Violencia expresiva y segunda realidad

Queremos conversar con vos sobre las formas de violencia que se dan hoy en los territorios y que no son explicables según los grandes cánones del discurso político-institucional argentino. Nos pare-ce, por el contrario, que estas formas de violencia y de conflicto tienen otro tipo de causas, vinculadas a las economías, a las maneras en que los territorios han ido cambiando en los últimos años. Apelando también a tu experiencia en otros lugares, como México y Brasil, ¿cómo pensar estas violencias que están circulando?



Violencia expresiva y segunda realidad

Rita Segato1

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Queremos conversar con vos sobre las formas de violencia que se dan hoy en los territorios y que no son explicables según los grandes cánones del discurso político-institucional argentino. Nos pare-ce, por el contrario, que estas formas de violencia y de conflicto tienen otro tipo de causas, vinculadas a las economías, a las maneras en que los territorios han ido cambiando en los últimos años. Apelando también a tu experiencia en otros lugares, como México y Brasil, ¿cómo pensar estas violencias que están circulando? Nos llama particularmente la atención tu distinción entre una violencia instru-mental y una violencia expresiva. Creo que estamos en el espectáculo de una nueva escena bélica y que muy poca gente está prestando atención a sus características inéditas, a su significado, a su relación con los cuerpos, los territorios, los usos de la violencia, a cómo va a estructurar la realidad de una nueva forma. Últimamente me vuelve a la memoria la vie-ja película de Ingmar Bergman “El huevo de la Serpiente”, que muestra la gestación de una nue-va forma de control social en el periodo pre-na-zista. Creo que hoy estamos frente a un fenóme-1 Antropóloga, investigadora, docente, autora de varios li-bros. Esta conversación fue extendida y editada por Maura Brighenti.

192no semejante: la gestación de nuevas formas de control de los comportamientos de las personas desde un lugar que algunas personas conocen muy bien. No tengo la menor duda que existen “técnicos” que tienen un conocimiento muy cla-ro de cómo se genera este nuevo tipo de control social desde abajo, una suerte de golpe que vie-ne desde abajo y que obra mediante la crueldad.Como emergió en el informe anual sobre tortura de la Comisión por la Memoria del 2013, hay en los territorios lo que llamo una “pedago-gía de la crueldad”. Se ve en lugares diferentes, por mano de la policía por ejemplo. Retomo este uso de pedagogía de Hannah Arendt, de su análisis del totalitarismo, cuando habla del nazismo como de una “pedagogía de la trai-ción”. ¿Y qué es la traición si no el sinsentido, la ausencia de una gramática previsible? Si yo los escucho hablar puedo prever la manera en que van a organizar sus sintaxis y van a organizar un significado. Al revés, la traición es cuando el sistema se vuelve imprevisible y la imprevisi-bilidad es una forma más fuerte de la crueldad. El ser humano, en su condición general, depen-de de una gramática, una previsibilidad de los enunciados. ¿Y qué ocurre cuando un enuncia-do no tiene sentido? Esto es lo que pasa con la destrucción banal de los cuerpos, cuando se infligen sufrimientos de una forma que no es instrumental. Por ejemplo, ¿qué significa mal-tratar un cuerpo encarcelado cuando ya está re-ducido? Es la expresividad de una falta de límite para la capacidad de crueldad, la espectaculari-

193zación de una absoluta falta de sensibilidad por el sufrimiento humano. Es esta la pedagogía de la crueldad: que esperemos la crueldad desde cualquier lugar, desde cualquier momento y de forma arbitraria. La arbitrariedad tiene un papel central, porque es la arbitrariedad que impone el terror. Uno se aterroriza frente a lo desinhi-bidamente arbitrario. ¿A qué obedece esa pe-dagogía de la crueldad? ¿Qué estrategia tiene? Es el sometimiento de la entera sociedad a los espectáculos de crueldad. Habría inclusive que pensarlo de una forma más compleja todavía. Preguntarnos qué significa para la sociedad en su conjunto esa crueldad. Estoy convencida que la crueldad no es referida al preso, a la some-tida o, si hablamos de la conflictividad en los barrios, no es referida al niño al que se le pone una bala en la rodilla. No se trata de una vio-lencia instrumental, porque no es para reducir a alguien que ya está reducido. Es una crueldad a la que se expone la sociedad entera. No es una violencia contra el antagonista, contra el solda-dito, el miembro armado de la corporación ene-miga o de las banditas. El cuerpo agredido es un intermediario mediante el cual se trasmite un mensaje a toda la sociedad.¿Se podría hacer una relación entre este tipo de violencia y lo que vos llamás un “territorio en disputa”?Exactamente. La otra corporación armada es la que es antagonista en este territorio en dis-

