también otros ángulos ideológicos que hacen del trabajo material un valor en sí. Estos recusan el concepto de trabajo inmaterial por el simple hecho de que continúan repitiendo el enredo de un “desenvolvimiento de las fuerzas productivas (que) posibilitan la ruptura con las antiguas concepciones religiosas” (Lessa, 2000, p. 43) y de una noción de trabajo que termina reivindicándose en el método marxista (la centralidad ontológica del trabajo), o subordina la instrumentalización dinámica y técnica (y de sus “transformaciones de la naturaleza”).



Trabajo inmaterial. Formas de vida y producción de subjetividad

Maurizio Lazzarato y Antonio Negri

 

1. En la dirección de la hegemonía del trabajo inmaterial.

Veinte años de reestructuración de las grandes fábricas llevaron a una extraña paradoja. En efecto, es contemporáneamente sobre la derrota del operario fordista y sobre el reconocimiento de la centralidad de un trabajo vivo siempre mas intelectualizado que se constituirán las variantes del modelo postfordista. En la gran empresa reestructurada, el trabajo del operario es un trabajo que implica siempre más, en diversos niveles, capacidad de escoger entre diversas alternativas, responsabilidad de ciertas decisiones. El concepto de “interfase”, usado por los sociólogos de la comunicación, da cuenta de esta actividad del operario. I Nada que decir respecto a la primera cuestión, algunos elementos de respuesta ya fueron en parte definidos a través de los desenvolvimientos recientes de la sociología del trabajo y de la ciencia: Resta ahora enfrentar el segundo problema. 2. Intelectualidad de masa es nueva subjetividad. Para responder a la segunda pregunta nos permitiremos introducir aquí algunas referencias a los Grundisse de Marx. Como, con el desenvolvimiento de la gran industria, la base sobre la cual ella se funda (o sea la apropiación del tiempo ajeno), cesa de constituir o crear riqueza, así, el trabajo inmediato cesa de ser como tal, la base de la producción, porque por un lado se va transformado en una actividad prevalentemente de vigilancia y regulación; mas bien porque el producto cesa de ser el producto del trabajo aislado inmediato y es, al contrario, la combinación de la actividad social presentándose como productor. (MARX, 1978, Vol. 2, p. 406). Pero en la medida que se desenvuelve la gran industria, la creación de la riqueza real va a depender menos del tiempo de trabajo y de la cantidad de trabajo empleado y más de la potencia de los agentes que están colocados en acción durante el tiempo de trabajo y que, a su vez -esta su powerful effectiveness– no es mínima con relación al tiempo de trabajo inmediato que se encuentra en la producción, pero depende, al contrario del estado general de la ciencia y del progreso de la tecnología, o de otra aplicación, de esta ciencia a la producción (Íbidem, p. 400). Esta transformación no es en el trabajo inmediato, ejecutado por el propio hombre, ni es en el tiempo que él trabaja, mas si se da en la apropiación de su productividad general, de su comprensión de la naturaleza y el dominio sobre esta a través de su existencia en cuerpo social –en una palabra, es el desenvolvimiento del individuo social que se presenta como el gran pilar de sustentación de producción de riqueza. El fruto del tiempo del trabajador ajeno, sobre quien se apoya la riqueza actual, se presenta como base miserable con relación a esta nueva base que se desenvolvió y que fue creada por la propia industria. Luego que el trabajo en forma inmediata cesa de ser la gran fuente de riqueza, el tiempo de trabajo ceso y debe terminar de ser su medida, y por lo tanto, el valor de cambio debe cesar de ser a medida del valor de uso. La plusvalía de la masa cesa de ser condición del desenvolvimiento de la riqueza general, así como el no trabajo de los pocos ceso de ser condición de desenvolvimiento de las fuerzas generales de la mente humana. Con eso la producción basada sobre el valor de cambio desmorona el proceso de producción material inmediato perdiéndose también la forma de miseria y de antagonismo. [Subrenta] el libre desenvolvimiento de las individualidades y, por lo tanto, solo la reducción del tiempo de trabajo necesario de la sociedad a un mínimo, al cual corresponden, enseguida, la formación y el desenvolvimiento artístico, científico etc. de los individuos gracias al tiempo que se volvió libre y a los medios creados por todos ellos. El capital es él mismo contradicción del proceso, por el hecho de que tiende a reducir el tiempo de trabajo a un mínimo, en tanto del otro lado pone el tiempo de trabajo como única medida de fuente de riqueza. El disminuye, por lo tanto, el tiempo de trabajo en la forma de trabajo superfluo; haciendo por lo tanto del tiempo de trabajo superfluo -en medida creciente– una condición question de vie et mort si fuese necesario. De un lado él evoca todas las ciencias de la naturaleza, bien como de las condiciones sociales y de las relaciones sociales, con la finalidad de tomar la creación de la riqueza (relativamente) independiente del tiempo de trabajo empleado en ella. Por otra parte, pretende medir las gigantescas fuerzas sociales así creadas por medio del patrón del tiempo de trabajo y la aprisiona en los límites que son necesarios para conservar como valor los valores ya creados. Las fuerzas productivas y las relaciones sociales –ambas siendo aspectos del desenvolvimiento social– figuran para el capital solamente como medios y son por ello solamente medios para producir sobre su base limitada. Mas en la realidad, ellas son las condiciones para hacer explotar esa base (Íbidem p. 401-402). Estas páginas definen la tendencia general de una paradoja que es pues la misma sobre la cual se abrió nuestra argumentación. El proceso es el siguiente: de un lado el capital reduce la fuerza de trabajo a “capital fijo”, subordinándola siempre más en el proceso productivo, de otro lado ella demuestra, a través de su subordinación total, que el actor fundamental del proceso social de producción ha cambiado ahora a “saber social general” (sea sobre la forma de trabajo científico general, sea sobre la forma de “poder” con relación a las actividades sociales: “cooperación”). Es sobre esta base que la cuestión de la subjetividad puede ser colocada como lo hizo Marx, esto es, como cuestión relativa a la transformación radical del sujeto en su relación con la producción. Esta relación no es una simple subordinación al capital. Al contrario, esta relación, se pone en términos de independencia con relación al tiempo de trabajo impuesto por el capital. En segundo lugar, esta relación se pone en términos de autonomía con relación a la explotación, esto es como capacidad productiva, individual y colectiva, que se manifiesta como capacidad de fricción. La categoría clásica del trabajo se demuestra absolutamente insuficiente para dar cuenta de la actividad del trabajo inmaterial. Dentro de esta actividad, es siempre más difícil distinguir el tiempo de trabajo, del tiempo de producción o del tiempo libre. Nos encontramos en tiempo de vida global, en la cual es imposible distinguir entre el tiempo de trabajo y el tiempo de placer. Aquí otra intuición marxiana, el merito de Fourier consistió en no oponer el trabajo al placer. En otras palabras, se puede decir que cuando el trabajo se transforma en inmaterial y el trabajo inmaterial es reconocido como base fundamental de la producción, este proceso no atraviesa solamente la producción, si-no el ciclo entero de “reproducción – consumo”: el trabajo inmaterial no se reproduce (y no reproduce la sociedad) en una forma de explotación, pero sí en la forma de reproducción de la subjetividad. El desenvolvimiento del discurso marxiano en el interior de una terminología relativa a la economía no nos impide aprehender la formidable efectividad de la tendencia. Al contrario, nos permite visualizar todas las fases del desenvolvimiento capitalista en la cual vivimos e en la cual se desenvuelven los elementos constitutivos de la nueva subjetividad. Es suficiente introducirse sobre dos de sus elementos: la independencia de la actividad productiva en fase a la organización capitalista de la producción y el proceso de constitución de una nueva subjetividad autónoma alrededor de lo que llamamos “intelectualidad de masa”. Por encima de todo, entonces, la independencia progresiva de la fuerza de trabajo intelectual y trabajo inmaterial en cuanto fuerza de trabajo intelectual y trabajo inmaterial en fase al dominio capitalista. En las fabricas post fordistas y en la sociedad productiva post industrial, los sujetos productivos se constituyen, tendencialmente, primero y de modo independiente de la forma emprendedora capitalista. La cooperación social del trabajo social en la fábrica social, en la actividad terciaria, demuestra su independencia frente a la cual la función emprendedora se adapta, a la inversa de ser fuente de la organización. Esta función emprendedora “personificación del capital”, en vez de constituir una premisa debe por lo tanto reconocer la articulación independiente de la cooperación social del trabajo en la fábrica, en la fábrica social y en el terciario de punta, y adaptarse a ellos. En el momento en que el control capitalista de la sociedad se torna totalitario, el emprendedor ve como sus características constitutivas se tornan puramente formales. De hecho él ejercita hoy su función de control y de vigilancia de lo externo del proceso productivo, porque el contenido del proceso pertenece siempre más a otro modo de producción, a la cooperación social del trabajo inmaterial. La época en que el control de todos los elementos de la producción dependía de la voluntad y de la capacidad del capitalista es superada: es el trabajo el que, cada vez más, define al capitalista, y no al contrario. El emprendedor, hoy, debe ocuparse más de reunir los elementos políticos necesarios para la explotación de la empresa que de las condiciones productivas del proceso de trabajo. Estas se tornan, en una paradoja del capitalismo post industrial progresivamente independiente de su función. No nos cabe subrayar, aquí, como el dominio capitalista ejerce su “despotismo” y cuales consecuencias derivan de la nefasta fase de desenvolvimiento. Ocupémonos en segundo lugar del tema de la subjetividad. Para este propósito procuraremos responder algunas preguntas que podría parecer secundaria mas ciertamente, no lo son, ¿porque a partir de 1968, los estudiantes tienden a representar de manera permanente y de modo siempre más vasto el “interés general” de la sociedad? ¿Por qué los movimientos operarios y los sindicatos irrumpen siempre en las brechas abiertas por estos movimientos? ¿Por qué estas luchas todavía breves y desorganizadas abarcan “inmediatamente” el nivel político? Para responder estas preguntas es necesario ciertamente considerar el hecho de que la “verdad” de la nueva composición de clase aparece mas claramente en los estudiantes –verdad inmediata, esto es, en su “estado naciente”, dada de tal modo que su desenvolvimiento subjetivo no esta todavía preso de las articulaciones del poder. La autonomía relativa con relación al capital determina en los estudiantes –entendido como grupo social que representa el trabajo vivo en estado virtual– la capacidad de designar el nuevo terreno de antagonismo. La “intelectualidad de masa” se constituyo sin tener la “maldición del trabajo asalariado”. Su miseria no esta ligada a la expropiación del saber, pero sí a la potencia productiva que concentra en su interior, es decir sobre la forma de saber pero sobretodo en cuanto órgano inmediato de praxis social, de proceso de la vida real. La “abstracción capaz de todas las determinaciones”, según la definición marxiana permite la afirmación de una autonomía de proyecto al mismo tiempo positiva y alternativa. Esto que decimos a propósito de los estudiantes, sobre el grupo social que ellos constituyen y sobre sus luchas reveladoras de una alternativa, y que corresponde a la transformación de la composición social, no constituyen mas que un ejemplo. Un proyecto alternativo no se elabora en la inmediatez y en la indeterminación, más sí en la capacidad de articular y de colocar en movimiento las determinaciones internas de la composición de clases. Mas el ejemplo es, sobre todo, significativo, porque esta basado en la tendencia del trabajo inmaterial que se vuelve hegemónico y en los modos de subjetivación que le son potencialmente internos. 3. Ecos filosóficos de la nueva definición de trabajo. Toda una serie de posiciones filosóficas contemporáneas tienden a aproximarse cada una a su modo, al concepto de trabajo inmaterial y del sujeto en dirección al cual se orientaba, según Marx, la sociedad del capital. Es en torno al mayo de 1968 que se produce el verdadero deslocamiento epistemológico. Esta revolución, que no se asemeja a ningún movimiento revolucionario conocido produce una fenomenología que implica toda una nueva “metafísica” de los poderes y de los sujetos. Los focos de resistencia y de revuelta son “múltiples”, “heterogéneos”, “transversales” en relación con la organización del trabajo y de las divisiones sociales. La definición de la relación con el poder esta subordinada a la “constitución de sí” como sujeto social. Los movimientos de estudiantes y los movimientos de mujeres, que abrirán y cerrarán ese periodo se caracterizaron por su forma y no por su contenido, de una relación política que parece evitar el problema del poder. En la realidad, en la medida que no tienen necesidad de pasar por el trabajo, ellos no tienen, ni siquiera, necesidad de pasar por lo político (sí por político se entiende, según la definición de Marx, “aquello que nos separa del estado”) El surgimiento de una nueva subjetividad en las nuevas relaciones de poder que ella constituye, está en la base de las nuevas perspectivas de análisis en las ciencias sociales y en la filosofía que se presentan como una relectura del General Intellect marxiano. En línea con la escuela de Frankfurt, podemos encontrar dos interpretaciones de este pasaje. Por un lado, Habermas considera al lenguaje, como la comunicación íntersubjetiva y a la ética como el cimiento ontológico del General Intellect y de los nuevos sujetos, pero bloquea la creatividad del sujeto de subjetivación a través de la definición de trascendentales ético – comunicativos de este proceso. Por otro lado, H. J. Krahl coloca el acento sobre la nueva cualidad del trabajo, para elaborar una nueva teoría de la constitución social que se juega entre la aparición del trabajo inmaterial y su transformación en un sujeto revolucionario. En ambos casos, la novedad de la nueva composición de clases esta por lo tanto fuertemente afirmada. En Italia la permanencia del movimiento del 68 permaneció hasta el fin de la década de 1970 llevando una tradición de marxismo critico, ya fuertemente constituido en la década de 1960 [1], a romper con todas las interpretaciones dialécticas del proceso revolucionario. Lo que se torna en desafió político y teórico es la definición de “separación” del movimiento de “autovalorización” proletaria entendido como encadenamiento positivo y autónomo del sujeto de producción inmaterial. Pero lo que nos interesa, sobretodo aquí, es estudiar como esta nueva dimensión del análisis del trabajo puede existir en la obra de Foucault, en modo completamente independiente de Marx –que el propio Foucoult parece leer según una interpretación por encima de todo economicismo. Aquello que nos parece importante considerar es el descubrimiento foucaultiano de la “relación para sí” en cuanto a una dimensión distinta de las relaciones de poder y de saber. Esta dimensión desenvuelta en sus lecciones de 1970 y en su última obra nosotros la interpretamos como indicativa de la constitución de la “intelectualidad de masa”. “Intelectualidad de masa” que se constituye independientemente, esto es, como proceso de subjetivación autónoma que no tiene necesidad de pasar por la organización del trabajo para imponer su fuerza; es solamente sobre la base de su autonomía que ella establece su relación con el capital. Esta aproximación fue inmediatamente profundizada por el trabajo de Deleuze, que trata de comprender como la interfase comunicacional que se impone a los sujetos se inserta (desde el extremo de la relación) en lo interno de la actividad, de lo externo de las relaciones de poder en lo interno de la producción de potencia. Enfrentar este tema metafísico significa colocarse en el punto central de la intuición marxiana de los Grundisse, donde el conjunto del capital fijo se transforma al contrario en producción de subjetividad. El concepto marxiano de fuerza de trabajo, que, al nivel del General Intellect, se torna “indeterminación”, es así desenvuelto por Deleuze y Foucault en un proceso de producción autónoma de subjetividad. La subjetividad, como elemento de indeterminación absoluta se torna en elemento de potencialidad absoluta. No es más necesaria la intervención determinante del emprendedor capitalista. Este último se torna siempre más externo al proceso de producción de la subjetividad. El proceso de producción de subjetividad, esto es, el proceso de producción tout court, se constituye “fuera” de la relación de capital, en el tamiz de los procesos constitutivos de intelectualidad de masa, esto es, una subjetivación del trabajo. 