Argentina: ¿Qué pasa con los pibes?

“Los pibes” aparecen en la superficie mediáti-ca y discursiva como violentos, peligrosos o ame-nazantes. Además, últimamente, como objeto de linchamientos. Ustedes tienen una investigación muy atenta en el territorio que nos puede sacar de la saturación de la opinología general. ¿Qué es la definición de “pibes silvestres” en la que vienen trabajando?



 ¿Qué pasa con los pibes?

Colectivo Juguetes Perdidos1

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“Los pibes” aparecen en la superficie mediáti-ca y discursiva como violentos, peligrosos o ame-nazantes. Además, últimamente, como objeto de linchamientos. Ustedes tienen una investigación muy atenta en el territorio que nos puede sacar de la saturación de la opinología general. ¿Qué es la definición de “pibes silvestres” en la que vienen trabajando? Es una figura que encontramos, no exenta de cierta ambigüedad y ambivalencia, para ha-blar de la presencia de los pibes hoy en día en los barrios. La idea de “pibe silvestre” remite un poco a quienes se criaron en la última década, dando vueltas entre el consumo, los nuevos derechos, el dinero, todas estas mutaciones ba-rriales. Pibes que un poco es como que se crían solos, por fuera de cualquier tipo de estrategia de contención, cualquier tipo de ortopedia so-cial. Y también la figura remite a discusiones que veníamos teniendo con el Colectivo, con la intención de corrernos del lastre de un cier-to “pibismo”, con el que muchas veces se nos ha emparentado: la idea de pibes silvestres no remite a un sujeto colectivo ni a una identidad,  

 

1 Autores de ¿Quién lleva la gorra? Violencia, nuevos barrios, pibes silvestres, publicado por Tinta Limón Ed. en 2014. Publican en colectivojuguetesperdidos.blogspot.com.ar.

sino a una figura un tanto difusa pero a su vez muy potente para pensar quiénes son los prota-gonistas de estos nuevos barrios.¿A qué llaman “el engorramiento de la socie-dad” y cómo se articula con los pibes silvestres? Lo del “engorrarse” empezamos a pen-sarlo con lo que sucedió en torno al Parque Indoamericano. Fue la primera vez que salió la pregunta “¿quién lleva la gorra?”. Después em-pezamos a hacer un mapeo en los barrios des-de esta imagen de “engorrarse”. No había algo claro y parecía que la gorra estaba disponible para cualquiera. Imágenes en el tren, imágenes en el barrio, linchamientos de diferentes tipos ya desde aquella época que mostraban que la gorra estaba circulando más allá de la presencia de las fuerzas de seguridad. La pregunta “¿quién lleva la gorra?” surge en paralelo a una crónica que hicimos sobre la entrada de la gendarmería a Don Orione y nos habilitó a pensar de otra manera el barrio.El engorrarse es como una mala respuesta a problemas complejos, complicados, como son los desbordes en los barrios, la violencia que circula por desbordes anímicos, emocionales. Y justamente en esos miles de quilombos, los pibes silvestres y los vecinos que se engorran son como dos actores principales, actores que vienen estando como solapados en la década,

91pero que sin embargo son casi siempre lo im-pensado.Una de las intenciones es que la pregunta por quién lleva la gorra no se cierre o no se de-termine sobre gestos concretos, que no quede congelada en un tipo de sujeto o actitud. Lo que vemos en los nuevos barrios es que hay un poder punitivo que está disponible. Por otro lado están estos desbordes anímicos frente a los cuales no se puede lidiar, una situación de exposición bastante brutal a la precariedad del ambiente. Frente a esto, y un poco como un gesto para tratar de ordenar toda esa com-plejidad, aparece el “engorrarse”: un intento de ordenar toda esa complejidad y eso que proli-fera en términos de seguridad/inseguridad, en términos de tranquilidad o caos. Y ahí los pibes silvestres son como la gran figura de lo intrata-ble, lo indócil, lo que viene a ponerle preguntas a todo ese mandato de orden barrial. En la conversación de la semana pasada con el Club de Investigaciones Urbanas asomaba la idea del “devenir gendarme de la población”, que puede adoptar la forma de un tejido comunitario para reaccionar ante la inseguridad. ¿Es como un “engorrarse” colectivo? Sí, nosotros proponemos más la idea de re-juntes, y no tanto la de comunidad. El rejunte puede ser para un linchamiento o para otra cosa.

