El capital, una de las serpientes de la cabellera de Medusa del poder
Dominación y sumisión
¿Qué es el capital?
Raúl Prada Alcoreza
Las burguesías, las lumpen-burguesías, los gobernantes, los políticos, incluso el sentido común; sobre todo los economistas, creen que el capital es una cantidad de dinero, sobre todo cuando es grande. Creen que el capital es una cifra de gran tamaño; algo así como el espíritu santo, que no solamente da la gracia, sino que al tocar donde llega lo transforma, lleva a los países de la mano a la ruta del desarrollo. Este imaginario no es iluminista, como lo fue la primera fase de la modernidad, que buscaba desprenderse de sus fantasmas más viejos, de los imaginarios religiosos, de las propiedades latifundistas, de la nobleza, que afincaba su jerarquía en el abolengo, en la ascendencia y en la descendencia de sangre, en la buena educación y en las buenas costumbres. El iluminismo fue la crítico, como el buen Emmanuel Kant nos enseñó; también fue el camino de la ciencia, como el buen François-Marie Arouet, Voltaire, nos enseñó. Sin embargo, lo que continuó al iluminismo fue otro oscurantismo; el nuevo imaginario moderno no tardó en hacer nacer a los nuevos fantasmas, aunque jóvenes, al principio, adquirieron pronto el perfil maduro del fantasma eterno: la “ideología”, que es hija de la madre, la religión. Sin embargo, uno de los fantasmas o una de las familias de fantasmas optó por la simpleza, prefirió no ostentar grandes narrativas, como las que tuvieron las religiones monoteístas, tampoco por las narrativas propiamente “ideológicas”, que sustituyen a la providencia por los caminos de la razón o por los recovecos de la evolución, sino quiso ser una presentación sucinta, casi sin narrativa; una especie de fórmula, pero en prosa seca y corta, aunque después convertida a fórmula matemática y a gráficas. Esta exposición es un paquete, diríamos hoy, un enlatado, es una frase mágica, sin la ceremonialidad de los magos de antaño, que contaban con otras narrativas, sino directa y pretensiosa. Se trata de la receta edulcorante, aunque dicha en distintas tonalidades, que siempre lanza el mismo mensaje: obtenga capital y se hará rico, obtenga capital e ingresará a la modernidad, obtenga capital y saldrá del subdesarrollo, obtenga capital y entrará al reino del desarrollo y el progreso. El mensaje único es: el secreto de la felicidad es el capital.
El capital no es pues este imaginario resumido y empaquetado. Lo sabemos un tanto desde Marx, que tuvo la lucidez de mostrarnos que deriva del fetichismo de la mercancía; empero, se quedó a mitad del camino, después de haber mostrado, que la valorización del valor, es decir del dinero, se da en el proceso de producción, como expropiación de tiempo socialmente necesario desplegado por la fuerza de trabajo. En resumidas cuentas, Marx nos enseñó que el capital es una relación, una relación social, entre los propietarios de medios de producción y los propietarios de la fuerza de trabajo. Sin embargo, no queda ahí todo; como dijimos en la Crítica de la economía política generalizada[1], se trata de un haz de relaciones. Se trata no solamente de la economía política, en sentido restringido, sino de la economía política generalizada; se trata no solamente del plano de intensidad económica, sino de múltiples planos de intensidad, articulados e integrados. En este sentido, el capital es efectivamente, en su materialidad social, una organización social, no solamente reducida a su núcleo, el modo de producción capitalista, ni a su abigarramiento, la formación económico-social, sino comprendida en la expansión del sistema-mundo capitalista. En este sentido, hemos aprendido, por los marxistas latinoamericanos de la teoría de la dependencia, que se trata de una geopolítica del sistema-mundo, que divide centros y periferias en este sistema-mundo. Siguieron enriqueciendo este concepto de sistema-mundo la escuela de los anales, los historiadores del ciclo del capitalismo, desde Immanuel Wallernstein[2] hasta Giovanni Arrighi[3]. Eso es, el capital es la organización, la geopolítica, de control de la producción, la distribución y el consumo, a escala planetaria. Fernand Braudel[4] nos enseñó que el capitalismo no se basa en el libre mercado, sino que, paradójicamente, lo niega. El capitalismo se genera, mas bien, en el monopolio; monopolio de los medios de producción, monopolio de la tierra, monopolio de los recursos, monopolio tecnológico, monopolio financiero. En consecuencia, el capital es y responde a estos dominios sobre la tierra, sobre los medios, sobre las técnicas, sobre las finanzas o sus circuitos.
