Ecuador: El miedo y la represión como presente y futuro inmediato de nuestras convivencias sociales y políticas

El presente artículo plantea una inicial reflexión que parte de vincular miedo y represión en la manera en que el gobierno de Lenin Moreno ha liderado la respuesta estatal a la pandemia del Covid-19 en el Ecuador. Esta coincidencia perversa se ha constituido en la principal estrategia y recurso del gobierno para implementar la agenda neoliberal que estaba postergada luego del estallido de Octubre en el país, contando a su favor con la limitada expresión política del campo popular en condiciones de confinamiento. Sin embargo, plantearemos que el miedo -colectivo- y la represión en el manejo de la pandemia muestra, no solo una crítica a los gobiernos, sino la necesidad de retomar el debate sobre estado-gobierno, pues, por otro lado, el estado nuevamente ha mostrado su rostro sin máscaras, y ha vuelto a ponernos frente al miedo y la represión, como presente y futuro inmediato de nuestras convivencias sociales y políticas.



ECUADOR: EL MIEDO Y LA REPRESIÓN COMO PRESENTE Y FUTURO INMEDIATO DE NUESTRAS CONVIVENCIAS SOCIALES Y POLÍTICAS

 

 Josefina Torres Jiménez1

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El presente artículo plantea una inicial reflexión que parte de vincular miedo y represión en la manera en que el gobierno de Lenin Moreno ha liderado la respuesta estatal a la pandemia del Covid-19 en el Ecuador. Esta coincidencia perversa se ha constituido en la principal estrategia y recurso del gobierno para implementar la agenda neoliberal que estaba postergada luego del estallido de Octubre en el país, contando a su favor con la limitada expresión política del campo popular en condiciones de confinamiento. Sin embargo, plantearemos que el miedo -colectivo- y la represión en el manejo de la pandemia muestra, no solo una crítica a los gobiernos, sino la necesidad de retomar el debate sobre estado-gobierno, pues, por otro lado, el estado nuevamente ha mostrado su rostro sin máscaras, y ha vuelto a ponernos frente al miedo y la represión, como presente y futuro inmediato de nuestras convivencias sociales y políticas.

 

UNA CRÓNICA DE HORROR

 