4. Nuevos antagonismos en la sociedad post – industrial. Si el trabajo tiende a volverse inmaterial, si su hegemonía social se manifiesta en la constitución del General Intellect, si esta transformación es constitutiva de los sujetos sociales, independientes y autónomos, la contradicción que opone esta nueva subjetividad al dominio capitalista (si de alguna manera se quiere designar a la sociedad post industrial) no será dialéctica, y sí alternativa. Como decir que para existir este tipo de trabajo, que nos parece al mismo tiempo autónomo y hegemónico, no se precisa más del capital y su orden social, y, consecuentemente, el trabajo se pone inmediatamente como libre y constitutivo. Cuando decimos que esa nueva fuerza, no puede ser definida en el interior de una relación dialéctica, queremos decir que la relación que esta tiene con el capital no es solamente antagonista, ella está más allá del antagonismo, es alternativa, constitutiva de una realidad social diferente. El antagonismo se presenta como la forma de un poder constituyente que se revela alternativo a las formas de poder existentes. La alternativa es obra de dos sujetos independientes, esto es, se constituye en el plano de la potencia, y no solamente del poder. El antagonismo no puede ser resuelto quedándose en el terreno de la contradicción, más cuando él consigue desembocar en una constitución independiente, autónoma. El viejo antagonismo de las sociedades establecía una relación continua, misma de oposición, entre los sujetos antagonistas y, como consecuencia, imaginaba el pasaje de una situación de poder, dada aquella victoria de las fuerzas antagonistas, como una “transición”. En las sociedades post industriales, donde el General Intellect es hegemónico, no hay mas lugar para el concepto de “transición”, pero sí para el concepto de “poder constituyente” como expresión radical de lo nuevo. La constitución antagonista, por lo tanto no se determina más a partir de los datos de la relación capitalista, sino que rompe con ella, no a partir del trabajo asalariado sino de su disolución, no sobre la base de las figuras del trabajo, sino de aquellas del no trabajo. Cuando, en la sociedad post industrial acompañamos (asimismo empíricamente) los procesos sociales de contestación y los procesos alternativos, lo que suscita nuestro interés científico no son las contradicciones que oponen trabajadores y patrones, sino los procesos autónomos de constitución de subjetividad alternativa, de organización independiente de los trabajadores. La identificación de los antagonismos reales es, por lo tanto, subordinada a la identificación de los movimientos, de sus significados, de los contenidos de los nuevos poderes constituidos. Si nos envolvemos en una “agrupación operaria” para reencontrar estos datos generales expresados en los conflictos sociales, es posible identificar un proceso de lucha que coincide con el modelo del surgimiento post fordista del que se pueden definir las principales características del siguiente modo: la organización de la lucha en nivel subjetivo, no es un resultado, pero es una propuesta de lucha radicalizada, en que la dirección es arrancada de los sindicatos; los sindicatos, como todos los lugares institucionales, son considerados, al mismo tiempo, adversarios y lugar de comunicación. El rechazo de toda manipulación sindical y política se conjuga, de hecho, en una utilización (sin problemas) de los circuitos sindicales y políticos; la determinación de los objetivos es caracterizada por el hecho de que, junto con el salario, son reivindicadas las afirmaciones de dignidad de la función social ejercida, el reconocimiento de su carácter insustituible y, por lo tanto, de su retribución, en función de las necesidades sociales; rechazo político que exprime una profunda desconfianza con respecto a la capacidad de representación de los sindicatos y de los partidos, y contra la necesidad de reportarse al político, porque la acción de los movimientos abarca un limite en que solamente el político puede decidir. Los nuevos movimientos sienten la necesidad de ser los lugares de redefinición del poder. Existe por lo tanto aquí, una primera indicación al respecto de la constitución de un sujeto político en torno del trabajo inmaterial y de una posible recomposición de clase. El propio concepto de revolución, se modifica. No es que pierda sus características de ruptura radical, mas es una ruptura radical y subordinada, en su eficacia a las nuevas reglas de constitución ontológica de los sujetos, a su potencia, que se organiza en un proceso histórico, que no requiere nada además que la propia fuerza para ser real. Lejos de querer evitar las objeciones que pueden ser formuladas en las confrontaciones por este modo de considerar el proceso revolucionario en las sociedades post industriales, queremos, todavía, considerarlas. La primera objeción avanza en el hecho de que el trabajo del tipo antiguo es todavía muy importante en nuestra sociedad. La segunda insiste en el hecho de que solamente en las zonas del mundo en que la dialéctica capitalista ha producido sus últimos frutos, es que el trabajo en su forma de General Intellect tiende a volverse hegemónico. Si el pasaje a la hegemonía del nuevo tipo de trabajo –trabajo revolucionario y constituyente– no aparece como tendencia, “el evidenciar” de una tendencia no debe ser confundido con el análisis del conjunto, al contrario, un análisis del todo no tiene valor si no es hecho para esclarecer la tendencia que posee la evolución. 5. Intelectualidad, poder y comunicación. La relectura de la categoría “trabajo” en Marx, como fundación ontológica de los sujetos, nos permite también fundar una teoría de los poderes, si por poder se entiende la capacidad de los sujetos libres e independientes que intervienen sobre la acción de otros sujetos igualmente libres e independientes. “Acción sobre una acción”, según la ultima definición de poder en Foucault. Los conceptos de trabajo inmaterial y de “intelectualidad de masa” definen, por lo tanto una nueva cualidad del trabajo y del placer, mas también nuevas relaciones de poder y, por consecuencia, nuevos procesos de subjetivación. Hoy, los aportes de los especialistas de la historia de las ideas, revistos a la luz de las intuiciones de Foucault y de Deleuze, nos permiten recuperar el esquema de las tres épocas de la constitución de la política moderna, para los fines de nuestro trabajo. La primera época es aquella de la “política clásica”, donde la definición de poder es todavía entendida como dominio: de las formas constitutivas en un orden social clasista y rígido. Sociedades y sistemas del ancíen regimen son propios de este periodo del cual los tocquevilianos y los apologistas de la tradición anglo sajona hablan con nostalgia de esa constitución. La segunda época es aquella de la “representación política” y de las “técnicas disciplinarias”. El poder se presenta al mismo tiempo como poder jurídico y representativo de los sujetos del derecho y como sujeción del cuerpo singular, esto es, como interiorización generalizada de la función normativa. Pero la ley y la norma tienen como fundamento el trabajo. Durante toda esa época, el ejercicio del poder encontraba su legitimación en el trabajo tratándose de la burguesía (imposición del orden de la organización del trabajo), del capitalismo (como organización de la condición de la producción) o del socialismo (como emancipación del trabajo). Se abre ahora un tercer periodo de organización del poder: aquel de la política de la comunicación o, también de la lucha por el control o la liberación del sujeto de la comunicación. La transformación de las condiciones generales de la producción, que ahora incluyen la participación activa de los sujetos, considera al General Intellect como capital fijo sujetado a la producción y toma como base objetiva la sociedad entera y su orden, determinando una modificación de las formas de poder. La crisis de los partidos comunistas occidentales y del comunismo soviético (como crisis del modelo socialista de emancipación del trabajo, que es, contrariamente a lo que se afirma, no el cabecilla del socialismo, mas sí su realización), la crisis de las formas de representación (como forma de lo político) y de las “tecnologías disciplinarias” (como forma de control) encuentran su genealogía en el no trabajo del General Intellect. Si fue en el “trabajo” que la organización de la sociedad, del poder y sus formas de legitimación encontraban un fundamento y una coherencia, hoy estas funciones son dadas separadamente y atraviesan formas de legitimación antagónicas. Es a partir de esto (en las propias sensaciones de estas transformaciones de lo político) que se dan y son dadas las transformaciones de carácter antagónico de la sociedad. Y de la misma manera que, en el periodo clásico, la critica radical era representada por la revuelta, y en la época de la representación por la reapropiación, hoy, en la época de la política comunicacional, ella se manifiesta como potencia autónoma y constitutiva de los sujetos. El tornarse revolucionario de los sujetos es el antagonismo constitutivo de la comunicación contra la dimensión controlada de la propia constitución, esto es, que libera las maquinas de subjetivación de lo real esta hoy constituidas. La revuelta contra el control y la reapropiación de la maquina de la comunicación son operaciones necesarias, pero no son suficientes; si la revuelta y la reapropiación no se encarnan en un proceso de liberación de la subjetividad que se forma en el propio interior de las máquinas de comunicación, ellas no harán mas que “reproponer” sobre nuevas huestes la vieja forma del estado. La unidad de lo político, de lo económico y de lo social es determinada en la comunicación, es en el interior de esta comunidad, pensada y vivida, que los procesos revolucionarios pueden ser conceptualizados y activados. Del mismo modo, esta en estrecha relación con las tres épocas consideradas donde se modifica también la figura del intelectual. Si durante al periodo de la “política clásica” el intelectual era totalmente extraño a los procesos de trabajo y si a su actividad no podía ejercitarse señalando las funciones epistemológicas y de vocación ética, ya en el curso de la “fase disciplinaria” la exteriorización del trabajo intelectual frente a los procesos del trabajo disminuyó. En el curso de esta fase el intelectual es obligado a “envolverse” (en cualquier dirección Benda no es menos envuelto que Sartre). El “envolvimiento” es una posición de tensión critica que, positiva o negativamente, contribuyó para determinar la hegemonía de una clase obrera sobre otra. Pero hoy, en el periodo en que el trabajo inmaterial es cualitativamente generalizado y tendencialmente hegemónico, el intelectual se encuentra completamente en el interior del proceso productivo. Cada exteriorización es superada “sobre pena” de arremeter en su trabajo no esencial. Si, en su generalidad productiva, el trabajo aplicado a la industria es inmaterial, este mismo trabajo caracteriza hoy la función intelectual y lo atrae irresistiblemente en la maquina social del trabajo productivo. Querer que la actividad del intelectual se ejercite en la formación o en la comunicación, en los proyectos industriales o en las técnicas de las relaciones políticas etc., en todos los casos el intelectual no puede mas ser separado de la maquina productiva. Su intervención no puede, por lo tanto, ser reducida nunca a una función epistemológica y critica, nunca a un envolvimiento y a un testimonio de liberación, es en el nivel del propio agenciamiento colectivo que intervienen. Por lo tanto se trata de una actividad crítica y liberadora, que se produce directamente en el interior del mundo del trabajo –para liberarlo del poder parasitario de todos los patrones y para desenvolver esa gran potencia de cooperación del trabajo inmaterial, que constituyó la cualidad (explotada) de nuestra existencia. El intelectual esta aquí en completa adecuación a los objetivos de liberación: nuevo sujeto, poder constituyente, potencia del comunismo. * Este artículo fue escrito inicialmente con Antonio Negri y publicado en Futur Antéreur, nº 6, 1991. 1. El operaismo fue una corriente de pensamiento neomarxista en la Italia de los años 60. Sus principios teóricos eran entre otros, Mario Tronti, Rainiero Panzieri y Antonio Negri Capitulo 2 El ciclo de la producción Inmaterial * La tarea que queremos asumir ahora es la de considerar el ciclo de la producción inmaterial en su globalidad, intentando revelar una serie de características de la fase post taylorista que todavía no fueron señaladas. Para evidenciar las nuevas características del ciclo de la producción inmaterial, las hemos confrontado con la producción de la gran industria y de los servicios. Si el ciclo de producción inmaterial nos muestra inmediatamente el secreto de la producción taylorista (vale decir, que la comunicación y la relación social que la constituyen se vuelven productivas), es interesante verificar como estas nuevas relaciones sociales enhebra también la industria y los servicios. Y como ellos obligan a reformular y reorganizar también las formas clásicas de “producción”. - La Gran Industria – La empresa y la economía son fundadas sobre el tratamiento de la información. Pero en lugar de asegurar (como hacia todavía la empresa del siglo XIX) el control de cuanto esta en el montante de su producto y el control de los mercados de las materias primas (inclusive el trabajo), la empresa estructura su estrategia de lo que encuentra en el final del proceso de producción: la venta y la relación con el consumidor. Ella se vuelca siempre más hacia la comercialización y el financiamiento, que hacia la producción. Un producto, antes de ser fabricado, debe ser vendido (también en la industria pesada, como aquella de automóviles donde un vehículo es colocado en producción solo después que la red de comercialización lo vende). Esta estrategia se basa sobre la producción y el consumo de información. Ella moviliza importantes estrategias de comunicación y de marketing para preaprehender la información (conocer la tendencia del mercado) y hacerla circular (construir el mercado). En el modo de producción taylorista/fordista, introduciendo al consumo de masas de las mercaderías estandarizadas; Ford podía todavía decir que “el consumidor podía escoger entre un modelo T5 negro y otro modelo T5 negro”. Hoy “la mercadería standard no genera más lucro y la industria del automóvil, que fue iniciadora de la gran serie ‘a bajo precio’, gustaría de vanagloriarse de ser la transformadora del soporte de una neo industria de singularización” (Clot, 1992, p.22). Para la mayoría de las empresas la supervivencia pasa por la investigación permanente de las nuevas aperturas comerciales que llevan a la definición de gamas de productos siempre más amplios y diferenciados. La innovación no esta mas subordinada solamente a la racionalización del trabajo, si no también a los imperativos comerciales. Parece entonces que la mercadería post industrial es el resultado de un proceso de creación que envuelve tanto al productor como al consumidor. - Los servicios – Si de la industria propiamente dicha se pasa a los servicios (bancos, aseguradoras, etc.), Las características que habíamos descripto aparecen más claramente. Para observar este sector de la economía post industrial, seguiremos los trabajos de Christian du Tertre [1], para quien aquello que vemos no es un crecimiento de los servicios, sino un crecimiento de las “relaciones de servicio”. La superación de la organización taylorista de los servicios es caracterizada por la integración de la relación entre la producción y el consumo, el consumidor interviene de manera activa en la construcción del producto. El producto “servicio” se torna una construcción y un proceso social de “concepción” e innovación. En los servicios, los empleos de back-office (el trabajo clásico de los servicios) disminuyen, en tanto aumentan los de front-office (las relaciones con los clientes). Existe por lo tanto, una descomposición de la investigación humana con relación al exterior de la empresa. Du Tertre nos dice “que cuanto más el producto tratado por la empresa de los servicios se caracteriza como producto inmaterial, más se distancia del modelo industrial de la relación de producción / consumo”. Los cambios de la relación entre el consumo y la producción tiene consecuencias directas sobre la organización del trabajo taylorista de producción de los servicios, porque coloca en discusión el contenido o sea la división del trabajo (la relación concepción / ejecución pierde su carácter unilateral). Si el producto es definido con la intervención del consumidor, y está, por lo tanto, en permanente evolución, se vuelve siempre más difícil definir las normas de producción de los servicios y establecer una medida “objetiva” de la productividad. -El trabajo inmaterial – Todas estas características de la economía post industrial (presente tanto en la industria como en la tercerización) son acentuadas en la forma de producción “inmaterial” propiamente dicha. La producción audiovisual, la publicidad, la moda, la producción de software, la gestión del territorio etc., es definida a través de la relación particular que la producción mantiene con el mercado y los consumidores. L´audimat y la producción audiovisual, como también la publicidad y sus “objetivos”, son ejemplos perfectos de integración del consumo en la producción. Aquí el distanciamiento del modelo taylorista es máximo. El trabajo inmaterial se encuentra en un cruzamiento (es la interfase) de esta nueva relación producción / consumo. Es el trabajo inmaterial que activa y organiza la relación producción / consumo. La activación sea de cooperación productiva, sea de la relación social con el consumidor es materializada dentro y a través del proceso comunicativo. Es el trabajo inmaterial que innova continuamente las formas de las condiciones de la comunicación (es por lo tanto, del trabajo y del consumo). Da forma y materializa las necesidades, el imaginario y los gustos del consumidor. Y estos productos deben, a su vez, ser potentes productores de necesidades del imaginario, de gustos. La particularidad de la mercadería producida por el trabajo inmaterial (pues su valor de uso consiste esencialmente en su contenido informativo y cultural) esta en el hecho que ella no se destruye en el acto del consumo, alarga, transforma, crea el ambiente ideológico y cultural del consumidor. Ella no reproduce la capacidad física de la fuerza del trabajo, pero se transforma en su usuario. La producción de la “plusvalía” capitalista, la forma de auto producción del capital, asume aquí una nueva configuración. Estamos en fase de una revuelta y un desplazamiento de la dialéctica producción / consumo, así como describía Marx en los Grundisse de 1857. La “necesidad de consumir, la capacidad de consumir, la pulsión a consumir” no son mas producidas indirectamente por el objeto (producto), sino, directamente por dispositivos específicos que tienden a identificarse con el proceso de constitución de la “comunicación social”. La publicidad y la producción de la “capacidad de consumir, del impulso al consumo, de la necesidad de consumir”, se transforman en un “proceso de trabajo”. El trabajo inmaterial produce por sobre todo una relación social (una relación de innovación, de producción, de consumo) y solamente la presencia de esta reproducción, en su actividad tiene un valor económico. Esta actividad muestra inmediatamente aquello que la producción material “escondía” – vale decir que el trabajo no produce solamente mercaderías- sobre toda la relación de capital. Si la producción es hoy directamente producción de relación social, la “materia prima” del trabajo inmaterial es la subjetividad y el “ambiente ideológico” en el cual esta subjetividad vive y se reproduce. La producción de la subjetividad deja, entonces, de ser solamente un instrumento de control social (por la reproducción de las relaciones mercantiles) y se torna directamente productiva, porque en nuestra sociedad post industrial su objetivo es construir al consumidor. Y lo construye activo. Los trabajadores inmateriales (aquellos que trabajan en publicidad, moda, marketing, televisión, la informática, etc.) satisfacen una demanda del consumidor y al mismo tiempo la constituyen. El hecho que el trabajo inmaterial produce al mismo tiempo subjetividad y valor económico, demuestra como la producción capitalista tiene invadida toda la vida y supera todas las barreras que la separaban, pero también oponían economía, poder, y saber. El proceso de comunicación social (y su contenido principal: la producción de subjetividad) se vuelve aquí directamente productivo porque en un cierto modo él “produce” la producción. El proceso por lo cual lo “social” (y lo que es más social, vale decir: el lenguaje, la comunicación, etc.) se torna económico no fue todavía suficientemente estudiado. De hecho, se puede encontrar, por una parte, un análisis de la producción de subjetividad definido como proceso constitutivo especifico de “relación de sí” frente a las formas de producción de saber y de poder (como en cierta filosofía francesa post estructuralista), pero nunca cruza las formas de valorización capitalista. Por otra parte en la década de 1980 fue desarrollado por los primeros economistas y sociólogos de las “redes” (y primero por el post operaismo italiano) un amplio análisis de “la forma social de producción”, que no incluye la producción de subjetividad como contenido de valorización. El modo de producción taylorista es justamente definido al “colocar en el trabajo la subjetividad, sea en la activación de la cooperación productiva, sea en la producción de los contenidos culturales de la mercadería”. 