Por de pronto, para resumir, quedemos con esto: el capital es monopolio sobre las fuerzas y los recursos que captura. Partiendo de esta certidumbre, contrasta asistir al devaneo pedigüeño de lumpen-burguesías y de gobernantes, de economistas y demandantes, demandantes de capital extranjero o privado, capital de inversión. Esta es una figura patética, que muestra las miserias de lumpen-burguesías y de gobiernos, sean estos liberales, nacionalistas, neoliberales o populistas; precisamente en esto se parecen, en compartir el fetichismo del capital.
¿Cómo explicar esa actitud de demanda de capital? Imaginario simplón, que acompañó a la historia política de los países periféricos, a la secuencia de gobernantes. Se crean hombres del progreso, como José de la Cruz Porfirio Díaz Mori, en México; o se crean gestores del desarrollo, como les ha ocurrido a los nacionalistas del siglo XX; o se crean progresistas, como les ocurre a los gobiernos de “izquierda” de Sur América. Peor aún, como cuando los neoliberales se creían portadores de la libre empresa, entregando empresas públicas, recursos naturales, ahorros del pueblo, a las empresas trasnacionales. Para ellos, no valían nada o casi nada, estas empresas públicas, estos recursos, estos ahorros; lo que importa es el capital foráneo, el gran capital, pues solo su inversión no llevará de la mano a la tierra prometida de la libre empresa.
No parece haber otra explicación que los variados rostros de la sumisión y subordinación a las formas de dominación capitalistas históricas. Los imperios coloniales; después, los imperialismos; después, el híper-imperialismo hegemónico; ahora, parece el imperio integrado. Puede ser esta una explicación de entrada; sin embargo, queda por explicar la recurrencia del círculo vicioso de la sumisión y la subordinación, en sus distintos rostros; incluso en los rostros que muestran un gesto de rebeldía, pero, que no se atreven a romper sus cadenas. Vamos a intentar sugerir una interpretación para auscultar este círculo vicioso de la sumisión.
El circulo viciosos de la sumisión
Se conoce la relación dominación y sumisión como relación de placer, en el ámbito de las relaciones sexuales; hacen referencia a una serie de comportamientos, costumbres y prácticas sexuales, centradas en relaciones concomitantes; relaciones que implican el dominio y la sumisión por parte de las personas involucradas en la relación y en el acto. Es una de las prácticas del Bondage, Disciplina, Dominación, Sumisión y Sadismo Masoquismo (BDSM)[5]. En la relación de dominación y sumisión, cada cómplice padece placer; al respecto, la relación de dominación y sumisión se establece representativamente como relación de Amo o Ama y Dominado o Dominada[6]. En el ámbito de las relaciones sexuales, los roles pueden intercambiarse; lo que se denomina como interruptor o switch es alguien que puede cumplir con roles[7].
¿Podemos encontrar una clave en estas relaciones de dominación y sumisión, dadas en cierto ámbito de las relaciones sexuales, si no es en todos los ámbitos, para explicar el círculo vicioso de la sumisión política, económica, social y cultural? Bueno, es esto lo que ha sugerido el psicoanálisis; también ha encontrado Wilhelm Reich en Psicología de masas del fascismo[8]. Empero, no se trata de nada intrínseco, sino, mas bien, de un fenómeno constituido e instituido por los dispositivos institucionales de la sociedad, por los dispositivos de poder de las cartografías de fuerzas de las dominaciones. El placer no necesariamente tiene que basarse en la relación dominación/sumisión. Extendiendo el ámbito de relaciones, desde la referencia de las relaciones sexuales, llegando a los ámbitos políticos y públicos, incluso económicos, además de culturales, la pregunta es: ¿Es el placer el que explica esta relación de dominación y sumisión, para nosotros el círculo vicioso de la sumisión?