El día viernes 13 de marzo del año 2020, Catalina Andramuño -ministra de salud de entonces- mediante rueda de prensa anunciaba que la paciente infectada con el nuevo coronavirus el pasado 22 de febrero, había fallecido. Era la primera muerte confirmada por COVID-19 -nombre que la Organización Mundial de la Salud (OMS) le otorgó al desconocido virus- en la ciudad de Guayaquil2 y en el Ecuador. En la misma intervención, la ministra confirmó la existencia de 23 casos identificados en las provincias de Pichincha, Guayas y Los Ríos, con 1 Socióloga, docente de las carreras de Sociología y Política de la Facultad de Ciencias Humanas y Sociales de la Universidad Central del Ecuador. 2 La ciudad, puerto y cantón de Guayaquil pertenecen a la provincia de Guayas, ubicada en la costa ecuatoriana. 48 Josefina Torres Jiménez distinto grado y estado de evolución, sin embargo, todos en aislamiento, bajo control y vigilancia médica-hospitalaria. (Ministerio de Salud Pública [MSP], 2020). En el Ecuador escuchábamos con perplejidad y temor la información oficial. El Covid-19 había llegado y fuimos el tercer país de Nuestra América en contagiarse. Pero, parecía una cosa de viajeros, de contagio por contacto con extranjeros. Había miedo, pero aún no rondaba las calles, ni tocaba las puertas, ni asediaba a nuestros seres queridos. Eran tiempos de rostros, de abrazos, de reuniones…de salir a la calle. Andramuño, acompañada de un médico intensivista del Ministerio de Salud Pública (MSP), ratificaba el compromiso del “Gobierno Nacional (…) con la protección de la población mediante una serie de acciones que podrán implementarse conforme las necesidades. Además, se solicita a la ciudadanía la observación de las normas de control y la práctica rigurosa de la prevención de la enfermedad” (MSP, 2020). Desde aquel día, una serie de términos, unos conocidos y otros desconocidos para lxs comunes, acompañaban las declaraciones oficiales de funcionarios de gobierno y especialistas de la salud. Paciente cero, aislamiento, protocolos, bioseguridad, virus, cuidados, síntomas, confinamiento, cuarentena, infección, contagio, muerte, hospitales, medicamentos, ventiladores, cuidados intensivos, prevención, cerco, vigilancia epidemiológica. Todas ellas, palabras multiplicadas y amplificadas por los medios de comunicación, se articulaban al significado de pandemia3 “se llama pandemia a la propagación mundial de una nueva enfermedad (…) que surge de un nuevo virus gripal que se propaga por el mundo y la mayoría de las personas no tienen inmunidad contra él.” (Organización Mundial de la Salud [OMS], 2010) Frente a este escenario, las y los ecuatorianos esperábamos que el gobierno liderara una adecuada respuesta que protegiera a la población y controlara la curva de contagios, quizás más por esperanza, que por confianza en su gestión. La misma OMS planteaba la necesidad de la “adopción de decisiones de política en una situación que se caracterizará tanto por la urgencia como por la incertidumbre” (OMS, 2005) Precisamente, urgencia e incertidumbre azoraban nuestros días, mientras las noticias sobre los vertiginosamente ascendentes conta3 La Organización Mundial de la Salud (OMS) anunció en marzo del 2020 que el COVID-19 puede ser caracterizado una pandemia. A inicios del mismo año consideraba al brote de la enfermedad por el nuevo coronavirus 2019 (COVID-19), como una emergencia de salud pública de importancia internacional. (OMS, 2020) 49 Ecuador: el miedo y la represión como presente y futuro inmediato de nuestras convivencias sociales y políticas gios y muertes que acontecían en Italia y España se convertían en el espejo en que no queríamos reflejarnos. Había que evitar el contagio. Pero este nuevo virus tenía un comportamiento que aún no se lograba esquematizar. Era una gripe letal, altamente contagiosa que se transmitía “hasta por los ojos” y obstruía la respiración. No se podía tratar sino en la unidad de cuidados intensivos de un hospital. Así, una de las primeras medidas y de las centrales -para efectos de la presente reflexión- que tomó el gobierno de Lenin Moreno4 fue decretar el “estado de excepción5 por calamidad pública en todo el territorio nacional” -durante 60 días a partir del 16 de marzo6 - debido al “riesgo de contagio a toda la ciudadanía, [y] la afectación a los derechos a la salud y convivencia pacífica del Estado…”. Además, disponía la movilización en todo el territorio nacional de Policía Nacional, Fuerzas Armadas, Ministerio de Salud Pública, Servicio Nacional de Gestión de Riesgos y Emergencia. Desde entonces, el país entraba a cuarentena comunitaria obligatoria, mascarillas, ningún contacto físico, uso extremado de jabón, alcohol, desinfección, suspensión del ejercicio a la libertad de tránsito y el derecho a la libertad de asociación y reunión, toque de queda, confinamiento -privilegio de por medio para poder quedarse en casa. Así, se relacionaban institucionalmente, por