194puta. Pero la crueldad sobre ese cuerpo, sobre este bastidor, habla a toda la sociedad. En este sentido no se trata exactamente de la guerra. Claramente está en juego una disputa por la anexión territorial, por el despojo: se expresa la capacidad de anexión territorial en la anexión de los propios cuerpos. Pero el elemento nuevo es esta pedagogía de la crueldad por la cual no sa-bemos qué esperar, un poco como lo que pasó durante la guerra sucia de la dictadura militar, pero con la diferencia que ahora el terror viene desde otro lugar, un golpe desde abajo.En el último año venimos preguntándonos so-bre la necesidad de leer la sección policial de los diarios como una sección política. En tu investiga-ción sobre los femicidios en Ciudad Juárez2 hablás de la existencia de una estructura invisible por de-bajo de esos crímenes, una estructura que no se ve y de la cual, sin embargo, estos crímenes son epife-nómenos. ¿Cómo se hace para reconstruir esta tra-ma invisible? ¿Cómo se lee políticamente algo que parece como discontinuo, azaroso, vinculado a las acciones particulares de las personas vinculadas?La cuestión es precisamente desvincular-las de las cuestiones personales. Es lo que nos entrampa todo el tiempo. También cuando lee-mos la violencia sobre las mujeres estamos en-trampadas en esta política general que consiste 2 Ver La escritura en el cuerpo de las mujeres asesinadas en Ciudad Juarez (Tinta Limón, 2013).

195en llevar siempre todo al foro de lo íntimo. Hay que tener mucho cuidado con la privatización de la violencia, tan difícil de desarmar. Entre las muchas cegueras que encontramos, me re-fiero en particular a dos: primero, tendemos a privatizar todo lo que sucede con las mujeres, victimizando a la mujer de manera terrorífica. Segundo, el hecho de ver toda esta violencia como circunstancial: que la policía está corrom-pida o está mal entrenada, que la sociedad es violenta, que los jóvenes se drogan, etcétera. Planteos que traen aparejadas sus lógicas res-puestas: tenemos que generar una nueva po-licía, entrenarla y darle clases de derechos hu-manos, legalizar las drogas, reducir la edad de impunidad, entre otras.Son todas medidas que piensan el proble-ma de una forma circunstancial sin ver que hay una estructura profunda que está reestructuran-do la realidad en las sociedades: desde cómo obran las corporaciones o las banditas en los territorios y en ciertos bolsones de vulnerabili-dad, hasta la ocupación de tierras disponibles para garantizarse una casa donde vivir y para ir a trabajar. En todos casos, la lógica es apro-piarse de algo apropiable. Los cuerpos son par-te de esa apropiabilidad, de cómo, en esta fase de acumulación por despojo, nos apropiamos de lo que queda de los territorios comunes y de cómo controlamos la sociedad y la política. Y estas fuerzas y estas estrategias extremamente racionales de ataque a la sociedad y a la demo-cracia vienen desde abajo. Hoy, por ejemplo,

196hay formas absolutamente eficaces de control de las elecciones y de todos los mecanismos que llamamos democracia. Pero por lo general seguimos pensando en medidas circunstancia-les: nuevas leyes, nuevas políticas, nuevos ins-trumentos que son del Estado. Sin embargo, el Estado está comprometido.En tu trabajo sobre los femicidios en Ciudad Juárez hablás de una “segunda realidad”. ¿Cómo surgió este concepto y cómo lo trabajaste en tu in-vestigación?El ensayo sobre Ciudad Juárez comienza por el conocimiento de los cuerpos tirados en los baldíos, esto que llamo “epifenómeno disper-so” y que tiene como uno de sus principales ele-mentos de blindaje su propia ausencia lógica. “¿Por qué?”, “¡Ah, no puede ser!”, es la reacción de la gente frente a un hecho que no obedece a una racionalidad accesible. Una gran señal me llegó por las madres de las mujeres asesinadas que en sus manifestaciones contra la impuni-dad decían: “Qué suelten a los que tienen pre-sos, ellos no son los culpables”. O sea, la clara indicación a la sociedad de que se trataba de crímenes del poder.Una persona una vez me dijo que tenía cua-renta y dos hipótesis de la razón de los críme-nes en Ciudad Juárez. Desde que las mujeres eran las que trabajaban en las maquiladoras tra-yendo el salario mientras que los hombres esta-ban desocupados y esto daba origen a una es-