1. El modelo estético. Pero, ¿cómo se forma el proceso de producción de la comunicación social? ¿Cómo, en el interior de este proceso, acontece la producción de la subjetividad? ¿Cómo la producción de la subjetividad se torna producción del consumidor / comunicador y de su capacidad de consumir y comunicar? ¿Qué papel tiene el trabajo inmaterial en este proceso? Como ya habíamos dicho, en nuestra hipótesis: que el proceso de producción de la comunicación tiende a tornarse inmediatamente proceso de valorización. Si en el pasado la comunicación era organizada por medio del lenguaje (la producción ideológica, literaria / artística y sus instrucciones), hoy ella investida de producción industrial, es reproducida por medio de formas tecnológicas especifica (tecnologías de reproducción del saber, del pensamiento, de la imagen, del sonido, del lenguaje) y por medio de formas de organización del managenment, que son portadoras de un nuevo modo de producción. En la tentativa de aprehender el proceso de formación de la comunicación social y su subsunción en lo “económico”, en lugar de utilizar el modelo de producción “material”, es utilizado un modelo que intenta dar cuenta de las formas y de los contenidos de la producción de los “productos ideológicos”: “la producción estética” (autor / reproducción / recepción). Este modelo permite considerar algunos elementos particulares que la utilización de las categorías económicas arriesgaran cancelar, y que, como se verá, constituyen la “diferencia especifica” del modo de producción post taylorista [2]. El modelo de producción “estético ideológica” será transformado en un pequeño modelo sociológico, saliendo de todos los límites y las dificultades que tal transformación permite. Para poder ser utilizado, el modelo autor / reproducción necesita de una doble transformación: en primer lugar, los tres momentos de este proceso de creación deben ser caracterizados por su forma social [3], en segundo lugar, los mismos deben ser comprendidos como las articulaciones de un verdadero ciclo productivo. El “autor” pierde su dimensión individual y se transforma en un proceso organizado industrialmente (con división del trabajo, inversión, comando, etc.); la “reproducción” se torna una reproducción de masas organizada según los imperativos de la rentabilidad: el publico (recepción) tiende a volverse comunicador / consumidor [4]. Y en este proceso de socialización / subsunción en lo económico la actividad intelectual es el producto “ideológico” que tiende a asumir la forma de mercadería. Pero se hace necesario subrayar que la subsunción de este proceso sobre la lógica capitalista y la transformación de sus productos en mercaderías no extinguen la especificidad de la producción estética; vale decir, la relación de creación entre autor y público. 2. Las diferencias especificas del ciclo del trabajo inmaterial. Seguidamente serán subrayadas brevemente las diferencias especificas de los momentos que componen el ciclo de producción del trabajo inmaterial (el trabajo inmaterial en sí, sus productos ideológicos / mercaderías y él “publico consumidor”) con relación a las formas clásicas de reproducción de capital. 1) En el trabajo inmaterial como “autor”, se hace necesario subrayar la radical autonomía de las sinergias productivas. La actividad del trabajo inmaterial nos obliga a colocar en discusión las definiciones clásicas de “trabajo” y “fuerza de trabajo”, porque ella resulta de una síntesis de diferentes tipos de savoir – faire (aquel de las actividades intelectuales en lo que respecta al contenido cultural – informativo, aquel de las actividades manuales por la capacidad de unir creatividad imaginación y trabajo técnico y manual, aquel de las actividades emprendedoras por la capacidad de managenment, de las relaciones sociales y de estructuración de la cooperación social de la cual forma parte). El trabajo inmaterial se constituye en formas inmediatamente colectivas y no existe por así decir sino como forma de red de flujo. La sumisión a la lógica capitalista de la forma de cooperación, del “valor de uso” de esta actividad no impide la autonomía e independencia de su constitución y de su sentido. Al contrario, ella abre antagonismos y contradicciones que, para reinsertar una forma marxista, piden como mínimo una “nueva forma de exposición”. 2) El “producto ideológico” se vuelve para todos los efectos una mercadería. El término “ideológico” no caracteriza aquí el producto como reflejo de la realidad. Los productos ideológicos producen, al contrario, nuevas estratificaciones de la realidad, nuevos modos de ver, sentir, que piden nuevas tecnologías y nuevas tecnologías piden nuevas formas de ver y de sentir. Los productos ideológicos son completamente internos a los procesos de formación de la comunicación social; vale decir que ellos son contemporáneamente el resultado y el presupuesto de estos procesos. El conjunto de los productos ideológicos constituye el ambiente mental del hombre. Los productos ideológicos se transforman en mercaderías sin perder su especificidad, o mejor dicho, sin perder la capacidad de estar siempre volcados a alguien, de ser idealmente significante y que por lo tanto, colocan el problema del sentido. 3) El publico tiende a tornarse el propio modelo del consumidor (publico / cliente). El publico (en el sentido de fruidor: el lector, los oyentes de música, el publico de televisión, etc.) al cual el autor se remite tiene una doble función productiva: por un lado la figura a quien el producto ideológico es dirigido y que, por lo tanto es un elemento constitutivo de la “obra”, una y otra vez, a través de la recepción por medio de la cual el producto “encuentra un lugar en la vida” (es integrado en la comunicación social) y que su rol es envolverse. La recepción es, entonces, de este punto de vista, un acto creativo y parte integrante del producto. La transformación del producto en mercadería no puede suprimir este doble proceso de “creatividad”, que ella debe asumir en tanto intentar la sumisión (del publico) a sus valores. 4) Los valores y la genealogía de la innovación. Aquello que la transformación del producto en mercadería no puede impedir, entonces, es el carácter del evento, el proceso abierto de la creación que se instaura entre el trabajo inmaterial y el publico que es organizado por la comunicación. Si la innovación de la producción inmaterial es introducida por este proceso abierto de creación, el emprendedor, para alimentar el consumo por el consumo y su perpetua renovación, será obligado a alcanzar los “valores” que el publico / consumidor produce. Estos valores presuponen modos de ser, modos de existir, formas de vida que funcionan como el principio y el fundamento de los propios valores. De estas consideraciones emergen dos consecuencias principales: Los valores son “colocados al trabajo”. La transformación del producto ideológico en mercadería desvía el imaginario social que se produce en las formas de vida. Son las formas de vida (en sus expresiones colectivas y cooperativas) que constituyen una fuente de innovación. El análisis de los diferentes “momentos” del ciclo del trabajo inmaterial nos permite avanzar en la hipótesis de que aquello que es “productivo”, es el conjunto de las relaciones sociales (aquí representado por la relación autor – obra – publico), según las modalidades que colocan en juego el “sentido”. La especificidad de este tipo de producción, estableciendo una nueva relación entre la producción y el consumo, además pone también un problema de legitimidad de la apropiación capitalista de este proceso. Esta cooperación no puede en ningún caso ser predeterminada por lo económico, porque se trata de la propia vida de la sociedad. Lo económico puede solamente apropiarse de las formas de los productos de esta cooperación normalizándolos y padronizandolos. Los elementos creativos, de innovación, están estrictamente ligados a los valores que solamente las formas de vida producen. La creatividad y la productividad en la sociedad post industrial residen, por un lado en la dialéctica entre las formas de vida y los valores que ellas producen, y del otro la actividad de los sujetos que las constituyen (shumpeteriano) encuentran que su capacidad de innovación es privada de su fundamento. Porque ellos no producen las formas y los contenidos del trabajo inmaterial, del mismo modo no producen la misma innovación. A lo económico no le resta sentido a la posibilidad de herir y regular la actividad del trabajo inmaterial y de crear los dispositivos de control y de creación del publico / consumidor a través del control de la tecnología de la comunicación y de la información y de sus procesos organizativos. Creación del trabajo inmaterial. Para concluir, estas breves consideraciones llevan a colocar en discusión el modelo de creación y de difusión del trabajo intelectual y de superar el concepto de creatividad como expresión de “individualidad” o como patrimonio de clases “superiores”. Dos modelos, concebidos en la época en que la producción inmaterial comenzaba a volverse “productiva”, nos presentan dos modos completamente diferentes de demostrar la relación entre trabajo inmaterial y sociedad. El primero, aquel de Simmel, queda completamente en el interior de la división entre el trabajo manual e intelectual y nos da una teoría de creatividad del trabajo intelectual. El segundo, aquel de Bachtin, refutando asumir la división capitalista del trabajo como inevitable, elabora una teoría de creatividad social. Simmel de hecho explica el fundamento de “moda”, a través de los fenómenos de imitación / distinción regulados y comandados por las relaciones de clase. La moda funciona aquí como una barrera necesariamente erguida, porque es incesantemente abatida. Lo más interesante para nosotros es que según esta concepción, el “trabajo inmaterial” de creación esta todo contenido en un grupo social y no se difunde sino por la imitación. Pero profundamente, este modelo acepta la división del trabajo fundada sobre la oposición entre trabajo manual / intelectual, modelo cuya finalidad es regular y “mistificar” el proceso social de creación y de innovación. Si este modelo tenia cualquier posibilidad de corresponder a la dinámica del mercado del trabajo “inmaterial” en el momento del nacimiento del consumo de masa (del cual Simmel anticipa muy inteligentemente los efectos), no puede mas ser utilizado para dar cuenta de la relación entre trabajo inmaterial y consumidor / publico en la sociedad post industrial. Bachtin, al contrario, define el trabajo inmaterial como superación de la división entre trabajo material / trabajo intelectual, y nos muestra la creatividad como proceso social [5]. * Inicialmente publicado en Futur Anteriur, n. 16, 1993. 1. Se trata de los informes que du Tertre presentó a lo largo del ciclo de conferencias “Concepto de trabajo en el inicio del siglo XXI” (Paris: Ministerio de Ciencia y Tecnología) a mediados de la década de 1980. 2. Son al mismo tiempo los elementos creativos y sociales que nos hacen proponer la noción de “modelo estético”. Es interesante ver como se puede llegar a este nuevo concepto de trabajo partiendo de la actividad “artística” (los situacionistas) y de la actividad tradicional de la fabrica (los post operaistas italianos), apoyándose sobre el concepto marxiano de “trabajo vivo”. 3. Walter Benjamín ya tenia analizado como, desde el final del siglo XIX, la “producción artística”, bien como su reproducción y su percepción, tiene asumido formas colectivas. No es aquí posible detenerse sobre sus trabajos, que permanecen todavía, fundamentales para la genealogía del trabajo inmaterial y sus formas de reproducción. 4. La transformación del público en cliente esta muy avanzada en EUA, donde un porcentual cada vez más elevado de la comercialización se hace a través de la televenta. 5. No se puede reproducir aquí la complejidad del modelo de Bachtin. En todo caso, la construcción del ciclo de la producción inmaterial como aquí se presenta esta inspirada en sus trabajos (circulo de Leningrado) sobre producción estética. Capitulo 3 Estrategias del emprendedor político * Cuando en 1994 Berlusconi venció en las elecciones en Italia la prensa internacional se pronunció con una avalancha de comentarios nada benévolos, en tanto la izquierda y los demócratas manifestaron su propia indignación, esto ciertamente se podía entender. Pero toda aquella discusión, en el mejor de los casos, arriesgo solamente hacer un poco de cosquillas en las nuevas formas de poder. La verdad que entonces se afirmó y es hoy rebatida, además de los diversos éxitos electorales, es que la propia crítica política de Berlusconi es imposible realizarla sin una critica a las nuevas formas políticas de acumulación capitalista. Más en general, una critica de la “comunicación” (que tanto se hace a Berlusconi) es imposible hacerla sin tomar de “contragolpe” todas las teorías que fueron construidas en la década de 1980 sobre el presupuesto, mas o menos explicito, de la superación del capitalismo y de sus leyes, exactamente a través de la construcción de los diversos paradigmas de la comunicación. Ahora, aquello que aconteció es exactamente lo contrario. La máquina social, la máquina productiva, la maquina comunicativa, la maquina política tienden a transformarse en articulaciones de un mismo proceso: el dominio capitalista de lo real, de todo lo real. Las diversas maquinas funcionan sobre el mismo plano de inmanencia, sobre el “cuerpo sin órganos” del capital – dinero, de que ellas no son, sino, “modos y atributos”. La autonomía relativa de la maquina comunicativa –como se decía en otros tiempos para dar cuenta de la relación con el capitalismo (autonomía relativa que permitía formas de subordinación despóticas y, por tanto, no específicamente capitalista como la “propaganda”)- fue substituida por la “desterritorialización” (decodificación) completa, operada por la lógica del mercado, de los flujos comunicativos, de sus contenidos semánticos y de sus locutores tradicionales. La empresa de Berlusconi es un dispositivo en funcionamiento que nos permite observar como la empresa se torna animadora de aquellas formas de comunicación, de aquello que antaño dependían solo indirectamente: el periodismo grafico, la información (”independiente” o del estado), el cine, los deportes, los juegos y todo lo demás [1]. Se ha dicho en estos últimos años que Italia es un laboratorio político, pero necesita inmediatamente aclararse que se trata de un laboratorio en que se experimentan formas de gobernabilidad de esta nueva configuración capitalista. En efecto, la figura de Berlusconi no se puede mas distinguir del emprendedor (aquel que garantiza la producción de la plusvalía), el patrón de los medios (aquel que produce opinión publica) y el hombre político (aquel que organiza el espacio publico). Estas diversas funciones, mas que estar jerárquicamente dispuestas, se presuponen reciprocas. 1. Benetton y los flujos. Si, en Italia [2], Berlusconi continúan teniendo un fuerte consenso político–electoral, esto no es imputable al hecho de ser propietario de la red televisiva, ni al hecho de representar de manera emblemática, materialmente, la nueva figura del emprendedor, que nosotros habíamos llamado “emprendedor político” [3]. En otras palabras, su suceso político no es debido a una manipulación de los medios, sino a una complicidad real y profunda con un nuevo modelo de producción, en el interior del cual, el nada como un pez en el agua. El hecho de que este nuevo emprendedor utiliza la comunicación como modalidad estratégica de comando y desorganización debe solamente hacer entender que se entró en otro paradigma, en el cual la relación entre lo económico, social y político, está modificada. Para comprender este pasaje y eliminar cualquier mal entendido, es útil remitirse a otra experiencia empresarial italiana, constituida sobre la media, sobre el control del flujo: de trabajo, de consumo, de comunicación, de deseo. Nos queremos referir a aquella otra “anomalía” empresarial que trae el nombre de Benetton. Benetton, de hecho, es un empresario extraño, para muchos inexplicable en el cuadro tradicional de la teoría económica: no tiene operarios, fabrica, ni redes de distribución [4]. Para no confundir mucho los hábitos mentales de los hombres de izquierda, podemos decir que se establece una nueva relación entre la producción, la distribución y el consumo. Para Benetton, la extracción de la plusvalía no es mas un resultado directo del trabajo, al contrario, la explotación es organizada por las pequeñas y medias unidades productivas, o se trata de auto-exploración auto-organizada por parte de los “individuos empresa”, al que en Italia se da el nombre de “trabajo autónomo” [5]. La plusvalía deriva de la producción y del control de los flujos, en primer lugar de los flujos financieros y comunicativos. En este cuadro, un flujo puede ser apropiado solamente por un flujo más potente. Y solamente en la conjunción de los diversos flujos (de producción, circulación, consumo, deseo), que aquí es producción de plusvalía, es donde esta se torna visible. La función del empresario, entonces, es hacer correr los flujos y capturarlos. Así, la maquina comunicativa, con sus flujos significantes e insignificantes, en un enorme dispositivo de captura de plusvalía, no de producción de ideología. El nuevo capitalismo se constituye sobre la ponencia de los flujos, sobre la diferencia de velocidad de circulación, en cuanto el empresario es aquel que se define por su capacidad de funcionar como eje y multiplicador de velocidad de circulación [6]. Para decirlo diversamente: producción de plusvalía, producción de sentido y producción de espacio político son las articulaciones del empresario político (aquí representado por Benetton), las cuales a partir de la década de 1970, funcionan en paralelo a las formas de producción fordistas, al sistema político y a la opinión publica, propias de este último. Esos cambios de la forma capitalista de acumulación corroerán a lo largo de veinte años la construcción material y la construcción formal salida de la segunda guerra mundial. Explicar la falencia del fordismo y de su sistema político en Italia a partir de los escándalos de corrupción (que son sin duda realísimos) significa tomar fischi por fiaschi [7]. 