un lado, Ministerio de Salud, Riesgos y Emergencia, Fuerzas Armadas y Policía Nacional y, por otro, ámbitos de salud pública, prácticas de desinfección, crisis y aislamiento, con las nociones de restablecimiento del orden público y el control de las limitaciones de derechos, partes fundamentales de la Seguridad Pública y del Estado. Mientras el Director General de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, planteaba que “la mejor defensa contra cualquier brote es un sistema sanitario sólido” y recomendaba a los gobiernos trazar 4 El presidente Lenin Moreno estuvo ausente durante el manejo de pandemia. Él mismo lo reconoció en una rueda de prensa semanas después, y justificó su ausencia por pertenecer al grupo más vulnerable al Covid-19. Fue el ex vicepresidente Otto Sonnenholzner quien lideró en las primeras semanas las acciones gubernamentales. Luego asumió Alexandra Ocles, ex secretaria de Riesgos y Emergencia, quien lidera el Comité de Operaciones y Emergencia Nacional (COE), ente de coordinación y dirección de la gestión frente a la pandemia. Actualmente, es la ministra de Gobierno y Policía María Paula Romo quien está a cargo. 5 “Ecuador tiene una larga historia de declaraciones de estados de emergencia dictados para paliar tanto problemas sociales como económicos, así como la delincuencia” (Comisión Interamericana de DDHH, 1999), recuerda Christian Pino en su artículo “El estado de excepción de octubre: el retorno de la doctrina de seguridad nacional del Estado”, CLACSO, 2020. 6 Decreto Ejecutivo NO. 1017 del 16 de marzo del 2020. Decreto disponible en https://minka.presidencia.gob.ec/portal/usuarios_externos.jsf. 50 Josefina Torres Jiménez estrategias para “seguir prestando servicios sanitarios esenciales y mitigar el riesgo de colapso del sistema”7 , debido a la gran presión que experimentaría a efectos del rápido aumento de la demanda; la situación en Guayaquil era pavorosa, tanto que fue calificada como “la Wuhan latinoamericana”. Guayaquil no solo era el “epicentro” de los contagios, era la representación del miedo en la imagen desgarradora del horror que ocasionaba la pandemia, el desatinado manejo gubernamental de la crisis8 y las precarias condiciones de vida de los sectores populares resultado del modelo Cuerpos que desfallecían en las calles vacías y esperaban días para ser recogidos9 . Hospitales desbordados, déficit de personal de salud, contagiados esperando por asistencia que nunca llegaba10. Especulación con el precio de medicinas, desabastecimiento, sobre precio y corrupción. Desesperación, tristeza, dolor y miedo obtuvieron como respuesta del gobierno establecer “zona especial de seguridad”11 a la provincia del Guayas. Así, se procuraría “una gestión integral en el marco de la emergencia sanitaria y del estado de excepción” previamente decretados, al tiempo que disponía a las Fuerzas Armadas conformar una “Fuerza de Tarea Conjunta” que incluía a la Policía Nacional. Sin embargo, la indolencia se volvió a expresar en las declaraciones del ex vicepresidente de la República, Otto Sonnenholzner12, se buscaba “un espacio en el que se pueda construir una fosa común en donde se ubicaría a los fallecidos por coronavirus”. Otros agradecían la donación de ataúdes de cartón, por los que escurrían los líquidos 7 La OMS recomienda. Comunicado de prensa del 30 de marzo de 2020. Recuperado el 11 de septiembre del 2020 de https://www.who.int/es/news-room/detail/30-03-2020-who-releases-guidelines-to-help-countries-maintain-essential-health-services-during-the-covid-19-pandemic 8 La ministra Andramuño renunció el 21 de marzo, lo hizo a la vez que denunciaba la falta de recursos por parte del gobierno para enfrentar la crisis, así como “la imposición de funcionarios que no tienen conocimiento de salud pública y de la realidad frente a esta situación” (Carta de Renuncia Catalina Andramuño Oficio Nro. MSP-MSP-2020-0570-O, 21 de marzo de 2020). Y días después también lo hizo Andrés Madero, ministro de Trabajo. 9 Se llegó a recoger más de 700 cadáveres de domicilios y calles en Guayaquil entre la última semana de marzo y los diez primeros días de abril. 10 Situación similar acontece en Quito semanas después, pero parece haberse normalizado y es noticia poco recogida para la espectacularidad de los medios de comunicación privados. 11 Decreto Ejecutivo NO. 1019 del 22 de marzo del 2020. Decreto disponible en https://minka.presidencia.gob.ec/portal/usuarios_externos.jsf. 12 Renunció el 7 de julio con la intención, no declarada, de ser candidato a la Presidencia en las elecciones del 2021. 51 Ecuador: el miedo y la represión como presente y futuro inmediato de nuestras convivencias sociales y políticas propios de los cuerpos en descomposición, mientras más cadáveres permanecían confundidos o perdidos en el suelo hospitalario. Todos ellos sin la posibilidad de ser velados y enterrados por sus seres queridos y transitar el duelo en acompañamiento.