¿El o la dominada desean serlo? La hipótesis de Reich es ésta; el deseo del amo. El secreto de la dominación se encuentra en la reproducción del poder; los que lo reproducen son precisamente y paradojamente los dominados. Esta interpretación nos lleva a otra, no menos paradójica; algunas demandas, algunas rebeliones, no todas, terminan siendo demandas al dominante para que verifique su dominación sobre los y las dominadas. Esto pasa cuando algunas reivindicaciones, algunas demandas, algunas rebeliones, terminan siendo incorporadas a la reproducción del poder. Esto nos puede ayudar a echar luces sobre las características y condición de los gobiernos populistas. No se puede decir que no se rebelan, que no interpelan al amo; sin embargo, esta rebelión y esta interpelación se mueven en determinados márgenes, aceptados, incluso tolerados, por la geopolítica del sistema-mundo capitalista. Se entiende entonces, que después de la trifulca con el imperio, vuelve una especie de reconciliación, no declarada, donde el amo sigue siendo el amo y el subordinado sigue siendo subordinado.
No es fácil hablar de placer cuando no se trata de relaciones sexuales, no tanto cuando se toca el tema del gusto o de la estética, sino cuando las referencias son los campos sociales; el campo político, por ejemplo. Aunque Michel Foucault ha afirmado que el poder también causa placer, refiriéndose no tanto al papel de la dominación, sino al papel de los y las dominadas. En todo caso, no parece ser consciente la búsqueda de este placer, que se obtendría por someterse; tampoco parece ser el placer político de sumisión tan equivalente al placer sexual. Lo que importa, en esta hipótesis interpretativa, es que hay como una voluntad inconsciente, por así decirlo, que busca el sometimiento; voluntad acompañada por prácticas que hacen efectiva la sumisión. Por lo tanto, como decía Foucault, el poder no solo causa dolor, sino también placer.
Es indispensable auscultar esta fenomenología de la dominación y sumisión. Pues para salir del círculo vicioso del poder es menester romper esta relación de dominación/sumisión. Esto equivale a salir del gusto de ese placer, que emerge de la relación dominación/sumisión. Si seguimos con este referente de la hipótesis, el de las relaciones sexuales, aunque, en los ámbitos de otras relaciones sociales pueda adquirir este placer formas más complejas, debemos comprender mejor las relaciones del poder con el cuerpo.
El poder no solamente se ha inscrito en los cuerpos, sino que esta inscripción forma parte de las circulaciones corporales. El poder ha logrado afectar el cuerpo induciéndole comportamientos y conductas, constituyendo subjetividades moduladas por el poder, aunque estas subjetividades hayan definido un perfil que también ha sido dibujado por las resistencias. Es más, el poder, que aparece materialmente en las mallas institucionales, atravesadas por diagramas de poder y cartografías de fuerzas, ha creado entornos a los cuerpos, que son los espacios codificados y estriados que canalizan los movimientos corporales. Las relaciones de poder son imaginarias, constituyen subjetividades, configuran espacios de dominio y de movimiento canalizado de las sumisiones. El poder, entonces, es un fenómeno complejo, que no puede reducirse a un plano de intensidad, como el campo político, tampoco al campo económico, a la combinación de ambos, convirtiendo a la economía en la base de la superestructura política. Ni a otros planos de intensidad, como, por ejemplo, el sexual. El poder es un fenómeno que se da en la articulación integral de múltiples planos y espesores de intensidad. Lo que hay que describir son las formas de estas articulaciones integrales de planos y espesores de intensidad, que producen poder.
