Pandemia y estados capitalistas latinoamericanos “de nuevo tipo”. Algunas reflexiones a partir del caso argentino

Tanto en el proceso de crisis política que atravesaban los gobiernos progresistas gobernantes (o que, como en el caso argentino, habían gobernado hasta 2015), como en la búsqueda de este “re-equilibrio” de la crisis del “sub-sistema político” habían jugado –y están jugando- un rol importante buena parte de los llamados “sectores medios” (o clases medias); cuyo rol político se ha potenciado a raíz de las reestructuraciones capitalistas llevadas adelante por las dictaduras de la región durante la década de los ochenta –que a su vez produjeron una desestructuración de la composición y la homogeneidad previas de las clases trabajadoras y populares- y cuya ideología representaba una sobrevalorización del régimen político republicano representativo burgués.



PANDEMIA Y ESTADOS CAPITALISTAS LATINOAMERICANOS “DE NUEVO TIPO”. ALGUNAS REFLEXIONES A PARTIR DEL CASO ARGENTINO

 

Rodolfo Gómez

Docente e investigador de las Carreras de Ciencia Política y de Ciencias de la Comunicación, Facultad de Ciencias Sociales, UBA.

estadosalteradosdigital

 

INTRODUCCIÓN Este ensayo, pretende examinar de un modo preliminar el funcionamiento del Estado capitalista en Latinoamérica en el marco de la pandemia que actualmente tiene lugar a nivel mundial, partiendo de algunos presupuestos y antecedentes. Entre estos últimos se cuenta un trabajo inicialmente presentado en el XXXI Congreso de la Asociación Latinoamericana de Sociología (ALAS), que tuvo lugar en la ciudad de Montevideo (Uruguay) que llevó por título Estados capitalistas, conflictos sociales y rol de los sectores medios en los regímenes políticos latinoamericanos actuales; en el que se abordaba la relación entre los Estados capitalistas latinoamericanos y las democracias capitalistas latinoamericanas a partir del rol jugado por los sectores medios en las sociedades capitalistas en la región. En dicho trabajo, nuestra hipótesis planteaba que tanto en ese proceso de crisis política que atravesaban los gobiernos progresistas gobernantes (o que, como en el caso argentino, habían gobernado hasta 2015), como en la búsqueda de este “re-equilibrio” de la crisis del “sub-sistema político” habían jugado –y están jugando- un rol importante buena parte de los llamados “sectores medios” (o clases medias); cuyo rol político se ha potenciado a raíz de las reestructuraciones capitalistas llevadas adelante por las dictaduras de la región durante la década de los ochenta –que a su vez produjeron una desestructuración de la composición y la homogeneidad previas de las clases trabajadoras y populares- y cuya ideología representaba una sobrevalorización del régimen político republicano representativo burgués. Actualmente, dicha hipótesis se complementa por el rol que desempeñan los medios masivos de comunicación –considerados como una suerte de “subsistema” dentro del conjunto del “sistema social” capitalista latinoamericano, más en el marco de esta pandemia de alcance planetario, que afecta al conjunto de las sociedades capitalistas a nivel mundial. Respecto a los presupuestos mencionados, el principal de los presupuestos entiende que tanto en América Latina como en el resto del mundo vivimos en sociedades capitalistas, esto es, sociedades donde se impone una dinámica contradictoria, conflictiva y totalizadora entre capital y trabajo, entendiendo estos dos últimos conceptos (capital y trabajo) no solamente como conceptos sino más bien como prácticas sociales concretas histórica y socialmente determinadas, que se han expresado y expresan en “formas” –económicas, políticas, sociales, culturales, comunicacionales- diversas y diferenciadas. A partir de aquí asumimos que el Estado, la democracia representativa y el subsistema de medios masivos de comunicación son tres de esas “formas” en las que se expresa la dinámica conflictiva y contradictoria entre capital y trabajo. Sin embargo, también asumimos que los cambios en las “formas” múltiples y diversas en las que se presenta este conflicto no supone un cambio en la “sustancia” expropiadora y explotadora de la sociedad capitalista. Esta perspectiva no deja de reconocer influencias de los puntos de vista derivacionista y del enfoque de la reformulación del Estado, sin embargo, ello no implica desestimar desde un punto de vista “abierto” otras perspectivas o posiciones que se desarrollan al interior de la tradición marxista o fuera de ella. A partir de los antecedentes y presupuestos mencionados, intentaremos describir de modo inicial, tomando como base el caso argentino, los cambios históricos en la “forma” Estado latinoamericano en su vinculación con el régimen político haciendo hincapié en las modificaciones que se suscitaron desde las últimas dictaduras, y donde cobran importancia los medios masivos de comunicación. Nuestro argumento señala que, en este contexto donde se desata la pandemia mundial actualmente en curso, el espacio público político se encuentra determinado mucho más que antes por este subsistema mass-mediático cuya función es equilibrar el funcionamiento capitalista.