 

LA DISCIPLINA DEL AUTO-CUIDADO Y LA SEGURIDAD NACIONAL

 

El discurso ante el incremento de la curva de contagios y muertes13 se explicaba gubernamentalmente desde la falta de disciplina por parte de la ciudadanía, que “irresponsablemente” no se quedó en casa o no acató las medidas de bioseguridad, fundamentada con el correspondiente correlato de epidemiólogos y expertos en salud. Encontraron explicación hasta en la conducta “culturalmente arraigada” en ciertas poblaciones como las indígenas, que “al vivir comunitariamente” no pueden mantener distanciamiento social. Los medios de comunicación buscaban imágenes de jóvenes enfiestados, reunidos tomando licor, o historias de hombres y mujeres que debían salir a ganarse el pan diario en la venta informal. Los unos irresponsables, los otros arriesgados por legítima necesidad, pero al final ambos irresponsables frente a la situación y posible fuente de contagio y transmisión del virus. Y, pues para eso estaba la fuerza pública, policía y fuerza armadas llamadas a garantizar la paz y seguridad del Estado, controlando -reprimiendo- el cumplimiento del confinamiento. El distanciamiento físico convertido en aislamiento social, profundizando las inequidades económicas y sociales. Violencias de todo tipo. Sin embargo, el discurso se volvía comentario generalizado de la población, que clamaba por mayor seguridad y atención estatal al tiempo que encontraba en la indisciplina ciudadana la antítesis del auto-cuidado. La pandemia se extendía por todos lados, hasta tomarse los territorios que parecían estar de cierto modo resguardados, los rurales, los amazónicos, los menos conectados con grandes centros poblados, constituyen de cierto modo los más vulnerables14 también, al margen de la red de infraestructura sanitaria, se extendía también el miedo 13 Varios especialistas han criticado las cifras oficiales pues tendrán un alto subregistro y otros señalan la intención política que tendría esconder o maquillar los datos reales. Ante esto el gobierno ha explicado su fórmula de registro, la misma que no ha convencido a los entendidos. Hay desconfianza sobre los datos oficiales, no son los reales -dicen. 14 Decimos de cierto modo porque en varios de esos territorios se han reeditado formas alternativas de cuidado colectivas, basados en medicina ancestral que se había utilizado en situaciones similares, frente a enfermedades por contagio viral, gripes, desconocidas hasta entonces. Son territorios y poblaciones que han perma- 52 Josefina Torres Jiménez -al contagio- en su máxima expresión. Parecía que la única estrategia para mitigar el riesgo era el “Quédate en casa”, que, si no la policía te controla, te sanciona y eso “es por tu bien”. Esta tónica y las medidas eje del manejo de la pandemia: crisis sanitaria con confinamiento colectivo obligatorio y estado de excepción -renovado por tres ocasiones vía decreto- han acompañado la pandemia en el Ecuador. Muestra, por un lado, la fragilidad institucional y organizativa del sistema sanitario de salud pública ecuatoriano, fruto de las medidas de austeridad tomadas desde el inicio del gobierno de Moreno que, además, deterioraron la economía de la población, y evidencia, también, la perversa combinación de “crisis sanitaria”, más no de salud, con “estado de excepción”, como tiempo de guerra… nuevamente. Y es que justamente, veníamos de otro “estado de excepción”, el de Octubre. Uno que se había plantado también, en el marco de la seguridad nacional para evitar la reacción popular. El gobierno de Lenin Moreno, que abiertamente se distanciaba del modelo estatal de su predecesor, al tenor de corrupción, estado ineficiente, injustificadamente grande y oneroso, implementó una política de ajuste fiscal a la vieja usanza de la agenda del Fondo Monetario Internacional (FMI) con quien había estrechado relaciones condicionadas15 a reducir el gasto público desvinculando trabajadores, disminuyendo presupuestos para la salud16 y educación, principalmente, implementar reformas normativas consecuentes, y la anhelada eliminación del subsidio al precio de los combustibles, gasolina y diésel. Esto último, atizó la protesta de varios sectores populares, transportistas, estudiantiles, ambientalistas, campesinos e indígenas, feministas, trabajadorxs no organizadxs, desocupados y migrantes que colmaron las calles de varias ciudades del país, durante 11 días del mes octubre17 combatiendo, además, el necido al margen de las intervenciones sanitarias y públicas en general por parte del estado. 