Por lo tanto, no es conveniente creer a los discursos interpoladores, incluso rebeldes y hasta antagónicos, que cuestionan al poder, a alguna forma concreta del poder, como, por ejemplo, el imperialismo o el capital. Tampoco creer en posturas “revolucionarias”. Si solo afectan y resuenan en uno de los planos de intensidad de la complejidad, sinónimo de realidad. El conglomerado de la composición del poder no está afectado ni plenamente interpelado y cuestionado. La integralidad de la composición de planos y espesores de intensidad seguirá reproduciendo el poder, a pesar del efecto parcial en alguno de sus planos. Entonces, se puede explicar la larga persistencia del círculo vicioso del poder, mutando de formas, debido a que nunca se ha afectado la integralidad de la composición del poder.
Obviamente, la subordinación de los gobiernos progresistas no es la misma que la subordinación de los gobiernos neoliberales; se puede decir que los gobiernos neoliberales se subordinan conscientemente, por así decirlo; esto lo expresan en su propio discurso, pues no encuentran en su imaginario otra realidad que la de la libre empresa. En cambio, se puede decir que los gobiernos progresistas o populistas se subordinan inconscientemente, por así decirlo. Se creen antiimperialistas, ventilan discursos que expresan esforzadamente y chillonamente su antiimperialismo; sin embargo, cuando hay que venderle materias primas al imperialismo, lo hacen sin reparos; cuando hay que pedirle dinero, que llaman capital, lo hacen sin considerar que esta es una contradicción en el acto con su propio discurso antiimperialista. Ciertamente, además, se puede decir que los gobiernos populistas son menos subordinados que los gobiernos neoliberales; pero, ambos comparten el fetichismo del capital y la compulsión extractivista. ¿Por qué los gobiernos progresistas prosiguen en el círculo vicioso de la sumisión?
No es que lo quieran, ser sumisos o subordinados; pues parece lo contrario, no solo por su discurso, sino por las medidas políticas que toman, al principio, como las nacionalizaciones. Hay que situar la mirada en el contexto de relaciones del país periférico con el imperio. El imperio entendido como el orden mundial de las dominaciones, como la institucionalidad política mundial, que legitima el sistema-mundo capitalista; imperio, como dicen Antonio Negri y Michael Hardt, que tiene su arquitectura jerarquica estructurada; tiene a la gendarmería del imperio, la híper-potencia militar-tecnológica-comunicacional-cibernética; tiene su oligarquía universal, por así decirlo, las potencias vencedoras de la segunda guerra mundial y sus recientes incorporaciones, las potencias industriales emergentes. En la base, se distribuyen los demás Estado-nación, que también definen sus diferencias jerárquicas, por más menores que sean. En la mayoría de los Estado-nación subalternos el contexto de relaciones con el imperio se define por su condición de países de economía primario exportadora, como clasifican los economistas. Esta condición, de entrada, establece una subordinación afincada en la dependencia y en el modelo colonial extractivista. Mientras no se salga de esta condición el discurso antiimperialista es pura retórica.
Si los gobiernos progresistas hacen muy poco para salir de esta condición de economía primario exportadora, lo que hacen es ahondar la dependencia por la ruta extractivista, digan lo que digan. Entonces, se puede decir, que esta es la materialidad política de la subordinación, su dependencia y su condición extractivista. Si, además, le añadimos la poca predisposición a una consecuencia política antiimperialista, salvo en los discursos, entonces la dependencia y la subordinación se ahondan; pues, en vez de cambiar de actitud, tienden a justificar sus contradicciones y contrastes. La situación se agrava, cuando, en vez de cumplir con su Constitución, con el mentado proyecto descolonizador, prefieren apostar al progreso y desarrollo, enfrentándose a los pueblos indígenas; amplían la frontera agrícola, optan por el extractivismo, depredador y destructor de los ecosistemas. Nos encontramos con un cuadro barroco, donde el discurso es antiimperialista, la “ideología” un collage de fragmentos diversos, las políticas se distribuyen en un monetarismo a ultranza, una estrategia extractivista expansiva, un diletantismo pragmático, y para conservar la legitimidad, despliegan formas clientelares masivas, acompañadas por corrosiones y corrupciones jerárquicas. Se entiende entonces, que la subordinación persista en los llamados gobiernos progresistas.