2. Los flujos de trabajo. No disponemos todavía de un trabajo de descripción de la maquina comunicativa como “aparato de captura” de plusvalía, nos limitaremos solamente a proveer de algunos elementos de reflexión sobre el funcionamiento de la multinacional Benetton. No decimos respecto a la producción, que la preocupación principal de Benetton no es herirla sino federarla [8], estructurar redes productivas que ya existen independientemente de ellas. Su relación con las redes es de tipo político, en sentido que su función fundamental no es mas aquella que organizar “tiempos y métodos” del trabajo de la fabrica o de determinar las diferenciaciones de productividad por medio de innovaciones productivas (como hacia el empresario clásico o shumpeteriano), mas que proporcionar la “construcción social del mercado”, en tejido productivo autónomo. Las características que actualmente identifican el carácter específico de la función de la empresa parecen ser la participación social, la fluidez de las redes, la permanencia de los circuitos. La localización de la producción tiene una importancia parcial; la inserción en los circuitos terciarios de las finanzas y de los servicios es, al contrario, decisiva, la inserción en las redes de comunicación y de alta tecnología es, en fin, necesaria. Pero aquí se debe tener cuidado: la relativización del sistema de todos los componentes se efectúa sobre una dimensión temporal que atraviesa y ocupa el espacio social y realiza una valorización concreta. Si no se ve mas la fabrica, no es porque desapareció, sino porque se socializó, en este sentido se volvió inmaterial, de una inmaterialidad que continua así mismo produciendo relaciones sociales, valores, lucros. (Lazzarato et Al., 1993). Para comprender la figura de los empresarios, en el lugar de las categorías de la disciplina de la empresa y de coacción administrativa, es necesario utilizar las categorías de mediación y de legitimación entre los diversos actores (bancos, unidades productivas, colectividades locales, consumidores, distribuidores, etc.). 3. Redes de comercialización. Las redes de distribución no pertenecen totalmente a Benetton. Las pocas unidades de distribución directamente controladas solo tienen una forma experimental. La red de distribución es organizada según el método de franchising. Reencontrando en esta parte del circuito productivo las mismas características de control y de organización que habíamos visto funcionar en los flujos industriales. Gestión social y política de las redes a través de la “marca”, mas que vínculos directos, disciplinares o administrativos. La casa matriz ofrece a un comerciante su marca y su mercadería, vale decir, un “aura”, una identidad, un medio de producción de renta. El comerciante no será más comerciante anónimo, será el negocio “Benetton”, seguirá sus reglas precisas de estilo, de comportamiento y se ocupara de honrar la marca. Es este nombre con su enorme potencial comunicativo, fruto de inversiones multimillonarias, que será fuente de renta y el verdadero principio de identidad. Así, un comerciante “cualquiera” se torna, en su autonomía sin contradecir la santa ley de la iniciativa individual, un dependiente del “gran patrón”, se transforma en súbdito de un imperio. 4. Flujo de deseo, de consumo y de producción de subjetividad. Con relación a la producción y a la distribución, vimos como Benetton trabaja poniendo en operación las “condiciones sociales” del desenvolvimiento de las redes productivas y distributivas, utilizando las formas políticas de mediación, de legitimación y de comunicación. Ahora vamos a trabajar en la construcción de un verdadero y propio espacio público y de sus valores. Una de las funciones más importantes ejercidas por el empresario político en la “construcción social del mercado” consiste en la constitución del “consumidor”: función que en este caso viene ejercida a través de un instrumento preciso, la publicidad. Diversamente desde la empresa fordista, se sabe que Benetton no delega la publicidad en agencias externas, porque él considera esta actividad como un “factor productivo”, en la misma medida que los otros. Pero en la empresa post fordista la productividad de la publicidad encuentra su razón de ser económica no en la venta, sino en la producción de la subjetividad [9]. Ella es la forma mediante la cual es organizada la “interacción” con los consumidores, que se asemeja siempre mas a la acción política, dado que aquí se determina la producción de sentido para un mercado que tiene los contornos de la propia sociedad. El desenvolvimiento de la publicidad Benetton puede ser descrito a través de tres etapas, que en si pueden resumir también la historia y el devenir de la propia publicidad. Este desenvolvimiento puede ser definido como el pasaje del “reclame” a la “publicidad”, para alcanzar la “comunicación social”, donde la raíz “publica” del término “publicidad” asume toda la riqueza de significado. El “reclame” pertenece a la época en que la publicidad servia, sobretodo, para vender el producto. Aquí, era el objeto –mercadería que precisaba triunfar– en carteles, en la propaganda televisiva, y en los jornales. Se pasó, enseguida, a la publicidad que debe construir en el tiempo, la imagen del producto o de una empresa. Ahora, con las nuevas publicidades producidas por Benetton [10] (El mal de VIH, el recién nacido, el navío cargado de refugiados albaneses, etc.), la mercadería desaparece de la publicidad y la marca permaneciendo, es confinada a un ángulo de soporte publicitario [11]. La imagen, al contrario, es algo directamente político, cultural, ético. Que sucede en este pasaje? Como afirma uno de los mayores críticos de la imagen francesa, exactamente en un análisis de la publicidad Benetton: El suceso ya no es mas la publicidad trabajando para el mercado, mas el mercado triunfante trabajando para la publicidad. Más exactamente el mercado funciona como un soporte de la publicidad, porque esta informa sobre un vasto paisaje a ser conocido y conquistado. (Daney, Liberatión, 01/10/91) [12] Pero todavía: la publicidad no sirve solamente para informar sobre el mercado, también sirve para constituirlo. Entra en relación “interactiva” con el consumidor, se vuelve no solo sobre sus necesidades, sino además sobre sus deseos. No se vuelca solamente a sus pasiones y a sus emociones, interpreta directamente su razón “política”. No produce solamente el consumidor, si no “el individuo” del capitalismo inmaterial. Dialoga con sus convicciones, sus valores, sus opiniones, tiene el coraje de interpelar donde la política tiene miedo de entrar. Actualmente la publicidad es una de las formas más importantes de comunicación social. Ella ocupa siempre más “el espacio publico”, lo anima, lo provoca, lo sacude. Es la empresa que directamente produce el sentido. La distinción entre ciudadano y consumidor, pertenece a otra época, y la publicidad Benetton hace escándalo porque nos dice que entramos en la era de los bienes inmateriales, “psi”, “espirituales”, que derrumban sus fronteras entre lo económico y lo político. Los análisis de publicidad que nos proveyeron Roland Barthes o Humberto Eco, fundadas sobre la retórica, ya están definitivamente envejecidas. Las dos observaciones. En lo que respecta a la primera es necesario subrayar que a los consumidores – ciudadanos le es solicitado un verdadero “trabajo”, pues la acción del consumidor (sus deseos y valores) se integran directamente como movimiento creativo, en el interior de la red social de la empresa [13]. Los flujos de deseo son directamente convocados, verificados, estimulados por la comunicación de la empresa post fordista. El marketing muestra aquí su verdadera naturaleza: construir el producto y solicitar formas de subjetivación. El consumidor no es mas el consumidor–masa pasivo de una mercadería normalizada, es un individuo activo envuelto con la totalidad de su persona. Para este fin es necesario “conocer” y solicitar su ideología, su estilo de vida, su concepción del mundo [14]. No se puede criticar el marketing a partir del punto de vista humanístico –”la política no es la venta de un producto”, lloran las bellas almas, porque ella es la propia esencia del capitalismo contemporáneo. El capitalismo no es mas el capitalismo de la producción, sino es el capitalismo del producto. El marketing no es mas solamente una técnica de venta, es un dispositivo de construcción de relaciones sociales, de información, de valores para el mercado. Un dispositivo que integra técnica y “responsabilidad” del político. La segunda observación informa respecto a lo que Godard nos dijo hace mucho tiempo sobre la televisión y la publicidad, o sea, que la distinción entre información y publicidad no es más pertinente. Que significa esto? pregunta Serge Daney: “que la imagen cayó enteramente del lado del poder económico” Los autores post modernos deducirán el poder de la imagen sobre lo real. La capacidad de los signos circulará infinitamente, destruyendo todo sentido. Desrealización es “fin de la historia”, nos dijeron. En la realidad se trata de una maquina de guerra que, como la empresa inmaterial (se puede distinguir mas allá de esta?), produce el sentido. La Guerra del Golfo fue prueba general de la gestión y regulación (según un punto de vista, según un sentido y una estrategia) de los flujos de información, de imágenes, de sonidos y de su velocidad de circulación [15]. Si ahora se hace un balance de las diversas funciones que los nuevos empresarios ejercitan, resultara todavía más fácil entender las raíces del fenómeno de deslegitimación que la política esta viviendo. Prácticamente todas las funciones políticas (tanto en la construcción de las condiciones sociales de la producción y del consenso en cuanto a las formas de mediación entre la producción y lo social, la producción de subjetividad, la organización del espacio publico) son asumidas por la empresa. No existe más autonomía posible para lo social, lo político, la comunicación. Ellos son completamente subordinados a la lógica de la empresa [16]. El ciclo de la producción Benetton es coextensivo a la producción de la sociedad, y la explora [17]. Las relaciones sociales, productivas y comunicativas son atravesadas y colocadas en el trabajo por el empresario político. Producción de plusvalía y sociedad están estrictamente conectadas. Y en este sentido es que “la empresa liberada del político produce al político”. La separación entre economía (como ámbito de producción de los flujos no significantes y la relación estructural con la naturaleza –y la política– como producción de los flujos significantes relacionados con otro medio por medio del lenguaje) esta materialmente superada. 5. El empresario político y el estado. Berlusconi es un empresario político de la misma naturaleza de Benetton. Es la expresión de las nuevas relaciones sociales dinámicas e innovadoras (desagrado y vulgaridad de sus imágenes y el conformismo de las “formas de vida” que él coloca en la mesa) y de nuevas relaciones de poder, y es solamente en esto que encontramos su legitimidad. Si no se toma en consideración la transformación estructural que la sociedad italiana vivió en estos últimos veinte años, para explicar el fenómeno Berlusconi, no nos queda señal de estado mediático. Mediaset (ex Fininvest), que Silvio Berlusconi controla, es una empresa post fordista que no tiene nada que ver con la televisión como “servicio publico” [18]. La televisión comercial no es señal de un punto de pasaje en dirección a la del arreglo productivo post fordista, en dirección a la infovia, donde todas las funciones anticipadas por al control de los flujos encontró su verdadera realización tecnológica. Si no se entiende esto se arriesga a decir bestialidades sobre la media y la potencia de la información. En efecto, ella tiene un papel fundamental en la cuestión, mas con un embalaje totalmente diferente. En este nuevo arreglo no vemos la misma televisión de antes, no vivimos las mismas medias de otrora [19], es todo lo contrario. La televisión de Berlusconi es un flujo de imágenes y de sonidos directamente conexos con las nuevas redes productivas. Se trata de una nueva maquina comunicativa, completamente adaptada a la nueva maquina de producción de la sociedad y a los mutantes [20] que la producen. La nueva maquina de comunicación funcionó como objetivo de “subjetivación” de las pequeñas y medianas empresas post fordistas italianas; pero el señalamiento fue puesto mas sobre el “post fordismo” que sobre las “pequeñas y medias” empresas. Funcionó como un motor de la “construcción de mercado” para el nuevo tejido industrial del país. Fue el dispositivo de mutación antropológica de los italianos. Y esta nueva maquina –en la cual no se puede mas distinguir los flujos políticos de aquellos productivos y sociales- funcionó como dispositivo de captura de las nuevas fuerzas y de sus formas de expresión, para reducirlas a las del Estado. Es solamente una máquina de este tipo que hace fluir los flujos, que legitima algunas y excluye a otras a través y solamente por el “código” del mercado (y no mas las viejas maquinas de los partidos con sus codificaciones ideológicas), que nuevamente puede dar fuerza, legitimidad y dinámica al Estado. Este no interviene a posteriori sobre un trabajo de consenso – disenso, legitimación – exclusión operado por lo político. Aquí el político y la comunicación se presuponen recíprocamente y articulan sus procedimientos en un único dispositivo sistemático. La asombrosa rapidez con que Berlusconi se impuso sobre la escena “política” no se debe a la manipulación mediática, sino a la capacidad que los flujos comunicativos se desterritorializaron y atravesaron, al mismo tiempo, las dimensiones sociales e inmateriales del capitalismo post fordista. La nueva maquina comunicativa no tiene como productos prioritarios la ideología y la propaganda. “Propaganda” [21] y manipulación eran los nombres dados a la subordinación de la maquina comunicativa al político. De este punto de vista, político era aquello que tenia también la capacidad de jerarquizar los flujos y de controlarlos a través de un código “despótico”. Lo político era aquello que permanecía en el poder soberano (la soberanía sin soberano) como capacidad de predeterminar los códigos de los flujos [22]. En el capitalismo post fordista, como se vio respecto de Benetton, ningún código externo a la lógica del capital – dinero que puede sobre codificar e integrar a las relaciones de poder. El capitalismo post–fordista requiere una inmanencia absoluta de las formas de producción, de constitución, de regulación, de legitimación, de subjetivación. Y aquí esta el punto flaco de Berlusconi, o sea el talón de Aquiles, porque no puede sustentar coherentemente aquella “inmanencia absoluta” de la producción de la sociedad que el post fordismo nos muestra como su horizonte. De hecho, que significa la afirmación electoral de Berlusconi? Que el principio de autoconstrucción inscripto en la actividad social es todavía, una vez reportado a un fundamento y a un principio de legitimación externa; trascendental: el poder del Estado. Las nuevas formas de expresión que la sociedad italiana tiene confusamente, más consistentemente, y que expresó en estos años fueron reconducidos a la forma de representación, a la subjetivación estatal. Aquello que la maquina capitalista “desterriotorializa de un lado es obligada a territorializarlo del otro”, y la terriotorializa dentro y por medio del Estado [23]. Probablemente estamos asistiendo a una integración de la maquina a los aparatos del Estado (y viceversa) y a una experimentación de técnicas de “control” [24] que nos darán una nueva forma de Estado. Entretanto, no están ciertamente resucitando los fantasmas del pasado que perturban las nuevas formas de dominio y de exploración. El fantasma del fascismo histórico es la única imagen “fuerte” que la izquierda consiguió producir contra Berlusconi. Ella es impotente para revelar las nuevas formas de comando y sujeción: Evidentemente es más fácil movilizarse contra trescientas cabezas rapadas que desfilan en una ciudad de Veneto, que contra el modelo político–empresario de aquella misma región se constituyó en una experimentación de laboratorio. Criticar al empresario político implicaría una crítica de izquierda que bien pocos en Italia parecen dispuestos a realizar. * Publicado en Futur Anteriur, n. 23/24, 1994. 1. En un celebre encuadre, Godard mostró que si de un “períodico semanal” se tira toda la publicidad (la empresa), de el no queda nada, a no ser el editorial del director (poder arbitrario). Los flujos lingüísticos –así como las formas “tradicionales” de comunicación popular, que como mostró E. P. Thompson, tienen constituido “algún lugar” importante en la constitución de la clase operaria- son atravesadas y reorganizadas por las fuerzas de mercado. Esto significa que el “algún lugar” no tiene más alguna “alterabilidad” preestructurada sobre la cual apoyarse, una vez que el “ser” es subordinado a la relación de capital. 2. Este artículo fue escrito en 1994, esta evaluación todavía es valida en el 2000, con Berlusconi como líder de la derecha italiana. 3. La definición de “emprendedor político” tiene aquí un preciso valor polémico en las confrontaciones de todas aquellas teorías económicas y políticas oficiales que se fundan exactamente en la separación entre lo económico y lo político. Análogamente, en las filosofías que están de moda (Cf. Habermas), esta separación es definida como separación entre la “racionalidad comunicativa”. 4. Para ser mas preciso: en 1988, de las 250000 personas que trabajaban para el ciclo Benetton, solamente 2500 dependían directamente de la multinacional de ropas. Y entre estos dependientes, los operarios clásicos (sobretodo en la coloración y en las tiendas) no eran los más numerosos. Ciertamente la automatización tiene manipulado el trabajo en las tiendas y, tal vez, en la coloración (sobre esto no disponemos de datos ciertos) 5. El desenvolvimiento de este tipo de trabajo (al mismo tiempo material e inmaterial, más seguramente independiente) es el dato que caracteriza a la década de 1980 en Italia. 