15 La agenda contenía medidas y reformas esenciales para la elaboración del informe que autorizaría un nuevo desembolso Ver https://www.imf.org/es/News/Articles/2019/09/23/pr19347-ecuador-imfreaches-staff-level-agreement-on2nd-reviewunder-the-eff. 16 “La inversión en el área de salud en Ecuador pasó de 306 millones de dólares en 2017 a 201 millones de dólares en 2018 y 110 millones de dólares en 2019, una reducción de 34% y 36%, respectivamente” Fernando Carrión, 10 de abril del 2020, citando al “Plan Anual de Inversiones Sector Salud en Ecuador 2017-2019”, https:// twitter.com/fcarrionm/status/1248629296056487937. 17 Varias publicaciones examinan a detalle lo sucedido, por ejemplo, Octubre y el derecho a la resistencia: Revuelta popular y neoliberalismo en Ecuador, editado por Franklin Ramírez (marzo, 2020); ECUADOR: La insurrección de octubre, edición 53 Ecuador: el miedo y la represión como presente y futuro inmediato de nuestras convivencias sociales y políticas despliegue represivo18 que activó el gobierno. Liderando la desbordante movilización la CONAIE puso en jaque al gobierno, obligándolo a recular. Lo que había ocurrido en Octubre le planteaba al gobierno la dificultad social y política y con escasa legitimidad19, que tendría que sortear para implementar su pretendida agenda, la que ha debido aplazar. Sin embargo, como lo señala Santiago Ortiz (2020), Octubre “también reveló la nueva cohesión de la clase dominante, de los partidos cogobernantes con los empresarios, de los medios de comunicación privados.”, que sin duda esperarían el momento preciso para encaminar estrategias e imponer definitivamente esta segunda ola del modelo neoliberal. Pero, de momento, el gobierno de Moreno no abandonó la intención de “acelera[r] la implementación de su agresivo programa neoliberal e intensifica su tendencia autoritaria” (Chávez, 2020, 333). Aunque también Octubre actualizaba la esperanza de la lucha popular. a cargo de Camila Parodi y Nicolás Sticotti (mayo, 2020), las dos publicadas por CLACSO. Y la más reciente Estallido: la rebelión de octubre en Ecuador, de Andrés Tapia, Leonidas Iza, Andrés Madrid, publicada por Red Kapari (agosto, 2020). 18 Según el Informe de la Defensoría del Pueblo, las jornadas de protesta dejó 12 muertos, 11 personas mutiladas (perdieron sus ojos por el impacto de bombas lacrimógenas y piedras), 1340 heridos durante las protestas por los incidentes con la fuerza pública, 1152 detenidos, el 80% de ellos ilegalmente detenidos. Ver https:// rebelion.org/docs/262149.pdf 19 Sobre la baja legitimidad del gobierno de Moreno, David Chávez plantea que Octubre muestra tres novedades, la primera “un Gobierno con muy escaso respaldo social que logra sobreponerse a un poderoso levantamiento popular”, contrario a las caídas presidenciales como cultura política del Ecuador. La segunda, “las dimensiones y las características de la movilización social. Una movilización que desbordó o tomó por sorpresa a todos los actores políticos e inclusive a los propios movimientos sociales tradicionales” en las emergencias de nuevos movimientos: el indígena y el estudiantil en conjunción con otros que se fueron sumando. Y, la tercera, “otra novedad siniestra. Durante aquellos convulsionados días el Gobierno desató la más violenta represión que se recuerde en décadas”. (Chávez, 2020, 334) 54 Josefina Torres Jiménez