 

LO TEÓRICO, LO EMPÍRICO Y LO HISTÓRICO, DESDE ANTES DE LA PANDEMIA

En algunos trabajos anteriores (Gómez, 2019 y 2018) desarrollamos algunas construcciones tipológicas respecto de los cambios históricos en las formas del estado capitalista latinoamericano. Establecíamos allí cierta correlación histórica y una diferenciación entre las formas 181 Pandemia y Estados capitalistas latinoamericanos “de nuevo tipo”. Algunas reflexiones a partir del caso argentino estado que se fueron haciendo presentes en los países capitalistas en general y en los países capitalistas latinoamericanos en particular; sosteniendo que estos cambios tenían que ver con variaciones en las relaciones de fuerza donde se desarrollaba la lucha de clases (es decir, la relación capital-trabajo): Países desarrollados América Latina Estados liberales Estados liberales oligárquicos Estados interventores modernizadores (sustitutivos e industrialistas Estados populistas y desarrollistas Estados burocráticos autoritarios Estados neoconservadores y neoliberales Estados neodesarrollistas y neopopulistas Estados interventores (y estados fascistas) Estadoskeynesianos (y Estados de bienestar) Estados neoconservadores Estados neoliberales (y tercera vía) Estados neokeynesianos* Como toda tipología, esta también se basa en algunos reduccionismos y caracterizaciones que hacen hincapié en algunos aspectos en detrimento de otros, y que por lo tanto podría prestarse a discusión ya que muchas de estas taxonomías no son exhaustivas, sino que se construyen con fines didácticos o exploratorios, antes que con fines polémicos. Por ejemplo, tanto Negri (2002) como Holloway (1994) explicaron que el surgimiento del Estado keynesiano y del Estado de bienestar europeo tuvieron más que ver con el in crescendo de la lucha de clases que dio lugar tanto a la Revolución Rusa de octubre de * Tanto Astarita (2008) como Fiorito y Murga (2007) han distinguido entre las posiciones poskeynesianas (entre las que podrían ubicarse autores como Galbraith), las keynesianas neoclásicas (correspondientes al denominado modelo IS-LM) y las neokeynesianas (en las que podrían ubicarse los trabajos de autores como Stiglitz y Sachs). Distinciones que hemos abordado en relación con los tipos de intervenciones estatales y “formas estado” capitalistas en Gómez (2018). 182 Rodolfo Gómez 1917 que con la crisis económica mundial de 1930; en el caso de América Latina puede decirse que las modificaciones que se fueron suscitando en la “forma estado” capitalista fueron producto de la (“forma”) dinámica de la lucha de clases (es decir, la dialéctica capital-trabajo). Esto quiere decir que en América Latina la aparición de una forma de Estado interventor hacia la década del treinta del siglo XX, no fue solamente el resultado reactivo que produjeron unas clases dominantes que en teoría “supieron” leer la nueva particularidad de la coyuntura internacional sino además producto de la conflictividad social y la presión de las clases trabajadoras (entre las que no solamente se encuentran los trabajadores industriales de las grandes ciudades, o los mineros, o los trabajadores rurales, sino incluso aquellos trabajadores y trabajadoras comunales que se resisten a la incorporación al mercado de trabajo y que se ubican en los límites del mismo Estado capitalista). Para el caso de Argentina Iñigo Carrera (2000) ha mostrado que durante la década del treinta –contradiciendo algunos trabajos historiográficos previos- la conflictividad social se mantuvo presente, incluso en el marco de organizaciones propias de las clases trabajadoras que renegaban en buena medida de una búsqueda de representación al interior del subsistema político. Esto también permitiría explicar la configuración de una “forma estado” populista como la que tuvo lugar en Argentina con el peronismo, que desde el punto de vista del trabajo de Aspiazu, Basualdo y Kavhisse (2004) representó un segundo momento del proceso de industrialización por sustitución de importaciones que allí se desarrolló entre mediados de la década del cuarenta y mediados de la década del cincuenta. La configuración de esa “forma estado” –y el tipo de políticas públicas que implementó- es resultado del impacto en la estructura y la dinámica del Estado capitalista de la institucionalización de las clases trabajadoras y populares en general en organizaciones sindicales y partidarias que llevó adelante el peronismo. También tiene que ver con una característica relativa al modo de inserción dependiente –que es al mismo tiempo una “forma” particular de inserción- de las naciones latinoamericanas en el mercado mundial, porque ello va a suponer unas clases dominantes donde la “vocación hegemónica” –como bien supo observar Lechner (1977)- se encuentra poco presente y por tanto determina el funcionamiento de un subsistema político proclive a las experiencias autoritarias (es decir “formas estado” capitalistas