6. En la Italia, los flujos financieros del debito público, los más desterritorializados y por lo tanto, los más potentes, tuvieron un importante papel en la década de 1980: se trataba de regular una producción que había alcanzado los niveles de inmaterialidad desconocidos en otros países: la financiarización de la economía no puede limitarse a una crítica de “rentier”. 7. Es evidente que el modo de producción fordista y de sus sujetos no desaparecerán. Durante las últimas elecciones fueron representados por la “izquierda” y por los grandes patrones aliados sobre la misma etiqueta de “progresista” y “centro izquierda”. El punto es, como siempre, el modo de producción comandado por lo más dinámico y desterriotorializado. 8. El “federalismo” de la Liga Norte tiene su razón estructural de existencia en la autonomía de estas redes. 9. Como ya observamos con respecto a la producción inmaterial, esto significa que la “producción de subjetividad” se torno una de las condiciones necesarias para la venta. 10. El autor esta haciendo referencia a las campañas publicitarias promovidas por Benetton en el comienzo de la década de 1990 y realizadas por el fotógrafo Oliverio Toscani (N. de T.) 11. Esa forma de publicidad no se opone a otra, pero la integra. 12. Se trata de dos artículos referentes al periodo de aparición de la publicidad Benetton, con un niño recién nacido, que todavía no le habían cortado el cordón umbilical. Es interesante verificar como un especialista de imagen llega a la misma conclusión sobre el papel estratégico y constitutivo de la comunicación. 13. “La autorregulación de lo social y la interactividad libre son los servicios que la publicidad (que se torno grande) rinde a la economía de mercado (que se torno grandísima) y a estas, guerras del tercer tipo. Es un servicio gratuito, efectuado ojo por ojo” (Daney, Ob. Cit.) 14. La estrategia de Benetton “no existe, por ejemplo, en la simple representación de una línea ideológica (o anti – racismo lucido de United Colors), que corresponde a la firme convicción del propio Luciano. Ella reside, al contrario, en la búsqueda de un linea sutil de disenso, de un limite interno a la convicciones (y a las convenciones) colectivas. Con ayuda de pequeños detalles provocadores se parte para la búsqueda de una información mas precisa, en lo que dice respecto a la ideología. No mas ideología doctrinaria y traslucida que no vende mas, el “vivido de la ideología”, su interior débil, sus pasos mutables, sus contradicciones fáciles”. (Ibíd.) 15. No es necesario confundir, como hace Virilo, la maquina tecnológica (con su proto – subjetividad, con su consistencia antológica, con su propia alteridad) con la maquina abstracta, que se instaura transversalmente y concatena de modo “ocasional” los niveles maquinarios. 16. “Sin duda, en las sociedades modernas era necesario que las cuatro verdades provengan de otro lugar, que fuese interno. Lo sacro, la poesía, el arte, también la guerra, la política, la ideología tienen ocupado sucesivamente ese “lugar del otro”, que Bataille llama “parte maldita”, y de la cual quería estudiar la economía singular. Es sin duda, en la sociedad post moderna, que la plasticidad conquistadora del mercado no tiene mas necesidad de hacer como que esta exterioridad (entre comillas) posea por medio de la publicidad cambiada la comunicación social, los medios para someterla a su propia lógica” (Ibíd.) 17. También la exploración se redefine porque, como ya observamos, se trata de exploración de la autonomía productiva de las redes independientes y de los procesos de subjetivación y de individualización 18. Con esta expresión el autor hace referencia a lo largo del periodo de crecimiento economico que caracterizó las economías centrales en la segunda post guerra a lo largo de tres décadas. 19. Es necesario quedarnos atentos para no terminar con una sonrisa de suficiencia la televisión de Berlusconi, porque esta tiene constituida una imagen, un estilo, una sensibilidad (con los juegos, el deporte, la publicidad) para el individuo del post fordismo. Cual podría ser otra imagen? Es cierto aquello del servicio publico (o sea, dos canales de televisión controlados por el estado, y que en Italia son tres – RAI). “Crear una imagen” es uno de los mayores problemas políticos del post fordismo. 20. En la década de 1970 los análisis de Pasolini sobre el impacto antropológico de la televisión y de la publicidad sobre los italianos anticiparon un fenómeno que encontró su completa realización en la maquina comunicativa berlusconiana. 21. La televisión de Berlusconi fue por mas de diez años una tela de las mercaderías y de la empresa, mas que de una tela de información; funcionó sobre la publicidad, los juegos, el deporte se transforma, a través de la televisión, en momento constitutivos de la ética de la empresa. Cuando fue autorizada (o mejor obligada) a transmitir noticieros, su índice de audiencia fue siempre inferior a aquel de las redes de audiencia del servicio publico, estrictamente controlados por los partidos del viejo sistema político. 22. El mismo se puede decir en lo que se refiere a la producción de subjetividad. El cine, como “arte de las masas”, ya quería “abrir los cerebros”, pero esa subjetivación era “subjetivada” por lo político. La comparación con el fascismo histórico o todavía en la sobrecodificación “estatal” de post – guerra no da cuenta de las grandes mudanzas introducida por la subordinación directamente capitalista de los flujos comunicativos. 23. La misma cosa vale para la subjetividad. La maquina comunicativa debe reportar la desterritorialización de las viejas formas de subjetividad y de identidad a la familia y a la normalidad. 24. En el sentido en que define Gilles Deleuze, o sea como superación de las técnicas “disciplinarias”. Capitulo 4 El “trabajo”: un nuevo debate para viejas alternativas. A la inversa de pronunciar frases generales sobre el trabajo y la sociedad, es necesario, indicar aquí con precisión, como en la sociedad capitalista actual son creadas las condiciones materiales y otras que habilitan y obligan a los trabajadores a romper esta maldición social. El preámbulo del estatuto de la Internacional dice: “La liberación de los trabajadores será operada por los propios trabajadores”. Entretanto aquí es “la clase de los trabajadores” que debe liberar… que? El “trabajo”. Entiéndase quien pudiera (MARX, 1875). El problema del “trabajo” se convirtió en el centro de debate político y con él las temáticas de reducción del tiempo de trabajo, de su repartición y de las formas de redistribución de la renta que deberían seguirlo: renta garantizada, beneficio universal, renta de ciudadanía. Pero la eficacia política y social de esas medidas, tímidamente propuestas, remite a la crítica del capitalismo, del trabajo y de la política que ellas presuponen, así como remite a los procesos de construcción política y de subjetivación que ellas implican. Es sobre este terreno que las “nuevas” ideologías del trabajo están en plena gestación. Los análisis y las tomas de posición que en este periodo están siendo producidas sobre la cuestión del trabajo y pueden ser resumidas en dos grandes corrientes. La primera, en verdad no es prioritariamente una ideología de trabajo, porque para ella las mutaciones en la organización de la producción, en el inicio de la década de 1970, no colocan en discusión el “papel” fundamental del trabajo industrial (por lo tanto, de la “clase obrera”) y de sus formas de organización y subjetivación. Esta primera posición, sustentada por diversas formas sindicales y políticas, no es mas que una prolongación de la ideología ortodoxa (y mayoritaria, después de la formación de la social democracia) del movimiento operario, para el cual es necesario “liberar” el trabajo de la empresa capitalista, “distribuyéndolo”. La vieja moral protestante del trabajo celebraba su resurrección en forma secularizada –entre los operarios alemanes. El programa de Gotha ya tenía trazos de esta confusión. Él define al trabajo como “la fuente de toda riqueza y cultura”. Alarmado, Marx rebatió que el hombre que no posee otra propiedad que su propia fuerza de trabajo, “no puede ser el esclavo de los otros hombres que se convirtieron […] en propietarios” (BENJAMÍN, 1976, p.77-78). La segunda corriente es más interesante porque asume plenamente las transformaciones del modo de producción y en particular la crisis del “valor trabajo”. En su interior las posiciones están relativamente diversificadas, pero concuerdan de modo sustancial justamente sobre las formas de la crisis del “valor trabajo”: del punto de vista objetivo, “la esfera de la producción capitalista emplea un volumen de trabajo siempre mas bajo para producir un volumen creciente de riqueza” (GORZ, 1995, P.7); y del punto de vista subjetivo: “para un numero creciente de individuos el trabajo cesa de ser el lugar de realización personal y se vive siempre menos como el de la relación social” (Ibíd.; ROBIN, s.d., p. 2).[1] Lo que nos interesa subrayar en esta segunda corriente es como ella identifica al capitalismo y a la explotación como un régimen particular de producción (la gran empresa) y un tipo especifico de trabajo asalariado (el trabajo operario).[2] La crisis del “valor trabajo”, que es también crisis del capitalismo abriría la posibilidad de fundar la “relación social” sobre una “alteridad” en las relaciones mercantiles de la esfera capitalista. El “tiempo liberado de trabajo” y el valor social de las “actividades culturales” relacionales, artísticas, cognitivas, educativas, ambientales” serian bases sociales “externas” a la economía de mercado libre las cuales se podría fundar una alternativa al capitalismo. El fundamento teórico de estas posiciones puede ser reconducido a la crítica que Habermas tiene dirigida hacia la concepción marxiana de trabajo, o sea, la idea según la cual Marx reducía la relación capitalista al “trabajo instrumental”. La critica de la economía política, construida sobra la relación del hombre con la naturaleza no consentía fundar una ética y una política. La “relación con el otro”, al contrario, nos introducía en la acción y en la política. Es aquí posible hablar sobre otra gran fuente de inspiración de estas posiciones: Hannah Arendt. Por eso estamos obligados a retornar a un pasaje obligatorio en estas nuevas ideologías del trabajo: la critica a Marx. De tal modo, tal vez, podremos ir hasta la raíz de las alternativas que estas posiciones abren en el debate. Es la tarea que aquí queremos asumir y demostrar por sobre todo. a) Que en Marx el concepto de “producción” es un concepto meta económico. Que el concepto de “trabajo”, como “trabajo instrumental”, es un resultado tardío del desenvolvimiento capitalista, que mistifica la relación política en la objetividad de lo económico. El “descubrimiento” científico de Marx es respecto al concepto de “trabajo vivo” y al de “fuerza de trabajo”. Si su análisis, de hecho, fuera limitado al “trabajo” no habría hecho nada, además como el mismo reconoce, de permanecer el terreno de la economía política. Marx encuentra el elemento subjetivo, político, comunicativo (para utilizar un lenguaje habermasino) en el interior del concepto de “trabajo vivo”. Ahora, este problema no requiere simplemente de una interpretación de Marx, pero sí de modo más sustancial, de la propia definición del capitalismo, de la política y de la subjetividad. b) Otro punto que gustaríamos demostrar es que la esfera de la producción capitalista de una vez por todas se debe entender el “tiempo de trabajo” como organización del “tiempo de vida”. Y que por lo tanto, no existen mas razones para identificar (ni teórica, ni fenomenológicamente) al capitalismo como producción industrial y a la explotación como “poner a trabajar” a la clase obrera. La evocación de la “revolución de la información”, por J. Robin, demuestra, contrariamente lo que a él le gustaría argumentar, la imposibilidad de determinar una “exterioridad” sociológica en las relaciones capitalistas. Y esto porque son exactamente las actividades “culturales, relacionales, informacionales, cognitivas, educativas, ambientales” y el “tiempo liberado de trabajo” donde se ejercitan los “objetos” y los “sujetos” de las nuevas relaciones de explotación y de acumulación que la revolución de la información organiza. A tal punto que la “economía de la información” tiene en este inicio del siglo el mismo papel que en los “treinta gloriosos” tuvo el automóvil. La afirmación de Robin, la cual dice que es preciso “contener la economía de mercado en su propia esfera” (ROBIN. s.d., p. 3) para hacer del tiempo libre el lugar privilegiado de las actividades escogidas, muestra tanto una comprensión bastante limitada de la naturaleza del capitalismo y de su dinámica como así también un ingenuo asombro ante la iniciativa capitalista de constitución de la “economía del tiempo de vida”. Diversamente de estas posiciones, preferimos leer el “tiempo libre” y las “actividades culturales, relacionales, cognitivas, etc.” no como una exterioridad dada de las relaciones del mercado y espacio que deberíamos defender contra la “extensión a todos los ámbitos de la economía capitalista de mercado”, sino como un nuevo terreno de enfrentamiento político. La exterioridad del capitalismo necesita ser construida a través de las formas de rechazo, de cooperación y de organización que atraviesan de modo antagónico el “tiempo de vida” colonizado por la producción del mercado. c) Por ultimo quisiéramos demostrar que si existe un “economicismo” en Marx, esto no debe ser superado en la dirección trazada por Habermas (aquí aprendido como paradigmático de la teoría de la actuación) sino como una radicalización de la categoría antológica y constitutiva. Las posiciones entre “actuación instrumental” y “actuación comunicativa” se dan efectivamente contra la realización de la modernidad, o sea, de la redefinición de los trascendentales (de la comunicación) en el capitalismo post moderno. Por lo tanto, reducción del tiempo de trabajo y renta garantizada, dijimos en el inicio, pero ¿sobre cuáles bases teóricas y a través de cuáles estrategias políticas? 1) La particularidad del método marxiano consiste en el hecho de que sus categorías aprenden, al mismo tiempo, la objetividad de la producción y la subjetividad de los agentes de la trasformación, consistiendo en una relación, en ambos sentidos, entre estructura y sujeto. El concepto de trabajo vivo es la llave, sea para analizar y comprender la producción, o sea para aprender el sujeto revolucionario. El mismo concepto mantiene juntos trabajo y acción. La lógica materialista de la exposición científica representa, al mismo tiempo, la solución del problema de la constitución del sujeto que se emancipa. En la conclusión de su importante teoría del actuar comunicativo, todas las teorías que había analizado (de Weber a Parsons, del interaccionismo a la etnometodología, de Wittegenstein a Luhmann). En otras palabras, él reconoce en Marx la solución correcta de la relación entre “sistema” y “mundo vital”. Diversamente de la teoría de los sistemas y de la teoría de la acción –que aíslan solamente uno de los dos términos de la relación-, la estructura marxiana se caracteriza exactamente por la combinación de los principios de una y de otra. El filósofo alemán reconoce que el “trazo del genio” de la teoría marxiana reside en el hecho de que ella permite articular juntos “sistema” y “mundo vital”, o, para decirlo de otro modo, que ella permite el pasaje teórico de la “estructura” al “sujeto”, y viceversa. Justamente Habermas, muestra como el concepto de “fuera de trabajo” es la base de la teoría de la acción. De hecho, ella es contemporáneamente mercancía que garantiza una prestación y sujeto que participa de un “mundo vital”. Es imposible separar estos dos momentos, separar el “actuar” del “funcionar”, porque es imposible separar la mercancía de su poseedor. El capitalismo se define, por lo tanto, como la capacidad de transformar la acción del mundo vital en función del sistema. Ahora bien, las ciencias sociales reconocen, implícitamente (o explícitamente), que el “sistema coloniza el mundo vital”, que la “estructura se impone al sujeto”. Todavía, las alternativas se determinan cuando se trata de saber como controlar, limitar, regular el “proceso de racionalización”, y entonces, en que elementos poner las fuerzas y las posibilidades de crítica y de transformación. En cada caso la cuestión a la cual se debe responder es: sobre quien o sobre que fundar una ética. La alternativa delante la cual nos encontramos es, a grosso modo, la siguiente: el primer término representado por Marx, que define las alternativas al capitalismo en el interior de la propia relación de capital y en particular en el “doble carácter” de la fuerza de trabajo (capaz, al mismo tiempo, de actuar y de funcionar). El otro término, representado por la cuasi totalidad de la filosofía y de la sociología de la acción, encuentra el fundamento de la ética fuera de la relación de capital. La coordinación de la acción regulada por las normas, por la dramaturgia del juego social, por el lenguaje y por la intercomprensión constituyó, según las épocas y las tradiciones teóricas, los momentos “prácticos” que consisten en regular o criticar la “racionalización”. Aquello que se coloca es una dualidad entre “actuar” y “funcionar”. Lo que en Marx es siempre dado como fuertemente conexo (el “trabajo” como subordinado a la lógica de la valorización, del comando, de la explotación, de la capacidad de creación y de sus elementos subjetivos) depende en fin, de dos lógicas diferentes. Queremos subrayar la actualidad de tales cuestiones porque, en el debate sobre la reducción del tiempo de trabajo, una posición como aquella de Gorz, que constituye un punto de referencia, funda la posibilidad de su realización en la separación del tiempo productivo, inexorablemente comandado por la racionalización, por el tiempo externo a la producción capitalista, organizado por el mundo vital. Contrariamente a lo que piensa Gorz (pero también la observación puede valer también para Habermas y Arendt), en Marx autonomía y heteronimia, libertad y explotación, subjetividad y objetividad son contemporáneamente dados en el interior de la organización capitalista del trabajo. Y es exactamente ese entrelazamiento que explica la dinámica y la fuerza de innovación del capitalismo con relación a los otros modos de producción y fuerza de refundación de la política que la lucha de clases representa. 