 

 MIEDO Y REPRESIÓN COMO RECURSOS DEL GOBIERNO DEL ESTADO  

 

“El miedo es fundamentalmente el miedo a la muerte”

 Jean Delumeau, Miedos de ayer y de hoy

 

El Covid-19 ha pasado de ser un hecho que reside en el mundo de la biología, para convertirse en una “creación atemorizadora”. La forma en que se manejó la pandemia, hizo del nuevo coronavirus una experiencia social dolorosa que configuró el miedo colectivo. Miedos20 que, siguiendo a Pilar Gonzalbo (2009a), son miedos colectivos que se expresan de diversas formas, como sentimientos de angustia, miedo y temor “casi siempre mantenidos en periodos de tiempo prolongados y como consecuencia de particulares circunstancias mentales, sociales, políticas y económicas”. (Gonzalbo, 2009a, 9) Las consecuencias de los miedos colectivos en las relaciones sociales entre individuos permiten reconocer cambios o reforzamientos en las conductas colectivas, pero sobre todo advertir una característica fundamental “con frecuencia redundaron en beneficio de ciertos grupos, y por ello hablamos de los usos: los miedos pudieron ser usados y resultaron útiles para alguien. En todo caso siempre han servido como argumento de quienes se sintieron amenazados para justificar el uso de la violencia” (Gonzalbo, 2009a, 10) El miedo acuña violencia que se expresa en rechazo, represión o marginación, justificándose como reacciones justas y necesarias ante las amenazas; sin embargo, en “la conciencia colectiva (…) los prejuicios sociales, las creencias religiosas o los intereses de grupo procuraron agrandar[los]”. Sobre esta base, los usos políticos que de ella se hacen favorecen intereses particulares y van en beneficio de tendencias políticas. El manejo que el gobierno de Moreno hizo de la pandemia no solo que rearticuló miedo y violencia, sobre la posibilidad cercana de la muerte, sino que desplazó el miedo al virus, al miedo al prójimo, al cercano, situando la mayor responsabilidad del contagio, como expresión del miedo-dolor21, en la población frente a la muerte. El 20 Miedos en plural, deja planteado que no hace relación a “la respuesta espontánea ante peligros inmediatos, como mecanismo de defensa propio de la naturaleza humana”. (Gonzalbo, 2009, 9) 21 “El miedo se relaciona con lo que deseamos y con lo que rechazamos, con lo 55 Ecuador: el miedo y la represión como presente y futuro inmediato de nuestras convivencias sociales y políticas auto-cuidado del “Quédate en casa” era la consigna del privilegio y se convertía en conducta social individualizada como disciplina que convoca el miedo. Se hizo campaña mediática, explicación científica, política gubernamental y carne en el individuo social. Una encuesta realizada en Quito y Guayaquil en el mes de abril del año en curso, revelaba que el 75% de la población tenía miedo, el 75% consideraba que el sistema de salud no tenía capacidad para enfrentar la crisis y el 60% tenía problemas económicos. Además, señalaba que el 83% creía que la realidad del coronavirus era más grave que lo se transmitía por los medios de comunicación22. Así, el miedo-dolor se tomó las calles y el confinamiento al campo popular, en palabras de Hernán Ouviña, “pareció ‘poner en cuarentena’ también cierto estado de ánimo asentado en el descontento y la beligerancia en las calles, cultivado en particular durante el convulsionado mes de octubre que había logrado impugnar desde sus bases mismas al neoliberalismo, e incluso cuestionar el modo de vida impuesto por el capital, el patriarcado y la colonialidad del poder” (Ouviña, 2020). Ahora, frente a la pandemia el miedo como riesgo de contagio, lleva en su el peligro “la proximidad de lo temible”23, y el control del riesgo consolida “posiciones de dominio”, por lo tanto, deviene en recurso de quienes ostentan autoridad. En la deriva autoritaria del gobierno de Moreno el control del riesgo vincula la seguridad nacional y recurre a la violencia en el uso de la fuerza pública. Son la policía y las fuerzas armadas las encargadas de garantizar la paz y los derechos a razón de estado. La seguridad para contrarrestar al miedo-dolor se asocia con el miedo al desorden, “históricamente asociado a los regímenes totalitarios”24. Pero también, está asociada con la fuerza y la incertidumbre, pues en las sociedades contemporáneas profundamente individualizadas no se puede confiar en los otros, ni en predisposiciones para proteger los bienes privados y públicos. La seguridad, entonces, toma probable y con lo dudoso; sólo la certeza o la ignorancia total nos liberan del miedo. De ahí que pueda establecerse una relación entre el miedo y el dolor, así como entre el miedo y la esperanza, que representa a su contrario, el placer”. (Gonzalbo, 2009b, 21) 22 “Encuesta de percepciones Covid-19”, 13/04/2020, https://www.youtube.com/ watch?v=AIkHr4SO380. 