Bolivia: En el alto se enfrentarán para la alcaldía el indígena amarillo del esquema colonial de subalternización y la generación aymara en proceso de descolonización

Dos candidatos atraen la atención en El Alto: Eva Copa y Zacarías Maquera. Aquella, figura femenina emergente y popular, que representa la renovación, pero que fue rechazada por la nomenklatura de su propio partido —el MAS—. Este, el preferido por la élite dirigencial del mismo partido, a pesar de ser anodino y de arrastrar desconfianza por supuestos malos manejos en la alcaldía que busca presidir.



 

¡Ratuki alcalde, ratuki!


miércoles, 6 de enero de 2021 · 00:10
 

Las elecciones subnacionales de marzo 2021 despiertan más conmoción que las nacionales de octubre 2020. Especialmente, en algunos departamentos y ciudades “claves”, como El Alto.

El Alto es simbólico: es la experiencia urbana con mayor cantidad de población de origen indígena en Bolivia. Desde hace años juega un rol político defenestrador de presidentes y artesano de nuevos poderes. Recibe importante migración rural y rebasa población hacia otros distritos, en especial del oriente boliviano. De intensa actividad económica mercantil, es uno de los lugares donde se acrisola el boliviano de nuevo tipo. 

Siempre fue atraído por la novedad partidaria: bastión de Condepa a fines de los 80 e inicios de los 90, votó después por el MIR y, en los 2000, se convirtió en baluarte del Plan Progreso de Pepelucho Paredes. Fue luego seducido por el MAS, convirtiéndose en una de sus fortalezas electorales. Sin embargo, el 2015 la candidata a alcaldesa por Unidad Nacional, Soledad Chapetón, venció a Edgar Patana del MAS. 

Es común la fábula según la cual el mundo popular e indígena se “despertó” a la vida política recién con el MAS. Ese sector estuvo siempre a la zaga de toda nueva alternativa política: el MAS fue una experiencia más que hubiese concluido el 2019 si la inepcia y grosería racista del “gobierno de transición” y las fuerzas imperantes tras el abandono del gobierno por Evo Morales, no los hubiesen empujado de nuevo a los brazos políticos de ese partido.

Dos candidatos atraen la atención en El Alto: Eva Copa y Zacarías Maquera. Aquella, figura femenina emergente y popular, que representa la renovación, pero que fue rechazada por la nomenklatura de su propio partido —el MAS—. Este, el preferido por la élite dirigencial del mismo partido, a pesar de ser anodino y de arrastrar desconfianza por supuestos malos manejos en la alcaldía que busca presidir.

La designación de Maquera se la presenta como resultado de una dejación de Eva Copa. Algo falso, porque después Eva tuvo que buscar otra agrupación política para ser candidata. Maquera divulgó dos versiones del supuesto abandono. En la primera, Copa le habría dicho: “somos aymaras, yo soy tu sangre, voy a declinar por ti”. En la segunda: “Tú eres un aymara, entonces yo voy a declinar por vos, hermano Zacarías”.

El mensaje —claro en la segunda versión— es que Maquera quiere presentarse como el candidato aymara que desplaza a una no aymara. De ahí que Zacarías Maquera utilice abundantemente en su propaganda su apodo “Ratuki”.

Ratuki significa en aymara rápido y su empleo en la propaganda busca seguramente dar la idea de un candidato con identidad, expedito y eficiente. Ciertamente, ese apodo revela la naturaleza de ese candidato, pero no en el sentido que él espera.

Para designar algo que no existía o que si existía no se lo nominaba con la connotación que trajo la experiencia colonial, el aymara incorporó varias palabras castellanas a su vocabulario. Ratuki es una de ellas, que hizo pasar al olvido otras, como laqa y mäki, pues ratuki era el imperativo con el cual el colono español y luego el hacendado, el dueño de minas y obrajes, el patrón de la casa en la cual servían los pongos, ordenaba al indio cumplir rápidamente una u otra orden.

Y es que ratuki no es un adjetivo, sino un adverbio. No expresa la calidad del sujeto, sino que complementa, en este caso, al verbo. No señala que tal persona es rápida, diligente, sino que ella debe ejecutar rápida y compulsivamente determinada acción.

Simbólicamente se enfrentarán en El Alto dos aymaras: uno, marcado por la situación colonial de llunkerío y pongueaje y que, como es frecuente en la actual moda indigenista, enarbola características coloniales, pensando que son las intangibles de una supuesta alteridad étnica, mientras sólo es funcional como integrante en un esquema de subalternización; y la otra, que representa la nueva generación aymara, en proceso de verdadera descolonización y que, liberada de sometimientos a estructuras y prejuicios inmovilizadores puede, finalmente, ayudar a encaminar a El Alto —y a través de él a todos los indígenas y a toda la bolivianidad— hacia metas verdaderamente emancipadoras y de correspondencia.

 

Pedro Portugal Mollinedo es director del medio digital Pukara y autor de ensayos y estudios sobre los pueblos indígenas de Bolivia.