dictatoriales). Todo eso mismo es lo que tiene que ver con el despliegue conflictivo de la contraposición entre capital y trabajo, que resulta 183 Pandemia y Estados capitalistas latinoamericanos “de nuevo tipo”. Algunas reflexiones a partir del caso argentino en una cristalización en el Estado capitalista del conflicto de clases en un momento histórico particular de funcionamiento del capitalismo a nivel general (aunque se exprese en “formas” particulares según las regiones y los países). De modo que así como es posible explicar la “forma estado” populista, lo mismo podría decirse respecto de una “forma estado” como la “desarrollista”, que el brasilero José Mauricio Domingues (2012) engloba en una misma categoría analítica2 . Entre otras cuestiones porque esta “forma estado”, intentó promover un tipo de desarrollo económico e industrial a partir de lo que se suele denominar Inversión Extranjera Directa (IED) pero también porque supo convivir promediando el siglo XX con regímenes políticos dictatoriales, como fue el caso de países como Brasil, Argentina, Perú, Bolivia, Paraguay, Ecuador, Venezuela, Nicaragua, etc. Sin embargo, como también intentamos mostrar en otros textos (Gómez, 2018), dado que los Estados populistas y desarrollistas latinoamericanos se distinguieron (más allá de su compartida característica keynesiana) de los Estados capitalistas benefactores europeos, estas crisis redundaron en la emergencia de nuevas formas de Estados capitalistas en los países desarrollados y en los de América Latina. Mientras que en el caso de los primeros la forma estado capitalista podría caracterizarse como “neoconservadora”, enmarcadas en el funcionamiento de las democracias capitalistas “realmente existentes”; en el segundo la forma estado capitalista cobra la forma “burocrático-autoritaria” que ya había descrito O’Donnell para el Estado capitalista latinoamericano de la década del sesenta. Es en este punto donde queremos introducir los dos elementos planteados en la introducción, aquel relativo a la presencia de los sectores medios al interior de las democracias capitalistas y otro relativo a los subsistemas de medios masivos de comunicación. Si en primer lugar Gramsci tomó en consideración ciertos elementos culturales en sus Cuadernos de la Cárcel a la hora de explicar la construcción de hegemonía por parte del Estado capitalista fascis2 Referimos a este planteo de Domingues en un texto anterior (Gómez, 2015), pero a nuestro entender debería hacerse la distinción entre populismo y desarrollismo, ya que corresponde a modos diferentes en los que se expresa el Estado capitalista. Si bien el Estado capitalista populista presenta una característica modernizadora y desarrollista, lo que supone una diferencia con el Estado benefactor keynesiano europeo, lo cierto es que el Estado populista implicó –sobre todo en Argentina- un sesgo distribucionista que no estuvo tan presente en las “formas estado” capitalistas desarrollistas. 184 Rodolfo Gómez ta, aproximadamente por esa misma época teóricos frankfurtianos como Adorno, Horkheimer o Marcuse mostraban el “peso” de la industria cultural a la hora de dar cuenta del funcionamiento equilibrado (y enajenante) de la sociedad capitalista estadounidense. Es más, dicho funcionamiento en relación con el desarrollo del subsistema mass-mediático comercial en ese país fue también descrito por buena parte de la sociología estadounidense, que vio en esa sociedad capitalista desde la década del cuarenta en adelante una “mesocracia”, esto es, una “gran democracia” –la “Great Society” proclamada por Lyndon Johnson- de clase media.3 Pero ya en la década del sesenta, retomando en buena medida los planteos gramscianos previos, la problemática de lo simbólico-ideológico y comunicacional fue un elemento que atravesó por lo menos una parte de los argumentos de Althusser en su conocido texto “Ideología y aparatos ideológicos del Estado”, que tuvo un importante impacto en América Latina. La incorporación de estos elementos simbólicos a la reflexión sobre el Estado, permitieron comenzar a considerar más o menos explícitamente en el campo intelectual del primer mundo la problemática ideológica y hegemónica que introducía el desarrollo de la industria cultural, de la cultura de masas y de los medios masivos de comunicación en el funcionamiento de las democracias y las sociedades capitalistas occidentales. Y si a ello le sumamos los trabajos que, inicialmente desarrollados por Foucault y luego proseguidos por Deleuze y Guattari, mostraban el paso de las sociedades disciplinarias a las sociedades de control, podremos intentar una explicación más consistente de por qué en los países desarrollados la crisis del Estado benefactor capitalista de tipo keynesiano pudo canalizarse como proceso institucionalizado al interior de una democracia capitalista transformando esa anterior forma estado en una de tipo neoconservador.

