Las condiciones objetivas y subjetivas para la revolución chilena tras el estallido y la respuesta “constitucional” del poder

Las condiciones son las realidades y posibilidades, así como los pasos y preparativos para la transformación. Las condiciones objetivas son las relaciones que establecen las personas en la práctica de los detalles y características de la vida, y las condiciones subjetivas son la adecuación mental o aceptación de las condiciones objetivas, así como la crítica hacia ellas y el conocimiento y despliegue de la convicción de que se necesitan otras relaciones.



LAS CONDICIONES OBJETIVAS Y SUBJETIVAS PARA LA REVOLUCIÓN CHILENA TRAS EL ESTALLIDO Y LA RESPUESTA “CONSTITUCIONAL” DEL PODER

Jaime Yovanovic (Profesor J), abogado constitucionalista

 

Las condiciones son las realidades y posibilidades, así como los pasos y preparativos para la transformación. Las condiciones objetivas son las relaciones que establecen las personas en la práctica de los detalles y características de la vida, y las condiciones subjetivas son la adecuación mental o aceptación de las condiciones objetivas, así como la crítica hacia ellas y el conocimiento y despliegue de la convicción de que se necesitan otras relaciones.

 

La comunidad humana nace y se desarrolla en común, en conjunto, teniendo a la mujer como eje y savia de su vida, de sus relaciones y de la subjetividad que es la producción del sujeto común, la que llamamos cosmovisión, pero al llegar el patriarcado, el hombre productivo ha aprendido a dominar a la naturaleza y se posesiona de partes de ella en forma de agricultura y ganadería de manera exclusiva y excluyente (sólo él y nadie más), naciendo así “lo que es propio y no de otros”, la propiedad, que se transforma en el eje de la sociedad debido a que avanza también hacia la propiedad de la mujer, de los hijos y los parientes, transformando ese conjunto de siervos o “fámulus” en “familia” sometida a la domínica postas o potestad de señorío, donde todas estas propiedades del señor patriarca constituyen el patrimonio en que somete a la mujer con el matrimonio para ser la madre de los hijos que continuarán ese patrimonio. La propiedad del patriarca sobre los medios de producción, de la mujer y los siervos se ejerce mediante el poder que le otorga la fuerza, en lo que se llama el poder social.

 

Como los siervos y las mujeres no aceptan de buen grado esa condición, se escapan, y entonces los señores patriarcas se unen formando en conjunto lo que se llamó el poder público mediante un grupo de siervos que cumplían funciones de guardias, policías y soldados, en tanto otros cumplían funciones de recolección de impuestos y actividades de administración de la ciudad-estado, que se llamó la polis, y así la actividad de administración y gobernanza de la polis se llamó “política” y el conjunto de patriarcas que ejercían poder social sobre los suyos se reunían para detallar y conducir la polis mediante la “democracia”, donde el “demos” era constituido por los señores propietarios de tierras de mayor tamaño y cierta cantidad de esclavos. Así la política quedó para las discusiones entre señores de como explotar mejor a las personas y naturaleza del oikos y la polis. El iokos es el nicho ecológico o el ambiente donde reside el propietario con su conjunto de fámulus, y de ahí viene la palabra oiko-nomía (economía) que designa el uso y el intercambio de los bienes o productos obtenidos de la propiedad de las cosas. También viene la palabra oiko-logía (ecología) que designa el estudio y relación con la naturaleza.

 

La revolución francesa no nace de la derrota de la oligarquía de la tierra en manos de la burguesía, sino de la alianza entre ambos tras guerras interminables entre ellos que estaban aprovechando los siervos y las mujeres para levantar las banderas del común bajo la consigna Omnia sunt communia (todo es común, o todo es de todos), la resistencia contra la propiedad y el rescate del rol principal de la mujer que era quemada por los señores y sus iglesias tratándola de bruja. La alianza oligarquía-burguesía hizo que los miles de señores feudales convirtieran a sus siervos en proletarios y negociaban sus negocios con la burguesía de las villas en la asamblea de la república haciendo una constitución que reconociera dicha alianza en la forma de la teoría de los tres poderes en que se reparten las funciones del estado: ejecutivo, legislativo y judicial, que dura hasta hoy donde los oligarcas mayores se dan cita en el cabildo del 18 de septiembre de 1810 para dar forma al instrumento político de los propietarios: el estado, contra el cual reventaron millones de personas en el estallido.