92Esto que hablamos nosotros de la intranquilidad anímica, de la gestión diaria y la precariedad, puede llevar a un rejunte de vecinos o no. Ese re-junte responde mucho a una dimensión anímica, por lo que al otro día se puede acabar.Hace cuatro o cinco años que estamos pen-sando esto y no se nos presenta la idea de co-munidad. O sea, me parece que pensarla es sin-tomático, y es tal vez ya caer en determinadas imágenes. Tampoco pensamos en términos de determinados acuerdos de convivencia tradicio-nales que ya no operan ni funcionan. Un poco la idea de plantear nuevos barrios es también in-gresar a los barrios desde nuevas percepciones. La pregunta por el rejunte lleva a preguntar-se qué es lo que arma lazo hoy. ¿Qué hace ba-rrio? Aparece el consumo y el securitismo, en gran parte de lo que pudimos ver, y desde ese lugar lo que vemos es rejunte. Y precisamente lo que hacen los pibes silvestres es ponerle pre-guntas a ese tipo de orden o a ese tipo de barrio que se propone. Hablamos de barrios (o rejuntes) muy atra-vesados también por lo que decíamos en torno a la vida mula: no solo mandatos que valorizan la vida en términos de trabajar, sino también en términos de un continuo que incluye el consu-mo, el engorrarse, la familia, estudiar, consumir responsablemente. Los pibes silvestres apare-cen como los que dejan ver los cortes y grietas de ese continuo.

93En el análisis que hicieron a partir de la proli-feración de linchamientos se detuvieron en lo que parece decir esa manera de atacar: bandas de veci-nos ocasionales que le dan a uno solo. Lo otro que aparece es que el robo dejó de ser tal cosa: no es la sustracción del objeto nada más. ¿Qué genera ese dramatismo que antes no estaba ante el afano de un reloj o un celular?El tema es que el robo ya no es la sustrac-ción de un objeto. Es algo que apunta también a un consenso muy amplio de época, que es esto de la vida mula: ese continuo cruce en-tre trabajo, consumo, una vida boba, un gran miedo y un gran vacío a las espaldas que es la precariedad y la exposición al infinito. Por eso los linchamientos y los robos tan cargados de sentido son muy transversales a toda la socie-dad. Pensamos los linchamientos no sólo en Palermo, o en grandes centros urbanos, sino también en barrios. Cuando te roban hay una pregunta que se te mete en la vida, una pregun-ta que te desacomoda todos los elementos que mencionábamos recién.Los últimos diez años fueron vividos por una parte importante de la sociedad como acceso al consumo por vía legal o ilegal, da igual. Una se-rie de preguntas sobre eso: ¿ustedes verifican una pérdida de encantamiento del consumo para los pibes? ¿Creen que la presencia de los pibes ha-

94ciendo este cuestionamiento puede operar como síntoma reactivo, como pérdida de encantamiento general de la situación de consumo de la sociedad? Y la última: ¿qué pasa cuando los pibes aparecen robando bajo presión para la policía o son parte de una economía vinculada a las drogas o a los desarmaderos? Me pregunto si existe una trama al interior de la cual este mundo de los pibes pueda ser comprendido por nosotros de una manera que nos permita enfrentar toda esta situación en térmi-nos “políticos”…No sé si hay un desencantamiento, sino que nosotros pensamos y ponemos el consumo dentro de la lógica de la vida mula. En los linchamientos hay un acto de peda-gogía muy parecido al que nosotros marcá-bamos que estaba haciendo la gendarmería en muchos barrios: enseñar a patada limpia, reponiendo ese consenso y los axiomas de consumo y seguridad que son lo más sólido de estos diez años. Es indudable que en muchos de los gestos de los pibes silvestres hay plegada una cierta potencia en cuanto a ponerle preguntas a esa vida mula. No sé si tanto un desencantamiento con respecto al consumo, pero sí a partir de las formas en que se valoriza una vida para acceder a ese consumo. Y eso me parece que está claro con la idea de lo que es el robo hoy, que pro-duce una desestabilización anímica: toda una vida que gira en torno a conseguir determinado