 

LOS ESTADOS CAPITALISTAS LATINOAMERICANOS BAJO LAS DICTADURAS (CAPITALISTAS) COMO INSTRUMENTO DE RECONFIGURACIÓN -Y CONTROL- EN LAS SOCIEDADES CAPITALISTAS DE LA REGIÓN

Desde nuestro punto de vista las dictaduras latinoamericanas impusieron aquellos cambios en el funcionamiento del capitalismo que en los países capitalistas desarrollados se llevaron a cabo a través de la institucionalidad de las democracias capitalistas occidentales, ante la 3 Cfr. al respecto Cambiasso, Norberto y Grieco y Bavio, Alfredo (1999), especialmente los capítulos 6 y 7. 185 Pandemia y Estados capitalistas latinoamericanos “de nuevo tipo”. Algunas reflexiones a partir del caso argentino “imposibilidad” que esos mismos cambios fueran encauzados por el limitado funcionamiento de unas democracias capitalistas latinoamericanas donde las clases subalternas en general eran demasiado combativas y las clases dominantes presentaban escasa vocación hegemónica (Lechner, Op.Cit., 1977). Ello implicó el intento por parte de las dictaduras latinoamericanas de transformar de raíz las sociedades, neutralizando y fijando límites a cualquier intento de modificación a futuro de nuestras sociedades, no solamente en un sentido socialista sino incluso en permitir la posibilidad de existencia de un capitalismo con algún sesgo inclusivo o redistributivo, que cuestionara el nuevo modo de acumulación capitalista vigente a partir de la consolidación de una forma estado –capitalista- neoconservadora. Esto que afirmamos pudo verse de manera explícita en el llamado Proceso de Reorganización Nacional (PRN), dictadura militar que tuvo lugar en la Argentina entre 1976 y 1983, y que como señalamos en la introducción de este texto, tomaremos como estudio de caso. La última dictadura militar argentina no surgió de la nada, o como un sesgo subjetivo de las características de los militares argentinos o de los partidos políticos o de diversos sectores de la “sociedad civil” sino como un producto de la lucha de clases. Y ello se dio de ese modo a partir de la imposibilidad del último gobierno de Perón de reinstitucionalizar y encauzar (a través de las organizaciones e instituciones “tradicionales”, como los partidos políticos y los sindicatos) la potencia transformadora del movimiento social y de trabajadoras y trabajadores argentinos que amenazaba con volverse revolucionaria. Un dato no menor, que ilustra que la intención principal del régimen dictatorial era disciplinar al movimiento de trabajadores y desestructurar a las clases populares y al movimiento social en su conjunto, es que según los datos oficiales la mayor cantidad de “desaparecidos” durante la última dictadura fueron trabajadores y gremialistas combativos, más allá de la participación de estos mismos en organizaciones revolucionarias. Sin embargo, la política desplegada desde el Estado burocrático autoritario capitalista de la última dictadura militar argentina, sobre la que queremos focalizar, no fue solamente la política represiva sistemática del “terrorismo de Estado”, sino además una política cultural que buscaba efectivamente una refundación de la sociedad capitalista argentina. En efecto, esta tarea puede observarse con todo detalle en el trabajo de Julia Risler (2018), donde esta autora -a partir de un relevamiento de documentaciones clasificadas de la dictadura en el llamado “archivo Banade” y del análisis de las campañas publicitarias 186 Rodolfo Gómez del régimen- muestra el detallado dispositivo comunicacional y cultural desplegado por el autodenominado “Proceso de Reorganización Nacional” (PRN) argentino entre los años 1976 y 1983. En el relevamiento que Risler realiza incluso de los diferentes organigramas de la institucionalidad estatal encuentra que la estrategia comunicacional y cultural buscaba promover tanto una “acción psicológica” como así una complementaria “acción cívica”, que iba a desarrollarse desde el Estado burocrático autoritario capitalista a partir de la utilización de sus diferentes medios masivos de comunicación como así también utilizando estrategias publicitarias al interior de los medios masivos de comunicación privados o instituciones de la sociedad civil en general. Si consideramos además que esto que estamos describiendo para la última dictadura argentina suponía al interior del Estado capitalista burocrático autoritario una conexión de “inteligencia” y de procesamiento de la información donde se articulaban el Ministerio del Interior (es decir el ministerio “político”) con el Ministerio de Educación y Cultura, con la Secretaría de Cultura y la Secretaría de Información Pública podremos considerar que se trataba de toda una política cultural sistemática.4 Sin embargo, más allá de esta consideración sobre la importancia que la última dictadura militar argentina asignó a lo cultural-comunicacional, nos interesa aquí reforzar un elemento que podemos observar como articulado con las políticas culturales llevadas adelante por el gobierno de facto, y que el mismo concepto de “política cultural” permite considerar; porque una política cultural no es solamente una “policie” desplegada a partir del poder de policía del Estado capitalista sino que su producción y presencia pública va a desarrollarse al interior de la sociedad civil. En ese sentido, como señala Mangone (1996), la dictadura tuvo también sus educadores, productores culturales, periodistas, escritores, artistas, libretistas, locutores, cineastas y realizadores de radio y televisión, que ejercieron su labor no solamente desde puestos ocupados en el Estado sino desde los más diversos ámbitos de la sociedad civil. Lo que sostenemos no niega sin embargo el lado represivo o de fuerte censura presente no sólo en la dictadura militar argentina sino en el conjunto de las dictaduras latinoamericanas, pero nos permite ponderar el aspecto “positivo” de la discursividad dictatorial capita4 Que no se desplegaba para nada de forma aislada, como muestran Judith Gociol y Hernán Invernizzi (2002) respecto del ámbito literario, educativo y cultural, y los investigadores Laura Graciela Rodríguez y Daniel Lvovich (2011) que trabajaron campañas destinadas a niñas y niños por la Gendarmería Nacional. 