197pecie de venganza de género, hasta el tráfico de órganos que ocurriría en el mismo lugar desde hace más de diez años y, por lo tanto, sería muy fácil de rastrear por la policía. O sea, el tiempo de la impunidad nos da la clave de que ahí pasa algo de otro tipo, que no se trata de un crimen instrumental, con una finalidad de venganza o de enriquecimiento (el comercio de cierta clase de películas muy violentas es otra hipótesis que circula). Los crímenes del poder no se dejan inspeccionar, porque las estructuras de poder siempre son ocultas.Tanto en las grandes empresas que accionan en la administración de los bienes declarados, a la luz del día, como en la administración de las organizaciones que cuidan subterráneamente sus negocios no declarables, el manejo del po-der nunca es transparente, nunca se puede ver con exactitud. Hay pactos en los varios órdenes del poder porque siempre el poder es monopó-lico: controla el dinero, controla la política y no puede revelar al mundo sus conocimientos. El conocimiento que el poder tiene de lo que con-trola es lo que le permite este control y por lo tanto nunca puede ser transparente. Hay for-mas de acuerdos que se dan en el poder que siempre, por necesidad, tienen que ser ocul-tos. Entonces pensé en Ciudad Juárez como a un modelo y en este sentido sus muertes son muertes expresivas: expresan el poder jurisdic-cional, la capacidad de crueldad, de impunidad. La impunidad misma es un mensaje de control, de soberanía sobre un territorio. En ese momen-

198to lo llamé un segundo Estado: por un lado, hay un primer Estado con sus instituciones, con sus agentes, sus jueces, sus policías, sus fiscales y sus representantes elegidos por el pueblo. Por otro lado, hay un segundo Estado que tiene sus poderes y que, a través de la tortura y el asesina-to de mujeres, por ejemplo, envía un mensaje a toda la sociedad, a sus familias, a la comunidad y también a las autoridades y al propio Estado. Allí está operando un segundo Estado cuyos agentes son a veces los mismos que operan en el primer Estado. Hoy ya no lo llamo segun-do Estado sino segunda realidad, para llamar la atención sobre el hecho de que el Estado siem-pre ha sido dual. Ya lo han dicho los juristas, el Estado es por su naturaleza dual, siempre controla la sociedad estatal y paraestatalmente, inclusive en tiempos democráticos. Lo vemos en el accionar arbitrario de la policía, que actúa como Estado, pero también lo hace ilegalmen-te. La paraestatalidad de la acción policial está dentro de la legalidad. Diferentes autores lo han dicho de forma distinta, quizás Agamben es hoy el más conocido. Es exactamente esta paraesta-talidad lo que tenemos que comprender como algo que es propio de la naturaleza del Estado y que, sin embargo, se puede ampliar por otros caminos. Cuando digo que parece un golpe que está viniendo desde abajo, desde esta segunda realidad, estoy diciendo que hay una expansión del accionar paraestatal que está viniendo hoy desde otro lugar. La pienso como una estructu-ra única, no separada, como en los casos de la 199mafia o el crimen organizado. Es una estructura que tiene adherencias muy fuertes, movimien-tos circulantes a través de tejidos que vinculan esta segunda realidad, esa institucionalidad desde abajo que se expresa con crueldad, con la realidad del Estado.Cuando hablamos del carácter oculto de esta segunda realidad, ¿qué carácter se expresa como oculto? Porque a la vez se trata de situaciones que pueden ser totalmente visibles y este carácter ocul-to puede tener que ver más bien con no tener un lenguaje para poder expresar cómo funcionan estas realidades…Este oculto es estridente, es un secreto es-tridente, como fue en la época de la dictadura. Debe tener esta doble característica: por un lado tiene que ser secreto y por otro tiene que tener una gran estridencia para que el mensaje llegue adonde debe llegar, a sus destinatarios. Y sus destinatarios somos todos nosotros, todos los que estamos aquí en la superficie. Estas dos realidades, subterránea y en superficie, están estrictamente vinculadas.En tu libro La nación y los Otros hacés referen-cia a un nuevo paradigma territorial que se desa-rrolla con el neoliberalismo. ¿Qué tipo de territorio habita esta segunda realidad?Las formas de territorialidad dominantes hoy están dadas mucho más por la segunda realidad que por la primera. Y es así porque el Estado se encuentra reducido por diversos caminos. Por un lado, por el proyecto neoliberal que le quita soberanía. Por otro, por proyectos críticos que aspiran a que la gente asuma su camino y vaya produciendo sus experiencias de vida, que cada pueblo teja los hilos de su historias, que el Estado devuelva fueros comunitarios. Como digo en mi último libro La crítica de la colonialidad, donde afirmo que sin esta devolución no hay protección para las personas. Entonces, por un lado hay una reducción del Estado por parte del proyecto neo-liberal, y por otro, por el lado de nuestra crítica, la visión de que el camino de la historia tiene que estar en las manos de las comunidades. En fin, hay fuerzas de todo orden, pero especialmente económicas y religiosas –usaría en general el tér-mino corporativas– que cruzan las fronteras esta-talmente custodiadas. Son fuerzas que accionan según la agenda global y pueden tener su cabeza en la primera realidad o estar enteramente en la segunda, como en el caso del narcotráfico, el contrabando de armas. En fin, toda la produc-ción de capital que se encuentra sumergida en esa segunda realidad y desde allí produce territo-rios que cruzan las fronteras estatales y terminan por no coincidir con los territorios oficialmente delimitados mediante los cuales pensábamos la geografía política hasta hace muy poco tiempo. Es necesario crear otra geografía política que tome en cuenta la jurisdicción que va trazando la segunda realidad.