23 Pilar Gonzalbo explícitamente menciona que toma esta reflexión de Aristóteles en Arte retórica, p. 111. 24 “El miedo a las dictaduras es inseparable de las democracias, como el miedo al comunismo fue bandera de los fascismos” (Gonzalbo, 2009b, 22) 56 Josefina Torres Jiménez la forma de protección y tranquilidad pública para la convivencia, y por tanto deber que el estado garantiza, incluso para generar libertad creadora. (Delumeau, 2002) La doctrina de la seguridad nacional retorna en el acto político del “estado de emergencia”, pese a los intentos de enmarcarlo en la doctrina moderna “garantista de derechos”25, fue utilizada -por sus efectos- a merced de la vieja conocida doctrina de la seguridad nacional y seguridad interna, retomando “la ‘tradición’ de declarar el estado de excepción para contener huelgas o protestas ciudadanas”. (Pino, 2020, 226) Miedo colectivo y represión se presentan en coincidencia perversa que ha servido para implementar la agenda neoliberal. Al tenor de una economía colapsada26 que, según Augusto de la Torre, economista ecuatoriano ex alto funcionario del Banco Mundial, debería ejecutarse tres fases: “hibernación-reseteo-reforma radical”. Bajo esta premisa el gobierno pagó los intereses de la deuda externa mientras dejaba sin recursos al sistema sanitario y sin sueldos a los funcionarios públicos, excepto a la fuerza pública, mientras despedía, y continúa despidiendo, a cientos de trabajadores, y relaja las relaciones laborales para permitir despidos en el sector privado. Perdona las deudas impositivas al sector empresarial, exime a los bancos privados de su aporte para la crisis y reduce aún más el presupuesto a la educación, ahora virtualizada. A más de seis meses de haber decretado el estado de emergencia y políticas gubernamentales que profundizan en el modelo neoliberal, este gobierno ha facilitado la acumulación de ciertos sectores, 25 Para Christian Pino La doctrina moderna denomina “regímenes de emergencia”, “estados de emergencia” o “estados de excepción constitucional” (Ríos Álvarez, 2002) y que en términos generales pueden definirse como el mecanismo de alteración del Estado de derecho(s) previsto en la Constitución, en virtud de la cual se amplían determinadas potestades del poder público y se admite la limitación de derechos específicos de los ciudadanos, con ocasión del acaecimiento de situaciones extraordinarias, expresamente contempladas en la Constitución, que impiden al Estado garantizar los derechos de sus ciudadanos. El estado de excepción tiene por finalidad resolver las afectaciones a los derechos derivadas de dichas situaciones extraordinarias y reestablecer el Estado de derecho(s) (Dávalos Muirragui, 2008)”. (Pino, 2020, 224) 26 De la Torres se refería a la crisis, animando y justificando las medidas bajo la premisa de “la realidad superó a la legalidad”. Ver “Esta es la crisis más virulenta en los últimos 100 años”, 13 de abril del 2020, https://www.planv.com.ec/historias/ economia/esta-la-crisis-mas-virulenta-ultimos-100-anos-vision-economica-augusto-la-torre. 