187 Pandemia y Estados capitalistas latinoamericanos “de nuevo tipo”. Algunas reflexiones a partir del caso argentino lista, esto es, aquel que hace posible la constitución de un “sentido común” dominante. Y en consonancia con esta visión sostenemos al mismo tiempo que la dictadura cívico-militar pudo instalar ese “sentido común” a partir del importante desarrollo en la Argentina de una industria cultural y de un extendido subsistema mass-mediático que han sabido promover de un modo eficiente sus funciones de “entretenimiento” y de “control social”.5 Si bien tanto Marcuse como Löwenthal refirieron a estas funciones de los medios de comunicación, nos interesa resaltar el planteo que respecto de esta última función nos brindan los autores funcionalistas estadounidenses, básicamente porque para estos últimos el efecto que promueve el consumo de los mensajes mass-mediáticos es el de reforzamiento de las normas y valores vigentes. Lo que según estos autores lleva por un lado al reforzamiento de “lo dado” y por el otro a la resolución institucionalizada de los conflictos y a la promoción del “equilibrio social”. Este tipo de discursos que expresaban una búsqueda de promoción del “equilibrio” social, coincidían en los medios masivos de comunicación con un rechazo a “los extremismos”, con la difusión de noticias “objetivas” y “no tendenciosas”, con la representación del “término medio” social; esto es, con aquello que Umberto Eco (1997) –reformulando los planteos del crítico estadounidense Dwight Mc Donald- supo definir como el “mid-cult” (la “cultura media”) característico de una cultura de masas orientada a la difusión de los valores de una “clase media”. Estos valores e ideologías de “clase media” (o por lo menos de una parte importante de esos “sectores” sociales) ya habían sido analizados durante la década del sesenta en Argentina en relación al rol desempeñado en el golpe de Estado que derrocó a Perón, por ensayistas como Arturo Jauretche (1966) o Juan José Sebreli (1964), entre otros. Sin embargo, nos interesa rescatar un aspecto del análisis de este último, ya que en el mismo puede verse un elemento “identitario” de estos sectores “pequeño burgueses” –desarrollado más recientemente por Adamovsky (2019) y por Piva (2014)- constituido por oposición y diferenciación a las ideologías más consolidadas de las clases burguesas (capitalistas) y de las clases populares (trabajadoras). Un elemento “identitario” de estos sectores “medios” que en el dinamismo de la diferenciación con las clases y sectores de clases –y en el marco de la 5 Un análisis detallado del efecto de “control social” relevado por los funcionalistas estadounidenses, su transformación en “función” y la interpretación sobre su valoración política puede verse en Cambiasso y Grieco y Bavio (1999), especialmente los capítulos 6 y 7. 188 Rodolfo Gómez lucha de clases- consolida una situación que podríamos caracterizar como de “disponibilidad ideológica”. Elemento simbólico-ideológico sobre el que Marx (1975) había hecho referencia a la hora de hablar del “lumpen-proletariat”. Llegado a este punto podemos considerar la política económica del PRN pero no tanto para analizarla críticamente sino para ver sus consecuencias económicas y sociales.Los datos disponibles indican que las consecuencias fueron desastrosas en todo sentido: aumento de la pobreza, aumento exponencial de la deuda externa, aumento de la desocupación, aumento de la inflación, pérdida del poder adquisitivo del salario, aumento de la desindustrialización, destrucción de la pequeña y mediana industria, entre otros indicadores negativos. Aquí nos interesa considerar un trabajo reciente de Adrián Piva (2020) donde explica cómo la dictadura modificó la composición de la estructura social y económica de la Argentina. Lo señalado por Piva es relevante en primer lugar porque muestra una concentración del ingreso en los primeros deciles de la sociedad (los de más altos ingresos) y porque también muestra una diversificación y expansión de los sectores medios; en segundo lugar porque nos muestra -en el paso de una década a la otra- un proceso de desestructuración que se produce sobre los sectores populares si consideramos la homogeneidad y persistencia estructural que se observa tanto en las décadas del cincuenta, del sesenta y del setenta. Esto nos muestra que el resultado de las políticas del gobierno dictatorial fue una notable transformación en la estructura social previa, reduciendo la cantidad de trabajadores, haciendo crecer los niveles de desocupación, incrementando la precarización del empleo y el fomento del cuentapropismo y por tanto trasformando las relaciones de fuerza políticas pre existentes. Esto implica que el retorno al régimen político democrático posterior encontró una sociedad capitalista profundamente transformada, en su estructura social, en sus prácticas sociales, sobre todo en los sectores medios y populares y en este último caso donde las relaciones sociales en la fábrica fueron reemplazadas por las relaciones familiares, grupales e individuales y donde ese contexto social permitía una incidencia mayor de las “cuasi-interacciones” (Thompson, 1998) promovidas por el consumo de medios masivos de comunicación.

