VI Encuentro de Guardias Indígenas
MUJERES EN GUARDIA
Desde muy temprano en la mañana fría se levanta para arreglar el kit minguero, que consistente en un camping, cobija, ropa, elementos de aseo, peinilla, botas y su bastón, elementos para atender los compromisos que como guardia tiene con la comunidad. En seguida viene uno de los momentos más difíciles, el de dejar a su pequeño hijo con los abuelos y recibir la bendición de papá y mamá para que en el ejercicio del control territorial no tenga dificultades.
Bety una mujer joven de mediana estatura, cabello castaño, ojos claros y mirada triste, que disimula muy bien cuando se ríe de los chistes de sus compañeros, está con su indumentaria de guardia, pues tiene un gusto especial por la labor de cuidar el territorio y por eso le pidió a la autoridad de su resguardo que la incluyera en el grupo para el presente año. Recibió con alegría la respuesta del cabildo, por eso luce con orgullo su vestimenta y asiste al día obligatorio que en semana debe cumplir y a los diferentes eventos que la convocan en su calidad de guardia veredal.
Dice que sus abuelos pertenecen al territorio indígena pero que perdieron sus derechos por salir en busca de otros horizontes y en consecuencia también ella quedó por fuera del censo del resguardo. Por eso, cuando cumplió los 18 años sin preguntárselo a nadie y por vivir en terreno contiguo a la parcialidad, pidió le incluyeran en el censo y esperó tres años para convertirse en comunera con el ejercicio pleno de sus derechos porque el proceso organizativo lo lleva en su corazón.
No se asusta ante nada y en momentos de dificultad siempre piensa en el futuro de su hijo que está creciendo y del que quiere hacer un gran dirigente, él ya inició siendo guardia y autoridad escolar porque así se lo han infundido desde la casa. También piensa en sus padres que la apoyan constantemente y han considerado que ser guardia es un ejercicio que todo comunero debe cumplir sin vacilación alguna.
Administradora agropecuaria de profesión y terminando un técnico en sistemas considera fundamental mantenerse en el territorio, trabajar en él y por él para garantizar la pervivencia de su pueblo. No le gusta el bullicio de la ciudad y así se lo ha inculcado a su hijo que entre otras cosas determinó asistir a clases en la escuela de su resguardo y no acudir a la ciudad pese a que es más corto el trayecto de camino. Por eso vive de lo que le da la madre tierra con cultivos de café, productos de pan coger como maíz, frijol o plátano y hortalizas como también la ganadería lechera a través de un grupo comunitario. Estas actividades ahora no las cumple a plenitud hasta tanto termine su compromiso de proteger su territorio.
Claro que ser guardia no es fácil porque se deben cambiar los hábitos de la casa, sufrir en busca de agua para un buen baño, contar con servicios sanitarios y todo lo que tiene que ver con la vida comunitaria. Pero estos inconvenientes se superan con el correr del tiempo y por la convicción que cada uno de los guardias tiene por su tarea, dice en medio de una sonrisa mientras observa el cerro tutelar de Munchique que se divisa desde el territorio de las Mercedes en el municipio de Caldono.
Hace memoria para establecer el momento más difícil de su actividad como guardia y después de hacer cuenta en su mano dice que el control en la pandemia del coronavirus fue bastante delicado. Primero, porque había que correr el riesgo de contagio por una mortal enfermedad, segundo, por la intolerancia tanto de comuneros como de las personas extrañas al territorio y tercero porque se registraron amenazas de muerte por parte de quienes no consideraban necesaria las medidas preventivas. “Muchas personas nos agredían verbalmente, nos trataban mal y aunque no llegaron a la agresión física si causaba miedo las amenazas de muerte” dice al recordar esos momentos. Por fortuna, agrega, el tema no pasó a mayores y ahora la prevención la deben ejercer en cada familia y gracias al apoyo espiritual de los mayores sabedores no se han presentado problemas con la pandemia.
Está terminando el sexto encuentro regional de guardia, se siente cansada porque en las últimas horas tuvieron mucha actividad física, considera que la actividad fue fructífera y que en pocos días su chaleco, su bastón y todos sus elementos de cuidadora del territorio habrán quedado a la espera de una nueva oportunidad porque su periodo en este ejercicio concluye, al tiempo del fin de año en el calendario gregoriano.
Así como ella, hay muchas mujeres que ejercen el papel de guardia en sus comunidades, unas con más problemas que otras pero lo hacen con el convencimiento que la siembra de su semilla de proceso organizativo caerá en tierra abonada. Esa siembra será la que cosechen sus hijos y familiares que ven estas mujeres un ejemplo a seguir por la pervivencia de los pueblos originarios.
El tiempo de la charla se ha terminado, tendrá que volver a las filas para el último día de actividad dentro del encuentro y posteriormente regresará a su sitio de origen para abrazar a su hijo y a sus padres. En poco tiempo acabará con su compromiso comunitario, continuará de lleno en sus actividades agropecuarias y en mantenerse como guía de su familia. Aunque los implementos utilizados en este año ocuparán un sitio especial en su vivienda, éstos pueden volver a su uso en cumplimiento del principio de la organización regional: Todos somos guardia!
Por: Programa de Comunicaciones CRIC