95umbral de propiedad y me lo sacan. ¿Entonces qué me quedó?, la nada. Desde ese lugar me parece que sí son muy potentes las preguntas de los pibes. La tercera pregunta me parece que es la más compleja y difícil de responder de mane-ra simple. Indudablemente los pibes forman parte de esas bandas delictivas o pueden ser empleados por esas bandas. El problema que nosotros vemos desde hace un tiempo es utili-zar cierta imagen de la disponibilidad sobre los pibes, ¿no? Muchos de los discursos vecinales, estatales, incluso de una moral política genuina y bancable, aparece la idea de los pibes como mano de obra empleable. Mismo el término en el que se los enuncia: hay que “enganchar” a los pibes, “buscarlos”, “contenerlos”. Siempre desde cierta mirada paternalista, exterior. Y hay algo ahí que hace un poco de ruido, y es que pareciera haber una cierta claridad con respecto a lo que tiene que ser la vida y cómo valorizarla. Eso es algo que no tenemos del todo claro para nuestras propias vidas, pero en esos discursos aparece muy claro: se trata de trabajar, estudiar, ser ciudadanos responsables. Entonces, claro que es un peligro cuando los pibes quedan enganchados en esas bandas delictivas, subsumidos a esa trama de poder barrial que es inevitable mencionarla. Pero a su vez también decir que toda la potencia de los pibes no se reduce a ese rol que pueden ocupar

96en una economía ilegal o en el mercado laboral. Los pibes se la pasan saltando, rajando, dejan garpando roles permanentemente. Un mismo cuerpo de un pibe puede ser soldadito, salir a robar a la ciudad, participar de un acto de vio-lencia, cobrar el Argentina Trabaja, salir a mu-lear unas horas; la transa puede ser una madre de él, puede tener alguna vinculación con un referente territorial o barrial. Con esto no que-remos llegar a una imagen de quietismo e im-potencia, todo lo contrario. Sólo tener cuidado de no mirar a los pibes desde esa noción de dis-ponibilidad. Ese mapeo macro es fundamental, pero también convive con todo otro escenario donde los pibes se desplazan y tienen muchas preguntas interesantes para ponerle a la época. Por ejemplo, cómo se valoriza una vida hoy, una pregunta que me parece que a veces se la lleva puesta detrás de ese anhelo de subordinar todo lo que pasa en términos de las economías ilegales actuales o de la violencia territorial.Nosotros en los talleres con los pibes veía-mos muchas estrategias que ellos hacían. El pe-ligro de pensar una trama más por arriba es que se lleven esas estrategias que ya están dando los pibes. La sobrefabulación, por ejemplo…¿Qué es la sobrefabulación? Un decir cargado de los pibes de su vida, una forma de narrar las historias, cosas que

97pasaban en el barrio, un decir que hablaba de su experiencia y era un afirmarse en el barrio de una manera potente. Y esa sobrefabulación to-maba elementos de muchas cosas, de los cho-rros, de los narcos, de los barras…Venimos pensando en esta serie de gestos y estrategias que se dan para habitar estos nue-vos barrios, y también en parte cómo traducen, o cómo a veces ignoran determinados consen-sos de la época. Por ejemplo, nosotros decimos que hablar en términos de una retórica de dere-chos a los pibes silvestres no les sirve. Cuando se enfrentan a la gendarmería, que busca disci-plinarlos, que busca volver dóciles cuerpos no dóciles, ellos no pueden esgrimir los derechos que tienen como ciudadanos y tienen que cui-darse el culo de otra manera. A eso lo llamamos “estar pillo”. Cuando tratan de valorizar su vida desde otro lugar a como se la valoriza en térmi-nos mulos, apelan a sobrefabular: a inscribir su vida en toda una red de relatos. También aparece muy fuerte en la política pública una cosa de sacar a los pibes del barrio. Si uno piensa dos grandes estrategias del últi-mo tiempo, una es el Progresar: salí del barrio, andá a estudiar. Y la otra es el Sedronar, que es internate, básicamente, en muchos casos, o que piensan cosas que tienen que ver con no afirmarte en el barrio. Y la sobrefabulación im-plica un multiplicar ese barrio. Descubrimos eso cuando los pibes decían “un barrio son dos