 

LA DEMOCRACIA CAPITALISTA ARGENTINA, LAS DEMOCRACIAS CAPITALISTAS LATINOAMERICANAS Y LA PANDEMIA. A MODO DE CONCLUSIÓN

Intentamos hasta aquí mostrar de qué manera la última dictadura 189 Pandemia y Estados capitalistas latinoamericanos “de nuevo tipo”. Algunas reflexiones a partir del caso argentino cívico-militar argentina transformó el funcionamiento de la conflictiva sociedad capitalista nacional, modificando las relaciones de fuerza sociales hasta entonces existentes, de modo tal que se “permitiera” el retorno a un régimen democrático de derecho. También que el componente simbólico-cultural-comunicacional no fue menor en las políticas de transformación de toda la sociedad llevadas adelante por la dictadura, aunque dicho componente debía desarrollarse en consonancia con el proceso de desestructuración de las clases trabajadoras y de configuración de una cantidad importante de sectores sociales (medios y lumpen) con posibilidades de “disponibilidad” ideológica, de modo tal que los discursos mediáticos pudieran tener incidencia, se trate esta en términos de reforzar las normas y valores de sentido común “medio” vigentes (el trabajo, la honestidad, el amor, la no protesta, la apoliticidad) o se trate de generar un “efecto agenda” (instalación de temas que los medios masivos consideran importantes) o bien de crear “marcos interpretativos” (frames) que fijen límites –dominantes- a la valoración de los temas de “agenda”. Así, si el Estado burocrático autoritario capitalista de la última dictadura argentina incorporó como parte del mencionado proceso de transformación de la “totalidad” de la sociedad capitalista un “aparato ideológico” mediático y cultural, este último mostró su línea de continuidad en la forma estado capitalista neoliberal y neoconservador que se fue luego desarrollando durante los diferentes gobiernos constitucionales posteriores. Desde la última dictadura en adelante esto implicó toda una novedad en la funcionalidad y el rol desempeñado por el subsistema de medios masivos de comunicación en relación con el funcionamiento general capitalista. Ciertamente que ello supuso cambios durante los gobiernos elegidos por el voto popular, manifestados sobre todo a partir del levantamiento de la censura, aunque también supuso notables puntos de continuidad, manifestados del mismo modo que en otras instituciones más reconocidamente “propias” de las democracias capitalistas, como ser por ejemplo el Poder Judicial o incluso aquellas que habían terminado en algunos casos cuestionadas, como las mismas FFAA. No es una casualidad esta línea de “continuidad” y de proximidad observada en aquellas instituciones ocupadas precisamente del “control social” y del manejo y procesamiento de la información. Una posición que para el caso del funcionamiento de los medios masivos nos describe el catalán Miquel Rodrigo Alsina, quien nos brinda ejemplos de la interacción necesaria del subsistema de medios masivos con el subsistema político (en el que se encuentra el Estado) y con el 190 Rodolfo Gómez subsistema económico; y para el caso del funcionamiento del Estado capitalista toma en cuenta Jessop (2009) al considerar los flujos de información (públicos e interinstitucionales) como elementos de la mayor importancia a la hora de buscar reequilibrar la acumulación de capital con la legitimidad y la consolidación del orden social capitalista. Tampoco fue una casualidad en la América Latina de la década del noventa, la consolidación de la “forma estado” capitalista neoconservadora-neoliberal en consonancia con la consolidación de un modo de acumulación basado en la incorporación de la producción nacional al mercado mundial a partir de la presencia de grandes empresas monopólicas transnacionales junto con la configuración de subsistemas de medios masivos monopólicos e incluso oligopólicos. Se trató más bien del desarrollo “natural” de la “forma” de funcionamiento de las sociedades capitalistas latinoamericanas como “totalidad”, de modo tal que por primera vez durante la historia