 

De esa manera en Chile la propiedad se ha transformado en el eje de las relaciones sociales, políticas y personales. La clase dominante de los grandes empresarios tiene sus grandes empresas que cuentan con dirigentes de todos los partidos políticos de derecha, izquierda, centro y extremos, todos ellos por el hecho de disputar los cargos del ejecutivo y legislativo del estado son defensores de la propiedad. Como Lagos el “izquierdista” favorito de las empresas chilenas. Como los socialistas, que gobernaron en la mitad de los países del mundo con el poderoso campo del socialismo real respetando y cultivando la propiedad, al punto de pasar las empresas a propiedad del estado, el instrumento del poder, desde el cual movieron los hilos para regresar al reinado abierto de la propiedad capitalista, y como los chinos que hoy son la primera potencia capitalista mundial. O como los dictadores de Nicaragua y Venezuela que posando de izquierdistas defienden la propiedad, se han echado a la población encima y sus habitantes recorren el mundo buscando donde vivir. Eso quiere decir que los cambios y transformación que necesitamos no pasan por la lucha política de disputa del poder estatal.

 

Después del estallido una enorme cantidad de activistas, dirigentes y buenas personas, que pensábamos que estaban con el pueblo, se pelean entre ellos por entrar a la constituyente que debería armar una nueva regla del juego constitucional para el país, pero no hará más que ratificar el aparato del poder centralizado y como premio de consuelo otorgará una gran lista de derechos que calmarán a algunos que se van a conformar con paños tibios debido a que “no queda otra”, “algo es algo”, “hoy conseguimos un punto, en cien años más conseguiremos otro”.

 

La lucha por el estado no va más allá del cambio de maquinista del tren que nunca abandonará la vía, por lo tanto seguir ese camino es engañarse una y otra vez.

 

Hoy día están todas las condiciones para la transformación acá abajo, veamos:

 

Algunos del estallido nos llaman una y otra vez a la calle, lo que como protesta vale la pena y tiene sentido, pero lo perdería si nos quedamos ahí, pues el pueblo sigue dispuesto y se está moviendo en el sentido de no quedarse en la protesta sino construir escalones que nos hagan avanzar hacia la transformación, prueba de ello son las asambleas, las brigadas, las ollas comunes, las huertas, etc donde se reúnen para hacer y no sólo para protestar o apoyar un candidato. Seguir ese camino permite construir las condiciones objetivas, relacionales del cambio, pero es necesario pasar a modificar las condiciones subjetivas.

 

Si el ánimo de lucha es llevado a la protesta y no avanza, las frustraciones serán sumamente negativas, pero dicho avance no puede ser “conducido” por los que disputan el poder que sólo necesitan seguidores, votantes, militantes, etc, es decir: individuos.

 

La subjetividad individual ya no sirve, pues vivimos rodeados de tentaciones subjetivas que atraen, dividen, desarman y desorientan a la gente, tales como la necesidad de obtener dinero y propiedades. Tener se ha constituido en algo más importante que ser y sentir. Por eso mucha gente apoya a los que disputan el estado, pues ellos serán los que hagan los cambios y yo sigo tranquilo mi vida. El comodismo, la pasividad, el egoísmo, el miedo y tantas otras cosas, llevan a mucha gente a ilusionarse con alguna posibilidad que pintan bonita para el cambio.

 

Para evitar eso hay que pasar de las individualidades al sujeto plural, el sujeto común, el habitante del barrio, la población.

 

Pero yo vivo rodeado de momios!

Pero yo vivo rodeado de rojos!

En mi barrio nadie quiere hacer nada!

 

Por eso todos estamos acostumbrados a trabajar en gheto, en coleto, donde nos reunimos los que pensamos igual y hacemos alianza con el otro grupo que piensa parecido. Ello con la falsa idea de que con uno y después con otro, así vamos creciendo.

 

Así estamos cerrando las puertas a la mayoría del barrio. Se entiende que es más fácil trabajar con quien piensa igual y así crecen los partidos aniquilando los avances sociales porque dividen aún más a los divididos.

 

Conclusión: necesitamos una nueva subjetividad proveniente de otro sujeto, aún en construcción: el sujeto barrial, la gran familia del barrio. Hay que aprender a bajar el discurso que repiten como loros los que disputan el poder, hay que oír y acoger lo que piensa y dice el vecino, hay que desarrollar encuentros y actividades que gusten a todos y podamos pasar por encima de las diferencias; hay que armar bibliotecas del barrio (no “populares”, ya que de inmediato la derecha no quiere ir), hay que pasar películas para todos los gustos, hay que poner música diversa y arrancar de los que sólo quieren poner a Víctor Jara, hay que armar grupos musicales y de carnaval, darle más al arte y la cultura, hacer ferias libres, talleres diverso, crear huertas comunitarias sin hacerlas aparecer como que son de esta corriente o la otra.

 

Una nueva subjetividad abandona la lucha por el poder y se vincula a las nuevas relaciones que van surgiendo por encima de las divisiones de ideologías y que van transformando de hecho las relaciones del barrio hacia el común, la comunidad, el sujeto nosotros. Estas nuevas relaciones producen la nueva subjetividad, y esa es la autonomía, el fin de la dependencia a los mensajes interesados de los partidos políticos y el comienzo del despliegue de la potencia social que transforma el mundo.

 

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