201En el mismo ensayo decís que no te interesa tanto una lectura moral de los procesos que cons-truyen ese paradigma territorial y ponías en el mis-mo lugar ámbitos distintos como los movimientos étnicos, religiosos, las mafias y las corporaciones económicas, para entenderlos como partes de esa misma segunda realidad. Explicás que se trata de una realidad compleja donde hay un uso muy fuer-te de la violencia y de la crueldad. Pero hay tam-bién economías y maneras de expresar formas de autonomía popular que tampoco entran en una dimensión reconocible por la primera realidad y se colocan al exterior de ella. ¿Cómo pensar estas dos cuestiones?El problema es que se generan paraestados. Ahí hay una demarcación. Trabajé años en la cárcel de Brasilia con equipos de estudiantes y al comienzo la gente va a trabajar allí con la ilu-sión de encontrarse con un banditismo noble e insurgente y pronto se decepciona y comprende que por lo general los encarcelados tienen fina-lidades individualistas, muy poca capacidad, excepto raras veces, de organización colectiva, y que en el fondo su mentalidad es casi idéntica a la del policía. Muchas veces pertenecen a la misma clase social o incluso a la misma fami-lia. Prácticas que uno veía como insurgentes, de liberación del Estado, tienden al revés, a crear allí abajo, en la segunda realidad, formas de paraestado no sólo en un sentido de organiza-ciones verticales, con cabezas y jerarquías, sino también porque tienen su armas, sus propias

202tecnologías de guerra. La segunda realidad es especular a la primera. Y ahí muchas ilusiones se caen, porque el modelo estatal organiza al mismo tiempo la primera y la segunda realidad y muchos de los personajes actúan a dos aguas, arriba y abajo.Otro ejemplo son las iglesias evangélicas que, con la globalización neoliberal, se orga-nizan como un Estado multilocalizado que, aunque su cabeza es siempre en el Norte, cor-ta los territorios oficialmente marcados de las naciones. El paradigma sigue siendo territorial y estatal, pero ahora en un sentido paraesta-tal. Como en la idea de gubernamentalidad de Foucault, la línea de la jurisdicción territorial es continua, viene del mundo feudal, pasa por el mundo moderno y después deviene propia-mente biopolítica, pero siempre pensando al te-rritorio como una cosa sujeta a la apropiación. Sin embargo, actualmente todo se vuelve más poroso, ya no hay ese límite territorial que es el límite de la jurisdicción gobernada, todo está en continua circulación: de las corporaciones a las iglesias, de las injerencias del Norte en la seguridad pública (la DEA y de otros organis-mos policiales del Norte que actúan dentro de los países latinoamericanos), a las mafias y sus tráficos de droga, personas, y mercaderías. Se trata de un nuevo tipo de jurisdicción que se hace más pastoral que nunca porque el rebaño ya no está comprendido en un territorio, juris-dicción de un Estado, sino que anda suelto. Por eso el cuerpo deviene tan importante, porque