latinoamericana se expresó con todas las letras un proyecto verdaderamente hegemónico desarrollado por las clases dominantes capitalistas, tal como muestra Bonnet (2008) en el análisis que realiza de los gobiernos del justicialista Carlos Menem en Argentina. Cuando durante la primera década del siglo XXI, una articulación diferente entre distintos sectores de las clases subalternas puso en cuestionamiento este “consenso neoliberal”, el resultado fue la emergencia de una “forma estado” capitalista diferenciada de la anterior, que viró –a grandes rasgos y con excepciones- entre posiciones neokeynesianas, neodesarrollistas, neopopulistas, y que se desarrolló en América Latina entre 2005 y 2015 (Gómez, 2019).Sin embargo, estas “formas estado” capitalistas mostraron desde entonces sus límites, su agotamiento a la hora de construir consenso sobre todo entre las clases dominantes y los sectores “medios” pero también en la medida que al mismo tiempo estos procesos fueron “institucionalizando” al interior del Estado capitalista de derecho a los movimientos sociales que cuestionaron al orden neoconservador y neoliberal; lo que fue derivando y consolidando, reposicionando, una “forma estado” capitalista de “nuevo tipo”, que busca de algún modo el retorno a los viejos límites establecidos por un modo de acumulación capitalista que no se ha modificado de manera sustantiva aún durante los procesos “neodesarrollistas” o “neopopulistas”. En esta “forma estado” capitalista de “nuevo tipo”, que podríamos caracterizar al momento y en términos preliminares como de un “neokeynesianismo autoritario” podemos observar, la importante pre- 191 Pandemia y Estados capitalistas latinoamericanos “de nuevo tipo”. Algunas reflexiones a partir del caso argentino sencia de la función de “control social” y de reequilibrio sistémico que desempeñan los medios masivos de comunicación capitalistas fuertemente concentrados (a lo largo y a lo ancho de toda América Latina), que actúan coordinando los flujos informativos con los poderes judiciales y con los servicios de inteligencia pertenecientes a las Fuerzas Armadas y de Seguridad del Estado capitalista. Esta situación, ejemplificada a partir del caso argentino pero planteada a nuestro entender en un sentido general para toda América Latina, es la que encontramos a la hora del estallido mundial de la Pandemia, y donde pueden verse dos posiciones políticas diferenciadas, ligadas a los gobiernos de derecha y a los gobiernos progresistas de la región. Donde en la primera de las posiciones tiende a privilegiarse el funcionamiento de la economía prestándole menor atención a lo sanitario, mientras que en el segundo de los casos se busca privilegiar lo sanitario, aunque intentando mantener la actividad económica. En este marco, donde al momento de inexistencia concreta de una vacuna que pueda combatir la enfermedad no se ve otra posibilidad de evitar el contagio que a partir del aislamiento social; esto supone que si se privilegia la economía existen grandes chances de aumento de los contagios por contacto o proximidad y al revés si se privilegia lo sanitario y se practica el aislamiento ello resiente el normal funcionamiento de la economía capitalista. Al asumir los gobiernos derechistas la primera opción, han producido en la mayoría de los casos una crisis sanitaria importante con un número de muertes alto sin que ello suponga evitar la caída de la economía, que muestra indicadores a la baja en todos los países, independientemente de la posición (pro-economía o pro-sanitaria) asumida. En el caso de los gobiernos progresistas, la segunda opción ha provocado resultados sanitarios más equilibrados, sin que por ello se haya evitado por completo el aumento de los contagios o las muertes; pero a diferencia del primer caso –aunque hay que tomar este enunciado sobre todo en términos ideológicos y discursivos- en este caso se plantea la posibilidad de implementación de políticas públicas como modo de contrarrestar la crisis económica producida por la Pandemia. Puede verse