Izquierda mexicana destruida por el progresismos del presidente López Obrador navega sin rumbo buscando su puerto negándose a unirse o a aprender de la experiencia zapatista

El Estado soy yo o el fin de la “izquierda” mexicana



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El Estado soy yo o el fin de la “izquierda” mexicana

 

 Rebelión

14/01/2021

A dos años de la llegada al poder político de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) y comenzar lo que califica como el gobierno de la “cuarta transformación”, se perfilan algunos rasgos de lo que intenta construir y hacía adónde quiere llevar a México.

Claro aún son sólo rasgos porque todo parece indicar que la “estrategia de transformación” se construye día a día a golpes de iluminación, conjeturas, dichos, mentiras y medias verdades.

Sin duda, como lo aseguran los intelectuales tanto los orgánicos del poder como los del capital y una parte importante de la aún llamada “izquierda”, muchas cosas han cambiado.

Se observa otro “modo”, “estilo” diría un perspicaz intelectual liberal del siglo pasado. En todo caso, conviene preguntar a quién beneficia este nuevo estilo o modito de gobernar.

La mezcla peligrosa que está armando AMLO con medidas que se acercan mucho a la derecha, los conservadores y neoliberales y poco al movimiento social y las banderas y reclamos de la izquierda revolucionaria.

Lo anterior permitirían señalar, en un ejercicio, simple, cómo dicen los críticos “marxistas” apoyadores de AMLO, que hasta ahora sólo han beneficiado a los intereses del gran capital, los monopolios y la aristocracia financiera, pero no al movimiento social, a pesar de la demagogia desde el poder en contra de esta aseveración.

Algunos escritores y analistas que enarbolan la bandera del liberalismo y la “democracia”, pero que son orgánicos al capital, aseguran que se está ante una profunda transformación de la izquierda mexicana conocida hasta principios de este siglo.

Que el presidente está modificando los argumentos, las banderas y las consignas de la izquierda que, por cierto, cuando menos una parte importante de ella le sigue casi sin pudor.

A pesar de que AMLO ha declarado reiterativamente que no es de izquierda, la prensa nacional e internacional sigue caracterizando a su gobierno como uno con esa “ideología”. Cabría la sensata pregunta a esa prensa y esos analistas ¿cuál es la ideología de izquierda del presidente?

¿Será de ideología de “izquierda” su declarado pro-imperialismo? Su reiterado apoyo a Trump y lo que representa lo coloca como un presidente con gran empatía con el imperio. O lo serán sus fuertes lazos con ideas cristianas y/o católicas y la ostentación de ellas desde la propia sede del gobierno laico.

O quizá sea de “izquierda” la ostensible militarización del país, la destrucción permanente de la organización social, su negativa a atender temas como al aborto o los feminicidios, su permanente acercamiento a la cúpula empresarial cuando se trata de paliar desastres mediáticos y planes truncos o inservibles. Cada medida, cada acción que el gobierno desarrolla va acompañada de un golpe a la organización social y comunitaria.

Asimismo, el silencio de los excomunistas y miembros de “la izquierda” en su gobierno ante el desmantelamiento de la estructura ideológica que armaba sus propias motivaciones políticas y personales.

La “obediencia ciega” al proceso, como dice eufemísticamente AMLO, por no decir “obediencia ciega a mí”, son señales claras de que las cosas para esa izquierda y su historia en la construcción de las bases de este país han terminado

Los temas centrales del momento mexicano se refieren a los terribles problemas de salud que ha generado la pandemia del covid-19, a la crisis económica que ha puesto en la calle a miles de trabajadores, así como a la crisis de seguridad pública que ataca, sobre todo a la población trabajadora.

¿Cómo ha respondido el gobierno de “primero los pobres ante estos temas centrales?, poniendo por encima de los intereses de los más pobres y desprotegidos los intereses del gran capital. Con una visión que no puede llamarse sino criminal, AMLO ha decidido salvar al capital y no a los trabajadores.

La defensa a ultranza de temas y personajes que son materia de crítica, sobre todo de la derecha y los intelectuales orgánicos del capital, sólo demuestran una ausencia de programas y políticas realistas, pero sobre todo de alivio para los más desprotegidos.

Con base en golpes mediáticos y a caballo de dichos y frases, está poniendo en riesgo el empleo de miles de trabajadores.