2) Parece que aquí Habermas aprende el “pecado original” de cada teoría filosófica y sociológica que quiere integrar el lenguaje y el sentido, la comunicación y el evento en una nueva teoría de acción, como alternativa a la “racionalización” capitalista. Si todas estas teorías asumen correctamente el problema de la subjetividad, del lenguaje, de las actividades culturales, relacionales, etc., como terreno sobre el cual trasladar los análisis de la relación social, esta integración es hecha en un tipo de ruptura entre el sistema y el mundo vital, entre trabajo y acción, entre actuar instrumental y actuar comunicativo. El propio Habermas, después de haber reconocido la “superioridad” metodológica del abordaje marxiano, se adelanta en subrayar que si es verdad que Marx se mueve correctamente sobre dos planos del sistema y del mundo vital, de la historia y de la acción todavía “su separación no es propiamente presupuesta en los conceptos fundamentales de la política económica” (HABERMAS, 1986, p. 999). En otras palabras, Marx pone correctamente la relación entre estructura y sujeto en la práctica, pero no teóricamente. Todo el trabajo de Habermas es, entonces, una tentativa de reformular el “materialismo histórico” sobre dos “medios de comunicación” –”dinero” y “poder”-, y no solamente sobre el valor como en Marx, porque él juzga que el concepto “valor” (y de trabajo) no puede en ningún caso consentir la fundación de una ética. Cada teoría de acción (y de la subjetividad) que se ponga a un cierto nivel de abstracción no puede, en el capitalismo, confrontarse con el concepto de producción y de trabajo en Marx. Nada que decir respecto a Hannah Arendt, donde esta confrontación asume características, por así decir, caricaturescas. En su Vita activa ella dedica un capitulo al concepto de trabajo en Marx sin citar ninguna vez el concepto de “trabajo abstracto” (y a fortiori, de capital), acabando por transformar el concepto de trabajo marxiano en un “metabolismo natural entre hombre y naturaleza”. El operar […] es tal vez un modo apolítico de vida, pero ciertamente no antipolítico. Esto, al contrario, es exactamente el caso del trabajo, una actividad en que el hombre no está presente en el mundo, ni con otras personas, mas es solamente con el propio cuerpo, ocupado en hacer frente a una necesidad de permanecer en vida. (ARENDT, 1989, p. 156). En otras palabras, Hannah Arendt reduce el trabajo a una actividad instrumental, y está de esta manera obligada a procurar una acción (y un lenguaje) en relación con el otro que permite fundar la política. Aquello que aquí nos interesa no es una interpretación de la teoría marxiana y de su recepción (deformación), sino además de la especificidad de la relación social en el capitalismo que ella define. Este punto es particularmente importante porque el análisis de las actividades culturales, relacionales, comunicativas, etc., no se debe privar de una crítica de su subordinación a la relación de capital, a los conflictos y al proceso de subjetivación que ellos implican. 3) La critica a Habermas – En este punto, tal vez sea útil introducir una critica que fue hecha a Habermas en el final de 1960 por H. J. Krahl, y que asume el “monismo” marxiano, sea por las contradicciones de la teoría de Habermas, sea para criticar los propios limites de la teoría marxiana. Repito que aquí el discurso de Habermas es considerado como paradigmático del modo en que las teorías sociológicas definen el capitalismo y el trabajo. Krahl revierte la crítica a Habermas. El puede censurar a Marx por tener un concepto restricto de praxis, fundado en la relación del hombre con la naturaleza (y por lo tanto, sobre el trabajo), porque él tiene una concepción limitada del concepto de “producción” en Marx. En este, nos dice Krahl, el concepto de producción es, al mismo tiempo, trabajo y división del trabajo, donde por división del trabajo es necesario entender (para utilizar el lenguaje de Habermas) la relación “intersubjetiva”, la relación política. Habermas tiene un concepto restricto del trabajo, limitado a la relación instrumental. Marx, al contrario entiende siempre el trabajo, sea en el plano de las categorías teóricas, sea en la realidad, como la relación “sujeto – objeto y sujeto – sujeto”. La especificidad de la sociedad capitalista depende del hecho de que la lógica de la dominación de la naturaleza (relación objeto – sujeto), proyectada sobre las relaciones sociales de los hombres (relación sujeto – sujeto), reacciona sobre el concreto proceso de trabajo y lo socializa por así decir, en sí mismo. El trabajo abstracto es solamente la relación de producción que se revierte sobre las fuerzas productivas y sobre los procesos de trabajo, de tal modo que las fuerzas universalmente sociales (la cooperación, las combinaciones sociales, la ciencia y la técnica, etc.) tiene como efecto desarrollar en sí mismas el proceso de trabajo. En los Grundisse, Marx explica que ese tipo de relación era imposible en las sociedades antiguas. Aquí, de hecho, la relación de trabajo es completamente separada del acto político, ético y artístico. “Esta progresión continúa de conciencia y experiencia –dice Babbage– es nuestra gran fuerza”. Esta progresión, este progreso social, pertenece y es explorado por el capital. Todas las formas precedentes de propiedad condenan a la mayor parte de la humanidad, los esclavos a ser instrumentos de trabajo. El desenvolvimiento histórico, el desenvolvimiento político, el arte la ciencia etc. se mueven en las esferas superiores encima de ellos. Solamente el capital, al contrario captura el proceso histórico para ponerlo al servicio de la riqueza (MARX, 1978, p. 248). En la sociedad capitalista es imposible distinguir trabajo y acción, Hannah Arendt reduce el concepto de trabajo abstracto al trabajo instrumental porque confunde el trabajo del esclavo con el trabajo del operario. La transposición del concepto de trabajo de la sociedad griega (trabajo efectivamente instrumental) a la sociedad capitalista no le permite aprehender la especificidad de la relación capitalista. Marx se adelanta. El nos dice que, con la afirmación del capital, nos encontramos delante de la desaparición de la relación política (la violencia política de la acumulación originaria) en el funcionamiento coercitivo de la economía, de la transformación de la violencia en estructura, en disciplina. Es en este momento que la economía política forma los propios conceptos de trabajo y de valor en tanto “mistifica” la relación política en la objetividad de lo económico. El gran trabajo teórico de Marx consiste en encontrar la relación “intersubjetiva” en el interior de la propia producción capitalista, en el concepto de “trabajo vivo”. El carácter instrumental del trabajo, subraya Krahl, es un resultado muy tardío del progreso capitalista. Es absolutamente absurdo reprobar a Marx en aquello que al contrario, descubre en el concepto de trabajo vivo (”el sujeto viviente que está presente en el tiempo”, o Nicht Capital que se opone al capital, “trabajo muerto que está presente en el espacio”) la forma moderna de subjetividad despojada de toda su característica social: “Subjetividad no determinada, capaz de toda determinación”. En la lectura del marxismo critico italiano de las décadas de 1960/1970, el concepto marxiano de “trabajo vivo” es rescatado y desarrollado, en la tentativa de expulsar la “actividad” de su definición productivista, como principio productivo inmanente, como potencia ontológica que produce un crecimiento del ser. Es bastante curioso observar como Hannah Arendt, después de haber reconocido que desde que el “movimiento del trabajo aparece en la escena publica, fue la única organización en la cual los hombres hablaron y actuaron como hombres –y no como miembros de la sociedad”, no consigue encontrar, consecuentemente, una fundación de la ética en “el trabajo” de los miembros de aquel movimiento propio, porque, según ella su “actividad económica” debe ser considerada “incidental” (sic.) con relación a su papel político y revolucionario (ARENDT, 1989, p. 160-161). Las razones del actuar de los operarios “como hombres” deben ser buscadas, al contrario, inexplicablemente, fuera del trabajo. Es el sistema político que, integrando el mundo del trabajo, eleva los operarios a una forma de actividad superior a la actividad instrumental. Esta evidente discordancia, entre los hechos históricos –la productividad política de la clase obrera– y los datos fenoménicos obtenido de los análisis de la actividad de trabajo, desaparece probablemente [si entendemos que] la principal diferencia entre trabajo servil y trabajo moderno, libre, no consiste de hecho que los trabajadores modernos disponen de una libertad personal […], pero de hecho son admitidos en la esfera publica y plenamente emancipados como ciudadanos (Ídem, p. 159-160). Marx, al contrario, funda su propia teoría de acción en la actividad de la clase obrera, porque el concepto de trabajo vivo es sobre todo una ponencia ontológica que, antes de producir mercancías produce relaciones políticas. A través del propio movimiento teórico Marx muestra como esta “actividad” (toda forma de actividad, como confirma plenamente el actual desenvolvimiento del capitalismo) esta transformada en valor y el sujeto en estructura, y también las condiciones a través de las cuales se puede extraer o revertir esta transformación. La fuerza de la teoría marxiana (y la atracción ejercida por el movimiento operario) deriva de su capacidad de fundar la ética en la ontología del ser de la sociedad capitalista (la producción de valor). Luchando contra la reducción de la “fuerza” en trabajo instrumental, la clase obrera se constituye como sujeto emancipado y muestra una “condición”, un destino que no es especifico de su existencia, pero tiene que ver con la sociedad en su generalidad. Ella debe destruirse exactamente (en forma rectificada) para abrir el espacio al “súper– hombre”. La onda Habermas y Hannah Arendt ve la instrumentalidad de la actividad humana, Marx toma la forma moderna de la producción de subjetividad. Este aspecto fundamental del método marxiano, soberbiamente reconstruido en el trabajo de Krahl, encuentra particular dificultad de ser acogido también en el interior del propio marxismo o de aquellas teorías que de modo constructivo vienen dialogando con él. Pienso en particular en la escuela althusseriana y en Foucault de las “sociedades disciplinarias”. El impasse de la escuela althusseriana esta todo contenido en la separación metodológica entre las categorías científicas y categorías políticas, expresa en el concepto de ruptura epistemológica. J. Ranciere, por ejemplo en Lire le Capital, es obligado a considerar la reducción de la relación “intersubjetiva” al trabajo como un residuo antropológico del joven Marx, en el cual seria constante la tendencia a reducir el desenvolvimiento de las formas del proceso productivo (lucro, renta, salario) en los esquemas antropológicos de la inversión sujeto–objeto. Ranciere no reconduce la objetivación de las formas de plusvalía a la inversión de sujeto–objeto y define, al contrario, las condiciones de la critica en las “crisis históricas” del capitalismo. En los textos de los althusserianos, la producción capitalista y su poder de objetivación y de subsunción del trabajo vivo se tornan todavía más misteriosos que aquel fetichismo de las mercancías que ellos querían explicar. En este movimiento el operario y el capitalista no intervienen. Así, el operario figura aquí como soporte de la relación del trabajo asalariado, y no como sujeto originario del proceso (RANCIERE, 1973, p. 108). La separación entre estructura y sujeto es total. Si ni el operario, ni en el capitalista intervienen, quien (y como si) opera el pasaje del trabajo al capital y de la relación de capital a la revolución? Como fundar los cambios y la innovación en una estructura así determinada? Aquello que el impasse de la teoría althusseriana no puede explicar es exactamente el modo en que es posible pasar del sujeto a la producción y de la producción a la subjetivación. De otro punto de vista, también el análisis de las “sociedades disciplinarias” de Foucault no se confronta con el concepto de “trabajo vivo” en Marx. El concepto de “producción” es siempre leído en una perspectiva muy economicista. Podemos decir que Foucault separa las relaciones de poder de las económicas (y también de las relaciones de producción del sentido) enriqueciendo así los análisis de la relación capitalista; pero una vez establecida esta división, él se encuentra en la imposibilidad de pasar de la “disciplina” a la ética. La disciplina (como la economía), de hecho es el ámbito de las relaciones de poder subsumido en el valor. Así, la descripción de las relaciones de poder disciplinario no puede nunca abrirse a la dimensión ética, porque el proceso de subjetivación no puede mas separarse de las relaciones de poder y de saber, de las cuales esta siempre preso. Foucault no consigue determinar el momento de producción de la ética (el trabajo vivo en Marx). Para la sociedad del siglo XIX Marx pone, al contrario, el problema de modo ligeramente diverso: por qué es que la lucha de clases (la relación política de acumulación originaria) se transforma en disciplinaria, en violencia codificada y controlada? Por qué es que las relaciones de poder se tornan “economías”, esto es, actividad sumisa a los movimientos del valor? La separación entre poder y economía (y comunicación) es útil si fuera incluida, por un lado, en el interior de la totalidad del principio productivo del ser, y por el otro, en el interior de la totalidad y de su relación antagonista. La lectura foucaultiana de Marx no huye de la incomprensión de reducir la “relación de producción” al trabajo instrumental, operando, según el punto de vista aquí desarrollado, un contra–sentido fundamental. De hecho, Foucault busca las relaciones de poder en Marx en sus escritos políticos, al contrario de reconocerlos en los conceptos de la crítica de la economía política, en el Capital. En realidad, Foucault confunde, como muchos otros marxistas, el concepto de “valor” con aquel de “valor de cambio”. La definición del proceso de subjetivación como tercer eje de “objetivación del sujeto” con relación al saber y al poder no colocara sustancialmente en discusión la separación entre relaciones de producción, relaciones de sentido, y relaciones de subjetivación. Todavía es necesario decir que, diversamente de la escuela althusseriana, la obra de Foucault constituye una contribución fundamental a nuestra tentativa de superar (para exprimir con sus palabras) la oposición entre “estructura y proceso de subjetivación”. Su trabajo ya puede representar una alternativa a Habermas, porque aquí el proceso de subjetivación no se funda sobre los “trascendentales de la comunicación”, sino sobre el proceso inmanente de constitución. 4) El lenguaje de las abstracciones reales – Pero el problema del “actuar comunicativo” y de la “acción” representan de forma mistificada, una experiencia social real del capitalismo, o verdaderamente son la subordinación de las “actividades culturales, relacionales, cognitivas, etc.” a la lógica capitalista? Sobre este punto, el método marxiano se encuentra delante de dificultades que serán superadas, pero polemizando con la vía indicada por Habermas y por Hannah Arendt. Reconstruyendo el concepto de producción de Marx y su profunda originalidad revolucionaria del concepto metaeconomico, Krahl subraya también sus límites. El concepto de producción consiste efectivamente en aprehender al mismo tiempo la estructura y el sujeto, pero en el pasaje de una característica a otra existe una ausencia de mediación, un vacío que Krahl llama “lenguaje”. El acrecienta también el concepto de familia (la “relación social del sexo”, diremos, hoy, después del feminismo), del cual no nos ocuparemos aquí. Según Krahl, en Marx existe una confusión de palabras, por la cual en su obra hay una separación entre estructura y superestructura. Si, en concusión, esa distinción fuese verdad (y si por lo tanto, el ser social determina la conciencia), los cambios, la innovación, el evento, la organización revolucionaria serian imposibles. Si de hecho, para Marx, el momento de la voluntad caracteriza la ética de la revolución, como seria posible en estas condiciones determinar o actuar consiente de los hombres? Como es posible una conciencia critica de la sociedad si el lenguaje y la conciencia no contienen los momentos que van, por así decir, además de la determinación de la conciencia por parte del ser social? Porque, ironiza Krahl, el ciudadano Marx puede desenmascarar la sociedad capitalista, en tanto los otros circulaban ignorantes con su falsa conciencia? Krahl nos dice que estas contradicciones son debidas a una falta de coherencia del propio Marx en las confrontaciones de la propia teoría de las abstracciones. Marx rescata el concepto hegeliano de abstracción, como aislamiento, como incisión universal y en particular del propio universo […] las relaciones sociales universales fueron gestadas por los individuos y por los valores de uso particulares y existen como abstracciones (KRAL, 1973, p. 402). Marx debería indicar como tales abstracciones son los modos reales de organización de la función social capitalista. Pero entonces, nos dice Krahl, si la tradición es querer que las abstracciones sean conceptos, también esos últimos son los modos reales de organización de la vida de los hombres, de las “abstracciones reales” en el mismo nivel que el valor de cambio. Según su teoría, Marx debía concluir que si de hecho la sociedad tiene una estructura conceptual, también los conceptos y conciencia son entonces, categorías estructurales. Si las abstracciones deben adquirir una realidad (y poseen una realidad), entonces Marx debería concluir que las abstracciones, los conceptos y la conciencia son determinaciones de base. (Ibíd.). El lenguaje, entonces no es solamente un “reflejo” de la división del trabajo. El lenguaje es constitutivo de la división del trabajo, las relaciones lingüísticas son condiciones genéticas de una conciencia de clase “El lenguaje sirve a la constitución de las formas de conciencia. Es también un principio de la sociedad –como producto de la conciencia, es distinto del trabajo abstracto” (ídem, p.419). Sohn – Rethel ya había demostrado (algo rescatado también por Habermas) que no existiría una suficiente diferenciación en la definición de las abstracciones reales. El propone distinguir la abstracción “cambio” de la abstracción “trabajo” y a estas las podría juntar ulteriormente en valor “lingüístico”. Sobre esta base se puede, por lo tanto, presuponer que si el valor de cambio es una manifestación del valor, el valor lingüístico también lo es. Y que los dos tienen una existencia que precede mucho la aparición del capitalismo. Entonces, aquello que es preciso explicar es el modo en que ambos son subsumidos sobre la relación de capital, sobre el valor. Krahl dice que no es la abstracción en si, la que es “negativa”, sino su subsunción en la relación de capital. Según Krahl, Marx no distinguiría suficientemente entre “abstracción” y “abstracción capitalista”, como es el caso del lenguaje, que lo demuestra claramente. En el capitalismo el valor lingüístico funciona como el valor: objetiva y totalitariza la actividad ética y estética de la producción lingüística. Es necesario encontrar la actividad productiva de los hombres contra la estructura (contra el trabajo y contra el lenguaje), y dar a ella nuevamente la dimensión estética y ética que el automovimiento (no real) y la auto– representación (en la teoría) que el valor impone a su actividad. Habermas y, de otro modo, Hannah Arendt, muestran una efectiva flaqueza de la teoría marxiana: la ausencia de la mediación en el proceso de constitución del sujeto. Pero, como vimos con Krahl, la integración del lenguaje y de la comunicación no puede de forma alguna ser hecha en el terreno de la separación (característica, como afirmamos, de todas las teorías de acción, tanto lingüísticas, como sociológicas) entre actuar instrumental y actuar comunicativo, entre trabajo y acción. Porque si se acepta esta separación, se pierde la propia especificidad de la relación capitalista. El capitalismo contemporáneo no organiza mas el “tiempo de trabajo”, sino también el “tiempo de vida”. Si este tiempo es atravesado por la acumulación capitalista, entonces el requiere efectivamente de un nuevo análisis de la forma de producción, de explotación, y de los efectos de resistencia que ella provoca. Pero para moverse en esta búsqueda preferimos proceder por dos vías diversas de aquellas trazadas por la teoría de Habermas y por su traducción sociológica. 