.
[1] Ver de Raúl Prada Alcoreza Crítica de la economía política generalizada. Dinámicas moleculares; La Paz 2013-15. http://dinamicas-moleculares.webnode.es/news/critica-de-la-economia-politica-generalizada-/.
[2] Immanuel Wallerstein: Análisis de Sistemas – Mundo. http://geopolitica.iiec.unam.mx/sites/geopolitica.iiec.unam.mx/files/analisis_de_sistemas_wallerstein_0.pdf.
[3] Giovanni Arrighi: El largo siglo XX. file:///C:/Users/RAUL%20PRADA/Downloads/1371454673.Arrighi%20-%20El%20largo%20siglo%20XX.%20Dinero%20y%20poder%20en%20los%20or%C3%ADgenes%20de%20nuestra%20%C3%A9poca.pdf.
[4] Fernand Braudel: file:///C:/Users/RAUL%20PRADA/Downloads/106208442-Braudel-Fernand-El-Mediterraneo-en-La-Epoca-de-Felipe-II-01.pdf.
[5] Bondage, Disciplina; Dominación, Sumisión y Sadismo Masoquismo. Abarca, por tanto, a una serie de prácticas y aficiones sexuales relacionadas entre sí y vinculadas a lo que se denomina sexualidades no convencionales o alternativas.
[6] Esta última palabra para hacer referencia a ambos sexos.
[7] Referencias: • Gloria G. Brame, William D. Brame, and Jon Jacobs. Different Loving: An Exploration of the World of Sexual Dominance and Submission. New York: Villard Books, 1993. • Jack Rinella, The Complete Slave: Creating and Living an Erotic Dominant/Submissive Lifestyle. Daedelus Publishing Co., 2002. • Jack Rinella, The Master’s Manual: A Handbook of Erotic Dominance. Daedelus Publishing Co., 1994. • Guy Baldwin, SlaveCraft: Roadmaps for Erotic Servitude — Principles, Skills and Tools. Daedelus Publishing Co, 2002. • Claudia Varrin, Art of Sensual Female Dominance: A Guide for Women. Birch Lane Press, 2000. • Claudia Varrin, Erotic Surrender: The Sensual Joys of Female Submission. Citadel Press, 2003. • Pat Califia, Sensuous Magic. New York, Masquerade Books, 1993. • Philip Miller and Molly Devon, Screw the Roses, Send Me the Thorns: The Romance and Sexual Sorcery of Sadomasochism. Mystic Rose Books, 1995. • Elise Sutton, Female Domination. Lulu.com, 2003. • Saez, Fernando; Viñuales, Olga, Armarios de cuero, Bellaterra, 2007. • Claudia Varrin, Female Dominance: Rituals and Practices. Citadel Press, 2004. • Claudia Varrin, The Female Dominant: Games She Plays. Citadel Press, 2005. • Claudia Varrin, Female Submission: The Journals of Madelaine. Citadel Press, 2006. • Claudia Varrin, Dominación Sensual Edicions Bellaterra, 2006. • Claudia Varrin, Die Kunst der weiblichen Dominanz. Schwarzkopf & Schwarzkopf, 2006 • Claudia Varrin, Die Kunst der weiblichen Unterwerfung. Schwarzkopf & Schwarzkopf, 2007. • César Fuentes Rodríguez, Mundo Gótico, Quarentena, Llinars Del Vallès, Barcelona, 2007, • E. L. James, Cincuenta sombras de Grey , Grijalbo, Reino Unido, 2011. Enciclopedia Libre, Wiquipedia: https://es.wikipedia.org/w/index.php?title=Especial:Libro&bookcmd=download&collection_id=5a6efc8b779fd5b572f3da34c3d3be98c6c5a013&writer=rdf2latex&return_to=Dominaci%C3%B3n+y+sumisi%C3%B3n.
[8] Wilhelm Reich: La psicología de masas del fascismo: http://alfepsi.org/attachments/article/200/ReichPsicologiaMasasFacismo.pdf.