57 Ecuador: el miedo y la represión como presente y futuro inmediato de nuestras convivencias sociales y políticas usufructuado y lucrado de la crisis27, el miedo y el dolor. Signando el gobierno del estado, pero también develando las raíces mismas del estado capitalista. Ese estado como “lugar de concentración de poder, arena privilegiada de disputas y territorio de luchas y construcción de hegemonía y contra-hegemonía” (Ouviña y Thwaites Rey, 2018) . El gobierno del estado, y el estado mismo ameritan reflexiones que los diferencien y relacionen. Que retomen la cuestión del poder “con respecto a la amplia significación económica y social que expresa, en tanto núcleo simbólico y material de condensación de relaciones de fuerzas” (Ouviña y Thwaites Rey, 2018) Miedo-dolor, represión-seguridad no son solo cuestiones de gobierno, y no reposan únicamente como gobierno del estado. Las reflexiones iniciales aquí esbozadas “a pretexto” de la pandemia señalan desde su práctica, la necesidad de volver sobre el Estado aquel que condensa temporalmente las relaciones sociales históricamente dispuestas en una formación económico social dada, materializadas y dirigidas a través de sus instituciones, políticas, procesos, y demás mecanismos de acción pública que no son un todo homogéneo. Esto, porque amerita cautela las duras críticas que se han hecho a los gobiernos, pero ninguna parece haber tocado al estado, a esta forma estatal, que sale incólume de la crisis. ESTO NO CONCLUYE AQUÍ… “Mientras la esperanza es una alegría ‘nacida de la idea de una cosa futura o pretérita de cuyo suceso dudamos hasta cierto punto’, el miedo es, por contraste, la tristeza provocada por la misma duda en relación con algo que nos asusta. De donde se sigue que ‘no se da esperanza sin miedo ni miedo sin esperanza’”’28 Pilar Gonzalbo Reflexiones sobre el miedo en la historia Si bien el miedo y la represión ahora son presente y futuro inmediato de nuestras convivencias sociales y políticas, no es menos cierto que la historia social y política nos muestran su larga coexistencia con 27 Si bien no tenemos datos aún sobre los sectores que se han favorecido económicamente de la crisis, se puede colegir que los ricos ecuatorianos están considerados en la publicación de Oxfam “Aumentan los milmillonarios de América Latina a medida que la región más desigual del mundo se hunde bajo el impacto del coronavirus” del 27 de julio del 2020. Ver https://www.oxfam.org/es/notas-prensa/aumentan-los-mil-millonarios-de-america-latina-medida-que-la-region-mas-desigual 28 Spinoza, Ética, pp. 1 58-1 59, citado por Gonzalbo (2009b) 58 Josefina Torres Jiménez nuestras luchas cotidianas y en los estallidos y rebeliones populares. El miedo creado como dolor, va acompañado contradictoriamente de la esperanza colectiva, de lo que deseamos y construimos como experiencia liberadora. Esos miedos colectivos que nos paralizan, confinan y postergan están basados en el individuo, individualizado. Pero los miedos también nos muestran los miedos propios del poder hegemónico, que activa su violencia y abuso como estrategia para “conjurar su propio miedo y comprar su seguridad amedrentando a los otros” (Gonzalbo, 2002b: 27) Para nosotros la conjura de los miedos está en la estrategia de lo común, no de lo público y tal vez tampoco de lo colectivo en tanto consumación de lo social individual. Lo común radica en el cuidado mutuo que, por ejemplo, en esta pandemia se gesta en las iniciativas de ollas populares, redes de cuidados comunitarios de salud, trueques, activación de iniciativas de economías populares y solidarias, etc., que, dicho sea, han sostenido y abastecido el aprovisionamiento de gran parte de la población. Pero también en las manifestaciones, marchas y plantones que se han realizado y se siguen realizando por parte de docentes, estudiantes, trabajadores de la salud y trabajadores precarizados en las plataformas digitales de servicios. Aún no como Octubre, pero herederas de la esperanza, han comenzado a articularse bajo la consigna “todas las luchas se juntan”. En todas ellas, quizás se están gestando experiencias, procesos que están produciéndose y produciendo lo común como principio político, aquel que es el fundamento de las luchas contra el orden capitalista, el estado liberal y la racionalidad neoliberal, como razón global que impera en el mundo (Gutiérrez, 2017; Laval y Dardot, 2015). Tal vez es ahí, y desde ahí que nos atrevemos a jugar con el miedo, pese al dolor, y a rebasarlo con la seguridad y la alegría del cuidado mutuo, hasta que las calles nos vuelvan a encontrar como sujetxs de lucha.

 

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