El tema del outsorcing y el mediático anuncio de un 15 por ciento de aumento al salario mínimo pueden sonar muy de avanzada, pero en la situación que vive el país, sólo propiciará que los capitalistas tengan sobrados pretextos para despedir e imponer condiciones, casi leoninas para la nueva contratación de trabajadores.

La militarización del país que avanza sin ninguna explicación coherente tiene filos muy peligrosos. A los militares les está gustando eso de dirigir empresas, construir refinerías, caminos y administrar puertos.

Es decir, la constitución de “empresas militares” para construir y desarrollar proyectos llevará a que las fuerzas armadas también encuentren sobrados pretextos para mantenerse en las calles y desde ahí “vigilar” los procesos sociales, económicos y políticos del país.

Los comunistas no podemos estar de acuerdo con el camino que está tomando el gobierno de AMLO. El desmantelamiento de las instituciones estatales que son un contrapeso real el poder presidencial implica una concesión peligrosa, un guiño perverso hacía un mandato unipersonal que no compartimos.

Se requiere no una súper presidencia al viejo estilo priista, en la que el presidente en turno decidía todo, incluso la hora, como reza un conocido chiste de la época. Por el contrario, se requiere fortalecer a las organizaciones sociales, empoderarlas, hacer partícipes a los trabajadores en las decisiones de política pública en las que ellos participan.

De la misma manera como AMLO recibe a los grandes empresarios y anuncia planes y programas que nunca se realizan, asimismo, debería recibir a las organizaciones, los sindicatos los grupos que luchan por proteger al medio ambiente, a las mujeres, etc., para escuchas sus planteamientos, sus propuestas, sus necesidades.

Esto no sucederá porque este gobierno, contrario a lo que anuncia, privilegia al capital. Ante el avasallamiento de banderas, de estilos, de una tremenda tergiversación de las ideas, metas, programas y banderas de la izquierda mexicana, para la izquierda revolucionaria se abre una disyuntiva central, casi de vida o muerte.

No podemos hacer como decía Marx “Perseo se envolvía en un manto de niebla para perseguir a los monstruos, nosotros nos tapamos con nuestro esbozo de niebla los oídos y los ojos para no ver ni oír las monstruosidades y así negarlas”. La izquierda mexicana se ha envuelto en un esbozo de niebla y no quiere ver ni oír.

Esta “izquierda” trata a las ideas de la lucha revolucionaria y a la teoría marxista como una “perro muerto”, porque se niegan a ver que con las acciones hasta ahora llevadas a cabo por este gobierno se está desfigurando, desarticulando toda la estructura de la única concepción alternativa al sistema capitalista.

Se trata de asentar en las mentes de las masas trabajadoras que el origen de sus males está sólo en la corrupción, no en la explotación, en la degradación, en la alienación, se está estableciendo que sólo combatiendo la corrupción se acabaran los males mexicanos y todos seremos por siempre felices.

No hay que luchar, organizarse, acabar con el sistema capitalista, no, eso no es necesario. Así, el “gobierno de la cuarta” ha terminado por desaparecer a la “izquierda mexicana”. Con la lógica de que “sólo yo sé lo que el pueblo quiere”, lo que es lo mismo que el viejo lema: “el Estado soy yo”, ha desgarrado banderas, principios y luchas.

AMLO ha estructurado un catecismo ideológico asentado en el más rígido e intransigente dogmatismo, completamente extraño y separado de la complejidad del movimiento social, que por cierto fue el que lo llevó al poder.

En este sentido tienen razón los epígonos del poder, las banderas de la izquierda han desaparecido. Entonces hay que tener nuevas banderas, lemas, programas, teorías, acciones, formas de organización. Y no será a través del gobierno de la 4T ni su “partido”, que se reconvertirá el movimiento revolucionario de este país. Tendrá que ser al margen de ellos.

Es necesario que los comunistas, los revolucionarios entremos en un profundo proceso de reflexión teórica, libre de todo dogmatismo. Una reflexión colectiva, que abarque a trabajadores, campesinos, estudiantes, colectivos de mujeres, de la diversidad sexual, etc. Una reflexión que incluso rompa fronteras.

Habría que comenzar a analizar la posibilidad de realizar uno o varios encuentros a mediados de año, con una convocatoria que tenga como base reflexionar acerca de los caminos, la teoría, las formas de organización y de lucha del movimiento social mexicano, bueno es una propuesta.