5) El “economicismo” de Marx – Si existe un “economicismo” en Marx, no puede ser encontrado, como vimos, en el hecho de que el no fundo teóricamente la distinción entre trabajo y acción, pero sí, sobretodo, en el hecho de que no condujo rigurosamente hasta el final a su metodología. En el interior del descubrimiento del doble carácter de la fuerza de trabajo, él no desarrollo suficientemente el concepto de “trabajo vivo” como fuerza antológica, constitutiva e independiente. Krahl, permaneciendo sobre el terreno de la definición del capital como categoría “metaeconómica” (al mismo tiempo, trabajo y división del trabajo), dirige a Marx una crítica de “economicismo” de otra naturaleza. La tesis que él sustenta y que descubre la doble naturaleza de la fuerza de trabajo esta disminuida por la definición del trabajo en cuanto es productor de valor. Esta definición no permite desarrollar el concepto de trabajo sino dentro del punto de vista del capital. A partir del momento tópico de la crítica del concepto de trabajo de la economía política, Marx debería tener desarrollada no solamente una teoría del trabajo productivo del valor, sino también una critica del trabajo en cuanto a fuerza antológica, independiente y constitutiva. Marx, de hecho, criticando la separación entre tiempo de trabajo (como tiempo de la necesidad) y tiempo “liberado del trabajo” (como tiempo de libertad), elabora un concepto de trabajo como trabajo que crea valor y un concepto de trabajo en cuanto a una “posición autónoma de un fin” objetivación de un sujeto, “auto – realización”. En esta segunda definición, el trabajo esta concebido como trabajo que emancipa, que produce un aumento del ser. Esta relación entre trabajo como fuerza antológica y constitutiva del mundo y trabajo como productor de valor (que define la naturaleza dinámica y antagonista del capital) es siempre sobredeterminada y cerrada por las reglas del capitalismo. Ahora, si esta situación puede reflejar las relaciones de fuerzas históricas entre las clases, no puede, sino, definir conceptualmente la relación entre “trabajo y trabajo vivo”. En el interior del concepto de trabajo será preciso desarrollar una mediación entre los momentos que producen el capital (negación subjetiva). Porque el trabajo, como categoría de emancipación, no encuentra un lugar en el sistema de la critica económica política. Marx llega a una concepción “economicista” del concepto de trabajo (ídem, p.420) Si el trabajo vivo está siempre limitado, comandado y organizado por el trabajo que crea valor. Marx cae en un “economicismo” que define de modo objetivo las clases, cuya determinación prevalecente deriva de su colocación objetiva en el proceso de producción. Este “economicismo” de Marx tiene como consecuencia una reducción del sujeto revolucionario al proletariado industrial. Si se abre el lado “negatorio” del trabajo, esto es, aquello que destruye capital, entonces todos aquellos que colaboraron en la producción de eticidad pertenecieron a la clase revolucionaria. (Ibíd.) Contra Habermas (y la teoría de la acción) Krahl propone permanecer en el terreno del doble carácter de la fuerza de trabajo y, contra el propio Marx, desenvolver la fuerza antológica, constitutiva y, por lo tanto, de negación de la relación del capital. Ahora, si los límites de la crítica marxiana pueden ser interpretados también como limites de la situación histórica, es posible hoy afirmar que existen las condiciones históricas para desenvolver positivamente las críticas de Krahl? La crisis del “valor trabajo” puede entonces ser interpretado como el fin de la capacidad de reconducir siempre la contradicción entre el “trabajo vivo” y “trabajo” en el interior del “trabajo que crea valor”. 1. Aquí es necesario señalizar al menos la operación de idealización / mistificación y además las dos corrientes que operan sobre aquello que se “perdió”. Que el trabajo ha sido el lugar de realización personal podría tal vez ser una verdad para el operario profesional y para las formas de producción “artesanales”. Pero es seguramente falso después de la introducción del taylorismo y la formación del operario – masa, para quien el trabajo en la cadena de montaje nunca fue una forma de “realización de sí”. Este estrabismo retrospectivo tiene un fundamento objetivo, porque el movimiento operario continuo representando también al taylorismo, los intereses y las formas de conciencia del operario profesional, muchas veces en contraposición a las formas de lucha y de subjetividad del operario descalificado taylorista (en la mayor parte de los casos, inmigrantes, sin formación y de proveniencia campesina). Hacer del taylorismo y de su trabajo el lugar idílico de formación de la relación social y de “realización de sí” significa olvidar las luchas durísimas que se opusieron patrones y operarios (sabotajes, abstencionismo, “rechazo del trabajo” y fuga de la fabrica caracterizan los comportamientos sociales del operario) y las confrontaciones no menos duros que tuvieron lugar entre sindicatos y operarios sociales, para los cuales la “realización de si” no pasa a través del trabajo, sino en la lucha contra el trabajo. 2. Esta definición del capitalismo es otro punto común entre las dos corrientes. Capitulo 5 Trabajo Autónomo, producción por medio del lenguaje y General Intellect * Los escritos reunidos en este volumen son el resultado de una búsqueda, en el final de la década de 1980, donde se colocó como objetivo la redefinición de la “naturaleza del trabajo” en el post fordismo [1]. La tradición teórica para la cual nos remitimos es aquella del operaismo y de la autonomía obrera italiana, pero estos materiales fueron elaborados en el “exilio” en Francia, donde muchos militantes italianos de estos movimientos, estuvieron siempre muy próximos y al mismo “tiempo distantes” de la situación italiana. La relación de complementación que las tesis aquí sustentadas mantienen con las definiciones de “trabajo autónomo”, “producción por medio del lenguaje” y General Intellect se demostrará de inmediato. Y es exactamente en la complementación de estos trabajos donde me gustaría insistir en esta introducción, con la finalidad de determinar aquel “lugar común”, que es el propósito a que ellas tienden. El trabajo autónomo. Las investigaciones de Sergio Bologna sobre “trabajo autónomo” (BOLOGNA, 1992, p. 11-32; 1993, p. 215-219) constituyen seguramente una contribución fundamental para los análisis y las definiciones del post – fordismo en Italia. El insistir sobre la descripción “sociológica” de la organización del trabajo (las empresas individuales, el trabajo autónomo consorciado (cooperativo), “el artesanato”, el trabajo autónomo de segunda generación (para distinguirlo de aquel, por “antonomasia”, de los comerciantes y de las profesiones liberales), o self – employenmant de los muchos desocupados e inocupados de la era post – fordista, la pequeñas empresas que producen servicios para empresas, etc.) y el señalamiento hecho para los aspectos “económicos” y “financieros” (prolongamiento de la jornada de trabajo, degradación de las condiciones de trabajo, composición de la “renta” según las lógicas pre – fordistas) tiene una función directamente política: destacar el trabajo autónomo como nuevo yacimiento de productividad y como forma renovada de explotación. Me parece que la preocupación Bologna es destacar, frente al lado liberatorio e innovativo colocado en primer plano por las teorizaciones del General Intellect, el lado oscuro y trágico de las nuevas condiciones de producción. El post fordismo no es solamente “producción de mercancías por medio del lenguaje”, intelectualidad de masa, comunicación, es además un retorno a las formas de explotación pre fordista. Al contrario parece decir Bologna, los trabajadores autónomos son más explorados que los operarios fordistas. La exaltación de este aspecto “material” de explotación y de “sufrimiento” incurre, además, en el riesgo de pasar a un segundo plano la calificación general de la relación social post fordista y del trabajo (del cual el “trabajo autónomo” es apenas una parte). La continuidad de la explotación no debe impedirnos aprehender la discontinuidad de sus formas de organización y de comando. Entre el “trabajo autónomo” y el “artesanato” de la época fordista y pre fordista y el trabajo autónomo de la segunda generación y el artesanato post fordista hay una socialización – intensificación de los niveles de cooperación, de los saberes, de las subjetividades de los trabajadores, de los dispositivos tecnológicos y organizativos que redeterminan completamente los términos de la cuestión. Por las descripciones de la organización del trabajo en el post fordismo de Bologna se podría deducir que está aconteciendo una nueva “autonomización” del propio trabajo: - A la continuidad temporal y espacial del proceso de trabajo y a la continuidad de la remuneración (salario) se constituye una discontinuidad fundamental que transforma profundamente el proceso de trabajo y las fuerzas de constitución de la renta. - La jornada de trabajo queda permeable, no en el sentido de su disminución cuantitativa, sino en el sentido que “los trabajadores, trabajan siempre”. De hecho, el trabajador autónomo, dentro de su jornada de trabajo, no tiene mas posibilidad de separar espacios de no trabajo, de “refugio”, de resistencia, como la continuidad de la relación salarial permitía. - El corazón de esta nueva relación de trabajo no es mas la “forma salario”, sino la “forma renta”. En tanto para el trabajo asalariado canónico el “principio de realidad” es representado por su patrón, el trabajador autónomo depende directamente de su banquero y de su colaborador. El control es indirecto y financiero, más que productivo. - Al control continuo y directo de los “tiempos” y de los ritmos del trabajo, se sustituye el control discontinuo organizado de las encomiendas, de los vendedores de productos. Si la continuidad de la disciplina de la fábrica ejercitada sobre una parte, define contractualmente la vida del trabajador autónomo, en una época de retorno de la iniciativa capitalista, la “libertad” del “trabajador de la maldición de la fabrica” asume esta forma. Esta nueva “autonomización” del proceso productivo no tiene ninguna relación con aquella contra el cual el taylorismo se constituyó (el operario profesional) y que expropió, y destruyó. La definición de esa renovada “autonomía” del trabajo debe ser calificada, porque es en torno de ella que pueden ser abiertas las alternativas políticas. - El “trabajo autónomo”, si queremos utilizar esta definición, posee una gran capacidad de cooperación, de gestión, de innovación organizativa y comercial y posee por lo tanto, capacidad “emprendedora”. - El “trabajo autónomo” existe solamente sobre la forma de redes y de flujos. Su capacidad es el territorio y la metrópoli. Su temporalidad coincide con el tiempo de vida. - La nueva cualidad del trabajo autónomo nos obliga a una ampliación del análisis, desde el plano de la fenomenología del trabajo hasta la de la comunidad del trabajo. Es imposible definirlo como actividad cooperativa fuera de la dimensión colectiva y de la vida. - Esto quiere decir que son colocadas en el trabajo, antes que nada, aquellas capacidades laborales (relacionales, comunicativas, organizativas) que, con un concepto foucaultiano, podríamos definir como “biopolítica” [2]. Todo esto es todavía más verdadero cuando se pasa, en el lenguaje de Bologna, del trabajo autónomo de los “distritos manufactureros” al trabajo que “produce servicios para las empresas”. La “autonomización” del trabajo (en este caso y también según fuertes diferencias conforme a los sectores) no esta organizada solamente o principalmente en función de la reducción de los costos de la producción, sino fundamentalmente para capturar las “externalidades” positivas y sociales que la cooperación espontáneamente produce y organiza.[3] La autonomía del trabajo post – fordista no es intensificación de la explotación, sino ante todo es una intensificación de los niveles de cooperación, del saber y de la comunidad que vacía y deslegitimiza las funciones de comando del emprendedor y del estado. Y es esta última dimensión que califica la explotación, no al revés. Esto significa que la nueva naturaleza del trabajo pasa a reorganizar el conjunto de la sociedad capitalista, recalificando también el trabajo asalariado clásico. Existe un trabajo autónomo, con relación a la gran empresa, que sirve para jerarquizar y reorganizar el proceso de trabajo, en relación con el mercado, la gestión de las innovaciones, etc. Es necesario, por lo tanto, dar importancia a lo que Bologna nos parece decir, esto es, que el capitalismo siempre fue una coexistencia de diversos modos de producción, comandados, organizados y explorados por lo más desterritorializado (abstracto según la definición marxista) de entre ellos. Esta realidad esta exaltada por el modo de producción post fordista, el cual se presenta como una acumulación de los modos de producción que comprender también las formas de trabajo servil y precapitalista. Pero cual es el modo mas desterritorializado (abstracto) que comanda y captura a todos los otros? Es exactamente aquel que exalta la autonomización del trabajo que hemos destacado. Son exactamente los elementos mas desterritorializados (abstractos) de la nueva naturaleza del trabajo que son revertidos por los aparatos de captura (comunicativo – financiero) para capitalizar los más diversos tipos de trabajo y subjetividad [4]. La capacidad profesional del “emprendedor político” (para diferenciarlo también del emprendedor shumpeteriano) (NEGRI, 1999) no consiste –solamente– en explorar un monopolio tecnológico o comercial, o no herir racionalmente una nueva aplicación de la ciencia en la producción de mercancías. Y no consiste, tampoco, solamente en la explotación del trabajo “servil”. La verdadera calificación del emprendedor político es aquella de conseguir colocar en secuencia los segmentos de trabajo que no están situados en continuidad y recuperar así las extenalidades implícitas producidas por la cooperación productiva o más generalmente por la comunidad. La tesis que Bologna sustenta hace muchos años –que el trabajo autónomo representa la forma especifica de trabajo en la época post fordista-, podría, ser alargada y redefinida como “autonomía” e independencia de las formas de cooperación y de comunidad del proletariado que se “liberó” del fordismo. Y si en Italia estas formas encontraron una ejemplificación en los trabajadores autónomos de los distritos industriales, ellas no pueden, todavía, ser reducidas unilateralmente a la figura jurídico – sociológica. En esta nueva perspectiva, el trabajo de Bologna pone otro desafío para el debate actual sobre las transformaciones del trabajo: la necesidad de reinventar la metodología de investigación “obrera”, recalificándola en el plano de la cooperación productiva y de la comunidad (con sus componentes lingüísticos, relacionales, de división sexual), que son presupuestos directamente productivos del post – fordismo. Producción de mercancías por medio del lenguaje. La dimensión colectiva, social, intelectual (en una palabra “biopolítica”) del trabajo post fordista es, al contrario fuertemente destacada en las contribuciones de Christian Marazzi (1994). Este trabajo sobre el post fordismo es tal vez el mas completo que tenemos a disposición sobre el tema, además de la cooperación productiva propiamente dicha, es la comunidad la organización post fordista que explora. Según Marazzi, esta nueva fase del capitalismo podría ser descripta como desarticulación y destrucción de la comunidad y su rearticulación y reconstrucción según los imperativos de la empresa. La subsunción de la comunidad en la lógica capitalista es, por lo tanto, antes que nada, la subsunción de los elementos lingüísticos, políticos, relacionales, sexuales que la definen. Este proceso es completamente visible y realizado en la economía de la información, donde es puesto en trabajo aquello que es más común a los hombres: el lenguaje y la comunicación. Después de describir el modo de producción post fordista, Marazzi coloca el problema de cómo redefinir la distinción entre “trabajo vivo” y “trabajo muerto” en este nivel de socialización. ¿Cómo redeterminar en la comunidad la diferencia marxiana que consiste en aprender la división que separa el comando capitalista de la autonomía de la cooperación social y productiva? Coherentemente con sus hipótesis, Marazzi procura determinar el concepto del “trabajo vivo” en el contexto lingüístico. Si “la cualidad del trabajo no se refiere parcialmente a la formación profesional adquirida, sino a la producción de “mas comunidad” [5], de un excedente de relaciones sociales, durante el proceso de trabajo, entonces el comando sobre el trabajo ajeno es comandado desde el trabajo lingüístico y necesita estructurar jerárquicamente por líneas internas esta facultad común a todos, esta capacidad de trabajo esta dada por la propia comunidad” (MARAZZI, 1995, p. 148-149). Si aceptamos aquello que dice Marazzi, entonces la producción de valor tiende a identificarse siempre mas como una producción de eticidad. La producción “ética” como fundamento de la producción capitalista? La hipótesis es absolutamente fascinante. La utilización de la relación que Ferrucio Rossi – Landi (1973) establece entre lenguaje y trabajo (homología entre los artefactos lingüísticos y los artefactos de la producción material), debería hacer emerger la dimensión publico – colectiva que está en la base, sea del trabajo, sea del lenguaje. Pero este retorno del concepto de producción lingüística mediada por el trabajo es suficiente para responder al interrogatorio puesto? Nosotros acreditamos que la introducción de