203se vuelve el bastidor/territorio donde se clavan las insignias de gobierno.Por eso la gran obsesión de los fundamen-talismos cristianos, y no sólo por el cuerpo de la mujer y el control de su capacidad reproduc-tiva, porque el cuerpo de la mujer es el basti-dor por excelencia. Es casi una cuestión levi-straussiana. Para Levi-Strauss la mujer es un anfibio. Las feministas se lo han criticado hasta la muerte, pero creo que ahí hay una gran intui-ción. La mujer es simultáneamente persona y cosa, moneda de intercambio, tiene un carácter anfibio. Es cosa no en el sentido de naturaleza, otro tema que también se podría analizar, sino en el sentido de territorio. Cuando los territo-rios dejan de estar circunscriptos y se abren a otros territorios gobernados, con sus cabezas, sus nomenclaturas, sus formas parastatales, lo que queda como último territorio es el territo-rio-cuerpo de la mujer entendida como cosa. El control sobre la procreación, por ejemplo, es un signo de la corporalidad que traza la pertenen-cia a una nomenclatura, a uno de estos paraes-tados. Los fundamentalismos son una carac-terística de la modernidad tardía que necesita marcarse en los cuerpos del propio rebaño y es-pecialmente en los cuerpos de las mujeres, que son los que más fácilmente se leen, el rebaño del rebaño. En este sentido los fundamentalis-mos son precisamente un síntoma de ese tiem-po, donde el territorio viaja y las marcas, por lo tanto, deben ser mucho más claras. El territorio es el mismo rebaño que ya no tiene cerco y, por

204ende, el cuerpo tiene que ser espectáculo de la propia jurisdicción, tiene que espectacularizar su pertenencia.Cuando el gobierno pastoral se vuelve sobre un rebaño que ya no está en una jurisdicción cerrada, para conseguir una solidaridad de red, necesita hacer muchos más sacrificios con rela-ción a las marcas que expresen su unidad. Y en este sentido no se trata de una desterritorializa-ción sino de una ultraterritorialización. Creo que vivimos en una época donde es ne-cesario poner mucho esfuerzo para entender las segundas realidades que están vigentes, de otro modo no podemos entender la vida social. Y las ciencias sociales siguen, al revés, concentrándo-se solamente en las dinámicas clásicas de la ju-risdicción estatal. Es una impresionante pérdida de tiempo. Es claro que en la segunda realidad hay también movimientos y prácticas que son in-surgentes de verdad y otras que no. En la segun-da realidad hay también nuestros sueños de un camino de las sociedades y de las comunidades por afuera del Estado, que sigue siendo colonial y opresivo. O aprendemos a caminar por afuera del Estado o estamos perdidos, porque el Estado no fue construido para liberar a las personas. Le digo siempre a mis estudiantes: si ustedes construyen un cañón, lo máximo de elasticidad que pueden darle a esa forma cañón es que sea un juguete, pero el cañón fue construido para lanzar balas. Con el Estado pasa lo mismo, fue construido para algo y no puede ser usado para otra cosa, por eso no puede existir un Estado que devuelva los fue-

205ros comunitarios. Por ejemplo, en Brasilia ahora hay un gobierno de izquierda y, sin embargo, mi-ren qué síntoma interesante: hay un basural en una región muy pobre de la ciudad y un grupo de familias se organizaron en comunidad para explotar la basura, la recogen, la diferencian, la comercializan y viven así de su propio trabajo, se construyen su autonomía. Después de una gran lucha, el gobierno acepta la negociación para des-pués contratar una corporación transnacional de selección y tratamiento de los basurales y ofrecer-le a esa gente que se transformen en trabajadores asalariados con estabilidad en el empleo y con una seguridad que, según el Estado, no tendrían de otra forma. Es un síntoma: a la estabilidad y la seguridad que le ofrece el Estado, ellos prefieren continuar con su autonomía.El Estado no acepta el lenguaje de la devo-lución de autonomía. Se ve en Bolivia, donde el proceso paró precisamente porque el Estado no está construido para supervisar la autono-mía comunitaria y no acepta formas de reso-lución de los conflictos que no pasen por su mediación. Al contrario, tiene una cantidad de mecanismos internos para garantizar el poder médico (el especialista como único autorizado a curar), el poder jurídico (el abogado como único que puede resolver conflictos), el poder edilicio (el arquitecto y el ingeniero como úni-cos que pueden construir una casa), etcétera. El Estado habla el lenguaje del control, no el de la autonomía. Y a su lado aparecen varios otros poderes: algunos que crean sus propias cabe-