98cuadras” o “este es mi barrio”. Había mil ba-rrios en uno. Entonces es una fuga del barrio, pero haciéndolo estallar, intensificándolo.Y esto se liga a lo que nos decía la semana pasada un amigo en un barrio que estamos la-burando en Avellaneda: cuando aparecía algún caso de un pibe etiquetado como intratable, ya no se podía hacer nada. No se lo podía en-carar desde la familia, desde el barrio, de nin-gún lado. Y en sí lo que quedaba en pie era el pedido de encierro. Los mismos vecinos, los mismos familiares decían “hay que encerrarlo”. Determinada sensibilidad preparada para ese encierro ya está ahí disponible. De hecho cuan-do laburábamos lo del servicio militar a cielo abierto, que es la figura que encontramos para hablar de las estrategias de la gendarmería en los barrios, ahí aparecía esto de los gendarmes controlando cualquier tipo de circulación de los pibes que sea por fuera de los espacios cerra-dos. Mientras estén en la casa después de las diez de la noche o mientras estén en la escuela, perfecto. Ahora, cuando están en la calle ya es algo peligroso…Por un lado me quedo pensando en la pedago-gía de la crueldad. Parece haber un continuo que se da en la cárcel, en un linchamiento, en un shop-ping o con la gendarmería. Hay un modo único de tratar desde el mundo de la propiedad, que es policlasista, a esto que estamos llamando los pi-bes. Eso nos está diciendo algo que nos llevaría a

99una discusión más larga. Por otro lado me estaba acordando algo que decía Deleuze por ahí, cuando le preguntaban si estaba a favor de que la gente se drogue y si todo le daba igual. El respondía que no, que su política es en primer lugar darle siem-pre la razón a la gente sobre su vida: la gente sabe más sobre su vida que yo. Pero inmediatamente, y en segundo lugar, no ser indiferente ante la auto-destrucción de los otros. Es difícil, pero me parece que este espacio es interesante para no idealizar, no victimizar, ser activos, buscar complicidades…Justamente esa pedagogía de la crueldad arma fronteras sensibles, fronteras urbanas, fronteras espaciales, fronteras de vida. Como que la idea sería, y acá también copiar alguno de los gestos de los pibes silvestres, saltar de roles y de frontera todo el tiempo y tratar de romperlas para pensar problemas.Cuando pensábamos con los pibes el espa-cio que armábamos, hablábamos de una es-pecie de espacio neutral en el cual había una cuestión de contención de nosotros al entrar al barrio y de ellos de descarga, digamos. Pero para mí lo interesante de esa contención es esa posibilidad de estar pillo de lo que pasa en el barrio. Por ejemplo, nosotros a un pibe, siendo un operador, un militante, lo que sea, no le va-mos a resolver una situación de adicción o de autodestrucción. Ahora, me parece que lo mejor es poder saber pararte en esa situación. Lo que nosotros tenemos que tratar hoy es de tratar de 100estar parados, saber qué relaciones de fuerza circulan. Porque tampoco me sirve mucho ba-jarle una línea ultracomprensiva a los pibes, o victimista, o tratar de resolverlo así nomás…Ante los nuevos barrios también hay que hacer el intento de no entrar desde un centro reconocido, desde una lengua política recono-cida, desde un imaginario que no deja de ser tranquilizador.