las dimensiones social, colectivas, publicas no sea por si suficiente para poder explicar la producción de la lengua. Estas dimensiones, de hecho, están presentes en la lingüística desde su origen (Seassure), pero lo que ella no consigue determinar no es esto, y sí la relación entre dimensión sincrónica (estructura) de la lengua y la dimensión “diacrónica” de la palabra (creación). En síntesis, aquello que la lingüística no consigue explicar se resume en esto: una lengua sobre alteraciones y se transforma. Se trata, pues de determinar el “excedente en la producción lingüística”, que produce nuevas expresiones, nuevos lenguaje y, por lo tanto nuevos valores de formas de vida; y este trabajo excedente no puede ser señal de un acto creativo. La homología entre trabajo y lenguaje nos provee de a estructura, esto es, los presupuestos históricos – sociales de la lengua, pero no las condiciones materiales y formales del proceso de cesación. La propuesta teórica de Rossi – Landi, del “lenguaje como trabajo y como mercancía” es una traducción marxista del concepto de “producción social” en el lenguaje que, además no consigue salir de la estructura [6]. El problema es definir el trabajo vivo, o el no trabajo. Si para Marx la cuestión se coloca como determinación de las condiciones para salir del concepto y de la realidad del trabajo (y los conceptos de fuerza de trabajo y trabajo vivo determinan la verdadera diferencia con relación a la economía política), para nosotros el problema se coloca del siguiente modo: como salir del lenguaje. Michail Batchin nos indica, desde adentro de la revolución soviética, una pista interesante: colocar la valorización social en el centro de una teoría de enunciación [7]. Batchin no se limita a la definición público – colectiva del lenguaje, pero pone el problema de los valores y del sentido como su fundamento. La operación teórica de Batchin podría ser definida como una introducción de la “filosofía de los valores”, nietzscheana memoria en lingüística. Como en Nietzsche, las validaciones, de un lado presuponen los valores a partir de los cuales es posible estimar los fenómenos, mas, del otro lado, son los valores que presuponen algunas validaciones, algunos puntos de vista, de los cuales derivan los propios valores. Y valores y validaciones remiten a formas de vida específicas. En tanto la lingüística se abstrae de la validación social, Batchin contrae toda su teoría de la enunciación (y de la estructuración fonética, gramatical, sintáctica y géneros del discurso) [8] sobre ella. La evaluación social se exprime a través de “materiales diferentes” (el cuerpo, la voz- entonación, la lengua, el discurso) y puede ser considerada sobre un doble aspecto: activo y pasivo. El mundo de los valores constituye el horizonte (pasivo) del cual la valorización depende; mas activamente, estos mismos valores constituyen la trama sobre la cual la evaluación social -resonando en esta “un desafió al enemigo, un apelo a los amigos”– crea valores nuevos. No basta por lo tanto, introducir la dimensión de las evaluaciones sociales y el mundo de los valores y de los sentidos, pero es preciso determinar “quién y cómo” produce nuevos valores en oposición a los valores existentes: La teoría de evaluación social, por ser una teoría de creación verbal y de intervención de nuevos modos de vida, debe comprender entonces una teoría del devenir y del evento. Será, como hará enseguida la lingüística para procurar aprehender este “excedente” de relaciones, la introducción del contexto, de la situación extraverbal? No hará otra cosa sino que legitimar los valores existentes. La introducción de la evaluación social debe, por lo tanto, abrir la comprensión de la comunicación como evento. Y esto distingue radicalmente la producción material de la producción del ambiente ideológico y del acto comunicativo. Al revés de extraer las constantes lingüísticas, Batchin exaltará las variables, al revés de trabajar con una ciencia de la universalidad del lenguaje y de los trascendentales de la competencia, él trabajará con una “ciencia de la singularidad”. La comunicación practica cotidiana tiene el carácter de un evento, y el cambio verbal más insignificante es participe de esta continua formación del evento. En este proceso de formación, la palabra vive una vida intensa, mismo se diversa de aquella que ella tiene en la obra – de – arte (ídem, p. 218) [9] Pero que es la evaluación social y cual es su papel en la lengua o, más precisamente, en el acto de la palabra que se produce como evento? Batchin llama evaluación social exactamente. […] la actualidad histórica que une la unicidad del acto de la palabra con la generalidad y la plenitud de su significado, que individualiza y concretiza el significado y comprende el sentido de la presencia fonética de la palabra aquí y ahora (ídem, p. 266) [10] La evaluación social es aquello que garantiza la relación entre signo y significado, pero al mismo tiempo es el elemento que el lenguaje no puede contener y lo excede continuamente. Nietzsche se impone, no introducir solamente los valores y el sentido en lingüística, mas sobretodo el elemento plástico, la fuerza que crea los valores. Esta ligazón orgánica de signo y de significado no puede devenir léxica, gramática, fija y establece en formas idénticas de transmisión, o sea no puede devenir ella propia un signo o un momento fijo del signo, no puede gramaticalizarse. Esta ligazón se crea para destruirse y crearse de nuevo, pero ya en nuevas formas, en las condiciones representadas por un nuevo acto de palabra. (ídem) Solamente la fundación ética del lenguaje (pero en Batchin se necesitaría hablar de enunciación) en el evento de su creación continua nos puede permitir salir de la autoreferencialidad del lenguaje. Si la producción post – fordista tiende a identificarse con la producción lingüística, es exactamente esta fantástica anticipación batchtiniana que necesitaría rehacerse, donde la estructura se transforma en creación continua de nuevas formas de vida y de expresión, y donde la evaluación estética, política, ideológica (y no la dimensión lógica – denotativa) está en el fundamento de la relación mundo – lenguaje. El concepto de trabajo vivo tal vez pueda encontrar aquí una definición de fuerza activa en la constitución del ambiente, del producto y de las relaciones ideológicas de la información, encuentran una definitiva “introducción al trabajo”. 3. El General Intellect. La revista Luogo Comune sirvió de puente entre trabajo teórico – político de las décadas de 1970 – 1980, reabriendo el debate sobre el General Intellect y el sujeto político adecuado a este nivel de socialización de las fuerzas productivas: la “intelectualidad de masas”. Estas tesis son suficientemente conocidas. Lo que nos interesa son las paradojas que el General Intellect determina y la manera ejemplar que ellos vienen enfrentados en el trabajo de Paolo Virno. Para Virno, la causa de ruptura de las fronteras entre trabajo, acción y lenguaje se encuentra en la nueva cualidad de trabajo post – fordista. Esta no es identificable con un saber particular (o con condiciones sociológicas específicas), pero sí como una facultad que posibilita cada obra y cada experiencia: facultad de lenguaje, disposición al aprendizaje, capacidad de extraer y correlacionar, inclinación a la autorreflexión. El trabajo toma el aspecto de una actividad sin obra, asemejándose en todos sus elementos a aquellas ejecuciones virtuosisticas que se basan sobre una evidente relación con la “presencia del otro” (VIRNO, 1993, p. 22; 1994, p.112). Estas características del virtuosismo (ejercicio de una “simple facultad”, sin obra y relación con el otro) encuentran una evidente ejemplificación en la relación que existe entre la “potencialidad y de una lengua y la ejecución de una contingente e irrepetible enunciación”. En el lenguaje y en la competencia enunciativa podemos visualizar las paradojas del General Intellect, porque constituyen La localización del virtuosismo como “facultad” que se inserta además en la división entre “manual” e “intelectual”, entre trabajo y acción, y figuran al mismo tiempo como la más eminente fuente de producción capitalista. El lenguaje y la competencia comunicativa, que las condiciones del General Intellect se abren al milagro (evento) de un “esperado imprevisto” y a un arte de lo posible, reproducen también las condiciones de “eterno retorno” del valor y del comando capitalista. El lenguaje se torna, por lo tanto en Virno, la paradoja rompecabezas de la subsunción real: la auto referencia que el lenguaje siempre presupone, no en otra cosa sino la mágica producción del valor que produce plusvalía, no presuponiendo otro de sí (D - D’, según la celebre formula marxiana, donde toda relación con el trabajo vivo es cancelada y mistificada; autoproducción y automovimiento del valor – lenguaje, que reporta continuamente la heterogeneidad a lo idéntico). Nos parece que el trabajo de Virno, a través de la critica del fundamento lógico – denotativo del lenguaje, se concentra en determinar las condiciones que tornan posible la salida del circulo infinito de auto – referimiento y, por lo tanto, sobre la necesidad de definir los limites del lenguaje antes de su potencia representativa. Virno define la afirmación materialista del excedente del mundo con respecto al lenguaje (y al valor) como “sensible no empírico”. Las “pequeñas percepciones” leibnizianas contribuyen para aclarar la noción no empírica. Pero este ultimo remite, contemporáneamente, también a la experiencia ordinaria de las metrópolis: En la época en que el saber abstracto prefigura irrefutablemente, con sus convenciones y sus procedimientos, todos los elementos de acción, la exuberancia de las pequeñas sensaciones con relación a la esfera de la auto reflexión huye al saber de lo singular: este entiende mucho más cuanto no se nota. Creer que se trata de un lugar de trabajo dominado por la tecnología informática o de la recepción de las medias, está, de toda manera, repleto de señales de impresiones que no encabezan la síntesis de un sujeto autoconciente. (Virno, 1995, p. 116) Pero lo sensible no – empírico, excediendo continuamente el lenguaje rompe con el cerramiento sobre el autoreferimiento del lenguaje que se sitúa como limite insuperable del mundo y de la subjetividad, y se abre sobre las nuevas formas de constitución del mundo y de la subjetividad. Los resultados del trabajo de Virno se abren a múltiples desarrollos. Si la inserción del lenguaje del mundo no tiene principalmente una función denotativa y referencial, entonces, como propone Felix Guattari, podría configurarse como una pragmática de “acto de poner en existencia”: [la lengua sale de sí misma] no solamente para adecuar dentro de los enunciados, de las posiciones subjetivas generales, o para contextualizar el discurso, mas también es sobretodo para hacer cristalizar las singularidades pragmáticas, catalizar procesos de singularización más diversos (fracción de los territorios sensibles, desdoblamiento de las universales incorporaciones…) (GUATTARI, 1989, p. 60). Pero es entonces más evidente que la pragmática del “acto de poner en existencia” no es un privilegio exclusivo de la lengua: todos los otros componentes semióticos, todo el producir de codificaciones naturales y maquínicas concurren para eso. En este punto se puede decir que el linguistic turn, que redefine las categorías y la praxis con relación al binomio lenguaje – mundo, es la verdadera ideología de la subsunción real. Si el proceso de subjetivación capitalista confiere un papel central al significante lingüístico “es porque este constituye un soporte esencial a la lógica del equivalente general y a su política de capitalización de los valores abstractos de poder (ídem). Destruir el imperio del simbólico – significante sobre el cual se funda el actual “paradigma – comunicativo”, abriéndose a otros regímenes de semiotización, es hoy un problema político. Pero también definir el “sensible no empírico” (u otro de lenguaje y de pensamiento) como cuerpo camina en este sentido. El cuerpo precisamente no entendido de manera empírica, mas como abertura al mundo de las fuerzas. El cuerpo como fuerza, una fuerza que no se relaciona mas a un centro y a un sujeto, pero afronta solamente otras fuerzas “que afecta o que la afectan”. Al paradigma lenguaje – mundo, preferimos la relación fuerza – signo que, como habíamos visto en Batchin, se abre una ética del evento y de la creación. Podemos así reencontrar, con un salto lógico, las reivindicaciones y las formas de lucha biopolítica que nos parecieron entrever en las huelgas francesas del otoño de 1995 (Cocco, 1997). Conclusión. La complejidad y la complementariedad de las definiciones del post – fordismo, aquí solamente haciendo ademanes, deberían verificar su pertenencia sobre la anticipación teórica de un terreno posible de recomposición. El modo de producción post – fordista no puede ser simplemente descrito como “producción flexible”, alargamiento de la jornada de trabajo, difusión territorial del trabajo, etc. (todas definiciones parcialmente correctas), pero antes que nada una activación de diferentes modos de producción (”materiales” e “inmateriales”) y, por lo tanto de diferentes formas de subjetividad (pre – fordista y post – fordista), que son, además, comandadas y organizadas por las formas mas abstractas y dinámicas del trabajo y de la subjetividad, cuyo concepto de “relaciones de servicio” podrían representar, desde el punto de vista de la economía, la forma pragmática. Como siempre, no es el peso cuantitativo de un modo de producción o de una relación social, pero su posición estratégica y tendencial en la división internacional del trabajo, es la que define el dinamismo y la hegemonía de ella. Si una hipótesis de recomposición no puede definirse solamente como adverso de las formas dadas de organización del trabajo, esta debe, además, insertarse en el mismo nivel de abstracción y anticipar desde ella sobre esta base, las evoluciones, las alternativas, y las virtualidades. Y por esta razón nos parece esto: lo que por comodidad, se define como “biopolítico” puede, de alguna manera, impactar la tendencia del desenvolvimiento del capitalismo sobre su propio terreno, y de otra “exprimir” la multiplicidad de las formas de vida, de producción y de subjetividad del proletariado mundial. El debate italiano definió de manera rica la “fenomenología” y la “ontología” del post – fordismo. Pero ahora el avance de la investigación no podría ser determinado sino por una primera anticipación de una posible recomposición / singularización de la nueva naturaleza de las relaciones sociales. * En este articulo Mauricio Lazzarato, desarrolló los términos del debate con otros autores italianos de la corriente marxista llamada operaismo. En particular Mauricio Lazzarato discute, a partir de la noción de trabajo inmaterial, las tesis de Sergio Bologna sobre “trabajo autónomo de tercera generación”, de Christian Marazzi sobre el “lingüístico turn” y el trabajo de Paolo Virno, sobre la relación entre trabajo y acción. 1. Estos escritos son fruto de un trabajo de búsqueda sobre algunas realidades de la “economía de lo inmaterial”. Los éxitos de este trabajo están ahora reunidos en las siguientes publicaciones: Lazzarato & Negri, 1993 (investigación sobre el vestuario); 1991 (Investigación sobre los sectores de la producción televisiva, de la fotografía y de la publicidad); 1994 (Trabajo introductorio a una investigación sobre los servicios). Estas dos ultimas investigaciones fueron recientemente reunidas en CORSANI et al. (1996). 2. Ver Lazzarato, Mauricio. “Para una redefinición del concepto de biopoética”. In: Lugar Común, n. 5-6, Río de Janeiro: NEPCOM / UFRJ, mayo – diez., 1998 [N. de T.]. 3. Aquí, el punto de vista sobre el cual constituimos nuestra “tradición” operaista (”primero a la clase y después el “capital”) está completa y socialmente extendido, y, por lo tanto, metodológicamente y políticamente reafirmado. 4. Es por esa razón que, del punto de vista sociológico, la “relación de servicio” se torna el modelo de toda producción (también de aquella industrial). Ella es la forma más consonante de organizar y capturar las relaciones, sean ellas productivas, comerciales, comunicativas, de saber o, más genéricamente sociales. 5. Es clara la referencia al concepto de plusvalía. En este caso es el excedente de comunidad que está en la base de la producción de la riqueza, y no del tiempo de trabajo. 6. Aquí podría ser útil recordar la posición de Batchin, el cual critica a los “marxistas” por su aprisionado “pasaje del fenómeno ideológico”, a las condiciones del ambiente productivo socioeconómico, que los hace subvalorizar la particularidad de los objetos ideológicos en aquello que nos distingue: 1) de los cuerpos físicos, o en general, naturales, 2) de los instrumentos de producción y en fin, 3) de los productos de consumo” (Batchin, 1980, p.1980, p.66). La crítica de Batchin no considera la determinación social del lenguaje (que, antes, articulara de modo profundo y original), mas la incapacidad de explicar, sobre esta base, la creatividad del acto lingüístico. 7. Y no, llamamos la atención, del lenguaje! La ampliación no podría ser más radical con relación a las tradiciones filosóficas - lingüísticas, que ponen el problema de la creatividad de la subjetividad en el interior del binomio mundo – lenguaje. 8. “En el acto de la palabra, cada elemento del lenguaje, como material satisface las exigencias de la evaluación social (BATCHIN, 1980, p.268). El fundamento ético del lenguaje está presente también en la tradición de la filosofía analítica de que Rossi – Landi, sea como fuera, es parte. Mas la diferencia de Wittgenstein, en que este fundamento está determinado del punto de vista “filosófico”, en Batchin la ética determina concretamente todos los materiales y las formas del lenguaje y del discurso. 9. Como diría Batchin en otra ocasión, el discurso es el “escenario” del evento comunicativo. 10. La ligazón entre signo y significado en una palabra tomada aisladamente independiente de un concreto acto de palabra, por así decir “palabra léxica”, es absolutamente casual y ética. Diversa es una situación que se propaga, un acto de palabra concreto y unitario, también formado por una única palabra. Él organiza la comunicación, orienta a una reacción y una respuesta, el reaccionar a alguna cosa: él está estrictamente entrelazado al acontecimiento de la comunicación. No solamente el significado del acto de palabra tiene un valor histórico y social, pero también el hecho de haberlo pronunciado en general, de haberlo realizado aquí y ahora, con una dada situación social”. Aquello que interesa a Batchin es precisamente la relación entre valor histórico – social y el evento, que es cuanto le permite anticipar, ya en la década de 1930 una teoría Bibliografía ARENDT, H. 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