aquí, en este mismo ejemplo relativo a la posición adoptada en la Pandemia, una diferencia política y una tensión entre quienes por derecha postularían el regreso a una “forma estado” capitalista neoliberal-neoconservadora donde el tipo de intervencionismo del Estado capitalista busque favorecer el desarrollo capitalista a través de un aumento de la inversión proveniente del mercado, y quienes 192 Rodolfo Gómez por el lado progresista postularían en cambio el retorno a una “forma estado” capitalista neodesarrollista o neopopulista donde el tipo de intervencionismo del Estado capitalista –en ausencia de un incremento de la inversión proveniente del mercado- sea un motor del mismo desarrollo capitalista. Pero como indicamos anteriormente, la “forma estado” capitalista se encuentra en directa vinculación con la “forma” en que se desarrolla la lucha de clases en las sociedades capitalistas, y en ese caso, mientras que la “forma estado” neoconservadora y neoliberal se encontraba en consonancia con la desorganización de las clases subalternas, la emergencia de una “forma estado” capitalista neodesarrollista o neopopulista había sido producto de un aumento de la protesta pública llevada adelante por estas mismas clases subalternas que hacia fines de los años noventa mostraban una importante articulación. Ahora bien, si cruzamos estas dos variables enunciadas (la posición frente a la Pandemia y la emergencia o configuración de una “forma estado” capitalista producto de la presencia pública de la lucha de clases) veremos que el asumir la segunda posición, que defiende el aislamiento social y el intervencionismo estatal, resulta problemática, porque la posibilidad de implementación de una política progresista supone necesariamente la presencia pública en las calles de las clases subalternas movilizadas. En cambio, la primera posición –la de la derecha- tiene dos posibilidades de una presencia pública, una a través de la intervención del subsistema de medios masivos de comunicación capitalistas (entre los que se encuentran por supuesto también las redes sociales, aunque el medio predominante siga siendo, por lo menos en América Latina, la televisión) encargado de mantener tanto el “control social” como así el “equilibrio” que permita la reproducción capitalista, y otra a través de la presencia en las calles de aquellos sectores medios consumidores de los medios masivos de comunicación que desacreditan la existencia de la Pandemia y desestiman tanto las políticas sanitarias como la recomendación al aislamiento social. Esta prédica, radicalizada por parte de la derecha de la región (aunque podemos encontrar una retórica similar en Donald Trump o Boris Johnson) *que ocupa diariamente una esfera pública política prácticamente reducida a lo que se construye desde el subsistema de medios masivos de comunicación capitalistas; busca bloquear cualquier intento o posibilidad de retorno a “formas estado” capitalistas de tipo neodesarrollistas o neopopulistas y reconducir dicha “forma estado” hacia la “forma” neoliberal previa. En el medio de esa tensión nos encontramos con una “forma estado” capitalista que no es ni una 193 Pandemia y Estados capitalistas latinoamericanos “de nuevo tipo”. Algunas reflexiones a partir del caso argentino ni otra, y que por ese motivo definimos como “neokeynesiana”, pero que, por las condiciones de “nuevo tipo” donde los medios masivos de comunicación y los sectores medios juegan este importante rol, también definimos como “autoritaria” (tomando por momentos y en algunos casos los ribetes de una suerte de “fascismo” institucionalizado en el Estado capitalista). Sin embargo, lejos de suponer que esto implica el triunfo definitivo y a futuro del capitalismo, consideramos que es más bien una muestra más, de allí la radical irracionalidad de esas prácticas discursivas- de la profunda crisis de este tipo de sociedades basadas en la explotación y la expoliación de los seres humanos y del planeta.

 

BIBLIOGRAFÍA

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