206ceras estatales, inclusive muchas formas de la política insurgente de los setentas terminaron allí, en un mecanismo de verticalización; y otros que están experimentando otras formas de in-surgencias que no pasan necesariamente por la creación de paraestados, por cabeceras de deci-sión o por vanguardias.¿Cómo pensar hoy, a través de tu noción de “se-gunda realidad”, las periferias urbanas? Venimos viendo una vitalidad popular que se coloca en un marco informal y que no encuentra traducción en el lenguaje de la política estatal. Un exceso vital que puede ser muy violento y conflictual. Al mismo tiem-po, se difunde cada vez más una lectura moral de los territorios, que intenta reducir esa vitalidad a una supuesta moral de los pobres y que habla de corrup-ción como intento de volver a una supuesta legalidad estatal. ¿Cómo pensar en este exceso vital, y a las maneras en que se expresa, sin caer en la trampa de volver a proponer una perspectiva estadocéntrica?Creo que las luchas van siempre, inevitable-mente, con una doble inserción: por un lado, tenés las luchas y los discursos con un pie en las grandes estructuras nacionales y globales, sean de mercado, religiosas, o de derechos hu-manos. Y por otro, tenés las luchas locales y las organizaciones arraigadas en los territorios y en bolsones regionales. Las grandes estruc-turas intentan englobar y aprisionar las luchas locales y regionales, pero éstas van constante-mente rebalsando. Es precisamente esta doble

207inserción que los gobiernos no alcanzan a ver, tampoco los mejores gobiernos que hemos tenido (Chávez, Morales, Correa, los Kirchner y en medida menor Lula), que terminaron to-dos por erosionar los mercados locales y re-gionales. El “mercado” no es solo el mercado global, hay mercados locales y regionales que tienen una doble finalidad: una finalidad de acumulación de riqueza que mira en dirección del mundo, pero también otro tipo de finali-dad. No necesariamente toda riqueza es una riqueza de tipo capitalista. Para que sea capital la riqueza debe tener como finalidad última la acumulación y, por lo tanto, la concentración. Hay otras finalidades que están modeladas por la doctrina del buen vivir y no permiten que la riqueza y el enriquecimiento, inclusive gigan-tesco, tengan como fin la acumulación. Habría que investigarlo más. De todos modos, los gobiernos están sacrificando todo a la partici-pación en el mercado global, deshaciendo los mercados locales y regionales en tanto no sean aptos para lo que solicita el mercado global. Hablo esencialmente de soja y minerales. Es un gran error y la historia ya nos enseñó que cada vez que hay un cierre en el mercado glo-bal no te quedan mercados locales y regionales para sustentar la vida. Para mí hoy un camino sabio es un camino que tiene un pie en lo lo-cal y otro pie pensando lo global, pero a dos puntas, protegiendo otras formas de riquezas que no coinciden con la riqueza capitalista. La vitalidad está ahí. Es la abertura de la historia.

 

208En el presente lo único que funciona como utopía es el carácter imprevisible de la histo-ria. La historia no se puede controlar, es con-vulsiva, abierta. Y nos enseña que una nación por sí misma, aunque concentre todo el poder de muerte y sea un gran imperio, nunca podrá controlar el curso de la historia. Y esto es una gran utopía, es lo que ustedes están llamando vitalidad. La vitalidad de la marcha histórica es tal que va siempre a rebalsar, nunca va a poder ser contenida y controlada por estas estructuras de poderes, ya sean estatales, sobreestatales o paraestatales. Porque ahí lo que está en juego es una inteligencia de otro orden, que es la inte-ligencia de la propia especie, una vitalidad que siempre se le escapa a la burocracia de todos los órdenes. Hay una luz histórica que debe ser analizada con categorías que son de otros órdenes y que acepten las brechas, acepten las fisuras de lo humano. Lo humano se escapa de una manera milagrosa al control por su extraor-dinaria complejidad. Nunca será capaz de pro-ducir artificios, burocracias, y sistemas capaces de cerrar esta brecha histórica, esta fisura que es propia de la historia y va siempre en direc-ción de lo desconocido. Es un espíritu trágico de la historia que nos dice que la historia está siempre en desequilibrio. La inteligencia está precisamente en comprender este desequilibrio que no puede ser equilibrado y sistematizado de una vez por todas.